martes, 31 de diciembre de 2013

OPERACIÓN B.S.O. (26): LA ESTANQUERA DE VALLECAS




Despedimos el año con una canción preciosa compuesta por el cantautor Patxi Andión para la película más popular de Eloy de la Iglesia. Por lo visto Patxi también interviene como actor secundario en esta cinta, aunque no soy capaz de identificarlo. Su tema llegó a ser uno de los símbolos musicales del cine quinqui y, por supuesto, un homenaje inmortal al legendario barrio madrileño. 

¡Feliz 2014 a todos!

domingo, 29 de diciembre de 2013

PASADO POLÍTICO

Te imaginabas que tarde o temprano pasaría algo así y ha sucedido hace dos jueves, en Madrid, en la cena de Navidad de tu empresa. El mismísimo vicepresidente, dices que con unas copitas de más, te llamó “camarada Díez” y te saludó a la romana delante de toda la comisión ejecutiva. Te pusiste como una amapola.

Me llamas hace un rato para pedirme consejo legal sobre la forma de borrar de Internet todas esas páginas que te comprometen. Preguntas si hay que escribir a Google o a cada boletín oficial en el que salen tu nombre y tus apellidos. Te noto exasperado repitiéndome cien veces que no hay derecho a que por una “chorrada” que hiciste cuando eras “un chaval” estés marcado para toda la vida “por culpa del puto Internet”. Me dices altanero y despectivo que ya no tienes nada que ver con “esa gente” y me preguntas si este tema te va a perseguir siempre como tu sombra, jodiéndote la reputación y los ascensos. Estás acojonado de que los medios te den cualquier día un disgusto.

Apareces con todos nosotros en seis resultados de búsqueda, como segundo o tercero en listas para elecciones municipales y europeas: tres en el BOE y tres en boletines provinciales. También sales uniformado en una foto de una vieja revista, sobre el texto “camarada Juan José Díez pronunciando su discurso”. ¡Te llevan los demonios!

No sabía bien qué contestarte pero al final te he soltado lo que pienso y te has mosqueado. Te he recordado que ser joven no significa ser gilipollas, y que además hace doce años no eras ningún crío y ya había Internet. De sobra sabías entonces, o deberías haber sabido, que esas candidaturas eran públicas y que cualquiera podría consultarlas en un futuro, como acaban de hacer desde su ordenador tu adorado vicepresidente y su círculo de aves de rapiña. También aceptaste sacarte aquella foto y que la pusieran en un fanzine que se repartió a más de mil personas, así que no me toques ahora los huevos. Llama si quieres a Celes a pedirle que te borre y verás como se ríe de ti en la cara.

Nadie tiene la culpa de que no contaras con tu prometedor futuro en esa multinacional repugnante, que me recuerda a la Inmobiliare de El Padrino, ni de que decidieras al cabo de un tiempo (no mucho) amoldar tus ideas a los gustos de ese negrero seboso al que ya llevas siete años lamiendo las posaderas, ni de que ahora tengas una columna todos los viernes en un suplemento del periódico de tu ciudad, en la que escribes, con tonillo de gurú financiero, todo lo contrario a lo que vociferaste exaltado en el mitin que inmortalizó la foto que hoy tanto te cabrea.

Lo siento, Juanjo, pero jódete. No puedo decirte más. Chápate tú mismo la Ley de Protección de Datos, o quéjate a Google, al Boletín Provincial de Ávila o al propio Celes, si tienes lo que hay que tener. Escribe si eso a Don Juan Carlos o a Aznar, que ahora tanto te molan, a ver si entre los dos hacen desaparecer las vergüenzas de tu pasado político, pero a mí déjame en paz. Déjame que viva, con mil contradicciones pero jamás con rubor, mis principios, mis recuerdos y mis lealtades.

viernes, 27 de diciembre de 2013

NO ES MARXISTA PERO...

Tampoco es judiorro pero no le importa parecerlo

Hace quince días el Papa Francisco volvía a abrir nuestras mentes obtusas en una entrevista para un diario italiano en la que declaraba que no es marxista, ya que el marxismo es una ideología equivocada, pero que no se siente ofendido cuando se lo llaman. 

Muy jesuítico, sí, pero a mí me gustaría saber si le ofendería que le llamaran capitalista o nazi, que también son doctrinas equivocadas para la Iglesia, y por qué en verano se lamentó tanto de su fama de “ultraconservador” en Argentina, considerándola “un problema grave”, y manifestó con tanto énfasis que “jamás” había sido de derechas. Vaya, eso sí le pica, ¿eh?


El irrebatible argumento de Bergoglio es que ha conocido a muchos marxistas buenas personas. ¡Oh, qué entrañable! Cabe deducir que todos los derechistas y liberales que ha tratado le parecerán unos indeseables y unos cabrones.



Más sobre el Papa Francisco en La pluma viperina:

-         La Iglesia del siglo XXI
-         El Papa parlanchín
-         Un uomo buono e saggio



jueves, 26 de diciembre de 2013

¿MONTAMOS UN NEGOCIO? (4): ¿PA QUÉ TE METES?


Estoy en total desacuerdo con el dicho ese de que la necesidad agudiza el ingenio. Al que no es ni ha sido ingenioso en su vida no le nace el talento de repente, por generación espontánea, porque se vea apurado. Al contrario, la experiencia nos dice que la necesidad suele ir asociada a la desesperación y que este estado mental es incompatible con cualquier decisión lúcida.

Lo estamos viendo mucho con los parados en esta crisis. Hay desempleados que tras dos o tres años sin ningún ingreso, presos ya de la angustia, se lanzan a “emprender” (como se dice ahora), poniendo a prueba su ingenio. Jóvenes y no tan jóvenes sin ninguna experiencia empresarial, sin un duro y, en no pocas ocasiones, sin demasiadas entendederas, se aventuran a montar un negocio simplemente para “no quedarse con los brazos cruzados", y, claro, los resultados son los que son.

Se creen que por repetirse mil veces al día el lema "si no arriesgas, no ganas", ya está todo hecho.

La falta de ingenio puesta a prueba por pura ansiedad desemboca en la catástrofe. En plena caída en picado del consumo, sin apenas fondos para invertir en serio, sin un plan de negocio y –admitámoslo- con una mentalidad de currito por cuenta ajena (jornada de 8 horas) que no se les despega ni con agua caliente, estos emprendedores improvisados se embarcan en aventuras imposibles, normalmente haciendo lo que creen que se les da bien sin tomar en cuenta para nada la demanda existente. Y el batacazo es de órdago.

Me lo decía hace poco un funcionario que tramita proyectos de nuevas pymes y asesora a emprendedores: “esto es un desastre, la gente no sabe ni lo que quiere hacer, solo se mete en esto por no quedarse quieta”.

Lo más duro es que estas personas, tras su lógico fracaso, suelen acabar endeudadas y en una situación más insostenible que la que sufrían al principio. Otras muchas veces el dinero que arriesgan y pierden es ajeno, prestado por familiares o amigos por misericordia, por sentido del deber o por una confianza ciega (nunca mejor dicho) en el aventurero, así que los arruinados son terceros inocentes (también nunca mejor dicho) aunque muy generosos.

¿Por qué no se quedarán quietecitos algunos parados? Vale que así no ganarán nada, pero, hombre, al menos tampoco perderán dinero ni agravarán su panorama. ¿Por qué tenemos tanto miedo de aconsejar honestamente a nuestros familiares o amigos en estas situaciones, de decirles lo que de verdad pensamos de sus proyectos alocados, de sus inventos del tebeo? ¿Por qué identificamos sinceridad con falta de apoyo? ¿Por qué creemos que negar un préstamo o unas palabras de ánimo a una idea disparatada implica no creer en las personas a las que queremos? ¿Por qué no hay huevos para decir a la peña “Manolete, si no sabes torear pa qué te metes”.


martes, 24 de diciembre de 2013

ES LO MÍNIMO



Me ha alegrado mucho, sobre todo al coincidir con estas fechas navideñas, la aprobación de un decreto-ley por el Gobierno catalán prohibiendo a las compañías de luz y de gas cortar el suministro a las familias más desfavorecidas. Será un parche, una nimiedad, una medida propagandística, un insignificante grano de arena en el desierto de la injusticia capitalista y todo lo que se quiera, pero a mí me ha parecido un gesto muy humano que aplaudo sin matices. Además la medida se articula de un modo justo y proporcionado, ya que para impedir el corte del suministro debe presentarse un informe de los servicios sociales acreditando el cumplimiento de unos requisitos muy razonables. Lo malo es que se trata solo de una "tregua invernal" para cubrir las necesidades básicas en los meses más fríos, cuando la cocina, el alumbrado y los electrodomésticos son esenciales incluso en pleno agosto. 

Una proposición de ley muy similar ha sido presentada por el grupo parlamentario de IU en el Congreso de los Diputados y, como cabía esperar, avalada por todos los grupos excepto por el Popular, que la ha tumbado con su flamante mayoría absoluta (172 votos contra 153) aduciendo diversos pretextos, entre ellos que el Gobierno ya está “haciendo verdaderos esfuerzos en implementar medidas sociales para garantizar la sostenibilidad del estado del bienestar". El PP ha puesto como ejemplo de estas “medidas sociales” su reforma laboral.


Estas iniciativas (y otras de mayor calado) resultan imprescindibles en una situación crítica como la que atraviesa España. Podrá parecer muy cínico que los propios políticos causantes de la crisis vengan ahora dándoselas de sensibles con decisiones así, pero es lo mínimo que deben hacer. Además lo único importante es que los necesitados catalanes se librarán de pagar unas cuantas facturas.

Por otra parte, estas políticas bien podrían extenderse a los desahucios de las viviendas, siempre que se justificara una situación de exclusión social y que no se haya suscrito una hipoteca temeraria, y por supuesto sin perjuicio de la pérdida de la titularidad del inmueble.

Sobre los desahucios en La pluma. 

domingo, 22 de diciembre de 2013

LOS RECUERDOS MÁS VIEJOS DE INTERNET




Desde hace un tiempo proliferan en Internet, sobre todo en las redes sociales, todo tipo de contenidos nostálgicos relacionados con los años 70 y 80 del pasado siglo. En mil bitácoras, páginas de Facebook o presentaciones enviadas masivamente por correo electrónico se rescatan y homenajean series televisivas, concursos, humoristas, grupos musicales, personajes infantiles, juguetes, juegos, ropas, vocabulario, material escolar, golosinas, bebidas y costumbres de la época en que fuimos niños los que ahora rondamos los 40. El sitio más emblemático de todos es Yo fui a EGB, del que me declaro fan incondicional.

Viendo esta auténtica invasión de recuerdos setenteros y ochentenos, alguna vez me he preguntado por qué en la Red apenas se encuentran referencias similares a otras épocas más recientes (por ejemplo, los 90) o más antiguas (los años 60, en los que además ya había tele). Pero no, la añoranza virtual parece estar monopolizada por el período de vigencia (1970-1990) del modelo educativo implantado por la Ley Villar Palasí.
 
Me respondo a mí mismo suponiendo que los recuerdos noventeros son demasiado recientes como para producir melancolía entre quienes tuvieron su infancia en esa época, y que los críos de los 50 y los 60 han sufrido de mayores la brecha digital generacional, o sea que en su gran mayoría no se manejan con las nuevas tecnologías con la suficiente soltura como para inundar la red de redes con sus evocaciones.

También influye notablemente en este fenómeno que en los años 70 alcanzó su cúspide la cultura desarrollista y se produjo el baby-boom. En aquellos tiempos se multiplicaron la oferta televisiva y el consumo, y vivió su edad de oro la industria juguetera. Los que íbamos al cole por entonces tuvimos muchos más cachivaches, chuches y programas en la tele que nuestros padres y por eso ahora contamos con más material para la nostalgia.

En definitiva, que los recuerdos de infancia de mi generación son, por así decirlo, los más antiguos de Internet.

sábado, 21 de diciembre de 2013

INDEPENDENTISTAS


A veces el lenguaje es una trampa y ni nos enteramos. Los políticos y los medios de comunicación utilizan o acuñan ciertos términos como quien no quiere la cosa y se nos acaban pegando a todos de manera espontánea; los incorporamos a nuestro vocabulario sin percatarnos de su verdadera intención. Deberíamos preocuparnos por hablar con propiedad o, al menos, como nos interese a nosotros y no al rotativo o al ministro de turno. 

Por ejemplo, yo entiendo perfectamente que un miserable antiespañol del nordeste peninsular, un catalufo traidor a España, utilice la palabra “independentista” para designarse a sí mismo y a los de su estofa, pero no me entra en la cabeza que un acérimo defensor de la unidad de España pueda incurrir en semejante barbaridad. Sin embargo, me guste a mí más o menos, “independentismo” o “independentista” forman hoy en día parte del léxico común tanto de conspiradores catalanistas como de ardorosos militantes de la extrema derecha española.

La cuestión es que este vocablo lleva incorporada una fuerte carga valorativa que cada vez me extraña más que los patriotas españoles asuman tan alegremente. Hablar de “independentismo” en una determinada región española es como reconocer que esa región está sujeta a una dependencia política de la que desea liberarse; equivale a decir que no es una región, sino una nación que no disfruta de la soberanía a la que tiene derecho y que ese movimiento (el “independentismo”) propugna. O sea que el concepto parece cocinado por los partidarios de la secesión y además –reconozcámoslo–  tiene connotaciones mucho más positivas y hasta románticas que otros que se han utilizado toda la vida: separatismo, secesionismo, segregacionismo o escisionismo.

Pero estos últimos son los más adecuados y desde luego con los que debería sentirse más cómodo cualquier amante de la unidad española. Es un hecho incontestable, aunque sea desde el punto de vista jurídico, que a fecha de hoy Cataluña es una comunidad autónoma integrada en el Reino de España. Siendo así, las expresiones “separatismo” o "secesionismo" son las que mejor definen la corriente ideológica propugnada por esa gentuza que está urdiendo el referéndum, ya que, en puridad, pretenden que un territorio actualmente español se separe, se secesione, se segregue o se escinda del país. Son términos mucho más objetivos y exactos, y sobre todo “separatismo” era hasta ahora el más tradicional en las filas de los paladines de la integridad patria.

Hay quien dice que esto es una bobada y que da igual cómo se diga, ya que “independentista” también da a entender que una parte del territorio se quiere “independizar”, que es lo mismo que “separar”,  pero a mí esta teoría no me convence nada. “Independizar” y “separar” no es lo mismo ni de broma. Independizar supone una emancipación, una liberación de algo o de alguien, es decir un derecho previo, una madurez para llevar una existencia propia, la obtención de una soberanía justa, y esto, claro, lo pensarán los catalanistas pero yo no. Separar, en cambio, es dividir, aislarse o distanciarse de alguien, que es en definitiva lo que quieren estos cabrones. 

Pero la prueba más evidente de que toda esta nomenclatura no es casual ni anodina está en que a los de ERC, CIU, ICV y CUP no les oiremos jamás de los jamases reconocer que son “separatistas”. 

Y cuidado, que no estoy haciendo valoraciones etimológicas. De hecho la propia Real Academia Española mezcla bastante los conceptos y llega a definir “separatismo” como “doctrina política que propugna la separación de algún territorio para alcanzar su independencia”. ¡Vaya lío!  Yo me refiero más a las connotaciones, a los matices, al alcance real y, sobre todo, al significado social, histórico y político de los términos, y por eso no voy a llamar independentistas a esos renegados en mi vida.


Más sobre separatismo catalán en La pluma: La tormenta separatista en Cataluña.

jueves, 19 de diciembre de 2013

ALGO FALLA




Hace pocos días asistí a la ceremonia de entrega de unos premios institucionales de investigación e innovación para jóvenes talentos de una universidad pública. Un jurado de alto copete, integrado por un rector, varios políticos regionales y otros prebostes del mundo científico y académico, concedió galardones a unos diez proyectos muy interesantes desarrollados por brillantes investigadores que rondaban la treintena. Sin duda estos profesionales, casi todos doctorados en áreas tecnológicas, son el auténtico semillero de ideas innovadoras en mi Región y encarnan el futuro de nuestras universidades.

Pero durante el acto hubo un "detalle" que no debería pasarle desapercibido a nadie. Cada uno de los premiados tuvo que subir a por su estatuilla y soltar un breve discurso de cinco minutos delante de las autoridades exponiendo los objetivos de su departamento y las características del proyecto distinguido, expresando también el típico agracedimiento a los miembros de su equipo, a su familia por haberle apoyado y demás. Pues bien, sin una sola excepción, las intervenciones de estos jóvenes fueron llamativamente penosas. Tartamudeos, timideces adolescentes, temblor de manos, miradas al suelo, muletillas verbales de 4º de la ESO, entrañables confesiones de nerviosismo, continuos “eeeeeeeeeehhhhh”, frases mal construidas, falta de vocalización, incapacidad para hilar las frases y hacerse entender, y una impericia oratoria manifiesta fueron el común denominador de las exposiciones de los señores doctores.

Saquemos cada uno nuestra propia conclusión, pero, vamos, algo importante falla en la educación española cuando los más capacitados para pensar, investigar y emprender, no dan pie con bola a la hora de transmitir sus ideas a los demás.

Más sobre la universidad en La pluma viperina:

martes, 17 de diciembre de 2013

COMIENDO EN LA BASURA


El domingo pasado han fallecido en Alcalá de Guadaíra (Sevilla) tres miembros de una familia por intoxicación alimentaria. Aunque ahora este dato se ha puesto en tela de juicio, en principio se informó que la causa del envenenamiento había sido la ingesta de alimentos recogidos de la basura, concretamente un pescado adobado. Nada más conocerse esta versión de los hechos se convocó una virulenta protesta en el municipio, con insultos a concejales incluidos, exigiendo una mayor protección social. Por Internet han circulado además con profusión toda clase de mensajes furibundos acusando al Gobierno de “asesinar” a los pobres al obligarles a rebuscar comida en los contenedores.

Con independencia de que el dato de la basura sea más o menos cierto, se me ocurren varias reflexiones sobre el populismo demagógico y repugnante que infecta la sociedad española, sobre la falta de criterio y congruencia de un populacho superficial y semianalfabeto que no dice ni pío cuando debe protestar pero berrea cuando tiene que callar.

Ni al más retrasado mental se le escapa que ingerir comida sacada de una bolsa de basura conlleva un riesgo gravísimo para la salud. Tanto es así que solo se entiende que recurran a esta forma de alimentarse personas con necesidades severas, en un contexto de pobreza, guerra, hambruna o total desatención por parte de los poderes públicos. En España, qué duda cabe, los servicios sociales no son perfectos, pero tengo la más absoluta certeza que no se deja morir a nadie de hambre. Puede que otras situaciones de desamparo no se encuentren suficientemente atendidas, pero las necesidades de alimentación sí están cubiertas para el 100% de la población a través de diferentes mecanismos como comedores sociales públicos y privados, bancos de alimentos y servicios municipales o de Cáritas, parroquias o ONG´s asistenciales. Ni al más tirado de los mendigos de este país (y la familia intoxicada no lo era) se le niega un plato de comida y un par de bocadillos diarios.

Si esta familia sevillana ha decidido cenar comida de un contenedor, la responsabilidad es exclusivamente suya, ya que podría haber accedido sin ningún problema a alimentos en perfecto estado por muy complicada que fuera su situación económica. Discutir esto es absurdo y tener ganas de enredar.

En España la alimentación no es un problema digan lo que digan los manifestantes de Alcalá de Guadaíra

El problema en estos casos no es tanto la falta de asistencia sino la resistencia de ciertas familias o individuos a recurrir a los servicios sociales o a las parroquias, y eso no es un problema de las Administraciones. De toda la vida ha habido indigentes que han fallecido congelados durmiendo en la calle por negarse a acudir a los albergues municipales. ¿El motivo? Que no les daba la gana acatar las normas de estos establecimientos, entre otras la apertura de una ficha y la realización de un seguimiento por los trabajadores sociales, la prohibición de introducir bebidas alcohólicas y la obligación de ducharse y respetar ciertas reglas higiénicas o de comportamiento. En otras ocasiones se trata de personas con alguna enfermedad mental de las que no cabe esperar una conducta lógica ni que intenten siquiera protegerse del hambre y del frío.

También sucede a menudo que cierto tipo de familias, en el que bien podría encajar la de Alcalá de Guadaíra, se niegan a pedir ayuda a las redes asistenciales por pura vergüenza. Suele ser gente que antes de la crisis pertenecía a la clase media baja, y eran humildes pero con un trabajo y medios suficientes para llegar a fin de mes aunque fuera por los pelos, pero en los últimos cuatro años su nivel ha empeorado y hoy se encuentran en una situación de pobreza que se resisten orgullosamente a admitir y, mucho menos, a solucionar a través de los recursos públicos. Nuevamente la culpa no es del Estado, que no puede ayudar a quien no se deja y prefiere incurrir en temeridades como zamparse un pescado de origen dudoso recogido entre la mierda.

A mí me parece manifiesta la irresponsabilidad de los padres de esta familia, que por lo visto alimentaron a menores con deshechos podridos. Es más, si alguno de los cónyuges hubiera quedado vivo, deberían haberlos imputado por homicidio involuntario, por imprudencia, de su hija.

Pero el colmo del absurdo se produce cuando la masa rebuznadora acusa a los poderes públicos de favorecer estas situaciones al obligar a miles de familias a buscar su sustento en los vertederos. Aparte de que, como he dicho, esta acusación es insostenible en un país como España, me permito recordar que en los últimos años varios ayuntamientos (entre ellos el de Madrid) han sufrido la ira popular cuando han aprobado ordenanzas prohibiendo recoger viandas en la basura. Los habituales calificativos de “insolidarios”, “represores” y, por supuesto, “fascistas”, no se han hecho esperar cuando los consistorios han tratado de impedir situaciones de riesgo con una medida tan loable como impedir rebuscar en la porquería.

Lo que no puede hacer un estado, amigos demagogos, es adivinar quién tiene hambre o ir preguntándoselo a la gente casa por casa. Tampoco puede, solo faltaría, impedir que se tire un pescado en mal estado a la basura (pues la basura está para eso) ni que un tonto del culo prefiera recogerlo y dárselo de comer a  sus hijos menores antes que llamar a la puerta de Cáritas. A lo que sí está obligado es a garantizar el sustento más básico de toda la población y a dictar normas de protección sanitaria, y ambas cosas las cumple la Administración española con sus servicios sociales propios o subvencionado a entidades privadas, y prohibiendo (si le dejan) que se hurgue en la basura. 

domingo, 15 de diciembre de 2013

NO SABEN SI MATAN O ESPANTAN




Según voy cumpliendo años observo cada vez más el pavor que produce en sociedad cierto prototipo de sujeto que yo clasificaría como una subespecie del bocazas y que podríamos denominar “el que no sabe si mata o espanta”. Estos individuos, no demasiado frecuentes en la vida social pero identificables a la legua, se caracterizan por no tener dos dedos de frente, no filtrar en absoluto entre lo que piensan y lo que dicen, y manejarse en las discusiones (o meros intercambios de opiniones) con notable vehemencia e incluso agresividad, lanzando constantes pullas y alusiones personales sin cortarse un pelo. Son personas no necesariamente malintencionadas, pero sí muy apasionadas y lenguaraces, sin ningún sentido del tacto ni del ridículo, que no se callan ni debajo del agua y que en todo debate siempre han de quedar arriba como el aceite y de pie como el gato. A menudo se desenvuelven con sarcasmo y grosería, hablan cuando no se les pregunta, se meten donde nadie les llama, levantan mucho la voz y les trae sin cuidado lo que puedan decir o pensar de ellos. 

La lógica más aplastante nos indica que estos personajes tendrían que ser unos fracasados sociales a los que nadie en su sano juicio querría mirar a la cara ni ir con ellos ni a la vuelta de la esquina. El más elemental raciocinio nos lleva a suponer que estos elementos terminarán tarde o temprano quedándose solos, sin familiares ni amigos que los aguanten, muertos de asco en definitiva. Pero las cosas no son así. Los que no saben si matan o espantan siempre sobreviven en todos los círculos sociales porque la gente, que es "prudente" y "discreta", les tiene un miedo atroz y está dispuesta a aguantarles lo que sea con tal de no verse implicada en una escenita con ellos. Y no solo sobreviven, sino que a veces hasta destacan y mangonean en todos los saraos, porque a ver quién es el guapo que se atreve a llevarles la contraria y acabar enredado en una discusión que inevitablemente será tosca y escandalosa, y en la que fijo que se lleva más de un palo verbal sin comerlo ni beberlo.

Renonozcámoslo: todos tenemos a alguien así en nuestra familia, en nuestro grupo de amigos o en nuestro trabajo. Reconozcamos también que siempre decimos u oímos el mismo tipo de excusas para no pararles los pies: “déjale, lo mejor es callarse”, “ya sabe todo el mundo cómo es”, “es mejor no rebajarse a su nivel”, “¿para qué te vas a buscar un follón?”, “que diga lo que quiera; a ti, plin”, “él mismo se deslegitima”… pero en el fondo sabemos muy bien que no es así y, aunque es cierto que a estos maleducados nadie los quiere ni los respeta, al final todo el mundo los teme, cede a sus pretensiones y les deja hacer lo que se les antoja, lo que en la práctica sí es una forma de respeto y, si me apuras, de éxito social por su parte. 

La cobardía, la comodidad y la falta de iniciativa de una mayoría honesta permite que una minoría arbitraria imponga su voluntad, y no solo en las relaciones sociales, sino en política y en cualquier otro ámbito.


Sobre este mismo tema en La pluma viperina: La buena educación

viernes, 13 de diciembre de 2013

HIJOS DEL TERCER REICH




Por fin he visto la serie Hijos del Tercer Reich, dirigida este mismo año por Philipp Kadelbach para la cadena pública alemana ZDF y adquirida inmediatamente, dado su éxito, por varias televisiones europeas, entre ellas Canal Plus y TVE.

Esta miniserie, de tres capítulos de hora y media, narra las vivencias de cinco amigos berlineses que se separan en 1941 para cumplir con sus respectivas obligaciones bélicas. Dos hermanos parten a combatir en Rusia; una de las chicas es destinada como enfermera también al frente del Este; otra comienza su carrera como cantante bajo la protección de un inspector de la Gestapo, y un muchacho judío ha de soportar las inclemencias políticas de la ciudad en aquella época. 

Desde el punto de vista cinematográfico se trata de un buen producto, con un presupuesto muy digno y una ambientación sobresaliente, aunque a mi modo de ver el guión es flojo, disperso y ligeramente tedioso. Lo más interesante de Hijos del Tercer Reich es la recreación de los combates, aparte de que ofrece el punto de vista de la Alemania nazi sin excesivo histerismo, y pone cara y sentimientos a los jóvenes que combatieron en la Wehrmacht, algo bastante infrecuente en la filmografía sobre la Segunda Guerra Mundial.

Suelo seguir todas las películas alemanas sobre este período histórico porque me interesa mucho la opinión de los descendientes de aquella generación que lo apostó todo (y lo perdió) por construir una nueva Europa en base a unos parámetros muy diferentes a los que primaban entonces y priman hoy. El balance de la intentona no pudo ser, desde luego, más negativo, como lo atestiguan las decenas de millones de muertos de la horrenda conflagración que tuvo lugar. Pero lo curioso es cómo casi setenta años después no pocos germanos siguen arrastrando un complejo de culpa incurable y se sienten obligados a pedir perdón o a dar explicaciones continuamente por los crímenes de sus abuelos, tal como puede apreciarse casi sin excepción en las producciones cinematográficas realizadas en su país sobre la Guerra. Hijos del Tercer Reich no es el ejemplo más extremo pero tampoco es una excepción.

Estoy convencido de que no es la postura unánime en Alemania, pero los cineastas teutones, en la mayoría de sus películas (por no decir en todas), se esfuerzan obsesivamente en diferenciar entre el noble pueblo alemán y los siniestros nazis que lo manipularon; entre los valientes militares que solo cumplían órdenes y el malvado Partido Nazi que politizó el ejército; entre la gente de a pie que intentaba ayudar a los judíos y los criminales camisas pardas que los exterminaban; entre los soldaditos atormentados por su conciencia y los hitlerianos robotizados y sin corazón…

Pero hay demasiadas cosas que no cuentan ni nunca contarán, aunque no hace falta. No explican que el nacionalsocialismo fue un movimiento esencialmente popular, que a Hitler lo adoró y lo aupó (democráticamente) el pueblo trabajador y que la inmensa mayoría de los alemanes de aquellos tiempos eran racistas y antisemitas. Tampoco nos hablan de que en los primeros años de la guerra, cuando el Führer vencía en todos los frentes y Berlín nadaba en la abundancia, casi todo el mundo estaba entusiasmado y subido al caballo ganador, y nadie puso pegas hasta que llegaron las derrotas, las privaciones y el miedo. Y por último (y esto a favor de Alemania) es evidente que la práctica totalidad de la población, incluidos los nazis y sus colaboradores, desconocía el alcance de los crímenes y abusos que se estaban cometiendo y no solo con los judíos, por cierto. 

Por otra parte yo tampoco logro entender por qué Alemania se tiene que sentir más avergonzada de su historia en general y de esta guerra en particular que Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética, auténticos genocidas que, sin embargo, siguen haciendo películas sobre sus héroes en Normandía, en la campaña de África o en Stalingrado. 

Pero no es tanto en la serie de Philipp Kadelbach donde han quedado retratados los complejines germánicos a los que me refiero, sino en la reacción de buena parte del público alemán cuando la han emitido por la tele, pues ha habido muchísimas protestas acusándola de “humanizar el nazismo”. Es verdad que la serie no es especialmente vergonzante, pese a los manidos tópicos en los que cae: el oficial que deserta por no compartir los métodos de sus superiores; el soldado dubitativo que boicotea silenciosamente el avance de su ejército; el nazi corrupto y putero; el hebreo simpático, casi santo y además heroico; la enfermera que se arrepiente de denunciar a una rusa judía… En fin, pura ciencia ficción. Pero de ahí a interpretar que se muestra a los nacionalsocialistas como buenos va un abismo que deja al desnudo los tics enfermizos de los súbditos de la Merkel.  “Humanizar el nazismo”, como ellos dicen, me parecería además una muestra de buen cine, ya que la ideología nazi, se quiera o no, fue creada, defendida y votada (libremente) por seres humanos, con sus virtudes y sus miserias, y entre otras cosas llegó a ilusionar a casi todos los ascendientes de los que ahora tanto se escandalizan. 

Por cierto, hablaremos más sobre el nazismo en la muy próxima entrega de nuestro Club de Lectura


Más sobre la Alemania nazi en La pluma viperina:

- Cracovia (campos de exterminio)
- El niño con el pijama de rayas
- La legión Cóndor
- Los desertores de la Division Azul
- Los españoles somos unos salidos (División Azul)
 

miércoles, 11 de diciembre de 2013

CINISMO Y LIBERTADES




La dictadura que padecemos en España no es de las más cruentas de nuestra historia, pero sí de las más manipuladoras. Cuando una tiranía se basa en el engaño sistemático, en hacer creer al pueblo que vive rodeado de libertades, no necesita ser cruenta.

Una de las estrategias favoritas de los regímenes demoliberales para neutralizar toda resistencia ciudadana seria es su cínico manejo de dos derechos constitucionales: la libertad de expresión y el derecho de manifestación. El truco consiste simplemente en favorecer el ejercicio más arbitrario posible de ambos derechos, de modo que la sociedad se acostumbre a que las protestas mediáticas, en la prensa o en la calle, sean estúpidas o egoístas, y termine insensibilizándose hacia ellas.

El Sistema se preocupa de que en los medios de comunicación aparezcan diariamente toda clase de histriones aullando despropósitos y tirando contra todo lo que se mueve, y de que en la calle se celebren un sinfín de concentraciones disparatadas, infundadas o exóticas, o bien reivindicativas de intereses ultraparticulares o gremiales. ¿Qué se consigue con esto? Pues que el personal termine tomándose a coña o ignorando sistemáticamente las columnas de prensa, las tertulias radiofónicas y las tropecientas manifas que se convocan cada dos por tres; que los ciudadanos se acortecen poco a poco y al final, por muy concienciados que estén, se tomen estas críticas o reivindicaciones como quien oye llover. Así, el día que alguien arremete con razón y argumentos contra una injusticia grave, o se organiza una concentración legítima en protesta por un auténtico desafuero, a todo el mundo le pasa desapercibido el tema entre las cien mil chorradas del día y no se solidariza ni el tato.

Llevar la libertad de expresión y el derecho de reunión hasta sus límites más grotescos es la mejor manera de deslegitimar su ejercicio. No poner ningún coto (en apariencia) a estas libertades es una táctica para boicotearlas cínicamente. Al final a las fuerzas políticas y económicas que controlan el cotarro les importa un bledo lo que una televisión o miles de manifestantes puedan piar porque saben de sobra que la sociedad española ya está anestesiada contra cualquier editorial, consigna, grito o pancarta.

Es como si estos déspotas constitucionales nos dijeran, con sonrisa sarcástica, “habla chucho, que no te escucho”, haciendo casi buenas las dictaduras estalinistas o de extrema derecha, que al menos al reprimir con energía una opinión disidente estaban otorgando importancia a su autor, tratándole con cierto respeto, dándole un protagonismo.

 
Más sobre las manifestaciones en La pluma: La gente fea de las manifas (en los comentarios)

domingo, 8 de diciembre de 2013

EL VUELO DEL ABEJORRO



Hace años un grupo de científicos concluyó, tras un sesudo estudio, que teóricamente era imposible que los abejorros volaran porque sus características corporales eran lo menos aerodinámicas que uno pueda imaginarse: un abdomen demasiado voluminoso, unas alas muy pequeñas y un montón de pelos que ofrecen una fuerte resistencia al aire. Sobre todo los físicos explicaron que era un verdadero misterio de la naturaleza que este insecto fuera capaz de surcar el viento con tanta desenvoltura.

Pero a un filósofo, creo que francés, que leyó la noticia en el periódico, se le ocurrió comentar que la razón por la que el abejorro volaba era porque nadie le había enseñado nunca ese estudio científico. 

¡Mucho cuidado con quién decide y por qué dónde están nuestros límites!

viernes, 6 de diciembre de 2013

OPERACIÓN B.S.O. (25): PLATOON




Oliver Stone se planteó rodar una película sobre Vietnam que contrastara con la versión patriotera y propagandista de Boinas verdes (1968), de John Wayne, mostrando la crueldad y el sinsentido de este mediático conflicto. La banda sonora de la desolación que Stone quiso transmitirnos la bordó Samuel Barbers con el tema Adagio for Strings. A todos se nos pone un nudo en la garganta cuando suena al final de la última batalla.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

IR AL CINE SOLO

Me hace gracia cómo ciertas actividades para cuya realización no necesitamos a nadie las hacemos siempre acompañados simplemente por lo mal visto que está hacerlas en solitario.

Uno de los ejemplos más claros es el de acudir al cine o a cualquier otro espectáculo. No entiendo por qué si le apetece a uno ver una peli de estreno no puede ir solito a la sala si, por lo que sea, no encuentra a ningún amigo que pueda o le apetezca acompañarle. No lo entiendo, pero lo cierto es que nunca se me ha ocurrido ir al cine sin nadie porque me dan mal yuyu los tipos que lo hacen; suelen ser un poco raretes y tener cierto aire descuidado y marginal. En el fondo no lo hacemos porque tenemos el prejuicio idiota de que quien no es capaz de encontrar compañía para ver una peli o disfrutar de un concierto o un monologuista es un fracasado social.

También pasa, aunque en menor medida, con los viajes, los paseos, o los bares o restaurantes…. Hay mucha gente que prefiere mil veces quedarse en su casa a marcharse sola de vacaciones, o que jamás saldría por su cuenta a cenar a un sitio bonito ni a tomarse una copa en un pub de moda.

Como animales sociales que somos, tenemos inscrito en el código genético que es imposible disfrutar de la vida de forma independiente, y por eso no concebimos llevar a cabo ninguna actividad placentera sin compañía. Pensamos que pasar un buen rato a solas en el fondo es una desviación, una anormalidad social, un poco como la del pajillero que goza más a su aire que con una mujer de carne y hueso.

También hay otro componente, que es nuestro miedo atávico a la soledad derivado de nuestra naturaleza gregaria. Quedarnos aislados de la manada, solos en el ocio, en la vida y en el amor es la peor pesadilla que podemos imaginarnos. Para mantener a flote nuestra autoestima más íntima necesitamos presumir de competencia social, de pareja, de familia unida y bulliciosa, de varios grupos de amigos, de vida noctámbula, de cientos de contactos en Facebook.  Ir solos al teatro o a cenar sería como exhibir nuestra soledad y eso no podemos permitírnoslo.

domingo, 1 de diciembre de 2013

DIALECTO ANDALUZ



Me cuenta una compañera que ha veraneado este año en Cádiz que su hijo de cinco años estaba horrorizado porque no entendía ni papa a los niños de allí cuando intentaba jugar con ellos. Se pensaba el pobre crío que hablaban otro idioma, que estaba en el extranjero.

A la vez me entero estupefacto de que Málaga ocupa el segundo lugar del ranking nacional de destinos preferidos por los extranjeros para aprender la lengua castellana (después de Salamanca). No sé si reír o llorar, de verdad. Aún dudo si esto es una coña, pero, de ser cierto, el fulano que haya convencido a ingleses, suecos,  alemanes o franceses de que la Costa del Sol es el mejor sitio para perfeccionar el español me parece un comercial cojonudo, un genio, vamos. Porque si los profesores son malagueños, a los pobres alumnos, cuando acaben sus cursos, no los va entender ni Rita al norte de Despeñaperros.

Otro apunte, aunque no tiene mucho que ver, es que Barcelona figura también como una de las opciones favoritas de los guiris para ir a estudiar la lengua cervantina. Por lo visto allí tienen las mejores ofertas e infraestructuras del país para acoger este turismo idiomático. Con esto se me plantean otras reflexiones más políticas y más amargas, y se me escapa sin querer un “manda huevos”. No cabe duda de que los barceloneses son más fenicios que catalanistas.

Mapa de los defectos lingüísticos de Andalucía, que ellos llaman "dialecto".
Pero volviendo a los andaluces, yo me pregunto por qué demonios siguen empecinados en hablar como hablan, tan orgullosos de su lamentable deformación del castellano, y por qué insisten encima en que ese trabalenguas vergonzoso con el que se expresan (con el apoyo de sus instituciones) debe denominarse "dialecto andaluz". ¡Pero qué dialecto! Comerse letras para ahorrar tiempo y no pronunciar los fonemas más difíciles para no cansarse no es ningún dialecto. Aquí no estamos hablando de formas verbales específicas, de construcciones gramaticales propias y ni siquiera de un vocabulario verdaderamente identitario (como sucede en los dialectos hispanoamericanos del español), sino simple y llanamente de un conjunto de incorrecciones -con mucha solera, eso sí- elevadas casi al rango de lengua regional, algo tan típico de España, donde sacamos pecho por todas nuestras miserias. El “andaluz” ni siquiera tiene una tradición escrita o literaria como los auténticos dialectos. Es, ni más ni menos, una manera de hablar mal el español. Más que dialecto, será un habla en el mejor de los casos. 

De veras que echo en falta algún organismo que vele muy seriamente para que desde las primeras etapas escolares se enseñe a los niños de toda España no solo a escribir, sino también a hablar con total corrección la lengua española, que es el mayor tesoro cultural que poseemos. Un organismo con amplias facultades que enseñe de una puñetera vez a los andaluces a sacarse la patata de la boca cuando hablan; a los castellanos del norte a desterrar su leísmo y su laísmo, que hacen daño a los oídos; a los vascos a conjugar; a los gallegos a emplear los tiempos verbales adecuados y a los catalanes a no mezclar el castellano con el català.

Una cosa es el bello (o no tan bello) acento característico de cada región y otra destrozar el idioma.

Yo creo que en dos generaciones podría lograrse que los gaditanos hablasen como si fueran de Segovia de toda la vida.

De todos modos leyendo sobre estos temas he encontrado una frase buenísima de Max Weinreich que ilustra a la perfección sobre el componente tantas veces político que tiene la clasificación de una determinada variedad lingüística como lengua o como dialecto, pero, por favor, que no se me crezcan los andaluces con la frase, que no va por ellos, no: 

“Una lengua es un dialecto con un ejército y una marina”


Sobre este mismo tema en La pluma: El español de Valladolid

jueves, 28 de noviembre de 2013

DUDAS EXISTENCIALES SOBRE LA "VIOLENCIA DE GÉNERO"


Fritos nos tienen ya con el tema
Hay unas cuantas cosas que no entiendo sobre el fenómeno denominado “violencia de género” ni sobre su tratamiento jurídico y mediático.

Para empezar no me trago que un marido o novio se ponga a dar palizas a su pareja de un día para otro, sin una previa, larga y progresiva escalada de agresividad iniciada seguramente por leves vejaciones, seguida por gritos o insultos, y culminada por agarrones y empujones que poco a poco vayan dando paso a los golpes a medida que se envalentona el canalla. De hecho, estoy convencido de que en la mayoría de los casos los síntomas de agresividad se manifiestan de un modo u otro desde las primeras fases de la relación amorosa. Por eso no pillo por qué algunas mujeres consienten desde el principio determinados comportamientos chulescos y humillantes que, a todas luces, solo pueden desembocar en unos guantazos en el mejor de los casos. Solo se me ocurren dos explicaciones: que a estas señoras les pongan los macarrillas y les vaya la marcha, o bien que dependan económicamente del maromo y prefieran los garbanzos seguros a su integridad personal, algo muy difícil de comprender en plena era de la igualdad, de la emancipación de la mujer y del feminismo despechugado al estilo Femen. Además, qué tonto soy, cómo puedo decir lo de la independencia económica cuando las feministas ya nos han demostrado científicamente que las profesionales con trabajo e ingresos propios reciben tantas palizas como las amas de casa que viven del sueldo de su marido

Tampoco entiendo por qué esta lamentable lacra social ha sido regulada en nuestro país de un modo tan especial, casuístico, discriminatorio e injusto, llegando a invertirse la carga de la prueba en el proceso penal a favor de la mujer supuestamente agredida, de modo que si esta afirma que su compañero la ha sacudido tendrá que ser él quien demuestre lo contrario. Vamos, que si a tu señora se le cruzan los cables o tiene una mala regla, y se presenta en comisaría inventándose que la has arreado dos bofetones, no te libra de pasar la noche en el calabozo ni la Virgen del Carmen. Además yo me pregunto por qué esta conducta, que se tipifica como agravante del delito de lesiones, solo puede tener a la mujer como sujeto pasivo, o sea que si es él quien recibe una agresión de su señora (que bien podría suceder, que para eso ya somos iguales), a la violenta solo la pueden condenar de seis meses a tres años de prisión en vez de los dos años a cinco que se aplicarían si fuera al revés.


A estas un marido con mano dura les vendría como el comer
Por último, escapan por completo a mi intelecto los motivos de la reforma legislativa llevada a cabo en Inglaterra para que todas las mujeres puedan acceder al historial de “violencia machista” de sus parejas. Esta medida recién adoptada permite a las chicas británicas solicitar a la policía un informe sobre los antecedentes de violencia de género de sus nuevos novios para estar prevenidas y poder eludir episodios de maltrato. Me parece que semejante ley entra en el terreno del más puro surrealismo por contradecir de lleno la lógica natural del enamoramiento, que se basa en la ilusión y la confianza, y resulta incompatible con esas actitudes de espionaje precautorio que se pretenden fomentar. Ya estoy imaginándome situaciones extravagantes, de locos, como que Jane se enamore de Peter en un bar de copas un sábado por la noche y acuda el lunes a comisaría a preguntar si maltrataba a sus ex novias, por si acaso, oiga, que más vale prevenir que curar. También tengo curiosidad por saber si la poli exigirá a la interesada alguna acreditación de la relación sentimental (que a saber cómo se demuestra) o darán fotocopias de la ficha al buen tuntún, a cualquier vecina cotilla que pueda interesarse por los intríngulis de la vida del sujeto. Y por último no he visto que en ninguna noticia se especifique si los antecedentes a los que se dará acceso serán los policiales o los penales, aunque todo apunta a que se trate de los primeros teniendo en cuenta quién los suministra. ¡Viva la presunción de inocencia!

martes, 26 de noviembre de 2013

EL ANTICLERICAL DE LOS POLVOS PERDIDOS

Sería interesante analizar los motivos por los que algunas personas se convierten en ateos o anticlericales recalcitrantes.

Para mí el factor que más influye en los sentimientos religiosos es el ambiente familiar durante la niñez y la adolescencia, y la educación recibida tanto en casa como en el colegio. Las amistades en una etapa tan crítica como la adolescencia también son fundamentales.

Pero, ojo, que de padres muy religiosos no siempre salen hijos así. De hecho, los entornos familiares muy cargantes y meapilas a menudo son auténticas fábricas de ateos, aunque solo sea por pura reacción.

Hay muchos más factores, naturalmente, y entre ellos está el clima cada vez menos espiritual que soporta la sociedad española, la creciente y lamentable pérdida de influencia de la Iglesia Católica y –penoso es reconocerlo– la merma de autenticidad de muchos sacerdotes y órdenes religiosas, lo que genera una gran desorientación entre los fieles.

Lo que no me resisto es a detenerme un poco en un tipo muy curioso de anticlerical que me he encontrado en no pocas ocasiones, y que yo llamo "el anticlerical de los polvos perdidos".

Por describir brevemente su perfil, diré que se trata de sujetos (o sujetas) entre los 40 y 50 años cuya principal característica es haber sido educados en una familia bastante conservadora y haber practicado la Fe, fervientemente incluso, durante su infancia y casi toda su juventud. Por lo general se trata de personas de muy poco carácter y talante dócil y gregario que siempre aceptaron sin el menor asomo de crítica no solo los valores morales sino todas las consignas de conducta que les suministró su familia, llegando a convertirse ellos mismos en sus más exaltados defensores.

Entre estas pautas de conducta que aceptaron sin rechistar se encontraban naturalmente las relativas a la sexualidad. Estos impíos de nuevo cuño vivieron sin excepción en sus años mozos unos noviazgos más o menos largos con estricto cumplimiento de las reglas católicas sobre moral sexual, echando angustiosos pulsos al deseo carnal para ser congruentes con sus principios. Por lo general, la mayoría (sobre todo ellas) cumplieron los treinta y pico sin haber mantenido relaciones sexuales.

En un momento dado de su trayectoria, normalmente coincidiendo con su depresión tras la ruptura con su novio o novia de siempre, o con un fuerte cambio en su vida social, estos tíos de repente se ponen a echar casquetes como descosidos. De no haberse comido un colín pasan sin solución de continuidad a darse unos atracones de padre y muy señor mío con alguien a quien acaban de conocer, o con distintas parejas sin excesiva discriminación o incluso con manifiesta promiscuidad, convirtiéndose de la noche a la mañana en unos auténticos forofos del ñaca, ñaca, que ya se sabe como es la fe del converso. Al principio este cambio de hábitos, estos contactos, los mantienen en secreto y se fustigan interiormente por sus pecados, pero, como ya hemos dicho en otras ocasiones, las ideas y la conducta no pueden mantenerse disociados mucho tiempo sin volverse uno loco, así que no tardan en revisar y “poner al día” su tabla de valores.


En esta revisión, como no podía ser de otro modo, pronto les toca el turno a la religión y a la Iglesia. De repente se percatan de “todos los polvos que han perdido” por haber cumplido con los preceptos católicos y hecho caso a su familia, y empiezan a tener la sensación de que han tirado por la borda su juventud, de que no la han disfrutado, de que alguien les ha robado algo. Entonces les entra una ira incontenible, una furia desatada contra Dios, la Iglesia, los curas, la Misa y los sacramentos (incluido el matrimonio), que les lleva a despotricar amargamente contra la educación represora de la que han sido víctimas, poniendo el foco, cómo no, en el asunto sexual.

Entran casi en una espiral de locura y yo apostaría a que mentalmente hacen sus cálculos para determinar, con la mayor exactitud posible, el número de quiquis que han dejado de echar "por culpa de la Iglesia", sin plantearse por supuesto que todo lo que hicieron o dejaron de hacer se debió a una decisión voluntaria y plenamente autoasumida. Se dicen a sí mismos, rumiándolo una y otra vez: si salí con Mari Pili durante nueve años, a 52 semanas por año y a dos cohetes mínimos por semana, salen ¡936!, y eso sin contar las nocheviejas y ocasiones especiales, ni los viajes y escapaditas que he dejado de hacer con ella para construir un noviazgo cristiano ¡Más de 1.500 polvos que me he quedado sin echar! ¡Argggghhhhhh!

Y, claro, visto así, pues raro es que no les dé una angina de pecho a estos pobres anticlericales.