miércoles, 30 de enero de 2013

TONTOS

Este fin de semana he visto por primera vez, aunque hace años que me la habían recomendado, La cena de los idiotas (1998), del cineasta francés Francis Veber. La película trata de un grupo de amigos bastante sobrados que organizan de vez en cuando un banquete al que cada uno debe llevar un acompañante lo más imbécil posible, para hacerlos hablar y reírse de ellos. Suelen elegir a frikis con aficiones disparatadas, a personajes obsesivos y a cretinos de toda condición. Reconozco que me he tirado por el suelo de risa con las salidas de monsieur Pignon, pero sobre todo esta comedia me ha dado mucho que pensar sobre el siempre inquietante mundo de los tontos.

Parece ocioso recordar que los tontos son motivo de hilaridad y cachondeo desde tiempos inmemoriales. Si nos fijamos, gran parte de los códigos de humor universalmente aceptados están basados en la figura del memo y en sus memeces. Desde los más antiguos espectáculos humorísticos, pasando por juglares, bufones y los más recientes payasos, y llegando hasta los actuales y exitosos cómicos televisivos del estilo a José Mota, todos ellos han logrado arrancar las carcajadas de las muchedumbres explotando el filón inagotable de los majaderos, de los cortitos, de los inadaptados y de los que las lían como Amancio por su torpeza física, intelectual o social. Las ocurrencias y desventuras de los pasmados compiten con las manifestaciones escatológicas por el podio del regocijo. Pocas cosas provocan más risotadas que un pobre infeliz confundiéndose, profiriendo enormidades, provocando situaciones absurdas, cayéndose al suelo o dándose un mamporro.

Según han avanzado los tiempos, hemos ganado en sensibilidad hacia ciertas realidades personales. Si hace no muchas décadas, el emblemático tonto del pueblo era objeto no solo de burlas y collejas, sino de putadas de mayor alcance entre el jolgorio general, ya hemos caído casi todos en la cuenta de que hacer escarnio de los discapacitados intelectuales es una crueldad muy fea, inadmisible en una sociedad civilizada. Parece existir pues un consenso moral en no descojonarnos de los retrasados mentales manifiestos, pero una duda bastante razonable se plantea con los sujetos cuyo nivel de inteligencia se encuentra en teoría dentro de los márgenes de la normalidad, pero que, por muy distintas razones, son catalogados en su entorno como gilipollas solemnes. Por lo general se trata de individuos aparentemente normales e incluso teóricamente inteligentes que carecen, sin embargo, de la mínima sagacidad para desenvolverse en sociedad y en las relaciones interpersonales, es decir que meten la pata a menudo, dicen simplezas o inconveniencias, tienen un escaso abanico de temas de conversación y hablan obsesiva y repetidamente de temas absurdos o que a nadie interesan, exactamente igual que los mentecatos invitados a la cena de la peli de Veber.

¿Es legítimo deshuevarse de las mamarrachadas pronunciadas o protagonizadas por estos tipos? ¿Debemos sentirnos mal cuando nos entra la risa o hacemos chistes con los amigos a cuento de las majaderías de uno de estos personajes? ¿Es injusto motejar o imitar a un señor que siempre habla de lo mismo, es un palizas o tiene un comportamiento tan inusual como grotesco?

Pese a la opinión de muchos, que se creen muy honestos pero que a mi juicio sobrevaloran la sinceridad, si reírse de una persona comporta una falta de respeto hacia ella, es más irrespetuoso todavía hacerlo en su misma cara, así que si alguien nos hace tanta gracia que no podemos reprimir el choteo, siempre será mejor que las bromas nos las guardemos para cuando esté ausente. Feo está burlarse de alguien a sus espaldas, pero en su presencia no digamos. Y no seamos hipócritas porque todos, por muy considerados que nos creamos, nos tomamos a alguien a chirigota, sin olvidar que alguien habrá también que nos tome a nosotros por el pito de un sereno.

PD: Me permito dedicar esta entrada a un ingeniero tonto del culo, que conozco por motivos de trabajo, que cada vez que me encuentra por la calle (ayer, por ejemplo) se enrolla como las persianas contándome su puta vida y milagros como una ametralladora y me tiene como mínimo una hora de reloj, resultando imposible de todo punto cortarle sin ser muy grosero. De nada sirven mis insistentes miradas al rejoj, mis “si no te importa, llevo prisa”, “hablamos otro día con más calma” o “te voy a tener que dejar”. Él sigue y sigue y sigue… Le voy a acabar invitando a una cena de idiotas que organice con Aprendiz de brujo, que no sé a quién llevaría.

domingo, 27 de enero de 2013

EL MOZÁRABE

Hay críticos que consideran El mozárabe, escrita en 2001 por Jesús Sánchez Adalid, la mejor novela histórica española; yo, sin atreverme a tanto, sí pienso que es de las mejores. Aunque es un pedazo de tocho, me enganchó desde sus primeras páginas y la terminé en un tiempo récord. Combina maravillosamente datos históricos, personajes reales e imaginarios, acción, aventura y romance, pero, a diferencia de otras obras del género, no incorpora ganchos propios del bestseller como pasajes con carga erótica, pormenores amorosos tipo novelilla rosa, recreación en la violencia, formato de guión de cine y heroínas artificiales para captar lectoras. El mozárabe es un libro con mucho contenido histórico que analiza en profundidad los conflictos religiosos en la España medieval y que decepcionará sin duda a quienes solo busquen pasar el rato.

El libro (que leí gracias a la recomendación de Aprendiz) desarrolla la vida de dos personajes muy distintos de la España del último cuarto del siglo X: la de Asbag ben Abdala ben Nabil, obispo de la comunidad cristiana de Córdoba durante el reinado del tolerante Califa Alhaquén II, y la de Abúamir, un ambicioso y brillante joven musulmán de esta ciudad que llegará a convertirse en el caudillo Almanzor.

Ambos existieron en la historia. De Asbag nada se sabe salvo su nombre, que aparece en una lista de obispos mozárabes. La historia de Almanzor, en cambio, es sobradamente conocida y merece mucho la pena recordarla en este magnífico relato. De apasionado estudiante de pueblo, juerguista y bastante frío en lo religioso, pasó a ser sucesivamente, en una vertiginosa carrera, escribano del cadí cordobés; gestor de la Ceca (casa de la moneda); administrador de los bienes de la favorita del califa (de la que se enamoró); cadí de Sevilla; intendente militar; gobernador en el Magreb y, por último, un carismático líder castrense que acabó derrocando al primer ministro Al Mushafi, manipulando al nuevo califa Hissam y sembrando con sus ejércitos el terror en los reinos cristianos. En sus numerosas razzias llegó incluso a destruir el templo del Apóstol Santiago en Compostela.

Sánchez Adalid aprovecha la historia del prelado Asbag para ilustrarnos sobre las tensiones derivadas de la diferente forma de vivir la Fe cristiana por los mozárabes (cristianos del Califato) y por los habitantes de los reinos del norte, que se hallaban inmersos en la tarea de la Reconquista y solían considerar a aquellos unos repugnantes colaboracionistas. Se plantean también, al hilo de la aventura del obispo, otras cuestiones de gran interés, como las incursiones vikingas en la Península; las difíciles relaciones entre el Sacro Imperio Romano Germánico y el Imperio bizantino, que pugnaban por ser los auténticos herederos e intérpretes del espíritu de la Roma Imperial, y el siempre candente tema catalán, ya que se esbozan en un capítulo algunos apuntes sobre la época en que el Condado de Barcelona era independiente de facto de los francos sin haberse formado aún la Corona de Aragón.

En cuanto a las vicisitudes del futuro Almanzor, el autor se limita a recrear, sin excesivas licencias pero de un modo ameno e instructivo, la vida de este personaje histórico, a través de la cual tenemos ocasión de conocer las intrigas de la corte califal, el funcionamiento de los harenes, la importancia de los eunucos reales o el papel desempeñado por los militares en Al Andalus. Pese al rencor histórico que todos los españoles de bien tendemos a albergar contra el legendario adalid moro, bien mirado su intervención y su herencia política fueron la causa a la larga de la disolución del califato, del surgimiento de las taifas y del debilitamiento del Islam en nuestra nación, lo que facilitó al fin la victoria de Las Navas de Tolosa y la claudicación de Granada, que puso el broche final a una gloriosa cruzada de siglos.

Por último, es de destacar el final de la novela, muy logrado, que engarza con maestría los elementos históricos y los puramente literarios, dejándonos la sensación al cerrar las tapas (o al pulsar off en el ebook) de haber disfrutado de una obra extraordinaria.

Obligatoria su lectura para los curiosos de la historia de España en un período tan convulso como el paso de la Alta a la Baja Edad Media. Yo pronto me meteré con Alcazaba, del mismo autor, que también promete.

jueves, 24 de enero de 2013

ROBAR EN TIEMPOS DE CRISIS

Hay quien considera, los marxistas por ejemplo, que los delitos contra el patrimonio no son sino una consecuencia lógica de unas estructuras económicas injustas y de una aberrante distribución de la riqueza. Los defensores de esta tesis, que de por sí son partidiarios de suavizar las penas a imponer a los autores de hurtos, robos, estafas o infracciones semejantes del Código Penal, se radicalizan aún más en épocas de crisis como la que ahora atravesamos, defendiendo los más altos niveles de benevolencia con unas faltas que, según ellos, siempre tienen su origen en la pérdida del empleo o la vivienda, en el hambre y en la desesperación.

El punto de partida de estas filosofías (la injusticia del capitalismo) me parece irreprochable pero no así sus conclusiones, ya que al final el 90% de las víctimas de butrones, timos, pillajes y demás raterías son simples curritos que también pasan sus apuros, que aguantan ser explotados para poder mantener a sus familias y, desde luego, no tienen ninguna culpa de los desajustes distributivos que enunció Marx o la madre que lo parió.

Por eso yo pienso justo lo contrario. Me parece que en tiempos de recesión tendría que endurecerse en el Código el castigo para las transgresiones que consistan en apropiarse de los bienes ajenos, porque es durante las crisis cuando más se necesita la pasta y cuando más cuesta ganarla, de modo que un robo en estos momentos constituye un acto doblemente ofensivo, doblemente dañino y doblemente inmoral. Es un insulto a la equidad y una falta de respeto al prójimo que mientras unos se desloman de sol a sol, aceptan trabajos denigrantes y hacen lo imposible por buscarse las castañas con su esfuerzo, otros se limiten a mangarles lo que han ganado con o sin la excusa de que el mundo está muy mal repartido.

lunes, 21 de enero de 2013

EN GRUPO

Una pregunta que siempre me he hecho es por qué hay personas que parecen tan majas cuando hablas con ellas a solas y sin embargo cuando están en grupo se vuelven gilipollas.

Este tipo de gente es como si tuviera complejo de showman. Cuando hay público ante el que lucirse y que les ría las gracias, se hacen los chistosos, dicen chorradas, lanzan pullas a los demás, y, en fin, se comportan como auténticos bufones. Pero si un día hablas con ellos a solas, como no tienen audiencia a la que divertir, actúan como personas normales e incluso te sorprenden muy gratamente.

Cuando con alguien solo te relaciones en grupo, tómate la molestia de conocerlo personalmente fuera de ese grupo. A veces descubrirás un individuo muy diferente, porque, sin llegar a los límites que he dicho, todos tendemos a comportarnos distinto cuando estamos solos y en rebaño.

sábado, 19 de enero de 2013

¿SE PUEDE VENDER SIN MENTIR?


¿Se puede vender sin mentir? Sí, pero menos que mintiendo.

La semana pasada estuve de rebajas pero a tiro hecho. Tenía echado el ojo a varias prendas de vestir y solo pensaba comprarlas si de verdad habían sido rebajadas, o sea que me sabía su precio de antes.

Pues bien, en el cartelito o etiqueta de descuento de todas ellas figuraba su precio original aumentado aproximadamente en un 10% con respecto al verdadero. Por ejemplo, una parca que llevaba meses valiendo 169 euros me la compré por 149, pero en el cartel decía: “antes 189 euros, ahora 149”.

Ni una sola excepción. En todos los artículos que fui a comprar en varios establecimientos hacían trampa, incluido naturalmente El Corte Inglés.

Esta trinquiñuela no es nueva, pero resulta especialmente sangrante en estos tiempos en que todos miramos el céntimo. En mi opinión es una estafa directa al consumidor, un robo tolerado por los órganos de la Administración competentes en materia de consumo.

Luego querrán que nos tomemos en serio a los comerciantes, que los respetemos e incluso que les seamos fieles.

miércoles, 16 de enero de 2013

LO IMPOSIBLE

Hace unas semanas, en un documental de esos a los que tan aficionado soy, aprendía que, según los sesudos físicos, en el origen de los tiempos el Universo era únicamente hidrógeno y vacío. Inconmensurables nubes del elemento más simple que, por atracción gravitatoria, se acumulaban formando estrellas que no se colapsaban gracias a la acción expansiva de las explosiones nucleares que se daban en su interior. Fusión nuclear y gravedad se combinan para, a lo largo de miles de millones de años, formar en el interior de dichas estrellas los elementos conocidos hasta que cada astro, finalmente, muere y estalla lanzando al espacio toneladas de polvo de estrella. La materia que nos compone a cada de uno de nosotros en algún momento se formó en el interior de miles de estrellas distintas que desaparecieron hace mucho más tiempo de lo que podemos imaginar. Que estuvieron entre sí a una distancia mayor de lo abarcable por nuestro entendimiento.

Pensar, de esta forma, en las probabilidades existentes de que se formase todo lo que nos rodea en un instante preciso, desconcierta sobremanera a cualquiera y, sobre todo, a quienes pensamos que nada ocurre por casualidad, a quienes creemos en el Destino.

Y puede llegar a trastocar de tal modo mi punto de vista que, si añadimos las vivencias y las reflexiones que llevo madurando desde hace tiempo, podemos darnos cuenta de que el Destino es tan etéreo que no se puede llegar conocer nunca. Tan solo podemos llegar a interpretarlo levemente una vez recorridos los caminos que nos haya puesto por delante. Y que es un fútil acto de soberbia intentar adivinarlo o asegurar conocerlo o, todavía peor, pretender dominarlo.

Porque hace un año comencé a comprender que es mejor alimentarse del Árbol de la Vida que obcecarse en alcanzar una sola manzana del de la Ciencia. Y que, aunque conviene meditar nuestros pasos, tarde o temprano uno debe llenar los pulmones, contar hasta tres y lanzarse de cabeza y agarrar las oportunidades y seguir los senderos que la Fortuna nos plante delante, guiándonos únicamente por la brújula de la conciencia aunque no esté todo lo bien calibrada que deseáramos, pues un instrumento humano, por muy perfecto que lo deseemos, siempre tendrá un margen de error.

Porque no hace tanto tiempo comprendí que nunca podemos llegar a saber por qué nos ocurren las cosas y que aquello que hoy vemos como una desgracia puede ser lo que nos conduzca hacia algo mejor en el futuro.

Porque hace un año tomé una de las mejores decisiones de mi vida, que estuvo motivada por un cúmulo de situaciones que en su momento tuve la desfachatez de intentar interpretar y, claro, lo hice mal. Y que dicha decisión me ha llevado a alguien que nunca soñé merecer y que prácticamente nadie creía que pudiera existir.

Porque, justo en el momento que se publique este artículo, si llegara a publicarse, habrá pasado un año. Y nevaba.

lunes, 14 de enero de 2013

CHICOS Y CHICAS POR SEPARADO

Hoy voy a sacar a la palestra un curioso fenómeno social que todos conocemos y en el que todos participamos, y sobre el que, sin embargo, seguro que nunca nos hemos parado a reflexionar. El fenómeno en cuestión es que cuando se junta un grupo de amigos mixto, o sea integrado por hombres y mujeres, hay una fuerte tendencia a que al cabo de un rato (a veces a los pocos minutos), dicho grupo se acabe dividiendo en dos subgrupos, el de ellos y el de ellas, cada uno con temas de conversación muy distintos por lo general asociados culturalmente a cada sexo. Vamos, que aunque hayan quedado todos, ellos están por un lado y ellas por otro, sentándose incluso en zonas distintas de la mesa, caminando por separado (ellos delante) y refundiéndose de nuevo solo para la despedida.

Me refiero tanto a quedadas para tomar café o unas cañas, como a viajes o excursiones, o a comidas o cenas en una casa o en un restaurante. Es una situación que se da mucho, casi por inercia, y que tiene muchísimo que ver con las diferentes sensibilidades, intereses, gustos y preocupaciones que, lo queramos o no, tienen los hombres y las mujeres.

Pero no quiero generalizar. Esta escisión espontánea no siempre se produce en la misma medida en todos los grupos; por ejemplo, entre mis amigos habituales no es demasiado patente. También he observado que hay tres elementos que suelen atenuar este comportamiento:

Uno es el tipo de relación que haya entre los miembros del grupo. Sobra aclarar que en una panda de jóvenes solteros la tendencia será inversa a la que he explicado porque los chicos y las chicas querrán conocerse mutuamente y/o ligar. Cuando el grupo está integrado por parejas, o peor aún, por matrimonios, la secesión hombres-mujeres será la nota común de casi todos los encuentros, quizá por eso de que “a ti, cariño, ya te tengo muy visto”.

Otro elemento corrector es la edad, pues si nos fijamos veremos que estas situaciones se dan mucho más en los grupos de yayos que en los de jóvenes o de gente de mediana edad. Hay por así decirlo una brecha generacional y entre los que son de determinadas quintas suelen separarse más los sexos para salir, posiblemente por razones educacionales (antes un hombre hablaba con una mujer que no fuera la suya y ya estaba en boca de todo el pueblo).

Por último, un factor importantísimo es el nivel cultural. Cuanta mayor riqueza de conocimientos y de intereses tengan los miembros del grupo, más posibilidades habrá de compartir conversaciones entre todos, no limitándose a los topicazos en que normalmente consisten los “temas de hombres” y los “temas de mujeres”. A mayor inquietud cultural, mayor número de temas a poner en común. Yo sí percibo que cuando el grupo es bastante garrulo, al final ellos siempre acaban hablando de fútbol, de coches o de política, y ellas de ropa, de niños o de cocina, mientras que si se trata de gente mínimamente cultivada hay materias que interesan tanto a ellos como a ellas, y se tiende a hacer más corrillo en común.

En cualquier caso, esto de ir cada uno por su cuenta en función del sexo, nunca me ha gustado. A mí también me apetece (a veces) escuchar las cosas que les interesan a ellas y creo que las chicas pueden enseñarnos puntos de vista diferentes y enriquecedores. Me resisto a aceptar que seamos dos universos tan opuestos que no podamos charlar todos juntos cuando vamos de cena, un finde a una casa rural o a dar un paseo. Aceptando que somos distintos, por supuesto, creo que también un chico puede opinar si le gusta un vestido de novia o qué potito le gusta más a su bebé, y una chica comentar algo sobre baloncesto o sobre los planes de los catalanistas. Y en estos tiempos de supuesta igualdad, más aún.

Además, cuando yo quiero ver solo a mis amigotes (que es muy natural, pues hay expansiones que... en fin...), quedo con ellos a tomar un chisme y en paz, y ellas lo mismo, así que escapan a mi intelecto las razones por las cuales cuando queda todo el grupo se hace vida por separado.

sábado, 12 de enero de 2013

ALIMENTOS CADUCADOS


Se ha armado un buen revuelo tras la decisión de Grecia de autorizar la venta a un precio más bajo de los alimentos caducados y las recientes declaraciones de nuestro Ministro de Agricultura a favor de distribuir para su consumo productos pasados de fecha para "evitar el desperdicio en la cadena alimentaria”.

Sean cuales sean las medidas que se adopten finalmente, considero importante tomar en cuenta el fuerte componente sociológico que tiene este tema, dada la estigmatización que han sufrido desde siempre los alimentos con la fecha de caducidad sobrepasada, pues quizá una errónea política de etiquetado y de información al consumidor ha llevado a mucha gente a considerarlos estropeados y peligrosos para la salud. Tras años y años advirtiéndonos contra estas viandas prescritas, tras mil reportajes en la tele con mendigos hurgando en los contenedores del Mercadona para conseguirlas, no pueden pretender ahora encasquetárselas a las familias humildes, pues, por muy apuradas que anden, a nadie le gusta sentirse tan necesitado y tan cutre. El otro día me contaron que en algunos comedores sociales, cuando a las magdalenas les falta un día para caducar, hay comensales que ni las prueban. Somos hidalgos ante todo, y en público más.

Sin embargo, en el fondo casi todos nos maliciamos que las fechas que vienen en los productos son solo indicativas y además demasiado estrictas, dependiendo mucho del tipo de artículo. Yo desde luego me he tomado cervezas fuera de fecha (sobre todo en casa de cierto amigo que sigue el blog), yogures un par de días después de lo marcado, y no digamos caramelos y golosinas, que igual están más secos pero igual de ricos de sabor (omítanse bromitas sobre cómo me he quedado a consecuencia de ello). Es cierto que a veces pueden alterarse un poco el color o la textura, pero estos productos son igualmente aptos para el consumo humano.

Es más, yo conozco a dueños de tiendas de alimentación que toda la vida han consumido en casa lo que ya no podían vender por la fecha de la etiqueta. Y siguen vivos, oye.

Y más aún: sé de buena tinta que hay empresas que reetiquetan los productos atrasados para volverlos a vender.

En definitiva, sí me parece bien que revisen los etiquetados intentando diferenciar correctamente cuando un alimento se estropea tras una fecha y cuando simplemente no es tan bonito o crujiente pero no pasa nada por tragárselo, aunque me pregunto por qué se dan cuenta ahora del despilfarro que supone tirar tanta comida por culpa de unas etiquetas tan inflexibles o por qué nos han asustado tanto hasta ahora si no es tan peligroso. A veces es para sentirse manipulado como un muñeco.

Sin tener ni idea sobre las normas comunitarias al respecto, una buena idea podría ser poner una horquilla de fechas en vez de una fecha concreta, por ejemplo “consumir preferentemente antes del período comprendido entre marzo y junio de 2013”, y una vez pasado ese tramo tener todos muy claro que hay que tirar el alimento a la basura por narices en vez de darle vueltas a si se puede seguir distribuyendo o no.

jueves, 10 de enero de 2013

INFLUENCIA


Nuestra forma de pensar y las decisiones que tomamos están condicionadas por nuestras experiencias vitales, por nuestro entorno y por nuestras circunstancias, pero también, y sobre todo, por las personas con las que tratamos con más asiduidad. Sin embargo es evidente que no todas las personas de nuestro círculo cercano ejercen el mismo nivel de influencia sobre nuestro comportamiento. De hecho, el ascendiente que un individuo pueda tener sobre nosotros no guarda tanta relación con el nivel de intimidad que nos une a él como con su carisma o su personalidad magnética. Hay gente con mucha capacidad de influir en los demás y otra que ya puede decir misa, que a todo el mundo le entra por un oído y le sale por el otro.

Al tratar hoy este tema no me refiero tanto al influjo que los adultos ejercen sobre los niños en sus primeros años de vida (que es lógico y forma parte del proceso de sociabilización), sino al que se da entre personas mayores con la personalidad, al menos en teoría, suficientemente formada. Hablo del peso que las opiniones de una madre, de un amigo, de una novia, de un cónyuge, de un jefe, de un político, de un escritor o de un bloguero, pueden tener en el comportamiento de un hombre o una mujer hechos y derechos.

Nunca me he considerado influyente ni mucho menos. Mi personalidad no destaca especialmente y, aunque algunos no lo crean, en mis relaciones personales me preocupa mucho respetar la libertad del prójimo excepto cuando colisiona frontalmente con la mía. Es cierto que en el pasado he sido una persona muy apasionada, de verbo encendido y afán proselitista, y que he tenido a mi cargo el adoctrinamiento de muchachos casi adolescentes, sobre los que se supone que alguna huella habré dejado, espero que para bien. Pero ni siquiera en aquellos tiempos de la cruz y la espada llegó mi celo a vulnerar la intimidad o la libertad ajenas, y de hecho siempre me negué a insistirle a alguien más de dos veces (por teléfono, por ejemplo) o a utilizar estratagemas que consideraba y sigo considerando sectarias, sobre todo si estaban el juego el dinero, la seguridad física, el tiempo de estudio o el futuro de los chavales.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte vengo observando, a veces orgulloso pero muchas veces incómodo, que he influido e influyo en algunas personas más de lo que nunca me había imaginado. Me he dado cuenta de ello fijándome en pequeños detalles, como por ejemplo la preocupación excesiva que determinada gente muy cercana a mí tiene por mi opinión sobre ciertos aspectos de su conducta, el cambio de criterio de algunos tras hablar conmigo de determinados temas, la forma de trabajar de algunos compañeros ajustándose a lo que no era más que un simple comentario mío totalmente opinable, o –por qué no decirlo- la obsesión de algunos lectores de La pluma viperina por lo que escribo o dejo de escribir.

Mi sensación se ha acrecentado en los últimos tiempos a raíz de un par de sucesos un tanto desagradables que me han hecho preguntarme por qué a veces no cerraré la boca y dejaré de dar charletas a la gente.

Para evitar malentendidos, me gustaría subrayar que esta influencia a la que me refiero es puntual y con un número muy reducido de personas, pero me ha sorprendido e inquietado de algún modo darme cuenta de ella.

Hay en mí una contradicción que nunca he sabido explicarme, y es que por una parte soy defensor acérrimo de un Estado intervencionista que regule activamente los diferentes aspectos de la vida social y económica de la nación, es decir que predisponga, y no poco, el devenir diario del común de los ciudadanos, y por otra me incomoda influir personalmente en ciertos comportamientos de las personas que me conocen. Mi ego a veces se envanece cuando me percato de que se hace lo que yo digo o de que se aplauden mis posturas, pero cuando la cosa va más allá, cuando hay quien toma decisiones importantes condicionadas por mi actitud presente o pasada, quien estudia la oposición que yo le aconsejo, quien se calla sus opiniones en mi presencia, quien hace lo que yo pienso solo por recibir mi aprobación o quien me inunda de emails sobre las ideas expresadas en el blog, entonces no me siento tan a gusto y me da miedo que alguien se estrelle o sea infeliz por culpa de mis discursitos, que los resortes de una vida ajena a la mía estén supeditados a lo que dije un día vete tú a saber si con mucho criterio.

Es importante evaluar la posible influencia que tenemos sobre nuestros seres queridos o sobre la gente en general, y actuar con responsabilidad. Se duerme mucho mejor por las noches.

martes, 8 de enero de 2013

AÑOS LENTOS

Fernando Aramburu nos regaló el año pasado un verdadero novelón, no por su extensión, ya que se trata de una obra breve, sino por su calidad literaria y por su profundidad al abordar temas fundamentales de nuestra historia reciente y de la vida en general. Recibió el merecido Premio Tusquets Editores de Novela de 2011.

En 1968, Maripuy, una mujer de fuerte carácter casada con un apocado hombrecillo, se ofrece para acoger en su casa, como un hijo más, a uno de los tres niños de su hermana, que, abandonada por su marido, ha tenido que entregarlos a la beneficencia. Así es como Txiki, de 8 años de edad, se traslada desde un pueblo navarro al suburbio de San Sebastián donde viven sus tíos con sus primos Julen y Mari Nieves. Desde ese instante la infancia del pequeño quedará marcada por los dos dramas de esa familia: el embarazo no deseado de su descarriada prima y la captación de Julen por una ETA incipiente a través del párroco de la barriada.

Se trata de un relato desgarrado que se lee de un tirón y que te deja el corazón temblando. Con varios hilos argumentales, destaca sobre todos el papel del clero vasco en la radicalización de los jóvenes nacionalistas a finales de los sesenta. El donostiarra Aramburu arremete con crudeza contra estos sacerdotes, encarnados en el personaje de Don Victoriano, que se entregaban a labores políticas (en calidad de auténticos comisarios) en detrimento de las pastorales, discriminaban a los feligreses por razón de su ideología, envenenaban de odio a los jóvenes desorientados y sin horizontes, eran unos cobardes que tiraban la piedra y escondían la mano si venían maldadas, y, por si fuera poco, carecían de la mínima caridad cristiana al juzgar los pecados de las almas a su cargo.

Paralelamente se abordan con gran lucidez los convencionalismos religiosos y sociales que en aquella época costreñían a los padres hasta el punto de repudiar a los hijos o condenarles a una vida absurda y triste con tal de anteponerse al qué dirán y salvaguardar el honor familiar. Las relaciones conyugales y fraternales también tienen su sitio en esta magnífica novela, que incide en la importancia del carácter para afrontar dignamente las desgracias de la vida. Todo ello sobre un fresco inolvidable del San Sebastián de finales de los sesenta y principios de los setenta, y con una técnica narrativa muy original, basada en las cartas de Txiki adulto contando sus recuerdos al escritor y en las notas personales de este para preparar la novela, que nos desvelan sus impresiones sobre todo lo acontecido a esta pobre familia, arrancándonos al mismo tiempo una lágrima y una sonrisa.

Una lectura imprescindible de la que nadie se arrepentirá.

domingo, 6 de enero de 2013

MIS REGALOS DE REYES 2013

Igual que al principio del blog, hoy vamos a hacer como los niños y a contar qué nos han traído los Reyes Magos.

Empiezo yo:

1- Un móvil nuevo (que todavía está en camino por motivos de intendencia) que jubile al que tengo desde hace seis años.

2- Una silla giratoria para estar en el ordenador.

3- Un bino-suspender (un arnés para los prismáticos)

4- Una botella de ron Montero.

5- Un frasco de mi colonia para las grandes ocasiones (Carolina Herrera).

6- Una caja de recambios para mi Gillette Fusion

7- La Moleskine para el trabajo y un recambio para mi agendilla de bolsillo.

8- Un tintero muy original de Montblanc.

9- Una caja de bombones y una bolsa enorme de gominolas.

10- Una enciclopedia multimedia de las aves rapaces ibéricas.

11- Una vela eléctrica decorativa que cambia el color de la luz con un mando a distancia.

  ¡Ahora os toca!

sábado, 5 de enero de 2013

UN GRAN ZOCO


No acabo de entender la actitud tan permisiva del Ayuntamiento de mi ciudad hacia los feriantes que cada vez que hay una fiesta solicitan instalar sus tenderetes y sus cachivaches en mitad de la vía pública. Estas Navidades, por ejemplo, el número de obstáculos en mitad de las aceras y en las zonas peatonales del centro al menos se ha duplicado con respecto al año anterior, entre atracciones tipo noria o tren de la bruja, casetillas de artículos navideños, puestos de golosinas, ferias de artesanía, etc. El caso es que en unas fechas en las que la calle se congestiona de gente a pesar del frío, cada vez se hace más incómodo para los peatones pasear con normalidad.

Tengo la sensación sin confirmar de que el Alcalde ha abierto la mano para dar un poco la oportunidad al comercio ambulante de hacer algo de caja y paliar la crisis, para que todo el mundo pueda sacar tajada en estas semanas en que las familias se lanzan en manada a la calle a hacer sus compras, y al niño se le puede antojar subirse a los caballitos, a la cría unas almendras garrapiñadas y a mamá unos pendientes en el puesto de los jipis en la plaza.

Tan loable intención tiene a mi modo de ver cuatro inconvenientes: que si te fijas todo el mundo mira pero nadie compra, por lo que el único que parece ganar es el Ayuntamiento; que los que ponen los puestos son siempre de fuera y las ganancias de estos comerciantes no repercuten en la economía de la ciudad (no me parece lo más grave); que no se respetan los más elementales criterios estéticos y se ha llegado a instalar un enorme tío vivo en mitad de la Plaza Mayor, afeando gravemente el entorno, y, sobre todo, lo que he ya he apuntado de que es una lata andar esquivando estas atracciones y mercadillos, y aguantando, sobre todo los vecinos afectados, la música ratonera que a veces emiten.

Evidente que todo quisque tiene derecho a ganarse las habichuelas, pero no a cualquier precio ni fastidiando al personal. A este paso, con la excusa de que hay que dejar a la gente buscarse la vida, España entera se va a convertir en un gigantesco zoco moruno por el que no se pueda ni andar.

jueves, 3 de enero de 2013

CESARE MORI

Cuando el Duce llegó al poder en Italia en 1922, dos tercios de Sicilia estaban completamente en manos de la Onorata Società. Don Vito Cascio y Don Calo Vizzini, los dos hombres más poderosos de la isla, controlaban todas las fuentes de ingresos. Gravaban con el pizzu las ferias de comercio, la venta ambulante, la contratación de temporeros agrícolas, la adquisición de ganado, la utilización de los molinos, la extracción de agua en los pozos y, por supuesto, todas las actividades ilícitas, actuando como intermediarios, a comisión, entre las víctimas de los robos y los propios ladrones. Todos los sicilianos acudían a los amici di l´amici (la Mafia) para solventar sus problemas cotidianos en vez de a la justicia ordinaria, cuyos funcionarios y agentes ejecutores estaban por lo demás comprados o amenazados.

En uno de sus primeros discursos como Primer Ministro, Benito Mussolini prometió que el fascismo, “que liberó a Italia de tantas plagas, va a cauterizar, si fuera necesario por medio del hierro o del fuego, la herida de la delincuencia siciliana. Cinco millones de laboriosos patriotas sicilianos no tienen porqué soportar que los vejen, exploten y deshonren algunos centenares de malhechores”.

En 1924 era nombrado prefecto de la policía de Sicilia el celosísimo y abnegado fascista Cesare Mori con la orden expresa de iniciar un estrecho seguimiento y observación de la Mafia para recopilar los antecedentes, nombres, actividades y delitos de los hombres de respeto hasta en la aldea más remota. Sin embargo, un hecho decisivo iba a precipitar todos los acontecimientos en pocos meses.

En la primavera de ese año, durante una visita oficial a la isla, a Mussolini se le antojó visitar la pintoresca aldea de Piana del Greci, cuyo alcalde, Don Cuccio, un hombre bajo y obseso con aspecto de bondadoso campesino, era a la vez el alcalde y el jefe de la cosca de la comarca, una de las más sanguinarias de Sicilia. Cuando el personaje fue invitado a subir al coche oficial, miró desdeñosamente a la escolta del Jefe del Estado y preguntó a gritos a Cesare Mori, tuteándolo sin miramientos, para qué todos esos policías rodeando el automóvil cuando “a mi lado, su Excelencia no corre ningún peligro. Soy yo quien manda en toda esta zona y nadie se atrevería a tocar un pelo a Mussolini, mi amigo y el hombre mejor del mundo”. Remató la faena haciéndose una foto con su mano protectora sobre el hombro del Duce.

El descubrimiento en vivo de un poder subterráneo y paralelo al suyo enfureció sobremanera al líder fascista, cuya ira alcanzó su culmen cuando Don Cuccio a los pocos días se presentó en su despacho a “devolver la visita a su amigo”. Totalmente fuera de sí, otorgó poderes especiales a Mori e inició la reforma legislativa que permitiría exterminar (si bien no para siempre) una lacra que había encontrado su mejor caldo de cultivo durante la democracia. Al regresar Don Cuccio a su pueblo fue inmediatamente detenido y encarcelado por los hombres de Mori.
Vito Cascio Ferro

La batida contra la Mafia fue contundente, brutal y eficaz. Aprovechando la información recopilada, Cesare Mori puso en jaque a todos los grandes capos, a los gabellotti (jefes rurales) y a los pisciotti (soldados). Entre 1924 y 1927 fueron condenados más de mil mafiosi. Mori se rodeó de unos colaboradores menos escrupulosos aún que los propios criminales. Las detenciones se realizaban masivamente en autobuses en todos los pueblos, hasta en los más minúsculos. En aquellas localidades donde los hombres se escondían, las mujeres eran reunidas en la plaza y se amenazaba con fusilarlas si los hijos y maridos no se entregaban. El miedo se apoderó de la Mafia y la milenaria ley de la Omertá (silencio) comenzó a resquebrajarse a pasos forzados.

Para obtener las declaraciones, el enérgico prefecto se sirvió de toda clase de argucias, pero sobre todo de la casseta, un instrumento de tortura medieval consistente en una larga tabla de madera, donde se tumbaba al interrogado desnudo con brazos y piernas colgando al tiempo que se rociaba todo su cuerpo con agua salada y se le flagelaba con un vergajo. En los procesos masivos contra los acusados se dio validez a las presunciones y a la prueba indiciaria. Se aplicó la pena de muerte en bastantes casos, aunque más frecuentemente se condenaba a los sentenciados a prisión y a la deportación a las islas Lipari, donde malvivían a base de pan, queso e higos.

En uso de los poderes especiales que se le habían otorgado, Mori tomó otras medidas impactantes. Llevó a cabo una incansable labor en la prensa de todo el país, filtrando las noticias relativas a la Mafia y presentándola como una partida de simples facinerosos desprovistos de honor. Se paseaba a los detenidos por las aldeas animando a los lugareños a insultarlos y a escupirlos para que la población les perdiera el miedo. Se amparaba a los testigos, que comenzaron a animarse a declarar contra los extorsionadores superando un atávico terror de siglos. Se ordenó rebajar la altura de los muros de toda Sicilia para prevenir las emboscadas y los traicioneros disparos de lupara. Se regularon todas las profesiones y actividades, e incluso se exigió la autorización de la policía para ser mayoral en los latifundios.

Por primera vez en la historia, cualquier campesino siciliano podía vender un kilo de tomates sin pagar impuesto y pactando libremente su precio sin miedo a recibir un disparo en la barriga. La gente estaba tan entusiasmada y agradecida por su recién recuperada libertad que el prefecto a veces era recibido en los pueblos bajo arcos de triunfo con la leyenda Ave César. A veces la pantomima era orquestada por los propios mafiosos locales para intentar aplacar el rigor del policía.

En 1927, Mussolini anunciaba en el Parlamento fascista que la Mafia había sido extirpada gracias al “escalpelo valeroso de Cesare Mori”.
Calo Vizzini unió la Mafia y la Cosa Nostra

Los poderosos capos se pudrían en la cárcel. Ancianos que eran toda una institución en la isla, como Don Ferrarello, acabaron suicidándose en su celda por la vergüenza de las torturas y la condena. El mismísimo Don Vito Cascio fue encarcelado en la prisión de Ucciardone, donde vivió sus últimos años, eso sí, a cuerpo de rey tras comprar a la mayoría de los carceleros pagando la dote de sus hijas.

Sin embargo, los huevos de la serpiente no habían sido destruidos. Los más poderosos abogados, políticos y hombres de negocios vinculados a la Onorata Società eran intocables por estar la mayoría de ellos afiliados al Partido Fascista y financiar generosamente sus actividades, algunos incluso desde los tiempos de la Marcha sobre Roma. Uno de los protegidos por altos cargos fascistas fue el siniestro Don Calo Vizzini. Cuando el prefecto Mori, emocionado por las alabanzas del Duce, arremetió en 1928 contra estos peces gordos, fue fulminantemente relevado de su puesto y destinado a otras funciones.

Don Calo pronto se aliaría con el italoamericano Vito Genovese (lugarteniente del tristemente célebre Lucky Luciano, cabeza de la Cosa Nostra neoyorkina), que se encontraba en Sicilia durante su luna de miel, y conseguiría comprar con dólares americanos a influyentes políticos fascistas de Roma.

En 1942 el propio Duce concertó una entrevista con Genovese y le insinuó que había un periodista anarquista estadounidense (Carlo Tresca) que le cubría de improperios en un periódico de Nueva York. Unos meses después aparecía casualmente el cuerpo del periodista acribillado a balazos sobre una acera de la Gran Manzana.

Cuando los yanquis “liberaron” Sicilia al final de la Segunda Guerra Mundial, todos los mafiosos encarcelados y deportados se pusieron la aurelola de la resistencia antifascista, presentándose como demócratas enemigos del régimen mussoliniano y ofreciéndose a colaborar con el Ejército americano y con la CIA. Muy pronto cientos de mafiosos ocupaban las alcaldías de los municipios de media isla y volvían a ejercer un control, mayor incluso que antes, sobre sobre la vida y el dinero de los sicilianos.