jueves, 29 de mayo de 2014

LEONOR

Leonor Izquierdo el día de su boda
Estoy repasando una voluminosa biografía de Antonio Machado y no puedo menos que darle vueltas al tema de su boda con Leonor en 1909. El irrepetible poeta era catedrático de instituto en Soria y tenía 32 años cuando se enamoró de esta chiquilla de 13, hija de los dueños de la pensión donde se alojaba. Sus padres al principio se inquietaron por la diferencia de edad, pero terminaron consintiendo al ver la ilusión de la muchacha y conscientes de la formalidad de Machado, que era un caballero. Solo pusieron como condición esperar hasta que ella cumpliera los 15.

¿Qué sucedería en una situación idéntica pero en 2014? Intentemos imaginarlo. Un tío con los 30 bien cumpliditos se saca la oposición de profesor de secundaria, se va destinado a una pequeña capital de provincias y no solo coquetea con la hija treceañera de la patrona de su hostal, sino que se atreve a plantear el matrimonio. Incluso sin tener esta relación el menor componente sexual, ¿cuánto tardaría el padre de la chica en romperle los piños al osado docente?, ¿qué dimensiones alcanzaría el escándalo?, ¿no se harían eco los periódicos y las televisiones de todo el país de este caso de “presunta” pederastia

Huelga decir que la sociedad de nuestros días y la de 1909 tienen muy poco que ver en cuanto a la concepción del matrimonio, del papel de las mujeres y de la sexualidad. Pero estas diferencias de mentalidad no me parecen suficientes para que un noviazgo así fuera aceptable en la Belle Époque y hoy lo consideremos poco menos que una monstruosidad contra natura. ¿Qué ha cambiado de verdad en nuestras mentes en los últimos cien años?

Yo entiendo, llamémoslas así, las razones socioeconómicas y culturales. A principios del siglo XX se consideraba que una mujer era casadera cuando alcanzaba la madurez sexual y era capaz de llevar sola una casa. Hoy todo esto nos suena a chino porque incluso una chica de 20 años tiene por delante tan amplio abanico de expectativas de ocio, formación y empleo que nos chirría que se someta, a tan temprana edad, al “yugo” de los deberes conyugales. En este sentido, puedo comprender (aunque no necesariamente compartir) que la boda de una jovencita con el bachillerato recién terminado disguste a sus padres, que seguramente tuvieran en mente un futuro bien distinto para ella, más acorde con estos tiempos, sobre todo en lo profesional.

Pero lo que no acabo de ver es la cuestión sexual-emocional. Trece años son trece años, y aunque resulta innegable que podemos encontrar adolescentes con muy diferente grado de madurez física y mental, estaremos casi todos de acuerdo en que no parece la mejor edad para asumir un vínculo tan importante y embarcarse en la vida marital. Incluso aunque desde el punto de vista carnal no se planteara ningún problema, cabría preguntarse si en general una persona que acaba de abandonar la niñez es capaz de afrontar los compromisos derivados de una relación de pareja y de la maternidad. Y también me planteo si un hombre de 32 y una chiquita de 13 pueden tener la sintonía y las motivaciones comunes suficientes como para que su unión funcione.

Está claro que en 1909 todas estas cosas ni se las preguntaban, lo que en cierto modo me escandaliza.

Pero también me escandaliza la actitud de nuestra sociedad. Porque hoy en día da la impresión de que un idilio así no se considera inadecuado tanto por las repercusiones afectivas y psicológicas en la menor como por sus connotaciones sexuales, hasta el punto, como digo, de considerar un paidófilo y un degenerado a todo varón adulto que pueda enamorarse o sentirse atraído por una chica de esta edad. Y admitamos que estas relaciones podrán ser, desde el punto de vista social e incluso emocional, todo lo desaconsejables que se quiera, pero que la atracción de un hombre por una mujer físicamente desarrollada y fértil, tenga las primaveras que tenga, entra en los cánones de la más absoluta normalidad, y que no tiene sentido estigmatizar de ese modo estos enamoramientos, casi encuadrándolos entre las patologías más abominables.

No pienso que la pasión de Machado por Leonor (quien por cierto murió al poco de tuberculosis) sea anormal en absoluto, aunque sí me parece enferma, primitiva y materialista una sociedad que ignoraba los intereses de una cría en plena pubertad en beneficio de los de un hombre con prestigio y dinero. Tampoco considero que antinatural sea la palabra para definir el capricho de un cuarentón de hoy en día por una alumna de 4º de la ESO corporalmente bien formada. Morbosa es esta sociedad nuestra que tilda de pervertido al que se encandila con la feminidad de las muchachas más jóvenes, con independencia de la procedencia o no de que se materialice una relación amorosa o sexual.

A veces creo que los de nuestra generación tenemos, como decían en la serie Los Serrano, la mirada demasiado sucia. De hecho soy capaz de imaginar perfectamente a Machado, en 1909, con unos sentimientos puros y hasta platónicos por su novia niña Leonor, pero me cuesta horrores descartar las implicaciones lúbricas en un amorío semejante en la actualidad, tanto por parte de él como de ella.

martes, 27 de mayo de 2014

¿MONTAMOS UN NEGOCIO? (5): CAPITALIZAR EL PARO


El mes pasado el Ministerio de Empleo decidió ampliar a todos los parados la posibilidad de capitalizar el 100% de su prestación para invertir en un negocio. Hasta ahora solo se concedía este “beneficio” a los menores de 30 años y a las personas con discapacidad. Los hombres mayores de 30 y las mujeres mayores de 34 (no entiendo la diferencia) solo podían cobrar por adelantado el 60%.

La medida se enmarca en una política más amplia de incentivo del autoempleo, que persigue dinamizar la economía facilitando e impulsando la actividad de los emprendedores.

Permitir el cobro anticipado de la totalidad del paro me parece una pésima solución a los problemas de España y de las familias. 

Esta alternativa obvia la verdadera naturaleza de la prestación por desempleo; estamos hablando de una ayuda cuya esencia es precisamente la periodicidad mensual y su objetivo cubrir las necesidades básicas del parado durante un determinado período de tiempo. Esto se compadece muy mal con pagarle todo el dinero a la vez a quien justifique su inversión en una PYME, pues de este modo el Estado no garantiza, como es su obligación, la manutención del beneficiario durante el tiempo que le corresponda (un máximo de dos años), sino que deja al azar el cumplimiento del fin de la prestación.

¿Qué sucede si se abona a un individuo el 100% de su paro, lo destina a la creación de una empresa, y el proyecto fracasa estrepitosamente y ha de cerrar en cuatro meses sin haber ganado un euro? ¿Quién lo mantendrá entonces si ya ha agotado toda la ayuda?

Podría ser razonable cierto grado de capitalización (un 33% como máximo), atendiendo a circunstancias muy concretas y exigiendo, desde luego, la existencia de unos ingresos suficientes en la unidad familiar del interesado para prevenir desenlaces dramáticos. Pero dar el 100% a todo el mundo que lo pida se me antoja una barbaridad. Ante situaciones de paro forzoso, la misión de los poderes públicos es asegurar la protección social y económica a los afectados y a sus familias, y no animarles a jugar a la ruleta rusa.

Las prestaciones por desempleo son para comer y vestirse, no para emprender aventuras inciertas y quedarse después con una mano delante y otra detrás.

domingo, 25 de mayo de 2014

ABSTENCIÓN




Como siempre sucede en las elecciones al Parlamento Europeo y cada vez más en cualquier otro comicio celebrado en España, hoy los ciudadanos han vuelto a decantarse mayoritariamente por la abstención. Pese a los denodados esfuerzos de todos los partidos por estigmatizar la renuncia a la participación en estos saraos, la mayor parte de los españoles ha vuelto a pegar un rotundo corte de mangas al tinglado parlamentario, al actual modelo de democracia, a la pestilente Unión Europea y a toda la purrela de politicuchos que pretenden vivir del cuento y de las dietas otros cinco años.

Reconozco que no todos los que se abstienen lo hacen por idénticos motivos, pero estoy seguro de que esta postura es, en la mayoría de los casos, más premeditada y consciente de lo que nos quieren hacer creer; de que responde a la rebeldía o al hartazgo, y no a la simple pereza. Los abstencionistas no son dejados; simplemente están hasta el gorro de esta estafa con forma de urna de metacrilato.

El otro día leí un curioso estudio sociológico sobre la abstención, con encuestas y tal, cuya conclusión a grades rasgos es que en las convocatorias electorales se inhiben más los pobres que los ricos; que en los barrios obreros se vota menos que en las urbanizaciones de lujo; que los parados y los curritos en precario se abstienen con mayor frecuencia que quienes disfrutan de estipendios fijos y elevados, y que los ciudadanos con estudios superiores tienen más interiorizado su deber cívico de sufragio activo que aquellos que se encuentran, como se dice ahora, en riesgo de exclusión social.

Este curioso análisis, con tan fuerte componente propagandístico (“si no votas, eres pobre”), me irritó al principio e incluso dudé de la veracidad de los datos, pero luego con más calma, contrastándolos con el comportamiento en las elecciones de la gente de mi entorno, me di cuenta de que son bastante certeros. Aunque el índice de abstención en España es altísimo, admito que conozco a poquísimos titulados universitarios, con economía holgada, buena posición social y familia estructurada que se hayan quedado hoy en casa.

Pero la explicación es fácil. Quienes gozan de una posición acomodada o simplemente ven su nómina puntual en la cartilla, quienes tienen un piso en propiedad y jamás han sufrido un desahucio, quienes no padecen la gangrena del paro desde 2008 o cuentan con el colchón familiar, quienes han podido independizarse, casarse y tener críos cuando han querido, quienes nunca han sabido lo que es vivir al mes con 500 euros, quienes no han sufrido en sus carnes la última reforma laboral o no se han visto obligados a emigrar al extranjero, todos ellos, no me extraña, tienen motivos suficientes para la complacencia, para sentirse en el actual sistema político como pez en el agua y para decir altaneros esa chorrada mayúscula de que es una obligación moral ejercer el derecho al voto y que aquel que no lo haga no tendrá luego legitimidad para protestar.

Comprendamos, en cambio, que los demás (la mayoría) tengan sus reticencias a dar el visto bueno, con su sobre y su papeleta, a un modelo de participación no ya imperfecto, sino más falso que un billete del Monopoly, que se les antoja, con toda la razón, una burla demasiado cruel. Entendamos que haya gente, mucha gente, a la que le importe un bledo quien gane las elecciones, ya que los resultados, sean cuales sean, jamás contribuirán en modo alguno a mejorar sus vidas, y que prefieran disfrutar su domingo al margen de “la fiesta de la democracia”. Dirán que puesto que fueron los poderosos, los oligarcas y los banqueros los que inventaron este juego en el que solo caben sus reglas, sus trampas, sus partidos y sus medios de comunicación, que también sean ellos los que lo jueguen, ellos solos o si acaso con sus palmeros y beneficiarios.

jueves, 22 de mayo de 2014

NIVEL DE INGLÉS



A menudo me cuenta un amigo que criba currículos y hace entrevistas de selección en una gran empresa las enormidades que la gente escribe sobre su experiencia y antecedentes laborales. Son muchas las anécdotas que constatan que hay pavos que ni siquiera en su propio currículum vitae, con el que se supone pretenden vender lo mejor de sí mismos, son capaces de disimular su patetismo, su dejadez y su ineptitud. Los hay tan simples que no saben ni mentir o, al menos, camuflar aquellos defectos por los que no los contratarían ni en una granja porcina.

El récord –me cuenta– lo ha batido esta semana un leonés de 30 años, aspirante a auxiliar administrativo, que en el apartado “idiomas” ha puesto literalmente: “Inglés, nivel de usuario”. 

Ya dije en su día que los currículum no sirven para nada, pero ahora matizo: si se pone una cosa así, entonces sí que sirven. ¡Para seguir en el paro toda la vida aunque en los puestos solicitados no exijan idiomas!

¿Dónde colocamos a un bodoque así? ¿Tiene el derecho constitucional al trabajo? ¿Debería advertirle alguna empresa, por caridad, que es preferible dejar en blanco su nivel de inglés a escribir semejante catetada?


martes, 20 de mayo de 2014

SONAJEROS (por Un vallisoletano madrileño)






Siempre han existido pequeños artilugios que servían de entretenimientos a los niños recién nacidos  en sus primeros meses de vida y que nosotros en España llamamos comúnmente sonajeros o sonajas, y que nuestros hermanos de Hispanoamérica denominan también con el nombre de mordillos debido a que los bebes los muerden con regularidad.

Según Aristóteles, el sonajero, es un invento de Arquitas de Tarento en el siglo V antes de Cristo. Desde esa época y hasta ahora los sonajeros han ido evolucionando desde los primeros, que eran de cerámica, hasta los actuales, que guiándose por  las nuevas normativas de seguridad, son de materiales blandos.

En mi colección se encuentran una serie de ellos de principios del siglo XX, de plata, material noble, y que en esos años era los lógicos regalos de los familiares cercanos al recién nacido así como pequeños vasitos también del mismo material. En la fotografía se ven tanto los normales con mango para que el bebé, al moverlos, sonaran, como los que tienen diferentes formas y que normalmente se prendían con un imperdible en la ropa del bebé. 

Actualmente y debido a la diversidad de modelos diferentes, estos sonajeros de plata son un objeto de colección bastante apreciado por coleccionistas y es rara la subasta de objetos de arte o de colección en que no salga alguno de ellos alcanzando en algunos casos altos precios para ser un objeto tan pequeño. 


(Dedicado a Iria, que cumple un mes la semana que viene)

domingo, 18 de mayo de 2014

VISTO BUENO




En las grandes empresas o en las organizaciones de carácter burocrático (por ejemplo, las administraciones públicas) hay determinadas tareas que deben ser revisadas sucesivamente por varios trabajadores hasta que obtienen la aprobación definitiva por un responsable superior. Muchas veces se trata de documentos que son confeccionados por las unidades básicas y después van subiendo de despacho en despacho, recibiendo vistos buenos, hasta llegar al órgano más alto del escalafón, que los respalda con su rúbrica.  

Donde yo trabajo hay resoluciones que han de ser chequeadas con atención por siete personas distintas antes de que las firme el Gran Jefe.

Se supone que con estos procesos se quiere aportar seguridad y calidad al trabajo porque, como suele decirse, ven más diez ojos que dos, pero yo cada vez soy más escéptico al respecto. Me parece que cuando en cualquier tarea o procedimiento hay implicada más gente de la necesaria, termina saliendo todo fatal. A lo único que lleva un exceso de comprobaciones y de “vigilantes” es a que todos los participantes en la cadena se relajen y nadie cumpla bien su parte.

Si cuando el técnico redacta inicialmente una resolución, sabe que va a ser leída con cuidado por su jefe de sección, y que después la carpeta se pasará a la jefe de área, y que esta la despachará con el subdirector adjunto para que dé su O.K., y que entonces el asesor jurídico le dará un repaso fino antes de entregárselo, para una última revisión formal, a las secretarias del Director General previamente a su firma por este, pues lo más seguro es que el humilde técnico del principio no afine como es debido y se despreocupe de los detalles del escrito confiando en que si se le cuela algún pequeño fallo lo detecten más arriba. Pero más arriba pasa lo mismo: al que le han pasado la disposición con cuatro “veos” ya garabateados ni se le ocurre ponerse a mirar con lupa página por página y párrafo por párrafo, suponiendo que ya lo habrán  pulido todo sus compañeros. ¿Resultado?  Que al final el papelito acaba firmado con tres o cuatro errores, unas veces insignificantes pero otras peligrosos.





Cada vez es más frecuente confundir el auténtico trabajo en equipo con meter a todo el mundo en el ajo sin ninguna necesidad, enmarañando los quehaceres, diluyendo las responsabilidades y, en la práctica, boicoteando los objetivos.

viernes, 16 de mayo de 2014

EL RESORTE



Estas mujeres son despreciables pero no están locas

Tras el asesinato de la presidenta de la Diputación de León a manos de la madre de una ingeniero "despedida" por la polémica pepera, casi todos hemos caído en el comentario facilón de que estas tipas tienen que estar muy desequilibradas para hacer una barbaridad así. Pero nada más lejos de la realidad. Las coautoras del crimen no tienen nada de locas; simplemente su nivel de odio ha rebasado los confines de la razón. Ha llegado un punto en que su rencor hacia Isabel Carrasco era tan intenso que neutralizaba cualquier otra consideración como el respeto a la vida, la prudencia, o su propia libertad y bienestar. 

El problema es que todos, sin excepción, tenemos ese límite de no retorno, esa línea tras la cual solo hay instinto ciego. Al fin y al cabo, somos animales. Por distintas razones culturales, educativas, morales, de socialización, de carácter e incluso biológicas, unos tienen este límite escondido en lo más profundo de sí y es muy difícil de traspasar, mientras que en otros está a flor de piel y basta una pequeña provocación para que salten como fieras salvajes. Pero repito: todos podemos llegar a comportarnos como bestias o criminales cuando se acciona el resorte adecuado en el interior de nuestro cerebro. Basta leer las noticias de actualidad sobre guerras, violencias de género, homicidios, atentados o torturas. Vemos atónitos imágenes en televisión en las que no reconocemos como humanos a sus protagonistas, pero os aseguro que la mayoría no están chiflados; solo viven circunstancias terribles que han activado su resorte animal.

Hasta el más pacífico de los hombres estrangularía a un semejante con sus propias manos si le pisan el callo que le tienen que pisar. Este callo puede tener que ver con la venganza, los celos, el hambre, el instinto de conservación, la inquina alimentada durante años, el orgullo desatado, el pánico o la protección de la familia. Cada uno tenemos el nuestro.

Lo que pasa es que el resorte de estas dos asesinas es demasiado sensible para este modelo de sociedad, en el que todos somos domesticados desde la infancia para resignarnos ante putadas como las que se supone que la poderosa Carrasco hizo a la ingeniero. Las reglas del juego nos permiten, como mucho, acudir a los tribunales o a las manifestaciones. Pero hay unos pocos que nunca llegan a interiorizar estas normas y acaban liándola parda.  Un caso claro en España es el del colectivo gitano y otro el de la propia Montserrat Triana Martínez y su madre, que no padecen ninguna patología psíquica; no son más que enfermas sociales como consecuencia de una vanidad desmedida y de un complejo de superioridad que les ha hecho perder de vista la realidad. A diferencia de lo que haríamos todos en la misma situación, ni Triana ni su progenitora fueron capaces de asumir que a una teleco tan brillante y con carné del PP le pegara una patada en el culo la Diputación leonesa. Su animadversión obsesiva, su audacia y su seguridad en sí mismas hizo el resto.

¿Qué nos tendrían que hacer a nosotros para que nos cargáramos a alguien? Venga, no mintáis, pensad un poquito más y encontraréis una respuesta.

martes, 13 de mayo de 2014

SUBORDINACIÓN INFORMATIVA




Hay una práctica en los informativos de televisión y de radio que nunca he llegado a entender. En muchos programas o boletines de noticias se incluye una sección en la que se repasan rápidamente los principales titulares de los grandes periódicos nacionales: El Mundo, El País, ABC, La Razón, La Vanguardia, etc. En los telediarios incluso ponen la imagen de cada una de las portadas.

No comprendo bien este gesto de subordinación de los medios audiovisuales a la prensa escrita. Es como si las teles y las emisoras dieran por sentado que la gente prefiere saber lo que dicen los periódicos de papel antes que informarse en los espacios televisivos o radiofónicos. Probablemente sea así, y no me extraña, pero me asombra que se admita con tanta naturalidad por los en teoría perjudicados.

También me pregunto si no mediará algún tipo de contraprestación, aunque no sé de quién a quién, si de los medios escritos a las radios y a las cadenas por hacerles publicidad o de estas a aquellos por utilizar sus contenidos.

En cualquier caso las principales cabeceras de prensa estarán encantadas por esta actitud chupa-rueda con la que los audiovisuales demuestran no tener entidad propia ni capacidad para ofrecer al público unos titulares propios e independientes.

Aunque es verdad que en ocasiones los periódicos hacen referencia a programas, debates o declaraciones emitidos por sus competidores en las ondas, no me imagino a El Mundo resumiendo las noticias que ha dado Matías Prats la noche antes en Antena 3.

domingo, 11 de mayo de 2014

BESOS



¿Afecto sincero o simple cortesía?

El otro día le hice "la cobra" a una mujer. Sí, "la cobra", ya sabéis: echar el cuerpo bruscamente hacia atrás cuando alguien intenta besarte, algo que practican mucho las chicas en los bares de copas. A mí me pasó con la joven directora de sucursal del banco donde tengo la nómina. Entré en su despacho a hacer una gestión y ella se puso en pie muy sonriente, me dijo que era nueva, que se llamaba Bea, e intentó plantarme dos besos. Yo retiré la cara sin cortarme un pelo y le tendí la mano. Se quedó apuradísma.

Al salir me pregunté por un instante si no habría sido demasiado borde y yo mismo me respondí que para nada. Aunque el significado social de los besos hoy en día está a años luz del que yo tengo, no me queda otra que transigir con más frecuencia de la que me gustaria y simular el gesto (porque es una pura farsa en la que solo se rozan las mejillas) con señoras y señoritas a las que no me une el más mínimo vínculo afectivo. Pero de ahí a besar a la del banco va un abismo. Es lo que me faltaba. ¿Por qué tengo que mostrarme afectuoso con una directora de sucursal que me importa un pito y con la que voy a tratar como máximo dos veces al año? Ya sé que si por ella fuera me estaría pegando la toquilla cada dos semanas ofreciéndome productos financieros, pero tengo dicho en el banco que no me llamen nunca, jamás, pase lo que pase. 

Yo pienso que los besos son muestras de afecto y no de cortesía, pero, como tengo la batalla perdida en este punto, me aguanto hasta cierto límite y hago el paripé social con muchas mujeres a las que ciertamente no amo (lo siento, chicas) pero con las que tengo (o voy a tener) una cierta relación de confianza, o comparto amistades o espacio cotidiano. Puedo llegar a entender, con algún esfuerzo, lo de cruzar dos besitos con una chica que me acaban de presentar unos amigos, con una compañera nueva del trabajo que ocupará una mesa al lado de la mía o con la nueva vecina del rellano, pero me da de patadas tener que hacerlo con clientas o similares, o con personas que simplemente me quieren vender un producto o me están prestando un servicio. 

La frontera está muy clara y no solo para mí; lo que pasa es que determinados “profesionales” no se quieren enterar y dan por sentado que con el besuqueo se queda mejor o se allana el camino hacia un trato más cercano (más cercano a venderte algo). Y de eso nada. A cualquiera le parecería anormal si una mañana viniera una señora a pedirme información sobre algún trámite y yo rodeara mi escritorio y le pegara dos besazos a modo de saludo. Del mismo modo es completamente inapropiado que te bese la quiosquera, la camarera de la cafetería donde desayunas, la chica del taller, la agente de seguros ni mucho menos la petarda del banco, que lo único que pretende es forzar el buen rollito para comerte el coco con alguna estafa legal. Por eso si comenten la torpeza de intentarlo, hay que dejar bien claro que nada de mimitos y que cumplan con su trabajo lo más rápido que puedan y sin chorradas.

Que los besos para mí son demasiado importantes como para trivializarlos con estas costumbres tan artificiales y tan estúpidas.


Otros posts sobre el trma: 

Tocarse
- De usted

viernes, 9 de mayo de 2014

REPARTIR EL TRABAJO

Una de las ideas que muchos esgrimen para reducir la tasa de paro en España es repartir el trabajo conforme al modelo alemán, que básicamente consiste en reducir la jornada de cada trabajador para posibilitar dos turnos diarios y minorar en consecuencia las retribuciones, pero permitiendo cobrar la prestación de desempleo por la parte de horario recortada. Esta alternativa es defendida sobre todo por la izquierda como la panacea de la solidaridad, pero cada vez me encuentro con más conservadores que también la aplauden.

En apariencia se trata de una medida muy social que permitiría a millones de parados españoles acceder al mercado de trabajo a costa de recortar el salario de todos. Se trata de que los que tenemos la fortuna de trabajar nos sacrifiquemos para que puedan tener un sueldo muchos de nuestros compatriotas en situación desesperada.

El reparto del trabajo no es un debate nuevo y ya en los años 90 del pasado siglo los partidos izquierdistas y los sindicatos defendían la jornada de 35 horas con fines similares. Es un tema sobre el que yo he reflexionado mucho sin haber alcanzado una postura clara, pero en todo caso reconozco que en un contexto de desempleo tan salvaje como el actual resulta muy difícil posicionarse en contra de este tipo de medidas si no es con argumentos de puro interés egoísta, que, por otra parte, son los favoritos de los españoles. En España cada uno defiende o critica el reparto del trabajo en función de si le beneficia por ser parado o le perjudica por estar trabajando a jornada completa. Lamentablemente casi nadie es capaz de basar su postura en razones de justicia que trasciendan su propia situación personal.


Me gustaría que este post recibiera comentarios tanto a favor como en contra que nos ayudaran a todos a fijar una postura bien razonada, pero antes quisiera exponer uno de los grandes problemas que yo veo a la propuesta.

Sin entrar a analizar los efectos sociales y económicos que podría tener esta bajada global de la capacidad adquisitiva de los trabajadores españoles, a mí me parece una solución profundamente clasista con la que pagarían el pato de la crisis las familias más modestas. Por puras razones operativas parece obvio que los empleos que se terminarían repartiendo son los menos especializados y peor retribuidos. Es muy fácil dividir la jornada de un barrendero, un barman o un obrero industrial para que desempeñen estos puestos dos personas cobrando la mitad cada uno, pero fraccionar el puesto de un ingeniero, de un arquitecto o del gerente de una empresa puede llegar a plantear serias dificultades de orden práctico. ¿Cómo intercambiamos a dos técnicos especialistas, uno por la mañana y otro por la tarde, en la realización de un proyecto complejo y a largo plazo? ¿Cómo hacemos para que un juicio que lleva un despacho de abogados sea atendido de diez a dos por un letrado y de cuatro a ocho por otro? ¿Cómo se turnan dos arquitectos para diseñar los planos de una obra cuatro horas cada uno?

Reconozcamos que al final los profesionales con mejor formación y mayor salario no se verían afectados por esta política, mientras que los dependientes de comercio, los operarios de fábrica, los camareros, los empleados de limpieza y, en fin, los currantes más humildes se verían obligados a cobrar todavía menos, mucho menos, por obra y gracia de una “solidaridad” impuesta que en el fondo sería como desvestir a un santo para malvestir a otro.

martes, 6 de mayo de 2014

EL PÁRROCO KAMIKAZE


  
Con razón dice Sabina en su tema Más de cien mentiras que los curas de Berlanga son una de las mejores razones para vivir. En efecto, el clero patrio da mucho juego y, pese a la desaparición del genial cineasta valenciano, los españoles podemos comprobar que la realidad supera la ficción disfrutando en nuestras vidas cotidianas de presbíteros más abracadabrantes aún que el padre Calvo de La escopeta nacional, el capellán castrense de La vaquilla o los monjes de Moros y cristianos.

Hace pocos meses ya nos lo pasamos bomba con la noticia de aquel cura malagueño que prohibía a los fieles llorar en los funerales al grito de “callaos, porque si no os calláis no hago la misa, y si no hago la misa, no se entierra”. Pero la de este domingo ha sido casi más berlanguiana: Don Pedro Ruiz, párroco del pequeño municipio jienense de Canena, ha manifestado en la homilía de unas comuniones que “hace treinta años, a lo mejor un hombre se emborrachaba y pegaba a su mujer, pero no la mataba como hoy, porque antes había un sentido moral y hoy no”.

La anécdota es para relamerse, en especial por la histeria que ha provocado en los colectivos feministas y en los medios de comunicación, que a poco linchan al pobre hombre. También me parece muy hilarante la absoluta falta de tacto del cura, que, a pesar de decir una verdad como un templo (es moralmente más reprochable matar que golpear), no ha podido ser más torpe al expresarla habida cuenta del clima hipersensible de hoy en día hacia esta realidad social y de que en una ceremonia de comunión los familiares de los críos lo filman todo. Finalmente yo me pregunto, conteniendo las carcajadas, a través de qué extraño mecanismo mental, habrá terminado el padre Ruiz hablando de mujeres asesinadas en un sermón dirigido a niños de ocho años. Todo demasiado surrealista.

En realidad, el cura de Canena es un auténtico kamikaze que está por encima del bien y del mal, y le importa un pimiento lo que pueda opinar su pueblo, España o el mundo entero. De otras mil formas más sutiles podría haber expresado que la violencia doméstica se ha recrudecido en los últimos tiempos y que cada vez más casos acaban en homicidio, pero él ha preferido explicarse a lo me cago en diez, dando a entender que antes los maridos eran como Dios manda porque zurraban a sus mujeres sin llegar a matarlas. Y se ha quedado tan ancho a pesar de la tormenta mediática, lo que merece un aplauso por mi parte: si hoy hubiera rectificado todos le seguirían poniendo verde y además, qué coño, el episodio no habría tenido ni la mitad de gracia. Pedir perdón o matizar en casos como este queda muy cutre.

No dudo que el párroco haya actuado con recta intención rememorando una época en la que no salían tantas salvajadas en el telediario. El problema es que por estar tan fuera de onda de la sociedad en que vive se ha metido sin buscarlo en un jardín peliagudo. Además de revelar su carencia total de empatía con una actitud que traspasa lo grotesco, ha puesto de relieve que no tiene ni la más remota idea sobre el fenómeno del maltrato conyugal. En los tiempos de los que nos habla este sacerdote el público no conocía ni la punta del iceberg de la violencia contra las mujeres, pero es que además, dando por bueno que “antes no se mataba”, habría que preguntarse por qué. Y el motivo es que hace unas décadas la mayoría de las esposas eran dependientes de sus cónyuges, hacían lo que les mandaban e incluso aguantaban los guantazos con docilidad, de modo que ellos no se alteraban más de la cuenta, no veían la necesidad de ir más allá. En cambio ahora, con esto de la democracia y la liberación laboral y sexual, las chicas nos han salido muy respondonas; quieren hacer su vida, entrar y salir a discreción, ganar su sueldo, separarse cuando las viene en gana y quedarse con el piso y los niños, y, claro, algunos novios y maridos de la vieja escuela se ponen demasiado nerviosos y luego pasa lo que pasa... Que cada uno valore las ventajas e inconvenientes de cada época, ¿no? 

Uy, no sé si lo habré puesto peor que el cura de Canena...

domingo, 4 de mayo de 2014

LITERATURA PARCIAL




Hoy he escuchado una opinión muy interesante sobre la creación literaria. En una entrevista radiofónica al profesor José-Carlos Mainer sobre su reciente libro Historia mínima de la literatura española, este ha afirmado que aunque las novelas y la poesía vienen a reflejar la sociedad de cada época, no hay que olvidar que este reflejo casi siempre es muy parcial e incompleto, ya que hasta fechas recientísimas, y especialmente en nuestro país, la lectura y la escritura han sido cotos culturales reservados a las clases acomodadas; salvo excepciones, los únicos que escribían eran los ricos.  En otras palabras: nuestra literatura, desde las jarchas del siglo XI hasta casi la novela de postguerra, solo plasma el punto de vista de un sector muy concreto de la sociedad española. 

Esta teoría, no por marxista menos certera, nos invita a leer de otra forma, analizando un poco la extracción social de los autores, preguntándonos sobre sus motivaciones y prejuicios, y teniendo claro que al paisaje y al paisanaje que nos pinta cualquier obra clásica seguro que le faltan muchos colores para que podamos entender de verdad cómo fue la vida de las gentes que desfilan por sus páginas.

jueves, 1 de mayo de 2014

EL DERECHO A MORIR DE HAMBRE


 
"Primero, un día, contaron a vuestros abuelos que unos señores se habían reunido en un salón y habían escrito unas cosas por virtud de las cuales ya erais todos hombres libres. Libres y soberanos. Pero vuestra libertad consistía en que aquellas cosas escritas en un papel os autorizaban a hacerlo todo: os autorizaban, por ejemplo, a escribir cuanto os viniera en gana; sólo que el Estado no se preocupaba de enseñaros a escribir para que pudierais ejercitar ese derecho. Os autorizaban también a elegir libremente trabajo; pero como vosotros erais pobres y otros eran ricos, los ricos fijaban las condiciones del trabajo a su voluntad, y vosotros no teníais más remedio que aceptarlas o morir de hambre. Y así, mientras vosotros pasábais los rigores del frío y del calor doblados sobre una tierra que no iba a ser vuestra nunca, soportando la enfermedad, la miseria y la ignorancia, las leyes escritas por gentes de la ciudad os escarnecían con la burla de deciros que erais libres y soberanos; todo porque cada dos o tres años os proporcionaban el juego de echar unos papelitos en unas cajas de cristal, de las que habían de salir los nombres de los que luego se olvidarían de vosotros, de vuestra hambre y de vuestros trabajos, hasta las elecciones siguientes."

José Antonio Primo de Rivera. 25 de febrero de 1934. Carpio de Tajo (Toledo)


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