miércoles, 30 de septiembre de 2009

DANDO IDEAS AL REY

Ayer he leído una noticia que me ha embargado de emoción: A petición de S.M. Don Juan Carlos, para el año que viene quedará congelada la asignación presupuestaria a la Casa Real, que se mantendrá en la simbólica cifra de 8,9 millones de euros. Hasta 2008 se había venido incrementando en más de un 4% anual, igual que el sueldo de cualquier español…

Este gesto tan sensible y oportuno en época de crisis, unido al solidario recorte de los gastos veraniegos en el Palacio de Marivent, es de los que a uno le hacen recapacitar sobre la grandeza moral de nuestro monarca. ¡Qué ejemplo!, ¡qué bondad!, ¡qué empatía con el sufrimiento de sus súbditos! Es que se me están saltando las lágrimas... 


Cuando millones de familias españolas ven como uno o varios de sus miembros se quedan sin trabajo o no pueden afrontar su hipoteca, su buen Rey ha sabido estar a la altura y apretarse severamente el cinturón para dar ejemplo. Tamaño sacrificio, que desbaratará el estilo y el nivel de vida de su entregada familia, merece mi aplauso fervoroso. Con semejantes restricciones, dudo mucho que Su Majestad pueda seguir participando en regatas o acudiendo a costosas cacerías, tanto de animales como de señoritas, que tanto le apasionan en consonancia con la más honda tradición borbónica.

Pero la crisis es muy severa, Don Juan Carlos. ¿Cree que bastará con este recorte tan altruista para aliviar de un modo significativo las arcas del Estado? Su Majestad, que es hombre ecuánime y reflexivo, quizá debería abrir la mente a otras medidas más rotundas y draconianas. Todo sea por el bien de su pueblo al que tanta veneración profesa y del que sabe muy bien que el sentimiento es recíproco.

Yo le sugiero, Majestad, que se lance a la piscina, ya que la coyuntura económica lo requiere. ¿Qué le parece suspender íntegramente, por un tiempo a ser posible largo o casi mejor indefinido, toda la partida presupuestaria de su Casa? Hágase cuenta de cómo está el país. Yo creo que es lo más oportuno. Búsquense Su Majestad y S.A.R Don Felipe un puesto de trabajo que se ajuste a sus capacidades (en un circo podría estar bien) e intenten vivir conforme al sueldo que les corresponda, para alivio del Tesoro Público y de sus sufridos compatriotas, que valorarían entonces mucho más a los Borbones (si cabe).

Existen otras dos soluciones más acordes aún con los valores elementales de Justicia. Podría elegir su Majestad la que le pareciera más oportuna, fíjese qué democrático.

Por una parte, yo le animaría con entusiasmo a tomarse unas vacaciones prolongadísimas en algún país extranjero, a ser posible no fronterizo con el nuestro, donde su Clan al completo pudiera libremente entregarse a su ociosidad y a sus vicios sin complicaciones, sin viajes oficiales, sin agobiantes agendas… Vamos, un chollo. Claro que dada la situación económica que atravesamos mucho me temo que este largo retiro tendría que costearse de su propio bolsillo y no del ya muy mermado de los pobres españoles.

La otra alternativa me da algo de cosa planteársela, pero no demasiada. ¿Qué le parece a su Majestad un proceso sumarísimo por todas sus responsabilidades, por acción y por omisión, en la actual decadencia de España; una investigación a fondo sobre su papel en el golpe del 23-F; una instrucción rigurosa de su conchabeo sucesivo con el franquismo, con Suárez, con los socialistas y con quien hiciera falta para mantener a flote sus privilegios; un examen minucioso de la manipulación y de la censura a la que la prensa española se ha visto sometida por la Casa Real durante años; un estudio serio sobre su apoyo a leyes depravadas como la del divorcio o la del aborto; un cuadro comparativo entre lo mucho que cobra Su Majestad y para lo poco que sirve? Porque a lo mejor, rascando un pelín, resulta que sus largas vacaciones, Don Juan Carlos, le saldrían gratis, en un módulo de Carabanchel, conviviendo a diario con lo más granado de la España genuina y jugando a los yates en la pila de su celda. ¡Eso sí que sería una cosa buena para aliviar la crisis!

Se me están ocurriendo algunas soluciones más, pero son un poco bestias y yo tengo fama de persona de orden. Como la música hace amigos, le voy a dedicar a mi Rey una bonita canción:

 

lunes, 28 de septiembre de 2009

¡A LA MIERDA LA EDUCACIÓN! (por Suso)

Para comprobar el prestigio de los maestros y profesores- lo que los cursis llaman “docentes”- contaré una anécdota que me sucedió hace años. Un padre le preguntó a su hijo qué quería ser de mayor, y el chaval contestó , “me gustaría ser profe”.

-¿Profe?, profe de qué.

- Pues profe, profe de un colegio.

-¡Pero bueno, ¿para
eso me voy a gastar una pasta contigo en colegios y universidades...para que acabes siendo profe de un colegio?...¡vamos, hombre, no me jodas!

Yo estaba delante. Y, para mi vergüenza, no me pareció que aquel hombre fuese muy descaminado.

Años antes un chaval le decía a sus padres que quería ser profe, o maestro, y era el orgullo de la familia: ser maestr@ era para fardar. El padre rezaba los ojos y rezaba: “¡Dios mío, escucha la voz de mi hijo!,¡que sea profesor!”- rezaba la madre los domingos.

Hoy todo aquello se ha ido a freír espárragos.

Y entre todos la matamos...

Es cierto que el sistema educativo se lo han cargado unos burócratas que pululan por ministerios, direcciones de grupos educativos, carguetes medios de colegios de toda condición y pelaje, auténticos idiotas – así, con todas las letras- que en su mayoría vienen de la psicopedagogía – carrera ideada por tontos para tontos. No está mal cursar piscopedagogía – hay gente que estudia cosas peores-, pero poner la educación en manos de unos tipos que no soportan media hora de clase en el aula, en la trinchera, eso no. Al teórico que le gustan las etadísticas, las taxonomías, no le des un despacho para que vaya colocando banderitas, jugando una guerra que después, en la calle produce desastres, desmoralización, apatía y cansancio.

No hablo de oídas. A
Fomento se los cargaron los psicopedagogos, tip@s que en el aula eran un desastre por su falta de autoridad - ¿digo el nombre de un prohombre directivo que se le escapaban por las ventanas de un segundo piso alumnos de 1º de BUP?- , por su pereza, por su bobaliconería, y buscaron la madriguera en las “oficinas centrales”- ellos sabrán el coste de culo que les llevó, porque allí hay que poner el culo si quieres estar en la pomada- a planear planes de estudios, proyectos y sandeces pedagógicas, muy sostificadas, muy de celofán y marketing, con apoyos de editoriales Hacer Familia que vendían la moto de la teoría Z y mandangas de chichinabo.




Despreciaron el saber y la tradición de decenas de profesores – maestros- que sí sabían. Y los agobiaron, los desmotivaron, los aislaron...¿quienes daban las charlas a los padres?, los psicopedagogos, el papi que había hecho un curso de orientación familiar, el gurú que venía de no se sabe dónde – cobrando una pasta-...mientras los maestros, los profes, apoyados aburridos en la pared, esperaban la hora de largarse.

Se les ignoró, se les trató como antiguos y desfasados, se aupó y se promovió a los padres como “clientes”, y el cliente siempre tiene razón.

Jamás le escuché oír a mis padres decir que eran clientes de los jesuitas: iban en el mismo barco.

La desmotivación, el desánimo y los brazos caídos, fue el resultado de semejante política.

Estos tipos de la psicopedagogía son los mismos que van con el discurso buenista y ramplón. ¡Había que escuchar en un máster de dirección de centros educativos a algunos de ellos!. Y allí los tienen dando conferencias, ciclos, másteres.

Pero también es cierto que la misma sociedad nos ha llevado hasta aquí.

Antes, y no hace mucho de esto, los maestros y profes eran gente considerada, con un prestigio y una autoridad que emanaba de la propia familia, de la sociedad, y el niño así lo reconocía. No cobraban mucho, es cierto, pero ese reconocimiento alimentaba una vocación - ¡esa es la palabra!- que no ahorraba en esfuerzos y sacrificios. Los hemos conocido.

Hoy, lo mejor de cada promoción lo último que desea es ganar una oposiciones e ir a la Enseñanza pública. Los mejores se van muy lejos de las aulas. Los medianos sí, aspiran a unas oposiciones pero,¡ojo!, no por vocación (¿quién quiere enseñar hoy no sólo al que no sabe, sino al que no quiere saber y te va a amargar la vida unos durante unos cuantos años?, pero es curre para toda la vida).

Y los peores, los más mediocres, los colgados que no les da la cabeza para más, a la privada, a la concertada, a academias y liceos varios. Mal pagados, desmotivados y, encima, con unos directivos más tontos que pichote.

Sé que se me van a enfadar un@s cuant@s pero, en fin, así lo vi.

Fui uno de ellos.


NOTA: Imágenes y enlace escogidos por Al Neri.

domingo, 27 de septiembre de 2009

EL COMENTARIO DE LA SEMANA (40): ÉTICAS PARALELAS

Los mejores comentarios de las últimas semanas han sido:

I- "La experiencia de la Iglesia
Católica es la que les lleva a saber que vivir el sexto mandamiento en la adolescencia y juventud es trascendental, ya que es a esas edades donde la marrana inclinación del onanista tocamiento incide más sobre el individuo. Con el agravante de que no ser capaz de controlarlo lleva a muchos a apartarse de la fe y la práctica católica y, ante la incapacidad de dominar tan sucio instinto, construirse morales y éticas paralelas más permisivas del todo incompatibles con la doctrina católica (...)"

Au
tor: Chirly
Entrada: El padre Pajas

II- "En defensa de los de Valladolid.

No lo soy, pero como si lo fuera, y con permiso, por doble vía familiar, voy a la defensa no encendida, pero espero que algo cálida de la parte que yo conozco y quiero.

A un vallisoletano de pro, de los de toda la vida, no le vayas con bullshit, de tonterías y mariconadas las justas, es decir, ninguna, lo que hay que decir se dice, pero sin rodeos.

Ciertamente, no les gusta molestar y por eso callan y callan y callan a veces como buenos castellanos. Y sufren, y sufren y sufren en silencio. Las hemorroides o de lo que se trate. Eso, que no es pasividad, sino un cierto señorío aunque por no molestar se mueran a veces. Doy fe de ello.

Más sobre Valladolid: trascendencia. O por lo menos así era antes. Mire Vd., hay dos o tres temas realmente importantes, y uno de esos es que nos vamos a morir, así que menos bromas (esto tiene su parte buena y su parte nefasta, lo sé). El caso es que no me sea Vd. tan zascandil, tan ligero, tan frívolo y sea un poco, coño, eso, serio (seria).

Y todavía más: si a setas, a setas, si a relojes, a relojes. Menos lobos caperucita, o por lo menos menos con nosotros, que os vemos el plumero.

Muchas cosas admirables, muchas, aunque no se puede generalizar. Sobriedad la primera, una sobriedad impresionante (por lo menos antes): no roñosería, sobriedad. Ni un ay, ni una queja, ni nada. Ya digo que bien pero como todo su parte terrible: ¿me pdrías decir qué narices te pasa que te estás poniendo azul y ni te quejas?"


Autora
: Máster en Nubes

viernes, 25 de septiembre de 2009

VALLISOLETANOS: BORDES Y FACHAS

Los habitantes de casi todas las regiones o ciudades de España suelen tener un sambenito: Que si los madrileños son chulos, que si los andaluces son vagos, que si los catalanes son roñosos… Muchas veces se trata de topicazos. Además, aunque la fama tuviera una base histórica, lo cierto es que con la movilidad de la población que existe hoy en día y sobre todo con la afluencia masiva de pueblerinos a la ciudad y de gente de todo el país a las dos grandes urbes, ya no tiene mucho sentido sostener estas ideas preconcebidas.

Los oriundos de mi ciudad no íbamos a ser menos y también tenemos nuestros sambenitos. Concretamente dos.

El primero es que somos unos bordes y unos insociables. A mí siempre me ha parecido algo exagerado, pero si me pongo a comparar con otras latitudes españolas (por mi experiencia), he de reconocer que el personal de atención al público en Valladolid (dependientes, cajeras de supermercado, camareros, etc) resulta notablemente más seco.
En el mismo Madrid, o incluso en otras capitales de nuestra región, yo me fijo que las cajeras del súper charlan amigablemente con los clientes o hacen comentarios de cualquier cosa. Vamos, que son simpáticas y agradables. Pero aquí en Pucela vas a una tienda y es muy habitual que te despachen sin decirte una palabra y sin mirarte siquiera. Algo que por cierto yo agradezco horrores, ya que, como buen vallisoletano, me revienta que la gente del comercio se ponga a darme chacharilla y me desagrada muy en particular confraternizar con los camareros de los bares de copas, algo que es muy típico en muchas ciudades y ambientes. Pero vamos, es que yo en estos temas debo de dar el perfil de pucelano al 100%, porque con gente que no conozco tengo fama de ser más estirado que Rossy de Palma con tricornio.

En esa misma línea también se dice que los grupos de amigos de mi ciudad son muy cerrados a las “nuevas adquisiciones”, es decir que si te trasladas a Valladolid con cierta edad o incluso te matriculas en una Facultad sin conocer a nadie, te pueden dar las uvas hasta integrarte en una pandilla.

Una explicación que suele darse a nuestro presunto déficit de sociabilidad es el duro clima de la Meseta. Como por aquí desde siempre ha hecho un frío del carajo en los meses de invierno, la gente por la calle no se paraba casi ni a saludar. No como en los pueblos andaluces, que están todo el día haciendo el lolailo al sol, sacando las sillas a los portales, dando palmas, voceando y esas cosas…

La segunda mala fama que nos han encasquetado es la de fachas. La verdad es que esta etiqueta no la hemos tenido hasta principios de los 80. Si bien es cierto que en la provincia siempre ha habido bastantes conventos y cuarteles, y un ambiente austero y conservador, el infamante apodo de “Fachadolid” se lo debemos a un torticero reportaje sobre la ciudad que la revista Interviú publicó si no recuerdo mal en el año 1981. En este artículo, titulado precisamente “Fachadolid” (ellos acuñaron la palabra), se hacía un recorrido sensacionalista por los atentados que la “extrema derecha” local había perpetrado en los últimos meses y que habían convertido la capital castellana en el punto de mira de los periodistas y en protagonista de los telediarios. Haciendo memoria podemos recordar, entre otros, las bombas que estallaron en la sede de la CNT y del Movimiento Comunista; el legendario asalto a tiros al bar de rojos El Largo Adiós (que todavía existe); las agresiones perpetradas en la Facultad de Derecho, con amenazas graves al Vicedecano, o el atentado con cóctel molotov en la iglesia de los jesuitas y en la Sala Borja…

Aunque los tiempos han cambiado, los sectores patrióticos vallisoletanos llevan adormecidos más de dos décadas y hemos tenido un gobierno municipal sociata la tira de años, el lugar común de que somos unos fachones parece seguir igual de vigente.

Los que no sois de Valladolid, ¿nos veis así realmente?, ¿o es un complejo nuestro?

miércoles, 23 de septiembre de 2009

EL PADRE PAJAS

Cuando estábamos en Séptimo, los compañeros del curso siguiente nos empezaron a acojonar:

- Verás el padre Pajas el año que viene qué interrogatorio te hace. ¡Vete preparándote, chaval!

Por entonces al padre Tobías, que era el espiri de Octavo, no le conocíamos más que de vista, porque las aulas de ese curso estaban situadas en otro edificio anejo al nuestro, en el caserón principal de nuestro viejo colegio.

Al año siguiente le conocimos bien. Era un jesuita bajito de sesenta y muchos tacos, con una gran calvorota flanqueada por unos restos dignos de pelo canoso y por una mancha oscura en la piel. Llevaba unas gafas de pasta gruesa, de esas que se oscurecen con el sol, y era el único cura del cole que vestía a diario chaqueta y corbata (azul marino riguroso)

El padre Pajas nos parecía un señor activo, sonriente y vivaracho que se desplazaba por los pasillos a toda velocidad deteniéndose de vez en cuando a saludar a algún chico con una colleja cariñosa o un achuchón en el hombro. No daba clase de nada (sólo tutorías) y tenía su despacho al principio del pasillo del curso.

Le encantaba hacer fotos en todos los eventos del centro, desde fiestas colegiales y comuniones hasta representaciones teatrales o verbenas. Era el fotógrafo oficial, por así decirlo, y se pasaba la vida con la cámara en ristre abordando a grupos de chavales junto al Jardín, o en el Patio de las Columnas, o a la puerta del salón de actos, para inmortalizar caras, promociones, recuerdos…

Una de sus peculiaridades más divertidas era que siempre llevaba un libro en la mano, el que estuviera leyendo en ese momento, y en todas las Eucaristías de la capilla pequeña se ponía detrás a confesar, en unas sillas, y colocaba el libro de modo que tapara su cabeza y la del alumno penitente, evitando con tan sabia medida que algún curioso pudiera leerles los labios y descubrir pecados ajenos.

- Me acuso de que contesto a mi madre, dejo todos los deberes para el domingo y en el patio me meto con un compañero...

- ¿Sí?, vaya, vaya, vaya –tenía una vocecilla como para doblar a un personaje del Señor de los Anillos- . Hay que ser obediente y esforzarnos, esforzarnos lo que podamos por mejorar en esas cosillas, ¿verdad? – Y entornando sus ojos miopes, preguntaba:- ¿Y de pureza qué tal andamos? Ya tenéis una edad...

El tema sexual le preocupaba mucho al espiri. En sus tutorías una vez nos puso unas filminas muy cutres de los años 70 en las que salía mucha gente en pelotas.

- El cuerpo, chicos, es una cosa bella, sana, incluso el desnudo… Pero es un templo, un templo de Dios, ¿verdad?, y no podemos darle un mal uso, un uso que ofenda a Dios.

A partir de octubre, comenzó a llamar a todos los del curso, uno por uno, a su despacho. Cada mañana mandaba sacar a cuatro o cinco del aula donde estuvieran.

- Chamorro, sal un momento, majo, que vas a ver al padre Tobías.

Y según salía por el pasillo de clase, los que ya habían pasado por el despacho del cura, le guiñaban el ojo a Chamorro y le daban palmetazos en la espalda.

- ¡Vas a salir hecho un hombre!

El páter te recibía con una gran sonrisa y te hacía sentar. El despacho era típicamente jesuítico. Libros hasta el techo, cristos de artesanía en la pared, recuerdos de las misiones, carteles de pascuas y una foto bien grande de la Virgen del Colegio.

- Bueno, bueno, bueno, pues aquí tenemos a este chico tan majete, a ver si nos conocemos un poco más tú y yo. Porque las referencias, extraordinarias, oye. Que me han hablado muy bien de ti tus profesores; me han dicho que eres un fenómeno.

Luego te preguntaba si estabas a gusto, a qué se dedicaba tu padre, qué te gustaría ser de mayor, qué deportes preferías y quiénes eran tus amigos de clase. Y lo apuntaba todo el muy jodío en una libreta del año catapún.

Cuando te habías confiado y andabas ya un poco suelto hablándole de fútbol o de que te encantaría ser periodista deportivo, sacaba un libro viejísimo de anatomía que tenía guardado en un armario y te lo abría en las narices por la página del sistema reproductor.

- Bueno, te voy a mostrar unas láminas muy instructivas porque ya tenéis una edad que, bueno, tú empezarás a hacerte preguntas, a tener tus curiosidades, ¿verdad?

Mientras hablaba, te iba señalando las fotos y dibujos de las partes pudendas masculinas y femeninas: que si esto es el pene, que si esto el glande, que si esto el prepucio…


- El prepucio, hijo, es muy importante que lo echéis para atrás cuando os bañáis o ducháis, por higiene, ¿verdad?. Porque se acumula mucho la suciedad y puede haber infecciones.

Luego le tocaba el turno al cuerpo de las tías, al desarrollo mamario, a los labios mayores y menores, a la vagina y al himen, que podía romperse con deportes vigorosos o montando a caballo o en biclicleta. A estas alturas uno no sabía si reír o llorar.

- Bueno, bueno, y todas estas partes de la máquina tan perfecta que es el cuerpo humano cuando cobran su dimensión más valiosa es en el contacto del hombre con la mujer, cuando se dan el uno al otro con amor, en el seno del matrimonio. –Te miraba fijamente: - ¿sabes a qué me refiero?

- Sí, padre Tobías, a hacer el amor- querías dejar claro que no eras bobo.

- Bien, bien, bien… Claro que, bueno, tú sabrás que al placer de ese contacto, que Dios ha permitido para incentivar esa unión, también puede llegar uno solo, egoístamente, a través de atajos, o sea frotando el pene mucho rato seguido, ¿verdad?, con la mano, hasta que, bueno, se produce el placer que está destinado para otra cosa… Es lo que vosotros llamáis pajas, ¿sabes?

- Ya – tragabas saliva y pensabas “tierra, trágame”.

- Vosotros ya estáis en unas edades que, bueno, es natural que se dén estas cosas, siempre con medida y hasta una edad razonable, qué sé yo, los 17 años como mucho, ¿verdad?, porque luego ya más tarde es una cosa muy obsesiva, enfermiza… Además te diré, porque lo han estudiado los médicos, que si se llega a abusar, se acaba notando mucho… Tú ves a un chaval que abusa y… se lo notas, se lo notas en la expresión de la cara. Porque se hunden las mejillas, se quedan los ojos vidriosos, como de tonto, y cambia hasta el tono de la piel. Y luego las energías… Se quedan sin fuerzas para estudiar, para los deportes…¡Un desperdicio de energías!

En aquellos momentos tú no sabías si mirarle fijamente o humillar la cabeza como un toro en el descabello, no te fuera a notar los ojos vidriosos o la piel de color aceitunado y sospechara que le dabas al manubrio.

- Y tú te preguntarás si hacer eso es pecado, ¿verdad?

- Pues es que no sé…

Y es entonces cuando el Padre Tobías te soltaba la chaqueta más famosa de todo el colegio, esa de la que nos seguimos choteando cada vez que nos juntamos un grupillo de compañeros.

- Yo, hijo, aquí te voy a poner un ejemplo que me lo vas a entender muy bien. Tú imagínate una tarde calurosísima de junio que estás dos horas jugando al frontón –los jesuitas siempre ponen muchos ejemplos de deportes- . Pues, eso, acabas extenuado, sudando y muerto de sed, ¿verdad? Y vienes al despacho con la lengua fuera y me dices: padre Tobías, estoy que me muero de sed. Y yo entonces saco una jarra grande de agua fresca, con hielos, la pongo encima de la mesa y te digo: aquí te dejo esta jarra, hijo, pero voy a salir y no quiero que bebas hasta que vuelva en un par de horas… Entonces, si cuando regreso tú has bebido de la jarra, ¿qué pasa?, ¿has hecho mal?, ¿te puedo reprochar algo? Pues en ese estado, majo, se podría llegar a comprender…

Pero este alarde de comprensión no era más que una astuta jugarreta de despiste, una trampa para engatusar. Porque justo después te preguntaba a bocajarro:

- Bueno y tú, ¿cuántas veces lo haces a la semana, más o menos?

Completamente pálido, te tocaba hacer cálculos a toda velocidad para dar una cifra que no sonara muy depravada pero que tampoco fuera demasiado baja, porque ya te habían dejado claro que eso se notaba en el careto y no era plan de tomar al padre Tobías por gilipollas.

lunes, 21 de septiembre de 2009

RELEYENDO "EL PADRINO" (7): ROCCO LAMPONE

Cuando el chófer de Don Vito Corleone, Paulie Gatto, vendió a su jefe a Virgil Sollozzo, al caporegime Peter Clemenza se le planteó un problema administrativo acuciante: encontrar un sustituto adecuado. Tras barajar diversas posibilidades se acabó decantando por Rocco Lampone, un hombre duro y discreto que había ingresado en la Familia en 1943, tras ser herido en una pierna en la guerra de África. En poco tiempo había sabido hacerse él solito con el mercado negro de ropa y de cartillas de racionamiento en aquellos tiempos convulsos de la postguerra. El primer encargo que le hizo el gordo capo tras el ascenso fue naturalmente eliminar al traidor Gatto tras engañarle para que se confiara y condujera el coche que lo llevaría al matadero.

“—Rocco, siéntate en el otro lado —indicó Clemenza—. Eres tan alto que no me dejas ver a través del retrovisor.”. Así justificaba Pete la sospechosa maniobra de Rocco de tomar asiento tras el chófer Paulie para dispararle por sorpresa.

Lampone cobra muy pronto una gran importancia en la Organización, como lugarteniente de Clemenza. Pese a ser un hombre callado que pasa fácilmente desapercibido, Don Corleone repara en él tras salir de la famosa reunión para firmar la paz entre las Cinco Familias de Nueva York:

“—Nuestro chófer, Lampone, creo que es un hombre valioso. Quiero que lo tengas en cuenta” – le dijo a Tom Hagen.

Hagen no pudo evitar sentirse extrañado. Lampone no había pronunciado una sola palabra en todo el día, ni siquiera había dirigido la mirada a sus dos pasajeros. Eso sí, era un buen chófer y se había comportado a la perfección, abriendo incluso la puerta al Don para que se apeara, pero eso lo hubiera hecho cualquier chófer conocedor de su oficio. Estaba claro que el Don había advertido algo que a él se le había escapado”.

La novela cuenta bastantes cosas del personaje y lo describe como un hombre de plena confianza, hasta el punto de ser uno de los elegidos para llevar a hombros el féretro de Don Vito junto a Albert Neri, Clemenza, Tessio y, naturalmente, los hijos del Don. También es el responsable de organizar, a espaldas de Tom Hagen, un Regime secreto para saldar todas las cuentas de la Familia Corleone tras el regreso de Michael de Sicilia.

Sin embargo, en la primera película este personaje, encarnado por Tom Rosqui, apenas aparece en un par de secuencias: el asesinato de Paulie y, al final del todo, irrumpiendo en una habitación de motel para ametrallar al proxeneta Phillip Tattaglia [ver foto], que se encontraba encamado con una joven prostituta. Esta última escena se enmarca en la que es para mí la mejor secuencia de toda la trilogía: el rosario de venganzas alternado con la liturgia del bautizo del sobrino del nuevo Don. Estremecedor.

A partir de aquí se termina el libro y el resto de la corta vida de Rocco ya sólo lo conocemos a través de El Padrino II, en la que sale algo más que en la primera, pero también puntualmente. Desplazado a Nevada con la Familia, es ascendido a caporegime al igual que Neri y está presente en los momentos y decisiones más relevantes del clan. Su momento de gloria es cuando se planea el difícil asesinato de Hyman Roth a su regreso a Estados Unidos en 1959. Puesto que el gángster de Florida solo aparecería fugazmente en el aeropuerto y estaría rodeado de prensa y policías, el crimen parece una locura, aunque no para Lampone: “difícil, pero no imposible”. Al final no resultó difícil, pero sí mortal para el fiel capo de Michael, que fue abatido por los agentes nada más disparar sobre el viejo Roth.

sábado, 19 de septiembre de 2009

HISTORIAS DE «EL PATA» (IV).

Como buen aficionado, El Pata inundaba de teatralidad cada acto de su vida; sobre todo si contaba con un público que se veía obligado a aguantar cuatro representaciones semanalas de lo que con trece o catorce años era un drama y, con diecisiete, una comedia absurda.

Tuve suerte y sólo hube de soportarle durante el COU, y
a espabilado y con las suficientes tablas para no amilanarme ante sus actuaciones. Aun así, las anécdotas que he vivido y conocido por otras personas son interminables.

Su comportamiento con las chicas, en la actualidad, le habría llevado derechito al cadalso. Eso sin contar el día que, de excursión en Londres con unos alumnos, se perdió y, ante el ataque de histeria de su sobrina, reaccionó administrándole un tranquilizante consistente en un bofetón y un par menos de dientes. Nada sorprendente, teniendo en cuenta que gracietas tan poco sutiles y expresadas a pleno pulmón como «Señorita, cuando hable conmigo quite sus pechos de encima de mi mesa que no me dejan escribir» eran el pan nuestro de cada día.

Pero no se conformaba con eso. Era común escuchar cosas similares a «Señorita, quítese la camisa y límpieme la mesa» -sobra decir que la chica no lo hacía-; «Señorita Pepita, no mire con esa cara al señor Núñez. ¡Resérvela para cuando estén encamados!» o, tras fustigar con decenas de preguntas a una adolescente de buen ver, que además sabía más inglés que él, espetar «En esta clase hay señoritas que no sólo son muy buenas sino que también lo están» entre las risas estruendosas de los serviles gregarios y el enrojecimiento de la chiquilla en cuestión.

Recuerdo que, en ese mismo momento, yo ocupaba el puesto de «
secretario» y me le quedé mirando a los ojos sin sonreír. A continuación saltó: «En esta clase hay algún señor que debe ser del Opus Dei porque me echa unas miradas...».

No fue la única vez que hizo algún comentario similar cada vez que se daba cuenta de que no reía sus chistecillos. Incluso creo que sospechaba que era yo quien pintaba en la pizarra, justo antes de su entrada, algún que otro símbolo provocativo (víctores, yugos y flechas ...) con el objetivo de que ordenara a alguno
«Borrar ese símbolo franquista de la pizarra». Me alegro de no haberle caído nunca bien, incluso cuando se despidió de mí a finales de mayo pronosticándome públicamente un 1 en el examen de Inglés de la Selectividad.


Al final aprobé raspado y me quedé con los ganas de darle con la nota en las narices. Tuve mis motivos para no hacerlo pero ahora, catorce años después, cuando le veo ya jubilado pasar por la calle -debe vivir cerca mi casa- me quedo con las ganas de pararle y cantarle las cuarenta. Aunque me imagino su reacción.

jueves, 17 de septiembre de 2009

ENEMIGOS PÚBLICOS




Últimamente está muy de moda que las superproducciones tengan un largo metraje, de dos horas o más. Si la película es brillante, mantiene el ritmo y cuenta con un guión solvente, este exceso de cinta puede llegar a pasar desapercibido, pero cuando la peli es un truño, o simplemente normalita, a la hora y media estás bostezando. A veces con una duración de más de 120 minutos parece que pretenden dar prestigio al producto y en la mayoría de los casos les sale el tiro por la culata.

Esto es lo que pasa con Enemigos públicos, una película ambiciosa que nos han vendido como peliculón y a la que al final se le ha visto el plumero por culpa del exceso de metraje. Todos los amigos que fuimos a verla la semana pasada coincidimos en que con hora y media, habríamos quedado hasta contentos.

Tenía yo muchas ganas de disfrutar de la historia de la legendaria banda de John Dillinger (Johnny Deep), los atracadores de bancos de los años 30 que, al igual que Bonnie and Clyde, conquistaron el cariño de un pueblo americano devastado por el crack y con los sueños rotos, que vio en ellos una encarnación moderna de Robin Hood (aquí diríamos de Curro Jiménez).

Pero como amante del cine negro y policiaco, me he llevado un buen chasco. No niego que la cinta esté bien rodada, ni que las interpretaciones sean notables, en especial la de Christian Bale en su papel del federal Melvin Purvis, pero me niego a ponerle ni siquiera un notable a una peli en la que me aburro como una ostra. Su fidelidad a la biografía de Dillinger y su escasez de recursos narrativos convierten el film en un corta-pega de carreras y tiros, de situaciones repetitivas y tópicas del cine de persecuciones. Si esto lo unimos a la machacona y progre crítica de fondo a los "hijos de Hoover", el resultado, para mí, es de los que merece la pena perderse.

martes, 15 de septiembre de 2009

CRISIS Y PUTICLUBS



Ayer nos desayunamos con una noticia bomba publicada en El Norte de Castilla. En el último año, la crisis económica ha obligado a cerrar siete negocios “dedicados al sexo” en Valladolid, tanto clubs de carretera como pisos, tal como explica el diario. Los pucelanos que todavía no fueran conscientes de las catastróficas dimensiones de la recesión, ya se pueden ir llevando las manos a la cabeza. En los tiempos de vacas flacas, la gente no se compra coche, sale menos de copas, pasa de restaurantes, no va al cine ni a las casetas de las Fiestas (que acaban de terminar). Cuando la cosa económica está chunga, el personal recorta –o suprime- las vacaciones- , reduce el gasto en regalos y celebraciones, y no se compra ropa. Pero pase lo que pase, por muy desacelerada que ande la economía, el joderío que no se lo toquen a los españoles, que eso es sagrado. Es un poco como los toros. El vicio de ir a putas es casi institucional y no puede verse afectado por crisis alguna. No se puede pretender que de la noche a la mañana, los putañeros de la provincia dejen de pasarse por el Jamaica cada dos sábados a trincarse dos cubatas y a retozar con la Yasmín. Ya se lo quitarán de otra cosa, hombre, pero no del puterío.

Si me creo la noticia es que me desespero. No sé, a lo mejor es una maniobra de la oposición para acojonar. Pero a mí no me parecería serio provocar semejante alarma social, peor que la de la Gripe A, si cabe. El cierre de siete puticlubs en Pucela es una noticia demasiado grave como para andar con chirigotas, teniendo en cuenta el perfil socioeconómico de los aficionados. Si los clientes de las mancebías fueran modestos obreros, no me asustaría tanto, pero es bien sabido que en este país los que más van de putas son la gente de derechas de toda la vida, igual que en el siglo XIX, cuando los señores principales, las fuerzas vivas de la localidad, se tomaban un coñac en la tertulia del casino y después, al amparo de la noche, se personaban en el prostíbulo más elegante para charlar con las señoritas y cambiar el aceite. Los albañiles, los mineros y, en fin, las clases populares, no tenían ni tiempo ni dinero para esas expansiones. Lo hacían con la parienta, que era gratis.

También de siempre ha sido una gran afición de los señoritos de pueblo, con tierras, que al llegar el fin de semana se cambiaban los gallumbos y los calcetines, se afeitaban a navaja, se ponían camisa limpia y chaqueta, y le decían a la novia que se iban a tomar unos chatos al pueblo de al lado con la cuadrilla.

Y ahora lo mismo. El otro día me lo decía un amiguete con toda la razón: Si entras en cualquier club grande de los de la autovía de Palencia y haces una encuesta política, ¿qué sale, a ver?, ¿qué sale? Pues cantadísimo que más del 80% votan al PP, como Dios manda, y son gente de orden y con perrillas. Luego igual hay algún rojo viciosete, algún jubilado irredimible o algún solterón cutre enconejado con la dominicana de turno, pero vamos, casos puntuales.

Si lo que nos cuenta El Norte es cierto, nos podemos echar a temblar. La crisis está tocando
fondo…

(Sobre
este mismo tema, leer La leyenda de Putéitor)

domingo, 13 de septiembre de 2009

HISTORIAS DE «EL PATA» (III).

La mayor afición de El Pata, además de machacar a los alumnos para alimentar su enfermizo ego, era el teatro. Tanto amaba las artes escénicas que casi todo su tiempo libre lo dedicaba a la dirección de su propio grupo de aficionados. Recorría toda la provincia, e incluso hacía incursiones por el resto de Castilla, representado obras de corte muy diverso: desde teatro clásico hasta obras de Alfonso Paso o, antes de que estuvieran tan de moda como actualmente, musicales. Con la dificultad que supone para un grupo modesto añadir a su repertorio canciones interpretadas por ellos mismos aunque fuera, como hacían en ocasiones, en autoplayback. Hay que reconocer que se le daba bien. En el colegio representaron obras como Los ladrones somos gente honrada y Cinco minutos nada menos y fue desternillante. Me encantó.


Utilizando su posición de poder y su estarfalario sentido de la ética, reclutaba miembros de su compañía en el aula. Al comenzar el curso en primero de BUP siempre pedía voluntarios y, claro, no había demasiados chavalines en sus cabales que estuvieran dispuestos a pasar más tiempo del estrictamente necesario en compañía de semejante tipo. Por tanto, para completar el minúsculo grupo que conseguía en un primer intento -los menos por afición y los más, sencillamente, por peloteo-, recultaba a otros, obligándoles porque sí a presentarse el sábado en el salón de actos del colegio. La mayoría de estos galeotes se resignaba a una condena de cuatro o más años y el resto buscaba excusas como la asistencia a catequesis o entrenamientos a través del preceptivo justificante que El Pata no siempre aceptaba. Eso sí, siempre existía alguno más espabilado que, en las pruebas escénicas a que les sometían (cantar, recitar una poesía, bailar...) lo hacía lo peor posible o, incluso, rompía alguna cosa, no fuera a ser que le designara como técnico de algo o mozo de carga.

De esta forma, en cada clase tenía uno o más siervos teatrales, aunque a alguno siguiera sin conocerle por su verdadero nombre, y no dudaba en
usar los periodos lectivos para ultimar los planes que tenía en mente para su troupe.

De hecho, tras completar la lista de ausentes en clase, solía continuar con un «En lo referente a la cuestión dramática, recuerdo a los señores interesados que...». Y a continuación lo que tuviera en mente.


En otras ocasiones, y aunque sólo faltaran dos meses para la Selectividad, nos obligaba a aprendernos canciones en inglés de musicales como Los miserables o El violinista en el tejado para después preguntarlas de memoria en el examen o, mejor aún, obligar al que mejores notas tuviera a cantarlas en clase con interpretación incluida.

Cuando la actuación de la víctima de turno no le satisfacía, sin pensárselo dos veces pasaba a ilustrarle
histriónicamente cómo debía hacerlo. Para ello, incluso se sentaba en una mesa mientras daba taconazos con las dos piernas -buena y mala- en el pupitre adjunto en una improvisada clase de baile teatral.

El antiguo director,
también profesor de inglés y conocido como El Masca -dejo a los lectores adivinar el por qué- era un fraile muy estricto que cuando tenía tiempo libre se paseba por los pasillos para comprobar que se mantenía el orden y, cuando no era así, sacaba del aula sin titubear al profesor responsable para reprenderlo y, después, a los alumnos. En ocasiones llegó a despedir a algún profesor a mitad de curso.

Un día, El Masca, abrió súbitamente la puerta del aula y sorprendió a El Pata en plena sesión de estruendoso zapateo. Se puso blanco y sólo acertó a decir:

-¡Ah! Eres tú.

Cerró la puerta y se marchó sin más. El Pata y él no se dirigían la palabra y, sin embargo, El Masca nunca se atrevió a meterle en vereda ni descargó su cólera contra él. Siempre me he preguntado por qué ningún director se decidió a apretarle las tuercas.

jueves, 10 de septiembre de 2009

NOVIA AJENA

Tengo un amigo que lleva un tiempo apesadumbrado por temas de amores. Le gusta con locura una chica con la que tiene mucha relación en el trabajo (y fuera) y encima se sabe correspondido. La tía además es muy mona (que es lo menos importante, como ya supondréis), pero aun así la relación, de momento, no pasa de ser una amistad muy cualificada, con mucha confianza y tal, con miraditas lánguidas, pero todo muy contenido, muy lentorro. Y es que ella tiene novio y mi amigo se niega a tomar iniciativa alguna mientras dure esa situación.

A mí lo que me parece es que mi amigo (que seguro que nos lee) es un pringado. Sinceramente no creo que tenga nada que “respetar”. Ni siquiera el palomo es amigo suyo. En todo caso la que tendría que respetar es ella, que es la que está ennoviada. Es ella la que tendría que decir si corta o no corta con el maromo, si se arriesga o no se arriesga… Pero, ¿mi colega? ¡Vamos, anda! Si le gusta la chavala y le hace feliz, si piensa que puede estar bien con ella y que podría ser la mujer de su vida (eso dice), que se deje de historietas y no se rinda; que le dé caña, aunque sea hasta el día antes de la boda.

El matrimonio es una cosa sagrada, territorio vedado. Ya hay un compromiso, una convivencia, una familia… ¡y, coño, un Sacramento! Pero los noviazgos son una probatura, un campo de experimentos para enterarse uno de si la otra persona le conviene, de si se comparten valores, de si se está bien juntos… Si en mitad del noviazgo te enamoras perdidamente de alguien, muy bien no estarás con tu novio/novia...

Uno no puede cortarse con una chica porque tenga noviete. Vete tú a saber: Lo mismo están fatal, aguantándose por incercia, amargados, y tú ahí, como un gilipollas, respetando eso y vedándote tu felicidad y la de la muchacha, machacando con tu cobardía una bonita historia de amor entre tú y ella, un matrimonio ideal…

Quizá lo deseable es que fuera ella la que expresara a mi amigo lo que siente y le aclarara la situación, en vez de marear la perdiz. Pero uno no puede fiarse de las tías para estas cosas tan serias. En lo que se deciden o no se deciden llega el día de la boda y ahí te has quedado a verlas venir, con cara de tonto. La fruta hay que recogerla en su punto justo de madurez, que si no, luego se apocha o se cae del árbol. Hay que saltar como un tigre, sin contemplaciones; apostar fuerte, forzar la situación. En la vida sólo se consiguen cosas importantes haciendo apuestas contundentes, arriesgando.

Mi amigo dice que claro, que si ella deja al novio por él, luego cualquiera se fía. Que igual otro día le hace a él lo mismo. Yo pienso que está equivocado y que hay muchas personas inseguras o indecisas aguantando relaciones que no les convienen o en las que no están a gusto. Pienso que si él está seguro de que la quiere y de que no se trata de un capricho, debería darle a ella la oportunidad de salvarse de la rutina odiosa de un noviazgo en el que a lo mejor no hay razones “objetivas” para cortar, pero tampoco las hay para atarse a esa persona para siempre.

martes, 8 de septiembre de 2009

HISTORIAS DE «EL PATA» (II).

Por suerte, El Pata no me dio clase hasta COU y con dieciséis o diecisiete años no eres un niño impresionable que se asusta con las ridículas manías de un pobre hombre. Pero me pongo en el lugar de un chiquillo desconcertado en un nuevo colegio a catorce de septiembre. Y entiendo perfectamente que alguno regresara a casa llorando el primer día de clase.

Entra un hombre medio calvo y de amorfa figura cargado con un pesado y roñoso maletín. Avanza por el pasillo a toda velocidad. Viste de paisano, a pesar de seguir siendo sacerdote, más andrajosa que humildemente. Incluso desprende cierto olor a rancio y a higiene limitada. Sus viejas y mohosas gafas se mueven ligeramente al compás que marca una acentuada cojera -de ahí su mote- en la pierna izquierda; misma mano con la que carga el maletín. Sin variar su ritmo de unos 80 ó 90 renqueantes pasos por minuto, se aproxima a la mesa del profesor y suelta su maletín dando un sonoro golpetazo. Se sienta; saca un hoja -en alguna ocasión llegó a extraer un taladro o, incluso, un zapato femenino de tacón- y dice con voz chillona, remarcando las erres, las sílabas y los acentos:

- First course, B. ¿Anybody in?

Éste era el escopetazo de salida para una hora exacta -en el colegio las sesiones duraban sesenta minutos- de absurdos y teatralizados protocolos que intentaban convertir, sin conseguirlo, una retahíla de extravagancias e improvisaciones en algo metódico y serio.

A continuación, todos aquellos que estuvieran sentados inmediatamente detrás de un pupitre vacío tenían que levantar la mano y, secuencialmente, indicar los apellidos y el nombre de la persona que faltaba. Después, los que hubieran estado ausentes en los días anteriores debían dirigirse ante El Pata y colocar el justificante correspondiente, sostenido por las esquinas superiores con dos dedos de cada mano, a aproximadamente medio metro de sus ojos. Si algún osado no seguía el protocolo a la perfección, El Pata daba un guantazo al papelito con el objetivo de lanzarlo lo más lejos que fuera posible. ¡Ah! Y pobre de aquel que al levantarse de su sitio hubiera hecho el más mínimo ruido con la mesa o la silla: tendría, como medida correctora, que levantarse de la mesa sin hacer ruido cinco o diez veces seguidas. Algo un poco difícil teniendo en cuenta que, en algunas clases, había más de cuarenta alumnos en un espacio pensado para un máximo de treinta y pocos diminutos pupitres, demasiado pequeños para los cuerpos de bastantes adolescentes.

A renglón seguido, encargaba algún trabajo a su «secretario», el desdichado alumno que estuviera sentado en la primera mesa del aula junto al profesor. El trabajo podía consistir en sacar unas fotocopias o recordarle el nombre de varios alumnos a los que quisiera fastidiar.


Lo que sucediera a continuación era imprevisible. Lo mismo podía preguntar a cualquiera alguna de las reglas mnemotécnicas por él inventadas, independientemente de que alguna vez te hubiera dado clase o que fuera el primer día de curso. Por cierto, el inexistente temario era idéntico en primero de BUP y en COU.

-A ver, señor Núñez, dígame el «DetOpDi».

-Es que yo no me llamo Núñez. Soy Pedro Rodríguez.

-Pues eso, señor Núñez, dígame el
«DetOpDi»-. El chico ya sabía que el resto de sus días en el colegio, para El Pata, se llamaría Núñez. ¿Todavía me pregunto cómo pondría las notas?

Y el pobre desdichado, sabiendo que de poco serviría insistir en su verdadero nombre, comenzaba el recital:

-Ummmm. Det-Op-Di-Ag-Sha-Co-Or-Ma-Pur, es una regla mnemoténica inventada por «Gerry»- a El Pata le gustaba hablar de sí mismo en tercera persona y llamarse Gerry en clase de Inglés -para recordar el orden de los adjetivos en una frase: determinant, opinion, dimension, age, shape, color, origin, material, pupurse.


Y así, te podía preguntar decenas de normas parecidas -los verbos de la Z, el cruzado mágico... - que siempre servirían para muy poco.

Igualmente se le podía ocurrir comenzar a gesticular histriónicamente con las manos y hacer aspavientos diversos de forma absurda con la intención de que le dijeras qué preposición era la descrita. Casi todos respondíamos algo al azar.

Otra cosa que le gustaba hacer era pasearse por la clase mientras hablaba de vaya usted a saber qué -una clase nunca enlazaba con la del día anterior y no se seguía una programación, un libro o un temario- y, si veía una mochila que ligeramente le estorbara, liarse a patadas con ella, tanto con la pierna buena como con la mala. Algún día, llegaba a sacar alguna mochila del aula y no dejaba de darle patadas hasta que la arrojaba por la escalera.

Fue imposible quitarle esa costumbre. Ni siquiera, como hizo una vez un chaval, colocando un par de ladrillos en su interior.

lunes, 7 de septiembre de 2009

HISTORIAS DE «EL PATA» (I)

Existen profesores y maestros que pasan por nuestras vidas sin dejar pena o gloria alguna. De algunos siempre guardaré un recuerdo tan imborrable como ejemplarizante; a otros los recordaré con cierto desdén y son muy pocos a los que retendré en la memoria con una marca de difícil descripción, puesto que su extravagancia diluyó todo acento de odio o cariño. Algo extremadamente complicado cuando una persona ha tenido tanto poder sobre tu entonces corta vida.

«El Pata» llegó de rebote al colegio unos cuantos años antes que yo. Los frailes habían contratado, para los primeros cursos del BUP, una profesora de Inglés jovencita e incauta. Una de esas almas cándidas que debía pensar que los chavalines de catorce años también querían ser sus amigos y que cometió la torpeza de no entrar, el primer día de clase, con el tricornio puesto. Es muy común entre los machitos adolescentes huir despavoridos cuando cruzan en solitario la acera de un colegio de monjas a la hora de la salida pero, claro, cuando están en grupo, si de demostrar chulería se trata, no dudan en silbar a una profesora veinteañera. Hasta tal punto llegaron las cosas que, justo antes de las vacaciones de Navidad, cuando leyó en clase las notas de la primera evaluación, un niño cruel y pijo de esos que abundan en los colegios de frailes, mostró a la profesora su desacuerdo con las calificaciones obtenidas mediante un arrebato de furia mal fingida que rubricó con un sonoro «¡Puta!». La incauta docente salió a llorar desconsolada al pasillo y, en respuesta, los curas, en lugar de expulsar al chulito y dar un buen escarmiento a sus compañeros, regalaron a la chica, como aguinaldo, un sonoro despido.

Aprendida la lección, decidieron contratar como sustituto a un antiguo salesiano que en ese momento ejercía de capellán en la prisión provincial. Numerosos y difusos rumores circulaban sobre las razones por las que «Jerjes», mote por el que fuera conocido en sus primeros años de docencia, había abandonado su puesto como profesor de Geografía en la familia de Don Bosco. Tampoco estaba claro por qué había estudiado, tras dejar la orden salesiana pero no el ministerio sacerdotal, Filología Inglesa, buscado amparo en una diócesis de corte tradicional y residencia en un modesto piso junto a su extraña sobrina -aunque en los cotilleos provincianos negaban que entre ellos existiera lazo familiar alguno- y Connie, su perro salchicha.

Supongo que el impresentable aquél, que ya debe andar muy entrado en la cuarentena y que causó en última instancia la llegada del nuevo teacher, se arrepentiría el primer día de vuelta de las vacaciones de Navidad de tan cobarde acción.

domingo, 6 de septiembre de 2009

EL COMENTARIO DE LA SEMANA (39): ME DEJARON MUCHA HUELLA

El mejor comentario de la semana ha sido:

[sobre los jesuitas
] "(...) Yo pillé la transición de los llamados Ignacianos, tradicionales , de faja, tipos que jugaban a pelota vasca y al fútbol de pegada, gente con liderazgo y con una formación y una pedagogía de siglos.

Me dejaron mucha huella, para bien , y alguna para mal.

Sin meterme en temas de formación religiosa -que eran unos cracks-daban una formación buenísima: muchos debates en clases, muchas exposiciones en público, un afán por introducirte en la lectura y en la crítica, preocupación profunda por lo social, te ilusionaban con las misiones y de cooperar, fiestas colegiales de una semana con actos culturales y festivos de aupa.

Después vinieron unos tipos que entraron como elefante en chatarrería- yo tendría unos 15 años. Borraron del mapa a los anteriores, y le dieron la vuelta a todo.Aquello fue el despiporre ( para beneficio nuestro: el coleguismo en sus colegios mayores, asociaciones de todo tipo, era de una promiscuidad alucinante). Se politizaron mucho, y la preocupación por el sexo llegó a ser enfermiza.

Esos duraron lo que duraron- la sangría de vocaciones fue brutal. Las cosas volvieron a su cauce.

Y yo, la verdad,tengo mucho que agradecer a esa gente".

Autor
: Suso

jueves, 3 de septiembre de 2009

20 COSAS QUE APRENDÍ DE LOS JESUITAS

1- Que todo lo que hacemos en la vida debería estar enfocado a servir a los demás y en especial a los más necesitados.

2- La importancia de la justicia social.

3- Que la austeridad no depende tanto de los bienes que se tengan como del uso que se les dé.

4- Que una persona con mucha formación y preparación puede hacer más por la sociedad que alguien sin ella.

5-
Que la culpa de que haya pobres es siempre de los ricos.

6- Que Jesucristo es Amor por encima de todo y que su Misericordia es infinita.

7- Que lo de dentro tiene más importancia que las formas.

8- Que quien no sufre y se sacrifica, no consigue nada importante.

9- Que la oración es algo muy personal, nuestra forma íntima de relacionarnos con Dios.

10- Que la Eucaristía es el eje de la vida cristiana.

11- Que un sacerdote es un hombre y debe estar plenamente integrado en la sociedad y en su entorno.

12- Que la motivación es fundamental para estudiar y trabajar. Hay que motivar a la gente para sacar lo mejor de ella.

13- Que los “grupos cristianos” juveniles están pensados para captar chavales para el Noviciado, pero si no cuela, también vale para que salgan noviazgos como Dios manda.

14- Que la naturaleza y la montaña son lugares idóneos para comunicarse con Dios.

15- Que ser bueno no significa ser gilipollas.

16- Que sin las necesidades materiales mínimas cubiertas es difícil tener inquietudes espirituales.

17- Que gracias a la Compañía de Jesús, la Fe cristiana ha llegado a los rincones más remotos de la Tierra, y la dignidad y la libertad humana han sido defendidas durante siglos frente a los abusos de los poderosos.

18- Que se puede llegar al mismo destino por caminos muy diferentes.

19- Que la lectura es una de las cosas más importantes para todo.

20- Que la Fe se vive con autenticidad cuando eres consciente de que Dios está en cada persona de las que nos rodean.