lunes, 31 de mayo de 2010

GAFES

Todos conocemos o hemos conocido a algún tío gafe. Los gafes son esas personas que parecen coronadas por una aureola de malísima suerte y hagan lo que hagan, todo les sale mal. Parecen el imán de todas las desgracias. Cualquier actividad que emprendan, se va al garete; les abandonan todas sus parejas o les ponen los cuernos; se quedan en paro cada dos por tres y, por si fuera poco, sufren toda clase de contrariedades cotidianas en forma de olvidos, malas noticias, marrones e incluso pequeños o no tan pequeños accidentes.

Sinceramente no creo que los azares se repartan de forma tan injusta entre las personas y que de verdad haya gente tan malhadada que, por algún destino mágico o caprichoso, atraiga por sí misma todas las desdichas. Más bien me parece que en la mayoría de los casos (al menos en los que yo conozco) se trata de un problema de carácter y/o de actitud.

Los gafes que yo conozco presentan todos un perfil muy similar. Suele tratarse de gente con la autoestima muy baja y con cierta tendencia a la depresión. Y es matemático: cuanto más baja tenemos la moral, menos atentos estamos y menos interés ponemos en gestionar con diligencia nuestros asuntos del día a día y en llevar a buen término nuestros proyectos. En otras palabras, cuanto más tristones y pesimistas nos ponemos, más tendemos a cagarla. Y por eso a los tipos de naturaleza melancólica y negativa, se las acaban dando todas en el mismo carrillo. Eso sí, ellos balbucean siempre que tienen muy mala suerte y encima hay muchos que se lo creen y les acaban etiquetando, generándose una especie de círculo vicioso en el que el supuesto gafado termina teniendo una imagen de sí mismo y de su vida que en nada le ayuda a organizarse bien y a tomar decisiones firmes, serenas e ilusionadas, que son las que llevan al triunfo.

Con ejemplos se entiende todo mucho mejor. Imaginemos a Mengano, un chaval que, por mala suerte real, lleva años sin encontrar trabajo. Como está muy jodido, no le apetece salir mucho, así que descuida su aspecto y cuando queda con su novia no hace más que quejarse y transmitirle su sentimiento pesimista y de agobio. La novia se acaba quemando y le planta por uno más optimista con el que pueda ser feliz. Entonces Mengano encuentra un trabajo, pero como está hecho trizas por la ruptura con su chorba, no se concentra bien, no rinde y su jefe le termina dando el finiquito. Como no hace más que llorar a todos sus amigos y darles la murga con sus desgracias, la peña le acaba rehuyendo un poco y no le llaman para las fiestukis, no sea que las joda. Como remate, como el pobre hombre come menos y no se cuida, tiene las defensas por el suelo y se agarra un gripón de caballo. Una vez repuesto, mientras pasea abstraído por la ciudad, le atropella un taxi en un semáforo y sufre una fractura de peroné.

-¡Joder, Mengano, qué gafe!- comentan sus conocidos- .¡Las desgracias se ceban con él!

Y sin echarle la culpa al muchacho (es su carácter), yo pregunto: ¿De verdad le pasa todo lo malo por casualidad o estamos ante una cadena de acontecimientos condicionada por su guardia baja y su pesimismo?

Me parece muy importante esta reflexión. Todos deberíamos aplicárnosla un poco, de modo que por muy mal que nos parezcan ir las cosas, nos esforcemos en ver lo positivo y agarrarnos a cualquier brizna de esperanza para impedir que por culpa de un traspiés puntual nos acabemos dando de morros o cayendo por un precipicio.

jueves, 27 de mayo de 2010

LOS NEGROS EN EL CINE


Después de haber visto tantas pelis americanas desde niños, bastante buenas personas somos con la de mensajes sublimimares perversos que nos cuelan los de Hollywood.

No sé si os habéis fijado alguna vez en el tratamiento que se ha hecho de los negros en la historia del cine yanqui, pero resulta bastante curioso.

En los orígenes del cinematógrafo, y omitiendo antecedentes como la ultrarracista (y brillante) El nacimiento de una nación (1917), de Griffith, las primeras apariciones de los morenos se producen en películas del estilo a Tarzán de los monos y del género de aventura tropical o exótica. El perfil que se nos ofrece de los negritos en estas cintas es, como todos recordamos, el más políticamente incorrecto que puede imaginarse. Aros en la nariz, estupidez y cobardía, rituales asando misioneros, carácter blando y sumiso, primitivismo… Todos hemos visto la clásica escena con el capataz de los porteadores dirigiéndose temeroso al cabeza de la
expedición:

- Bwuana, batingas no continuar –han tirado todos los paquetes y están arrodillados musitando "bunga, bunga"- Monte sagrado. Tabú. ¡No ir más allá!

Evidentemente, el jefe blanco de turno se pone a vociferar y a pegar latigazos como un poseso y en dos minutos mete en vereda a todos los mandingorros.

Otra faceta posterior, pero no menos humillante, es la de utilizar siempre a actores de esta raza para papeles de sirvientes, no necesariamente esclavos, unas veces dóciles y tontorrones (como la negra de Lo que el viento se llevó o el pobre Sam, de Casablanca, venga a aporrear el piano a capricho de Rick Blaine); otras, cómicos y zumbones, y en ocasiones traidores y vengativos. Tampoco es infrecuente que las caracterizaciones se basen en la obesidad .

Con la llegada del cine negro y policíaco, los intérpretes de color (negro) hacen casi siempre de asesinos sanguinarios, violadores y otros delincuentes, con la peculiaridad de que cuando se narran las aventuras de una banda criminal, el más estúpido, primario y desleal a sus compañeros es casi siempre afroamericano.

En muchos otros géneros, y especialmente en la comedia (incluidas series de televisión), sobre todo hace algunos años los negros representaban el rol de auténticos payasos, graciosetes oficiales y encargados de romper situaciones tensas o dramáticas haciendo el gilipollas. Acordémonos de Eddie Murphy, de Jaleel White en el papel de Steve Urkel y de otros cómicos cuyo nivel de patetismo sobrepasa el de cualquier humorista caucásico.

La discriminación se suele apreciar también en sentido negativo, es decir que rara vez un negro interpreta papeles protagonistas o a personajes inteligentes y virtuosos. Además, es constante la versión más o menos encubierta de que los individuos de este colectivo han sido los grandes pringados de la historia estadounidense.

Pero una de las más descaradas diferencias raciales del cine de Hollywood es la exclusión de las chicas negras del prototipo de belleza o de papeles de mujeres sexualmente atractivas y/o activas, interpretados por blancas en su práctica totalidad. Por otra parte, a pesar de que el cine americano es muy pródigo en escenas de cama, nos costaría mucho recordar alguna secuencia en la que una pareja de negritos eche un polvete o incluso se bese o tenga cualquier comportamiento sexual. Es como si los productores pensaran que
involucrar a afroamericanos en este tipo de escenitas podría hacer que sus películas se parecieran a reportajes del National Geographic.

Por fortuna y como excepción hemos podido disfrutar del fantástico trabajo de algunos actores de color, cuyas películas a mí me emocionan con su simple recuerdo. Me permito citar como mis favoritos a
Sidney Poitier y a Morgan Freeman.

martes, 25 de mayo de 2010

OJOS CLAROS, OJOS ROJOS

Dicen que los ojos son el espejo del alma. Sin llegar a defender categóricamente dicha afirmación, sí que considero que la mirada de una persona dice muchísimo de ella. Hay miradas que describen todas las experiencias pasadas: algunas acumulan desengaños, otras, alegrías, muchas, desesperanza...

Otros tienen ojos que, lejos de contar una historia completa, sólo reflejan la circunstancia por la que están pasando o lo más llamativo de un carácter. Hay ojos inocentes y virginales que un día pierden su brillo original para no recobrarlo nunca. Y hay ojos tan melancólicos y decepcionados que cualquiera diría se han convertido en lágrima. Y otros, como los de un bebé, contagian con su inocencia la alegría más pura que se pueda experimentar.


He conocido algunas personas de mirada ciertamente transparente. Pero no una transparencia limpia, sino vacía: a través de sus ojos puedes examinar su cogote pues tal es su falta de materia gris. A veces pienso que tienen una mirada perruna, apijotada, muy similar a la del presidente del desGobierno.

Y luego hay personas que, en su mirar, llevan impresa en piedra el desprecio total al adversario. La amarga revancha que, aún sabiéndose victoriosa, no disfruta de la victoria porque no aspira a ella sino a aplastar al enemigo de una forma tan absoluta y cruel como inalcanzable. Son ojos que destilan rencor y odio; ojos que aunque puedan ver son incapaces de contemplar; ojos que supuran y contagian pena. Ojos que me dan miedo. Muy propios de personajes mediocres (sopenas, albóndigas, mámenesmendizábeles, vicebrujas, carrillos,...) que se saben soberbios triunfadores en medio de la inmundicia. Individuos encaramados a un podio de bajeza moral que, a pesar de su victoria -esperemos que breve y pasajera-, nunca podrán ser felices porque ni todo el odio del mundo podría castigar a sus enemigos tanto como ellos desearían.

Lo dicho: me dan pena. Y miedo.

domingo, 23 de mayo de 2010

¿PARA REÍR O LLORAR?

Cuando me contó la anécdota mi amiga Vero, no pude evitar soltar una carcajada, aunque te pones a pensarlo y más bien es para echarse a llorar de lo jeta que puede llegar a ser la gente y del concepto que tienen de España los inmigrantes.

Esta amiga se sacó, tras dos años
de esfuerzo, las oposiciones al Cuerpo de Gestión y ahora está de directora de una oficina del servicio de empleo de la Junta en un bonito pueblo de Valladolid.

Un día estaba en su despacho haciéndole la
ficha a una rumana joven que había llegado no hace mucho de su país y buscaba curro desesperadamente.

- ¿Qué estudios tienes?

- Primarrio.

La chavala tenía
serias dificultades con el idioma y mi amiga se esforzaba para ser entendida.

-¿Qué trabajos has tenido? –preguntó silabeando forzadamente.

- Errr…limpier casas, limpier fábrica, camarrera...

Vero la animaba sonriendo
. Juntó algunos papeles y los metió en la carpetilla del expediente. Se giró para teclear en el ordenador.

- ¿Y qué tipo de trabajo te gustaría hacer?

La rumana no se lo pensó. Con toda la seguridad del mundo se apresuró a contestar:

- Errrr… mi gustaría algo así como lo tuyo.

Di que sí, maja. Con dos cojones. No eres tú lista ni nada.

jueves, 20 de mayo de 2010

COMUNISMO BURSÁTIL


Hay católicos que opinan que invertir en bolsa podría llegar a ser pecado grave, pues supone buscar el lucro a costa del esfuerzo ajeno, favorecer la explotación de los trabajadores y coadyuvar a la consolidación del inhumano sistema capitalista. Yo desde luego no me atrevo a quitarles la razón. Comprar y vender acciones me parece como mínimo un vicio típico de almas rapiñosas, insolidarias y despojadas de toda conciencia social, que no quieren entender que el único dinero legítimo es el ganado con el propio sudor y no como consecuencia del movimiento especulativo de capitales.

Por eso mismo, semejante afición me parece propia de tiburones sin escrúpulos, peperos recalcitrantes, liberaloides repelentes y toda clase de privilegiados y de ricos sin interés alguno en que se alteren las vigentes estructuras socioeconómicas.
Lo que jamás hubiera imaginado es que el mismísimo Carlos Marx, el autor de El Capital y de la más furibunda crítica a la plusvalía y al mercado capitalista, era un activo especulador en la Bolsa de Comercio de Londres en los años 60 del siglo XIX.

La hipocresía es al marxismo como el agua al pez: elemento indispensable de vida. Y el fundador de esta doctrina fue el primero en demostrarlo. En diversas cartas escritas a Friedrich Engels, Marx reconocía sin ambages su estrategia de invertir a corto plazo y aprovecharse de las alzas repentinas, o sea la quintaesencia del liberalismo más sanguijuelesco que tanto condenó políticamente hasta el punto de que todos los regímenes políticos instaurados por sus seguidores prohibieron la Bolsa como primera medida.

Confesaba a su correligionario: “Vuelven a presentarse oportunidades. Con ingenio y muy poco capital se puede hacer dinero en Londres (…) . Ya he especulado, parte en fondos americanos, pero más en acciones inglesas, que están surgiendo como hongos esta temporada (...) ; suben hasta un nivel poco razonable y luego, en su mayor parte, colapsan. De este modo he hecho más de 400 libras. Ahora que la complejidad de la situación política invita a un mayor desafío, empezaré de nuevo. Es un tipo de operación que requiere tiempo y merece la pena asumir ciertos riesgos para aliviar al enemigo de su dinero”.

“Para aliviar al enemigo de su dinero” y quedárselo él. ¡Menudo bicho! Y después los marxistas pretenden darnos a todos lecciones de sensibilidad social y de espíritu revolucionario. Tengo claro que si el padre de la concepción más injusta de la historia y de las propuestas políticas más siniestras que han visto los tiempos se hubiera forrado especulando (desgraciadamente no fue así por su falta de olfato financiero) muy pronto se habría olvidado de obreros y revoluciones para entregarse a una ansiada vida de potentado burgués. A la humanidad no le cayó esa breva.

lunes, 17 de mayo de 2010

CACHONDEO CON LOS FUNCIONARIOS

En el post de hoy no voy a analizar la crisis económica. Tampoco voy a enjuiciar las recientes medidas del Ejecutivo. Incluso estoy dispuesto a reconocer que, si de verdad no hubiera otro remedio que recortar el sueldo a algún trabajador en España para salir de la recesión (algo muy dudoso, ya que habría mil gastos a suprimir antes que tocar el pan de nadie), sería más justo sacrificar el de los funcionarios antes que el de otros colectivos, ya que los empleados públicos constituyen un sector menos vulnerable por su estabilidad.

Pero lo que me deja alucinado y hasta me hace sentir auténticas náuseas y vergüenza ajena de este país y de mis compatriotas es la
actitud generalizada de cachondeo nacional a todos los niveles que he visto estos días a cuenta del tijeretazo en las nóminas de los servidores públicos.

Los pobres funcionarios no pueden sacar el tema ni lamentarse más que entre ellos mismos, ya que todo intento de explicar su desgracia a conocidos, amigos o incluso familiares que no pertenecen al gremio ha sido acallado esta semana con risotadas, chascarrillos y frases tópicas y absurdas que solo demuestran una profunda insolidaridad con un importante sector de trabajadores españoles, un desconocimiento infinito de la labor y del nivel de ingresos del funcionariado y, ante todo, una estupidez y una falta de tacto incalificables.

Los comentarios más recurrentes son: “Anda, no te quejes, maricón, que en el sueldo os timarán, pero en el trabajo...", “bastante poco os bajan para lo que hacéis”, “con todos los que sois mamando de la teta es una medida inevitable”, “no llores, macho, que al menos tú eres fijo y mañana yo no sé si tendré trabajo”, y otras simplezas del estilo, acompañadas de sonrisillas bobaliconas cuando no de carcajadas autocomplacientes.

Los funcionarios en España son un colectivo laboral muy heterogéneo con el que no cabe generalizar. Sus ingresos son bajos o medios, y a mayor categoría más diferencia a la baja con la empresa privada. Los funcionarios son trabajadores como todos los demás, con hipotecas, familias a las que mantener y colegios que pagar, y no tienen ninguna culpa de las gilipolleces y despilfarros del Gobierno, ni mucho menos de la pésima política de personal de las Administraciones ni de la multiplicación insultante de Ministerios y Consejerías en cada puto reino de taifas de este país. Los funcionarios son curritos corrientes y molientes que no tienen por qué pagar los errores ajenos en sus propias carnes, con una mutilación brutal de su capacidad adquisitiva.

Precisamente los empleados públicos que más horas hacen y que “menos funcionarios parecen” (sic) son los que van a sufrir bajadas de sueldo casi confiscatorias, incluso de más de un 10% sobre los ingresos totales, cuando –insisto- sus mismas funciones siempre han estado mucho mejor remuneradas en la empresa privada. Otros trabajadores de la Administración con niveles más bajos, como los auxiliares y administrativos, sufrirán recortes de hasta el 3 ó el 4% en nóminas verdaderamente raquíticas con las que resulta más que tortuoso independizarse o afrontar los gastos mínimos de vivienda en esta España de constructores judíos y especuladores.
Estas pérdidas de capacidad de consumo y ahorro serán irreversibles de por vida.

Podrá parecer mejor o peor que sean los funcionarios quienes paguen el pato, pero la falta de delicadeza, las pullas, las burlas, la nula empatía con este grupo social que hoy saca a todos las castañas del fuego y las expresiones de júbilo indisimulado ante semejante perjuicio a unos curritos que son todo menos millonarios (hay quien ha brindado con champán al enterarse de la noticia) me parecen dignas de gente ruin y envidiosa para la que el concepto de solidaridad carece de todo valor.

Dios quiera que solo sean los funcionarios los puteados y que no les toque en poco tiempo a todos los demás currantes apretarse el cinturón y ver sus salarios caer hasta el suelo y sus derechos sociales al nivel de los de una dictadura bananera. Aunque, por supuesto, si entonces a alguien se le ocurriera descojonarse, los poderes mediáticos serían capaces de crucificarlo. Vamos, igual que ahora.

sábado, 15 de mayo de 2010

IMPULSO SEXUAL


A pesar del lugar
común, tan extendido entre ellas, de que los hombres siempre estamos pensando en lo mismo, lo cierto es que yo aprecio unas diferencias abismales entre unos varones y otros en lo que a preocupación por el sexo se refiere. Es verdad que pese a la innegable influencia de la moral católica al respecto, existe una especie de código en nuestra sociedad actual que parece exigir a la población masculina un comportamiento sexualmente activo y un interés contrastado por los temas sexuales, que se manifieste con preferencia de forma verbal, es decir a través de comentarios, valoraciones, opiniones, bromas, etc. Bueno, pues a pesar de ello, aunque todos los hombres parecemos estar socialmente obligados a hacernos los machitos en los bares por mucho que el sexo sea lo último que esté pasando por nuestra cabeza en ese momento, yo sigo percibiendo que no tienen nada que ver unos tíos con otros. Y el motivo para mí es que los niveles de impulso sexual varían enormemente entre unos individuos y otros.

Yo hubo un tiempo que pensé –como ellas- que todos los chicos estábamos más o menos igual de salidos. O sea mucho. Que la nutria nos daba a todos una guerra inmisericorde. Y que, en consecuencia, todos teníamos unas dificultades similares para contener nuestros instintos más primarios. Así, yo solía defender que aquellos chavales que no aguantaban el tirón en determinadas circunstancias es porque carecían de valores férreos, no cultivaban la fuerza de voluntad, no se respetaban a sí mismos y a las chicas, y, resumiendo, que no tenían un interés verdadero en defender su castidad, ya que otros, con idénticos deseos y tentaciones, llevaban el asunto con sosiego y dignidad. Naturalmente, estas reflexiones también me las recetaba a mí mismo en mis momentos –llamémoslos así- más críticos o delicados.

Con el tiempo me he percatado de la gran inocencia de estas premisas, ya que a fecha de hoy no me cabe ninguna duda de que las diferencias de impulso entre unos hombres y otros son de tal envergadura que, a pesar de las bromitas que parece que todos estamos obligados a hacer en esta cultura hipersexual, hay fulanos a los que en el fondo el tema se la refanfinfla de tal manera que podrían pasarse meses o años sin ver o tocar a una chavala, mientras que otros han nacido con una naturaleza tan extremadamente fogosa y con una atracción tal por las mujeres que se ven abocados casi sin remedio a cortejarlas y hasta a perseguirlas para satisfacer sus deseos, sin importar estado civil, edad ni otros condicionantes.

Conozco bien de cerca individuos de ambos grupos. De verdad que se trata de naturalezas opuestas, que dudo que tengan demasiado que ver con la educación o el autocontrol.

Tengo un conocido que es un fenómeno de libro. El pavo entra en un bar contigo a tomar una caña y en unos minutos ya sabe qué tías están más buenas de todo el local y cuáles lucen más pierna o mejor escote. Busca incesantemente la conversación con mujeres y siempre charla y se relaciona con ellas en tonos, con gestos y con actitudes coquetas, galantes o como mínimo ambiguas. A pesar de estar casado, es evidente, por mucho que no presuma de ello, que se ha acostado con varias desde el día de su boda. Se le ve en los ojos: las mujeres le vuelven loco y tendría que volver a nacer para ser de otra manera.

En cambio, un amigo mío soltero, que no es maricón ni nada, jamás ha demostrado la más mínima curiosidad física por las mujeres. Por la forma en que habla de ellas –cuando lo hace- parece estar refiriéndose a los arcángeles o recitando una poesía de Bécquer. Su desinterés o su actitud pasiva hacia las relaciones sentimentales y todavía más hacia los ligues esporádicos me lleva a sospechar que el muchacho podría morirse tan a gusto sin haberle pegado a una un par de meneos. Me dan escalofríos solo de pensarlo.

Por eso pienso que, desde una perspectiva católica, es imposible que Dios corte por el mismo patrón los pecados sexuales de uno y otro. Él, que nos conoce bien a cada uno, digo yo que tendrá en cuenta la naturaleza de cada pecador y que valorando por supuesto la recta intención y el esfuerzo de cada cual por corregirse, quizá considere un mérito importante que mi primer conocido se pase sólo un mes sin ponerle los cuernos a la legítima, o no condene en absoluto, por creerla una faltilla insignificante, la orgía salvaje que mi amigo insípido se pegue un día con tres sensuales brasileñas tras experimentar un inexplicable apretón, que yo, si fuera él, celebraría.

En estos temas de moral sexual, vaya usted a saber. De todos modos, esta diferente constitución y nivel de impulso de cada persona, si bien puede servir para ponderar las responsabilidades, no creo que deba justificar de ninguna manera que alguien se abandone tranquilamente a sus instintos (ah, como soy así…), haga exhibición cínica de los mismos o falte el respeto a los demás, novia o esposa incluidas.

miércoles, 12 de mayo de 2010

RELEYENDO "EL PADRINO" (13): HAZTE OPERAR

Un pasaje especialmente entrañable de la novela de Puzo es el dedicado a los acalorados debates del clan Corleone sobre si Michael debía operarse de la lesión causada por aquel célebre –y bien vengado- puñetazo del Capitán McCluskey. A mí me encanta cómo el hijo pequeño del Don hace caso omiso de todas las opiniones excepto de la de su esposa, que es la única que le importa de verdad.


"Desde el mismo momento en que Michael regresó de Sicilia, todos los miembros de la Familia habían intentado convencerlo de que se hiciera operar el lado izquierdo de la cara. La madre de Michael, sobre todo, no cesaba de insistir en ello. Un domingo, mientras todos los Corleone estaban comiendo juntos, la anciana le espetó a Michael:

—Pareces un gángster de película. Hazte operar. Si a ti no te importa, hazlo al menos por tu esposa. Será la única forma de que tu nariz deje de gotear como si fuera la de un irlandés borracho.

El Don, desde la cabecera de la mesa, le preguntó a Kay:

—¿A ti te molesta? Kay negó con la cabeza. Entonces, el Don dijo a su esposa:

—Michael ya no está a tu cuidado; lo de su cara no es problema que te concierna.

La anciana no volvió a hablar del asunto. No porque temiera a su marido, sino porque habría sido una falta de respeto discutir delante de los demás.

Pero Connie, la favorita del Don, llegó a la mesa desde la cocina, donde preparaba la comida dominical, y dijo:

—Pienso que debería hacerse operar. Antes de que le hirieran, era el más guapo de la familia. Vamos, Mike, di que lo harás.

Michael, como distraído, miró a su hermana. Parecía como si verdaderamente no la hubiera oído. Y no respondió.

Connie se acercó a su padre.

—Oblígalo a hacerlo —rogó al Don.

Al pronunciar estas palabras, las manos de Connie descansaban sobre los hombros de su padre. Era la única persona que podía permitirse tales familiaridades con el Don. El afecto que sentía por su padre era conmovedor. El Don acarició una de las manos de Connie y dijo:

—Todos tenemos mucha hambre. Trae los espaguetis a la mesa, y luego hablaremos.

Pero Connie se volvió hacia su marido para pedirle:

—Díselo tú, Carlo. Dile que se haga operar. Tal vez a ti te escuche.

El tono de su voz hacía suponer que entre Michael y Carlo Rizzi existía una relación amistosa más íntima que entre Michael y cualquier otro de los presentes.

Carlo, con la tez bronceada y el cabello muy bien cortado y peinado, bebió un sorbo de vino casero y dijo:

—Nadie puede decirle a Mike lo que debe hacer.

...

A Kay no le preocupaba que su marido tuviera el rostro desfigurado, pero sí lo de su nariz. La cirugía arreglaría ambas cosas. En consecuencia, deseaba que Michael se hiciera operar. Extrañamente, sin embargo, deseaba al mismo tiempo que su cara siguiera siendo deformada. Y estaba segura de que el Don la comprendía muy bien.

...

Después del nacimiento de su primer hijo, Kay oyó sorprendida que Michael le preguntaba:

—¿Quieres que me haga operar?

Kay respondió que sí y añadió:

—Es por los niños ¿sabes? Tu hijo hará preguntas, cuando tenga edad suficiente para comprender que lo de tu cara no es normal. En fin, preferiría que eso no ocurriera. A mí, personalmente, no me importa, Mike. Créeme.

—De acuerdo —dijo Michael, sonriendo—. Me haré operar".

martes, 4 de mayo de 2010

CÓMO LIBRARSE DE UNA TÍA

Hoy quiero presentar un manual práctico para afrontar una situación en la que podría verse envuelto cualquier varón soltero que involuntariamente se haya dejado llevar por la pasión una noche de copas con la mujer equivocada. Tras unos cuantos copazos y ante un escote abrumador, hasta el hombre más experimentado puede cometer un error de apreciación y terminar haciendo una tontería.

A pesar del lógico arrepentimiento propio de un buen cristiano y de haber recurrido en su caso al Sacramento de la Penitencia para dar cuenta de la impureza perpetrada, aún puede quedar colgando un inconveniente práctico grave, cual es la pertinaz insistencia de la moza en quedar de nuevo, mostrarse cariñosa, hacerse la encontradiza en el mismo bar y, en definitiva, dar el coñazo cuando a todas luces uno ha descubierto que no se trata de la chica que querría como madre de sus hijos.

En estos supuestos, procede una solución que combine la máxima delicadeza y sentido de la caridad que definen a un caballero con una actitud firme y decidida que no deje lugar a dudas sobre nuestras nulas intenciones de emprender romance alguno con la muchacha en cuestión, que por añadidura suele ser mucho más fea de lo que nos pareció la noche de autos.

Por todo ello, voy a ofrecer una lista con las cinco frases básicas (pueden combinarse) para resolver entuertos de este calibre. Estas coletillas deben pronunciarse inexcusablemente el primer día que uno se encuentre con la joven y detecte en ella cualquier asomo de insistencia o enamoramiento.

Debo aclarar que las frases tipo que expondré a continuación no son mías de ninguna manera. Me las ha facilitado un amigo muy ducho en estas incómodas situaciones.


Frase 1. Me siento confundido.

Mira, lo de anoche fue muy bonito y me pareces guay, pero debo confesarte que estoy hecho un lío con mis sentimientos y necesito aclararme. [Ponerse una mano en la cabeza]. Ha sido todo demasiado maravilloso para tomar decisiones de repente. Tú te mereces que nos tomemos las cosas en serio, reflexionando, así que es mejor que de momento no nos veamos.

Frase 2. Tengo miedo a estropearlo.

Mira, lo de anoche fue muy especial y creo que eres maravillosa. Tan maravillosa que a veces pienso que lo nuestro es como una delicada figurilla de cristal y tengo mucho miedo a romperla metiendo la pata. [Poner gesto de angustia]. Es mejor dejar reposar los sentimientos y no vernos en una temporada.

Frase 3. No te merezco ni quiero hacerte daño.

Mira, lo de anoche fue precioso, nunca había vivido nada así. Pero por muchas vueltas que le dé solo puedo pensar que eres tan maravillosa que yo no te merezco. Tú te mereces algo mejor y sería un error que te enamoraras de un tío como yo, que no vale la pena. [Aquí procede humillar la cabeza] Soy un desastre, un egoísta y un insensible, y lo último que querría es hacerte daño, así que quizá es mejor dejarlo como está.

Frase 4. Estoy pasando una mala etapa


Mira, lo de anoche fue increíble [Aquí evitar sonreír]. Eres la mujer ideal para mí y estoy seguro de que hubiera sido todo perfecto de habernos conocido en otro momento, pero es que ahora estoy atravesando una etapa difícil, de desierto, y necesito encontrarme a mí mismo antes de iniciar cualquier relación incluso con alguien tan genial y perfecta como tú. Es mejor no seguir viéndonos.

Frase 5. Acabo de salir de una relación.

Mira, lo de anoche es lo más hermoso que me ha pasado nunca [contener bien la risa], pero tengo el corazón hecho trizas porque acabo de salir de una relación complicada y lo que menos necesito es embarcarme en otra, a pesar de que pareces la mujer de mi vida. Necesito tiempo, mucho tiempo, y solo busco amigas y cariño. Quizá no estaba preparado para algo tan increíble como lo de anoche.

domingo, 2 de mayo de 2010

HISTORIAS DE ESPAÑA VIEJA (VII): EL DOS DE MAYO DE 1808


Esa infausta dinastía borbónica, que nunca podremos considerar hispánica, ha costado al pueblo español su orgullo, su honor y su sangre. Esta dinastía porta una enfermedad que lleva a la muerte más ignominiosa a cualquier institución y tradición y, a la larga, a un pueblo que ha demostrado durante tres siglos ser digno de aquellas palabras que dedicaron a El Cid camino del destierro y que espero sigan siendo válidas a día de hoy.

Dios, que buen vasallo si hubiera buen señor.


Esta casta de usurpadores ha tenido entre sus más destacados anormales coronados a un Carlos IV de rasgos, no sólo físicos, muy parecidos al actual monarca. Ocioso, cornudo y sin carácter, bruto y tontorrón e interesado más en sus caras aficiones que en llevar con dignidad la corona del todavía mayor imperio que la Historia hubiera conocido, regaló el gobierno de España al amante de la reina, Godoy, que no tardó en rendir pleitesía a aquel Hitler decimonónico llamado Napoleón Bonaparte, permitiendo, incluso, que en 1807 tropas francesas al mando de Murat atravesaran la Península para, en principio, conquistar el anglófilo Portugal.

Así, en el Real sitio de Aranjuez, el príncipe de Asturias, Fernando, remata con el motín del mismo nombre una conjura anterior, conocida como el complot de El Escorial. Como resultado, Carlos IV se ve derrocado por su hijo pero, cosas de los genes, ambos acuden al Corso solicitando su mediación en Bayona donde Fernando, incompensiblemente, abdica en su padre, éste en Napoleón y éste, inmediatamente, en su hermano mayor José Bonaparte que súbitamente obtuvo el apoyo de la mayor parte de las autoridades y nobles españoles, incluyendo algún vergonzoso obispo.

Los antiguos monarcas son trasladados a París y Murat ordena que el resto de miembros de la familia real sea evacuado del Palacio de Madrid hacia el mismo destino.

Congregadas las masas populares ante dicho Palacio, enfurecidas por los desmanes y la bravuconería de los soldados franceses, envalentonados ante las casi desarmadas guarniciones españolas, el rumor de las inconsolables lágrimas del infante don Francisco hace estallar la furia popular: una mujer corta las riendas del coche que traslada al pequeño infante y al grito de «¡Mueran los franceses!» los más sencillos madrileños -cerrajeros, panaderos, costureras, algún párroco...- toman las calles armados con palos, viejos sables y navajas, y se lanzan a apalear y matar todo gabacho que encontraran. La caballería imperial, los mamelucos, la guardia polaca, el ejército que ha hecho temblar a Europa y se cree destinado a dominar el mundo, se ve desbordado y aterrado ante la furia casi incontenible de niños, mujeres y ancianos. Los criminales abandonan bajo palabra las cárceles para dar caza al francés -en el recuento de la noche se vería que solamente dos presos decidieron no volver al presidio-. Una joven bordadora, Manuela Malasaña, muere al defenderse con sus pequeñas tijeras de los militares galos que la intentan violar mientras su padre, un panadero, precisamente francés, dispara contra las tropas napoleónicas en el Parque de Artillería de Monteléon. Allí, los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde, desobedeciendo las órdenes del gobernador militar de Madrid, arman al pueblo y se acantonan con poco más de un centenar de hombres para resistir sucesivas cargas de una infantería francesa diez veces superior en efectivos y armamento. Ambos morirán en la desesperada batalla, quiero pensar que con el nombre de Espa en los labios.

Combatiendo el pueblo por todas partes, sin más orden ni mando que su valor y su furia -a pesar de ello son numerosos los casos documentados de soldados franceses que fueron socorridos por los vecinos de una muerte segura-, Murat reorganiza sus 35.000 efectivos, dispone baterías en las calles principales y organiza disciplinadas cargas de caballería contra una población armada con poco más que su amor a España. La represión, al mando del mariscal Grouchy con el que colaboran no pocos militares, autoridades e instituciones españolas como el Consejo de Castilla, es brutal. Todos aquellos sorprendidos con cualquier elemento que pudiera considerarse un arma serían arcabuceados. En los campos de La Moncloa, multitud de patriotas, casi todos de clase humilde, pierden lo poco que tenían, la vida con que alimentar a los suyos, con la actitud digna y desafiante que sería reflejada por Goya.

Unos mil madrileños mueren en los combates y en los fusilamientos. Esa misma tarde, Andrés Torrejón, alcalde de Móstoles, declara la guerra al invasor en nombre «Dios, de la Patria y de su Rey».


FELIZ FIESTA ESPAÑOLA DE LA INDEPENDENCIA.

GLORIA Y HONOR A LOS CAÍDOS DE TODOS LOS TIEMPOS.

sábado, 1 de mayo de 2010

RECORDANDO EL CINE QUINQUI (2): ELOY DE LA IGLESIA


Recordando el cine quinqui (1): José Antonio de la Loma

De la Loma despertó mucho interés y tuvo bastantes imitadores en la primera mitad de la década de los 80, pero justo por entonces emergía con fuerza un director que, compartiendo con él la preocupación por la marginalidad juvenil, dio a esta temática un giro de 180 grados incorporando muchos elementos nuevos: hiperrealismo, profundidad psicológica de los personajes, mensaje ideológico abierto (críticas a la corrupción policial y política), obsesión por el ambiente homosexual y sobre todo un tratamiento especializado de la adicción a la heroína y de los efectos del "mono". Me refiero por supuesto al guipuzcoano Eloy de la Iglesia (†2006), que para mí ha sido probablemente el mejor narrador del cine español, el que mejor conocía y empleaba el lenguaje cinematográfico, y uno de los cineastas más independientes del panorama nacional.

Con De la Iglesia a veces me cuesta separar la opinión que tengo sobre él como persona de una postura serena y justa sobre su forma de hacer cine, pues a este hombre la verdad no le faltaba de nada: comunista, heroinómano (consiguió rehabilitarse) y, por si fuera poco, homosexual manifiesto y viciosísimo. Pero lo cortés no quita lo valiente. Y digo valiente en sentido bastante estricto, ya que Eloy trató unos temas y de una forma que jamás ningún titiritero progre se atrevió. Al margen de sus paranoias y de sus depravaciones, no puede negarse que el tío le echó cojones arremetiendo contra estamentos sociales corrompidos y desenmascarando por hipócrita a la izquierda parlamentaria de la Transición.

Antes de adentrarse en el género propiamente quinqui, ya había rodado dos sorprendentes películas sobre el mundo sórdido de la homosexualidad: Los placeres ocultos (1977) y El Diputado (1978). En la primera, todavía con cierta inexperiencia, ya aborda la marginación social en un barrio obrero de Madrid, donde un adolescente es acosado por un banquero invertido. El Diputado (con José Sacristán) es ya una película muy notable con gran trasfondo político y rebeldía descarada que nos muestra a un parlamentario de izquierdas que se ha casado a modo de tapadera pero recurre a los servicios de menores homosexuales, por lo que es chantajeado por Fuerza Nueva (aunque no cita el nombre, es evidente).

Igual que el fundador del género quillo llevó al celuloide las peripecias de El Vaquilla, el delincuente barcelonés más famoso de la época, De la Iglesia hizo lo propio con el homólogo madrileño de Juan José Moreno, que era Joaquín Sánchez Frutos( †1979), alias El Jaro. Con menos de 16 años, El Jaro lideraba una peligrosísima banda de criminales, casi todos del barrio de Vallecas, hasta que un particular lo fulminó de un tiro durante un atraco. Su gran fama se convirtió en leyenda justo después de su muerte, cuando se escribieron reportajes, libros y hasta canciones sobre él. El mismísimo Sabina compuso Qué demasiao en su honor.


Imitando a De la Loma, Eloy pensó que emplear auténticos delincuentes y marginales como actores daría a su peli mucha más naturalidad, así que una mañana de 1978 se fue a Vallecas a la caza de jóvenes promesas. Es así como conoció a las que han sido las máximas estrellas del cine quinqui: los chorizos y drogatas José Luis Manzano (†1992) y su amigo José Luis Fernández, El Pirri ( †1988). La historia de estos muchachos, que llegaron a ser millonarios (sobre todo Manzano), es insólita, triste y truculenta.

Nada más conocerles e iniciar los preparativos de su película, Manzano fue internado en un reformatorio. Al carecer de parientes, Eloy de la Iglesia consiguió su tutela y se lo llevó a vivir a casa, convirtiéndolo en una mezcla de hijo y amante y facilitándole toda la heroína que necesitaba, ya que el director también estaba enganchado.

En 1980 estrena su ansiada Navajeros, con el ricitos José Luis Manzano en el papel de El Jaro y con la participación de El Pirri, además de José Sacristán, José Manuel Cervino (el eterno policía), Enrique San Francisco y otros intérpretes que se convertirían en piedra angular de su filmografía posterior. Navajeros es una cinta muy original y bastante bien interpretada que caló hondo en la sociedad de la época, no solo por la historia impactante que cuenta, sino por su desgarro, violencia y hasta ternura. Su banda sonora, integrada por música clásica, rumba y rock también suponía una mezcla novedosa en esos años. Pero lo más curioso de la película fueron los incidentes acaecidos durante el rodaje, ya que el quinceañero Manzano fue agredido dos veces por transeúntes cuando interpretaba con total realismo un tirón de bolso y un asalto a una tienda, resultando herido de cierta gravedad en el segundo caso.
Dos años después se estrenaba la también muy conocida Colegas, en la que José Luis Manzano y Rosario Flores interpretan a una pareja de barrio bajo que busca a toda costa veinticinco mil pesetas de entonces para abortar, sin descartar robos, prostitución homosexual en una sauna y hasta la venta del bebé a una red clandestina de traficantes de niños. También salían el pobre Antonio Flores, amigo íntimo de Eloy (como no podía ser menos) y el ya emblemático Pirri, que desdentado, esmirriado, con su camisetilla de tirantes y su característica voz de colgado, tenía todo el aire de estar a punto de palmar por sobredosis.

Pero el mayor éxito de Eloy de la Iglesia fue su grandiosa El Pico (1983), sobre el drama de un guardia civil destinado en Bilbao (Cervino) al que su hijo mayor (Manzano) se le vuelve heroinómano. En esta producción, que ya empieza a alejarse de los cánones quinquis (salvo en el perfil de sus personajes), se aprecian las grandes dotes interpretativas del joven José Luis y la indiscutible capacidad del director para recrear ambientes angustiosos y para lanzar denuncias tan polemicas como contundentes, en este caso contra los picoletos, a los que acusa de pagar con droga a sus confidentes. A pesar de las críticas recibidas por tratar un tema tan delicado de forma tan cruda, esta cinta fue un gran éxito que se presentó a numerosos festivales internacionales y obtuvo una recaudación insospechada que Eloy, también productor, repartió con su pupilo convirtiéndole, como ya dije, en millonario.

Semejante éxito propició una segunda parte, El Pico 2 (1984), que toca principalmente el mundo de las drogas en la cárcel y vuelve a la carga contra la Guardia Civil y, esta vez, contra la prensa, por lo que levantó más ampollas que nunca y fue objeto de ataques desde todos los campos. En este filme se nota que De la Iglesia, que por entonces se encontraba muy mal por su adicción, había dejado de ser un director residual para convertirse en un cineasta consagrado que ya contaba con actores de primera fila (Agustín González, Rafaela Aparicio y Fernando Guillén, que sustituye a Cervino en el papel de padre) además de su equipo de siempre. 

En el 87 se estrenaba su mejor película y, a la vez, la más comercial: La estanquera de Vallecas. Se trata de una parodia genial y despiadada (no deja títere con cabeza) sobre el atraco perpetrado en un estanco vallecano por un albañil parado (José Luis Gómez) y un macarrilla de poca monta (Manzano), que no esperaban la resistencia heroica de la dueña del establecimiento (Emma Penella) y de su sobrina (Maribel Verdú). Tras quedar encerrados en la tienda rodeados de un impresionante despliegue policial, va surgiendo una curiosa relación de simpatía entre los asaltantes y sus rehenes. La cinta fue nominada a varios Goyas, si bien solo Maribel se llevó la estatuilla por su fantástica interpretación. Entre los aciertos de La Estanquera se encuentra su banda sonora, la interpretación de José Luis, la renuncia a la truculencia de películas anteriores y, al menos para mí, las picantes y divertidas escenas protagonizadas por la Verdú. El director supo además combinar su tradicional sentido crítico (esta vez se lleva los palos el PSOE) con un formato mucho más abierto y atractivo para cualquier público. Son memorables las apariciones puntuales de un acabado Pirri, voceando a una vecina desde un balcón, y del maricón más gracioso del cine español, encarnado por Tony Valento en el papel de bombonero (ya había salido en Colegas).
Ese mismo año, El Pirri, que había sido actor en numerosas películas de otros directores y colaboraba como peculiar crítico de cine en el programa televisivo Querido pirulí, era detenido por asaltar a punta de navaja a un transeúnte en el metro y pocos meses después aparecía muerto por sobredosis en un descampado en el distrito madrileño de Vicálvaro. Su amigo Manzano no corrió mejor suerte. Tras protagonizar un atraco en Plaza de Castilla, acabó en la cárcel de Yeserías y en el 92 fue encontrado sin vida, con la jeringa colgando, en el apartamento de Eloy de la Iglesia. Poco aprovecharon la oportunidad única que les dio el cine y la vida.