domingo, 28 de febrero de 2016

LA EDAD DE LOS CURAS


Cura de 76 años a la puerta de su parroquia


Tengo un conocido al que yo definiría como un anticlerical amable. Más escéptico que ateo, lo que no soporta es a los curas y a las monjas, pero sus comentarios críticos jamás están teñidos de resentimiento, sino más bien de una ironía dulce. No ataca frontalmente las maneras y costumbres del clero, al que se conoce de pe a pa; más bien derrocha una tibia socarronería que a mí nunca me ofende y algunas veces hasta me hace reír, dada su precisión al caricaturizar el tipo humano que abunda en la clerecía española.

Una de sus más geniales reflexiones versa sobre la edad de los curas. 

Según su opinión, que cada vez que expone en público yo me parto, casi todos los religiosos se conservan estupendamente debido a su peculiar estilo de vida, caracterizado por la placidez, las ocupaciones intelectuales y los escasos esfuerzos físicos, la falta de hijos y consiguientemente de preocupaciones graves, la afición a la buena mesa, etc.  Cabría hacer, es cierto, muchos matices a esta afirmación, pero toca admitir que, independientemente de la importancia social que queramos dar a los sacerdotes y a las monjas (yo mucha y él ninguna), este perfil refleja al milímetro las costumbres de bastantes de ellos.

Pero su frase más antológica cuando explica esta teoría es: “los curas cuando cumplen treinta años aparentan cincuenta, y cuando cumplen los noventa y cinco, también aparentan cincuenta”. Yo, que me he pasado toda mi infancia y mi juventud con los jesuitas y he conocido y tratado a multitud de párrocos y sacerdotes de muy diversas órdenes y condiciones, no puedo evitar sonreír ante una afirmación tan aguda. En efecto, muchísimos curas jóvenes, debido a su gravedad y a su  forma de vestir y de comportarse, parece que tienen más años, pero luego se estancan en esa apariencia y como casi no se apolillan con el paso de los lustros, alcanzan edades avanzadísimas conservándose como chavales.

Otro día expondré otras reflexiones sociológicas  sobre nuestros reverendos con las que me sorprende de cuando en cuando este anticlerical benévolo.

jueves, 25 de febrero de 2016

¿ANTIPROVINCIALISTAS O ANTIDIPUTACIONISTAS?

Diputación Provincial de Palencia

Anteayer PSOE y Ciudadanos alcanzaron un acuerdo de investidura cuyo punto más polémico es la eliminación de las Diputaciones Provinciales. Este pacto ha reabierto una vez más en España el eterno debate entre provincialistas y antiprovincialistas, sobre el que merece la pena hacer unas breves pero imprescindibles puntualizaciones.

Antes de entrar en materia, conviene tener claro que la controvertida propuesta ha sido malinterpretada en casi todos los medios y foros públicos. Se ha dado por sentado que Sánchez y Rivera aspiran a reformar la Carta Magna para eliminar las administraciones provinciales, a fin de simplificar la maraña burocrática española, reducir el número de cargos políticos y ahorrar miles de millones de euros. Se ha sobreentendido que la idea es suprimir uno de los niveles administrativos territoriales.

Pero nada más lejos de la realidad. La formación naranja y buena parte de los sociatas no son antiprovincialistas, sino simplemente antidiputacionistas. Y no se trata de un matiz leguleyo; son conceptos que no tienen nada que ver.

Resumidamente, porque no quiero aburrir con disquisiciones jurídicas, Ciudadanos y PSOE no proponen que las provincias dejen de ser “una división territorial para el cumplimiento de las actividades del Estado”. Y por supuesto tampoco pretenden alterar su condición de entidades (administraciones) locales con personalidad jurídica propia y “autonomía para la gestión de sus intereses”. Lo único que han prometido es sustituir el actual órgano de gobierno y administración de la provincia (la Diputación Provincial) por otro que se denominaría Consejo Provincial de Alcaldes. 

No hay más que repasar el artículo 141.2 de la Constitución: “El gobierno y la administración autónoma de las provincias estarán encomendados a Diputaciones u otras Corporaciones de carácter representativo”. Es decir que no es obligatorio que el órgano de gobierno de la provincia sea la Diputación Provincial y, de hecho, en las provincias vascongadas existen las diputaciones forales, que son totalmente distintas y que, por cierto, están expresamente excluidas del pacto de investidura. 



En definitiva, con la propuesta de los socialistas y los butanitos las provincias seguirían existiendo, exactamente igual que ahora, como entidades locales con gobierno, cargos representativos y competencias propias. ¿Qué cambiaría? Pues todo apunta a que los Consejos Provinciales de Alcaldes serían órganos de gobierno más simples, más baratos y con menos funciones que las Diputaciones. De hecho en el acuerdo se recoge expresamente que a estas corporaciones les correspondería exclusivamente la “atención al funcionamiento y la prestación de servicios de los municipios de menos de 20.000 habitantes”.

Se trata, por lo tanto, de una simple medida de simplificación que se traduciría en una reducción formal del número de altos cargos en España y en un alivio puramente simbólico de las partidas de gasto público. Subrayo lo de reducción formal, puesto que, aunque desaparecerían la figura del presidente de la Diputación y los diputados provinciales, qué duda cabe que alguien tendría que presidir estos nuevos Consejos y que los alcaldes que los integraran acumularían un poder equivalente al de los miembros de las actuales Diputaciones, amén de las jugosas retribuciones  y dietas que sería “necesario” asignarles.

Desde mi punto de vista, la medida mejoraría  la situación actual a pesar de ser un mero parche y no implicar en modo alguno la desarticulación del aparato administrativo provincial. Lo que me escama es que se haya incluido en un paquete de reformas constitucionales cuando, tal como aparece formulada en el texto íntegro del acuerdo de investidura, no parece indispensable tocar la Constitución para implementarla. Como ya he comentado, el artículo 141 permite encomendar el gobierno autónomo de las provincias a órganos representativos distintos de las Diputaciones, de manera que, en principio, la única reforma necesaria sería la de la Ley de Bases de Régimen Local. Pero admito que la cosa no es tan sencilla, pues si la implantación de los Consejos de Alcaldes supusiera un vaciamiento o una reducción drástica de las competencias provinciales, se lesionaría la autonomía de las provincias consagrada constitucionalmente y la operación no podría llevarse a cabo retocando sin más una ley ordinaria. Por ello la pregunta que yo me hago es qué términos y qué alcance tendría la reforma planteada, algo imposible de deducir de las dos líneas que el pacto dedica al tema.



En todo caso, nos guste o no la solución, no es una solución antiprovincialista. El verdadero antiprovincialismo (una doctrina fuertemente municipalista) condena el vigente modelo de división provincial por cuanto atenta contra el sentido común y contra la historia de nuestra patria, y considera que la existencia de las administraciones provinciales menoscaba la autonomía de los municipios. 

El debate de las provincias tiene mucha más enjundia de lo que nos quieren hacer ver. El quid de la cuestión no son los cientos de sillones de altos cargos ni los más de seis mil millones de euros anuales (y otros siete mil de eundeudamiento) que implican las estructuras provinciales, sino la situación absolutamente insostenible de la administración municipal española. No es admisible que, en pleno siglo XXI, de los 8.125 municipios españoles, 3.800 tengan menos de 500 habitantes y 1.041 menos de 100, situación que se agrava en regiones como Castilla y León, que cuentan con 2.248 ayuntamientos de los que más de 1.000 tienen menos de 500 empadronados y 700 menos de 100. Mientras se mantenga esta coyuntura y no se opte por la fusión de ayuntamientos ni se impulsen las comarcas u otras fórmulas asociativas racionales, tendremos que seguir sosteniendo costosos armazones supramunicipales (llámense diputaciones o como se quiera), auténticos engendros políticos, para prestar servicios a los vecinos de los miles de minúsculos pueblos que configuran nuestra geografía humana.  Además, en la práctica, este modelo equivale a un régimen de tutela y de dependencia institucional difícilmente compaginable con la autonomía local y con el municipalismo que muchos consideramos el pilar fundamental de una sociedad verdaderamente participativa.


Javier de Burgos creó las provincias
Basta analizar la opinión de los ciudadanos de cada región sobre las provincias. En aquellas comunidades autónomas (por ejemplo, las mediterráneas) en las que abundan los pueblos grandes, ricos y dispersos, la gente desconfía del sistema provincial y se muestra muy crítica con la labor de las diputaciones, que estiman superflua y en ocasiones invasiva. Por el contrario, en las regiones del interior, donde predominan las localidades diminutas y sin apenas presupuesto, se tiene un buen concepto de estas administraciones y se las considera imprescindibles para garantizar a todos los vecinos unos servicios públicos de calidad.

Lo ideal, no obstante, sería avanzar hacia formas de organización y gestión municipal que hicieran posible unos ayuntamientos más fuertes y autosuficientes, capaces de administrar sus intereses sin el concurso de patrocinadores e intermediarios. Y no estoy pensando solo en la fusión de entidades locales, que me parece una medida ineludible e inaplazable, sino en las diversas modalidades de asociación y cooperación entre municipios cercanos y vinculados histórica, cultural y económicamente entre sí, empezando por las comarcas, la gran asignatura pendiente en nuestro país. Las comarcas, mancomunidades, comunidades de villa y tierra, áreas metropolitanas y consorcios me parecen alternativas mucho menos artificiales que las provincias sea cual sea el órgano de gobierno de estas.


Más sobre este tema en La pluma viperina: ¡Al carajo las Diputaciones!

martes, 23 de febrero de 2016

PUCELA

Plaza Mayor de Valladolid

Como amante de la historia no puedo dejar de reconocer que esta rama del conocimiento tiene una grave limitación metodológica que siempre lastrará sus pretensiones de disciplina científica. Me refiero a que cuando los historiadores se encuentran con una laguna documental y no pueden justificar con datos objetivos un determinado suceso, se apresuran a especular con indicios muchas veces peregrinos, dejando volar su imaginación. Esta costumbre no sería tan negativa si los autores dejaran bien claro que solo están conjeturando, pero lo habitual, por desgracia, es que traten de sentar cátedra con sus hipótesis y terminen confundiendo a todos los interesados en un determinado tema. Ejemplos de este feo vicio historiográfico lo serían las innumerables tesis sobre la construcción de las pirámides egipcias; la localización de la Atlántida, del Arca de la Alianza o del Santo Grial; el asesinato de Kennedy; la autoría de El Cantar del Mío Cid, o el origen del topónimo Pucela aplicado coloquialmente a la ciudad de Valladolid.

La Pucelle de Orleans
Lo de Pucela mismamente es para hacérselo mirar.  A mí me cuesta creer que historiadores, documentalistas y etnólogos que llevan décadas estudiando el asunto todavía no hayan sido capaces de aclararnos de dónde viene esta curiosa denominación, que todo el mundo coincide en que ha surgido muy recientemente, en algún momento del siglo pasado. Sea como sea aún planean mil interrogantes sobre la cuestión, lo que no ha impedido que cada catedrático o erudito local se haya sacado de la manga su propia teoría, a cual más altisonante. 

Las hipótesis no tienen desperdicio. Veámoslas una por una:

1.- A Valladolid se le llama Pucela porque, según dejó escrito el emperador Antonino, había por estos lares una posada romana llamada Puntea donde los viajeros repostaban y descansaban. Hubo una evolución fonética de Puntea a puteum (pozo), cuyo diminutivo es pucelum.

2.- En el siglo XIV unos caballeros de Valladolid acudieron a Francia para luchar a favor de Juana de Arco (la Doncella Pucelle de Orleans) contra los ingleses que habían invadido parte del territorio galo. A su regreso, dichos caballeros serían apodados “pucelanos' en recuerdo de sus gestas.

3.- Aunque está rodeada de tierras de secano, Valladolid es en realidad un “lugar de aguas” que acoge los cauces del Pisuerga, del Esgueva y del Canal de Castilla, por lo que puede considerarse como una poza, en diminutivo “pozuela”.

Desembocadura del Esgueva en el Pisuerga, uno de mis rincones favoritos de la ciudad

4.- Carlos I convirtió Valladolid en capital de España, pero Felipe II trasladó la capitalidad a Madrid. Cuando Felipe III decidió traerse de nuevo la corte a la ciudad del Pisuerga, los madrileños cogieron tanta manía a los vallisoletanos que se referían a ellos como pulgosos, empleando el diminutivo de pulga en latín: “pullicella”.

Fábrica La Cerámica, en Vadillos
5.- En 1903, el famoso industrial cántabro Eloy Silió fundó la fábrica La cerámica donde hoy se encuentra el vallisoletano barrio de Vadillos, y obtuvo una licencia de distribución exclusiva de una clase de cemento italiano llamado puzolánico, o puzolano para abreviar. Al ser así un producto tan fuertemente identificado con la ciudad de Valladolid, el adjetivo comenzó a aplicarse a los naturales de la capital castellana y, en concreto, a los seguidores del Real Valladolid Club de Fútbol, en aquellos años veinte en que el balompié comenzaba a popularizarse por todo el país.

6.- Hay autores, entre ellos Camilo José Cela, que afirman que llamar Pucela a la ciudad comenzó como una costumbre popular “producida por mera creación, sin que se corresponda con dato, hecho histórico o documento alguno”.

Saco de cemento puzolánico
Insisto en que no me trago que, después de más de un siglo empleándose el término, no exista un mínimo acuerdo sobre su origen. Me parece increíble que a estas alturas los autores sigan pontificando con sus respectivas conjeturas y cada vallisoletano defendiendo alegremente la hipótesis que más le gusta. Estoy convencido de que un análisis exhaustivo de los archivos de prensa de toda España desde principios del siglo XX arrojaría una serie de conclusiones que permitirían, al menos, descartar algunos de los cuentos chinos que he enumerado, sobre todo el de Juana de Arco, que encima es el más popular. Pero da la impresión de que por extraños motivos interesa mantener viva la polémica, el halo de misterio que rodea a este curioso apodo que a mí, por cierto, no me gusta nada.

Desde mi total desconocimiento, a mí las opciones más creíbles me parecen las dos últimas. La del cemento puzolánico la planteó el prestigioso etnólogo Joaquín Díaz.

domingo, 21 de febrero de 2016

OPERACIÓN B.S.O. (44): LA ABEJA MAYA




Uno de mis primeros recuerdos televisivos es la serie de dibujos animados La abeja Maya. Hoy casualmente he encontrado el intro en Internet y me ha sorprendido cómo algunos planos que no veía desde los cinco añitos se han refrescado instantáneamente en mi cerebro como si llevaran allí almacenados toda mi vida. ¡Misterios de ese mecanismo fascinante que es la memoria humana!

La serie es una coproducción japonesa y alemana que se estrenó por primera vez en Japón en 1976 y llegó a España dos años después. Está basada en un libro para niños escrito en 1912 por el alemán Waldemar Bonsels y narra las peripecias de una joven abejita y de su inseparable amigo Willi. Sus 52 episodios nos muestran la vida en la colmena y las escapadas de Maya al bosque para recolectar polen y ayudar a otros simpáticos insectos en apuros, como el saltamontes Flip, el escarabajo Kurt, la señora Abejorro o la mosca Puck, a menudo amenazados por la siniestra araña Tekla, que a mí me daba un miedo tremendo.



Puede que la gente de mi edad ya no recordemos muy bien el argumento o las escenas de estos dibujos, pero la sintonía jamás la olvidaremos, no sé si porque la memoria auditiva es más poderosa que la visual o porque se acabó convirtiendo en un clásico entre las canciones infantiles de los años 70 y 80, enamorando para siempre a toda una generación, igual que las canciones de Marco, Heidi, Dartacan y los tres Mosqueperros, Willy Fog o El inspector Gadget. 

Esta entrañable musiquilla fue escrita por el exitoso compositor checo Karel Svoboda, autor también de la de Tao Tao, que se suicidó en Praga en 2007.

viernes, 19 de febrero de 2016

EL PERDÓN DEL ARZOBISPO

Ayer comenzó el juicio contra la portavoz del Ayuntamiento de Madrid, la podemita Rita Maestre, por los hechos acaecidos en 2011 en el campus de Somosaguas de la Universidad Complutense. El episodio es de todos conocido. Unas quince señoritas capitaneadas por la actual concejala de Bienestar de la capital de España accedieron por la fuerza (empujando a un sacerdote) a la capilla de la Facultad de Psicología, en cuyo interior se desnudaron de cintura para arriba y corearon con un megáfono diversas proclamas anticlericales como “arderéis como en el 36” y “el Papa no nos deja comernos las almejas”. El Fiscal pide un año de cárcel para Rita por un delito contra los sentimientos religiosos. La concejala, que entonces tenía 22 años, ha declarado ante el juez que “no tiene ningún sentido que haya una capilla, ni de de la Iglesia Católica ni de ninguna confesión religiosa, en una universidad pública. Ese era mi mensaje” y que “un torso desnudo no es un gesto ofensivo”.

A pesar de mis tentaciones, no voy a hacer ningún comentario sobre estos sucesos. Elijo morderme la lengua, más que nada por no resultar cansino repitiendo mis opiniones sobre incidentes similares. Todos los seguidores de La pluma viperina saben de sobra qué medidas concretas creo que deberían adoptarse contra esta joven.

Foto del asalto a la capilla de la Universidad Complutense
De quien sí voy a opinar sin cortarme un pelo –y ya lo siento– es del Arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro. Curiosamente la identidad de la líder de las asaltantes no trascendió hasta 2015, cuando Ahora Madrid ganó las elecciones municipales y Manuela Carmena la nombró concejal portavoz. El prelado, entonces, se apresuró a felicitar a la flamante alcaldesa por su victoria y a quitar hierro a la “travesura” de su pupila, declarando que “no hay que exagerar, hay que ponerlo en su lugar", y que "cualquier persona, si de verdad sabe quién está presente realmente en el Sagrario y en la Eucaristía, no haría esas cosas".

Pero eso no es todo. En las últimas semanas, en vísperas del juicio, la militante de Podemos, que está acojonada por su posible condena, ha acudido al Palacio Episcopal a "pedir disculpas" a monseñor Osoro, quien se ha limitado a manifestar que “a veces, a una edad determinada, todos hacemos cosas que después descubrimos que no debieran hacerse así o que deberíamos respetar otras cosas (…) Todos hemos tenido 18 y 19 años. No sé lo que habrán hecho otros, pero sí sé lo que he podido hacer yo". Según fuentes episcopales, el arzobispo considera beneficioso "pasar página" y no va a apoyar la denuncia ni a declarar contra la audaz feminista.

Para mí que el mitrado confunde el culo con las témporas. Me parece perfecto que se avenga a perdonar cristianamente a esta individua, es decir que destierre cualquier asomo de odio o rencor, trate de olvidar su conducta y, si lo desea, ponga a cero el contador de sus sentimientos hacia ella. Nada que objetar, puesto que yo, como católico, también he perdonado a esta hermana mía descarriada, por la que rezo de vez en cuando. Pero ya se sabe que el perdón, en nuestra Fe, exige verdadero arrepentimiento y no está exento de penitencia. Osoro, que aunque parezca un perfecto idiota, no lo es en absoluto, tiene que intuir que a Rita no le atormentan los remordimientos por haber asaltado un oratorio con el pecho al aire vociferando amenazas violentas. Además, como el perdón no excluye el castigo y resulta que monseñor es la máxima autoridad eclesiástica en Madrid, le corresponde defender a los fieles y el buen nombre de la Iglesia, y, por lo tanto, respaldar la denuncia interpuesta y hacer todo lo que esté en su mano para que la descocada izquierdista pague por su delito.

Rita Maestre y su ex pareja Íñigo Errejón

Ya sabemos que lo ideal es que Rita y sus muchachas se hubieran encontrado en la capilla con cuatro o cinco católicos concienciados de veras y, a ser posible, muy impulsivos, pues así el conflicto se habría resuelto de manera espontánea, sin tribunales ni papeleos. ¡Y sin rencores, por supuesto! Pero ya que las cosas han seguido un derrotero legal (y no gracias al Arzobispado, que ni siquiera denunció), lo suyo es que el señor arzobispo se deje de despropósitos y apoye por lo menos la acción legal ejercitada por varias asociaciones, que defienda lo que la Iglesia representa y se abstenga de quitar importancia a un atentado tan grave y gratuito contra la sensibilidad religiosa de millones de españoles.

¿Acaso el Arzobispado renuncia a ejercer sus acciones y derechos legales en el ámbito civil cuando alguien lesiona sus intereses económicos? ¿Acaso no defiende con uñas y dientes sus prerrogativas fiscales y patrimoniales cuando cualquiera las pone en entredicho? ¿Es que no se vuelca todos los años en una intensa campaña para que los contribuyentes marquen la equis a favor de la Iglesia en sus declaraciones? ¡Pues aquí lo mismo! No se entiende tanto rigor defendiendo unas cosas y tanta flexibilidad (por no decir pasividad) con otras. Su Excelencia Reverendísima debería dejar de hacer el payaso y luchar a brazo partido por la dignidad de la Institución, cesar de lamer el culo al gobierno municipal y combatir las humillaciones y faltas de respeto que los rojos y las feministas infligen a los católicos día sí y día también. Lo que tiene que hacer monseñor es ponerse en su sitio y dejar de avergonzarnos a los creyentes.

Lamento tener que expresarlo con tanta crudeza, pero el arzobispo de Madrid se está comportando como una babosa en su esfuerzo por mantener una relación cordial con el Ayuntamiento. Me parece triste que no quiera enterarse de que los planes de Podemos y sus satélites son mearse en la Iglesia, en sus pastores y en sus fieles cada vez que surja la más mínima oportunidad, como vienen demostrando Carmena y Ada Colau desde que tomaron posesión de sus respectivas alcaldías. 

El arzobispo de Madrid se está comportando como una babosa

También me parece penosa la evolución de la Iglesia española en general. La mayoría de sus posturas y reacciones están más condicionadas por su poder real y su capacidad de influencia que por el cumplimento de su misión. En la España de hace cincuenta años, cuando la Iglesia contaba con el máximo respaldo social y político, un arzobispo no solo habría condenado con vehemencia un crimen como el de Rita Maestre, sino que habría desplegado todo su poderío para garantizar una represión ejemplar. Y hoy todo lo contrario. En una Iglesia arruinada, con los templos vacíos, con toda la prensa aireando sus miserias ciertas o inventadas– , la ciudadanía pasando de los curas y los neomarxistas a las puertas del gobierno, ansiosos por arrasar todo vestigio de religiosidad, en una Iglesia así, digo, parece no haber lugar para la honra y la decencia, y nos tiene que tocar un monseñor Osoro que se suba la sotana hasta la cintura y se agache bien agachado para que el rojerío haga con él lo que quiera. Malo es que no proteste por la profanación de la capilla ni por el apoyo explícito de Podemos a esta agresión, pero que encima reste importancia a lo sucedido, disculpe a las responsables y se niegue a perjudicarlas en el juicio es un salivazo en plena cara de los pocos que seguimos respetando el papel de la Iglesia en nuestra sociedad. 

Está visto que debemos ir acostumbrándonos a que la Jerarquía eclesiástica, en su cobarde debilidad, trague con cualquier cosa antes que molestar a los peores enemigos del Cristianismo.


Más sobre este tema en La pluma viperina: ¡Toño, fuera de mi coño!

miércoles, 17 de febrero de 2016

LA PLAYA NUDISTA


No cabe duda de que en el mundo de la publicidad coexisten profesionales ingeniosísimos, con un talento y una creatividad asombrosos, con auténticos tarados que hacen de la mediocridad y de la burda provocación su modus vivendi. Estos últimos consideran que lo importante de un mensaje publicitario es que impacte al público y sea recordado, con independencia de toda consideración ética o estética, e incluso de su relación con el producto anunciado.

Un ejemplo muy reciente es el spot televisivo de la "cuenta nómina" de la entidad de banca electrónica ING Direct, con el que nos llevan machacando unos cuantos meses, al principio con su versión íntegra y últimamente con un resumen de unos pocos segundos. En este anuncio, una anciana de 85 años, suponemos que viuda, llama a sus tres hijos y les pide que la lleven “por primera vez a una playa… nudista”. La historia la narra la voz en off de uno de los hijos, que explica que la buena señora “solo había visto desnudo a mi padre y tenía curiosidad, pero siempre sintió que era algo que no le estaba permitido”. Al final los tres hermanos aceptan acompañarla a la playa naturista y el spot acaba con una imagen de la viejecita sentada frente al mar rodeada de bañistas en pelotas y con el mensaje en pantalla “¿Vivimos condicionados? Cuenta nómina de ING. Siéntete libre de comisiones, libre de condiciones”.

Yo sinceramente no lo pillo. Algo se me escapa. No alcanzo a atisbar ni la más remota relación entre sentirse libre de comisiones bancarias y este singular y nada entrañable– capricho de una vieja más lasciva que un bonobo a causa de su demencia senil. Pero, claro, la parida en cuestión es difícil de olvidar para cualquiera que esté viendo la tele y supongo que de eso se trata. Imagino que la idea es sorprender, crear polémica, provocar risas, o, en fin, cualquier otra reacción excepto la indiferencia. No sé si el sistema es muy efectivo, la verdad, porque antes de escribir este post yo he tenido que buscar el vídeo en YouTube para identificar la empresa anunciante, pues, aunque recordaba perfectamente la anécdota de la abuelita salida, no tenía ni idea de si lo que se publicitaba era un producto financiero, una cadena de residencias para mayores o una comprensa anti-pérdidas.

Estos temas prefiero tomármelos con humor y no hacerme mala sangre, aunque bien mirado no sé si un caso como el de doña Encarnación Flores, que así se llama la mujer, es para reír o para llorar amargamente, sobre todo si nos toca de cerca. Porque, claro, estas cosas parecen muy divertidas cuando le suceden al vecino, pero quizá deberíamos plantearnos qué tal nos sentaría que nuestra madre de casi noventa años nos llamara una tarde por teléfono y nos confesara sus deseos inaplazables de visitar un recinto nudista y pasarse la mañana mirando rabos porque con el de nuestro padre no tuvo suficiente. Yo tengo claro que me daría un buen disgusto y que no tardaría ni media hora en llevarla al médico a por un volante para el neurólogo, el psiquiatra o el especialista que procediera.

De todos modos lo más alucinante del anuncio es que cuando la señora llega a la playa adanista y se acomoda en su silla para contemplar culos y chistorras, puede apreciarse que la muy caradura lleva un vestido que le cubre de los pies a la cabeza. O sea que la vieja, además de ninfómana, es una tramposa de tomo y lomo que pretende darse el lote radiografiando a tíos cachas como Dios les trajo al mundo sin quitarse ella ni las medias. Y cuidado, que no me estoy quejando para nada de que en el anuncio no hayan sacado a doña Encarnación en bolas, ¿eh? Casi que mejor. Solo me pregunto cuántos tortazos me llevaría yo si me meto en la misma playa y me pongo a otear a todas las jovencitas sin quitarme la camiseta ni las bermudas.

domingo, 14 de febrero de 2016

CREED. LA LEYENDA DE ROCKY






La primera entrega de Rocky (1976) es una excelente película que obtuvo tres premios Oscar y de la que me declaro incondicional; Rocky II (1979) es una secuela digna; las taquilleras Rocky III (1982) y Rocky IV (1985), dos productos comerciales pero bien cocinados (aunque la IV parece un videoclip); Rocky V (1990), una bazofia intragable, y en Rocky Balboa (2006), solo apta para forofos, Stallone hace el ridículo subiendo al ring a su edad, aunque el combate con Mason Dixon es vibrante.

 A pesar de la dudosa calidad de muchas de estas pelis y de que las más recientes no dejan de ser burdos señuelos para enganchar a cuarentones nostálgicos, yo estaré en el estreno de Rocky XX, si llega a rodarse, porque me encanta la saga y su filosofía, además del boxeo como deporte. De momento ayer fui a ver, muy emocionado, Creed. La leyenda de Rocky. 

En esta última secuela, Adonis Johnson, un hijo bastardo de Apollo Creed que los guionistas se han sacado de la manga, abandona su prometedora carrera en el mundo de las altas finanzas para abrirse camino en el boxeo profesional. Empeñado en posicionarse en el ranking por sus propios méritos, se niega a utilizar el apellido de su padre, el mejor púgil de todos los tiempos en la categoría de los pesos pesados y, recordémoslo, un villano malo, malísimo, en Rocky I (el personaje de Apollo está inspirado directamente en el campeón Mohamed Ali). Tras ser vetado en los más importantes gimnasios de la costa oeste, acude a Filadelfia para que lo entrene Rocky Balboa, el único boxeador que logró vencer a Apollo. Tras un combate local sin demasiada importancia, se filtra a la prensa que Adonis es hijo de Creed, circunstancia que es aprovechada por el mánager y entrenador del campeón del mundo de los semipesados, el inglés "Pretty" Ricky Conlan (interpretado por el profesional Tony Bellew), para ofrecer al joven afroamericano una pelea en Liverpool con la mayor repercusión mediática, a fin de recuperarse de los últimos descalabros en la popularidad de Conlan a consecuencia de su conducta delictiva.

La película se evalúa rápido. Muy de agradecer que esta vez Rocky se limite a estar en la esquina de Adonis, que ya no está el abuelo para ponerse los guantes, como ha quedado patente en la muy lamentable La gran revancha (2013). Un punto positivo también para la técnica de rodaje de los combates, mucho más realista (aunque menos espectacular y por lo tanto menos "rockesca") que en los filmes predecesores. Si algo caracteriza a esta famosa saga, especialmente a partir de Rocky III, es que sacrifica la fidelidad a las reglas y a la estética del deporte profesional para ganar en espectacularidad cinematográfica, lo que se traduce en que los púgiles prácticamente no se cubran ni se abracen, y se sacudan de continuo unos guantazos espeluznantes que no resistiría ni un bloque de piedra. En Creed las peleas son muchísimo más parecidas a las de los cuadriláteros reales. La forma de plantearlas varía sensiblemente respecto a los Rockys tradicionales, con planos más cortos (que a mí me gustan menos) y no tantos mamporros directos.

Entre sus aspectos negativos, yo destacaría que la trama es demasiado lenta; que es poco creíble que la viuda de Apollo adopte a su hijo natural; que la novia de Adonis (Tessa Thompson) es una actriz penosa; que está muy poco aprovechado el personaje de Ricky Conlan, y que el ritmo de la historia es decididamente inadecuado, pues se deja muy poco metraje para el combate final impidiendo un mejor desarrollo de los rounds (a la mayoría, entre el tercero y el doce, solo se les dedica unos pocos segundos). Para terminar, la película me parece excesivamente parecida al primer Rocky y la nominación de Stallone para el Oscar al mejor secundario es, en mi opinión, inmerecida.

sábado, 13 de febrero de 2016

CACA, CULO, PEDO, PIS





Me llama la atención de los niños pequeños lo mucho que les gusta cualquier tema relacionado con la escatología. Cuando tienen entre tres y seis años no dejan de parlotear sobre el culo, los pedos, el pito, la cuca, el pis, la caca y todas esas cosas.

Alguna vez he intentado buscar una explicación y no lo tengo claro. No sé si habrá alguna teoría freudiana, como para casi todo hoy en día, pero tengo la impresión de que el único motivo es la acentuada curiosidad infantil. Los críos son muy cotillas y les fascina cualquier cosa que esté tapada u oculta, como es el caso de los órganos genitales. También creo que influye en su interés la privacidad que rodea la satisfacción de las necesidades fisiológicas. Ellos observan que los adultos “se esconden”, cierran la puerta, para orinar o hacer “aguas mayores”, e incluso que llevarles a ellos al servicio es todo un ritual que se “celebra” reservadamente y con un cierto halo de misterio. Por eso les hace tanta gracia cualquier manifestación de humor “marrón” y están todo el día preguntando cosas que le dejan a uno… sin palabras.

Ahí van dos ejemplos inolvidables: una escena de La guerra de papá (1977), con un Lolo García muy respondón… y escatológico, y la sugerente canción Caca, culo, pedo, pis, de Enrique y Ana.
 



miércoles, 10 de febrero de 2016

¿QUÉ MÉRITO TIENE SER TU AMIGO?


Tengo un amigo muy querido del que, sin embargo, hay un aspecto que me molesta profundamente, aunque supongo que no debería. Es difícil de explicar.

Esta persona, a la que conozco desde hace unos cuantos años, siempre se ha portado conmigo de forma exquisita. Además de ser, tanto él como su familia, muy buena gente, me parece un tío educado, detallista, preocupado por los demás y extraordinariamente generoso, amén de divertido y de amena conversación.  Por si fuera poco, es digno de mi máxima admiración en varias de sus facetas personales y profesionales, lo cual no es baladí, pues ya he comentado algunas veces lo difícil que me resulta encariñarme con personas a las que no admiro.

¿Cuál es entonces el problema? Pues que es un hombre nada selectivo con sus amistades. Cultiva indistintamente un trato afectuoso con personas muy valiosas en todos los sentidos y con auténtica chusma. Entre sus amigos más cercanos, con los que sale de copas o a comer todas las semanas e incluso se va de vacaciones, se encuentran seres maravillosos que destacan por su educación, prudencia y fiabilidad, pero también auténticos robaperas. Queda y alterna con igual entusiasmo con inteligencias privilegiadas y con tontos de solemnidad, con caballeros y con palurdos, con leales y con traicioneros, con cultos y con iletrados, con fachas y con rojos, con creyentes y con ateos, con desprendidos y con interesados, con educados y con mangarrianes, con comedidos y con bocazas, con sanos y con depravados, con salerosos y con aburridos, con moderados y con plastas, con quien comparte inquietudes y con quien no se le parece ni en el blanco de los ojos.

¿Esto es malo en sí? Para mí muchísimo por dos razones.

Primero porque semejante falta de criba denota una carencia de criterio preocupante. De hecho, rascando un poco, es fácil detectar una cierta superficialidad en muchas de sus relaciones. Mi amigo tiene un don de gentes innegable pero tiende a adoptar en sus círculos amistosos una actitud bastante aséptica hacia todo, una neutralidad que le mantiene a salvo de cualquier roce. Cuenta con una habilidad extraordinaria para evitar en sus conversaciones cualquier tema o comentario susceptible de generar la más mínima fricción, y es incapaz de formular críticas ni reproches de ningún tipo. Este talante, que parece ser la clave de su “éxito social”, en mi opinión le resta mucha autenticidad. Da la impresión de que no tiene sangre en las venas, de que puede sentirse igual de cómodo en compañía de personas de muy distinta catadura, de que no concede ninguna importancia a la calidad humana de sus más allegados.

Y en segundo lugar,  me pregunto qué “mérito” tiene ser amigo de alguien que se junta con cualquiera. Sé que mi postura puede parecer celosa y hasta injusta, pues lo que debería preocuparme es mi relación con él y no los vericuetos de su vida social. Pero no sé. A  mí,  que considero la amistad como el único vínculo social que puede elegirse libremente, que siempre he filtrado de forma meticulosa mis relaciones de confianza y que me gusta sentirme orgulloso de mis amigos y de sus virtudes, me escama que a alguien le dé lo mismo confraternizar con gente honesta y admirable que con camanduleros, que sea tan poco escogido a la hora de construir su reducto íntimo. En el fondo, sin desdecirme ni una coma de los elogios que le he dedicado, pienso que con su forma de actuar en este terreno demuestra un menosprecio por algo tan valioso como la verdadera amistad.

viernes, 5 de febrero de 2016

LUCES Y LIEBRES EN LOS MONTES TOROZOS

En mi provincia no hubo combates durante la guerra civil, pues el Alzamiento tuvo un éxito clamoroso y el bando nacional se hizo inmediatamente con la capital y con todos los pueblos. Se sufrieron, eso sí, a lo largo de la contienda, varios bombardeos republicanos que mataron a doscientas personas.

Lo más crudo de la guerra en Valladolid fue la intensa represión que llevaron a cabo las fuerzas sublevadas. El grueso de estas acciones punitivas lo constituyeron las ejecuciones incontroladas de las llamadas “patrullas del amanecer” o “patrullas de limpieza”, formadas por espontáneos falangistas, monárquicos y guardias civiles que, sobre todo durante el verano del 36, recorrían la provincia en camiones, recogían en los pueblos a los izquierdistas más significados y los fusilaban en las afueras de la localidad o en algún monte. No pocos casos fueron simples venganzas personales.
 
Sin duda las sacas más numerosas y conocidas fueron las perpetradas al sur de la comarca de Tierra de Campos, en los Montes Torozos. Cientos de personas fueron acribilladas a balazos detrás de un encinar junto a la carretera N-601 Valladolid-León, a la altura del cruce hacia Peñaflor de Hornija y Castromonte. Cada noche morían allí decenas de personas antes de la salida del sol. Los patrulleros rara vez enterraban a sus víctimas. Lo más frecuente era que sacaran de la cama, a punta de fusil, a dos o tres labradores de los caseríos cercanos y les obligaran a cavar las zanjas y a completar la inhumación de los muertos. No era raro, sin embargo, dejar muchos cadáveres sin cubrir o sepultarlos solo superficialmente. Al día siguiente los familiares acudían al lugar para intentar identificar a sus seres queridos, pero a veces había un piquete de guardia que se lo impedía.

Durante las horas que duraban las ejecuciones y los enterramientos se cortaba la carretera para evitar testigos.

Monumento a "las víctimas de la represión franquista" en los Montes Torozos tras el ataque que sufrió en 2014

Este rincón del Páramo vallisoletano es todavía un lugar entre mítico y maldito para los lugareños. Yo he oído contar a varios paisanos algunas historias que ponen los pelos de punta.

Una de ellas es que en los años de la guerra y hasta tiempo después a la gente le daba pánico aproximarse siquiera a la zona, pues por la noche, desde todas las carreteras de alrededor, se podían ver unas tenues llamaradas de fuego verdoso elevándose desde la tierra. Es lo que se conoce como fuegos fatuos, producidos en teoría por el gas metano que generan los restos orgánicos al descomponerse, pero que otros consideran un fenómeno paranormal relacionado con las ánimas.

Lo que me extraña es que no haya en la actualidad ninguna leyenda de fantasmas a cuenta de este episodio. Por lo visto los únicos fantasmas que pueden verse en este encinar son los miembros de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica cada vez que organizan uno de sus espectáculos para remover, manipular y politizar esta tragedia del pasado que esperamos que jamás se repita.

Otra anécdota que siempre me ha impresionado es la repugnancia que sienten aún muchos terracampinos, sobre todo los ancianos, hacia la carne de liebre. Aunque la liebre ha sido siempre una pieza de caza emblemática en esta parte de la provincia, parece ser que desde los tiempos de la guerra su carne está vetada en la mesa de muchos hogares de Medina de Rioseco, Villabrágima o Castromonte. ¿El motivo? Que se atribuye a estos animales costumbres carroñeras y se dice que las liebres de toda la comarca se alimentaron de los cuerpos sin enterrar. De nada sirve explicarles que ya han pasado tropecientas generaciones de liebres desde aquellos tristes sucesos. Les sigue dando un asco que no veas. 

lunes, 1 de febrero de 2016

PAÍSES DESANGRADOS


Al juzgar el fenómeno de la inmigración nos obcecamos con los peligros inmediatos que supone para nuestra propia nación, para nuestra economía, empleo, seguridad e identidad, olvidando siempre que  los más perjudicados por los movimientos migratorios masivos son sin duda los países de origen. Para un pueblo consumido por el subdesarrollo o azotado por una crisis financiera no puede haber un drama más terrible que la desbandada de jóvenes en edad de trabajar. La emigración es una vergüenza nacional, un cáncer mortal, una manera de desangrarse perdiendo a chorros los mejores efectivos.

Es un poco como el éxodo rural que comenzó en Castilla hacia los años 60. Los más jóvenes, despiertos, emprendedores y ambiciosos huyeron del arado y de las casas de adobe al olor de las oportunidades y comodidades de la gran ciudad. En el pueblo se quedaron los más conformistas, los más miedosos, los más cómodos... los más tontos. Y hoy no hay más que ver cómo está el campo castellano y quiénes siguen en él.

Los países de emigración larga y sostenida quedan raquíticos e improductivos, resecos como una planta sin savia, anclados en ignorancias y extremismos paralizadores, con el freno echado para siempre. Agonizan mientras las potencias pujantes, las mismas que les hundieron en la miseria con el cuento de la descolonización, les roban impunemente los millones de manos y los millones de pies  que podrían sacarlos a flote.