sábado, 30 de octubre de 2010

LA OPOSITORA (3ª parte)


Aquella tarde
fue sin duda una de las más funestas de mi vida. No recuerdo haber pasado tan mal trago ni siquiera el día de mi propio examen oral, hace ya diez años. Estuve en tensión durante cuatro horas, con la sensación de que en cualquier momento podía desencadenarse un terremoto, caer una piedra enorme sobre mi cabeza, perder mi credibilidad profesional o a la mujer que cada día me conquistaba un poco más.

Como andaba mal de tiempo, me llevó a Trabajo el conductor del Director. Entré medio corriendo en el edificio de Agustín de Betancourt y al llegar a la sala de juntas de abajo, donde se celebraban los ejercicios, me llevé la desagradable sorpresa de que había quórum de sobra, pues Matías había llegado a tiempo y estaba también Miguelón, de UGT, supliendo a Mari Ángeles.

- Julián, coño… ¡Y me has hecho venir! -salté de malas maneras.

El “presi” se partía.

- Anda, anda, no te cabrees –me rodeó el hombro con el brazo- . No sabía que iban a venir, pero tío, por lo menos conoces en vivo un examen, que ya te huele, escaquéitor.

- Además –intervino Matías- , no te puedes perder a la buenorra que tenemos hoy. Ya hay dos esperando en el hall y hay una morenaza que ya me gustaría a mí cumplimentarla el TC-2 – y soltó una risotada estruendosa que corearon Julián, Miguelón y Toño, el Secretario.

El ordenanza de la planta había desaparecido después de abrir, así que Julián nos encargó a Toño y a mí que pegáramos en la puerta la lista de los aspirantes del día. Estaba terminando de cortar la cinta adhesiva para que el Secretario fijara el cartel cuando la vi de reojo llegando desde el fondo del pasillo. Noté el sudor en mi frente y me giré del todo, disimulando, fingiendo mirar la lista con atención. Pero al minuto oí mi nombre en su voz ilusionada y no me quedó otra que volverme. Su imagen me impresionó por muchas razones, entre ellas su blusa abierta de color beige, su escote de vértigo y sus pantalones ajustados que ensalzaban sus formas como nunca. Iba muy maquillada y, a pesar de sus ojeras, me sonreía con ojos chispeantes.

- ¡Has venido, has venido! – y se abalanzó sobre mí en un beso apasionado y asfixiante que se me hizo eterno- ¡Muchas gracias, niño!, ¡eres un solete!

Toño había terminado con el anuncio y nos miraba boquiabierto a menos de medio metro. Sujeté a María por las muñecas y la aparté como pude. Mi corazón parecía a punto de estallar.

- Tranquila, mujer –retrocedí un paso y susurré:- Ahora va...vamos a dejarnos de carantoñas, que tienes que estar tran...tranquila y con…concentrada.

- ¡Ay, mi niño! –voceó sin rubor alguno- ¡Si también estás nervioso! Cómo me alegro de que hayas venido, te lo juro. Oye, mira, espérame un segundín, que voy al servicio y ahora mismo nos vemos, ¿vale? Con los nervios me meo cada dos por tres.

Apenas desapareció, Toño me miró fijamente, como si hubiera presenciado una Aparición, y yo esbocé algo así como una sonrisa acompañada de algo así como el ademán de encoger los hombros, al tiempo que volvíamos a entrar en la sala del examen cerrando la puerta tras nosotros.

Inmediatamente comenzamos a llamar a los aspirantes. Al coñazo habitual de soportar el recitado de temas, se unió para mí ese día el sinsabor de una situación que a todas luces se me escapaba de las manos. No fui capaz de prestar atención ni cinco minutos a los contenidos expuestos y en las tres deliberaciones anteriores a la intervención de María esperé a votar el último y aventuré una nota cualquiera, tratando de que fuera parecida a la del resto de los miembros del Tribunal. Nos cepillamos a los tres.

Mientras Toño salía a hacer el último llamamiento de la tarde, Miguelón comentó:

- Esta última es la despechugada. A ver si además de estar buena, tiene algo de nivel, porque llevamos un día…

- Desde luego, Miguelón, los inspectores estáis más salidos que el pico de una plancha –le recriminé sin mirarle- . Un poco de profesionalidad, por favor, que una cosa es una broma y otra lo vuestro…

Toño se puso a toser estrepitosamente, tapándose la boca.

- ¡Mírale al TAC , qué puritano! –me contestó el sindicalero- ¿Te has traído el rosario y el Camino para rezar por estas pobres chicas que se examinan?

- ¡Vete a la mierda! –musité entre las risas generales.

- Pues yo no te vi muy profesional el otro día con la zamorana –apuntó Julián con muy mala leche.

(Leer cuarta parte)

jueves, 28 de octubre de 2010

MAMMA MIA (EL MUSICAL)

Ya he contado que de vez en cuando me voy a pasar un fin de semana a Madrid. Este último he estado por allí. Me encanta pasear por ciertas zonas, sobre todo por el Retiro, por Alcalá, por la Plaza Mayor y por los alrededores del Palacio Real. Siento a Madrid como la bella ciudad de la que todos los españoles somos vecinos y soy feliz deambulando por los mil rincones históricos de la que fue capital de un Imperio fructífero y glorioso y hoy no es más que la sede central de los muchos desmanes perpetrados en esta cochiquera en que se ha convertido España.

Amargas reflexiones aparte, suelo aprovechar mis visitas para hacer alguna actividad lúdica o asistir a algún espectáculo de los que no tengo la oportunidad de disfrutar en mi región. Suelo escoger alguna obra de teatro o un musical, pese a no ser especialmente forofo de ninguna de estas representaciones. Pero bueno, es algo distinto y gusta cambiar y ver algo que no sea cine, del que estoy un poco saturado.

Esta vez le ha tocado el turno al célebre musical Mamma mia, una creación de Catherine Johnson basada en las más bellas canciones del grupo jipi Abba, cuya versión española se puede ver en el Teatro Coliseum, con actores como Nina (la mejor con diferencia), la siempre vulgar Marta Valverde, Georgina Llauradó, Nando González o Rita Barber. Dicen que se ha representado más de dos mil veces en España y que es el musical más famoso del mundo.

Comparando con el resto de musicales que he visto (y oído), debo reconocer que este es de los mejor interpretados y el que tiene la música más bonita. A diferencia de lo que suele suceder, la traducción de las letras al español es bastante digna y en algún caso puntual (Chiquitita) hasta poética y brillante. A pesar de todo sigo defendiendo que en las versiones españolas de musicales de fuera lo más prudente sería que cantaran los temas en el idioma original y hubiese una pantallita luminosa sobre el escenario donde pudiera leerse la traducción. (Con el doblaje cinematográfico no tengo la misma opinión)

El argumento, como también resulta habitual en estos shows, es una chorrada como un piano. Vamos, que es muy para tías. Igual que en la película (que no he visto), es la historia de una chica griega que poco antes de casarse descubre en el diario de juventud de su madre que en las fechas de su concepción, veinte años antes, se había acostado con tres fulanos distintos, así que decide invitarlos a todos a la boda para tratar de descubrir quién es su papi en realidad.

Después de ver unos cuantos musicales, llegas a la conclusión de que las puestas en escena y las coreografías son siempre iguales. En este caso yo sí destacaría un escenario muy original que con un sistema giratorio se autoconvierte en las dos o tres estancias en las que se desarrolla la acción.

Como principal punto negativo, está, para mí, que la música tapaba la letra y a algunos actores no se les entendía demasiado bien.

Pero ya digo que es de los más bonitos que he visto y a poco entusiasta que se sea de los musicales, creo que merece la pena ir.

Ahora, para el recuerdo, uno de mis temas favoritos del musical:

martes, 26 de octubre de 2010

LA OPOSITORA (2ª parte)


A los pocos días sacamos la lista con el nombre de los cuatro opositores que “cantaban” cada tarde. Me enfureció comprobar que una de cada tres chicas se llamaba María o tenía el “María” como primer nombre. ¡Como para acertar el día que se examinaba! Así que cuando Toño, el secretario del Tribunal, me confirmó que había colgado el listado en Internet, la llamé rápido para enterarme.

- Gracias por preocuparte, niño. Me estás animando mucho. Acaba de salir el orden de actuación y yo voy el jueves de la semana que viene. ¡Qué nervios!

- ¡Venga, que no te queda nada! Mucho ánimo y a ver si tienes suerte con las bolas.

Yo sí que iba a necesitar suerte con mis bolas como se destapara el pastel. Pero así supe por fin que se apellidaba Nieto Besteiro y que era la última de la tarde de ese jueves. El apellido me sonó inmediatamente. En cada uno de los dos ejercicios anteriores la habíamos puesto un cinco pelón y en el último además yo me había opuesto a aprobarla porque le faltaba casi la mitad de una pregunta. Fue repescada por los pelos.

Tenía claro que María se iba a acabar enterando antes o después de esta situación de vodevil. Si conseguía aprobar, era muy probable que con la felicidad de su éxito se mostrara comprensiva y dispuesta a indultarme por mi silencio, además de que siempre le quedaría la duda de si intercedí a su favor, algo que jamás haría por nadie. Si en cambio suspendía, fijo que montaría en cólera por haberme callado como una puta o por no haberle echado un cable. Y entonces me podría olvidar de mi diosa griega y de mis noches locas.

Según se acercaba el día fatídico, más me convencía de que la mejor estrategia era pedirle a mi suplente que asistiera por mí a la sesión. Me veía incapaz de afrontar el encuentro con ella en la sala del examen y de tenerla enfrente y mirarla a los ojos mientras recitaba de memoria el Reglamento General de cotización y liquidación. ¡Era una locura!, ¡alguien se iba a dar cuenta del tomate!

Encima, ya me conocía el percal de cuando se examinaba una real hembra del estilo a María. Los comentarios y chascarrillos de los miembros del órgano selectivo, casi todos varones, no se hacían esperar. Un día cantó una zamorana exuberante e incapaz de contener sus encantos tras el traje de chaqueta, y Julián me hizo un guiño nada más empezar, y mientras la maciza nos hablaba de la evolución del Derecho del Trabajo en España, me susurró al oído:

- A esta muñeca la inspeccionábamos a fondo, ¿eh? -y medio sacando la lengua añadió:- Por darle gusto, se afilian a la Seguridad Social hasta los gitanos…

Cuando la moza se retiró hubo más comentarios procaces.

- Del temario no sabe nada, la pobre, pero vaya culo que tiene –exclamó exaltado el veterano Matías provocando unas risotadas en las que participé, como todos.

Pero ni el tipo más frío y estoico podría soportar algo semejante si la chica era su amante, su pareja o lo que diablos fuera –que aún no lo sabía- María para mí.

La víspera del examen lo tenía todo bien planeado. Anunciaría mi inasistencia a última hora del mismo jueves para evitar imprevistos o presiones de Julián. Lo que no esperaba de ninguna manera era la llamada de María, cariñosa y acuciante; su voz casi temblorosa al otro lado de la línea insistiéndome en quedar esa noche para “desconectar de todo y relajarse”; su confesión insinuante de que estaba muy tensa y me necesitaba.

Se vino a casa a cenar y no me dejó ni sacar las cervezas ni extender el sofá-cama. Se sentó sobre mí en el sillón de la salita y me devoró como los gatos a los ratones, jugando brevemente primero pero implacable al final, y hasta violenta, hasta aplacar su ansiedad acumulada en sesiones infinitas frente al flexo y los apuntes. Su melena negra como el carbón invadía a mechones su carita de princesa en una batalla anárquica, cayendo sobre mi pecho mientras la sujetaba como podía para evitar que rodáramos los dos por el suelo.

- ¡Joder con la opositora!- resoplé cuando se detuvo y se abrazó a mí con una fuerza casi antinatural.

- ¿Te ha gustado? - me preguntó con el rostro aún cubierto de pelo. Se lo retiré dulcemente ordenándolo detrás de sus orejas y haciéndole con los dedos una cola de caballo.

María estaba muy distinta por culpa de su nerviosismo. Durante la cena me estuvo explicando, mientras yo asentía sin apenas meter baza, que se trataba del examen más importante de su vida. Era la tercera vez que se presentaba y le inquietaba sobre todo lo justa que había quedado en los ejercicios escritos. Sabía bien que aunque según las bases cada prueba debía superarse de forma independiente, era frecuente levantar notas en el oral para salvar a quienes habían destacado en los dos escritos.

- Además en este Tribunal son unos cabrones.

Tragué saliva antes de preguntar con expresión sorprendida:

- ¿Y eso por qué?

- Porque en el segundo han pegado una criba salvaje y ya no van a cubrir todas las plazas. Y luego que son unos cerdos, tío. Una compañera de preparador que “cantó” hace unos días me ha dicho que a una de Castilla y León, así muy monilla, no dejaban de mirarla las tetas…

-¡Qué barbaridad!, ¡qué asco! –casi grité- ¡Qué poca profesionalidad!

Al rato, tras un silencio durante el que casi no me atreví a mirarla, me volvió a sorprender:

- Anda, niño, acompáñame mañana al examen. Soy la última y se me va a hacer larga la espera. Contigo estaré más distraída hasta que me toque.

- Pero… ¡qué dices!, ¡qué dices! -me estremecí- No me parece buena idea. Te puedo distraer. Es un momento importante… Yo te agradezco la confianza, pero no, no, de verdad.

Insistió, casi suplicó, hasta que la convencí de que mi presencia iba a descentrarla más que otra cosa. Se quedó un poco sería, yo diría que decepcionada.

El jueves a las 12 llamé a Trabajo para pedirle a Sonia, mi suplente, que fuera ella a la sesión, pero me dijeron que ya estaba dando a luz. Contrariado y bastante bloqueado, me puse en contacto con Julián, al que no conseguí pillar hasta las dos y media.

- Julián, tío, que me ha surgido un rollo con los de Bruselas y me viene fatal esta tarde. Y Sonia ya está de parto y no me puede suplir. ¿Quiénes vais a estar seguro?

- Nada, nada. Cancela todo lo que tengas porque Matías y la sindicalera están fuera de Madrid y si no vienes tú, no hay quórum. Creo que ya te va tocando venir a un examen, que ya te has pirado
dos, majo. Te espero a las cuatro.(Leer tercera parte)

domingo, 24 de octubre de 2010

EL ALCALDE PARLANCHÍN Y LOS MORRITOS DE LA PAJÍN (actualizado)


Francisco Javier León de la Riva, el alcalde pepero que padecemos en Valladolid, ha vuelto a saltar a la palestra nacional por culpa de su conocida incontinencia verbal, que yo más bien definiría como ser un bocazas y un chulo de verbena.

Su última hazaña, precedida por otras muchas, ha sido una intervención en un debate de Onda Cero calificando a la nueva Ministra de Sanidad como “una chica preparadisísma, hábil y discreta que va a repartir condones a diestro y siniestro por donde quiera que vaya", y que "va a ser la alegría de la huerta".

Hasta aquí yo no tengo nada que objetar, ya que estos comentarios los considero irónicos, pero no insultantes ni falsos teniendo en cuenta la trayectoria política de la Pajín. Lo grave es lo que ha añadido a continuación: “Cada vez que le veo la cara y esos morritos pienso lo mismo, pero no lo voy a decir aquí”.
La prensa, el PSOE y buena parte del PP han montado en cólera ante estas declaraciones, llegando el Ministro José Blanco a exigir la dimisión del regidor vallisoletano y una reacción contundente de sus correligionarios. Como dato curioso, el Presidente de la Comunidad de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, sin perjuicio de criticar esta salida de tono, nos ha recordado con muy buen criterio que cuando hace dos años el alcalde sociata de Getafe llamó “tontos de los cojones” a los votantes del PP, Pepiño no convocó ninguna rueda de prensa como ahora para exigir dimisiones y reacciones de nadie.

Esto demuestra que la grosería, la cutrez, la mala educación y la subnormalidad profunda son atributos que se reparten en idéntica proporción entre los dos grandes partidos.
No voy a darle más vueltas a las declaraciones de De la Riva, por las que ha tenido que pedir perdón el muy idiota. Encima no sabe disculparse porque ha dicho que a pesar de todo Leire Pajín le recuerda a un dibujo animado. La única reflexión que yo quería lanzar es si nuestro alcalde es tan zafio y tan corto de miras como para no encontrar argumentos de sobra para criticar a la nueva ministra sin tener que referirse a su físico. Creo que los hay y en abundancia, pues no en vano esta siniestra izquierdista lleva haciendo y diciendo despropósitos desde su aparición en la vida política española.

Por respeto a todos los españoles, a todos los vallisoletanos y a sus propios votantes, León de la Riva debería esforzarse en levantar el pobre nivel político de este país evitando decir gilipolleces y no dejándose llevar por el chascarrillo pendenciero y la burla física hacia los adversarios. Señor Alcalde, España no está para bromas.

Ah, y quizá los que le llaman “fascista” van a tener razón. Uy, si supieran algunos lo bien que nos trataron (siempre de tapadillo) él y algún concejal suyo a algunos fachas muy malos y muy radicales. ¡Hipócritas!
Actualización
(25-11-10): Ya rugen los motores de la precampaña electoral más vulgar, infantil y vergonzante de toda la democracia. Ayer en Málaga el Ministro de Fomento, José Blanco, comentaba con evidente doble sentido que “a Mariano Rajoy no es difícil que se le vea el plumero”. Míralos a los adalides del respeto a todas las orientaciones sexuales cómo se chotean del afeminamiento manifiesto del líder de la oposición. Lo que nos tocará ver y oír primero hasta las catalanas y luego hasta mayo…

viernes, 22 de octubre de 2010

LA OPOSITORA (1ª parte)

La conocí hace justo dos meses cuando lo del local de mi padre. Trabajaba a media jornada en la gestoría de la calle Sáinz de Baranda, tenía una mirada felina y estaba más buena que el pan. Tuve que pasarme por allí unas cuantas mañanas, pirándome del Ministerio a última hora y hasta tiré de un par de moscosos para cerrar de una vez el traspaso. Una de las veces coincidimos en la cafetería de abajo y, como soy un jeta, le dije que nos había tratado fenomenal y que ya convencería a mi padre a ver si vendía el piso, montaba otro negocio o traspasaba lo que fuera con tal de verla otra vez y tomarme otro cacharro con ella. María se rió echando el cuello hacia atrás, achinando sus ojos verdes, regalándome el panorama de una boca perfecta y rozando distraídamente mi antebrazo con su mano.

Luego vinieron dos fines de semana febriles, en los que enloquecí por culpa de su piel blanca y sedosa, de sus caderas perfectas y del ardor de sus labios que llegué a besar sin descanso durante varias noches de caricias y de entrega incondicional. Yo estaba como un niño con zapatos nuevos. El segundo viernes, después de nuestra furia de volcán, me quedé contemplándola en medio de la calma. Recostada sobre el cabecero, parecía una diosa griega con la mirada perdida, un rictus serio por primera vez y sus pechos desnudos que evocaban el mármol.

- ¿Qué te pasa?, ¿en qué piensas? Te noto como ausente.

Pareció despertar y me deslumbró otra vez con su sonrisa y su mirar de siempre.

- Nada, es que tengo el tercer ejercicio de mi oposición dentro de dos semanas y estoy algo nerviosa. Me juego mucho. No sé qué tal me saldrá.

- Anda, no me habías dicho que opositaras. ¿Pero de dónde sacas el tiempo, chica?

Me contó que estudiaba mucho por las tardes e incluso por las noches, y que por eso no había querido verme entre semana ni el domingo. Le pregunté qué preparaba y casi mejor que no se lo hubiera preguntado. Me parece imposible que no se fijara en la cara de susto que puse.

- ¿Inspector… de trabajo? –balbucí a duras penas- Joder, es difícil… ¿Qué tal lo llevas?

No sé si fui un hipócrita, pero mi instinto me dijo que debía callarme que precisamente yo, por una de esas mágicas casualidades de la vida, formaba parte ese año, como vocal titular, del Tribunal de la oposición al Cuerpo de Inspectores de Trabajo y Seguridad Social, y que por ello era casi seguro que me tocara estar en su examen oral y decidir si pasaba o no al de idioma, que ya era solo una pura formalidad.

Yo a ella le había contado que era TAC (*) en Presidencia y me extrañaba que habiendo salido la conversación sobre mi trabajo de funcionario, se hubiera callado que estaba preparándose unas oposiciones, pero no le quise dar importancia. Nunca pudo sospechar que pudiera estar relacionado con sus exámenes, ya que en las dos primeras pruebas escritas se había personado mi suplente en mi lugar y además estos Tribunales suelen estar formados solo por inspectores.

En cualquier caso, me sobrepuse más o menos bien a tan desagradable coincidencia. Ayudó a mi ladino disimulo el hecho de que dos días después me comunicara muy nerviosa que prefería no quedar hasta después del ejercicio. A pesar de todo, la llamé por teléfono varios días para animarla y desearla suerte. Me sentía como una cucaracha.

La primera idea que me rondó fue presentarle a Julián, el Presidente suplente, un escrito de abstención por amistad íntima, y evitar así el trago de tener que examinarla. Pero no me decidí. Primero porque en la práctica las abstenciones solo se hacen por razón de parentesco. Aunque la ley contempla también como causa la “amistad íntima o enemistad manifiesta”, estas circunstancias son demasiado subjetivas y esgrimirlas siempre es interpretado como un truco para escaquearte del papelón de ser Tribunal. Además era algo implanteable porque no solo no conocía sus apellidos y no venía a cuento pedírselos ahora por teléfono, sino que alguien podría preguntarme con el lógico retintín si acaso la tal María no era mi “amiga íntima” hace cinco meses, cuando me pasaron las listas de admitidos provisionales al proceso selectivo. Y, claro, no era plan de confesar a mis compañeros que me la estaba tirando desde hacía unas semanas.

Estaba ante un
marrón en toda regla.

(*) TAC: Técnico de Administración Civil (funcionario del Cuerpo
Superior de Administradores Civiles del Estado)

(Leer segunda parte)

miércoles, 20 de octubre de 2010

APRENDIENDO DE LA MERKEL (por Teutates)

Angela Merkel hace unos días dijo que “El intento de crear una sociedad multicultural ha fracasado”. Se refiere la Canciller alemana a que integrar una cultura externa dentro de la interna, sin obstáculos ni cortapisas, ha sido un desastre y que, por ello, la seguridad de los ciudadanos y la calidad de vida de estos se ha visto mermada, gracias, sobre todo, a que ese intento de respetar otras culturas, principalmente la musulmana, lo único que ha creado son sociedades paralelas.

La conclusión a la que han llegado nuestros amigos teutones después de 60 años de acogida de trabajadores extranjeros, es que para que funcione un país los visitantes tienen que adaptarse, al menos en cierto grado, a la cultura receptora. Qué menos que aprender el idioma de origen, y renunciar a aquellas costumbres que no cuadran con la sociedad de acogida.

En España, en los foros políticos esto quizá esté muy mal visto, y quizá el “buenismo” imperante tache estas medidas de xenófobas y racistas, pero la opinión pública española, no creo que diste mucho de estas nuevas teorías alemanas. Hay mucho que aprender sobre estos temas y deberíamos echar un vistazo a lo que está sucediendo en Francia y Alemania con la inmigración, países que han sido receptores de mano de obra extranjera desde mucho tiempo antes que nosotros, y de ellos debemos aprender que vamos por un camino equivocado.

Pero también podemos hacer un acto de reflexión hacia dentro de nuestras fronteras y darnos cuenta de lo absurdo que empieza a resultar nuestro idolatrado sistema de las autonomías. ¿Cómo podemos nosotros exigir a los extranjeros la obligación de hablar el español si no somos capaces de que todas nuestras instituciones hablen el mismo idioma? ¿Qué país y que cultura les podemos enseñar si aquí cada uno solo reconoce la de su terruño?

La inmigración es un problema para nuestra sociedad, ya que modifica, la mayor parte de las veces de forma negativa, nuestros valores y nuestra cultura, pero esto lo agrava el hecho de la disparidad territorial que existe, de forma forzada, actualmente en España.


Para los inmigrantes debe de ser jauja, pensarán que donde caben 17 culturas entran 18, y quizá alguno esté pensando reclamar su propia Comunidad Autónoma Islámica, por ejemplo en los Monegros, o en el desierto de Almería, que, como ecosistemas desérticos que son, les son familiares y se asemejan a sus lugares de procedencia.

No quiero dar más la tabarra con este tema y deseo dejar a la concurrencia de este blog su opinión, pero propongo unos puntos básicos para que se debatan.

1- Eliminar el Estado de las autonomías.

2- Impulsar la unidad cultural Española, imponiendo el uso obligatorio del castellano en todas las administraciones públicas de la nación. (fomentando de forma secundaria el conocimiento del idioma propio del terruño).

3- Imponer el conocimiento del castellano a todos los extranjeros que deseen trabajar en España. Y ser esto condición indispensable para la residencia continuada.

4- Posibilidad de empadronarse en cualquier municipio de nuestro territorio, solo si se tienen los papeles en regla, es decir únicamente si se poseen permiso de trabajo y/o de residencia.

5- Acceso a subvenciones y ayudas públicas a inmigrantes solo en el caso de haber residido en España al menos durante un año completo inmediatamente anterior habiendo cotizado a la seguridad social.

6- Prohibición de vestir en público atuendos considerados en nuestra cultura denigrantes para la mujer, así como todo tipo de prácticas que atenten contra los derechos tanto de las mujeres como de los niños de forma radical y efectiva.

7- Prohibición de todo tipo de subvenciones que favorezcan a la integración de minorías. (Lo único que consiguen estas subvenciones es precisamente lo contrario).

8- Permisos de construcción de mezquitas solo con financiación privada.

9- Persecución policial de actividades económicas desarrolladas por inmigrantes de forma ilegal.

Más sobre inmigración en La Pluma viperina:

martes, 19 de octubre de 2010

¡MÁS CARO, POR FAVOR!

Lo normal es que cuando vas de compras elijas los artículos o productos en función de distintos criterios como el precio, la calidad, la estética o el puro capricho, pesando más unos u otros según los casos y siempre influido, en mayor o menor medida, por la publicidad. También es de pura lógica que los consumidores con menor nivel de renta se preocupen más por el precio y los de economía más desahogada disfruten de un mayor margen para escoger lo que les apetece o les gusta por encima de otros condicionantes.

Sin embargo, hay determinadas personas muy peculiares que siempre terminan comprando el producto más caro entre varios similares o casi iguales. Tienen una atracción irresistible por los precios altos y parecen no fijarse en nada más. Todos hemos oído alguna vez la leyenda urbana del pijo que entra en una tienda de modas y le dice a la dependienta: “por favor, sáqueme los vaqueros más caros de la tienda”. Y aunque así contado parezca una actitud inaudita y gilipollesca, lo cierto es que tiene mucho de verídica aunque se suela dar de forma más disimulada.

Los que hacen esto no tienen por qué tener mucha pasta, qué va. Es una cuestión cultural, psicológica. Igual que decíamos en el post de la
Burger Sociology que hay determinada peña a la que le atrae lo cutre como la miel a las moscas, también hay otros que se pirran por lo chic, por lo caro, por lo lujoso, por lo que suponen que les va a dar más caché.

Un ejemplo, aunque no exacto, serían los que en El Corte Inglés siempre se dirigen a la zona de marcas sin mirar nada más. Digo que no es muy buen ejemplo porque en el tema ropa hay unos componentes sociales y de imagen que no siempre se dan en los amigos de lo caro a los que yo me refiero. Los personajes de los que hablo muchas veces no pretenden aparentar nada ante nadie; simplemente tienen una inclinación psicológica a escoger lo más caro en cada momento aunque tengan al lado otro artículo que les va a dar el mismo servicio, que es igual de bonito, de sabroso o incluso de una calidad idéntica. Las razones de este hábito suelen ser dos: la falsa creencia de que las cosas caras, así a bulto, tienen mayor calidad, pero sobre todo la resistencia clasista subconsciente a adoptar el comportamiento de un pobre que tiene que andar mirando la peseta. Es así de simple. Y casi siempre –insisto- hay una base educativa.
Estas pautas, que no son infrecuentes, suelen observarse mucho en sujetos que se niegan a ser encuadrados en una determinada clase social, aunque a todas luces pertenezcan a ella por ambiente o educación. Un buen ejemplo serían los “obreros de derechas”, muchas veces tan desclasados y en tierra de nadie. Se pueden observar también estas actitudes en nuevos ricos o simplemente en individuos que han mejorado su fortuna en poco tiempo. A veces, sin embargo, no es más que un comportamiento social episódico, que se manifiesta cuando se va a comprar en grupo y se quiere demostrar a los acompañantes que uno no es un “husmia”.

La existencia de este característico grupo de consumidores no ha pasado inadvertida a los fabricantes y a las empresas de marketing. Por ello a veces un precio elevado juega un papel determinante para atraer a cierto perfil de compradores, que se dejarían matar antes de adquirir algo baratillo o en oferta. Muchas compañías elevan adrede los precios para dar a sus productos una pátina de exclusividad y atraer clientes, en especial en ciertos sectores como la moda, los viajes de vacaciones, los másters o estudios de postgrado y los servicios de abogacía, consultoría o gestoría. En ciertas gestorías o consultoras se producen situaciones absurdas como dar presupuestos diferentes por el mismo servicio según se trate de un cliente u otro. Es decir, que si entra un pijín guay del paraguay de los de “yo-soy-yo-tengo”, jamás le van a hacer un precio ajustado ni una rebaja, aunque se haga con muchos otros clientes, porque eso sería como ofenderle metiéndole en el saco de la plebe. Muy curioso.

Consumir es un acto personal y responsable en el que deberíamos sopesar nuestras verdaderas necesidades (no las que tratan de imponernos) y ser honrados con nuestras posibilidades, pasando en lo posible del “que dirán” y del puntito pretencioso que todos tenemos más o menos oculto.

Sobre másters y postgrados en La pluma viperina

sábado, 16 de octubre de 2010

CRIBA SOCIAL

Cada día es mayor mi convencimiento de que toda esa bambolla de universidades privadas, másters ultrapijos y demás rollos del estilo solo se ha inventado para que en este país puedan seguir mandando y cortando el bacalao los ricos de siempre o, sensu contrario, para impedir que los pobres tengan acceso a los puestos claves de la sociedad.


Mucha democracia de boquilla, pero las estructuras sociales parecen no haber cambiado un ápice en cien años. Cuando los poderosos, los amos de la burra, se percataron de que hasta los más humildes y mindundis estudiaban ya en la Universidad pública y que por lo tanto esta había dejado de cumplir sus funciones de criba social en la selección de profesionales que podían mover los hilos, rápidamente idearon toda una red de titulaciones y postgrados con precios de matrícula astronómicos que, por arte de magia, parecen haberse convertido en el marchamo de calidad ineludible para ser alguien y mandar algo en esta España todavía triste y caciquil, en la que algunos se atreven a criticar al presidente boliviano Evo Morales y a sus fieles árbitros de fútbol olvidando que aquí se disimula más pero tampoco hay tanta diferencia.

miércoles, 13 de octubre de 2010

LA TEORÍA DEL SEXTO INTENTO

Como las mujeres suelen decir exactamente lo contrario a lo que piensan, o expresan lo que ellas creen que deben exteriorizar, aunque en el fondo piensen otra cosa de la que dan por sentado que los demás deberían darse cuenta sin necesidad de decirla, y no sigo porque me estoy haciendo la picha un lío, pues bien, como ellas son así de singulares, siempre vienen de perlas los consejos de un amigo mío muy conocedor de las féminas y de su mundo esotérico de luz y de color.

Este amigo, que, todo hay que decirlo, es un poco golfo, me contó hace años que en su etapa más bisoña en el tema de los escarceos amorosos
tenía serias dificultades para enterarse bien de si una moza quería o no quería que la metiera mano.

Imagínate –me dijo- la clásica despedida en el portal de una chica a la que has conocido hace poco (lo que se llama popularmente “hacer portalillo”). Entre besos y carantoñas, entre achuchones y abrazos más o menos intensos dependiendo de las confianzas que te haya dado, llegará un momento inevitable en el que, haciéndote el tonto, como quien obra por casualidad o sin darse cuenta, irás subiendo o bajando una mano hasta posarla cual abeja traviesa en la flor más redonda y llamativa del jardín.

Es entonces cuando la chica chasquea la lengua, te sujeta la muñeca y, zas, espanta bruscamente al insecto del pastel.

Ningún hombre audaz debería amedrentarse ni rendirse ante este gesto, pues es bien sabido que todas las chicas tienen que hacerse las decentes y no ceder a la primera por aquello de qué dirá este tío si le dejo amasar el bizcocho desde el primer día. Ya se sabe. Lo malo es cuando la muchacha persiste en su protesta tras el intento número dos. ¿Qué hacer ante un revés semejante? ¿Cómo interpretar la voluntad de la mujer deseada? A ver si en serio no quiere que la auscultes y tú ahí comportándote como un gocho insensible.

En estos casos el único remedio –sentencia mi amigo- es poner en práctica la infalible Teoría del Sexto Intento. Espaciando cada nueva tentativa de magreo unos dos o tres minutos y sin dejar de arrullar a la paloma, deberemos volver a las andadas hasta un total de seis veces, sin acobardarnos ante palmetazos o advertencias bordes del estilo a “¿no crees que te estás pasando?”, o “no seas cerdo, tío” o “vas tú muy rápido, ¿no?". ¡Paparruchas!
Estas poses tan falsas son lo que los romanos llamaban “vis grata puellae”, que en traducción libre vendría a ser como “el forcejeo que a ellas les mola”.

Pero si después de seis intentos justos –¡nunca antes!- , la nena continúa encabronándose y apartándote la mano, eso va a ser que pertenece a la especie en extinción de las decentes de verdad, así que es muy desaconsejable seguir erre que erre, al menos hasta la próxima cita, después de llevarla a un restaurante de los caros y de dejar entrever la seriedad de tus intenciones.

lunes, 11 de octubre de 2010

BURGER SOCIOLOGY


No sé si he contado alguna vez que soy un gran aficionado a la comida basura, a lo que el Subdirector del Banco Arús llama despectivamente “comida democrática”. Hamburguesas, comida china, perritos y kebabs son para mí auténticas tentaciones en las que caigo con más frecuencia de la que debería. Únicamente, por motivos que un día explicaré, me abstengo de comer pizzas.

Esta noche iré a cenar al restaurante de Foster´s Hollywood de mi ciudad, que me encanta. Pero no por gustarme el Foster´s hago ascos para nada al Burger King y al McDonald´s, a los que acudo de vez en cuando, sobre todo al primero. Cada uno tiene su aquel, aunque evidentemente el Mc y el “Burriquín” ofrecen una calidad inferior.

Aunque algunos me lo rebatirán, he comprobado que no existe casi diferencia entre los precios de estas tres cadenas americanas. Sobre todo comparando Foster´s y “Burriquín” he llegado a la conclusión de que comer en ambos te sale igual. Si te pides la Whopper doble con patatas y refresco (aunque sea gigante) vas a pagar prácticamente lo mismo que si te comes cualquier hamburguesa del mismo tamaño en la franquicia hollywoodiense, solo que en este caso las patatas están incluidas. Quizá pueda salir un euro más caro, pero teniendo en cuenta que la carne es objetivamente mucho mejor, que puedes rellenar el vaso de bebida todas las veces que quieras, que el local es muchísimo más elegante y bonito, que te sirven en la mesa y que no tienes que andar guardando colas y cargando con las bandejas, al final sale incluso más rentable decantarse por el Foster´s.

Ya digo que hay colegas que me rebaten esta teoría por el simple hecho de que sus cuentas por cenar en el Foster´s son siempre más elevadas que cuando acuden a McDonald´s, pero la clave está simplemente en que piden cosas muy distintas en uno y en otro. En concreto, cuando van a Foster´s se hinchan a pedir entrantes antes de la hamburguesa, que si combos, que si alitas, que si ensaladas, que nunca piden en el Mc ni en el King. Por eso tienen la falsa sensación de que estos son más baratos.


Una vez demostrada científicamente la similitud de los precios y la superior calidad en todos los sentidos de Foster´s, cada vez que voy a cenar a cualquiera de estos sitios, me surge una duda existencial como gran apasionado que soy de la sociología. Es una duda que me corroe, que no me deja dormir, que me ha tenido horas en vilo dando vueltas a los argumentos. Es una duda que puede enunciarse con una pregunta clara y concisa:

¿Por qué a los locales del Mc Donald´s y del Burger King siempre va a comer la gentuza más asquerosa y a los de Foster´s no?

Esta pregunta, aparentemente durilla, se basa en un hecho contrastable aunque completamente inexplicable. Al decir "gentuza asquerosa" me refiero, como no podía ser de otra manera, a tres grandes grupos humanos que siempre invaden los restaurantes de las dos primeras franquicias señaladas:

1.- Pandillas de adolescentes de etnia gitana que apestan a dos metros, se cuelan en la cola, vocean como cabreros y que, a la vista de como jalan, da la impresión de que confunden la mesa del restaurante con el comedero de una pocilga. Este colectivo jamás se molesta en tirar sus bandejas al terminar, dejando en un estado deplorable todo el área donde han pastado.

2.- Familias numerosas de origen caribeño o sudamericano, a veces incluso negros, que se comportan ante la comida exactamente igual que si acabaran de abatir un antílope en la puta selva y llevaran semana y media sin probar bocado.

3.- Varias amas de casa, chonis y muy horteras, que llevan a un grupo de niños a celebrar un cumpleaños. Las buenas señoras se ponen a charlar a su bola dejando a las criaturas a su libre albedrío, y estas casi siempre terminan chillando como ratas y arrojándose comida y ketchup de una esquina a otra de la mesa, no siempre –doy fe de ello- con demasiada puntería.

Si yo no fuera católico y una persona sensible a las diferencias educativas y sociales, y a la problemática étnica e inmigrante, sería partidario de exterminar a esta chusma igual que a las cucarachas. Mi bonhomía y mi filantropía refrenan en cambio estos malos instintos y me conformo con evitar en lo posible estos establecimientos y, ya que me gusta tanto su comida, comprarla para llevar.

Pero mi duda sociológica sigue ahí: ¿Por qué en el Foster´s, que vale lo mismo, no se producen estos interesantes fenómenos interculturales?

viernes, 8 de octubre de 2010

DEMOCRACIA (por Ramiro Semper)

DEMOCRACIA

Antes noble bastión de piedra dura,
España es hoy botín de bucaneros,
sudacas, putas, moros, oenegeros
y paletos de taifa sin cultura.

España está anegada en mierda pura,
España es un rebaño de corderos,
un sucio monipodio de trileros,
giliprogres, peperos y basura.

Políticos de paja y sueldo fijo
ladran cuando su dueño los azuza,
ramplones, obedientes y rastreros.

España no es España; es un cortijo
donde baila contenta la gentuza
al son judaico y ruin de los banqueros.

8-10-2010

jueves, 7 de octubre de 2010

RELEYENDO "EL PADRINO" (16): MUEVE UNOS HILOS



Una de las escenas eliminadas de la película se corresponde con el emocionante pasaje de la despedida al viejo consigliere del Don, Genco Abbandando.

La fe en en el poder de Don Corleone de quien fundó junto a él la Genco Pura Oil Company y le asesoró fielmente durante toda una vida, le lleva a creer que incluso en su último trance el patriarca podría interceder ante Dios a su favor.


"Genco Abbandando había disputado una larga lucha con la muerte, y ahora, vencido, yacía exhausto sobre aquella blanca cama. Se había convertido en un esqueleto, y lo que antaño había sido una cabellera espesa y negra era ahora un puñado de pelo lacio y sin vida.

—Genco, amigo mío —dijo Don Corleone en tono alegre—. He venido con mis hijos, pues todos querían venir a presentarte sus respetos. Y, mira, también está Johnny, que ha viajado desde Hollywood.

El moribundo levantó sus ojos hacia el Don en señal de gratitud y permitió que los jóvenes tomaran entre las suyas su huesuda mano. Su esposa e hijas, de pie a ambos lados de la cama, le dieron un beso en la mejilla mientras le sostenían la otra mano.

El Don apretó la mano de su viejo amigo, y, para animarle, le dijo:

—Date prisa en recuperarte, pues quiero ir contigo a hacer un viaje a Italia, a nuestro pueblo. Jugaremos a las "bochas" delante de la taberna, como hacían nuestros padres.

El moribundo movió la cabeza. Con un gesto indicó a los jóvenes y a su familia que se alejaran de la cama e instó al Don a que se aproximara más. Trataba de hablar. El Don se sentó junto a la cama y acercó el oído a la boca del enfermo. Genco balbuceaba algo sobre sus años de infancia. Luego, sus ojos, negros como el carbón, adquirieron una expresión de astucia. Murmuró algo. El Don se acercó aún más y los otros se asombraron al ver que lloraba. La cavernosa voz se hizo más fuerte, llenando la habitación. Con un esfuerzo sobrehumano, Abbandando levantó la cabeza, y señalando al Don con uno de sus sarmentosos dedos, dijo:

—Padrino, Padrino, sálvame de la muerte, te lo ruego. La carne me está quemando, y siento que los gusanos me están comiendo el cerebro. Cúrame, Padrino, sé que tienes poder para hacerlo; seca las lágrimas de mi esposa. De niños, en Corleone, jugábamos juntos. ¿Vas a dejarme morir ahora? ¿No te das cuenta de que temo ir al infierno por todos los pecados que he cometido?

El Don permaneció en silencio.

—Es el día de la boda de tu hija. No puedes negarme nada —prosiguió Abbandando.

El Don habló con suavidad y en tono grave, cortando el blasfemo delirio del enfermo:

—Amigo mío, no tengo tal poder. Si lo tuviera, sería más misericordioso que Dios, no lo dudes. Pero no temas a la muerte ni al infierno. Haré que digan una misa por ti todas las noches y todas las mañanas. Tu esposa y tus hijas rezarán por ti. ¿Cómo quieres que Dios te castigue, si seremos tantos abogando por ti?

El esquelético rostro adquirió una expresión socarrona.

—Así, pues ¿está todo arreglado?

Cuando el Don respondió, su voz sonó fría, sin asomo de cordialidad.

—No blasfemes. Resígnate.

Abbandando apoyó la cabeza en la almohada. Sus ojos perdieron el destello de esperanza que hasta entonces habían mantenido. La enfermera entró en la habitación y les hizo salir. El Don se levantó, pero Abbandando le tomó de la mano.

—Padrino —dijo—, quédate junto a mí y ayúdame a encontrarme con la muerte. Quizá si te ve a mi lado, se asustará y me dejará en paz. O tal vez puedas convencerla, moviendo algunos hilos ¿eh? —El moribundo parpadeó, como si estuviera burlándose del Don, que ya no estaba tan serio como instantes antes. Enseguida añadió—: Somos hermanos de sangre, después de todo.

Y luego, como si temiera haber ofendido al Don, le tomó la mano.

—Quédate conmigo, déjame tener mi mano entre las tuyas. Venceremos al enemigo que me está atacando, como hemos vencido a los otros. No me traiciones, Padrino.

Con un gesto, el Don indicó a los demás que salieran. Una vez a solas con Genco Abbandando le tomó la seca mano entre las suyas. Con suavidad, muy amistosamente, consoló a su amigo, en espera de que llegara la muerte. Como si el Don pudiera realmente arrancar la vida de Genco Abbandando de las garras de la más loca y criminal enemiga del hombre".

martes, 5 de octubre de 2010

JEFAS Y JEFES

Aunque no me atrevo a enunciarlo como regla absoluta, sí creo que las mujeres no suelen ser muy buenas jefas, o, vale, por lo menos a mí no me lo parecen. Ellas son… muy tías. Su frecuente obsesión por ser empáticas, por conectar, por dialogar, por parecer suaves, por llegar a la gente, etc, hace que todo les salga como a Cagancho.

En uno de mis primeros destinos profesionales tuve una jefa joven muy de pichiglás que me sacaba de mis casillas. Cuando le pasaba a firmar una propuesta o cualquier documento y algo no le gustaba, me devolvía el expediente con un post-it que decía por ejemplo: “Lo concretamos más, ¿te parece, Al?”. Pues no, guapa, no me parece. Primero, si te lo he pasado así será porque me parece que debe ir así, y, segundo, ¿qué quiere decir que lo concretamos?, ¿que lo concreto yo o que lo concretas tú? ¿Y qué diablos significa concretar?, ¿que lo haga más extenso para dar más detalles o más corto centrándome en lo importante? ¡Vete al cuerno, tía!
Y se quedaba tan pancha con el dichoso post-it

A veces me llamaba al despacho. En las provincias remotas la peña como ella tiene unos despachos alucinantes, aunque bien mirado era una mindundi.

- Oye, Al, he estado mirando tu informe y me ha parecido muy interesante.

- Ah, me alegro, Mari Mar.

Entonces hacía un gesto enigmático, extraña mezcla de buen rollito y de señorita Rotenmeyer:

- Pero quizá, y corrígeme si me equivoco, es más oportuno valorar algunos términos… de otra manera.

- ¿Valorar… de otra manera? -preguntaba un servidor con cara de póker

- Creo que sí. Sin perjuicio de la calidad del informe, podríamos ajustarlo un poco, evaluar hasta qué punto, tal como está, que insisto en que está muy bien, va a conseguir lo que pretendemos conseguir. –Y aquí, al ver mis ojos fulgurantes, ponía cara de susto- . Bueno, Al, pero no creas que te estoy criticando el informe, es solo para que lo valoremos juntos...

Y se tiraba dos horas mareando la perdiz. Como para volverse uno loco con la niña dichosa.

Yo pensaba que si todos mis superiores iban a ser así, acabaría suicidándome. Pero qué va, al poco tiempo cambié de puesto y me tocó un jefe cojonudo, enérgico, decidido, que daba gusto currar con él. Por ejemplo, me llamaba a su despacho a ver un convenio o un acuerdo que le había preparado, y según entraba ya le veía negar con la cabeza, con cara de mal café. Al sentarme frente a su mesa me lanzaba los folios como si fueran aviones de papel:
- ¿Pero qué es esto? –me miraba fijamente a la cara.

- No te gusta, ¿no?

- No me jodas me va a gustar. Esto está hecho con los pies, es una mierda. No me he enterado de nada.
- Hemos corrido bastante, Ángel, está un poco en mantillas…

- ¿En mantillas? Rehazlo de arriba abajo, ¿oyes?

- Muy bien, ¿alguna sugerencia para orientarlo? Puede que no me haya quedado claro.


- Pues joder, para empezar no metas los antecedentes del Ayuntamiento, que ya se los saben mejor que tú. Luego céntrate en explicar por qué se renuncia al proyecto, basándote en las fichas desde 2001. Elimina las referencias normativas, mete un grafico de la evolución y explica uno por uno los compromisos de las partes, en vez de irte por las ramas con los párrafos estos que parecen ladrillos, hombre.

- Perfecto, lo cambio y te lo paso.

- Hasta ahora.

Tres minutos de reloj y todo claro como el agua.
Diréis que depende de la persona y no del sexo, pero no sé yo…

lunes, 4 de octubre de 2010

ÉXITO A CUALQUIER PRECIO


Por recomendación de Suso y engolosinado por la escena que nos enlazó en el post de la reunionitis y por el excelente reparto de la película (Ed Harris y Al Pacino son dos de mis actores favoritos), el sábado tuve sesión de cine para disfrutar de la singular Glengarry Glen Ross. Éxito a cualquier precio (1992).

Se trata de una película de diálogos, muy psicológica, cuyo principal handicap es ser la rígida adaptación a la gran pantalla de una obra de teatro. El teatro y el cine son dos lenguajes muy distintos, yo diría que opuestos, por lo que el resultado chirría por todas partes a pesar de la soberbia interpretación de los actores. La pobreza de escenarios (el guión tampoco da para más) y una puesta en escena esquemática y tramoyera son los peores defectos de esta producción dirigida por James Foley con un guión escrito por el propio autor del drama teatral.

Lo mejor de la cinta es sin duda lo bien que refleja el mundillo de una agencia inmobiliaria sin escrúpulos en los pujantes años noventa, el ambiente de tensión y desesperación de sus empleados, los mecanismos inmorales de “motivación” del personal, la competitividad inhumana y hasta enfermiza, y las técnicas más agresivas de venta telefónica y a domicilio.

La película obliga a reflexionar sobre muchas empresas actuales que conservan estos métodos sectarios, incluso en nuestro país. Todos sufrimos de vez en cuando llamadas por teléfono o visitas a “puerta fría” en las que nos enredan, no nos dejan hablar, nos replican con descaro cuando decimos no estar interesados, nos presionan a decidir rápidamente so pena de perder la oferta o disfrazan los intentos de venta como supuestos premios que nos han tocado y por los que hay que pagar ciertos "gastos de tramitación".

En estas prácticas yo siempre he visto una triple inmoralidad.

Inmoralidad del empresario que se aprovecha de la necesidad imperiosa de trabajo de muchos jóvenes, sometiéndoles a una especie de esclavismo en el que a cambio de cuatro duros deben ser capaces de vender hasta a su madre. En la película, por ejemplo, se aprecia como uno de los vendedores tiene que hacer lo que sea para ganar dinero por tener a una hija hospitalizada.

Inmoralidad de los propios empleados que aceptan engañar y manipular cruelmente a la gente a cambio de dinero, por mucha necesidad que tengan (en algunos casos estos sistemas de venta podrían equipararse al robo o a la estafa).

E inmoralidad de unos y otros por cuanto estas técnicas van expresamente dirigidas a los sectores más vulnerables e indefensos de la población, especialmente a las personas mayores, que a veces están solas y desatendidas o no entienden lo que les dicen, por lo que resultan víctimas fáciles de cualquier engaño.

Según un reciente
estudio de las asociaciones españolas de consumidores, más de un 20% de estas ventas son anuladas en los dos días siguientes, cuando el comprador reflexiona o consulta con sus familiares. Esto también se refleja en Glengarry.

Creo que la postur
a más adecuada hacia este tipo de vendedores es la máxima agresividad: colgarles el teléfono directamente sin despedida, cerrarles la puerta en las narices o increparles agriamente por su estilo de “trabajo”, sin excluir las agresiones verbales cuando se muestren especialmente invasivos. Si todos nos comportáramos así en vez de escucharles o incluso darles cháchara por un falso sentido de la educación y de la caridad, estos tipejos dejarían de operar y de engañar a diestro y siniestro.

domingo, 3 de octubre de 2010

EL COMENTARIO DE LA SEMANA (52): HAY QUE EMPEZAR DE NUEVO

El mejor comentario de la semana ha sido:

"
He tenido que asistir a numerosas reuniones en despachos de todos los niveles de diversas consejerías [de la Junta de Castilla y León], a menudo con profesionales como yo, venidos del mundo real. En esas reuniones siempre se repiten varias situaciones: primero nos miramos varias veces alucinados. Luego empezamos a hacer su trabajo que es el de planificar, proponer soluciones y plantear plazos realistas así como estimaciones aproximadas de costes. Luego ellos empiezan a perderse en un mar de dudas de quién tiene que aprobar esto ¿y si lo metemos en la cuenta de gastos en facturas de menos de 3.000? no, pero es mejor sacarlo a concurso por que así esto no pase por las manos de López, ya sabes... y una hora después de escuchar soplapolleces, chascarrillos y chismorreos socio-profesionales y resolver laberintos burocráticos que sólo entorpecen (y a menudo encarecen) las cosas, los del mundo real les pedimos que nos disculpen porque tenemos muchas cosas que hacer y ya si eso, cuando se aclaren, que nos llamen... Entonces pasan seis meses sin saber nada, para que te convoquen a una nueva reunión en la que hay que empezar de nuevo..."

Aut
or: Chirly
Entrada: Reunionitis