jueves, 27 de febrero de 2014

¿ESCOCIA INDEPENDIENTE?

Mis conocimientos sobre la historia de Gran Bretaña son tan limitados que no me atrevo a pronunciarme con rotundidad sobre la legitimidad de la independencia escocesa que podría decidirse en el referéndum del 18 de septiembre de este año. Concurren complejas circunstancias culturales, históricas, dinásticas, políticas y económicas que aconsejan prudencia a la hora de opinar. 

Lo que sí parece indiscutible es que Escocia tiene estatus de nación y una identidad cultural claramente diferenciada; que sus vínculos políticos y geográficos con el reino inglés se remontan a la caída del Imperio Romano; que su incorporación al Reino Unido fue el culmen de un largo proceso de imperialismo, pillaje, desplazamiento forzoso de poblaciones enteras y estrangulamiento económico por parte de Inglaterra, y que en los últimos tres siglos escoceses e ingleses han protagonizado, íntimamente unidos, lances históricos decisivos para la Humanidad, no entro a valorar ahora si positivos o negativos.

El caso es que con este asunto del referéndum tengo el corazón partido. Por un lado debo reconocer que me entusiasma la perspectiva de un Reino Unido debilitado por la escisión de los aguerridos muchachotes de la falda a cuadros, pues qué duda cabe de que todo acontecimiento que contribuya al perjuicio de Inglaterra debería celebrarse con alegría por los españoles de bien. Pero tampoco hay que olvidar que un resultado favorable a la independencia escocesa podría perjudicar muy seriamente los intereses de nuestra patria, pues supondría en Europa un antecedente peligrosísimo que, aunque nada tiene que ver con Cataluña ni con Vascongadas, pronto sería instrumentalizado para impulsar a nivel internacional la balcanización de España.


Más sobre Inglaterra en La pluma viperina:

- Los Beatles
- Londres

martes, 25 de febrero de 2014

LOS CURAS COMUNISTAS

El famoso escritor ex jesuita José Luis Martín Vigil (†2011) publicó en los años 60 varias novelas de temática social que abordaban de forma muy atractiva el compromiso de la Iglesia Católica con los más necesitados. Sin duda la más impactante de todas fue Los curas comunistas (1965), escrita justo un año después de que Pablo VI autorizara la experiencia de los sacerdotes obreros tras su prohibición en 1959 por Juan XXXIII cuando se comprobó que la mayor parte de ellos, especialmente en Francia, había dejado de ejercer su ministerio, o se había casado o amancebado.

Fue entonces cuando este experimento, que es uno de los antecedentes de la Teología de la Liberación, se importó a la España franquista no sin el recelo de las autoridades y de la propia jerarquía eclesial. Y fue también entonces cuando Martín Vigil  publicó este inquietante relato sobre uno de estos curas que decidieron trasladarse a barriadas populares, empleándose en fábricas como simples peones, para evangelizar en un sector que ellos consideraban “tierra de misión”, ya que la clase humilde trabajadora se encontraba en la práctica completamente alejada de la Fe y de la Iglesia.

Escribir un libro sobre este tema en 1965 no era tarea fácil y el mayor mérito de su autor fue sortear hábilmente la censura. Para ello, en primer lugar, trazó el personaje de un cura irreprochable y equilibrado que se lanza a vivir como un obrero más para dar testimonio cristiano a las masas descreídas de un área industrial de Madrid. El padre Francisco ha sido autorizado por el Obispado para vivir solo en el barrio, dice Misa todos los días, rechaza con firmeza colaborar con los comunistas y vence sin problemas la tentación de la carne personificada en una jovencita que le ayuda en su labor. Probablemente todo lo contrario a lo que sucedió en la realidad con esta clase de sacerdotes.

El segundo truco del desaparecido novelista asturiano fue no tomar partido (aparentemente) ni por los defensores de este movimiento ni por sus críticos. La novela se limita a describir los diálogos –a veces agrias broncas– entre el cura Francisco y distintos personajes que simbolizan las posturas existentes, dejando que sea el lector quien saque sus conclusiones a la vista del rico argumentario, tanto a favor como en contra, que se desprende de estos debates. El protagonista discute en diferentes momentos con un obispo flexible, con su conservador ayudante, con varios compañeros de la parroquia, con feligreses de la más rancia burguesía, con miembros de la Hermandad Obrera de Acción Católica (muy interesante), con la policía o con militantes comunistas clandestinos. Muchas veces los argumentos que se esgrimen en estas charlas ponen al lector en un verdadero aprieto a la hora de posicionarse, ya que todas las partes, en su apasionamiento, muestran pedacitos muy sólidos de la verdad.

A favor de la tarea de estos sacerdotes se argumenta que es necesario que los ministros de la Iglesia se integren en ambientes donde existe una brecha tan profunda entre la sociedad y la religión. Para el protagonista, la única forma de acercarse a estas almas es a través del ejemplo, siendo uno de ellos, vistiendo como ellos y trabajando en los mismos sitios, para que poco a poco la clase obrera vaya percibiendo una Iglesia cercana y comprometida con sus problemas y necesidades, y volviéndose más permeable a su mensaje espiritual. Todo ello –dice– debe hacerse con mucho tacto y neutralidad, evitando los posicionamientos políticos que a lo único que llevan es al distanciamiento del sacerdote de una parte de los fieles.

Los detractores sostienen que la Iglesia jamás se ha alejado de los grupos más necesitados, a los que incluso ha asistido en lo material cuando los poderes públicos se inhibían, y que la causa de la caída en picado de la religiosidad en ciertos ámbitos se debe a otros factores, entre los que destaca el mendaz proselitismo marxista. Los sacerdotes deberían dedicarse a la labor espiritual para la que han sido formados, y no a desarrollar un trabajo manual ni a inmiscuirse en los conflictos seculares por mucho que se pretenda que el objetivo es defender la justicia, aparte de que es posible estar cerca de los humildes sin necesidad de gastar mono en una planta metalúrgica. Por último, los más críticos con el fenómeno subrayan que aunque en teoría la idea de los curas obreros parece muy bienintencionada, en la práctica sus protagonistas terminan en tierra de nadie, incomprendidos tanto por sus superiores de la Diócesis como por sus compañeros de tajo, y cediendo casi siempre a la tentación de secularizarse y de implicarse en las luchas obreras desde posiciones que no corresponde adoptar de ningún modo a un representante de Cristo en la Tierra. En concreto, casi todos estos peculiares misioneros terminaron siendo captados por los marxistas. ¿Quién convirtió a quién al final?

Si bien Los curas comunistas no es una novela precisamente de actualidad, resulta recomendable para refrescarnos un poco sobre cuál debe ser el papel de los sacerdotes en la sociedad y hasta dónde pueden llegar defendiendo lo que es justo. Lo mejor del libro es la reflexión sobre los errores tanto del marxismo como del capitalismo, así como la pregunta que queda flotando en el aire de si los religiosos deben comprometerse en las problemáticas derivadas de las relaciones laborales y de qué manera pueden hacerlo sin teñir su labor del odio oscuro de la lucha de clases.

En una conversación entre el padre Francisco y uno de los obreros más revolucionarios de la planta, aquel defiende con entusiasmo involucrarse en las reivindicaciones contra la patronal, pero este le dice con toda la razón:  Para ti, cura, es muy fácil; si te echan a la calle, no tienes familia a la que mantener y además tu obispo te busca otro destino y santas pascuas. Otros no tendríamos esa salida tan cómoda.


Más sobre José L. Martín Vigil en La pluma viperina:  Una despedida extemporánea

Sobre la implicación de los sacerdotes en política:  Curas politizados

Sobre la infiltración del marxismo en la Iglesia: Comunistas

domingo, 23 de febrero de 2014

OPERACIÓN B.S.O. (27): LOS GOONIES






Nos quedamos cortos con la tópica expresión “obra maestra” para referirnos a Los Goonies (1985), una de las más grandiosas películas juveniles de aventuras de todos los tiempos, de la que dudo que un solo niño español de los 80 se quedara sin ver. Aunque seguro que hace unos cuantos añitos que no disfrutamos de esta genialidad de Spielberg, apuesto a que seguimos acordándonos como si fuera ayer de Gordi y su súper meneo, de Bocazas, de la malvada mamá Fratelli, del monstruoso y bondadoso Sloth, de los esqueletos, del barco pirata y, cómo no, de su soundtrack, sobre todo del tema principal, de Dave Grusin, y del pedazo de canción The Goonies R Good Enought, interpretada por Cyndi Lauper.

viernes, 21 de febrero de 2014

LA INFANTA IGNORANTE

Los disgustos están acabando físicamente con  S.A.R. Doña Cristina. Estamos desolados.
                
Hoy se ha hecho pública por fin la transcripción de las largas declaraciones de S.A.R. Doña Cristina como imputada en el Caso Nóos. Son 120 folios con casi 600 evasivas a las numerosas preguntas del juez sobre su papel en la Fundación Nóos y en la inmobiliaria Aizoon. La hija menor del todavía Rey de España se ha escudado en el “no sé” y en el “no me acuerdo” para escaquearse de aclarar su implicación en los delitos de evasión fiscal y blanqueo de capitales de los que por segunda vez se la acusa.

Una de sus afirmaciones más curiosas durante la comparecencia ha sido su total ignorancia en materia tributaria. Doña Cristina ha asegurado no tener conocimiento alguno sobre cuestiones fiscales y no saber distinguir siquiera entre el IRPF y el impuesto de sociedades.

Solo hay dos explicaciones posibles al hecho misterioso de que una señora licenciada en Ciencias Políticas (grado que incluye las asignaturas de Hacienda Pública, Economía, Historia Económica, Estructura y Política Económica, Organización Económica Internacional y Políticas Públicas) y que ha desempeñado varios cargos de responsabilidad en La Caixa, donde continua trabajando, afirme tener semejantes lagunas culturales. Una posibilidad es que le hayan regalado tanto la licenciatura como el puesto en una de las entidades financieras más importantes del país, y la otra es que se esté riendo en la cara del juez y de todos los españoles.

Y encima, cuando le preguntan si ha podido ser utilizada como tapadera fiscal al frente de la mercantil Aizoon, responde muy digna que “casi me ofende, Señoría”. Ahí el magistrado se tenía que haber callado en vez de aclarar, como un vulgar lameculos, que “no es mi intención ofenderla, señora, créame”. Me pregunto si habría tenido tantos miramientos con un jicho de Vallecas acusado de asaltar un supermercado. Me suena que la Constitución dice que la justicia es igual para todos.

Todo apunta a que la estrategia del letrado de Doña Cristina está pésimamente planteada. Yo le doy gratis este consejo jurídico: En vez de insistir en la confianza que esta enamorada dama tenía en su marido, la defensa debería basarse en su inimputabilidad a causa de una idiocia congénita heredada de su padre.

Más sobre la monarquía en La pluma viperina:

- Le han engañado
- El sueldo del Rey
- El Rey de copas
- Dando ideas al Rey
- Una afrenta intolerable
- ¡Chúpate esa!

miércoles, 19 de febrero de 2014

LA CARETA DEL HUMOR

Por nuestra propia naturaleza, los seres humanos tenemos una necesidad compulsiva de comunicarnos con nuestros semejantes, una tendencia irrefrenable a entablar conversación con quien sea independientemente del grado de confianza. Es algo que llevamos inscrito en nuestro código genético y que no podemos evitar. Pero como por pura lógica no hay nada de qué hablar con quien no conocemos más que de vista, hemos ido diseñando una serie de temas comodín que permiten iniciar una charla con cualquiera en todas las situaciones y circunstancias. Todo menos quedarnos callados en el ascensor cuando subimos con un vecino con el que apenas tenemos trato. Estas temáticas recurrentes, que constituyen lo que los lingüistas llaman nivel neutro de comunicación, pueden ser relativamente variadas, pero en España hay dos muy predominantes que son el tiempo atmosférico, y el fútbol y los deportes en general.

Un comodín algo más sutil, que no es tanto un tema en sí como una fórmula comunicativa, es el humor. Si lo considero más sutil que otros mecanismos de comunicación neutra es porque no solo lo utilizamos para favorecer la cháchara con quien no conocemos, sino también como estrategia para no profundizar (por diversos motivos) en el trato con determinadas personas. El cachondeo, las bromas y los chistecitos son una herramienta esencial en la vida social, pero en ocasiones se convierten en la única forma de relación entre ciertos individuos.


En efecto, si examinamos atentamente nuestro entorno, nos daremos cuenta de que hay algunas personas que siempre están de coña entre sí sea cual sea la situación y el tema a tratar. Algunas veces es cierto que se conocen poco y se sirven de la hilaridad como si fuera una especie de lubricante social, pero muy a menudo se conocen perfectamente e incluso aseguran ser amigos desde hace muchos años. Esta gente da la impresión de llevarse muy bien, todo el día riéndose y haciendo gracias. Suelen conversar sobre cuestiones intrascendentes y ajenas a su vida e intereses, sacando siempre punta humorística a todos los comentarios. Por lo general no hablan de sí mismos, ni de sus familias o trabajos, ni mucho menos sobre sus sentimientos o preocupaciones, ni tampoco se preguntan entre sí sobre ello. Su vínculo queda estancado en una apacible superficie en la que reina la simpatía mutua pero en la que nunca hay espacio para la seriedad ni para los asuntos personales. No es nada raro, ya digo, que este tipo de relaciones se perciban como amistades entrañables, cuando en realidad los implicados apenas saben nada los unos de los otros.

Otras veces esta actitud define más a personas concretas que a relaciones. Todo el mundo en alguna circunstancia o con algún interlocutor puede emplear estos mecanismos, pero hay algunos que los utilizan siempre, se relacionen con quien se relacionen.

La clave de todos estos comportamientos está en el deseo de evitar la profundización con los demás, unas veces porque no procede favorecer la confianza en ciertas situaciones, otras porque nos interesa guardar la distancia con quien no terminamos de tragar pero nos vemos obligados a mantener un trato asiduo, y otras porque deseamos protegernos con una armadura impenetrable de la indiscreción o la curiosidad ajena. Quien por sistema cultiva un trato muy superficial con los que le rodean, un buenrollismo comodón con el que nunca se moja ni nunca se interesa por el que tiene delante, en el fondo está poniéndose una careta para ocultar algo. Sabe que moviéndose en el terreno de las bromas, las risas y los tópicos es más difícil que salgan a la luz las materias espinosas que hieren su corazón, que alguien le interpele sobre sus miedos o se vea desnudo emocionalmente.

El humor excesivo también revela, a mí parecer, una falta de habilidad social, pues al final hacer el tonto es el expediente más sencillo para eludir conflictos, salir de atolladeros y no dar la cara.


También sobre el humor en La pluma viperina: La tiranía de las bromas

domingo, 16 de febrero de 2014

CURAS POLITIZADOS




A lo largo de mi vida he conocido varios curas fuertemente politizados y ninguno ha sido santo de mi devoción. Unos eran párrocos de barriada o jesuitas que habían bregado veinte años en aldeas de El Salvador y de pronto regresaban a España envenenados de liberacionismo, a decir misa de doce a pipiolos universitarios y a gente de orden del centro de Vigo o de Salamanca, y el personal se ponía pálido con sus arengas marxistas en las homilías. Otros eran antiguos capellanes del Frente de Juventudes, más falangistas que José Antonio, que vestían camisa azul bajo la chaquetilla de punto, repetían mucho lo de “por el Imperio hacia Dios" y relataban una y otra vez cómo al estallar la guerra salvaron de la quema segura a la Virgen del colegio.

Hace mucho, haciendo el Camino de Santiago, conocí a un novicio jesuita que cuando vio por la tele que había ganado el PP las elecciones nos propuso celebrarlo con unas cañas. 

      -        ¿Y tú por qué celebras eso? –le pregunté. 

     -         Pues… no sé. Porque soy de derechas. 

      -       ¿Entonces vas a ser un cura solo para los creyentes de derechas? 

Este chaval, del que volveremos a hablar, abandonó la Compañía al año siguiente. Por una tía, claro. 

Puedo entender que cada presbítero tenga sus inclinaciones políticas pero me desagrada mucho que se signifiquen expresamente y mucho más que colaboren de la forma que sea con un determinado partido. Los curas son representantes de Cristo para todos los hombres, no solo para los de su cuerda, y en la medida que se identifiquen en público con una facción concreta estarán alejándose de una parte de los fieles. 

Un sacerdote debería estar llamado a la neutralidad en estas cuestiones, aunque entiendo que es muy complicado mantenerse al margen sobre todo en época de convulsiones sociales o de conflictos armados. No en vano a la Iglesia nada humano le es ajeno, y nada hay más humano que la política. La imparcialidad tampoco implica que los religiosos no hayan de estar agradecidos a los políticos que defienden la Fe católica y los intereses de la Iglesia, ni que no deban tener prevención contra quienes les persiguen. Pero un buen cura jamás debiera incurrir en el proselitismo partidista, ni hacer ostentación de sus filias y fobias ideológicas, ni tratar de modo distinto a unos o a otros según su filiación. Su deber es atender a todos con amor y ayudarles sin distingos evitando todo comportamiento, por sutil que parezca, que pueda constituir una barrera a su vocación de amor universal.

jueves, 13 de febrero de 2014

CARRERA MOTORISTA 1928 (por Un vallisoletano madrileño)


Con fecha del 12 de febrero de 1928, El Norte de Castilla, en su sección deportiva, anunciaba para ese mismo día la prueba motorista del “kilómetro lanzado”, que se celebraría entre San Isidro y La Cistérniga de Valladolid. Sin duda los participanes fueron los pioneros de este deporte en la ciudad, pues las primeras motos llegaron a España en la segunda década del siglo XX.

Completando esa noticia se encuentra en mi archivo, una fotografía de algunos participantes en dicha carrera.

En dicha foto aparecen Vicente Naure, de Madrid, sobre Velocette; Enrique San Juan, de Madrid, también sobre Velocette; Emiliano Sanz, de Madrid, sobre Franco Baure, y Pedro Pardo, de Valladolid.

Dicha foto está tomada en la villa de D. Pedro Pardo, situada en el Paseo de Zorrilla nº 2 de Valladolid. Don Pedro Pardo Urquiza y su esposa Doña Angela San José Goicoechea, padres del motorista, fueron los patronos-constructores de la iglesia de la Sagrada Familia del Paseo de Zorrilla, situada entre las calles Tres Amigos y Magallanes, y construida en el año 1899. Esta iglesia se derribó en el año 1967 y parece ser que actualmente se encuentra reconstruida en la finca de los Hermanos Pérez en el barrio de La Rubia. Pedro Pardo vivía en este gran chalet del Paseo de Zorrilla, que ocupaba toda la manzana entre las calles Juan de Juni y Gregorio Fernández. Este chalet fue derribado en los años ochenta del siglo pasado y actualmente se encuentra construido en dicho lugar el edificio de la Mutua Castellana.



Un hermano de Pedro Pardo, Ramón, fue alcalde de Valladolid en 1881. Esta familia fue propietaria de los talleres de Miguel de Prado en el barrio de San Andrés, en la calle Labradores, hasta su demolición sobre 1970.

La fotografía es de fotógrafo desconocido y sus medidas son de 134x89 mm.. Es de gran calidad y fue adquirida en un mercadillo de Madrid el año 2009.

 NOTA: Un vallisoletano madrileño es un amigo y lector de La pluma viperina que colecciona postales y fotos históricas de toda España y, en especial, de Madrid y de la capital del Pisuerga.

martes, 11 de febrero de 2014

ESCLAVITUD Y CRISTIANISMO

Hace unas semanas vi la escalofriante película 12 años de esclavitud, de Steve McQueen, basada en la autobiografía del negro Salomon Northup, que vivía libre y contento en el estado de Nueva York con su mujer y sus hijos cuando en 1841 (veinte años antes de la guerra) fue secuestrado por unos traficantes y vendido como esclavo en Louisiana, donde trabajó en condiciones casi animales en plantaciones de caña y de algodón durante más de una década, tratando de contactar en vano con sus amigos del norte. La cinta rezuma arte y calidad por los cuatro costados, Estamos ante una historia inolvidable, extremadamente dura, narrada en tono poético y con una fotografía soberbia. Nadie puede perderse esta fábula sobre los polos opuestos de la naturaleza humana: la barbarie y la inteligencia, la crueldad y el tesón, la desesperación y la fe.

Uno de los puntos que se tocan de refilón pero que a mí me ha hecho pensar bastante es la manipulación del mensaje cristiano que a lo largo de la historia hemos perpetrado los hombres para defender nuestros intereses. La esclavitud no ha sido una excepción. La Biblia que esgrimían los latifundistas sureños y los pastores protestantes locales para defender el comercio de negritos y los latigazos era la misma que inspiraba a los católicos y a los cuáqueros sus discursos abolicionistas. Con la religión cada uno ha arrimado siempre el ascua a su sardina.

Dándole vueltas al tema me acordé de la actitud histórica de la Iglesia hacia la esclavitud y no pude menos que sonreír. Es ya un clásico que la calaña progre, incluso sin creer en Dios, reivindique el Cristianismo de las catacumbas y acuse a los Papas de haberse apartado del mensaje genuino de Jesús y de sus primeros seguidores. Se olvidan de que la religión cristiana nació en la Antigüedad tardía, en la época del Imperio Romano, cuando la esclavitud era una realidad omnipresente, y de que la Iglesia de entonces no se planteó, ni mucho menos formuló, la menor crítica a una institución tan abominable. Durante mucho tiempo se limitó a recomendar a los propietarios de esclavos que les brindasen un trato humano, pero insistiendo a estos últimos en la importancia de la resignación e instándoles a obedecer a sus amos “como obedecerían a Cristo”. Se predicaba la igualdad formal entre libres y esclavos, y el hermanamiento de todos, pero por ejemplo un esclavo jamás podía ordenarse sacerdote sin consentimiento de su dueño legítimo.

Muchas cosas tuvieron que cambiar para que la Iglesia Católica se sensibilizara primero y después se atreviera a condenar públicamente el tráfico y la compraventa de seres humanos. En concreto hay que esperar a 1462 para que un Papa (Pío II) arremeta por primera vez contra estas actividades, calificándolas de “magnum scelus” (gran crimen). Es en el siglo XV, coincidiendo con la conquista y colonización de América, cuando se multiplican las condenas papales, revelándose así una actitud inequívoca de Roma hasta la abolición de la esclavitud en todos los países a principios del siglo pasado. 

¿Por qué un silencio de quince siglos de la Iglesia sobre una cuestión tan escabrosa y tan manifiestamente contraria a los valores evangélicos? Es muy difícil responder y conviene tener en cuenta las circunstancias históricas. Hay quien opina que en sus orígenes el Cristianismo aceptaba sin más la sociedad tal cual era, tratando de influenciarla para su transformación solo a través de las almas individuales, es decir sin entrar en política, algo que no termina de encajar con otras actitudes bastante valientes (aunque a mi juicio equivocadas) de los cristianos primigenios, como por ejemplo su negativa a alistarse como soldados. También hay quien argumenta que aquella Iglesia de la era romana no tuvo fuerza ni valor para hacer frente a un fenómeno tan arraigado en la sociedad, ya que, de haberse opuesto, habría corrido grave riesgo la expansión de nuestra Fe. 

En mi opinión hay muchos más factores que pueden explicarlo. Uno de ellos, mal que a muchos les pese, es el carácter embrionario de la moral cristiana en los primeros siglos después de Cristo. La Doctrina y el Magisterio precisaron de un desarrollo de muchos años para definir posturas nítidas ante los grandes problemas de la sociedad en la que el Cristianismo se incardinaba. En los pocos siglos de Imperio Romano que vivió la Iglesia no tuvo tiempo ni madurez para afianzar sus posiciones, y en la Alta Edad Media, como consecuencia de las invasiones germánicas, puede decirse que la esclavitud desapareció en Europa y fue reemplazada por la figura de la servidumbre: los siervos de la gleba sí eran libres aunque estaban adscritos de por vida a una tierra concreta. Así pues la Iglesia primitiva vivió una experiencia esclavista tan corta que no tuvo ocasión de asentar su criterio. 

En la Edad Media el poder eclesiástico acumula grandes propiedades y, con ellas, multitud de siervos, destacándose por su comportamiento humanitario y por la liberación de muchos de ellos, hasta la definitiva desaparición del vínculo servil en los países católicos (en los protestantes se prolongó mucho más tiempo). Por otra parte, en los casos aislados de esclavización de prisioneros musulmanes que se dieron durante la Reconquista española o en las guerras contra el Turco en todo el Continente, se otorgaba la libertad a cambio del bautismo. Varias órdenes católicas (Trinitarios, Mercedarios) y San Vicente de Paúl dieron muestras de una especial sensibilidad hacia los cristianos capturados por la morisma, fundando misiones para rescatarlos (salvaron a más de un millón) y construyendo, en los siglos XV y XVI, numerosos hospitales para estos esclavos.

El año 1492 marca un punto de inflexión en la doctrina cristiana sobre la esclavitud. El trato a los indios por parte sobre todo de algunas potencias, y la captura y el tráfico masivo de indígenas negros, provocan las primeras censuras públicas y claras de la Jerarquía contra una de las prácticas más aberrantes de la historia de la Humanidad y que, sin embargo, como hemos visto, ha sido valorada de diferente modo según las circunstancias socioeconómicas y políticas de cada momento. 

domingo, 9 de febrero de 2014

WERT Y LOS GOYA



Una de las habilidades más importantes de un buen político es saber perfectamente lo que se cuece a su alrededor, tener tomada la temperatura al sector que gestiona y anticiparse así a todos los movimientos. Un gobernante inteligente tiene bien situados sus sensores y sus antenas, y nada le pilla desprevenido; es un experto en sondear las situaciones adversas; sabe lo que piensan en cada momento todos sus subordinados y administrados, y tiene la información suficiente como para adivinar cuando un ligero descontento puede convertirse en un complot.

Un político que a todas luces carece de esta habilidad es el alcalde de Burgos. La gran torpeza del masturbagrillos de Javier Lacalle no fue adjudicar las obras de un bulevar que nadie quería al constructor más corrupto de la provincia, ni llevar adelante el proyecto sin consenso alguno (ni al menos apariencia de haberlo conseguido), ni paralizar los trabajos como un cobarde ante la violencia de la extrema izquierda. El verdadero problema de este señor es que no tiene ni pajolera idea de cómo tantear el clima político y social más allá de su confortable despacho, de cómo extender sus tentáculos informativos ni de cómo capear el temporal celebrando reuniones a tiempo con los vecinos del barrio y gestionando bien el conflicto con la ayuda de la prensa. Todo ello le habría salvado de una derrota bochornosa, pues en el peor de los casos podría haber dado marcha atrás a tiempo.

El ejemplo contrario para mí es el del ministro José Ignacio Wert. Nos guste o no su reciente ley, hay que reconocer que ha sabido montárselo. Antes de iniciar la tramitación del anteproyecto de la norma educativa más polémica de la democracia, Wert constató que la única oposición seria en la calle la constituían unos pocos miles de profes interinos rabiosos por perder su chollo, pero sin ningún ideal y sin ningún espíritu. Gente que mucho pía pero que daría clase tan ricamente en un colegio público del Tercer Reich si así se asegurara los garbanzos.

Con lo de la gala de los Goya de esta noche, también ha estado a la que salta el Ministro de Educación, Cultura y Deporte. A la vista de los abucheos y chanzas que tuvo que soportar de los saltimbanquis del cine en los Goya y en los Forqué del año pasado, y al saber que en la edición de hoy la cosa iba a recrudecerse por no haber bajado el IVA en el sector y haberse recortado las subvenciones a las películas, el ministro ha pegado un buen plantón a este colectivo, el 90% de cuyos miembros no aportan nada ni a la cultura ni a la sociedad españolas y se limitan a vivir de la mamandurria. Wert ha oteado el panorama y ha decidido que este año no le van a pitar los que encima comen todos los días del presupuesto de su ministerio. 

Sin duda yo habría hecho lo mismo que Wert. Vais a abuchear a vuestra puta madre, jipis impresentables, les habría dicho, solo que además yo me habría enterado exactamente de qué personas silbaron para que en el futuro ni un solo estudio ni una sola productora que les contratara recibiera subvenciones de Cultura ni préstamos del Instituto de Crédito Oficial. Eso es manejar bien la información y ser un político listo.

jueves, 6 de febrero de 2014

SEGUNDONES

La sempiterna figura del segundón es mucho más importante en las relaciones sociales y profesionales de lo que imaginamos. Nos suelen deslumbrar los primeros de a bordo, los que llevan la voz cantante y ponen cara al poder y a las decisiones de calado, y al mismo tiempo menospreciamos, aunque sea subconscientemente, a los números dos, tres o cuatro de la tripulación, a quienes trabajan con discreción al fondo del escenario.

Identificamos casi siempre la visibilidad con la capacidad y el éxito sin darnos cuenta de que hay muchos segundones intencionados que de tontos no tienen un pelo. Son personas muy capacitadas que podrían perfectamente hacerse cargo de la nave pero que, tras un balance muy cerebral, a veces egoísta y si me apuras maquiavélico, han llegado a la conclusión de que les interesa más quedar en segundo plano con una buena cuota de poder que dar la cara en la línea de fuego con todo el desgaste, las responsabilidades y los riesgos que ello implica. Hay "segundones" muy inteligentes que en la práctica tripulan el barco a su antojo pero prefieren que esté al mando un hombre de paja, un capitán nominal, un idiota vanidoso dispuesto a comerse todos los marronazos solo a cambio de lucir galones. 

Somos estúpidos y damos por supuesto que a todos los ambiciosos les gusta figurar, cuando lo que de verdad les gusta es mandar.

Cerrillo, salsa de todos los guisos
Luego hay otra modalidad de segundón que me recuerda al personaje de Cerrillo que en La escopeta nacional interpreta Rafael Alonso. En este caso son sujetos algo grises y sin talentos destacables que no obstante tienen la virtud de ser unos grandes observadores, conocer bien sus limitaciones y carecer de ambición personal. Saben de sobra que jamás llegarán a ninguna cúspide ni cortarán el bacalao en nada, pero que alrededor de los banquetes más opulentos siempre caen sobras y migajas con las que la mayoría de la gente estaría encantada de alimentarse, y ellos son lo bastante hábiles como para encontrar siempre acomodo bajo la mesa del festín, igual que los perros fieles. En no pocas ocasiones estos despiertos ratones sociales, subalternos encantadores o colaboradores entrañables, llegan a hacerse imprescindibles para los mandamases, que los van integrando poco a poco en sus círculos aunque sea adoptándolos como mascotas. Al final, con los años, se saben al dedillo los circuitos y engranajes del poder, y los gerifaltes los conocen, les llaman, les preguntan, les piden consejo, les obsequian y les dan palmaditas en la espalda. Con frecuencia sirven de útiles (e interesados) cicerones a quienes desean adentrarse en ciertos corrillos (“Doña Laura, en el Pardo, lo que queráis”, dice el sevicial Cerrillo). Y, claro, de esta proximidad al poder, aunque sea desde niveles tan modestos, suelen sacar tajadas a veces inimaginables.

Ambos tipos de segundones resultan esenciales en el funcionamiento de cualquier organización y en el devenir social cotidiano.            

martes, 4 de febrero de 2014

¡TOÑO, FUERA DE MI COÑO!


Por diversas causas que sería largo de analizar, algunas directamente achacables a ella misma, en las últimas décadas la Iglesia Católica ha ido perdiendo predicamento en la sociedad española a pasos agigantados. De ser la institución más influyente en nuestro país, de inspirar las legislaciones, de impregnar con sus valores el sistema educativo, de tener presencia activa en todos los ámbitos, de servir de referente moral indiscutible y de infundir el mayor de los respetos incluso a los más fríos en materia religiosa, nuestra querida Iglesia ha pasado a convertirse en una especie de oenegé permanentemente cuestionada, objeto de mil críticas y blanco de las calumnias más repugnantes, de la que ya reniegan en público hasta los no hace mucho fervientes devotos.

Ha sido un proceso largo y escalonado en varias fases. Primero vino un cumplimento inerte del precepto dominical acompañado de un cambio de costumbres a espaldas de la moral católica, muchas veces en un mar de remordimientos; luego una indiferencia absoluta hacia la Religión y sus ministros; más tarde la gente empezó a cachondearse de los curas y a criticar poco a poco el papel de la Iglesia en la sociedad; al poco, comenzaron a difundirse impunemente las más viles difamanciones contra sacerdotes y religiosas, y, anteayer, por fin, tocamos fondo cuando cinco militantes de la organización ultrafeminista Femen atacaron desnudas de cintura para arriba al septuagenario Monseñor Antonio Rouco, y le pusieron unas bragas sucias en la cabeza. En las tetas llevaban escrito el lema “Toño, fuera de mi coño”.

Ante un hecho semejante, que no tiene parangón en la escalada de vejaciones y faltas de respeto que los progres infligen a la Iglesia, se mezclan mis sentimientos de tristeza y de ira. Lo que no tengo claro es qué proporción de mi rabia va dirigida hacia las mujerzuelas de Lara Alcázar y cuál hacia las autoridades eclesiásticas y hacia los propios fieles católicos por humillar la cabeza como corderos ante esta afrenta. Porque si las activistas de Femen se han atrevido a insultar de esta forma la dignidad del Presidente de la Conferencia Episcopal y, consiguientemente, la de millones de fieles, es porque saben a ciencia cierta que les va a salir gratis, no solo porque el Código Penal español prevé una simple multa para quienes hagan escarnio público de los sentimientos religiosos, sino porque ni el cardenal va a protestar siquiera ni un solo creyente a reaccionar como es debido ante el atropello.

Lara Alcázar, fundadora de Femen en España
La cobardía y la pasividad de los católicos es lo que da alas a las furcias de Femen, que se saben muy seguras irrumpiendo en pelotas en catedrales abarrotadas de abuelos bonachones, o afrentando a plácidos cardenales acompañados de beatas de ochenta años, pero que se cuidarían mucho de montar una protesta de las suyas en aquellos lugares del mundo donde verdaderamente reina el patriarcado y se oprime a la mujer, léase países islámicos. Evidentemente no reivindico que los cristianos españoles adoptemos contra estas jóvenes medidas equivalentes a las que tomarían en Irak, pero me parece muy lamentable que nos quedemos con los brazos cruzados.

Por otro lado, el virulento anticlericalismo de estas señoritas les hace perder de vista algo tan obvio como que los mensajes de la jerarquía católica en materia de moral sexual van dirigidos a los creyentes que aspiran a vivir conforme a los mandatos de Cristo, entre los cuales no se encuentran las integrantes de este movimiento de origen ucraniano, que ya damos por sentado que harán caso omiso de lo que pueda opinar Rouco y se comportarán sencillamente como perras en celo al margen de todo sentido del decoro y de la dignidad. De modo que su Ilustrísima, frente a lo que ellas suponen, nunca ha tenido intención alguna de entrometerse en el uso o abuso que deseen hacer de su cavidad vaginal. La Iglesia y Toño (como ellas le llaman) pasan de su coño, aunque por supuesto estarían encantados en que se produjera una sincera conversión y la Lara y sus putitas acabaran profesando en un convento de monjas.

Mientras esperamos el milagro a mí se me ocurren diversas iniciativas que los católicos podríamos abordar para poner freno a los excesos de estas jovencitas tan lozanas, que, como todo el mundo intuye, no pertenecen a Femen, sino que son contratadas ex profeso para las algaradas ante la escasez de feministas con los mínimos requerimientos estéticos. Yo entiendo que aparte de las querellas que puedan presentarse contra Femen por su agravio a nuestra Fe, y puesto que estas chicas no quieren al cardenal en su coño, no estaría nada mal que algún exaltado les llenara de cardenales el resto del cuerpo, y, si no es mucho pedir, procediera a raparles el pelo al cero y a convidarlas con mucho cariño a un buen trago de aceite de ricino. Y que todo quede ahí, por favor: después de todo, no somos integristas.


Más remedios contra los anticlericales en La pluma viperina.

domingo, 2 de febrero de 2014

ESTACIÓN GOURMET




Ir de tapeo es una divertida alternativa a la cena de amigos en un restaurante y además últimamente vivimos la época dorada del pincho, que se ha convertido en estrella gastronómica en muchas de nuestras ciudades. Frente a la mesa, el mantel y el menú, las ventajas de salir a picar son la variedad en la oferta, el cambio de ambientes y el formato más dinámico e informal, que da pie a otra forma de relacionarnos. En cuanto a los precios habría mucho que discutir sobre si de verdad sale más barato el picoteo de calidad que cenar sentados como Dios manda, pero lo que está claro es que nos encanta romper la monotonía. 

Ayer fui por primera vez a la Estación Gourmet de Valladolid, inaugurada hace pocos meses a imagen y semejanza del madrileño Mercado de San Miguel, aunque con unos precios bastante más ajustados. El concepto de negocio me encantó y los productos también. Ubicado en la nave de los viejos almacenes de RENFE, este gran “mercado de la hostelería" se compone de unas barras centrales que albergan una cervecería y una vinoteca, y de unos veinte puestos monográficos que ofrecen verdaderas delicatessen, como una hamburguesería especial con minihamburguesas de rabo de toro o de buey; una croquetería con muchas variedades como el lechazo o el pulpo; un bar especializado en pinchos de pollo (brochetas, nuggets); una crepería francesa; una brasería argentina; una pulpería donde también sirven sidriña; una heladería italiana; una cafetería para degustar recetas inauditas; una freiduría de gambas de mil tipos, una coctelería y, lo que más gracia me hizo, un establecimiento llamado El Templo del Huevo donde solo ponen tortillas españolas y platos de huevos fritos con patatas, pero con guarniciones bien variadas: trufa, jijas, setas, chorizo... ¡Delicioso y lleno hasta la bandera!

Aparte de que estaba todo exquisito, yo lo recomiendo porque muchos de los locales apuestan por productos de la tierra y de denominación de origen, sus tapas son originales, y cuentan con un servicio la mar de esmerado. Por otra parte no me pareció caro teniendo en cuenta las calidades. Sale igual o más barato que los bares de tapeo típicos de la ciudad con dos ventajas añadidas: que la bebida no se compra en los puestos de raciones, sino en las barras comunes y así una caña, si quieres, te puede durar dos stands (a los catalanes les encantaría), y que se pueden adquirir a la entrada cheques degustación, que salen muy bien sobre todo si se va en grupos grandes. 

Sería una buena idea que todos los viperinos aconsejáramos zonas o locales de tapeo de diferentes ciudades, y así hacemos un poco de turismo gastronómico y nos lanzamos a otros sabores armados con un palillo en vez de con los cubiertos, que ya están muy vistos. ¡Animaos y hacednos la boca agua!