viernes, 30 de septiembre de 2011

¿EMIGRAMOS?

La crisis empezó en 2008 como una ventolera incómoda y a fecha de hoy se ha convertido en un huracán que amenaza con echar abajo nuestras seguridades más sólidas. Hace tres años la crisis llegó derribando solo a los que andaban sobre la cuerda floja y hoy ya es capaz de voltear a los que nos creemos más amarrados que nadie. Y lo que te rondaré, morena.

El caso es que muchos no nos hemos dado cuenta de la verdadera gravedad del percal hasta que el viento huracanado se nos ha metido en casa o se ha colado en la de familiares o amigos muy cercanos, todos profesionales preparadísimos y cualificadísimos con trabajos estables y muchos años de experiencia.

Lo que hoy quería comentar es que tres de estas personas, por las que yo estúpidamente hubiera puesto la mano en el fuego de que jamás irían al paro, me han contado estas últimas semanas que si las cosas siguen así de chungas, si ellos no encuentran algo decente o sus cónyuges se quedan también con una mano detrás y otra delante, emigrarán sin dudarlo. Uno a Alemania, otro a Reino Unido y otro a Estados Unidos.

Y de verdad no ponían cara de broma al decirlo. Dos de ellos tienen niños e hipoteca, y el otro no, pero los tres, cuyo nivel de inglés, por cierto, es más que aceptable, me aseguraban serios pero sin dramatismos que como la cosa no mejore agarrarán el portante y, hala, al extranjero a buscarse la vida, que seguro que allí valoran mucho más su preparación y su esfuerzo que en este país de pandereta, de sinvergüenzas y de enchufados.
Yo no sé bien qué pensar. A veces sospecho que lo suyo es un farol y que llegada la hora de la verdad, salvo que lleguen a una situación muy, muy extrema, no tendrán cojones de abandonar España y todo lo que España significa para ellos: familia, amigos, raíces, recuerdos y sentimientos. Pero otras veces los noto tan encabronados y obcecados que no me extrañaría nada que cumplieran su promesa.

Yo les digo que, con independencia de mi situación laboral y económica, y salvo situaciones límite, a mí no me sacan de España ni con agua caliente. Ellos me hablan de mejorar, del derecho que todos tenemos a que se premie nuestra valía, a que se nos pague conforme a nuestras capacidades, y yo les digo que, si es por eso, se podían haber largado hace diez años porque ya entonces en Inglaterra les habrían pagado el triple de sueldo por lo mismo que hacían aquí.

Si peligran gravemente su profesión, su dignidad, su bolsa y sus hijos, puedo ser comprensivo, pero la cuestión está en los límites: ¿cuánto deben aguantar antes de pirarse a Londres, a Munich o a Jersey? Porque para mí la emigración, en principio, es un acto vergonzante que hay que evitar como sea, primero por uno mismo y segundo por un mínimo sentido de solidaridad y de patriotismo. Habría que valorar si al que emigra en realidad no le queda otra salida para subsistir o es que prefiere huir a tiempo, como las ratas del barco, en vez de quedarse a bordo remando y achicando agua, arrancándose provisionalmente los galones de capitán para bregar como un marinero.
Doy por sentado que el que emigra en estas tesituras no lo hace por gusto, pero la pregunta es: ¿hasta dónde estaríamos dispuestos a perder dinero, categoría profesional, o a reducir nuestro nivel de vida, antes de hacer las maletas y coger el avión solo de ida?; ¿lo haríamos solo por los hijos en caso de necesidad o también por nosotros mismos simplemente porque viéramos una buena oportunidad de mejorar nuestro estatus?

Para mí responder a esto quizá es más fácil por diversos motivos, entre ellos mi escaso conocimiento de idiomas, mi comodidad y mi provincialismo impenitente, que me hacen huir como de la peste de todo experimento extranjerizante y de todo cambio en mis costumbres sagradas (salvo peligro de muerte). Pero a mayores están las razones patrióticas ya apuntadas: ¿no es más noble intentar quedarse aquí, arrimar el hombro y sacrificarnos para sacar a España del agujero en vez de abandonar la Patria en sus momentos más difíciles?

miércoles, 28 de septiembre de 2011

ENCONTRARÁS DRAGONES


Entre tanta frivolidad cinematográfica, siempre es de agradecer que a alguien se le ocurra rodar una película sobre la vida de un santo. Si además el santo es español y su aportación a la Iglesia especialmente fructífera, el agradecimiento es doble. Y si encima la cinta está ambientada en la guerra civil, seguro que yo la veo con el mayor interés.

Este es el caso de Encontrarás dragones (2011), una producción que en principio me pareció que tenía buena pinta por todo lo dicho y por estar dirigida por Roland Joffé, autor de La Misión (1986).

Sin embargo, al poco tiempo de su estreno y sin haberla visto, empecé a albergar algunas prevenciones contra ella. En primer lugar, un presupuesto de 36 millones de dólares me pareció un poquito rácano para una producción internacional decente. Unos buenos actores y una ambientación correcta y verosímil en los años 20 y 30 del siglo pasado, con escenas bélicas y demás, no suelen salir tan económicos. De hecho, al enterarme de la cifra puse rápidamente en cuarentena el rumor de que la peli había sido financiada por el Opus (perdón, por miembros del Opus a título particular, quiero decir). “No puede ser –me dije - que los chicos de la Obra sean tan tacaños apoyando un filme sobre su Fundador”.

También me llamó la atención de dicho rumor que de La Misión siempre se dijo que había sido financiada por teólogos de la liberación, y, claro, uno piensa: joder con el Joffé, a este le da igual Juana que su hermana…

Otra cosa que me echó para atrás fue el coñazo insufrible que los miembros del Opus de mi ciudad dieron por todas partes para que la gente fuera a verla, sobre todo en colegios y ambientes similares. Los opusinos son muy plastas de siempre, los pobres, pero que alguien dé tanto la vara para que se vea una película es el indicio más evidente de que el producto no vende por sí mismo.

Y efectivamente, cuando he tenido ocasión de ver (hace dos fines de semana) Encontrarás dragones, he comprobado que es una cinta no mala, sino malísima. Los actores, de echarse a llorar. La ambientación histórica, paupérrima y con innumerables errores. El rodaje en inglés, artificial e improcedente (salen documentos y salvoconductos españoles de época redactados en la lengua de Shakeaspeare). El guión, una gilipollez sin pies ni cabeza, con personajes y tramas enrevesadas que sobran a todas luces. Los efectos especiales, bastante cutres. La música, simplona; no dice nada.

Lo más insoportable de todo es ese planteamiento absurdo del periodista investigando la relación de su padre con el joven Escrivá. La historia arranca lentorra y floja, y no engancha en ningún momento por culpa de unos flashbacks mal traídos y un argumento endeble. Solo se salvan algunas escenas sobre la vida del santo y el intento de reflejar la represión contra los religiosos durante la Guerra y el valor de San Josemaría celebrando misas clandestinas y confesando en la Casa de Fieras en esos años turbulentos.


Por lo demás, y desgraciadamente, se trata de una castaña solo apta para forofos incondicionales del Marqués de Peralta, quien, a mi modo de ver, tenía un perfil más enérgico y una actitud más definida hacia el Alzamiento Nacional que lo que se nos muestra en la película, en la que sale todo el tiempo con cara de pasmado.

lunes, 26 de septiembre de 2011

LO QUE PROCEDA

A veces pasa que no tenemos ni idea de algo pero por diferentes motivos no queremos, ni podemos ni debemos admitir abiertamente nuestra ignorancia. En el trabajo yo creo que nos ha pasado a todos, a veces por ser nuevos en un puesto y otras por carecer de la formación adecuada para el mismo.

Sin embargo no todo el mundo disimula igual de bien. Algunos no hace falta que digan nada porque con el careto que ponen al hacerles la pregunta ya adivinamos que no saben ni papa del tema. Otros en cambio le echan una jeta asombrosa y hasta quedan fenomenal.

Recuerdo mi primer día de trabajo. Fue en un puesto con funciones de asesoramiento en el que me llamaban por teléfono y me hacían a bocajarro preguntas muy inquietantes, de cuya respuesta a veces dependía el futuro de un menor o los ingresos anuales de una familia. A pesar de mi preparación, a veces yo no tenía ni puta idea, sobre todo si se trataba de cuestiones muy específicas. La tentación del novato es dar siempre una respuesta rápida, para salvar el ego, arriesgando a veces al 50%, pero yo pronto me di cuenta de que esa actitud podía minar mucho más mi dignidad profesional que reconocer honradamente que en ese momento no podía contestar y que necesitaba un tiempo para estudiar el asunto. Con los años se van cogiendo tablas y luego ya no necesitas meditar para ofrecer soluciones, pero al principio hay que ser honestos.

Pero, vamos, que el tema en cualquier caso es cómo disimular y capear el temporal lo mejor posible. Yo he visto cientos de situaciones así en compañeros de curro, y, la verdad, a veces te partes.

La técnica más valiente es la de un amigo mío que cuando le soltaban un rollo y al final le cascaban la duda de turno, miraba fijamente y muy serio a su interlocutor y le soltaba, con dos cojones, quedándose tan pancho:

- Lo desconozco.

El de la duda decía “ah, vale”, se levantaba, se iba y asunto concluido. Fíjate qué fácil.

Pero hay trucos mucho más depurados. A otra compañera, una jefa con más conchas que un galápago, cuando venía uno de su equipo con un expediente a que le ayudara a salir de algún escollo y ella no sabía ni por dónde cogerlo, se ponía a vocearle:

- ¿Y me vienes con estas? ¿Tú, responsable de la sección de ayudas, vienes a preguntarme el abecé de las subvenciones? –el otro le miraba acojonadico- . Veo que no has estudiado el expediente, porque para preguntarme lo que me preguntas, es que ni te lo has leído. Ponte a ello, por favor, y cuando hayas valorado todas las opciones, hablamos, que no tengo tiempo para estos berenjenales…

Otra táctica vieja es la de la reunión:

- Perdona, Manolo, estamos atascados: ¿esperamos el informe de contabilidad o lo lanzamos todo hoy mismo para que pueda salir esta semana y nos arriesgamos?

- Ummmmm, errrrr….Convoca ahora mismo una reunión con contabilidad, con Fernando y con la empresa, que quiero contar con todos los puntos de vista…

También algunos utilizan la estrategia de la tinta de calamar:

- Oye, jefe, hoy ha salido el Real Decreto en el B.O.E. ¿Vamos a sacar un decreto nosotros o no? Tienes muy poco plazo para decidirlo.

- Esto…pues… buf, el tema es muy complejo y ahora mismo la pelota no está en nuestro tejado. Tienen que pronunciarse los técnicos y valorarlo Hacienda, a ver si es viable, y además a ver qué dicen las demás Comunidades y la Federación de Municipios y Provincias… Vamos a darnos un tiempo...

Pero sin duda, la mejor triquiñuela de todas era la que utilizaba una jefa que tuve hace años y de la que ya he hablado en La pluma. Esta mujer sí que no tenía ni flores de las materias que gestionaba y se pasaba la vida toreando los marrones, enjaretándoselos al que pillara, haciéndose la longuis, disimulando y, eso sí, saliendo en la foto y haciendo un continuo alarde de habilidades directivas y de cercanía a sus subordinados. Lo que pasa es que había un compañero muy cabrón que a la mínima oportunidad conseguía acorrarlarla en una reunión, siempre con bastante público, y le hacía alguna pregunta concreta sobre un expediente para ponerla en ridículo:

- Mari Mar, aprovechando que estamos reunidos, quería plantearte un tema, a ver si nos orientas, por favor.

Ella ponía una cara de mala leche que solo le faltaba resoplar:

- Dime a ver, Juanjo, que andamos muy mal de tiempo.

Y entonces el muy canalla le contaba la película entera:

- Pues verás, es que hemos mandado una notificación sin recibí, y resulta que ha venido la interesada y hemos aprovechado para levantar una diligencia, pero ha vuelto a venir ayer, esta vez con su abogado y, bla, bla, bla, bla -así diez minutos, y concluía- : Entonces, ¿qué hacemos?, ¿practicamos de nuevo la notificación, desestimamos la solicitud directamente, le requerimos de subsanación o le decimos que espere y recurra?

La cara de Mari Mar era la de un jugador de póker: profesional, inescrutable. De pronto se ponía en pie dispuesta a largarse a su despacho, y sentenciaba:

- Lo que proceda, Juanjo. Haced lo que proceda.

viernes, 23 de septiembre de 2011

HISTORIAS DE ESPAÑA VIEJA (XX): LA MÁS BELLA REINA DE TODOS LOS TIEMPOS

Decía Ortega y Gasset, y estoy más que de acuerdo, que, en la elección de la amada, realiza el hombre la más sincera confesión de sí mismo. Aunque conocer fielmente el corazón de un ser humano es una tarea reservada en exclusiva a Dios, sí podría ser cierto que, a través del tipo de mujer que enamora a un hombre, podríamos intentar vislumbrar en la penumbra qué anida realmente en lo más hondo de su espíritu. Sin embargo, considero que conocer, aunque fuera remotamente, a una mujer es una tarea sustancialmente imposible.

Las épocas más gloriosas y fecundas que este cochino mundo ha conocido, nos han llegado a través de las historias y hazañas de hombres extraordinarios o, mejor dicho, de hombres que, a pesar de sus muchas debilidades o incluso bajezas, aspiraban a ser excepcionales. Y es imposible comprender la posibilidad de sus hazañas sin escarbar en su intrahistoria y en las mujeres que amaron.


Helenna de Troya, Cleopatra o Leonor de Aquitania quizás puedan disputar la fama pero no la virtud ni la belleza a Isabel de Portugal, única esposa del César Carlos V.

Isabel, tres años más joven que Carlos, había nacido en Lisboa en 1503. Fruto de la política matrimonial de los Reyes Católicos, cuyo objetivo principal era aislar a Francia, era hija de María de Aragón y del rey de Portugal Manuel el Afortunado. Como la mayoría de las mujeres descendientes de los Trastámara, era alta, esbelta, de cabellos rubios y ojos azules o grises, sin duda herencia de su antepasada Catalina de Lancaster.

Mujeres extraordinarias todas las de esta familia, recordando de forma somera a la sin par Isabel la Católica, a doña Juana la Loca, a Catalina de Aragón, a las hermanas del emperador y a sus hijas y nietas. Sensacionales, algunas veces, hasta la locura.

Desde los 14 años, y tras el fallecimiento de su madre, se hace cargo de la educación de sus muchos hermanos. Su padre, de nuevo, contrajo matrimonio, en este caso con Leonor de Austria, que además de hermana del futuro emperador fue la principal artífice del enlace de su hijastra y a la vez prima.

El 11 de mayo de 1526, se produjo su matrimonio en Sevilla. Es curioso que, entonces, Carlos ya contaba con cuatro hijas bastardas, siendo la primera, Isabel, fruto de sus relaciones con su abuelastra, Germana de Foix, viuda de su abuelo Fernando el Católico, y trece años mayor que Carlos. Éste, además, previamente había estado prometido con su también prima, y aun niña, María Tudor, futura reina de Inglaterra que casaría con un hijo de Carlos: Felipe II.

Locamente enamorados y tras una romántica estancia en Granada, Isabel dará a luz en Valladolid al futuro rey Felipe. Se dice que la fuerza y el sentido de la compostura de esta mujer era tal que durante el parto aseguró que sería capaz de morir antes que de gritar. En total, daría a luz a seis hijos, y Carlos, que al igual que sus antepasados había sido aficionado a las veleidades amorosas, no volvería engendrar un bastardo hasta que quedase viudo.

Se dice que si no hubiera llevado consigo su propio catre, Carlos habría dormido en más de 3000 camas diferentes con motivo de sus viajes a la hora de acudir a batallas, dietas y entrevistas. Tal era la confianza del emperador en su esposa que ésta quedó como regente suya en España durante cinco ocasiones, todas ellas con tal acierto que se convirtió en una de las reinas más queridas por el pueblo. Se rodeó en su corte toledana de poetas como Garcilaso de la Vega y Francisco de Borja que sentía una admiración ciega por Isabel.

Dando a luz a un nuevo hijo, Juan, en 1539, morirá en Toledo. El emperador, desesperado, es incapaz de encabezar la comitiva del entierro y prefiere dejarlo en manos de Felipe y de Francisco de Borja que se ocuparán de conducir el cadáver hasta Granada. Éste, al abrir el ataúd para dar fe a los monjes encargados del sepelio de que efectivamente entregaban el cuerpo de la emperatriz, contempló que la descomposición y los gusanos habían devorado horriblemente el hermoso cuerpo de la mujer a la que adoró. Se dice que, entonces, pronunció aquellas palabras que rimase, creo recordar, el Duque de Rivas:

«No más abrasar los ojos
en sol que apagarse pueda.
No más servir a señores
que en gusanos se conviertan».

Tiempo después, tras enviudar, alcanzaría el generalato de la Compañía de Jesús y la santidad. Por su parte, el emperador, encargaría a Tiziano, para que le acompañara el resto de su vida, un retrato que pudiera considerar digno de ella .

miércoles, 21 de septiembre de 2011

TODOS NOS EQUIVOCAMOS

Hay una frase que repiten muy a menudo, como una coletilla, las personas que acostumbran a cometer muchos errores: “equivocarse es humano”, “todo el mundo se equivoca” o “¿tú no te equivocas nunca?”.

Y tienen razón, porque no hay nada más humano que errar. Lo que pasa es que lo dicen como si todo el mundo metiera la pata con parecida frecuencia cuando lo cierto es que los fallos en el trabajo o en la vida se reparten de forma muy poco equitativa, y si cogiéramos una empresa o un colectivo cualquiera que desempeñe una determinada tarea, comprobaríamos como el 90% de los errores son cometidos por el 5% de las personas.

Es una estadística
similar a la de los accidentes de trabajo: la mayoría de los accidentes laborales los sufren siempre los mismos, una pequeña minoría.

Lo jodido además es que si a ese 5% de se
ñores les encomendáramos una tarea totalmente distinta, incluso si les diéramos a elegir cuál prefieren desempeñar, seguirían armándolas como Amancio y lastrando la organización con su exceso de equivocaciones.

Todo esto queda fatal decirlo tan a las claras pero es una verdad como un templo.

¿Qué hacemos con los inútiles o con los torpes crónicos?, ¿qué hacemos con ese 5% de tipos que urden el 90% de las cagadas?, ¿les decimos que mejor se queden en su silla quietos y sin tocar nada o les echamos a la puta calle, o nos resignamos a que todo el mundo tiene que comer y no queda otra que trabajar con ellos?

lunes, 19 de septiembre de 2011

CAINISMO

Explica Unamuno, en el prólogo de su novela Abel Sánchez, que todas las naciones tienen un pecado nacional que las identifica y que, en el caso de España, es la envidia.

Aunque se podría contemplar desde ángulos más que diversos, entiendo que la envidia no es tanto el deseo de bienes, circunstancias o éxitos ajenos, sino el sufrimiento que pueda surgir al contemplar aquéllos. E incluso, aunque pueda ser discutible, concibo que es humano entristecerse cuando un enemigo triunfa o, más aun, cuando alguien alcanza un premio por el que hemos competido a pesar del afecto que sintiéramos por nuestro competidor.

Vamos, que me parece normal que te fastidie que el vecino ése con que te llevas a matar se haya comprado un cochazo o que un amigo se termine ligando a la chavala que tú también llevabas meses persiguiendo. Hay que saber perder y resignarse, pero eso no significa que fracasar no te duela aunque sea tu propio hermano quien te haya ganado.



Pero lo que nunca podré entender es como la puta envidia puede hacer que algunas personas, incluso siendo inteligentes y muchas veces bondadosas y generosas, se angustien y vean frustradas por los limpios triunfos y la prosperidad de otros que nada tienen que ver con ellos, o, lo que es peor, de amigos, hermanos y familiares.

En el corazón humano, o al menos en muchos, parece residir alguna sustancia oscura latente, deseosa de expandirse y propagarse como un moho, cegando la inteligencia y la bondad del más capaz. Y creo que los fertilizantes que alimentan ese moho, el cainismo, son la frustración y el autoengaño.


Estoy hablando del tipo que, cuando su amigo de toda la vida se liga a la superbuenorra de la clase, a sus espaldas predica que él es tonto y que ella es la más puta del pueblo, cuando en realidad está frustrado por llevar años sin mojar o, más triste aún, trajinándose un costrollo que no se comería ni el ácido.

O de la gordita simpática que cada vez que la amiga rubia, alta y delgada se compra un nuevo modelito en el que ella no entraría ni con una palanca, se repite a sí misma que su amiga es una Barbie presumida, sin pararse a pensar que, para entrar dentro del vestidito, acude al gimnasio cuatro veces por semana y lleva cinco meses sin probar un pastel.

O de la cuarentona que, tras vivir toda la vida de alquiler y cenando tres noches a la semana de restaurante, le espeta al ilusionado hermano que ha logrado, tras años ahorrando, reunir la entrada para la compra de su piso: «Pues es demasiado pequeño y está en muy mala zona.» Hay que ser estúpida, además de una zorra, para decir cosas parecidas y destrozar las ilusiones de alguien. En fin, supongo que todos los lectores conocerán casos similares y los habrán sufrido en sus carnes.


Una de las características que tiene la envidia, y más cuando la frustración previa es elevada, es que anida en el cerebro y destroza el corazón de manera que, únicamente, deja actuar a las tripas, despejando el campo para buen provecho de malvados y astutos.

Pongamos, por ejemplo, el tema de los controladores aéreos hace unos años:

Pepiño Blanco que, a pesar de ser una nulidad académica, es mucho menos estúpido de lo parece, no se cansó de insistir en lo elevado del sueldo de estas personas, muy por encima, supuestamente, de la media europea.

En seguida, y con anterioridad a la huelga de diciembre, todos los juanlanas y las marujas de España empezaron a ladrar contra los controladores y a pedir que les bajaran el sueldo o, mejor aún, que les despidiesen. A ninguno se le ocurrió, por ejemplo, pensar que disfrutaban de derechos adquiridos legalmente o lo gravoso de un ministro de Fomento sin titulación académica adecuada para su cargo. Ningún gañán de Soberano, Farias y tute en el bar pensó que quizás su hijo podría haber estudiado para presentarse a las pruebas, abiertas y libres, de controlador o, mejor aún, que lo realmente vergonzoso es que la relación entre salarios y precios medios de España, en comparación con la europea, es indignante. Y además, así, los sociatas lograron tapar el verdadero problema de fondo, la ruina e intento de privatización de AENA por la mala gestión y el despilfarro de unos políticos que no se harán cargo de sus cagadas.




Pongamos otro ejemplo:

Azuzando la envidia, se logró aceptar como correcta la bajada de sueldo a los funcionarios. ¿Acaso no es la envidia la que habla cuando toca escuchar cosas como que todos los funcionarios son unos vagos o que todas las oposiciones están apañadas? ¿Cuántos de esos genios han puesto alguna vez una reclamación contra un funcionario que no haya cumplido cómo es debido o ha denunciado un proceso de oposición fraudulento? Los que así se explican, además de desear cobijo en la manada, realmente no quieren convencer a su interlocutor sino a sí mismos. No desean, como sería lógico y justo, que sus condiciones laborales mejorasen o que, al menos, se cumpliera fielmente la legislación laboral. Tampoco se les ha ocurrido que el funcionario vago, que abunda, no va a trabajar mejor porque le bajen el sueldo y que el eficiente es muy complicado que se vea motivado para hincarla más con ese tipo de medidas. No. Se engañan a sí mismos tratando de no oír lo que verdaderamente dicen sus tripas: «Si yo estoy jodido, que los demás se jodan más.»

Son tiempos de recortes y de vacas flacas. Y recurrir a sembrar envidias parece que se pone de moda entre los políticos que quieran justificar cualquier recorte. El mes pasado, Esperanza Aguirre, Cospedal y Ana Botella se lanzaron contra los profesores de secundaria, con todo lo que ellas tienen que callar.

Mañana, quien sabe, dirán que los jubilados tienen mucha cara porque con lo que se ahorran en medicamentos se marchan a bailar a Benidorm. O lanzarán a las masas contra los notarios, pidiendo la expropiación del 50% de sus bienes. O contra los canarios porque, ya que no gastan en calefacción, deberían pagar más impuestos.

Me atrevería a corregir a Unamuno, porque el pecado capital de España y el mundo, no es la envidia, sobre todo, es la estupidez.

¡Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes! Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite consigo; pero el de la envidia no trae sino disgustos, rencores y rabias.


Don Quijote.

viernes, 16 de septiembre de 2011

ENCUESTA SOBRE EL FUTURO DE GADAFI


Pregunta: ¿Deseas que capturen a Gadafi?

Duración: 17 días.

Votos: 46

Respuestas:

a) Sí, este tirano tiene que pagar sus fechorías con la pena de muerte. 3 votos (6%)

b) Sí, para que tenga un juicio justo y vaya a la cárcel por sus crímenes. 12 votos (26%)

c) No, Gadafi es una víctima del imperialismo yanqui criminal. 12 votos (26%)

d) No, y ojalá contraataque y gane la guerra contra gringos, al-kaedos, buitres petroleros, libios europeístas traidores y demás chusma. 11 votos (23%)

e) No, es mejor que fusilen al negrito Obama o a los integristas islámicos. 5 votos (10%)

f) Me es indiferente. 0 votos (0%)

NOTA: El 60,9% de los votantes es contrario a la captura de Gadafi.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

FIRMAS "DEMOCRÁTICAS"


La última hijoputez democrática de nuestros políticos ha sido exigir a los partidos sin representación parlamentaria, como requisito para presentarse a las elecciones, las firmas del uno por mil de los electores inscritos en el correspondiente censo electoral. Esta arbitrariedad chusca y bananera ha sido introducida al alimón por el PSOE y el PP en la última reforma de la Ley electoral, a principios de año, y justificada en la exposición de motivos por la necesidad de “salir al paso de prácticas no admisibles desde la perspectiva de la seriedad del procedimiento”, en evidente alusión a aquellos jetas que se inventan candidaturas solo para acceder a los listados del censo con fines propagandísticos.
Pero no nos la cuelan, porque la verdadera intención de nuestra clase política chulesca, dictatorial, macarra y manipuladora es obstaculizar el acceso a las elecciones de las pequeñas formaciones políticas, a fin de reforzar el bipartidismo (el unipartidismo sería muy descarado) y esquilmar las posibilidades de cualquier alternativa revolucionaria o radical.

Si lo que quieren es atajar el mal uso de los censos por los desaprensivos habituales, que investiguen y persigan a quien proceda en vez de joder a todo el personal.

Puesto que a muchos partidos minoritarios les será muy difícil recabar este número de firmas, y mucho menos a nivel nacional (en todas provincias), la novedosa medida del 0,1 % supondrá en la práctica empobrecer más aún el triste panorama ideológico de este país y dejar sin opción de voto a los cerca de dos millones de ciudadanos que hasta ahora se decantaban por partidos sin presencia en el Parlamento.

Entre los grandes paganos de este chanchullo avalado por una Ley Orgánica se encuentran las organizaciones patrióticas extraparlamentarias, que es como yo llamo cariñosamente a lo que muchos conocen por el equívoco apelativo de “extrema derecha” y a las que nos hemos referido en varias ocasiones.

Como era de esperar, el nuevo obstáculo procedimental ha puesto muy nerviosos a estos grupos, que ya sudaban lo suyo para capear con la paridad de género en las listas como para ponerse a recoger 4.500 firmas en Madrid o 500 en Valladolid, por poner dos ejemplos. La traba ha sido percibida en este mundillo como una dura humillación, pues para cumplir con la Ley, si es que lo consiguen, se verán obligados a adelantar su campaña y a quemar a su escasa militancia mandándola a las calles a suplicar una rúbrica a sus vecinos, que generalmente desconfiarán de dejar su nombre y D.N.I. a los “fachas”. Por si fuera poco, el elector que avale a un partido extraparlamentario no podrá hacerlo con otro.
Partidos que hasta ahora venían presentando candidatura en las Generales en casi todas las circunscripciones verán severamente recortadas sus expectativas de que los votantes puedan ver sus siglas en una papeleta.

Sin embargo, tras mucho reflexionar este asunto, yo entiendo que las OPE quizá no deberían inquietarse tanto, ya que la “broma” de las firmas, con ser muy injusta, en el fondo puede beneficiarlas a medio o largo plazo.

En primer lugar, yo llevo años afirmando que casi todas las OPE se perjudican más que otra cosa presentándose a las elecciones. Me harto a decir a quienes corresponde (que jamás me escuchan) que presentar candidatura con sus escuálidos medios humanos y materiales es un derroche de energías inconmensurable. Tal es el esfuerzo de estas organizaciones que podría decirse que dedican más del 70% de su potencial y de su dinero a la farsa electoral, encima con unos resultados vergonzantes que ponen en el mayor de los ridículos su imagen y sus ideas. ¿Por qué no se toman este obstáculo de las firmas como una oportunidad para tomar otros derroteros y encauzar las fuerzas hacia objetivos más razonables en vez de hacer el gilipollas en las urnas, exhibiendo ante 40 millones de españoles su pobreza, su cutrez, su inmadurez y su falta de preparación?

En segundo lugar, la nueva obligación legal, nos guste o no, va a suponer automáticamente la desaparición de la escena patriótica del clásico tonto del bote que con la ayuda de cuatro amiguetes y familiares diseña un partido y se presenta a las elecciones echando más leña al fuego de la actual confusión de siglas y nombres incluso históricos que circulan por estos ambientes. Dicho de otro modo, al final las firmas pueden contribuir a una “sana competencia” o a premiar a los grupos que cuenten con militancia y medios reales y que no sean pura ficción virtual como resulta tan frecuente por desgracia.

Por último, y teniendo en cuenta que en el colorido mundo de las OPE muchas divisiones son interesadas y artificiales, el espaldarazo de las firmitas podría incentivar la fusión o la absorción de formaciones diferentes, o incluso la creación de coaliciones o confederaciones puramente electorales, lo que, en mi opinión, sería muy interesante en algunos casos y según con qué gente.

No me gustaría nada que estas tres reflexiones fueran percibidas por nadie como complacencia con la última reforma de la LOREG; lo único que pretendo es rescatar algún aspecto positivo de la afrenta y ofrecer una visión menos derrotista de la que se aprecia últimamente entre los sufridos, y casi siempre desencaminados, militantes patriotas.

lunes, 12 de septiembre de 2011

EXPRESIONES TAURINAS

Desde niño me gusta ver los toros por la tele y siempre me ha atraído la Fiesta y el ambiente taurino, aunque como nadie de mi familia (salvo mi abuelo, que murió pronto) ni mis amigos eran aficionados, nunca había tenido ocasión de asistir en vivo a una corrida. Y aunque ya llevábamos dos o tres años diciendo Leonardo y yo que teníamos que ir a la plaza un día en fiestas, no nos hemos decidido hasta esta Feria, en la que hemos sacado entradas para ver a Fran Rivera (Paquirri), a El Cid y al espectacular Fandi.

Estuvimos anteayer y lo hemos pasado tan bien que nos hemos comprometido a ir al menos una vez al año y, si es posible, conseguir una localidad en Las Ventas en el próximo San Isidro.

Aunque las faenas de El Fandi y de El Cid estuvieron francamente bien, sobre todo las vistosas banderillas de aquel, a mí lo que más me gusta es el ambiente castizo de la plaza, lo elegante que se pone la peña. No hay duda de que esto de los toros es de gente de orden como Dios manda. En la puerta, al entrar, había una cuadrilla de antitaurinos furiosos voceando “que no, que no, que no nos representan”, que todavía estoy pensando qué coño tendrá que ver con el maltrato animal, pero ya se sabe que los idealistas Indignados están en todos los ajos.

Pero lo mejor son los comentarios que hace la gente en los tendidos, sobre todo los taurinos más veteranos. Me encantan esas expresiones tan originales y ocurrentes relacionadas con el mundo de la tauromaquia que se oyen continuamente a tu alrededor, muchas veces a gritos. Voy a recordar aquí las que me hicieron más gracia la otra tarde:

1.- Una señora mayor, justo delante de nosotros, que nos dejó baldados con los tres purazos que se fumó, le chilló a Paquirri cuando pifió el estoque: “¡Llevas 15 años y no has aprendido nada! ¡Ni aprenderás!”. Jo, qué duras son las mujeres. A mí me dice eso mismo mi señora cuando limpio la cocina.

2.- En mitad de un capotazo, tras la suerte de varas, el morlaco muge. Un vejete grita a mi espalda: “¡Le ha llamao de todo!”

3.- El primer toro de la tarde fue malísimo. Se alejaba del capote en cuanto podía. Un patilloso chuleta a nuestro lado le vocea al maestro: “¡Al final tendrás que ir corriendo detrás de él!”

4.- Uno muy simpático, que igual tiene más años que Matusalén, pero yo nunca lo había oído: Fran Rivera pincha en hueso al ir a matar y se oye rugir entre el público: “¡Se te ha caído una oreja!”

5.- “¡Están domesticaos!”, suelta un garrulo al ver lo flojito que era un astado.

6.- Y el mejor, el que me provocó unas carajadas irreprimibles: No recuerdo si fue El Cid o Paquirri el que clavó fatal un par de banderillas, muy bajas, en el costado, y un gracioso a mi espalda pega un berrido: “¡Un poco más y se las pones en los cojones!” ¡Insuperable!

Creo que merecería la pena recopilar estas genialidades tan españolas y dedicar un post monográfico. Iremos tomando nota. Si alguien se sabe más, que las ponga, por favor.

sábado, 10 de septiembre de 2011

RELEYENDO "EL PADRINO" (20): TODO ESTO ES NUEVO PARA MÍ


¿Qué es mejor: responder de frente y con vehemencia cuando somos víctimas de una ofensa o un abuso, o tantear primero el terreno e incluso callar en ese momento a la espera de una ocasión mejor para defendernos o devolver el golpe? ¿Una actitud premeditadamente cautelosa ante un insulto es síntoma de cobardía o más bien de astucia sobre todo cuando las fuerzas son desiguales o no es el lugar ni la ocasión de contraatacar como es debido? ¿La pasión y la sangre caliente son siempre buenas aliadas para defender nuestro honor o nuestros intereses, o es más sabio actuar taimadamente aprovechando las circunstancias más idóneas, el factor sorpresa o incluso ganándonos la confianza de nuestro enemigo?

El siguiente pasaje es una buena muestra de lo que pensaba el joven Vito al respecto.



"El trabajo se desarrolló sin complicaciones. Vito Corleone se sorprendió de no sentir miedo cuando sus dos compañeros encañonaron al conductor del camión. Lo que más le impresionó fue la sangre fría de que hicieron gala, bromeando con el conductor y asegurándole que si se portaba bien le enviarían algunos vestidos de seda para su esposa. A Vito no le hacía gracia la idea de ir de casa en casa vendiendo vestidos, por lo que ofreció la totalidad del lote que le había correspondido al comprador de objetos robados, un mayorista italiano. Sólo ganó setecientos dólares, pero en 1919 se trataba de una suma nada despreciable.

Al día siguiente, Vito Corleone fue abordado en la calle por el elegante Fanucci. El extorsionador tenía un rostro desagradable, sobre todo desde que mostraba la cicatriz de la herida que le habían infligido aquellos tres jóvenes y que él ni siquiera trataba de ocultar. Sus cejas eran negras y espesas, y sus facciones duras. No obstante, cuando sonreía no era repulsivo del todo. Habló con un fuerte acento siciliano:

—Me han dicho que tú y tus dos amigos sois ricos, muchacho; pero ¿no crees que habéis sido un poco desconsiderados conmigo? Después de todo, éste es mi distrito, y creo que merezco otro trato... Deberíais dejarme meter el pico.


Empleó la frase de la Mafia italiana: «Fari vagnari a pizzu». «Pizzu» significaba el pico de un pájaro pequeño, por ejemplo el canario.


Siguiendo su costumbre, Vito Corleone no respondió. Comprendió perfectamente lo que Fanucci quería decir, pero hubiese preferido que hablara con mayor claridad.

Fanucci sonrió ampliamente, mostrando sus dientes de oro. Se pasó el pañuelo por la cara y se
desabrochó la chaqueta, como si tuviera mucho calor, aunque lo que en realidad pretendía era que Vito Corleone viera la pistola que llevaba en la cintura.

—Dame quinientos dólares y olvidaré el insulto —dijo Fanucci—. Al fin y al cabo, los jóvenes
desconocéis las consideraciones debidas a un hombre como yo.

Vito Corleone sonrió tímidamente a Fanucci, quien, al ver la expresión entre ingenua y asustada del joven, prosiguió:

—Si no lo haces, la policía irá a tu casa, y tanto tú como tu esposa y tus hijos, además de soportar la vergüenza, os veréis en la indigencia. Naturalmente, si la información que poseo acerca de tus
ganancias es incorrecta, estoy dispuesto a rebajar la cantidad, pero en ningún caso aceptaré menos de trescientos dólares. Y no trates de engañarme.

Por vez primera, Vito Corleone abrió la boca. El tono de su voz era razonable, tranquilo y cortés, como correspondía a un joven que se dirigía a una persona mayor y de reconocida importancia.

—Mis dos amigos todavía no me han entregado mi parte —dijo—; tendré que hablar con ellos.


—Pues diles lo mismo que te he dicho a ti. De ese modo me ahorraré el trabajo de ir a hablarles. No tengas miedo. Clemenza y yo nos conocemos muy bien; es un hombre que comprende estas cosas. Déjate guiar por él. Tiene más experiencia en estos asuntos.

Vito Corleone simuló sentirse asustado.


—Usted comprenderá que todo esto es nuevo para mí —alegó—. Gracias por haberme hablado como lo ha hecho.


—Eres un buen muchacho —dijo Fanucci, emocionado. Tomó la mano de Vito entre las suyas y
añadió—: Eres respetuoso, y esto es muy importante en un hombre joven. La próxima vez habla primero conmigo ¿eh? Tal vez pueda ayudarte.

Muchos años más tarde, Vito Corleone comprendió que lo que entonces le llevó a dirigirse con tanto respeto a Fanucci fue el haber presenciado la muerte de su propio padre, un hombre apasionado que había sido asesinado por la Mafia, allá en Sicilia. Pero en ese momento lo único que sintió fue un frío odio hacia Fanucci, que pretendía robarle parte del dinero que había conseguido a costa de arriesgar su libertad y aun su vida. No tuvo miedo alguno. Lo que Vito Corleone en realidad pensó fue que Fanucci era un pobre loco, pues estaba convencido de que Clemenza se dejaría matar antes que desprenderse de un solo centavo (¿acaso no se había mostrado dispuesto a matar a un policía sólo por robar una alfombra?). Y en cuanto al melancólico Tessio, era frío como una víbora, e igual de mortal."

miércoles, 7 de septiembre de 2011

HISTORIAS DE ESPAÑA VIEJA (XIX): ¡VIKINGOS!

Aunque los dibujos de Vicky el Vikingo, la peli de Kirk Douglas y los cómics y otros géneros de ficción los representan como simpáticos aventureros con cuernos en los cascos que navegaban en barquitos de velas cuadradas con un dragón en la proa, lo cierto es que los vikingos eran más bien unos paganos hijos de puta que se pasaron toda la Alta Edad Media sembrando el terror en Europa con sus brutales ataques a zonas costeras, en los que saqueaban, asesinaban, violaban y secuestraban a mansalva.

Normalmente durante esta época se los llamaba “normandos” (hombres del norte). Se trataba de bárbaros sin romanizar ni cristianizar, normalmente politeístas, originarios de Escandinavia, que basaban su economía en la piratería y en el pillaje. Aunque sus incursiones en España no han sido demasiado estudiadas, se han documentado al menos cuatro grandes ataques protagonizados por salvajes daneses y noruegos (sin duda antepasados de Anders Breivik). En la Colegiata de San Isidoro en León se conserva el único resto arqueológico vikingo de nuestro país: una pequeña caja fabricada con asta de ciervo.

El asalto más antiguo que se conoce data del año 844, cuando, por culpa de una tormenta, una flota normanda que acababa de arrasar Tolousse, acabó en la costa cantábrica e intentó hacer de las suyas en la pequeña aldea (hoy La Coruña) que existía al pie del Faro de Hércules. Pero el rey astur Ramiro I los derrotó, ejecutó a cientos de guerreros y les quemó 70 barcos.

Los restos de la vikingada partieron hacia el sur, huyendo como conejos, y tras recibir otro buen correctivo en Lisboa, remontaron el Guadalquivir, tomaron la ciudad de Sevilla, quemándola hasta los cimientos, y organizaron razias a caballo por los alrededores, hasta Córdoba, para incautarse de botín, esclavos y prisioneras sexuales. Pero esta vez fue el moro Abderramán III quien dio su merecido a los nórdicos cornudos; con sus tropas consiguió expulsarlos de la Sevilla musulmana sin dejar de hostigarlos duramente desde las orillas del río, hasta que, tras mucho parlamentar, accedieron a entregar a todos los rehenes que llevaban a bordo. A pesar de este trato, el emir hizo trampa y cuando los alcanzó de pleno en Tablada, fueron degollados casi todos y colgados sus cadáveres de las palmeras.

El segundo ataque, solo catorce años después, fue el más espectacular. Nuevamente hubo escaramuzas en el Reino de Asturias, también en Galicia. Esta vez los caudillos Hasting y Bjorn, que comandaban una armada de cien naves, fueron derrotados por Ordoño I en Ira Flavia y luego dieron la vuelta entera a la Península, cometiendo tropelías en las islas Baleares, hasta llegar a la altura de los Pirineos. Pero en su camino subieron por el Ebro hasta Pamplona y lograron secuestrar al rey García Íñiguez de Navarra, al que solo soltaron previo pago de 70.000 dinares.

Cien años más tarde, a mediados del siglo X, una partida de mercenarios daneses regresó a tierras gallegas y causó estragos e incendios en diversas regiones, e incluso derrotó a un ejército de labriegos, hasta que por fin una coalición entre el Obispo de Compostela y los condes locales logró expulsar a Vicky el Vikingo casi de milagro.

Pero la más gorda se organizó en el 968, cuando el facineroso rey Gunrod, al mando de más de cien bajeles con cabezas de dragón, venció a las tropas del Obispo de Santiago (que murió en la batalla) y desparramó a sus hombres por toda Galicia, hasta la frontera con León, devastándolo todo a su paso. Pero cuando regresaba al puerto de Ferrol para escapar con lo robado, el Conde Gonzalo Sánchez le salió al encuentro con una leva de campesinos damnificados y exterminó a todos sus hombres, incluido él, como a cucarachas, no dejando ni un cuerno ni un barco en pie. Como recuerdo de esta última invasión quedaron totalmente calcinadas las ciudades de Tuy, Braga y Orense.

Este fue el final de las aventuras vikingas en nuestro territorio, aunque los cronistas cuentan que el mismísimo Olaf Haraldsson, fututo rey noruego, vino a dar por saco en el año 1015 y se coló por el Miño para hacer caja en unas cuantas aldeas. También se habla de otro episodio de menor importancia en 1028 protagonizado por un tal Ulf (¡uf…!).

Por muchos siglos que hayan transcurrido y por mucho que nos vendan su supuesta cultura avanzada, su súper sistema educativo y sus modélicos servicios sociales, yo sigo pensando que los escandinavos en el fondo no son más que unos bárbaros del norte y que una invasión romana a tiempo y diez siglos más de cristianismo les hubieran venido como el comer.

lunes, 5 de septiembre de 2011

LA CÁRCEL ES PARA POBRES

Recuerdo, de cuando estudié derecho penal, criminología y política criminal, que los autores marxistas siempre sostenían que la pena de prisión es un instrumento del capitalismo para dominar a los que tratan de quebrantar el orden económico vigente, es decir un invento de los ricos para tener controlados a los pobres. Como prueba de ello esgrimían que más del 95% de la población reclusa es de extracción muy humilde o marginal.

Yo estuve un tiempo pensando que exageraban demasiado y que la cárcel no es más que una forma de proteger físicamente a la sociedad de los elementos más peligrosos. Porque las gaitas esas de la rehabilitación en los centros penitenciarios no se las cree ni un niño.

Pero según he ido reflexionando estos años, con el Código Penal delante, he llegado a la conclusión de que los comunistas no van tan desencaminados, ya que en el derecho de las democracias liberales existe un conjunto de figuras jurídicas que no es que estén diseñadas para que solo vayan a chirona los pobres, sino más bien para que los ricos ni la huelan, lo que en el fondo es igual porque a la larga, gracias a estos mecanismos, los únicos que chupan barrotes son los marginados, los parados, los que no tienen trabajo, ni patrimonio ni fuente alguna de riqueza.

En el caso de nuestro derecho penal reciente y vigente, estas figuras son básicamente cuatro: la pena de arresto de fin de semana (derogada hace seis años), la pena de localización permanente, la pena de trabajos en beneficio de la comunidad y la suspensión de la ejecución de las penas privativas de libertad. Vamos a explicar brevemente en qué consisten.

El arresto de fin semana consistía en castigar al delincuente con un número reducido de fines de semana (períodos de 36 horas de viernes a domingo) recluido en una celda aislada y separada del resto de reclusos en un centro penitenciario.

La localización permanente es un arresto domiciliario, es decir quedarse en casa localizable telefónicamente un tiempo determinado, que la sentencia puede establecer que sea discontinuo, o sea también los fines de semana.

Con los trabajos comunitarios el juez te condena normalmente a realizar un breve voluntariado social, bajo la tutela de un monitor, o a veces a asistir a unos cursillos de concienciación para jóvenes violentos o agresores “machistas”.

Y por último, la suspensión de condena consiste en que el juez, si así lo estima oportuno, puede impedir que ingresen en prisión aquellas personas sin antecedentes cuando la duración de su condena de cárcel no supere los dos años.

La característica común de estos cuatro instrumentos es el amplio margen de maniobra que tiene el órgano jusrisdiccional. Así en los tres primeros, el Código suele permitirle elegir discrecionalmente entre aplicar estas penas u otras (la cárcel pura y dura), ya que puede sustituir el ingreso en prisión por estas penas lights según le parezca, y en el caso de la suspensión el señor juez siempre es libre de concederla o no en función de parámetros más bien subjetivos como por ejemplo la peligrosidad del sujeto.

Y ahora viene la pregunta del millón: ¿Por qué se prevén estas medidas tan curiosas en el ordenamiento jurídico criminal? Y la sencilla respuesta: Para evitar que la gente bien, las personas decentes, con sueldo fijo, con hipoteca, con familias estructuradas, con pelas para consumir, pisen el trullo ni un día. Así de claro.

El Sistema se ha inventado estas triquiñuelas para “castigar” aquellas conductas que entiende pueden ser llevadas a cabo, en un momento dado, por error, por una persona socialmente integrada. Por eso mismo, las penas que he explicado se vienen aplicando desde su invención sobre todo a niños de papá que hacen el gamberro el finde (skins, grafiteros), a gente "de orden" que conduce mamada como una cuba, a maridos normales que han abanicado a la parienta, y, en fin, a ciudadanos "corrientes" que un día meten la pata, porque todos tenemos derecho a equivocarnos, hombre. En cambio, a los marginatas barriobajeros, gitanos, drogatas, parados de eterna duración que mangan en el metro, inmigrantes sin un duro y demás pobretones siempre les caen encima unos cuantos años de sombra directamente, sin preguntar.

¿No es en el fondo una injusta forma de control de los colectivos más desfavorecidos?

Porque yo soy partidario de democratizar la cárcel al 100% y de que se meta en ella a todos aquellos, pobres o ricos, que tengan comportamientos dañinos y antisociales, sin medias tintas discriminatorias. Si un chavalín de buen barrio agrede a un mendigo, se carga una farola o conduce ebrio debería ir a la cárcel el tiempo que sea, incluso solo una semana si la falta es menor, pero jamás escaquearse de cruzar rastrillos por su condición social o por su perfil familiar con esos subterfugios clasistas de la localización permanente o de los dichosos cursos para ser buen ciudadano. Que le suelten cuatro días en el patio de Carabanchel y verás como no vuelve a hacer el gamba en su vida.

Está muy subestimado en estos tiempos el poder preventivo y persuasivo de la privación de libertad, que debería utilizarse con mucha más alegría e igualitarismo para meter en vereda a mucho niñato cabrón que se descojona del mundo cuando le suspenden la condena por abuso sexual al no tener antecedentes o le mandan a cuidar viejecitos por haber apaleado a un negro.