miércoles, 30 de octubre de 2013

BUEN ROLLITO EN LA MONTAÑA

¿Qué les pasó en la montaña a Jesús y a sus amados Apóstoles?

Bueno, ya que estamos con temas religiosos, vamos a hacer hoy una lectura evangélica sobre la que después realizaré un sondeo entre nuestros lectores.

Aunque el episodio de la transfiguración de Jesús es de todos conocido (Marcos, 9,2-20) y mil veces proclamado en Misa, poned mucha atención al texto. Intentad leerlo objetivamente, verlo con una mirada nueva, atendiendo a todos los detalles. Ahí va:

“En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:

—Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube:

—Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.

De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:

—No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.

Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos”.


Una vez leído, comienzo mis pesquisas. Me gustaría que me dijerais sin miedo, con total sinceridad, qué os sugiere exactamente este pasaje y si os trae a la cabeza (con todo el respeto a Nuestro Señor Jesucristo, a los Apóstoles y a los Profetas) alguna situación contemporánea de naturaleza bien distinta a la que narra San Marcos. Solo quiero tantearos para comprobar si soy yo el que tiene la mente retorcida o más gente interpreta lo mismo. Espero comentarios deferentes pero minuciosos.

domingo, 27 de octubre de 2013

EL PAPA PARLANCHÍN





Conversando hace poco con un amigo muy inteligente sobre el Papa Francisco, le manifesté mi impresión de que el nuevo pontífice es demasiado parlanchín, que habla mucho pero va a hacer poco, a lo que me respondió con una buena dosis de retranca: “Hombre, Neri, es que a los Papas tienes que juzgarlos por lo que dicen y no por lo que hacen porque, total, ninguno hace nada, y también podían haber dicho los anteriores lo que está diciendo este y no lo han hecho”. Cachondeos aparte, llevo ya un tiempo con un post sobre Francisco rondándome la cabeza y creo que ha llegado el momento de trazar unas pinceladas breves sobre las sensaciones que me viene provocando el polémico jesuita argentino desde que ha tomado el báculo papal.

Como aspecto muy positivo para mí, debo destacar su religiosidad popular, su cercanía al pueblo y su deseo de comunicarse con él, así como sus gestos de austeridad y su apuesta (todavía solo formal) por los pobres. Francisco me parece un comunicador nato y un Papa sencillo, y eso le ha hecho ganarse en muy pocos meses la simpatía de millones de fieles y no tan fieles. No puedo negar mi entusiasmo ante frases suyas como “el pastor debe oler a oveja” o “los cristianos deben ser revolucionarios”. 

Sin embargo todo esto ha dado lugar a algunos excesos y a varios malentendidos. Excesos porque Francisco, que, como él mismo ha reconocido, es un “indisciplinado nato, nato, nato”, ha tomado diversas decisiones relativas a su residencia, costumbres y seguridad personal que colisionan frontalmente con la prudencia más elemental. Las medidas de protección que se ha saltado a la torera no son ningún capricho, y colaborar con sus escoltas y protectores no es una potestad suya, sino una obligación de quien no en vano es cabeza de la Iglesia además de un jefe de Estado. Y también el populismo desaforado del nuevo Papa ha dado lugar, como digo, a varios “errores” de interpretación fomentados por la prensa y por los sectores más izquierdistas de la Iglesia Católica. Naturalmente me refiero a la pretensión de Leonardo Boff y de otros siniestros comunistas de que las opiniones de Francisco se enmarcan en la tristemente célebre Teología de la Liberación, cuando el jesuita porteño ha sido siempre y es en la actualidad un feroz enemigo de esta herejía, si bien simpatiza a todas luces con la Teología del Pueblo, cimentada en la cultura y la religiosidad de la gente común (en primer lugar de los pobres), en la espiritualidad tradicional y en la justicia social, pero alejada del análisis marxista propuesto por Gustavo Gutiérrez, padre del liberacionismo. Hay quien va proclamando por ahí que la Teología del Pueblo es la rama argentina de la Teología de la Liberación, adaptada al contexto económico de este país, en el que ya predominan las clases medias, y alejada del marxismo. Pero lo que yo digo: si estas tesis teológicas defienden a los humildes sin proclamar la lucha de clases, me parecen estupendas, se consideren o no una “corriente” de la Teología de la Liberación.

Con todo, debo decir humildemente que hasta la fecha no estoy demasiado contento con este papado. Ya que a Bergoglio, como buen argentino, le gusta tanto hablar y hablar sin descanso, quizá debería tener presente el viejo refrán castellano: quien mucho habla, mucho yerra. No me atrevo a decir que hasta ahora haya errado, porque, puestos a analizar, aparte de levantarme ya un poco de jaqueca (que no se calla el hombre ni debajo del agua), no ha hecho casi ninguna declaración con la que yo no esté de acuerdo, pero creo que cuando predica sus catequesis, concede entrevistas o responde a las preguntas de los periodistas, se muestra tan preocupado por agradar a todo el mundo que acaba filtrando descaradamente los mensajes, omitiendo muchos contenidos "incómodos" de la doctrina católica en los temas por los que le preguntan, y, en definitiva, suavizando de forma calculada (para evitar críticas) las posturas de la Iglesia. Lo que no me gusta de este sucesor de Pedro no es tanto lo que dice sino lo que se calla. Para mí supone una misma adulteración del Magisterio de la Iglesia que un sacerdote, un obispo o un Papa expresen en público ideas opuestas al mismo como que seleccionen intencionadamente aquellos puntos más “vendibles” y no se salgan de ahí, evitando condenar sin tapujos ciertas conductas humanas o ciertos males de nuestra sociedad.

Lo que no es de recibo es que cuando al Papa Francisco le interpelan sobre un tema candente de moralidad o muy sensible, como por ejemplo la homosexualidad, nos salga con que lo importante es el amor y la comprensión, y que él no es quién para juzgar. Ya sabemos que el amor es el eje del cristianismo, pero un pontífice no puede apalancarse en esa muletilla para escaquearse de desgranar ante los medios lo que opina la Iglesia sobre el “matrimonio” gay y sobre la sexualidad contra natura de los homófilos.

Además, ¿qué choteo es ese de que él no es más que un pecador y no es quién para juzgar, o de que hay que hacer espacio a las dudas y no a las certezas? Ya, ya, si pecadores somos todos, pero si el Papa de Roma no es quién para juzgar, ¿entonces quién? Porque esta frasecita (muy cuca, eso sí, para los titulares) choca de plano con toda la historia y con la naturaleza profunda de la función papal. La Iglesia y el Papa están precisamente para transmitir seguridad y no incertidumbres, y, sobre todo, para emitir juicios morales y orientar la conducta de los fieles, más aún en esta época tan difícil marcada por la crisis de Fe y de valores. El día que dejen de hacer eso, apaga y vámonos; mejor recogemos el chiringuito y nos largamos cada uno a nuestra casa a hacer lo que nos dé la gana, porque, en fin, todos somos pecadores y no pasa nada, ¿no?.

Pero es que a este Papa le gustan más los titulares guays que comer con los dedos. Como buen jesuita despliega más trucos que una película de chinos y no hace más que dar una de cal y otra de arena, en una cauta y bien diseñada estrategia para ganarse el apoyo de la prensa internacional, cuando una Iglesia genuina y valiente debería preocuparse por difundir el verdadero mensaje de Cristo y los principios morales que ha venido defendiendo durante dos mil años, en vez de hacer malabarismos para caer bien y jugar a la mercadotecnia en los periódicos; en vez de hacer el ridículo vendiéndose como una oenegé más y pidiendo perdón todo el día por sus supuestos pecados del pasado.

No hay por qué dar una imagen antipática de la Iglesia ante los medios, pero tampoco tijeretear lo que interesa para molar al personal. A eso se le llama falsedad y cobardía.

Francisco nos cuenta, con sonrisa beatífica, que hay que amar a nuestros hermanos maricas, pero él sabe que jamás va a bendecir (ni a tolerar) sus uniones ni va a enmendar lo que dice el Catecismo al respecto. Nos dice, muy milonguero, que “la presencia femenina en la Iglesia apenas se ha hecho notar, porque la tentación del machismo no ha dejado espacio para hacer visible el papel que corresponde a la mujer en la comunidad”, pero no va a dejarlas en la vida acceder al sacerdocio… Bla, bla, bla, bla, bla… 

Lo que le dije a mi amigo: un parlanchín. De momento, mucho ruido y pocas nueces. Muchos gestos de cara a la galería y ningún cambio real (ni ahora ni creo que en todo el papado). Mucha palabrería y poca sustancia. Mucha publicidad y poca realidad. Si me equivoco y el Papa argentino revoluciona las estructuras y las posturas de la Iglesia Católica, seré el primero en reconocer que me he equivocado con esta entrada. Y que conste que corro el riesgo de meter la pata porque no hay droga más dura que el favor de la prensa. Una vez que lo obtienen, muchos son capaces de todo para conservarlo, y espero que Francisco no sea de esos.

Más sobre este tema en La pluma:

Che, un Papa argentino, ¿viste? 

La Iglesia del siglo XXI 

miércoles, 23 de octubre de 2013

OPERACIÓN B.S.O. (24 ): ¡VIVEN!





Esta película rebosa valores, es muy católica sin incurrir en ñoñerías y siempre la tendré en mi lista de predilectas, pero apenas sé nada sobre su inolvidable banda sonora, de James Newton Howard, que fue uno de sus aspectos más elogiados por la crítica. La fui a ver el cine el mismo día de su estreno, en 1993, y desde entonces no se han borrado de mi memoria la versión del Ave María de Schubert y el tema principal, que casi me hizo saltar las lágrimas. Disfrutad unos minutos con él, sobre todo a partir del minuto 1:05 del vídeo.

domingo, 20 de octubre de 2013

SIN ENTRETIEMPO




Un rasgo distintivo de la meteorología castellana es el acusado contraste entre las temperaturas a lo largo del año, sin apenas transición entre el verano y el invierno, y viceversa, lo que se resume muy bien en el viejo refrán, nueve meses de invierno y tres de infierno. En efecto, muchas temporadas ni siquiera se notan la primavera y el otoño.

Ello condiciona bastante los hábitos en el vestir. En mi ciudad puede decirse que existe una demanda bajísima de ropas de entretiempo como cazadoras, americanas, chaquetas, gabardinas ligeras y demás prendas de semi-abrigo. A la gente, a lo largo del año, solo la ves abrigada con bufanda y gruesa pelliza, o bien en bermudas y manga corta; no hay términos medios.  Los atuendos otoñales y primaverales no tienen éxito porque salir a la calle con una chupa vaquera en mayo o en octubre casi es garantía de congelarse  o de asfixiarse vivo, según el día. Además el tiempo cambia de repente, sin avisar, y de nada sirve asomarse a la ventana antes de salir.

Yo he visto a menudo, entre finales de mayo y principios de junio, saltar del invierno al verano en menos de dos semanas. Yo he salido de excursión en Semana Santa y, según el año, he disfrutado de un sol riquísimo o he padecido fríos polares. Y claro, es una lata, porque no sabe uno que ponerse o que ropa meter en la maleta si se va de viaje. A mí me fastidia porque me encanta la ropa de entretiempo y no hay manera de lucirla. De hecho cuando veo algo que me gusta a veces ni me lo compro porque, total, para ponérmelo una o dos veces al año…

Algo parecido sucede con la lluvia. Aquí llueve poco, muy poco, y a veces se pasan los inviernos habiendo caído cuatro gotas, y por eso los castellanos no solemos comprar ropa ni calzado específicos para el agua. Así que los días que cae un tormentón y jarrea de lo lindo siempre nos pillan desprevenidos y no sabemos cómo vestirnos, pues no hay en nuestros fondos de armario ningún chaquetón impermeable o vestimenta similar, además de que nos vamos olvidando el paraguas por todas partes por la falta de costumbre de llevarlo.

jueves, 17 de octubre de 2013

LA PASIÓN TURCA


No voy a entrar en los motivos por los que he leído La pasión turca (1993), la segunda novela del melifluo Antonio Gala. Tampoco voy a extenderme con su argumento, de todos conocido: una chica convencional de provincias, que sufre un matrimonio aburrido e insatisfactorio, se enamora locamente de su guía turístico en un circuito a Turquía, entregándose a una pasión sexual desbordada que la lleva a romper con todo y a trasladarse a Estambul a vivir con él. Esta relación se irá volviendo cada vez más sórdida, haciendo debatirse a la protagonista (que acaba como las maracas de Machín) entre su pasión-obsesión, y su dignidad y sentido del deber.

Como no podía ser de otro modo con una trama semejante, el libro fue llevado al cine por el obseso de Vicente Aranda, director de gorrinadas como Cambio de sexo (1977), Amantes (1991) o Libertarias (1996), y la película protagonizada por una pésima pero putaresca Ana Belén.

La novela, por resumirlo de algún modo, es una historia muy vulgar pero bastante bien contada y aderezada con pinceladas culturetas y guiños a la mitología clásica, tan propios del afeminado escritor que ni un instante se separa de su bastón, suponemos que por su cojera.

Pero dejando ya a un lado mis valoraciones, voy a enumerar los grandes temas que, con gran maestría y de un modo sugerente, plantea Gala en su Pasión turca, pues creo ya que merecen un buen debate. Soy breve: 

- Plantea que la institución del matrimonio se ha cargado completamente el sexo, al normalizarlo y estandarizarlo; que el sexo se disfruta mucho más cuando es espontáneo y proscrito, cuando tiene un cierto componente de clandestinidad y de pecado.

- Solo tenemos una vida, solo se vive una vez, por lo que estamos obligados a disfrutar a tope, haciendo lo que de verdad nos hace felices (= nos apetece) frente a los convencionalismos sociales, religiosos o morales.

- Gala cuestiona que Turquía sea la anti-Europa por excelencia, reivindica sus orígenes no musulmanes y explica que es la cuna del Cristianismo y de Occidente, por lo que es más europea que cualquier otra nación más al oeste. 

En la peli, Ana Belén no tuvo que actuar;  solo ser ella misma
- La protagonista, Desi, se enamora de Yamam, el guía de su circuito turístico. Se sugiere que la mujer tiene una tendencia inconsciente a encapricharse de los hombres que dirigen, mandan o son referentes en un grupo (su guía, su jefe, su profesor, etc)

- Buenísima frase: “La paternidad hace a los hombres más humanos y la maternidad hace a las mujeres más animales”. Muy curioso, pues los hombres, al tener un hijo, se comportan de un modo muy diferente al de los animales macho, que se suelen desentender de la camada. En cambio en las mujeres, cuando dan a luz,  surge un instinto atávico y animal que les lleva a dejar de lado, o al menos a relativizar,  todo lo demás, incluyendo el trabajo, el marido, su vida social, su ocio, etc.

- Unas relaciones sexuales satisfactorias son la forma más plena de comunicación y unión entre dos seres humanos.

- Gala insinúa que el enamoramiento y la pasión duran muy poco, y que la rutina termina machacando el sexo y las relaciones afectivas por muy sólidas que parezcan.

- Un enamoramiento repentino y apasionado es siempre un espejismo, un reflejo de nuestro deseo por alcanzar lo que nos falta, por colmar nuestras necesidades afectivas o sexuales. Con el enamoramiento siempre nos engañamos a nosotros mismos y por eso cuando llega la realidad del día a día surgen la decepción y el hastío. 

- Las mujeres siempre tienden a confundir el sexo con el amor, la atracción física con el enamoramiento. 

- Hay un personaje del libro que cuando ve a Desi tan enloquecida y tan dispuesta a arrojarlo todo por la borda por su turco, le advierte que el amor de pareja no lo es todo en la vida, que hay otros mil aspectos que cuidar como la familia (Desi no vuelve ni a visitar a su padre), los amigos, las propias aficiones, el trabajo... Un "amor" que lleva a romper con todo supone un desequilibrio antinatural.

- En su entrega total al amor de su vida, Desi llega a tolerar de buen grado vejaciones y malos tratos de Yamam, llegando a confesar que, antes que serle indiferente, prefiere que la humille porque eso al menos significa que piensa en ella. Este fenómeno, dicen, no es tan inusual en los casos de violencia “de género” que salen todos los días en la prensa. Yo me planteo si las mujeres así de gilipollas de verdad no se merecen lo que las pasa.

- En la novela puede verse que cuando una persona cede a la inmoralidad en un aspecto concreto de su vida, se acaban deteriorando otras muchas facetas. Sucede a veces que el que se sabe muy pecador, aunque sea en un aspecto puntual de su conducta, termina desanimándose por mantenerse íntegro en otros y el pecado se acaba colando hasta la cocina. Es difícil ser relativista en unas cosas y dogmático en otras.

martes, 15 de octubre de 2013

UNA ECUACIÓN DE SEGUNDO GRADO


Se me quejaba ayer un flamante ingeniero de que el nivel de conocimientos matemáticos de la población está bajo cero, que la gente no sabe ni despejar una ecuación de segundo grado, y que qué vergüenza. Arrugué un poco el hocico porque me da a mí que ahora mismo, así en frío y sin repasar, yo no acertaría ni a resolver una sencilla de dos incógnitas, pero contraataqué preguntándole si él sabría decirme algo tan simple como la lista de reyes de España desde Isabel la Católica.  El ingeniero me confesó que no, pero que la lista de los Austrias y los Borbones no tenía el menor interés práctico y se podía consultar en cualquier momento, a lo que respondí que al común de los mortales tampoco le es nada útil para la vida saber sacar una ecuación de esas, pero que muchos refrescan sus conocimientos cuando lo necesitan, por ejemplo para ayudar a sus hijos a hacer los deberes.

En conclusión, le acabé diciendo que esto de la cultura depende de dos variables: memoria e interés personal.

La memoria es clave en el nivel cultural. El que más recuerda es el que más sabe. Siempre digo que los que tenemos buena memoria para recordar lo leído parecemos mucho más cultos de lo que en realidad somos, mientras que los olvidadizos aparentan tener menos conocimientos de los que poseen, sencillamente porque no son capaces de reproducirlos o aplicarlos.

Y a su vez la capacidad memorística está íntimamente relacionada con el interés y la utilidad de los datos a memorizar. Los datos que no se usan, que no interesan o que no reportan ninguna utilidad, se olvidan. Nuestro disco duro es selectivo y tiende a almacenar sólo lo que nos gusta o nos va a servir de algo. Nuestra compañera gorda nos puede haber repetido como cien veces su número de extensión en la oficina y tener que seguir consultándolo cada vez que la llamamos, mientras que cogemos al vuelo y no olvidamos jamás los nueve dígitos del móvil de una maciza (bueno, ahora con las agendas no es buen ejemplo). Si a mí, por poner otro caso, me encantan la historia y las aves, me quedaré instintivamente con toda la información relacionada con estos temas, aunque parezca difícil de memorizar, mientras que olvidaré a los cinco minutos las explicaciones que alguien me dé sobre fútbol, sobre mercados financieros o sobre cómo programar la lavadora (que es cosa de ellas, coño).

Desengañémonos aunque pueda parecer duro: el tipo que se olvida de su aniversario de boda, del cumpleaños de un amigo o de cómo se llaman los niños de su prima es porque, en realidad, son cuestiones que le importan un higo. Por muchas excusas que ponga. “Es que yo soy malísimo para las fechas”, “es que soy incapaz de quedarme con una cara”. ¿A quién quieres engañar, campeón? Lo que pasa es que filtras mucho y solo te esfuerzas en recordar las fechas y los caretos que a ti te da la gana. No tienes peor memoria que los demás, solo que los demás, por empatía o por educación, al menos fingen un mínimo interés en cosas que no les importan.

El interés por las cosas y, por lo tanto, la mayor capacidad para memorizarlas nace muchas veces de la curiosidad. Una persona poco curiosa casi siempre será mucho más inculta que otra inquieta, que todo lo investiga y de todo lee y pregunta. Por lo general, quien atesora amplios conocimientos sobre muchas materias es porque siempre le han interesado y ha disfrutado profundizando en ellas; en cambio los más ignorantes suelen ser aquellos que solo sienten pasión por uno o dos asuntos (o por ninguno). Todos conocemos al clásico hombre que solo sabe hablar de deportes y “de tías”, y a la típica señora a la que solo interesa la ropa o los críos. Multiplicar nuestros intereses es mejorar nuestra cultura, y a veces hay que esforzarse un poco y poner atención a lo que nos cuentan, ya que determinados temas pueden parecer muy áridos a simple vista y después, metidos en el ajo, resultar apasionantes. Dicen que no hay cosas sin interés, sino personas incapaces de interesarse.

Eso sí, yo creo que lo de ser curioso o pasota es algo que, en buena medida, se lleva en los genes, así que también podría decirse que ser culto o inculto tiene que ver con nuestra naturaleza heredada. 

sábado, 12 de octubre de 2013

FELIZ DÍA DE LA HISPANIDAD

SALUTACIÓN DEL OPTIMISTA

Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,
espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve!
Porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos
lenguas de gloria. Un vasto rumor llena los ámbitos; 
mágicas ondas de vida van renaciendo de pronto; 
retrocede el olvido, retrocede engañada la muerte,
se anuncia un reino nuevo, feliz sibila sueña,
y en la caja pandórica de que tantas desgracias surgieron 
encontramos de súbito, talismánica, pura, riente,
cual pudiera decirla en sus versos Virgilio divino,
la divina reina de luz, ¡la celeste Esperanza!

Pálidas indolencias, desconfianzas fatales que a tumba 
o a perpetuo presidio, condenasteis al noble entusiasmo, 
ya veréis el salir del sol en un triunfo de liras,
mientras dos continentes, abandonados de huesos gloriosos,
del Hércules antiguo la gran sombra soberbia evocando, 
digan al orbe: la alta virtud resucita,
que a la hispana progenie hizo dueña de siglos.

Abominad la boca que predice desgracias eternas, 
abominad los ojos que ven sólo zodíacos funestos, 
abominad las manos que apedrean las ruinas ilustres
o que la tea empuñan o la daga suicida.
Siéntense sordos ímpetus en las entrañas del mundo,
la inminencia de algo fatal hoy conmueve la tierra; 
fuertes colosos caen, se desbandan bicéfalas águilas,
y algo se inicia como vasto social cataclismo
sobre la faz del orbe. ¿Quién dirá que las savias dormidas
no despierten entonces en el tronco del roble gigante
bajo el cual se exprimió la ubre de la loba romana? 
¿Quién será el pusilánime que al vigor español niegue músculos
y que al alma española juzgase áptera y ciega y tullida? 
No es Babilonia ni Nínive enterrada en olvido y en polvo 
ni entre momias y piedras, reina que habita el sepulcro,
la nación generosa, coronada de orgullo inmarchito,
que hacia el lado del alba fija las miradas ansiosas,
ni la que, tras los mares en que yace sepulta la Atlántida, 
tiene su coro de vástagos, altos, robustos y fuertes.

Únanse, brillen, secúndense, tantos vigores dispersos: 
formen todos un solo haz de energía ecuménica.
Sangre de Hispania fecunda, sólidas, ínclitas razas, 
muestren los dones pretéritos que fueron antaño su triunfo.
Vuelva el antiguo entusiasmo, vuelva el espíritu ardiente 
que regará lenguas de fuego en esa epifanía.
Juntas las testas ancianas ceñidas de líricos lauros
y las cabezas jóvenes que la alta Minerva decora,
así los manes heroicos de los primitivos abuelos,
de los egregios padres que abrieron el surco prístino, 
sientan los soplos agrarios de primaverales retornos
y el rumor de espigas que inició la labor triptolémica.

Un continente y otro renovando las viejas prosapias, 
en espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua,
ven llegar el momento en que habrán de cantar nuevos himnos.
La latina estirpe verá la gran alba futura:
en un trueno de música gloriosa, millones de labios 
saludarán la espléndida luz que vendrá del Oriente, 
Oriente augusto, en donde todo lo cambia y renueva
la eternidad de Dios, la actividad infinita.
Y así sea Esperanza la visión permanente en nosotros, 
¡ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda!



jueves, 10 de octubre de 2013

SUPERVIVENCIA AFECTIVA

Percibo que los trabajadores peor formados, más ineficaces o que cometen más errores en una empresa, tienen una fuerte tendencia a tejer fuertes lazos afectivos en su entorno laboral. 

Es una táctica de supervivencia de lo más elemental. Aquellos que se saben peor dotados y poco competitivos en su sector sienten la necesidad de recurrir al chantaje emocional puro y duro para sacar adelante su trabajo o mantenerse a flote.

Creen que llevándose muy bien con sus iguales, la tarea será más fluida y un compañerismo mal entendido tapará o diluirá sus fallos. Piensan que cultivando el buen rollo o la amistad con sus superiores estarán a salvo de reajustes en los que ellos tendrían las peores papeletas. Incluso hay jefes muy malos que protegen su estatus cultivando un ambiente de acaramelado colegueo con las personas a su cargo.

Hay quien supone que el interventor informará sus cuentas favorablemente si desayuna con él una vez a la semana; que su jefe no le bronqueará por sus torpezas si alterna a menudo con él; que le ascenderán, pese a ser un inútil, si se asoma a hacer vida social en los despachos adecuados.

Este fenómeno se da en todos los ámbitos. Conozco a un comercial (un buen chico que sería incapaz de vender agua fresca en el desierto) que el 80% de lo que ingresa se lo debe a favores personales, al cariño que le tienen unos cuantos empresarios y a la pena que les da a otros. Parece increíble, pero hay algunos que comen toda la vida a cuenta de hacer amiguitos.

Pero ojo, no confundamos: hay gente muy válida que tiene una vida social muy rica y satisfactoria en su trabajo, además de que llevarse bien con los que nos rodean siempre será, obviamente, mucho mejor que ir haciendo enemigos a lo tonto. Pero no me refiero a estos, sino a los que tienen los vínculos afectivos, la simpatía, el compromiso social y los favores debidos como única tabla de salvación en su mundo profesional, como única forma de llevarse un mendrugo a la boca.

Relacionado con este mismo tema:

- La risa de las hienas
- Se ponen tontorronas

martes, 8 de octubre de 2013

LA TECLA INTRO DEL WHATSAPP

El WhatsApp se ha convertido en poco tiempo en una herramienta fundamental en nuestras vidas cotidianas y en nuestras relaciones sociales. Sin embargo, a pesar de su gran utilidad, puede llegar a convertirse en un coñazo cuando nuestros contactos lo utilizan indebidamente

Hay numerosas modalidades de uso inapropiado de esta App de mensajería, que dicen mucho de la educación de las personas que así la manejan. No son pocos los que parecen olvidar que cada mensajín que te mandan suena en tu móvil y que, si lo tienes cerca cuando pita, lo normal es que lo mires por si se trata de algo urgente, pues no se cortan de escribir a cada momento todas las chorradas que se les ocurren, teniéndote pendiente del cacharro como si no hubiera más cosas que hacer. Por suerte los grupos pueden silenciarse hasta una semana, que, francamente, me parece poco.

Pero manden idioteces o avisos importantes, lo que jamás entenderé es por qué tantos usuarios de WhatsApp siguen pulsando Enviar cada vez que escriben una frase, en vez de juntar varias en un mismo mensaje con la socorrida tecla Return, evitando así que el tono te maree seis u ocho veces en vez de una sola. Usar esta tecla al introducir texto es una regla elemental de respeto sobre la que no debería ni escribirse un post, así que tomen nota los que para decirme “Hola, ¿cómo te va? ¿Te apetece quedar esta semana para ir a ver a Marcos y le llevamos eso?” me envían cinco mensajes los muy gilipollas. Que ya está bien, hombre, que ya está bien.

domingo, 6 de octubre de 2013

RELEYENDO "EL PADRINO" (25): LA MUERTE DE FRABRIZIO




Una de las preguntas que todo el mundo se hace cuando ve las películas de El Padrino por primera vez es por qué Michael no se venga de Frabrizio, uno de sus dos guardaespaldas en su exilio en Sicilia, quien, comprado por la familia Barzini, intenta asesinarlo con una bomba en su coche que mata a su esposa Apollonia por error. Teniendo en cuenta que en la saga no queda vivo ni uno de los enemigos de los Corleone, sorprende, y mucho, que el joven pastor siciliano se libre de la vendetta en el montaje original de los filmes. 

En la novela, Frabrizio es descrito como un muchacho locuaz, con el cuerpo cubierto de tatuajes, que “había visto un poco de mundo gracias a que había hecho la guerra en la Marina”.  “En ocasiones, Fabrizio obsequiaba a Michael con queso fresco y lo acribillaba a preguntas sobre América, pues a los guardaespaldas no habían podido ocultarles su verdadera nacionalidad. Sin embargo, ignoraban quién era. Únicamente sabían dos cosas: que había tenido que huir de América y que no convenía meterse en honduras con respecto a él”. “Fabrizio no paraba de decir que un día se iría a América”.

 A diferencia de la película, en la novela Frabrizio no traduce al señor Vitelli las palabras de Michael solicitando permiso para cortejar a su hija, pues es este quien le habla directamente en siciliano. La traducción del pastor, con Calo detrás con la escopeta montada, es, de todas formas, uno de los puntos fuertes de la peli.
 
Tras la traición y la muerte de Apollonia, aun convaleciente de sus heridas, Michael Corleone le ruega a Don Tommasino: “Diga a sus pastores que el que me entregue a Fabrizio será dueño de las mejores tierras de Sicilia”. 

Un par de años después, el ya nuevo Don le confiesa a su padre Vito durante los preparativos de la gran venganza: “Sí, lo encontré. Hace un año. Tiene una pizzería en Buffalo, con un nuevo nombre, y un pasaporte y un carné de identidad falsos. A Fabrizio, el pastor, las cosas parecen irle muy bien”.

Ya al final del libro, un ejecutor anónimo entra a pedir una pizza al establecimiento del inmigrante  y le pide que le muestre uno de sus tatuajes. El ex guardaespaldas, preso del pánico, intenta huir por la trastienda pero es acribillado a tiros de pistola mientras se le informa de que “Michael Corleone te envía sus mejores saludos”. 

Sin embargo las películas se estrenaron sin ninguna secuencia del asesinato del pastor. 

En la primera parte de El Padrino sí hubo una escena que finalmente fue borrada (según algunos nunca rodada) y de la que solo se conservan como recuerdo varias fotos tomadas por Steve Schapiro, una de las cuales figura en el magnífico The Godfather Family Album, editado por Taschen. En estas imágenes puede verse a Michael en la pizzería de Buffalo ajusticiando personalmente al pastor con una lupara. 

Como al final, como digo, esta escena fue cortada (por desgracia) se rodó otra para El Padrino II. En ella, se ve a Frabrizio cerrar el restaurante y montarse en su coche, que explota al arrancar. De nuevo se prescindió de esta parte en el metraje original debido a la excesiva duración de la cinta, igual que desaparecieron los planos en los que Al Neri agrede al director de un casino sobre el que los Corleone quieren extender sus tentáculos. Ambas secuencias se pueden ver en el director´s cut de las películas y en El Padrino Épico.


viernes, 4 de octubre de 2013

CONTRACORRIENTE


Me gusta la gente distinta, la que destaca con sus vivos colores contra el gris de la muchedumbre. No me refiero a aquellos que se saltan a la torera las normas de convivencia comúnmente aceptadas, sino a los que tienen una fuerte personalidad y han ido poco a poco construyendo su identidad en base a gustos, costumbres y valores propios no necesariamente chirriantes pero sí definidos con valentía frente a la tenaza del qué dirán.

En una sociedad que exalta la libertad individual pero en la que al final somos todos como monigotes uniformados, como soldaditos de plomo idénticos, me atraen esos pequeños héroes anónimos que han decidido ellos solos cómo quieren ser, pensar y vivir, sin estridencias pero a veces echando un pulso firme a los topicazos paralizantes que nos asolan.

Me gusta la gente crítica con la prensa, la historia oficial, la moda, el consumismo, las costumbres de ocio imperantes, el modelo político y económico, y tantas otras cosas tan cuestionables y que casi nadie cuestiona.

Sin embargo, cuidado, porque no todos estos contracorriente me inspiran la misma admiración. Hay muchos de ellos a quienes la forma de defender su estilo o poner en práctica sus ideas les ha llevado a la confrontación con casi todas las personas de su entorno. Ser ellos mismos les ha costado, en mayor o menor medida, la estigmatización social, el rechazo de casi todo el mundo y la marginación en distintos ámbitos importantes, entre ellos el familiar y el laboral. Por su manera de desenvolverse quedan postergados en su grupo de amigos, sufren serias dificultades con su pareja (si la tienen), son despedidos o no contratados por nadie, y los van arrinconando poco a poco hasta quedar abandonados en su jaula desde la que rugen como las fieras de un zoológico, reafirmándose cada vez más irracionalmente, hasta el delirio.

La postura de estos suele ser la más facilona y además no es raro que encubra un déficit en habilidades sociales y en inteligencia emocional. Ser un kamikaze sin medida está chupado; se trata simplemente de aferrarte a lo tuyo, avanzar sin mirar hacia delante ni hacia atrás, olvidarte de cualquier forma de empatía, no ceder nunca, no contemporizar con nadie, enfrentarte con todos y hacer lo que te dé la gana en cada momento, caiga quien caiga. Y luego cuando te quedas más solo que la una, echarle la culpa a la sociedad que no respeta tu forma distinta de ser.

Pues no. A mí los que me gustan son los pocos que tienen la suficiente habilidad para preservar su independencia sabiendo integrarse al mismo tiempo en la sociedad que les ha tocado vivir y en la que, a fin de cuentas, deben trabajar, amar y relacionarse. Cierto que una persona con una tabla de valores muy alternativa nunca se va a integrar de forma totalmente satisfactoria y siempre va a tener que hacer ciertas cesiones, pero yo admiro a aquellos que, aunque sea con artes de malabarista, aciertan a conjugar su derecho a ser ellos mismos con su necesidad de encajar mínimamente en el tiempo y en la cultura que les han visto nacer. 

Una autonomía tan radical que te termina aislando, una originalidad tan fuerte que solo te genera conflictos, una identidad personal tan diferente que te impide ser feliz, querer y que te quieran, no pueden ser buenas. Por muchas tesis conspiranoicas que se inventen los frikis de turno para justificar su fracaso social, admitamos que a la gente equilibrada le acaba tocando hacer de tripas corazón más de lo que le gustaría para que sus peculiaridades no terminen siendo su tumba. La clave está en el límite de lo que se puede ceder y en dónde queda la línea divisoria entre vivir como uno desea y convertirse en un muñeco fabricado en serie. 

miércoles, 2 de octubre de 2013

HETEROGÉNEO PP

Conozco personalmente a muchos militantes del Partido Popular, con los que tengo distintos tipos de vinculación, que van desde la amistad personal a la relación profesional, pasando por la de simples conocidos, y si algo tengo claro, y resulta bien significativo, son las abismales diferencias ideológicas que existen entre los afiliados de base y los cargos con responsabilidad en el partido o en el gobierno.

Cuanto mayor nivel de responsabilidad ostenta un pepero, cuanto más cerca está de la cúspide o mejores relaciones mantiene con la élite del partido, más me cuesta enterarme, cuando hablo con él, de qué ideas políticas tiene. Yo diría más bien que estas personas carecen de ideas definidas de cualquier tipo, aferrándose siempre en su conversación a cuatro abstracciones ideológicas o a criterios de oportunidad. Son, por así decirlo, muy de centro, muy asépticos, muy diplomáticos, muy democráticos, muy sensibles, muy sostenibles, muy solidarios y muy conciliadores, no sé muy bien si porque se callan lo que piensan o porque realmente no creen en nada fijo o no creen intensamente en nada.

Esta actitud, que todos vemos cada día en los miembros del PP más mediáticos, contrasta demasiado con la de los afiliados anónimos, los de a pie de calle, los que simplemente tienen el carnet o, incluso, con la de muchos cargos electos de esta formación de centro-derecha en pequeños municipios. De mis charlas con la mayoría de ellos rápido deduzco que son gente “de orden” y más fachas que el Cid; que simpatizan, con más o menos disimulo, con el régimen franquista; que les repugna la inmigración y que tienden a posicionarse sin cortarse un pelo a favor de los sectores más favorecidos de la sociedad, exhibiendo un conservadurismo impenetrable que solo se torna en liberalismo a la hora de defender el laissez faire de los empresarios. Hasta los peperoni más infraempleados y explotados siguen defendiendo que la patronal haga lo que le venga en gana, en una especie de síndrome de Estocolmo similar al del negro Stephen (Samuel L. Jackson) en Django desencadenado

Así que no sabe uno a qué carta quedarse con esta extraña heterogeneidad. ¿Cuál es el verdadero espíritu de la formación liderada (en teoría) por Mariano Rajoy?  Si entendemos que es el de sus dirigentes (y el del programa), habrá que convenir en que las posturas ideológicas personales de miles y miles de militantes de base se encuentran en las antípodas de las oficiales del partido. Si en cambio consideramos que el auténtico sentir del PP se encuentra encarnado por sus miembros más sencillos, por los concejales de los pueblicos de 500 habitantes y por las masas de afiliados que solo van a los mítines y luego al vermú, habrá que pensar que los mandamases están dismimulando sus auténticos objetivos, fingiendo prudencia por lo mucho que tienen que perder a diferencia de los peones. Cualquiera de las dos alternativas me inquieta.

martes, 1 de octubre de 2013

DEBER Y MOTIVACIÓN

A menudo he discutido con el Subdirector del Banco Arús (que me ha prometido reanudar su participación en el blog) sobre la motivación en el trabajo. Resumidamente yo sostengo que para alcanzar un óptimo rendimiento laboral es imprescindible estar motivado, mientras que él considera que rendir al máximo es un deber moral para todo trabajador con independencia de que lo que hace le guste o le estimule más o menos. Viene a decir que al que está quemado en su puesto de trabajo deben exigírsele exactamente los mismos resultados que a quien disfruta y tiene ilusión por sus tareas.

Aunque ambas posturas parezcan muy irreconciliables, en el fondo son compatibles. Para empezar yo nunca he afirmado que laboralmente deba exigirse menos al desmotivado que al motivado, ni he negado que tener un rendimiento adecuado sea un deber para todo asalariado. Y me imagino que el Subdirector del Banco Arús admitirá que un trabajador que está a disgusto tenderá involuntariamente a poner menos interés y a cometer más errores en su faena diaria.

Podremos decir muy seguros y con mucha razón teórica de nuestra parte que trabajar bien es un deber moral y todo lo que queramos, pero un señor al que desagraden muchísimo sus funciones, que no las encuentre sentido, que esté incómodo en su entorno profesional, que se lleve fatal con su jefe o, sencillamente, que no crea nada de nada en el proyecto en el que está involucrado, va a hacerlo todo peor que otro compañero que no tenga estos problemas. Puede que no llegue al punto de ser un desastre, pero está claro que las cosas no le saldrán igual.

Por eso hay tres puntos básicos a tener en cuenta en este asunto de la motivación:

1º.- Es imprescindible que los jefes traten de motivar al personal si pretenden obtener unos resultados óptimos. Un jefe jamás puede alegar que sus colaboradores están obligados a rendir con independencia de su motivación como excusa para no esforzarse en que estén contentos, se sientan valorados, entiendan y compartan (en la medida de lo posible) los objetivos de la organización y haya un clima cordial y agradable en el equipo. Es obligación suya poner todo de su parte para que esto sea así.

2º.- Un empleado jamás puede alegar que está desilusionado o que su trabajo "no le llena" como pretexto para trabajar menos o peor. Es obligación suya esforzarse al máximo, puesto que recibe una remuneración a cambio de ello.

En apoyo de la postura del Subdirector, debo decir que vivimos una era absurda en la que parece que si no hacemos lo que más nos gusta estamos legitimados para  desinflarnos, para lloriquear que no nos realizamos personalmente y para no dar el callo como debiéramos. Claro que en pocas empresas se tolera esta actitud a los trabajadores, solo faltaba.

3º.- El concepto de motivación es muy amplio y subjetivo. Cuando hablo de estar motivado no solo me refiero a los aspectos ya comentados en el primer punto. Es comprensible que un basurero o una reponedora de Carrefour no rebosen ilusión por acudir cada día a realizar sus poco estimulantes cometidos, o que cualquier otro profesional termine asqueado de la rutina o de sus escasas satisfacciones laborales. Pero quizá su acicate para hacerlo todo bien, para emplearse a fondo y con mimo, sea precisamente su sentido del deber o, incluso, la necesidad de conservar su puesto y su sueldo para poder mantener a su familia. Estas son motivaciones muy fuertes y muy legítimas.