martes, 1 de octubre de 2013

DEBER Y MOTIVACIÓN

A menudo he discutido con el Subdirector del Banco Arús (que me ha prometido reanudar su participación en el blog) sobre la motivación en el trabajo. Resumidamente yo sostengo que para alcanzar un óptimo rendimiento laboral es imprescindible estar motivado, mientras que él considera que rendir al máximo es un deber moral para todo trabajador con independencia de que lo que hace le guste o le estimule más o menos. Viene a decir que al que está quemado en su puesto de trabajo deben exigírsele exactamente los mismos resultados que a quien disfruta y tiene ilusión por sus tareas.

Aunque ambas posturas parezcan muy irreconciliables, en el fondo son compatibles. Para empezar yo nunca he afirmado que laboralmente deba exigirse menos al desmotivado que al motivado, ni he negado que tener un rendimiento adecuado sea un deber para todo asalariado. Y me imagino que el Subdirector del Banco Arús admitirá que un trabajador que está a disgusto tenderá involuntariamente a poner menos interés y a cometer más errores en su faena diaria.

Podremos decir muy seguros y con mucha razón teórica de nuestra parte que trabajar bien es un deber moral y todo lo que queramos, pero un señor al que desagraden muchísimo sus funciones, que no las encuentre sentido, que esté incómodo en su entorno profesional, que se lleve fatal con su jefe o, sencillamente, que no crea nada de nada en el proyecto en el que está involucrado, va a hacerlo todo peor que otro compañero que no tenga estos problemas. Puede que no llegue al punto de ser un desastre, pero está claro que las cosas no le saldrán igual.

Por eso hay tres puntos básicos a tener en cuenta en este asunto de la motivación:

1º.- Es imprescindible que los jefes traten de motivar al personal si pretenden obtener unos resultados óptimos. Un jefe jamás puede alegar que sus colaboradores están obligados a rendir con independencia de su motivación como excusa para no esforzarse en que estén contentos, se sientan valorados, entiendan y compartan (en la medida de lo posible) los objetivos de la organización y haya un clima cordial y agradable en el equipo. Es obligación suya poner todo de su parte para que esto sea así.

2º.- Un empleado jamás puede alegar que está desilusionado o que su trabajo "no le llena" como pretexto para trabajar menos o peor. Es obligación suya esforzarse al máximo, puesto que recibe una remuneración a cambio de ello.

En apoyo de la postura del Subdirector, debo decir que vivimos una era absurda en la que parece que si no hacemos lo que más nos gusta estamos legitimados para  desinflarnos, para lloriquear que no nos realizamos personalmente y para no dar el callo como debiéramos. Claro que en pocas empresas se tolera esta actitud a los trabajadores, solo faltaba.

3º.- El concepto de motivación es muy amplio y subjetivo. Cuando hablo de estar motivado no solo me refiero a los aspectos ya comentados en el primer punto. Es comprensible que un basurero o una reponedora de Carrefour no rebosen ilusión por acudir cada día a realizar sus poco estimulantes cometidos, o que cualquier otro profesional termine asqueado de la rutina o de sus escasas satisfacciones laborales. Pero quizá su acicate para hacerlo todo bien, para emplearse a fondo y con mimo, sea precisamente su sentido del deber o, incluso, la necesidad de conservar su puesto y su sueldo para poder mantener a su familia. Estas son motivaciones muy fuertes y muy legítimas.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante tema. Las posturas de su amigo y suya son perfectamente compatibles teniendo en cuenta la diferencia entre motivación y automotivación, simplemente variando el punto de vista: cierto que el empleado debe poseer un cada vez más escaso sentido del deber, pero es obligación del empleador que los trabajadores estén motivados. Si no lo están, debería ser responsabilidad del gerente y no de los curritos. Esto se ve muy bien en el mundo del fútbol, donde un mal rendimiento de un jugador puede ser achacada frecuentemente a una mala gestión de su entrenador.
Respecto al punto 2, hay un aspecto crucial que no tiene en cuenta: la cuantía de esa remuneración. Usted que conoce bien la doctrina de la Iglesia al respecto, sabrá que esa cuantía debe ser la que permita al trabajador vivir dignamente y mantener a su familia, y hoy día son excepción los salarios que alcanzan para eso. Por tanto, un kantiano como yo, defensor del deber por el deber, no puede dejar de comprender la postura de quien se siente engañado en su puesto de trabajo, desmotivado por la mala gestión de sus superiores y comenzando por el salario. Porque pagar 450 euros por trabajar 50 horas semanales no da derecho, además, a cuestionar la integridad moral del trabajador.

Es un placer leerlo.

Un saludo.

Llorente.

El último de Filipinas dijo...

Aquellos que sostienen que trabajan en lo que les gusta, que disfrutan trabajando y que se sienten realizados haciendo lo que hacen tendrían que cobrar menos. En realidad el empresario les está haciendo un favor

Aprendiz dijo...

Yo creo que todos tienen que poner de su parte para motivarse, el jefe puede intentarlo para que vaya mejor el negocio, pero no tiene la obligación. Si tu estás contratado, has aceptado cobrar un sueldo a cambio de trabajar, te guste o no.

Y si tu trabajo no te gusta, cambia de trabajo si puedes, y si no te tienes que esforzar, pero estoy con Al Neri en que obviamente no va a trabajar igual.

Pero no creo que sea cuestión de motivación, sino de que ese trabajo se te de bien. Yo creo que cuando algo se te da bien la motivación sale sola, porque a uno le gusta y le motiva cuando le salen bien las cosas.

Pero vaya, que sobre todo soy partidaria de que si tu trabajo no te gusta, cambies, que siempre salen oportunidades.

Aprendiz dijo...

Por cierto, a ver si es verdad lo del Subdire!!!

trija dijo...

No estoy de acuerdo con el comentario de El último de Filipinas, me parece un lujo trabajar en lo que te gusta y en lo que te sientes realizado, yo pertenezco a ese grupo, no entiendo porque tendría que cobrar menos, supongo que será una ironía.