viernes, 30 de agosto de 2013

MODA FEMENINA ISLÁMICA

 
En los últimos tres años he visitado varios países con diferentes grados de islamización y en todos ellos no he podido dejar de fijarme en el atuendo de las mujeres (y en nada más porque en Morolandia a las chicas solo se las ve la ropa). En todos los sitios donde he estado, siempre he visto cinco tipos de mujeres según su vestimenta, que describo de menor a mayor grado de puritanismo: 

1.- Las occidentalizadas 

Se trata invariablemente de chicas jóvenes. Llevan la cabeza descubierta, siempre con el pelo muy largo y visten vaqueros y  blusa o camiseta igual que cualquier chica europea, con la diferencia de que jamás enseñan las piernas, es decir que van con pantalón largo. Tampoco dejan que se atisbe ni se transparente su ropa íntima, no como las de aquí, que la calle parece un puto desfile de Women Secret. El porcentaje de occidentalizadas varía enormemente de un país a otro, pero en general equivaldrían socialmente a las progres o jipis (o sea promiscuas) en la España de la Transisión. Por ejemplo, para una familia decente de Marruecos que un hijo se eche una novia así es motivo de drama familiar. 

2.- Las semioccidentalizadas

Prácticamente solo se diferencian de las anteriores en que llevan el hiyab en la cabeza, o sea un pañuelico, y una camiseta larga interior para no mostrar los brazos. A mí algunas me parecen muy elegantes. Son chicas universitarias o cultas que a menudo te encuentras de turismo por países no musulmanes. Gozan de una mayor aceptación social que las anteriores en bastantes áreas de la morería; no así, me temo, en Yemen o Afganistán, que no han sido ni serán en breve destinos de mis viajes. 

3.- Las doñas Rogelias 
Doñas Rogelias
Suelen ser más mayores, aunque las hay de todas las edades. Su estampa es prototípica: una gabardina horrible ligeramente entallada y de color claro (en invierno y en verano), y un hiyab o un chador cubriéndoles la cabeza. Estos fulares suelen ser de diseño horrendo, como los que llevaba nuestra abuela en los años cincuenta. Van normalmente en grupos grandes de mujeres y llevan un calzado estridente que a menudo no pega ni con cola con el resto del conjunto (por ejemplo, unas zapatillas de deporte blancas). Bajo su guardapolvo se intuye muy poca higiene, unos olores inconfesables. 





4.- Las cucarachas light
 
Cucaracha Guerrero del Antifaz
Cucaracha light
Van totalmente cubiertas con una túnica negra que les llega hasta los pies y con una especie de capucha o cofia similar a la de las monjas que las tapa el pelo y la garganta pero deja ver todo o parte del rostro: a veces la cara entera, a veces todo menos la boca y en ocasiones solo la franja de los ojos en plan Guerrero del Antifaz, depende de lo descocadas que sean.  Las guerreras del antifaz a veces se ponen unas gafas de sol y parecen el hombre invisible de la peli de James Whale. Yo he visto a chiquitas de 18 años (casadas) vestidas con alguna de estas variantes. En Marruecos serán un 10% de las mujeres y en Turquía un 5%. En Egipto ya ves a muchas. 

5.- Las cucarachas integrales
Iguales que las anteriores pero con burka o con un velo traslúcido más moderado que las tapa todo el careto. Es el máximo exponente de la degradación de la mujer. Ves bastantes pocas en zonas urbanas y alguna más en pueblos. Siempre caminan por detrás del marido que, sin excepción, tiene una pinta de garrulo que asusta. Yo esta vestimenta se la impondría durante un año a las feministas europeas para que se quejaran por algo (¡y por no verlas la cara!)

martes, 27 de agosto de 2013

RELEYENDO "EL PADRINO" (24): ¿QUIÉN ES EL INGENUO?"




La novela El padrino aborda directamente o de refilón varias cuestiones políticas muy interesantes. La más jugosa para mí es la legitimidad y la moralidad del poder establecido. El mensaje que Puzo lanza continuamente es que los políticos, los jueces y los hombres poderosos que aparentemente actúan dentro de la legalidad son iguales o peores que la organización de Don Vito Corleone. Insinúa que la democracia y el derecho no son sino una fachada de los chanchullos criminales de cuatro espabilados, una cantinela que se han montado para que nos comamos con patatas los tejemanejes de un grupo de gánsters que fingen defender el bien común en el Congreso o hacer justicia en una sala de lo penal.

Frente a esta realidad, el libro nos muestra a unos hombres que se niegan a seguir semejante juego y defienden a su manera sus propios intereses, sin ser más ni menos inmorales que los congresistas o que los magistrados de la Corte Suprema, y recurriendo a la violencia igual que ellos (guerra, CIA) cuando les conviene. Son personas familiares que aman a los suyos, tienen sus sentimientos y sus propios códigos de honor, pero, a diferencia del resto de mortales, no se dejan pisotear por unos mangantes con corbata y nombramiento en el boletín oficial.

Esta idea, desde luego matizable pero con mucho fundamento (y hoy más que nunca), se refleja en la película en la escena del reencuentro de Michael y Kay. El joven Corleone explica a su novia que su padre no es más que un hombre poderoso, como un presidente o un senador, y la encantadora Kay responde: “Cómo puedes ser tan ingenuo? Los presidentes y los senadores no matan a nadie”. Michael la mira fijamente y susurra: “¿Quién es el ingenuo, Kay?"


En el libro hay bastantes más referencias a este tema:





"—Ahora acudes a mi diciendo: «Don Corleone; quiero que haga justicia». Y no sabes pedir con respeto. No me ofreces tu amistad. Vienes a mi casa el día de la boda de mi hija, me pides que mate a alguien y dices —aquí el Don se puso a imitar la voz y los gestos de Bonasera—: «Pagaré todo lo que me pida». No, no. No te guardo rencor, pero ¿puedes decirme qué te he hecho para que me trates con esta absoluta falta de respeto?

—América se ha portado bien conmigo. Quería ser un buen ciudadano y que mi hija fuera americana —dijo Bonasera, con la voz ahogada por la angustia y el temor.

El Don aplaudió.

—Has hablado bien, pero que muy bien. Así pues, de nada puedes quejarte. El juez ha dictado sentencia. América ha dictado sentencia. Cuando vayas al hospital, lleva a tu hija un ramo de flores y una caja de bombones, eso la consolará. ¡Alégrate, hombre! Después de todo, no ha sido nada grave; los muchachos eran jóvenes y alegres, y uno de ellos es hijo de un político muy influyente. No, mi querido Amerigo, siempre has sido honrado. A pesar de que hayas despreciado mi amistad, debo admitir que para mi la palabra de Amerigo Bonasera vale más que la de cualquier otro hombre. En fin, dame tu palabra de que vas a olvidarte de todo, como harían los americanos. Perdona y olvida. La vida está llena de desgracias."

****


"—Lo que ocurre —dijo Michael—es que has visto muchas películas y has leído demasiados periódicos sensacionalistas. Tienes una idea muy equivocada de mi padre y de la familia Corleone. Voy a explicarte algo más. Mi padre es un hombre de negocios que trata de ganar dinero para mantener a su familia y ayudar a sus amigos necesitados. No acepta los dictados de la sociedad, porque tales dictados lo hubieran condenado a una vida indigna de un hombre de su inteligencia y personalidad. Lo que quiero que comprendas es que él se considera al mismo nivel que un presidente, un primer ministro, un juez del Tribunal Supremo o un gobernador de cualquier estado. Se niega a aceptar que alguien le imponga su voluntad. No quiere acatar las leyes dictadas por los otros hombres, unas leyes que lo habrían condenado a ser un fracasado. Ahora bien, su mayor deseo es entrar a formar parte de esa sociedad, pero como miembro poderoso de ella, ya que la sociedad sólo protege realmente a los poderosos. Entretanto, actúa basándose en un código que él considera muy superior a las estructuras legales de la sociedad."

domingo, 25 de agosto de 2013

OPERACIÓN B.S.O. (23): EL AGENTE 007



Confieso que no soporto esta saga cinematográfica. Influye en ello que no soy un apasionado del género de espionaje-acción, que todas las entregas me parecen tan iguales como dos episodios del Equipo A y, mayormente, que a los veinte años me dejaron unas cintas de vídeo con diez o doce pelis de James Bond y me las tragué seguidas.

De todas formas no voy a quitarle mérito al tema principal de la banda sonora, ya un auténtico icono cultural. Las películas del agente 007 tienen varios temas musicales recurrentes y además un estilo propio de canciones secundarias, pero son las notas trepidantes de Monty Norman las que suenan en nuestra cabeza de forma automática al pensar en el intrépido espía al servicio secreto de Su Majestad (para mí el mejor, Sean Connery). Por cierto, parece ser que aunque Monty Norman compuso la partitura y cobra los derechos de autor, el mérito de la pieza corresponde al inglés John Barry, ya que aquel solo la había esbozado antes de su despido por los productores de Dr. No y fue este quien hizo los arreglos definitivos y le puso el sonido y la orquesta que hoy conocemos.

Espero que los ingleses no manden a James Bond a solucionar la crisis diplomática de Gibraltar...

viernes, 23 de agosto de 2013

ENCUESTA DE LA CRISIS DE GIBRALTAR


Pregunta: ¿Cuál de las siguientes medidas te parecería más adecuada para solucionar la crisis de Gibraltar? (pueden votarse varias)

Participantes: 31

Duración: 8 días

Respuestas:

a) Que el Gobierno español no haga nada para no perjudicar a los trabajadores españoles en el Peñón: 0 votos (0%) 

 b) Dialogar serenamente para que cada parte ceda un poco: 2 votos (6%)

c) Ruptura cautelar de las relaciones diplomáticas con Reino Unido: 2 votos (6%)

d) Seguir con las actuales medidas fiscales y de presión policial en la frontera: 6 votos (19%)

e) Intensificar severamente las medidas anteriores: 8 votos (25%)

f) Que las organizaciones patrióticas extraparlamentarias organicen de una vez una macromanifestación de protesta: 7 votos (22%)

g) Decir a los comerciantes de La Línea y a los españoles que trabajan en Gibraltar que se aguanten, que la dignidad de la Patria es prioritaria: 7 votos (22%)

h) Despliegue del Ejército en las inmediaciones de La Línea: 5 votos (16%)

i) Advertir a los perros ingleses que o retiran el arrecife artificial o se tomarán iniciativas militares: 9 votos (29%)


j) Que el Gobierno español desmonte él mismo el arrecife y, si los ingleses se oponen por la fuerza, responda con contundencia: 7 votos (22%)

k) Que un grupo de ciudadanos patriotas lleve a cabo alguna acción espontánea y extraoficial (no necesariamente incruenta) contra los llanitos que accedan a España desde Gibraltar: 4 votos (12%)

l) Bombardear uno o dos barcos ingleses, a ver qué pasa: 2 votos (6%)

m) Invadir Gibraltar y tomar la plaza pacíficamente acabando con el agravio secular que supone la presencia en nuestro territorio de los piratas ingleses: 4 votos (12%)

n) Invadir Gibraltar sin contemplaciones, abriendo fuego a la menor duda, y si hay muertos qué le vamos a hacer, que hay muchas deudas históricas que saldar con la Pérfida Albión: 9 votos (29%)


ñ) Otras medidas que detallarás en un comentario al post de esta encuesta: 1 voto (3%)



NOTA(1): En las encuestas en las que pueden votarse varias opciones, el % no representa el porcentaje de votos que ha obtenido cada respuesta sobre el total de los emitidos, sino el porcentaje de votantes que ha escogido esa opción.

NOTA (2): Explícanos tus soluciones al conflicto.

martes, 20 de agosto de 2013

CHAU-CHAU

 “En realidad me la trae floja y lo que diga el torda este me entra por un oído y me sale por el otro. Bien me sé que estoy aquí provisional y que en este país lo que sobran son colocaciones. Así se lo planteé a la mucama del segundo, que miraba sin dejarlo, como cachondeándose, y la gilí de ella me salió con que si con provisional quería decir provisorio. De mal café la respondí que sería ella la que con provisorio quería decir provisional. ¡Vamos, que también gibaría que ahora me fueran a enseñar a hablar estos cipotes! Pepita en la lengua no tengo y el mejor día voy a recordarle a alguno que si Colón se dio un garbeo por aquí hace unos años, fue para enseñar a su abuelo a decir pan y vino en lugar de chau-chau. ¡No te amuela!”


"Diario de un emigrante" (Miguel Delibes, 1958)

domingo, 18 de agosto de 2013

GENERACIÓN PERDIDA

Una de las consecuencias más siniestras de la crisis económica es que cierto sector de la población nunca va a conseguir un trabajo estable. Es lo que llaman la generación perdida. Son esos jóvenes que en 2008 ya llevaban unos años buscando empleo tras licenciarse en la Universidad y que a día de hoy no lo han encontrado aún. De recién titulados no pudieron colocarse porque eran inexpertos o porque estaban formándose todavía, opositando, o de becarios o en prácticas. Ahora, en plena caída, no hay dónde rascar. Pero es que cuando acabe la recesión ya tendrán unas edades y unas lagunas en el currículum que les harán muy difícil pillar algo decente y mínimamente ajustado a su titulación. Y así hasta los sesenta y cinco.

La generación perdida no solo sufrirá problemas económicos, sino todos los derivados de estos: dependencia familiar, explotación laboral, soltería forzosa, imposibilidad de fundar un hogar, aislamiento y marginación, frustración, despecho, depresiones…

Lo más terrible de la crisis no es que algunos tengamos que vivir un poco peor o que haya familias que deban achucharse en serio e incluso perder su casa o recurrir a la caridad pública. Lo verdaderamente funesto es que hay personas cuya vida entera va a malograrse, con todos sus planes, proyectos e ilusiones; que no van  a saber lo que es luchar por unos hijos o por una hipoteca porque ni siquiera van a poder tenerlos; que van a ver totalmente condicionadas sus relaciones sociales y su vida afectiva; que van a verse asolados por la impotencia y a presenciar cómo se derrite su autoestima; que van a echar muchos tragos amargos de infelicidad y a cultivar un odio feroz.

La crisis no me impresiona por las dificultades que impone a las familias, sino porque roba a muchos la oportunidad de enfrentarse siquiera a esos retos, que, por lo menos, le hacen a uno sentirse vivo.

viernes, 16 de agosto de 2013

UNA MIRADA DIFERENTE

Muchas veces he tenido la tentación de abandonar el tono íntimo y pseudofilosófico del blog y centrarlo en temas de actualidad (sobre todo de política) con algunos aderezos de historia y de cine. Un experto en blogosfera me ha explicado que La pluma tiene un contenido excesivamente personal, heterogéneo y disperso, y que así es complicado tener un target definido y fidelizar lectores.
 
Si dijera que me importa un huevo el número de visitas de La pluma estaría mintiendo descaradamente. Mi objetivo, como el de todos los blogueros, es ser leído por el máximo número de personas, pero con matices. El primer matiz es que soy consciente de que el tono de este diario agridulce y las ideas alternativas a la cultura dominante que se expresan en él marcan su vocación de minoritario. Y el segundo, que no creo que se trate de conseguir audiencia a toda costa analizando al milímetro el tipo de entradas a publicar, ciñéndome a las noticias frescas o entregándome a temas morbosos o deliberadamente polémicos para pinchar al personal.
 
Para mí lo más importante de La pluma viperina es su carácter de testimonio vivo y personalísimo. Aquí puede encontrarse lo que muy pocos ofrecen: una mirada unas veces ácida y escéptica, y otras esperanzada y soñadora, pero siempre parcialísima, desenfadada e independiente, de la sociedad que nos ha tocado vivir. Y ello me ha valido un público fiel y muy especial que comparte conmigo sus inquietudes desde hace varios años. Los seguidores de La pluma no son una multitud pero se diferencian a la legua de los de cualquier otra bitácora.
 
No haré un blog a la medida de los internautas, sino a la medida de mis paranoias y mis pasiones, que tanto bien me ha hecho expresar, sin olvidar que este rincón viperino también ofrece, cómo no, algunos contenidos exportables que merece la pena dar a conocer.
 
Y por cierto, si quieres que la voz insobornable de este ya veterano blog llegue más lejos y levante más ampollas que nunca,  echa una mano y hazte seguidor, con un simple Me gusta, de la página de Facebook de La pluma viperina.
 
¡Muchas gracias por estar ahí, viperinos!

martes, 13 de agosto de 2013

SENSACIÓN DE SED


No sé si a alguien más le pasa, pero resulta que prácticamente nunca tengo sensación de sed. Nunca he bebido demasiada agua, la verdad, pero en los últimos años noto cómo cada vez tengo menos necesidad de beberla o, mejor dicho, siento menos esa necesidad, porque tenerla la tengo como todo ser vivo. Si por sed fuera, solo consumiría un pequeño vaso de agua en las comidas y a veces no por la sed en sí, sino porque me ayuda a tragar o los alimentos están muy sazonados. 

Se dice que no beber al menos dos litros diarios de líquido es malísimo, y yo ya lo he notado en varias cosas. Tiendo a deshidratarme con cierta facilidad, a menudo tengo la garganta medio atascada y mi piel se reseca a la mínima, entre otros efectos que mejor no detallar.

El caso es que desde el principio del verano he comenzado la operación Beber a la fuerza, que consiste en tener siempre delante o llevar encima, cuando leo, cuando trabajo, cuando paseo, o cuando navego por Internet, una botella mediana de agua y darle un meneo cada poco tiempo, de modo que a la noche mi consumo no haya bajado de los dos litros y medio.  Ni que decir tiene que bebo como si fuera una medicina, sin ninguna gana, solo para forzar la hidratación que el organismo no me pide.

Rápidamente he notado los efectos positivos de tan elemental tratamiento y me siento en general mucho mejor, pero me sigo preguntando por qué no me puede apetecer echar un trago de agua fresca como a todo el mundo.

domingo, 11 de agosto de 2013

GUERRA MUNDIAL Z



En pleno veranito se agradecen las pelis frescas, divertidas y espectaculares para pasar un buen rato, y sin duda este es el caso de la última de Marc Forster, Guerra Mundial Z, protagonizada por Brad Pitt, que fui a ver ayer y disfruté mucho a pesar de los continuos sobresaltos.

Se trata de una mezcla muy bien equilibrada de los géneros épico, de acción, thriller y de terror. La historia no es en sí demasiado original. Una pandemia similar a la rabia, que convierte a los hombres en muertos vivientes sedientos de sangre, provoca un conflicto de dimensión internacional, un dramático enfrentamiento a vida o muerte entre los sanos y los enfermos. Gran parte de los países del mundo han sucumbido a la epidemia y se encuentran arrasados mientras que otros, como Israel, han logrado aislarse mediante drásticas medidas de seguridad. Un investigador de la ONU (Brad Pitt) debe viajar por territorios salvajes y desolados en busca de las causas del mal y de sus soluciones.

A pesar de este planteamiento, que nos recuerda a Resident evil y al cine de catástrofes, la película está magníficamente rodada e interpretada. Es emocionantísima y no puede dejar de mirarse la pantalla ni una décima de segundo, llegando a provocar cierto estrés. Por si fuera poco, tiene unos efectos especiales alucinantes que me imagino que se apreciarán más en 3-D (yo la vi en versión normal). Por ejemplo, los zetas (los infectados) están muy logrados, sobre todo sus movimientos. Todo da una impresión muy real y muy siniestra; nada que ver con el burdo cine de zombies. También te dejan ojiplático las escenas de accidentes y de multitudes, aunque estén diseñadas por ordenador. Solo algunas veces contadas ciertas secuencias resultan exageradas o artificiales, por ejemplo cuando cientos de miles de zetas intentan saltar el muro de aislamiento de Jerusalén.

Película muy aconsejable para disfrutar de las vacaciones o para olvidar, algunos, que todavía nos queda una semana para cogerlas. Además me encanta el comentario que hace Brad Pitt sobre los judíos: “Llevan dos mil años levantando muros”. En el clavo, rubito, en el clavo.

jueves, 8 de agosto de 2013

PECAR BIEN



Hace quince años, un conocido mío católico a machamartillo, de Misa y comunión diaria y de lo más puritano que pueda imaginarse, me comentó: “Neri, si no puede uno aguantarse, ya que peca por lo menos que peque bien”. Le dije que no entendía y él, que había quemado vallas publicitarias de condones y reprochado a sus catecúmenos llevar cogidas a sus novias por encima del codo, me explicó que si caías en la tentación y te acostabas con una, había que ponerse preservativo y disfrutar el momento, porque una cosa es ser pecador y otra gilipollas.

Su respuesta, así de pronto, me resultó un tanto cínica, pero luego me dio que pensar, porque es cierto que mucha gente ha sido y es incapaz de disfrutar del sexo por motivos religiosos. Habría mucho que hablar (que no criticar) sobre los orígenes y la vigencia de la moral sexual católica, pero no es el momento; yo solo quiero resaltar hasta qué punto una visión obsesiva y ultraestricta de esta cuestión puede llegar a condicionar las relaciones íntimas de una persona, hasta el punto de desnaturalizarlas e impedir incluso que cumplan su finalidad de expresar ternura, confianza o amor.

La Iglesia Católica y casi todas las confesiones de inspiración cristiana proscriben las relaciones sexuales fuera del matrimonio, pero el caso es que muchos creyentes convencidos las practican. Eso sí, estas personas suelen sufrir dos fenómenos muy característicos:

El primero es que cuanto más intensa es su Fe y la formación religiosa recibida, más difícil les resulta mantener unidas por mucho tiempo su práctica religiosa  y su conducta sexual. Hace años, los niveles de hipocresía eran altos y las dobles vidas frecuentes, pero hoy en día un católico muy practicante casi con toda seguridad dejará de serlo si su vida empieza contradecir sustancialmente las reglas de la moral sexual y llega a la conclusión de que no puede (o no quiere) contenerse. En cambio, si las caídas son puntuales o circunstanciales, a la persona le será más fácil seguir practicando su Fe.

Es un tema muy interesante de analizar, ya que probablemente los pecados carnales sean los únicos capaces de alejar por completo a un creyente de su prácticas devotas e incluso de su Fe, mientras que ante otras faltas tan graves o más como la soberbia, la envidia, la explotación de trabajadores, el egoísmo o la total falta de caridad, muy pocos católicos de Misa, comunión y confesión frecuentes se plantean abandonar sus convicciones.

El segundo fenómeno es al que me refiero con lo de pecar bien.  Un porcentaje sin duda nada desdeñable de quienes han mamado desde la cuna la ética sexual del Cristianismo, no sabrían pecar bien aunque quisieran, que seguro que quieren. Las relaciones prematrimoniales de estas personas bordean lo patético, rozan lo enfermizo y entran de lleno en lo grotesco. “Manolo, solo la puntita”; marcha atrás para evitar el demonizado preservativo; calentones inconclusos de los de volverse loco; juegos que todo lo incluyen excepto la estocada y que uno se pregunta por qué con ellos se peca menos; escenarios improvisados e incómodos para dejar claro que no ha mediado premeditación alguna (solo faltaba); rodeos eternos; penosos autoengaños; búsqueda clandestina, normalmente por él, de parejas más liberales; infidelidades cutres y a salto de mata,  e incluso bloqueos, tanto gatillazos de él como frigideces de ella, por ser incapaces de relajarse y de disfrutar de la situación cuando esta se produce burlando sus rectas intenciones.

Lo triste es que a veces todo esto se traslada al lecho matrimonial, porque mira que es jodido conseguir ver de repente como un regalo de Dios lo que el día antes era una indecencia.

Quizá la doctrina sexual de la Iglesia tenga trampa y esté diseñada no solo para disuadir sino para impedir el goce de quienes le dan la espalda. Pero sea como sea, pienso que mi conocido llevaba razón, y que  lo inteligente y lo humano sería que quien finalmente cae, aunque sea sin buscarlo, disfrute de la caída sin demasiados remordimientos aunque luego reflexione al levantarse y haga los más firmes propósitos de enmienda. No creo que a Dios le guste vernos usar algo tan natural y fantástico como el sexo, creado por Él, como un instrumento de tortura en vez de cómo una fuente de placer.

martes, 6 de agosto de 2013

TU AUTOESTIMA

Me parece muy natural que cuando las cosas te van bien estés contento y cuando vienen mal dadas te arrugues, eso es lo que nos pasa a todos, pero no que tu estado de ánimo dependa de esa manera de lo saciado o hambriento que esté tu ego. Sin duda el bienestar y la felicidad guardan una estrecha relación con la autoestima, pero lo tuyo, chaval, es de libro.

En las etapas en que tu vida ha discurrido por un sendero algo tortuoso, aunque mucho menos de lo que tú te crees, has deambulado por ahí con la cabeza gacha, mirando al suelo y con una voz que no te llegaba al cuello de la camisa. Cuando la suerte (a la que tú responsabilizas de todo) no te sonreía en algunas facetas, ibas haciéndote el mártir, quejándote como una plañidera, sin ser capaz de disfrutar de aquellos otros aspectos en los que eras y sigues siendo privilegiado. Siempre andabas sin aliento, sin energías ni para defender lo tuyo. Eras hoja caída que todo el mundo pisaba y hasta te dejabas apabullar por gentuza que no te llegaba ni a los zancajos, tal era tu pobre concepto de ti mismo. Solo veías a las mujeres como amigas pacientes a las que contar tus penas. Todo porque un par de piezas a las que absurdamente dabas una importancia vital no acababan de encajar en el puzle de tus aspiraciones.

Pero la tortilla de patatas se volteó felizmente en la sartén y al final salió sabrosa y doradita. Pillaste un ciclo bueno, tus objetivos se cubrieron y ahora te crees el rey del mambo. En estos momentos te consideras un puto triunfador, dando de nuevo demasiada importancia a lo que no la tiene. Tras conseguir lo que llevabas tantos años anhelando, tu ego se ha hinchado como un ridículo globo de color fosforito, y ahora andas erguido, contoneándote un poco y hasta adoptas poses de chulo de putas cuando pides las copas en la barra. Tu voz de nena suplicante se ha transformado en el tono cabroncete del sargento de hierro y les arreas buenas andanadas a los amigos en las discusiones: ya no te callas ni debajo del agua cuando te dicen lo que sea. Ahora pisas tú o castigas a la gente con tu indiferencia. Ah, y miras a todas las tías como un sultán a las jóvenes de su harén, en plan “ igual hoy te toca, chata”.

Dices que has espabilado, que la vida te ha espabilado, pero para nada. Lo que pasa es que tienes una autoestima de plastilina. Eres tan inseguro que cuando tienes sed y consigues agua, te atiborras hasta reventar por miedo a no ser capaz de volver a encontrarla. Eres como ese árbol delicado que se muere a la mínima sequía o helada pero en tiempos de abundancia crece soberbio, chupando la humedad de las demás plantas, arrancando arbustos y derribando tapias con sus raíces insaciables.

domingo, 4 de agosto de 2013

DIARIO DE UN CAZADOR


Una de las novelas más bonitas que he leído en mi vida es Diario de un cazador (1955), de mi paisano Miguel Delibes. Suelo repasarla cada dos veranos (este tocaba) y siempre descubro algún detalle o giro coloquial nuevo. Probablemente sea la mejor obra del maestro. Se trata del relato en forma de diario de la vida cotidiana de Lorenzo, un joven vallisoletano apasionado por la caza menor, en el que van desfilando, de un modo sencillo y entrañable, sus preocupaciones, sus sentimientos, su noviazgo, sus amigos, su trabajo y, en primer plano, por supuesto, sus escapadas al campo durante la temporada cinegética.

Lorenzo, un muchacho de pueblo que vive con su madre viuda en la ciudad de Valladolid y trabaja de bedel en un centro educativo, es el personaje más intenso de la novelística de Delibes: un chaval noble, apasionado, lenguaraz y optimista hasta lo cómico, pero con un fuerte sentido de la dignidad pese a su condición humilde. Ejemplar típico de castellano de pura cepa, defiende su orgullo a capa y espada; es temperamental y algo primitivo; tiene un acusado sentido del honor; valora su libertad por encima del trabajo y lleva muy a gala no humillarse jamás ante nadie, resultando a veces chulillo e impertinente pero siempre admirable en su grandeza de corazón. En el año largo de su vida que plasma en su diario se entrecruzan grandes alegrías con durísimos dramas personales; se enamora de Anita, con la que siempre está “de monos”; se muda de casa y se lleva a matar con sus vecinos; sufre apuros económicos; practica el pluriempleo y sale los domingos con su amigo del alma, Melecio, a descolgar perdices en temporada, codornices en la media veda y azulones entre medias para que no se les oxide el gatillo.

Con Diario de un cazador, uno a veces se ríe a carcajadas, otras se sonríe y, en algunos pasajes, siente verdaderas ganas de llorar. Es un libro impactante e inolvidable que nos traslada a otra época (los años cincuenta) y a otra mentalidad. El machismo más acusado, la cerrazón y el fuerte clasismo provinciano de aquellos tiempos hacen migas en sus páginas con un sentido de la honradez, el orgullo, la amistad y el compromiso que yo, desde luego, hoy ya doy por extinguido. Estamos ante un irrepetible retrato de la Castilla profunda y de sus valores, pero, sobre todo, ante un homenaje a la lengua castellana en su máxima expresión. El tono rural y coloquial del habla de Lorenzo, sus muletillas divertidísimas y la manera de contar las cosas son deliciosos y constituyen sin duda la columna vertebral de la novela. Uno disfruta de verdad deteniéndose en sus frases expresivas y con hondas raíces, incluso en su machacón laísmo pucelano, y se siente orgulloso de haber nacido por estos lares. 

Quien no conozca la obra, que me haga caso y la lea este mismo verano porque pasará un rato muy agradable y nunca se olvidará de ella. Tiene además dos continuaciones de idéntica calidad, aunque para mí esta primera parte es la más redonda y emocionante.

viernes, 2 de agosto de 2013

FANÁTICOS

A España solo puede redimirla un fanático. Sí, sí, no estáis leyendo mal: un fanático.

La RAE define al fanático como aquel “que defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento creencias u opiniones, sobre todo religiosas o políticas”, y eso es precisamente lo que necesita nuestra Patria: alguien tenaz en la persecución del Bien Común, desmedido en sus ideales de honradez y servicio, y con la pasión de devolver a España su confianza en sí misma y de imponer (porque esas cosas, si no se imponen, malo) una justicia social sin fisuras pasando por encima de quien haya que pasar.

Los avances más relevantes de la historia de la Humanidad, las grandes conquistas sociales y la difusión de las ideas que han mejorado este mundo solo han sido posibles gracias al tesón febril de los fanáticos. Cristo mismo era un fanático.

Los fanáticos que yo digo son nuestra única salvación. A diferencia de la gente “normal”, ellos carecen de intereses particulares y avanzan hacia su objetivo como kamikazes, importándoles un bledo su vida o su familia (si la tienen), y  haciendo oídos sordos al tintineo de las monedas, al rumor de los halagos, al susurro de las mujeres hermosas y al rugido de las hienas que van ahuyentando de su camino a mandobles de su espada mellada.

Son desprendidos hasta la pobreza, austeros como ermitaños y conscientes de que no vinieron al mundo a cultivar su felicidad, sino a ayudar a hacer de él un lugar un poco más humano y habitable. Se saben de memoria la hoja de ruta de su misión y están dispuestos a seguirla sin desviarse un milímetro, caiga quien caiga. Están decididos incluso a sacrificar vidas o intereses individuales si con ello se salvaguarda el interés general o se obtienen beneficios importantes para el conjunto de la sociedad, comenzando por los pobres.

Nunca se rinden. No temen a nada ni a nadie, ni mucho menos a la muerte. Son implacables con los enemigos de su proyecto por muy poderosos que sean. Se lanzan sobre sus adversarios sin dejarles hablar siquiera, con un machete entre los dientes. Jamás se dejan embaucar. Llevan tapones en los oídos para ignorar protestas, llantos, amenazas, palabras de desánimo y consejos prudentes. Llevan una venda en los ojos para no ver los gestos de duda de quienes les rodean, ni sus miradas de terror, ni las lágrimas de quienes han de inmolarse en la batalla, ni la sangre.

No pierden el tiempo en debates ni en elecciones, y solo escuchan a quienes nada tienen que ganar ni perder con el logro de sus metas políticas. No les importan las críticas, ni la presión internacional ni los derechos de quienes se opongan a sus valores. Les da lo mismo que su país no esté en la pole position de las potencias, que sufra aislamiento o que baje el nivel de vida en ciertos sectores si el resultado último es una sociedad más cohesionada, equilibrada y solidaria. Los fanáticos son como una apisonadora de privilegios y entienden que haya ciudadanos que prefieran emigrar a sufrir sus reformas.

Están muy preocupados por la información y es lo primero que controlan. Nunca mentirían al pueblo pero sí lo protegerían de las mentiras, de los mensajes de desaliento, de las críticas no constructivas, de la podredumbre moral y de la llantina ofensiva de los destronados.

Los fanáticos a los que me refiero solo actuarían por amor y por sentido del deber.  El día que uno de ellos tome las riendas de España, nos habremos salvado.