sábado, 10 de septiembre de 2011

RELEYENDO "EL PADRINO" (20): TODO ESTO ES NUEVO PARA MÍ


¿Qué es mejor: responder de frente y con vehemencia cuando somos víctimas de una ofensa o un abuso, o tantear primero el terreno e incluso callar en ese momento a la espera de una ocasión mejor para defendernos o devolver el golpe? ¿Una actitud premeditadamente cautelosa ante un insulto es síntoma de cobardía o más bien de astucia sobre todo cuando las fuerzas son desiguales o no es el lugar ni la ocasión de contraatacar como es debido? ¿La pasión y la sangre caliente son siempre buenas aliadas para defender nuestro honor o nuestros intereses, o es más sabio actuar taimadamente aprovechando las circunstancias más idóneas, el factor sorpresa o incluso ganándonos la confianza de nuestro enemigo?

El siguiente pasaje es una buena muestra de lo que pensaba el joven Vito al respecto.



"El trabajo se desarrolló sin complicaciones. Vito Corleone se sorprendió de no sentir miedo cuando sus dos compañeros encañonaron al conductor del camión. Lo que más le impresionó fue la sangre fría de que hicieron gala, bromeando con el conductor y asegurándole que si se portaba bien le enviarían algunos vestidos de seda para su esposa. A Vito no le hacía gracia la idea de ir de casa en casa vendiendo vestidos, por lo que ofreció la totalidad del lote que le había correspondido al comprador de objetos robados, un mayorista italiano. Sólo ganó setecientos dólares, pero en 1919 se trataba de una suma nada despreciable.

Al día siguiente, Vito Corleone fue abordado en la calle por el elegante Fanucci. El extorsionador tenía un rostro desagradable, sobre todo desde que mostraba la cicatriz de la herida que le habían infligido aquellos tres jóvenes y que él ni siquiera trataba de ocultar. Sus cejas eran negras y espesas, y sus facciones duras. No obstante, cuando sonreía no era repulsivo del todo. Habló con un fuerte acento siciliano:

—Me han dicho que tú y tus dos amigos sois ricos, muchacho; pero ¿no crees que habéis sido un poco desconsiderados conmigo? Después de todo, éste es mi distrito, y creo que merezco otro trato... Deberíais dejarme meter el pico.


Empleó la frase de la Mafia italiana: «Fari vagnari a pizzu». «Pizzu» significaba el pico de un pájaro pequeño, por ejemplo el canario.


Siguiendo su costumbre, Vito Corleone no respondió. Comprendió perfectamente lo que Fanucci quería decir, pero hubiese preferido que hablara con mayor claridad.

Fanucci sonrió ampliamente, mostrando sus dientes de oro. Se pasó el pañuelo por la cara y se
desabrochó la chaqueta, como si tuviera mucho calor, aunque lo que en realidad pretendía era que Vito Corleone viera la pistola que llevaba en la cintura.

—Dame quinientos dólares y olvidaré el insulto —dijo Fanucci—. Al fin y al cabo, los jóvenes
desconocéis las consideraciones debidas a un hombre como yo.

Vito Corleone sonrió tímidamente a Fanucci, quien, al ver la expresión entre ingenua y asustada del joven, prosiguió:

—Si no lo haces, la policía irá a tu casa, y tanto tú como tu esposa y tus hijos, además de soportar la vergüenza, os veréis en la indigencia. Naturalmente, si la información que poseo acerca de tus
ganancias es incorrecta, estoy dispuesto a rebajar la cantidad, pero en ningún caso aceptaré menos de trescientos dólares. Y no trates de engañarme.

Por vez primera, Vito Corleone abrió la boca. El tono de su voz era razonable, tranquilo y cortés, como correspondía a un joven que se dirigía a una persona mayor y de reconocida importancia.

—Mis dos amigos todavía no me han entregado mi parte —dijo—; tendré que hablar con ellos.


—Pues diles lo mismo que te he dicho a ti. De ese modo me ahorraré el trabajo de ir a hablarles. No tengas miedo. Clemenza y yo nos conocemos muy bien; es un hombre que comprende estas cosas. Déjate guiar por él. Tiene más experiencia en estos asuntos.

Vito Corleone simuló sentirse asustado.


—Usted comprenderá que todo esto es nuevo para mí —alegó—. Gracias por haberme hablado como lo ha hecho.


—Eres un buen muchacho —dijo Fanucci, emocionado. Tomó la mano de Vito entre las suyas y
añadió—: Eres respetuoso, y esto es muy importante en un hombre joven. La próxima vez habla primero conmigo ¿eh? Tal vez pueda ayudarte.

Muchos años más tarde, Vito Corleone comprendió que lo que entonces le llevó a dirigirse con tanto respeto a Fanucci fue el haber presenciado la muerte de su propio padre, un hombre apasionado que había sido asesinado por la Mafia, allá en Sicilia. Pero en ese momento lo único que sintió fue un frío odio hacia Fanucci, que pretendía robarle parte del dinero que había conseguido a costa de arriesgar su libertad y aun su vida. No tuvo miedo alguno. Lo que Vito Corleone en realidad pensó fue que Fanucci era un pobre loco, pues estaba convencido de que Clemenza se dejaría matar antes que desprenderse de un solo centavo (¿acaso no se había mostrado dispuesto a matar a un policía sólo por robar una alfombra?). Y en cuanto al melancólico Tessio, era frío como una víbora, e igual de mortal."

7 comentarios:

Nagore dijo...

Depende...
No hay mayor desprecio que no hacer aprecio, hay personas que no merecen respuesta y sin embargo hay otras a las que merece la pena mandarlas a la porra al instante (más vale 5 minutos colorao que toda la vida amarillo).

La pasión y la sangre caliente, para quererse mucho y vivir la vida, para todo lo demás... templanza y sangre fría, muy fria (que te puedes equivocar o arrepentir).

Lo que es de cobardes y traidores además de rencorosos e infelices, es guardarla de por vida hasta que la puedas devolver.

Ganarme la confianza de mi enemigo para después joderle? Jamás!!! le ignoraré mientras viva.

Al final cada individuo tiene lo que se merece y es la vida misma (y los demás) quienes le ponen en su sitio.

Nagore dijo...

Pero siempre de frente!!!

sefo dijo...

Es distinto ser inteligente y no dejarse llevar por el impulso que actuar sibilinamente a traición, a lo mejor si alguien te pone en ridículo en público no te interesa reaccionar en ese momento o prefieres no montar el pollo pero pasar de él a partir de ese momento, pero otra cosa es esperar a devolverla porque es verdad que es de infelices.

Capitán Alatriste dijo...

Comparto su admiración por esta trilogía basada en el libro de Mario Puzzo, películas que para mi gusto son la mejor obra cinematográfica hasta la fecha.

Las preguntas que se hace podrían resumirse en: ¿actuar como Sonny o como Michael?

Aunque son ejemplos llevados al extremo, ambos finales fueron trágicos. La sangre caliente de Santino le acarreó una vida llena de enfrentamientos y un final conocido, pero no menos mala fue la vida de Michael, atormentado por su pasado (no quisiera dar más detalles para aquellos lectores que aún estén por descubrir esta obra de arte), perfectamente ilustrado en el final de El Padrino II, cuando está recordando los viejos tiempos mirando al Lago Tahoe.

Bajando a la vida cotidiana de cualquiera, creo que los años aconsejan mantener la cabeza fría y no mostrarse vehemente ante las adversidades, templanza que se valora más que el ir siempre a tumba abierta, por mucho que les pese a quienes defienden orgullosos que ellos siempre dicen lo que piensan (aunque no piensen lo que dicen).

No obstante, tampoco puede caerse en ser un pusilánime y el dejarse atropellar.

Un saludo.

Dulcinea dijo...

Yo soy de reaccionar en ese momento, si me pisan salto cuando me pisan y esperar a hacerlo más tarde me parece que no es normal salvo que seas un retorcido.

El Subdirector del Banco Arús dijo...

Pues generalmente, y aunque me suele acarrear muchos problemas, suelo ser de los de reaccionar al momento, desenfundar el mandoble y cortar cabezas.

Me suele perder la sangre pero prefiero eso a llegar a casa con la sensación de no haber hecho nada.

Zorro de Segovia dijo...

esta es mi teoría: cuando eres un niño, no tienes experiencia ni fuerza suficiente para enfrentarte a nada. Cuando eres viejo, la prudencia se mete por delante de cualquier reacción. No obstante, un joven, un hombre en plenitud de facultades físicas y con la garra intacta, no debe dejarse pisar. Es su deber luchar contra el abuso, si no quiere que sus hijos y sus abuelos, más débiles, lo sufran.