sábado, 31 de marzo de 2012

RELEYENDO "EL PADRINO" (22): EN NUESTRO MUNDO NO HAY LUGAR PARA EL PERDÓN



En las últimas páginas de la novela se nos cuenta (y esto no aparece en la película) como Kay abandona a su marido y vuelve a casa de sus padres al saberse casada con un mafioso criminal que la ha engañado sobre sus negocios y sus planes. Michael envía a Tom Hagen a New Hampshire para convencerla de que regrese y entonces el consiguiere irlandés mantiene con ella una inolvidable charla sobre el perdón.

¿Debe darse siempre a todo el mundo una segunda oportunidad o deben valorarse muy seriamente los riesgos que ello supone? ¿Tenemos derecho a equivocarnos en cualquier cosa o hay errores que no dejan posibilidad de rebobinar ni de repetir la jugada? ¿El perdón cristiano significa partir de cero y bajar la guardia con la persona que nos ofendió?


"—De acuerdo. De todos modos, te ruego que me escuches. ¿Qué dirías si supieras que Carlo fue el cebo en el que picó Sonny? ¿Qué dirías si supieras que la paliza que Carlo le propinó a Connie fue una comedia ideada para hacer salir a Sonny de su casa? Y ¿qué dirías si supieras que Carlo recibió dinero por colaborar en el asesinato de Sonny?

Kay no respondió. Hagen prosiguió:

—¿Qué dirías si supieras que el Don, un gran hombre, no tuvo el valor suficiente para vengar la muerte de su hijo, matando al marido de su hija? En fin ¿qué dirías si supieras que el viejo Don prefirió que fuera Michael quien cargara con la culpa de la muerte de Carlo?

Con lágrimas en los ojos, Kay musitó:

—Todo había quedado atrás. Todos éramos felices. ¿Por qué no perdonar a Carlo? ¿Es tan difícil olvidar?

Habían llegado a un frondoso árbol. Hagen se sentó a la sombra, sobre la hierba. Miró alrededor, suspiró y dijo:

—En nuestro mundo no hay lugar para el perdón.

—Pero Michael no es el hombre con quien me casé —dijo Kay.

—Si lo fuera, estaría muerto —repuso Hagen entre risas—. En este momento serías viuda. No tendrías estos problemas que tienes ahora.

—¿Qué diablos significa eso? —inquirió Kay, furiosa—. Vamos, Tom, habla claro una vez en tu vida. Sé que Michael no puede hacerlo, pero tú no eres siciliano, tú puedes decirme la verdad, puedes tratar a una mujer de igual a igual, como a un ser humano.

Tras otro largo silencio, Hagen sacudió la cabeza y dijo:

—No conoces a Mike. Estás enojada porque te mintió. Bien, recuerda que te dijo que no le preguntases nada relacionado con sus negocios. Te indigna que aceptara ser padrino del hijo de Carlo. Pero tú lo obligaste a ello. Sin embargo, fue lo mejor que podía hacer, si pensaba actuar después contra Carlo: el clásico truco de ganarse la confianza de la víctima. ¿Te basta con lo que te he dicho?

Kay negó con la cabeza.

—Te diré algo más —prosiguió Hagen—. Después de la muerte del Don, alguien planeó asesinar a Michael. ¿Sabes quién fue? Tessio. En consecuencia, Tessio tuvo que ser eliminado. Carlo tuvo que ser eliminado también. Y es que no debe haber clemencia para los traidores. Michael pudo haberlos perdonado, pero ellos nunca se habrían perdonado a sí mismos, por lo que siempre hubieran constituido un peligro. Michael apreciaba mucho a Tessio. Y quiere a su hermana. Pero, si hubiese dejado que Tessio y Carlo viviesen habría faltado a sus deberes para contigo y tus hijos, a sus deberes para con su familia, a sus deberes para conmigo y los míos. Habría sido un peligro permanente para la vida de todos nosotros."

jueves, 29 de marzo de 2012

ENCUESTA SOBRE LA HUELGA GENERAL 2012

Pregunta: ¿Qué harás el próximo día 29? (pueden votarse varias opciones)

Votos emitidos: 24

Duracion: 8 días

Respuestas:


a) Ir a trabajar, como corresponde a una persona de orden y no a esos cochinos comunistas de los sindicaleros. 7 votos (29%)

b) Cogerme un moscoso disimuladamente y luego presumir de haber hecho huelga. 2 votos (8%)

c) Hacer huelga y participar en las concentraciones de los sindicatos. 2 votos (8%)

d) Hacer huelga pero no ir a ninguna concentración. 0 votos (0%)

e) Hacer huelga y formar
parte de un piquete. 2 votos (8%)

f) Estoy en contra de la reforma pero no haré huelga porque no soy un títere de los sindicatos, que solo buscan medrar y derrocar al PP. 6 votos (25%)

g) Están los tiempos como para perder los 50 euros del día de huelga. 1 voto (4%)

h) Está la economía española como para una huelga. 4 votos (16%)

i) Como no soy médico, ni controlador aéreo ni presto servicios de emergencia, a mí hacer huelga no me sirve de nada. 2 votos (8%)

j) Ni los sindicatos ni la sociedad nos defienden nunca a los funcionarios, así que ahora la huelga que la haga su puta madre. 6 votos (25%)

k) Otras opiniones. 2 votos(8%)

NOTA: En las encuestas en las que pueden votarse varias opciones, el % no representa el porcentaje de votos que ha obtenido cada respuesta sobre el total de los emitidos, sino el porcentaje de votantes que ha escogido esa opción.

martes, 27 de marzo de 2012

LAS BIBLIOTECAS


El otro día una amiga que trabaja en una biblioteca pública de mi ciudad me sorprendía contándome que, para adaptarse a las nuevas tecnologías y, por lo visto, siguiendo la trayectoria de otros países punteros, su biblioteca lleva ya un año prestando no solo libros en formato tradicional, sino también lectores de e-books de la marca Papyre con una colección de clásicos de la literatura en su disco duro.

No sé si seré muy tonto y no me entero de nada, pero la medida “renovadora” me parece bastante absurda. Los e-books no pretenden sustituir el libro físico porque sí, ya que no se lee mejor en formato digital que en papel; se lee exactamente igual. Su razón de ser es ahorrar coste tanto económico como de espacio, en el primer caso porque en teoría debería abaratarse el producto al desaparecer los gastos de imprenta o distribución, y en el segundo por la razón obvia mil veces comentada de que los títulos que caben en un lector digital no entrarían en una casa de tamaño normal repleta de estanterías.

Por eso no entiendo nada. El usuario de biblioteca lo es precisamente para eludir los dos costes referidos: con el sistema de préstamo gratuito no se gasta un duro y como los volúmenes no son de su propiedad y además como mucho se sacan de tres en tres, no le ocupan sitio en casa. ¿Para qué coño quiere entonces que le presten un reproductor de e-books?, ¿de qué le sirve?, ¿qué ventaja le da? Como no sea sentirse más moderno…

Por otra parte, tampoco pillo la dinámica del préstamo de estos cacharros. Si un libro normal me lo prestan quince días y en el Papyre han metido, digamos, una colección de 100 obras, ¿me lo prestan 1.500 días, o sea 4 años, para que me de tiempo a leerlas todas? ¡Entonces no pilla un e-book nadie en la biblioteca hasta el Día del Juicio Final!

No sé, seguro que se me escapa algo, ya que no me he molestado en leer las normas de este “avanzado” programa de préstamo, que me temo sean surrealistas. En cualquier caso, el invento, según me cuenta mi amiga, ha sido un fracaso rotundo y ahí están los e-books muertos de risa.

Y es que debemos reconocer que las bibliotecas, tal como ahora las conocemos, y a pesar de la encomiable labor histórica que han realizado en pro de la cultura popular, tienen los días contados por mucho que se esfuercen los bibliotecarios en subirse al carro de las TIC´s.  Internet y los libros digitales acabarán pronto (si es que no han acabado ya) con su condición impagable de fuente de información y de medio para el acceso de todos al conocimiento y a la sabiduría.

domingo, 25 de marzo de 2012

¿CINE EDIFICANTE?


Ayer vi dos películas tan opuestas que no pude menos que reflexionar sobre cómo el cine puede ser a la vez un valioso instrumento para transmitir valores humanos y mejorar la sociedad, y una manzana envenenada capaz de corromper o asquear a cualquiera. Fueron la francesa Intocable, ahora en cartelera, que he ido a ver gracias a la recomendación de Isel, y La piel que habito, del célebre director manchego de todos conocido.

Puede que el film de Eric Toledano protagonizado por François Cluzet (un Robert de Niro a lo gabacho) no sea original en exceso ni mucho menos merecedor de un Oscar, pero a mí me admiró por su delicada capacidad de transmitir optimismo al abordar un tema como el de la tetraplejia. Esta comedia ingeniosa y sin complejos se adentra en los sentimientos de una persona que sufre una grave discapacidad poniendo de relieve el valor del amor, la amistad, el sentido del humor y la superación personal. Es una lección para los miles de espectadores que hemos ido a verla sobre la importancia de una actitud positiva ante los reveses más crudos de la vida; una lección que contrasta vivamente con el mensaje desalentador de Mar adentro (2004) del peculiar Amenábar. La única gran pregunta que uno se hace al salir del cine es si el humilde Ramón Sampedro de Mar adentro se hubiera tomado igual las cosas de haber estado tan forrado como el Philippe de Intocable (también un personaje real) y si también se hubiera ligado a la maciza del final aun sin poder mover más que la cabeza y el cuello.

En violenta antítesis con este título francés tan edificante y colmado de aire fresco, está la bazofia indescriptible del maricón de Almodóvar. La piel que habito es un subproducto incalificable, una aberración, una cochinada, un insulto a la sensibilidad y a la inteligencia, y una prueba irrefutable de que el cineasta ciudarrealeño necesita atención psiquiátrica por la vía de urgencia. Casi me da un jamacuco mientras veo la película y me he propuesto muy seriamente no volver a tragarme nada que haya rodado este personaje. Unos poderes públicos que de verdad velasen por la salud y por la formación humana y moral de los ciudadanos tendrían que proscribir sin contemplaciones estas vomitivas muestras de “cine” o, en todo caso, no financiarlas ni con un céntimo. Lo más vergonzoso, sin embargo, es que este individuo lamentable, precisamente él, se haya convertido en una especie de embajador del séptimo arte patrio en todos los foros internacionales. 

Pero es que con el cine de Amodóvar pasa algo parecido que con el cuadro que compra Philippe en Intocable, una simple mancha roja en un lienzo, como si –en palabras de su cuidador negro- le sangrara la nariz al pintor: que es una mierda, pero como una pandilla de cretinos nos ha vendido que es una obra de arte, la mitad de los españoles aplauden estas pelis para hacerse los cultos, los progres o para estar a la moda.

viernes, 23 de marzo de 2012

SABER VENDERSE

Cada día me parece una virtud más admirable la de saber venderse, y no dejo de lamentar mi total carencia de la misma, aunque poco a poco voy aprendiendo.

Uno ha sido educado en la austeridad, en la sencillez y en la humildad, hasta el punto de que, hasta hace unos años, me chirriaba o me sonaba a soberbia cualquier actitud tendente a demostrar a los demás lo que se tiene, lo que se sabe, lo que se vale o a quién se conoce. Pero poco a poco me he ido dando cuenta de lo pardillo que soy, de que en este mundo de fuegos artificiales y de faroleros ir por ahí de honesto y de transparente es hacer oposiciones a cordero en una guarida de lobos.

Muy lentamente he llegado a la triste pero certera conclusión de que es preferible pasarse de frenada y parecer un chuleta o un creído a quedar como un pobrecillo por explicar sinceramente tus limitaciones. He aprendido que la sinceridad, la confesión de los propios defectos y la nitidez en las actitudes (lo que se llama ir de frente) son una miel que debe reservarse para los íntimos, para los que te quieren y para los que juegan con esas mismas reglas, pero nunca dejarse al alcance de la boca de todos los asnos que pululan a tu alrededor a la espera de dar un bocado.

Porque, como me decía una antigua y muy sabia compañera de trabajo, al que es de miel se lo comen las moscas.

No estoy hablando, ni mucho menos, de ser falso ni de engañar a nadie, sino de valorarnos nosotros mismos antes que nadie dejando muy claros (haciendo proselitismo si es preciso) nuestros puntos fuertes a la vez que callándonos o minimizando, salvo que alguien nos pregunte, nuestros handicaps, tachas y equivocaciones.

Porque es indiscutible que el que habla bien de sí mismo con decisión y seguridad termina transmitiendo una imagen positiva a todo su entorno, mientras que al "súper-honesto-sincero" que, por una ética o una humildad mal entendidas o incluso por falsa modestia, lo primero que hace es contar lo que no sabe hacer, lo que se le da mal o las dificultades que tiene, lo acabarán tomando por el pito del sereno y fijándose mucho más la gente en sus errores que si se hubiera callado.

Es algo parecido a lo que dijo aquí una vez Aprendiz hablando de los gafes: “Tengo en concreto una amiga que parece que todo le sale mal, pero yo creo que básicamente es que no toma buenas decisiones, y además comete el error de contarlas... yo si la cago me callo, quizás sea una tontería, pero si no lo cuentas es como si no hubiera ocurrido, al fin de cuentas todo se acaba olvidando y así no hay nadie que te lo recuerde...”.

Anda que no conozco yo gente limitadita que ha llegado lejos a base de darse lustre y de vender la moto, y gente brillante de verdad que se ha quedado en la base, comiéndose todos los marrones, por culpa de su “bondad” y de su diafanidad.

Y acabo con una anécdota ilustrativa. La semana pasada otro compañero de trabajo muy querido y yo coincidimos por pura casualidad, en un acto oficial, con el mega-giga-súper jefazo de todos los jefazos. El hombre nos reconoció en la cafetería y se acercó a saludarnos, un “hola, qué tal y adiós”. Pues bien, esta misma mañana en un corrillo a primera hora suelta mi compi, con todos sus huevos:

- Pues la semana pasada estábamos tomando un vino con Don Fulano, y entonces…

Luego a solas le dije, todo escandalizado: “pero campeón, cómo has osado a contarlo así, si casi ni nos miró". Y su respuesta, con sonrisa burlona:

- Ay, Neri, Neri, nunca llegarás a nada...

Y que razón tiene. A nada de nada.

martes, 20 de marzo de 2012

LOS CURRÍCULUM VÍTAE NO SIRVEN PARA NADA


Lamento si lo que voy a decir desanima a los parados que leen este blog, pero tengo la sensación, cada vez más cercana a la certeza, de que los currículum vítae no sirven para nada.

La gente se pasa horas y horas aprendiendo a preparar y a redactar su currículo, por no hablar de las absurdas cartas de presentación que suelen acompañarlo; recorre docenas de empresas de su ciudad entregando copia a todo el mundo que pilla; envía por correo ejemplares a tropecientas compañías del sector en el que desea desarrollar su actividad profesional, y lo sube a infojobs o a páginas similares para que lo lean miles de potenciales empleadores… Pero, sinceramente, ¿cuántas personas conocemos a nuestro alrededor que hayan conseguido un trabajo mínimamente serio o estable gracias a su currículum?

Puede que los historiales profesionales sirvan de criba inicial en ciertos procesos selectivos multitudinarios para cubrir un elevado número de puestos de baja calificación, pero desengañémonos, cuando hay que fichar a alguien valioso, con experiencia y que responda, tanto los pequeños como los grandes empresarios tiran de sus contactos, de gente de confianza o de profesionales de otras empresas (haciéndoles una oferta). Para cubrir puestos con una mínima relevancia, los directivos casi siempre recurren a conocidos o a recomendados en vez de guiarse al buen tuntún por la fría lectura de unos antecedentes laborales escritos en dos páginas.

Lo jodido es que esto no sucede solo en el ámbito de los puestos cualificados. Puesto que no es difícil encontrar personal capacitado para trabajar en una cadena de montaje, en una frutería o en un restaurante de comida rápida, el dueño, al final, como le da lo mismo coger a uno o a otro entre los dos mil currículos que le mandan, prefiere hacer un favor y mete a su sobrino, a la hija del vecino o al cuñado del socio. Real como la vida misma.

En resumen, la mayoría de la gente que trabaja de forma más o menos duradera en una empresa privada ha sido contratada gracias a un contacto, a un conocido, a un favor o a un enchufe, y solo un reducidísimo porcentaje ha conseguido firmar por obra y gracia de su flamante currículum o de la entrevista que este provocó. Y por cierto, en el mundo de las empresas esto no me parece malo ni injusto.

domingo, 18 de marzo de 2012

LOS OLVIDADOS ETRUSCOS


Los admiradores incondicionales de la civilización romana no deberíamos olvidar, aunque a menudo lo hacemos, la influencia decisiva que los etruscos tuvieron en Roma.

La nación etrusca se originó en el siglo IX a.c., al menos un siglo antes de los primeros pinitos de la monarquía romana, tras la agrupación en estados-ciudades (Veyes, Tarquina, Vulci, Populonia…) de varias tribus dispersas por la actual Toscana y parte del Lacio y de Umbría. De origen aún polémico, hay quien piensa que este pueblo provenía de oriente, ya que su lengua y costumbres diferían mucho de las de otros habitantes de la península itálica, pero la mayoría de historiadores actuales defiende su carácter autóctono italiano y justifica estas diferencias apelando al origen antiquísimo de su cultura.

Los etruscos alcanzaron un nivel económico y cultural excepcional gracias a la abundancia de sus recursos naturales (por ejemplo, minas de plata, de hierro y de plomo), a su posición estratégica privilegiada, a su poderío naval y a sus continuos contactos comerciales con Grecia, Fenicia o Siria, de quienes asimilaron ideas y costumbres y con los que sufrieron también importantes desencuentros, sobre todo con Grecia.

En pocos siglos, la civilización etrusca se convertiría en una de las más avanzadas del mundo clásico, debido a la profesionalización de su comercio, a su sofisticada artesanía y a sus revolucionarias técnicas agrícolas. Su compleja sociedad se basaba en la monarquía absoluta encabezada por la aristocracia y en una especie de burguesía, absolutamente inédita en aquellos tiempos, formada por ricos comerciantes y artesanos que participaban activamente en la vida política. Otro rasgo diferencial de la cultura etrusca es la relevancia social y hasta política que tenían las mujeres, que no estaban marginadas como sucedía en Grecia o en Roma, sino que tomaban parte en banquetes, decisiones sobre el patrimonio familiar o juegos gimnásticos públicos.

Entre los siglos VII y V a.c. los etruscos alcanzaron su apogeo, comenzando sus vínculos con Roma, a la que influyeron poderosamente, hasta el punto de que Tarquinio Prisco fue proclamado quinto rey de Roma en 616 a.c. y se incorporaron al Senado romano numerosos etruscos. Hasta la caída de la monarquía en el año 510 a.c., los usos y maneras de los etrusci fueron el pan de cada día en la vida romana.

Tras la impactante y humillante derrota a manos de los griegos (Hierón de Siracusa) en 474 a.c., el poder etrusco comenzó a decaer y no tardó en sucumbir al empuje de galos y romanos. La destrucción de Veyes por Roma a finales del siglo IV a.c. marcó un punto de inflexión en la progresiva pero acelerada pérdida de autonomía y absorción de la milenaria civilización itálica, que culminaría en el I a.c. con la obtención por todos los etruscos de la ciudadanía romana y la creación de la provincia de Etruria.

Entre los elementos culturales etruscos que influyeron en Roma destacan el ordenamiento urbanístico (las ciudades de planta ortogonal), la arquitectura (el arco, la bóveda y el pórtico), las insignias y símbolos políticos (las águilas en los estandartes), las luchas de gladiadores y los juegos, y la figura del arúspice o adivino, al que consultaban el Emperador y el Senado antes de tomar decisiones importantes o emprender campañas bélicas.

viernes, 16 de marzo de 2012

SUEÑOS


Tuve una temporada en la que, aconsejado por un amigo, describía por escrito todos mis sueños. Me había explicado que analizar la temática y la periodicidad de los sueños ayuda mucho a conocerse uno mismo, así que cada vez que me despertaba con alguna de estas imágenes nocturnas y fantásticas en la cabeza, cogía rápidamente una libretita y anotaba todos los detalles de los que era capaz de acordarme, porque tenía comprobado que si esperaba unas horas a hacerlo se me borraba todo de la memoria.

Mi amigo tenía toda la razón. Los sueños revelan un montón de cosas de nuestra vida, de nuestros sentimientos y de nuestros deseos, y si fuéramos capaces, que no siempre es fácil, de interpretar con honradez las historias aparentemente inconexas y surrealistas que desfilan por nuestro cerebro en la duermevela o en lo más profundo de la modorra, sacaríamos conclusiones muy útiles que nos ayudarían a mejorar y a aceptar muchas cosas sobre nosotros.

Como es natural, no voy a contar aquí mis sueños, pero sí voy a sintetizar las modalidades principales de los que yo tenía (y sigo teniendo) y en qué medida me aportaron información de interés y me hicieron reflexionar:

- Sueños en los que afloraba, por lo general simbólicamente o de forma velada, alguna preocupación de mi día a día que oficialmente yo consideraba menor o superflua pero que en el fondo me inquietaba mucho más de lo que estaba dispuesto a admitir. Salían a la superficie, en forma onírica, los temas incómodos que me negaba a afrontar o pensar estando despierto.

- Sueños que revelaban frustraciones o complejos que yo consideraba superados. Normalmente rememoraban alguna situación en la que yo sufría por culpa de mis limitaciones, errores o falta de determinadas habilidades. Un ejemplo es soñar de forma repetida con una asignatura que costó aprobar hace años, con alguna antigua torpeza social o con una vieja frustración en apariencia olvidada. Todo ello aparecía envuelto con otras historias y personajes del presente.

- Sueños que resucitaban problemas, situaciones o relaciones que no cerré satisfactoriamente en el pasado bien porque quedé fatal con alguien o porque no tuve en cuenta aspectos que a toro pasado, ya demasiado tarde, vi con toda claridad.

- Sueños que me alertaban de que algunas facetas de mi carácter o de mi forma de ser de las que decía sentirme muy orgulloso no eran como para estarlo (y en el fondo yo lo sabía).

- Sueños que me facilitaban información sobre lo que las personas de mi entorno pensaban realmente de mí. En efecto, a veces soñaba con los gestos o comentarios que me había hecho un amigo o un compañero de trabajo, y era capaz de entender cosas y de ver intenciones en las que ni siquiera había pensado en su momento (o me había negado a pensar para no hacer examen de conciencia).

- Sueños puramente nostálgicos sobre etapas muy felices de mi vida.

ENCUESTA SOBRE EL JUEZ GARZÓN

Pregunta: ¿Qué opinas de la sentencia del Supremo contra Garzón?

Duración: 15 días.

Votos: 36

Respuestas:

a) A cada cerdo le llega su San Martín. 6 votos (16%)

b) Pinchar las conversaciones de los Gurtel con sus abogados es una práctica propia de Fidel Castro. 1 voto (2%)

c) Me alegro porque es un payaso que avergüenza al poder judicial español. 1 voto (2%)

d) ¡Toma investigar crímenes del franquismo, mamarracho! 2 votos (5%)

e) Todas las respuestas anteriores. 12 votos (33%)

f) Ahora es cuando va a empezar a forrarse dando conferencias, escribiendo bestsellers y montando shows con los sociatas. 11 votos (30%)

g) Es el único juez con cojones en España y merece un homenaje. 4 votos (11%)

h) Es una injusticia, gracias a Garzón se ilegalizó a Herri Batasuna. 2 votos (5%)

i) No sé qué pensar porque soy un poco gilipollas. 3 votos (8%)

j) Otras opiniones. 6 votos (16%)

miércoles, 14 de marzo de 2012

LOS PEORES VICIOS FUNCIONARIALES

Desde La pluma siempre he defendido al vilipendiado colectivo funcionarial. Pero denunciar los tópicos, las críticas envidiosas y las generalizaciones injustas que sufre el grupo profesional mejor formado y que accede de la forma más limpia y objetiva a un puesto de trabajo en este país, no me impide reconocer abiertamente que en el ámbito de las Administraciones se dan ciertos comportamientos gracias a Dios minoritarios pero absolutamente vergonzosos que habría que atajar de raíz con los mecanismos disciplinarios oportunos que dieran lugar, en su caso, a la separación del servicio de los culpables.

Como digo, estos comportamientos, a diferencia de lo que muchos piensan, no están generalizados pero sí es cierto que son casi exclusivos de los empleados públicos, aunque también pueden observarse en grandes organizaciones con un volumen enorme de recursos humanos.


A modo de resumen, voy a desgranar brevemente las costumbres de algunos funcionarios que a mí pesonalmente más me irritan:

1.- Apurar el minuto en el fichaje.

Costumbre mezquina, cutre, y casi exclusiva de marujonas de más de cincuenta, es la de llegar al reloj tres o cuatro minutos antes de la hora de salida y quedarse como un seto delante de la máquina de fichar esperando a que llegue el minuto justo, mientras comadrean con otras pájaras de la misma especie. Puesto que el horario suele ser flexible, bien podrían irse unos días un poco antes y otros un poco después para compensar, pero no, las muy haraganas siempre apuran tiempo de trabajo.

2.- Las trampas con el horario.

Muy minoritarias, pero con dos modalidades:

- Fichar y largarse a hacer recados, especialmente a primera hora de la mañana, que hay quien ficha, se lleva los niños al colegio y vuelve, y por las tardes porque no hay tanto control.

- Fichar un solo funcionario con las tarjetas de varios compañeros.

3.- El paseíllo.

Muy típico de funcionarios mayores y oxidados es pasarse la mañana tocándose los huevos y yendo de un despacho a otro como si hicieran algo al tiempo que molestan a los compañeros que se lo permiten. Es algo similar a la táctica del escaqueo en la mili que tan bien describe Muñoz Molina en Ardor guerrero, es decir que llevan siempre un expediente debajo del brazo pero dedican a los trámites que deben hacer en cada dependencia diez veces el tiempo que sería menester. Por ejemplo: van a un negociado a conseguir una compulsa de una hoja y se tiran media mañana charlando con el auxiliar que trabaja allí.

4- El almuerzo habitual de una hora.

Relativamente extendido entre personal que no atiende al público ni sufre excesivos controles. Es más frecuente cuando los funcionarios desayunan en grupos numerosos que cuando van solo uno o dos.

5.- El café de primera hora.

En los bares próximos a los edificios administrativos todos los días puede verse a un grupillo de habituales tomando café entre las 8 y las 9 de la mañana.

6.- El vino de las 2.

Práctica relativamente tolerable cuando se limita a los viernes y dura un rato, pero vergonzosa cuando es diaria y de 2 a 3.

7.- Preparación de oposiciones

Algunos jetas se dedican a estudiar los temas de promoción interna o de ingreso (si son interinos), en horario de trabajo.

Otros (directamente fusilables) son preparadores de oposición y emplean varias horas de la mañana en elaborar temas, en hacer fotocopias de material didáctico o incluso en recibir a sus alumnos en el despacho.

8.- “Esto no es mío”

La actitud de cerrazón palurda y demarcación casi animal del propio territorio profesional sí es frecuente entre el funcionariado, aunque la causa es la rigidez de las estructuras y de las plantillas. No es raro el llamado funcionario pinball, que despeja hacia otros con una habilidad pasmosa todo el trabajo que le lanzan con la excusa de que ese tema “no lo lleva él” o que esa función no figura asignada a su plaza en la Relación de Puestos de Trabajo. Esta mentalidad contradice gravemente el espíritu de servicio que debería caracterizar a un empleado público y convierte a algunos en pocos años en auténticos idiotas que no saben más que juntar los cuatro papeles que juntan todos los días.

9.- Atender mal al público.

La más grave de todas. La atención al público quema y debería estar más valorada y mejor remunerada, pero ello no excusa ciertas prácticas denigrantes. Entre ellas yo destacaría el no esforzarse lo más mínimo en solucionar los problemas de una persona que llama por teléfono (normalmente pasando la llamada a otro departamento en vez de hacer la gestión y llamar después al interesado) y no turnarse correctamente en las ventanillas, provocando colas y esperas innecesarias.

Conocí a un funcionario que nada más ingresar le aconsejaron los compañeros traerse de casa una chaqueta o un abrigo que no usara para dejarlo fijo en el respaldo de su silla, y así poder decir al público, si alguien preguntaba cabreado si iba a tardar, “no, mire, tiene el abrigo en su asiento, eso es que está por aquí por la oficina y ahora mismo llegará”.

10.- Hacer llamadas personales delante de ciudadanos.

Esta es también de las más chuscas y de las que yo corregiría con el bisturí lo más afilado posible.

11.- Poner fotos o adornos personales.

Los funcionarios, en especial los que atienden al público, deberían cuidar de que su espacio de trabajo (mesa, armarios, salvapantallas, etc) fuera lo más neutro e impersonal posible, evitando fotos de los niños, chistes de Forges en la pared, estampas religiosas, o banderas o emblemas políticos o deportivos. Todos son ejemplos reales que vulneran el deber de decoro, independencia y neutralidad en el ejercicio de las funciones públicas. El despacho no es propiedad del empleado público, sino de la Administración.

12.- Llevarse la compra a la oficina.

Aquí es preciso matizar. Veo bien que en su media hora reglamentaria de descanso los funcionarios hagan la compra y lo que les dé la gana. No es criticable y lo haría en sus trabajos todo el que pudiera Tampoco me parece especialmente grave que vayan con las bolsas por los pasillos, cuando regresan a sus puestos, con el pan y las acelgas sobresaliendo. Lo que sin embargo no es de recibo es dejar los alimentos y enseres recién comprados en las dependencias donde se atiende al público y a la vista de este (encima de la mesa, en una estantería, en una silla…), pues va contra las reglas mínimas de respeto y contra la dignidad de la función pública.

domingo, 11 de marzo de 2012

EL AHORRO

En plena era del consumismo cada vez está más de capa caída la buena costumbre de ahorrar. La exaltación del supuesto bienestar y del ocio mal entendido (porque no son más que trucos para que soltemos la gallina) han hecho del vivir al día una auténtico dogma, casi una religión.

Observo que hoy en día se ahorra muy poco, lo mismo el operario con un solo sueldo en la familia y varios churumbeles (que se entiende) que el matrimonio de arquitectos jóvenes y sin hijos. En el fondo piensan que ahorro es sinónimo de mezquindad y de ratería, que el dinero debería ser como los tomates, que si los guardas se pudren rápidamente. La gente quiere exprimir al máximo su capacidad adquisitiva para forzar un nivel de vida lo más alto posible, sobre todo de cara a la galería.

Yo he sido siempre defensor del ahorro, pero de un ahorro sano y del todo compatible con la rumbosidad en el gasto cuando te lo piden el cuerpo o las circunstancias. Al fin y al cabo, la vida son cuatro días llenos de sinsabores y en cualquier momento nos tendremos que despedir y es mejor hacerlo con un dulzor en los labios, sin dejar el fruto del trabajo de muchos años en una cartilla para que lo disfruten otros que seguramente no lo merezcan. Pero ello no quita para que, por muy chungas que nos vayan las cosas, siempre guardemos al menos un pellizco todos los meses para prevenir futuros imprevistos e incidencias.

Sé que hablar de ahorro en tiempo de despidos, de subida del IRPF y de recortes al pobre funcionario, puede sonar a broma de mal gusto, pero también en estas coyunturas es cuando se aprecia más el valor de las reservas que hayamos podido hacer. Desde que empecé a trabajar siempre me he preocupado por economizar, por hacerme con unos ahorrillos, y cuando veo ahora cómo está el patio respiro más tranquilo sabiendo que si de pronto en mi casa dejara de haber ingresos, podríamos sobrevivir algunos años solo de lo guardado.

El espíritu ahorrativo es algo que se aprende desde niño gracias al ejemplo de la familia, pero también tiene mucho que ver con la vanidad porque un soberbio pendiente de su imagen y obsesionado con el lujo no regateará ni un céntimo a su nivel de vida. También es una cuestión muy cultural; conozco albañiles que en la época de las vacas gordas en la construcción llegaron a ganar 3.000 euros mensuales y derrochaban como sultanes en coches grandes, banquetes, ropa, joyas y otras tonterías, y ahora, después de la explosión de la burbuja, no pueden ni pagar la hipoteca y van llorando a los bancos y a los amigos, todo por culpa de su poca cabeza, de no haber sido capaces de pensar a largo plazo. La verdad, me dan poca pena.

El ahorro es también un saludable ejercicio de contención y una muestra de humildad. Es un gesto de rechazo al materialismo y una ocasión para aprender a diferenciar lo importante de lo superfluo en este mundo de engaños y fuegos artificiales.

viernes, 9 de marzo de 2012

SÓLO QUEDA DINERO PARA PASTELES

Recuerdo como, hasta el año pasado, hacíamos chistes acerca de cierto director general de una consejería al que se le convertía el culo en Coca-Cola cada vez que veía aparecer una cámara, aunque fuera la de un móvil. Un verdadero inútil, un dictadorzuelo que no tenía la más mínima idea del campo que dirigía y a quien siempre sacaban  las castañas del fuego sus subordinados. Un hombre de pequeña estatura -en general, no me fío de los bajitos- y amplia y falsa sonrisa; aficionado a ordenar pintar cagadas de amarillo para venderlas al público como si de oro se tratase, pretendiendo hacerse un currículo que le permitiera llegar a consejero... Un señorito Iván al que le encantaba verse, ante sus influyentes amigos, rodeado por una caterva de siervos con la cabeza gacha que cantaran las excelencias del amo mientras demostraban lo bien que escribían. Tanta paz lleve a su cementerio de elefantes como dejó en el mundo real.


Una de las muchas lacras que padece el sistema mal llamado democrático que nos toca sufrir es que los políticos tienen que justificar su cargo, sus enchufes y sus sueldos -generalmente desorbitados en relación con la preparación requerida y los resultados obtenidos- ante los ciudadanos para, cada cuatro años, poder asegurar que han cumplido con una buena parte del programa electoral que, curiosamente, los electores nunca se leen. Justificación que muchos libredesignados también tienen que realizar ante quienes les han aupado donde están siempre que quieran seguir ascendiendo.

Repasar ante la oposición su programa y cruzarlo con los «logros» alcanzados durante la legislatura es una de las formas preferidas de todo politiquillo de acaparar diez minutos más de cámara o un párrafo más de periódico. Pero mejor aún es lograr una página impar con una foto enorme del consejero, director general, concejalillo o libredesignado con ganas de seguir trepando. 


Y para lograr este objetivo, en todas las administraciones y cargos, sobre todo en aquellos cuya existencia es más difícil de justificar ante el ciudadano, se priman fundamentalmente las llamadas políticas de visibilidad, esto es, aquellas acciones que puedan tener una mayor repercusión mediática. Algunos de estos personajillos matarían por aparecer en un periódico provinciano o en la TeleBoina de turno o, aunque fuera, en el último folleto publicitario de Día.




Y es que en España, y sobre todo ahora que la Administración no tiene un duro, es de destacar como se recorta en gastos fundamentales pero se sigue primando la apariencia, como aquellos jaques del siglo XVII que llevaban siempre una cajita con migas de pan que echarse sobre la ropa para que la gente pensara que ese día sí habían comido. Gastando dinero para retroalimentarse a través de los gabinetes de prensa del despacho correspondiente y haciendo currículo a base de recortes de prensa.


En el mes de octubre, mi antiguo jefe, una tortuga subida en un poste, como diría Suso Mendive, llevó varios puntos a una reunión. El primero era la falta agobiante de presupuesto, tan grave que nos prohibía imprimir en color, nos restringía las fotocopias y, quizás en el futuro cercano, la calefacción y la luz eléctrica.  El siguiente era la necesidad, en teoría impuesta por la Consejería, de producir unos enormes trípticos a todo color con una especie de catálogo de servicios que para nada serviría. Su propuesta duró poco:


Subdire: Pero vamos a ver... Nos estáis diciendo que no hay un duro y, sin embargo, que sí hay para esta tontería. No lo entiendo.


Tortuga: Es que es muy importante. Además, lo mandan desde arriba.


Subdire: Pero en esas reuniones a las que vais nos toman a todos por idiotas. Si hacemos esto, seguramente lo seamos. ¿Cómo se puede comprender que en España no haya dinero para garbanzos y sí para pasteles? Esto sólo sirve para que ciertas personas se hagan publicidad y trepen. Ya tenemos la página web y sale gratis.


Tortuga: Bueno, bueno. Pues entonces no lo haremos.


Otro que ha descansado desde que me trasladaron de puesto hace dos meses.




miércoles, 7 de marzo de 2012

EL NEGOCIO DE LAS GUÍAS ANTISEXISTAS

Varias administraciones autonómicas, universidades, sindicatos y otros chiringuitos que no recuerdo llevan ya unos años editando lo que denominan "guías de lenguaje no sexista", en las que recopilan una serie de indicaciones sobre cómo redactar documentos oficiales, resoluciones administrativas y normas jurídicas para que las mujeres no se vean discriminadas por culpa de los prejuicios linguísticos.

A modo de síntesis, estas guías (que yo he padecido intensamente) prohíben el uso del masculino neutro (tan firmemente consolidado en el sistema gramatical español) para designar indistintamente a hombres y a mujeres, y a veces obligan a violar las reglas relativas al participio activo en algunas palabras. Por ejemplo, pontifican que hay que decir y escribir “personas titulares de las Direcciones Generales de la Consejería de Industria” en vez de “Directores Generales de la Consejería de Industria”, “personas sin trabajo” en vez de “parados”, “la ciudadanía” en lugar de “los ciudadanos” y “presidenta” en vez de “presidente” cuando el cargo lo ocupa una señora.

También se han elaborado otras guías que no son para enseñarnos a redactar sin ser unos machistas de mierda, sino, peor todavía, para explicarnos cómo legislar midiendo con lupa el “impacto de género” de las normas, o sea velando para que, por ejemplo, una norma técnica sobre contaminantes, un reglamento sobre vías pecuarias o una orden que regule un registro de entidades deportivas no tengan consecuencias discriminatorias para las féminas. Estos documentos absurdos, que a veces se han plasmado en leyes, obligan a los funcionarios que preparan un texto normativo a acompañar al proyecto un largo y abracadabrante informe sobre el impacto de género que este pudiera tener. El tono de estos informes, que todo el mundo elabora de cualquier manera y renegando por lo bajini, se acerca unas veces al género cómico y otras al surrealista. Estaría bien publicar un día una recopilación de estas mamarrachadas.

Hace pocos días la Real Academia Española ha aprobado un polémico informe en el que arremete con bastante dureza contra las guías lingüísticas, acusándolas de contravenir las más elementales reglas léxicas, morfológicas y sintácticas de nuestra lengua, llegando a dictaminar que “si se aplicaran las directrices propuestas en estas guías en sus términos más estrictos, no se podría hablar”. La RAE también se queja de que las administraciones promotoras de estos panfletos ni siquiera han contado con  filólogos o lingüistas para su elaboración.

He de reconocer que el informe de la RAE me ha soprendido bastante, ya que esta institución, con la excusa de que el lenguaje es vivo y ha de adaptarse a los tiempos, viene vendiéndose al mejor postor desde hace años y mucho me temo que seguirá haciéndolo sin pudor. Imaginaros pues qué barbaridades recomendarán las guías de marras para que los académicos se descuelguen con este rapapolvo.

Pero lo que ni la Academia ni muchos críticos con estas barrabasadas idiomáticas y estos excesos feminazis parecen tener en cuenta es el motivo de fondo que subyace en las guías. No se trata de que un puñado de subnormalas hayan decidido de pronto sensibilizarnos a todos contra las oscuras reminiscencias sexistas de la lengua española; de hecho, yo sospecho más bien que estas cantinelas no se las creen ni las feministas más aguerridas y con más pelo en el pecho. Lo que hay detrás, y ya va siendo hora de dejarlo claro, es un reducido grupo de consultoras, asociaciones y fundaciones, auspiciadas casi todas por la Junta de Andalucía, que al más puro estilo mafioso se embolsan una pasta gansa “ofreciendo” a las Administraciones sus disparatados servicios, consistentes no solo en el diseño de las guías, sino sobre todo en la organización de formaciones y seminarios de muchos días de duración (a los que los funcionarios asisten obligados) y en la impartición de cursos on-line de tropecientas horas para explicar su intrincada metodología. Porque estas entidades privadas, de cuyas conexiones con la Administración sospechamos todos, ya se cuidan de que las guías sean lo bastante oscuras y difíciles de aplicar como para que la Comunidad Autónoma o la Universidad de turno no tengan más remedio que contratar a sus expertas, casi siempre pelicortas, marisabidillas y sociatas, para ponerse el día y cumplir con la ley; para acertar a ponerse, como ellas dicen, "las gafas del género". ¡Y cualquiera, en estos tiempos de lo políticamente correcto, se atreve a decir que no quiere ser estricto con las cuestiones de igualdad!

Vamos, lo mismo que sucede con otros sectores de los que ya hablé en su día. Todo el mundo tiene que comer y las feministas las que más.

Sobre este mismo tema en La pluma: Igualdad desigual (de Veneficus)

domingo, 4 de marzo de 2012

OBREROS



El Diccionario de la RAE nos da dos acepciones de la palabra “obrero”: “que trabaja; perteneciente y relativo al trabajador” y “trabajador manual retribuido”.

Aunque el término sigue figurando en el nombre de las dos organizaciones de izquierdas más importantes de España, el PSOE y CC.OO, para mí que en nuestros días está absolutamente desfasado, o ha quedado circunscrito su uso a la segunda de las acepciones del diccionario, para referirse a albañiles o a peones industriales sin cualificación.

Puede que en un principio, por razones etimológicas, se emplease el vocablo al hablar de todo tipo de trabajadores, pero muy pronto el marxismo monopolizó su uso en sus siglas, proclamas y panfletos, y los curritos conservadores (en su gran mayoría oficinistas) lo repudiaron como a la peste. Ya en los años 50 y 60 surgieron diferentes asociaciones o círculos “de obreros y empleados”, remachando en plan clasista esa diferencia supuestamente abismal entre la gente que trabaja sentada y con papeles, y los que están dando el callo en el andamio o en la línea de montaje.

Cuando yo era un chaval, tenía un amigo cuyo padre trabajaba en un puesto muy bajo de la cadena de RENAULT, y siempre me contaba que su padre se negaba a asistir al Primero de Mayo o a las manifestaciones convocadas por los sindicatos porque pasaba de juntarse “con esos obreros”. Él era un señor que votaba a la derecha, iba a misa los domingos y llevaba a sus dos hijos a colegios religiosos. Identificaba obreros con rojos.

Por el contrario, hace unos cinco años un ardoroso falangista me soltó un speech en plan “el Gobierno, a los obreros como yo nos está machacando”. Como se ganaba la vida en la sucursal de una Caja de ahorros, le pregunté qué entendía por “obrero” y me respondió que obrero es todo aquel que trabaja por cuenta ajena, para un empresario.

Pero hoy, ya digo, la palabrita chirría ostensiblemente, en parte porque casi nadie se siente identificado con esta marca que tanto ha manchado la izquierda con sus demagogias, porque nos suena a “pobre” y todos queremos ser ricos, y porque el sector servicios ha desplazado casi por completo a los sectores primario y secundario.

jueves, 1 de marzo de 2012

PIJO-PROGRES

Hace años ser de derechas implicaba una mentalidad conservadora en todos los sentidos, tanto desde el punto de vista económico como desde el moral o espiritual. En efecto, los derechistas no solo defendían mantener a toda costa el orden establecido y los privilegios de la clase alta a la que solían pertenecer, sino que paralelamente hacían gala de una Fe católica en su versión más ortodoxa, de una moral bastante rígida en cuestiones familiares y sexuales, y de una mentalidad de “gente de orden” contra cualquier asomo de cambio, por leve que fuera, en lo social, en lo cultural y en las costumbres. Esto habría que matizarlo un poco, debatir si ambas actitudes no eran contradictorias, cuánto había de hipócrita en la segunda y preguntarse, por ejemplo, por qué siempre ha habido pobres de derechas, pero estos temas no vienen al caso.

En la acera de enfrente se encontraba la izquierda, cuyos acólitos combinaban a su vez una fiereza revolucionaria, un sincero deseo de transformación social (a veces más por revanchismo que por justicia) y un sentido de sobriedad ejemplarizante (que venía a traducirse en una renuncia radical a los lujos burgueses) con una absoluta flexibilidad en lo que a moral convencional se refiere. Como los rojos no creían en Dios y consideraban los preceptos religiosos como un conjunto de patrañas inventadas por los poderosos para dominar a la clase trabajadora, al final, en la práctica, predicaban el amor libre, convivían de hecho en vez de casarse, se separaban con toda naturalidad, presumían de todos los vicios habidos y por haber y pasaban de los usos sociales más o menos tradicionales. Total, como estaban convencidos de que no había infierno...

Cada uno de estos grupos solía identificarse con una determinada clase social y en el fondo se comportaba como cabía esperar, defendiendo sus intereses con una mímima coherencia entre pensamiento y acción. Los derechistas eran ricos pero practicaban (o predicaban) una moral estricta y gravosa. Los de izquierdas gozaban de veda abierta en placeres y costumbres pero su ética solidaria los mantenía alejados de derroches materiales y suntuosidades.

En cambio, hoy en día, somos cada vez más pragmáticos y más jetas. Los ideales han muerto y el panorama ha cambiado de raíz. Da igual hablar formalmente de izquierdas o de derechas, porque a lo que todos aspiran es a ser, como se dice por ahí, unos pijo-progres, o sea que toman lo más chachi, lo más cómodo y lo más placentero de cada una de las mentalidades anteriores, en una especie de centrismo que yo más bien llamaría oportunismo repugnante.

Ahora lo que se lleva es adoptar, en los aspectos económicos, las posturas más clasistas, insolidarias y consumistas de la vieja derecha, abanderando las clases acomodadas un blindaje hermético de sus privilegios, y una total libertad para explotar a los trabajadores y para disponer caprichosamente de su dinero en perjuicio de quien sea. Hasta los socialistas, en cuanto juntan cuatro perras, se comportan así.

Pero estas concepciones ya no van asociadas, como antaño, a la defensa, ni siquiera farisaica, de las esencias cristianas de occidente o de un catálogo elemental de valores. Ahora la gente, amén de querer vivir como ricos, derrochando y con un desprecio absoluto por las necesidades de los menos favorecidos, también sueña con el estilo de vida de los rojetes de antes, con la manga lo más ancha posible para practicar la religión (si es que la practican), para vestirse, para follar con quién les dé la gana, para arrejuntarse, para divorciarse como los republicanos recalcitrantes de toda la vida, para abortar o para fumar los porros que antes solo fumaban los jipis y la gentuza.

Anda, que no son listos los pijo-progres estos, que se han fabricado una ideología a la medida de sus egoísmos y de sus apetencias, y encima tienen el morro de autoproclamarse abiertos, modernos y de centro.