jueves, 10 de octubre de 2013

SUPERVIVENCIA AFECTIVA

Percibo que los trabajadores peor formados, más ineficaces o que cometen más errores en una empresa, tienen una fuerte tendencia a tejer fuertes lazos afectivos en su entorno laboral. 

Es una táctica de supervivencia de lo más elemental. Aquellos que se saben peor dotados y poco competitivos en su sector sienten la necesidad de recurrir al chantaje emocional puro y duro para sacar adelante su trabajo o mantenerse a flote.

Creen que llevándose muy bien con sus iguales, la tarea será más fluida y un compañerismo mal entendido tapará o diluirá sus fallos. Piensan que cultivando el buen rollo o la amistad con sus superiores estarán a salvo de reajustes en los que ellos tendrían las peores papeletas. Incluso hay jefes muy malos que protegen su estatus cultivando un ambiente de acaramelado colegueo con las personas a su cargo.

Hay quien supone que el interventor informará sus cuentas favorablemente si desayuna con él una vez a la semana; que su jefe no le bronqueará por sus torpezas si alterna a menudo con él; que le ascenderán, pese a ser un inútil, si se asoma a hacer vida social en los despachos adecuados.

Este fenómeno se da en todos los ámbitos. Conozco a un comercial (un buen chico que sería incapaz de vender agua fresca en el desierto) que el 80% de lo que ingresa se lo debe a favores personales, al cariño que le tienen unos cuantos empresarios y a la pena que les da a otros. Parece increíble, pero hay algunos que comen toda la vida a cuenta de hacer amiguitos.

Pero ojo, no confundamos: hay gente muy válida que tiene una vida social muy rica y satisfactoria en su trabajo, además de que llevarse bien con los que nos rodean siempre será, obviamente, mucho mejor que ir haciendo enemigos a lo tonto. Pero no me refiero a estos, sino a los que tienen los vínculos afectivos, la simpatía, el compromiso social y los favores debidos como única tabla de salvación en su mundo profesional, como única forma de llevarse un mendrugo a la boca.

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