domingo, 31 de mayo de 2015

ESCENA INEXPLICABLE




Paseando ayer por la mañana crucé una bonita plaza de la ciudad en la que por estas fechas puede verse a muchos recién casados haciéndose el reportaje de boda. Justo al lado hay un restaurante de McDonald´s. Cuál fue mi sorpresa cuando veo a unos novios de punta en blanco, ella con una cola y un velo preciosos y él de pingüino, posando para un fotógrafo profesional, cada uno con un McMenú (para llevar) en la mano, en su bolsita de papel marrón. El padrino, también con frac, aguardaba a un lado sujetando los dos vasos de refresco XL. Rápidamente descarté que pudiera tratarse de una campaña publicitaria de la famosa cadena de hamburguesas, ya que la novia era gorda.

Mi imaginación no da tanto de sí como para explicar una situación tan surrealista, así que ruego a los perspicaces y creativos lectores de La pluma viperina que aventuren alguna hipótesis racional, pues todavía sigo dándole vueltas al asunto.

P.D. : La foto es de Internet. 

jueves, 28 de mayo de 2015

PABLO IGLESIAS, ESE BURGUÉS CAPITALISTA



Aunque no lo parezca, las ideas políticas tienen un fuerte componente subjetivo. Según quién interprete una determinada ideología las conclusiones pueden ser opuestas. Un mismo partido, un mismo discurso, puede ser considerado izquierdista para unos y reaccionario para otros.

He encontrado en Youtube un caso que me ha hecho tanta gracia que me apetece compartirlo a pesar de que en algunos momentos el vídeo produce escalofríos. Se trata del spot electoral del Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), una escisión marxista-leninista y filo-estalinista del PCE, que desde 1984 representa la ortodoxia doctrinal comunista en nuestro país, y la quintaesencia del obrerismo y la lucha de clases. Lo más llamativo de este vídeo es la imagen de capitalista y de defensor de las oligarquías financieras que se nos pretende dar del líder de Podemos, Pablo Iglesias.

Está claro que cada cual hace sus lecturas personalísimas y subjetivísimas de la información que recibe en función de sus prejuicios, obsesiones, educación, posición social y clichés ideológicos, pero seguramente en todos los análisis políticos, hasta en los más disparatados en apariencia, pueda encontrarse un punto de verdad.

martes, 26 de mayo de 2015

EL IRREGULAR ARANDA



Acaba de fallecer Vicente Aranda.

Dicen que es imposible hablar de cine español sin referirnos a este director catalán. No lo dudo, aunque todos supondréis que no es ni mucho menos mi cineasta favorito. 

Hay tres razones por las que Aranda nunca me ha gustado: su filmografía es muy irregular, padecía una obsesión sexual patológia que deformaba incluso sus mejores películas, y, por si fuera poco, era un izquierdista resentido que contribuyó a consolidar en la sociedad española una imagen sesgada e injusta de la Guerra Civil.

En efecto ha rodado subproductos que no deberían ser citados ni en un pobre blog como este. Uno de ellos es la histriónica, oportunista y repugnante Cambio de sexo (1976), con una jovencísima Victoria Abril haciendo el papel de un maricón (encima con padre facha) que decide pasar por quirófano para quitarse el ciruelo. La intenté ver el año pasado y no pude terminarla tales fueron mi asco y mi indignación. Otras mierdas de Don Vicente son las cintas semipornográficas que rodó también en los setenta, La muchacha de las bragas de oro (1979), Si te dicen que caí (1989), Celos (1999) y una lamentable adaptación en 1994 de la novela La pasión turca del también pervertidísimo Antonio Gala.

Sus incursiones en el género “histórico-político” me parecen también nefastas. Su más insultante panfleto fue la conocida serie televisiva Los jinetes del alba (1990), ambientada en un balneario de lujo durante la llamada Revolución de Asturias y los meses previos al Alzamiento, con un Jorge Sanz, una Maribel Verdú y una Victoria Abril (su trío favorito) despelotándose cada cuarto de hora y mostrando a España entera qué heroicos fueron los milicianos anarquistas y qué malvados los guardias civiles y los “fascistas”. La otra gran muestra de su fervor republicano fue Libertarias (1996), de la que solo se salva la banda sonora. Recuerdo que fui al estreno con mi novia y la chica se pensaba que me iba a dar algo.

Vicente Aranda, durante el rodaje de Carmen (2006)

Pero no sería justo si no hablase de dos obras suyas que considero auténticas alhajas sin las cuales nuestro cine no sería lo mismo. Me refiero a Amantes (1991) y a El lute: camina o revienta (1987).

La primera merece una matrícula de honor por su extraordinaria ambientación en el Madrid de los años 50 y por su lograda captación de entornos sociales y psicologías tan opuestos como los de Trini (Verdú) y Luisa (Abril), novia y querida respectivamente del muchacho protagonista, interpretado por un solvente Jorge Sanz. Es una lástima que una escena concreta que no hace falta describir porque todos conocemos dañe todo el conjunto, de forma que esta cinta sórdida (pero excelente) sea normalmente recordada como chabacana y obscena.

En cuanto a la primera parte de El lute (El Lute II: mañana seré libre es también meritoria pero menos) solo puedo decir que para mí se trata, sin ningún género de duda, de uno de los mejores filmes del cine español de todos los tiempos. Adaptación parcial de las memorias del famoso merchero Eleuterio Sánchez (que desde luego no escribió él), retrata fielmente y con dureza la marginalidad social en pleno desarrollismo tardofranquista, con un Imanol Arias insuperable, unas interpretaciones y unos diálogos soberbios, un ritmo narrativo de quitarse el sombrero y una crítica sólida a muchos aspectos de la última etapa del régimen anterior. 

Dejo unas escenas de El lute: camina o revienta como recuerdo a este polémico director. Descanse en paz.

sábado, 23 de mayo de 2015

VOTO EN BLANCO, VOTO NULO Y ABSTENCIÓN




A ver si nos aclaramos:


VOTO EN BLANCO 

Votar en blanco es introducir en la urna un sobre sin papeleta.

En teoría representa la opción de aquellos votantes que, deseando participar en el proceso electoral, no se decantan por ningún partido. 

Se supone que muchos votos en blanco en un determinado país deslegitimarían a su clase política. 

Estos votos se computan como válidamente emitidos a efectos del escrutinio; suman en el total de sufragios sobre el que se calcula la distribución de escaños o concejales. Como para obtener representación en España es necesario un 3% de los votos válidos en las Elecciones Generales y un 5% en las municipales, en la práctica un porcentaje elevado de votos en blanco dificulta a los partidos minoritarios sacar representantes. Por lo tanto, votar en blanco en vez de abstenerse daña a los pequeños e indirectamente beneficia a los grandes.


ABSTENCIÓN 

Abstenerse es no ir a votar.

No todos los abstencionistas tienen las mismas motivaciones. La negativa a ejercer el derecho de sufragio puede implicar un desinterés por la política en general o por unas elecciones concretas, o bien una postura contestataria contra el modelo político vigente o el sistema electoral. 

Un alto índice de abstención deslegitima el modelo de participación y representación política existente en un país.

La abstención no tiene ningún efecto en el escrutinio. No beneficia ni perjudica a ningún partido.


VOTO NULO 

Consiste en introducir en la urna un sobre que no esté vacío pero contenga cualquier cosa diferente a una sola papeleta sin alteraciones (por ejemplo, meter dos papeletas, una raja de chorizo o una papeleta con tachaduras o nombres escritos. Sin embargo, el subrayado de algún candidato no anula el voto). 

Las consecuencias de votar nulo son exactamente las mismas que las de la abstención, ya que estos sufragios no cuentan para el escrutinio ni tienen ningún efecto electoral. 

Este tipo de “votos” está sobrevalorado, pues suele suponerse que expresa descontento con los políticos, cuando está demostradísimo que en prácticamente todos los casos se trata de errores involuntarios de votantes sin cultura y de tontos del pueblo. En cualquier elección la distribución del porcentaje de votos inválidos entre el medio urbano y el rural arroja las conclusiones tan políticamente incorrectas que todos os imagináis.

Así que votar de esta manera adrede es absurdo, incluso como protesta simbólica. La única explicación racional podría ser que alguien quiera acudir a las urnas (para constar como votante o ser visto ejerciendo su derecho, que no deber) pero no votar a nadie ni favorecer a los partidos mayoritarios votando en blanco, aunque es bastante dudoso que mucha gente se lo plantee de esta forma tan racional.

jueves, 21 de mayo de 2015

"ME HE TENIDO QUE IR"

  


Últimamente ponen mucho en la tele un emotivo anuncio de Marcilla en el que una chica hace café para ella y para su madre mientras se preparan para una vídeoconferencia con su hermano, que ha emigrado a Reino Unido. El spot comienza con una frase que me llama mucho la atención: “Un año ya desde que mi hermano tuvo que irse a trabajar fuera”.

Esta manera tan intencionada de referirse a la decisión del muchacho de irse a trabajar a Inglaterra me parece muy ilustrativa por lo bien que simboliza la actitud de los emigrantes españoles y sus familias desde que comenzó la crisis. Seguro que en los últimos años todos hemos conocido a varios jóvenes que han buscado y encontrado trabajo allende nuestras fronteras, y nos hemos fijado en cómo casi ninguno de ellos admite haberse marchado por su propia voluntad; prácticamente todos justifican su salida de España con frases muy similares a la del anuncio de Marcilla: “me he tenido que buscar la vida fuera”, “he tenido que largarme”. En el caso de sus familias, podríamos quitar el “casi”, pues esta actitud se agudiza hasta el extremo. Jamás una mamá, un hermano pequeño o una novia admitirían, ni bajo tortura, que el chaval se ha ido a currar a Mánchester o a Berlín porque le ha dado la gana, incluso aunque así lo haya manifestado (que tampoco es frecuente) el propio interesado.

Cuidado, porque no estoy insinuando que todos los españoles que emigran lo hagan por gusto, nada más lejos de mi intención. Lo único que digo es que aquellos que toman esta determinación sin necesidad y simplemente porque les apetece o les interesa (que no son pocos) no suelen mostrarse sinceros al hablar del tema, y dejan caer casi siempre, de un modo u otro, que la recesión económica les ha forzado a hacer las maletas y a abandonar, sintiéndolo mucho, su amado país. Otras veces las explicaciones que nos dan los emigrantes denotan una fuerte agresividad contra las políticas económicas del gobierno o la idiosincrasia de nuestra nación. “En esta España de mierda no te puedes quedar”, “aquí nunca habrá trabajo con la clase política que tenemos” y la tan socorrida “este es un país de pandereta” son las consignas predilectas de algunos de los “aventureros” que agarran el petate y se van a trabajar para una economía extranjera.

La pregunta es por qué motivo un joven español que opta libremente por asentarse, por ejemplo, en otro estado de la Unión Europea para desarrollar mejor su carrera profesional, ganar un salario mucho más alto que en Madrid o perfeccionar un idioma, se suele sentir obligado a inventarse una versión melodramática de su decisión para su familia y amistades.

Y la respuesta es más que obvia. Por un lado, la sociedad en general acepta mucho mejor que una persona nacida y formada en España emigre a los extranjeros impelida por razones de grave necesidad a que lo haga solo para obtener una retribución más sustanciosa o un alto nivel de vida, y no digamos si es por una inclinación personal hacia otros países o culturas. En el fondo, aunque sea de una manera subconsciente, al pueblo español no dejan de darle grima, por traidores, muchos de los descastados que salen en Españoles por el mundo presumiendo de sueldazo y de casoplón desde Dubai mientras juran frívolamente echar de menos la tortilla de patatas. Por otra parte, los “exiliados” saben, porque así se lo dicta su conciencia, que alejarse miles de kilómetros, sin una buena razón, de su familia, de sus seres queridos y del entorno que les ha visto nacer y crecer, es propio de renegados y de desagradecidos. 

Por eso es tan habitual maquillar las verdaderas motivaciones de estos periplos, que a veces son de ida pero no de vuelta.

Es verdad que resulta muy difícil valorar la sinceridad real de los afectados, pero hay veces en que el cinismo asoma descaradamente. Yo conozco gente que ha emigrado muy a su pesar porque así se lo ha exigido su empresa o porque les habría costado un riñón encontrar en España una salida digna dentro de su sector profesional. Estas personas me han demostrado su valentía, su capacidad de sacrificio y su talante emprendedor a la hora de mejorar su vida y la de los suyos. Pero también conozco casos bien distintos, y me refiero a gente que teniendo ocupación en España, o al menos alternativas reales de encontrarla, ha preferido probar en Alemania engolosinada por una nómina de 3.000 euros o por una cultura o un modelo de sociedad que le gusta más que el nuestro. Y nos pongamos como nos pongamos, esta última actitud tiene numerosas implicaciones éticas, y no solo la carencia del más elemental patriotismo (por mucho que este valor esté de capa caída), sino otras relacionadas con la pasta que se han gastado nuestras Administraciones en la formación de estos desertores o con las repercusiones que en un futuro podría tener para España el retorno de todos ellos dispuestos a darnos leccioncitas.

Sea como sea, tampoco voy a enjuiciar (demasiado) las razones de cada cual. Lo único que me atrevo a pedir es que la gente sea franca de una puñetera vez y si se pira a trabajar fuera porque quiere no trate de vendernos que aquí poco menos se moría de hambre.

martes, 19 de mayo de 2015

EL QUIOSQUERO DE PODEMOS


Un aspecto muy interesante de Podemos y del que nadie habla es su hábil manejo de la titulitis crónica que padecemos los españoles. La organización comunista liderada por Pablo Iglesias junior dice abanderar a los desheredados por la crisis, a las familias sin recursos, a los inmigrantes más humildes, a los submileuristas y a los parados de larga duración, pero a la vez su imagen pública se fundamenta en gran medida en la brillantez del currículum de sus dirigentes. Podemos siempre aprovecha para resaltar, a la menor ocasión, la alta cualificación académica y profesional de sus líderes: doctorados, puestos en la Universidad, libros escritos, idiomas hablados… Esta estrategia, que, en principio, por elitista, podría parecer contradictoria con su sesgo social y populachero, es sin embargo muy inteligente. Iglesias y sus amigos saben muy bien que en este país los títulos y los rangos impresionan mucho al personal, que los españoles estamos dispuestos a digerir de mejor grado las enormidades de un marxista iluminado si este tiene dos carreras, una de ellas con Premio Extraordinario, y trabaja como flamante profesor en la Facultad de Ciencias Políticas, que si se gana la vida como técnico de lavadoras.

Pero a la hora de confeccionar las listas para las elecciones municipales y autonómicas de la semana que viene, estos izquierdosos recauchutados se han encontrado con el problema de que la gente de la calle tiene unos estudios y unos puestos de trabajo sensiblemente más cutres que los de Pablemos, Errejón y el gurú de Monedero. Se han dado cuenta de que en el rojerío no hay nivel, Maribel, y no les ha quedado otra que tirar de candidatos muy normalitos, entre ellos su aspirante a la presidencia de la Junta de Castilla y León, Pablo Fernández Santos, un humilde quiosquero de la capital leonesa.

No obstante, los líderes de la formación del redondel blanco sobre fondo morado han hecho todo lo posible por maquillar los currículos menos lucidos, obviando ciertos datos y resaltando otros. El caso del melenudo Fernández Santos es muy significativo. Desde sus primeras apariciones en público, este candidato se presentó como un joven de 38 años, licenciado en Derecho por la Universidad Complutense y “actualmente autónomo”. Así aparece literalmente en numerosas notas de prensa, entrevistas, y en la propia página web de Podemos. Ni que decir tiene que esta escueta información no tardó en despertar curiosidades y suspicacias, pues el uso de un concepto tan polivalente como “autónomo” evidencia la intención de camuflar la verdadera actividad profesional del sujeto, que no es otra que vender periódicos, pipas y Aspitos. El adverbio “actualmente” también tiene su miga, ya que intenta dar a entender (sin conseguirlo) que el señor Fernández posee una sólida formación jurídica y que solo de forma provisional se está dedicando a despachar chicles, regalices y revistas de cotilleo, una profesión muy digna, por cierto, pero que no acaba de encajar con la idea que quiere vender el camarada Iglesias de los integrantes de sus candidaturas.

Ahora en las últimas semanas, el quiosquero “revolucionario” ya ha salido en algunas fotos posando en su establecimiento, con las chuches y los coleccionables de fondo, aunque por lo visto ha dejado el negocio a cargo de un asalariado para poder centrarse en sus obligaciones electorales, igual que cualquier político de la casta.

Yo no tengo ningún inconveniente en que el dueño de un quiosco de prensa dé el salto (casi el vuelo) a la política regional. En cambio, viendo cómo han redactado la semblanza personal de su candidato, da la impresión de que Podemos es algo más reticente. Ya he dicho en otras entradas que la sensibilidad social, la ética, la inteligencia, las dotes de liderazgo y la capacidad organizativa que para mí deben caracterizar a un buen político no tienen que ir necesariamente de la mano de una titulación superior ni de una determinada trayectoria profesional. Lo que sí es cierto es que hoy en día, cuando poseer un título universitario está al alcance de cualquiera con un mínimo de interés, resulta un tanto chocante que una persona joven, despierta y con inquietudes sociopolíticas no lo haya obtenido. Igual que sorprende que un licenciado en derecho con las cualidades oratorias y la astucia que ha demostrado Pablo Fernández haciéndose con la dirección regional de un partido con tantas luchas intestinas, "prefiera" vender piruletas y recargar tarjetas de autobús a desarrollar una labor de horizontes más sugestivos.

En resumen, y aunque pueda sonar fatal, de un señor de casi 40 tacos que trabaja en el quiosco del barrio, poco nos interesa a los votantes que sea licenciado en derecho. Es un dato superfluo que no nos dice nada sobre sus conocimientos útiles. No es más que el nombre de un título que solo importa a los mandamases de su partido, tan obsesionados al parecer con el historial académico de sus afiliados.

domingo, 17 de mayo de 2015

REPÓRTESE, PROFESOR CASANOVA



Ando a la caza de varios libros que se han publicado con motivo del cuadragésimo aniversario de la muerte del General Franco. Uno de ellos es la ambiciosa (y voluminosa) biografía de Stanley Payne y Jesús Palacios, que regalé las pasadas Navidades y espero que ahora me presten. El famoso hispanista de la Universidad de Wisconsin, al que sigo desde hace años, es un experto en los regímenes autoritarios europeos del siglo XX. Le considero un historiador riguroso e imparcial de cuyos análisis politológicos he aprendido mucho, así que espero hincarle el diente a su tocho cuanto antes.

También tenía pensando hacerme con otra obra de la que no deja de hablarse últimamente: 40 años con Franco, dirigida por el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza Julián Casanova. Sin embargo, he cambiado de opinión nada más leer la entrevista a este señor publicada en el último número de la revista Historia y vida. 

Lo que más me espanta de los historiadores de izquierdas de este país son sus esfuerzos por aparentar equidistancia cuando abordan el espinoso tema de la Guerra Civil y del franquismo. En el caso de esta entrevista, leer las declaraciones de Casanova me ha provocado más sudores que cuando me atiborro a fajitas con la salsa súper picante del Mercadona. El titular de portada es:  “Apoyaron a Franco más sectores de lo que se cree”. Después, ya en la interview, a la estúpida pregunta “¿tuvo apoyo social el franquismo?”, el Fofito de él responde: “Una dictadura tan larga (…) no se sustenta solo en la represión. Necesita base social para sobrevivir. Los apoyos del franquismo fueron amplios, más allá de toda la gente que se sumó a la sublevación y le estuvo siempre agradecida por la victoria”.

Vaya, muchas gracias, Don Julián, nos ha hecho usted ver la luz. Si no llega a ser por sus palabras, yo todavía estaría creyendo que el 100% de los españoles era antifranquista.

Me pregunto si este profesor no tiene temas más enjundiosos que investigar en la Universidad de Zaragoza, porque para concluir semejante perogrullada no nos hace falta, creo yo, ningún catedrático universitario. Lo más penoso es que el hombre, que en realidad es un rojo rencoroso comprometido desde 2008 con los vodeviles grotescos de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, se creerá muy ecuánime expresando este tipo de opiniones, en plan “soy tan objetivo que hasta reconozco que Franco podía tener partidarios”, que lo único que traslucen es un sectarismo escalofriante. 

Pero dos preguntas después, nuestro neutral autor ya no se puede aguantar y se suelta la melena. Atención tanto a la pregunta como a la respuesta porque no tienen desperdicio: 

“¿Qué papel tuvo [Franco] en el despegue económico? ¿Fue un modernizador?

¿Cómo hablar de un modernizador sin tener en cuenta los costes sociales de su dictadura? La cuestión es utilizar este término por encima de la represión, la miseria, la exclusión, la censura intelectual que llevó implícitas el régimen franquista. Una dictadura no puede ser valorada solo por sus logros económicos. Stalin recordaba que encontró a la URSS con el arado de madera y la dejó con la bomba atómica. Pero en medio están las purgas, el gulag, el terror”. 

Leyendo cosas así uno queda conmocionado. En primer lugar, ¿quién coño le ha preguntado a este tío por la represión franquista? La pregunta es bien clara y versa sobre los supuestos logros económicos del régimen nacido el 18 de julio de 1936. Un historiador mínimamente serio habría respondido con datos neutros y contrastables, basados en fuentes fidedignas o en parámetros macroeconómicos, para aclarar al entrevistador si Franco contribuyó o no con sus políticas al “despegue económico”. Pero no, el amigo Julián no ha podido contenerse y, en vez de contestar a lo que se le pregunta como investigador de historia contemporánea que se supone que es, aprovecha para darnos una charla moralista sobre las torturas, los fusilamientos y la censura a los “intelectuales”, que, según él, no pueden ser compensados ni por el más inaudito crecimiento económico. Para disimular, eso sí, nos suelta la tinta de calamar de la frase de Stalin. ¡Que quede bien claro que él está en contra de cualquier tiranía, cómo no!

Ande, profesor Casanova, pare un rato de desenterrar fusilados y de hacer numeritos antifascistas, y pregúntese honradamente si la mayoría de las familias de aquella época habría cambiado la prosperidad económica y la protección social y laboral de la que disfrutaban por la larga lista de derechos individuales que hoy adorna (nunca mejor dicho) nuestra Constitución. Plantéese muy en serio si en aquellos años la reciente y extensa clase media española habría renunciado a su paz, a su sueldo digno, a su vivienda de protección oficial y a su seguridad social para que una minoría de marxistas envenenados por el odio saliera de la cárcel, o un par de partidos políticos defensores de la lucha armada (entre ellos, el PCE, con el que hoy usted coquetea, señor Casanova) pudieran expresarse en los periódicos y participar en la vida política.

Luego dicen de Pío Moa, que, por cierto, no es historiador y por lo tanto no tiene ningún compromiso ético de objetividad. Me parece inaudito que un catedrático de Historia pueda mostrarse tan burdamente partidista y manipulador en una publicación del prestigio de Historia y vida, y, encima, pretender que nos compremos su libro, que me apuesto lo que sea a que es un panfleto antifranquista mal maquillado.


sábado, 16 de mayo de 2015

MOTIVACIONES POLÍTICAS





Veo la furgoneta de Vox haciendo ruidosa campaña de megafonía por el Paseo de Zorrilla, a la altura del Campo Grande. Aparca en doble fila, de cualquier manera, y cuatro niños pijos, vestidos como para salir de copas por Coca, se bajan con parsimonia con un cubo de fregar y un cepillo, y pegan sus pasquines en uno de los tablones de madera habilitados por el Ayuntamiento.  Los candidatos del cartel, tanto el de las locales como el de las autonómicas, tienen cara de no comerse una rosca el día 24 y de abandonar el partido el 25 a primera hora, al más puro estilo de Vidal-Quadras e Ignacio Camuñas. Los chavalines que pegan la propaganda, igual. Se largarán a Ciudadanos o a su casa cuando vean el batacazo de la formación ultraliberal que maneja al pobre Ortega Lara como si fuera Monchito, el muñeco de José Luis Moreno.

El motivo por el que los de la furgoneta de hoy, Santi Abascal y el propio ex funcionario de prisiones secuestrado por ETA por ser amigo íntimo de Jaime Mayor Oreja tirarán también la toalla, es que solo saben concebir la política desde la óptica del vencedor y no de la del luchador. Vox se fundó por unos tíos famosos y con contactos en los medios con el único objetivo de obtener inmediatamente representación política, y en la medida que se ha comprobado (y se confirmará la semana que viene) que las siglas verdes no convencen a nadie porque apestan a señoritismo, a peperos rebotados y a uso indebido de las víctimas del terrorismo, se ha ido produciendo un goteo constante, casi un chorreo, de deserciones, empezando por los más aguilillas, siguiendo por los militantes corrientes y acabando (muy en breve) por los más tontos del partido. Porque por muy tontos que sean se afiliaron para pillar cacho y ya han visto que de este pozo no hay agua que sacar. Con su típica mentalidad empresarial, diseñaron un plan de negocio,  un estudio milimétrico de las energías a invertir y de los beneficios a cosechar, y como no les han salido las cuentas, ahora toca echar el cierre. 

En mis tiempos de la cruz y la espada no teníamos camionetas para las pegadas de carteles. Quedábamos a las siete de la mañana, casi todos los domingos -no solo en campaña-  y recorríamos la ciudad a pie, cargados como mulas con los cubos. Íbamos en chándal o con vaqueros viejos, pues solíamos acabar pringados de esa cola grumosa que hacíamos con agua y unos polvos junto a cualquier fuente pública. Nos presentábamos a las elecciones sin fe y sin respeto, únicamente por los espacios gratuitos en los medios de comunicación y por la cesión de locales para celebrar actos, y todos teníamos clarísimo que era imposible sacar nada.  Por eso nadie abandonaba después de una jornada electoral desastrosa; todas lo eran y así lo esperábamos desde el principio. Nuestro objetivo no era conseguir votos y de hecho nunca los pedíamos en nuestros humildes carteles, octavillas o vídeos electorales. Quienes compartimos aquel proyecto trabajábamos por puro altruismo, guiados por un idealismo incendiario a prueba de decepciones materiales. Nuestra motivación íntima era la Justicia con mayúsculas, el amor a nuestra comunidad y la fidelidad a nuestras convicciones, y no habríamos cambiado ni una coma en nuestro discurso a cambio de un escaño o de una concejalía. Sabíamos que no era nuestro momento e interpretábamos nuestra lucha como una carrera de relevos en la que nuestra misión se limitaba a darlo todo para entregar a tiempo el testigo.


Más sobre Vox en La pluma viperina 

jueves, 14 de mayo de 2015

DEUDAS HISTÓRICAS

Piedra de Rosetta, en el British Museum

Una de las visitas que más he disfrutado en esta semana londinense ha sido la del British, probablemente el museo con las más valiosas colecciones arqueológicas y artísticas del mundo, con piezas como la Piedra de Rosetta, los mármoles del Partenon, el Ajedrez de Lewis, la Vasija de Portland, momias egipcias, bajorrelieves asirios y otros muchos tesoros de todas las civilizaciones del planeta desde varios milenos antes de Cristo.

Es bien conocida la vieja polémica sobre los métodos empleados por los británicos a lo largo de la historia para apropiarse de  muchos de estos símbolos emblemáticos de la cultura humana, y sobre la conveniencia de que sean devueltos a los países en cuyos territorios fueron hallados en su día. La controversia se ha avivado en los últimos cinco años debido a la política alemana de devolución parcial de las obras de arte de las que se incautó el Tercer Reich por media Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Sobre este último tema se ha rodado además, hace un año, una repulsiva americanada protagonizada por George Clooney cuyo único objetivo parece ser la deformación histórica en beneficio del Tío Sam.

Divagaciones cinematográficas aparte, debo admitir que mi postura acerca de estas cuestiones ha evolucionado recientemente. De toda la vida yo solía predicar con no poco ardor que los ingleses eran unos vulgares ladrones que habían practicado el pillaje por todos los rincones del mundo y que lo que procedía era vaciar inmediatamente sus museos, empezando por el Británico de Londres, y reintegrar las colecciones a sus países de origen, principalmente Egipto. Pero a raíz de la lectura de varios artículos especializados, no todos firmados por ingleses, me he dado cuenta de que en este problema concurren factores demasiado complejos y que es imprescindible una reflexión mucho más sosegada y mucho menos anglófoba que la mía para posicionarse correctamente.

Debo empezar aclarando que por muy etnocéntrica que parezca mi afirmación, no todas las naciones han sido ni son igual de importantes, ni han contribuido del mismo modo al progreso del género humano ni a la configuración de nuestro legado cultural. Qué duda cabe de que Inglaterra, un pueblo poco y mal romanizado, jamás se ha contado entre las naciones más civilizadas del orbe y que podríamos describir su experiencia colonial como un combinado explosivo de piratería, racismo, genocidio, puritanismo hortera y biblias manipuladas, pero al fin y al cabo tampoco podemos negar a los anglosajones sus méritos en el proceso de construcción de Europa, en la propagación del mensaje de Cristo por las regiones más recónditas de la Tierra y en el avance tecnológico a nivel internacional. A ello hay que añadir, mal que nos pese, que Reino Unido es en la actualidad una superpotencia, un estado moderno y pujante, con millones de visitantes extranjeros anuales y con todos los recursos técnicos y científicos a su disposición, mientras que la mayoría de las áreas geográficas que fueron “expoliadas” por el imperio inglés se encuentran administradas por salvajes, analfabetos o islamistas radicales. 

Por todo ello considero bastante lógico que muchos de los restos arqueológicos y obras de arte que los hijos de la Gran Bretaña sacaron de sus colonias para llevar a la metrópoli y que constituyen las claves para interpretar el gran periplo de la Humanidad estén en el British Museum y no en una choza de ladrillo y madera en una aldea subsahariana perdida de Dios. Comprendo que es preferible que la Piedra de Rosetta o unas momias de hace seis mil años estén custodiadas por los ingleses a que se encargue de su conservación la República Árabe de Egipto, que, sin ánimo de ofender, no me inspira la menor confianza, pues mañana mismo podría caer en manos de los energúmenos del Estado Islámico y ser pasto de las llamas, en cuestión de minutos, estos baluartes irrepetibles de la Historia Universal. Casi prefiero que Inglaterra siga gestionando, con mayor o menor legitimidad, estos objetos que encarnan las gestas de nuestros antepasados y nos ayudan a entender quiénes somos y de dónde venimos, a que se devuelvan a Siria, a la India, a Sudán, a Birmania, a Tanzania, a Nigeria o a Irán, donde vete tú a saber cómo los tratarían y qué tipo de acceso facilitarían al público extranjero. 

Reino Unido está en el epicentro cultural del planeta y todo el mundo visita Londres varias veces en su vida. Es un estado absolutamente concienciado con la universalidad de las obras que expone. Los grandes museos ingleses son de acceso gratuito. El país cuenta con los mejores especialistas y arqueólogos, que a su vez colaboran con los de otros países. Dispone de las mejores y más caras técnicas de conservación y gasta millones de libras anuales en investigaciones relacionadas con el patrimonio cultural. ¿Pueden ofrecer esto todos los países (muchos en vías de desarrollo) que pretenden exigir a Londres el reintegro de sus tesoros robados? Evidentemente, no. Por no entrar ya en otras cuestiones de legitimidad histórica en las que no me apetece enfangarme, pero, aparte de que la regla no escrita de todas las guerras es que el botín es para el vencedor, deberíamos tener en cuenta que cuando el Imperio británico colonizó estas zonas de la cuenca del Nilo o de Asia Central, en algunas de ellas no había países, ni estados, ni nada que se le pareciera, sino simples poblados de negritos u otros indígenas bramando “unga-unga” y matándose todo el día con los del pueblecito de un kilómetro más allá, en muchos casos sin ninguna conciencia identitaria y por supuesto sin conocimiento alguno de los restos históricos que escondían “sus” tierras. Así que no queda claro en nombre de qué o de quién piden ahora algunas “naciones” que les sean devueltas ciertas antigüedades.

Vamos,  que no me extraña nada que las reclamaciones en este sentido que ahora puedan formular, por ejemplo, Sudán del Sur o Uganda se las pasen los ingleses por la patilla. Dirán que a lo mejor son los sudaneses o los ugandeses los que tienen una deuda pendiente con Europa por haberles enseñado a santiguarse y a dejar de comerse a la gente.

domingo, 10 de mayo de 2015

RELEYENDO "EL PADRINO" (30): LA MAFIA SICILIANA


Mafiosos sicilianos en 1971


He leído mucho sobre la Mafia siciliana y pienso que Mario Puzo, pese a no ser historiador, es uno de los autores que mejor ha explicado los orígenes, historia, razón de ser y funcionamiento de esta compleja sociedad criminal. El libro donde mejor nos ilustra sobre estas cuestiones es, sin duda, El siciliano (1984), una especie de biografía novelada del romántico bandido Salvatore Giuliano (1922-1950), en la que curiosamente aparecen, como personajes secundarios, Michael Corleone y Peter Clemenza.  Pero también en El Padrino, concretamente en la sexta parte, dedicada  al exilio de Michael en Sicilia, podemos encontrar unos párrafos donde se resume a la perfección en qué consistía realmente la Onorata Società. Imprescindible su lectura para entender bien el fenómeno.


“Vestido con ropas sencillas y gorra, Michael había sido trasladado desde el barco anclado en Palermo hasta el interior de la isla, concretamente a una provincia controlada por la Mafia, donde el "capomafia" local debía un gran favor a su padre. En la provincia estaba la localidad de Corleone, cuyo nombre había tomado el Don al emigrar a América. Pero ya no vivía ninguno de los parientes del Don; las mujeres habían muerto a edades muy avanzadas, mientras que los hombres, o habían sido víctimas de "vendette" o habían emigrado a Estados Unidos, Brasil o a alguna provincia del norte de Italia. Más tarde, Michael sabría que el porcentaje de crímenes de la pequeña localidad era más alto que el de cualquier otro lugar del mundo.

Michael fue instalado, en calidad de invitado, en casa de un tío soltero del "capomafia". El hombre, que tenía más de setenta años, era el médico del distrito. El capo contaba cerca de sesenta años y se llamaba Don Tommasino.

Actuaba como "gabellotto" de las extensas propiedades de una de las más nobles familias sicilianas. (El "gabellotto" era una especie de controlador de las propiedades de los ricos, que se cuidaba también de que los pobres no reclamaran las tierras que no eran cultivadas ni presentaran problemas a los dueños de los latifundios. En resumen, un mafioso que por dinero protegía a los ricos de los pobres, sin importar de parte de quién estuviera la razón. Cuando algún pobre campesino trataba de hacer valer la ley que le permitía comprar tierras no cultivadas, era él quien lo amenazaba con hacerle pegar una paliza o con la muerte. Así de sencillo.) 

Don Tommasino controlaba también las aguas de riego de la zona, y se encargaba de torpedear todos los proyectos de construcción de presas. Éstas hubieran arruinado el lucrativo negocio de vender el agua de los pozos artesianos que controlaba, pues al abaratarse su precio, aquel negocio que ya llevaba cientos de años se habría ido a pique. No obstante, Don Tommasino era un mafioso anticuado, que nunca se hubiera dedicado al tráfico de drogas o a la prostitución. En esto, Don Tommasino chocaba con la nueva generación de jefes de la Mafia de ciudades como Palermo, los cuales, bajo la influencia de los gángsteres norteamericanos deportados a Italia, no tenían tales escrúpulos.

El jefe de la Mafia era un hombre corpulento y majestuoso al que todos temían (...)”

viernes, 8 de mayo de 2015

OPERACIÓN B.S.O. (39): FROZEN




Es la primera vez que pongo la banda sonora de una película que no he visto, pero no he podido resistirme a los encantos de Ley it go, el tema estrella de la película Frozen (2013), de la factoría Disney. Interpretada por la actriz de musicales Idina Menzel, obtuvo en 2014 el Oscar a la mejor canción original. Ha sido muy versionada, y de hecho la que aparece en el filme no es más que una versión de la original, cantada por Demi Lovato. Yo no sé bien con cuál quedarme porque las dos son preciosas. Y me refiero a la canción, no a la cantante, que prefiero claramente a la Lobato.

Aunque solo sea por este temazo habrá que darle una oportunidad a la peli, que, por cierto, narra el famoso cuento de Andersen La reina de las nieves.

miércoles, 6 de mayo de 2015

LOS EFECTOS COLATERALES DE LA AMABILIDAD


No sé si es que yo soy muy malo o algunos son tan buenos que parecen tontos. 

Un compañero habitual de desayuno nos cuenta que está hasta el gorro de una vecina suya que, cada vez que se la encuentra en el portal, por mucha prisa que lleve, le enreda en una conversación de 40 minutos contándole su vida y milagros, sus problemas de salud y las últimas monerías de su hija pequeña. Nos dice que lo pasa fatal porque no encuentra la manera de cortarla. Yo le he soltado que la culpa no es de la vecina palizas, sino suya, por idiota, pero él porfía que ya le gustaría verme a mí en la misma situación, a ver cómo me las arreglaba para librarme de ella.

Yo creo, para empezar, que estos temas son una cuestión de actitud. Es como que los plastas huelen de lejos a las personas con predisposición a escuchar ilimitadamente las chapas ajenas y se lanzan como buitres. Es algo que se ve incluso en el careto. Yo puedo asegurar que a cualquiera de mis vecinos le basta verme la cara para darse cuenta de que es una mala idea intentar entablar conmigo una cháchara insustancial de más de cinco minutos. Tengo cara de llevar prisa. Tengo cara de ir a lo mío. Tengo cara de importarme un pito la vida de mis vecinos. Y tengo una cara que invita muy poco a la confraternización espontánea. Podría suceder que algún despistado no acertara a interpretar estos signos externos e intentara un día desahogar conmigo su verborrea, pero sería casi al cien por cien de posibilidades la única y última vez que lo hiciera. Mi actitud cortés pero distante le haría ver que es preferible buscarse a otro para eso, y si el tipo anduviera demasiado perdido y siguiera sin enterarse, mi nivel de cortesía iría reduciéndose hasta que no le cupiera la menor duda.

Mi compañero es justo lo contrario. La expresión de su rostro es arcangélica; su sonrisa, perenne y cálida; su andar, pausado. Mi compañero suele pararse a departir con todos los vecinos, conocidos, mendigos de la calle, papás de los niños de la clase de su hijo, abuelitos del parque y, en fin, con todo perro pichichi. Y por supuesto, se interesa sinceramente por las vidas de todos los que le rodean, incluso por la de aquellos a los que le unen muy pocos lazos. Luego, claro, le pasa lo que le pasa. De cuando en cuando da con algún zumbado, con algún cargante o con alguna vecina trastornada por la soledad que se pegan a él como las lapas a la roca, y entonces se cansa y en el desayuno nos dice que está hasta los cojones de fulano o de mengana, que le tienen 40 minutos hablándole de paridas cuando va volado a trabajar o a llevar a su padre al médico. 

La cuestión que yo quiero plantear a cuenta de todo esto es si de verdad mi amigo es tan bueno y yo soy un insensible, un estirado e incluso una mala persona por no dar ningún pie a esta clase de confianzas con desconocidos.

Quiero que vaya por delante mi propensión a ayudar al prójimo cuando detecto su necesidad y está en mi mano ponerla remedio. Es muy cierto que a mí la vida de mis vecinos no me importa absolutamente nada, pero si viera que cualquiera de ellos tiene un problema o una emergencia, o me pidiera cualquier tipo de ayuda razonable, estaría dispuesto a echarle una mano. Una petición de ayuda razonable yo la interpreto como aquella que sea justificada, proporcionada y ajustada a mis posibilidades, y siempre que nadie mucho más cercano a esa persona tenga la obligación de prestársela. Sin estos límites, nuestra bonhomía cristiana terminaría traduciéndose en una entrega integral de nuestro esfuerzo, tiempo y dinero a todo el que pasara a nuestro lado y tuviera pinta de necesitar apoyo. Yendo al ejemplo del post, aclaro que escuchar varias veces a la semana, durante casi una hora, las reflexiones irrelevantes de una vecina con incontinencia verbal no encaja de ninguna manera en mi concepto de ayuda razonable. ¿Puede que la vecina se sienta sola? Sí. ¿Es caritativo escuchar al que lo necesita? Puede. ¿Tengo que ser yo el que le sirva de desahogo? Pues no. Para nada. Ni de coña. La desproporción entre el tiempo que debería invertir y las obligaciones que debería descuidar para dar satisfacción (emocional, se entiende) a una vecina como la de mi compañero, y los escasos beneficios que mi escucha activa podrían brindarla, me reafirma en la idea de que lo que procede es pasar de esta señora mientras no me demande un auxilio concreto que yo le pueda prestar.

Con ello no estoy criticando la postura de mi amigo. Cada uno es como es y supongo que a él le sería imposible, tanto por la cara que tiene como por su vena misionera y su humanidad hipersensible, librarse de todas las sanguijuelas y parásitos emocionales que le sorben a diario las energías. Lo más seguro es que ni siquiera desee librarse de ellos, pues, en el fondo, esa forma suya de relacionarse le hace sentirse más feliz y coherente con sus valores. Incluso me apuesto a que le horrorizaría ser como yo y que ningún vecino ni conocido se atreviera a explayarse con él en el ascensor. Lo único que yo le diría es que, al menos, no se queje cuando recoge los frutos envenenados del exceso de confianza que va dando al personal. 

Al final, como en todo, hay que buscar el equilibro y a veces resulta muy difícil. A la hora de delimitar qué distancia de seguridad debemos establecer entre nosotros y la gente corremos el riesgo de pecar por defecto, como mi amigo, que va por la vida a pecho descubierto y permite que cualquiera le eche el aliento a un milímetro del rostro, o por exceso, como yo posiblemente, que soy precavido hasta el punto de que mi armadura me salva de las heridas pero también me impide sentir las caricias. Va mucho en el carácter, en las experiencias vitales y en el sentido práctico de cada cual. A mi entender, los riesgos de derrochar cercanía, tiempo y mimos con personas desconocidas es tan alto que ni me planteo actuar así, más que nada porque sería incapaz de afrontar los efectos colaterales de una amabilidad a chorros. El que esté dispuesto y se vea con fuerzas o con ganas de capear a pesados, abusones, lloricas, comodones y jetas de todo pelaje, que no se corte en abrir los brazos a todo el mundo, en ponerse a disposición de la Humanidad entera.

domingo, 3 de mayo de 2015

EL VOTO DE LOS ANALFABETOS


El vendedor de folletines al peso, aficionado a la historia de España y demagogo liberaloide Arturo Pérez-Reverte proclamó en la presentación de su último libro que “de nada sirven las urnas si el que mete la papeleta es un analfabeto”.

Con Don Arturo me ha pasado como con tantos embaucadores, que al principio, cuando empecé a seguirlo hace años, su discurso me pareció sincero, directo y sólido, pero luego, a los mil artículos más o menos, le cogí el tranquillo y me percaté de que no es más que un charlatán populista y un columnista para tontos. Su última frase sobre la validez de los sufragios es una prueba más de su trivialidad enmascarada con esas poses de sabio independiente con las que lleva veinte años haciendo creer a sus lectores que están empapándose de filosofía.

Lo que tiene que hacer Pérez-Reverte es centrarse en sus novelillas pretendidamente históricas y pretendidamente patrióticas sobre el Capitán Pichatriste, y ahorrarnos sus opiniones políticas, especialmente la última. No hace falta ser Einstein para hacernos una idea de que un catedrático de economía probablemente acuda a las urnas con mayor información y con el criterio más formado que un pastor de cabras de un poblacho de la Almería profunda (y dispensen la alusión regional). Pero ello no significa, amigo académico de la lengua, que el voto del primero sea más cualificado que el del segundo, ni que las urnas fueran a servir para algo si todos los votantes fueran doctores universitarios. El ejercicio del derecho al sufragio por los analfabetos más montaraces equivale en calidad y en utilidad al de los ciudadanos cultos y leídos, pues la postura política de unos y de otros se ha formado con base, exclusivamente, en las declaraciones de los partidos y en la información suministrada por el cuarto poder, es decir en falacias interesadas.

El catedrático y el cabrero votan en el fondo con idéntica inconsciencia. De los candidatos solo conocen un producto de marketing diseñado por las formaciones. De las ideas, si es que existen, solo habrán oído o leído dos o tres proclamas emitidas en el telediario o impresas en titulares. El más enterado, como mucho, se habrá chapado el programa íntegro de cada partido, es decir un compendio de mentiras milimétricamente estudiadas por un asesor de imagen, las más interesantes de las cuales se incumplirán sin sonrojo si sus autores llegan al poder. En cuanto a la situación real del país, las cifras del paro, y el resto de datos macroeconómicos o de cualquier tipo con los que podríamos valorar la gestión del actual gobierno, sobra decir que los filtros y la manipulación son de tal intensidad, tanto a favor como en contra, que, como suele decirse al principio de las películas, cualquier parecido con la realidad es por pura chorra.


Así que ni caso al padre del Capitán Colatriste cuando se empeña en que la educación es la única base de una democracia auténtica. En España nos salen los títulos universitarios por las orejas pero seguimos eligiendo a gentuza y a mangantes para que nos gobiernen, así que el quid de la cuestión debe de ser otro. Sin duda los ciudadanos con mayores recursos educativos y culturales resultarán más inmunes a ciertas formas de manipulación, pero la pregunta es: ¿lo suficientemente inmunes como para que sus votos no sean igual de nulos que los de los ignorantes supremos?

Quizá la clave de una verdadera democracia participativa y transparente esté en el control de la información por parte del pueblo, de la sociedad en su conjunto. Mientras siga secuestrada por media docena de clanes y por cuatro lobbies al servicio del poder financiero y de la banca, las elecciones y las urnas seguirán siendo una pantomima por muy cultivados que seamos los españoles.

viernes, 1 de mayo de 2015

EL SUDOR

 EL SUDOR

(Miguel Hernández)


 En el mar halla el agua su paraíso ansiado
y el sudor su horizonte, su fragor, su plumaje.
El sudor es un árbol desbordante y salado,
un voraz oleaje.


Llega desde la edad del mundo más remota
a ofrecer a la tierra su copa sacudida,
a sustentar la sed y la sal gota a gota,
a iluminar la vida.


Hijo del movimiento, primo del sol, hermano
de la lágrima, deja rodando por las eras,
del abril al octubre, del invierno al verano,
áureas enredaderas.


Cuando los campesinos van por la madrugada
a favor de la esteva removiendo el reposo,
se visten una blusa silenciosa y dorada
de sudor silencioso.

Vestidura de oro de los trabajadores,
adorno de las manos como de las pupilas.
Por la atmósfera esparce sus fecundos olores
una lluvia de axilas.


El sabor de la tierra se enriquece y madura:
caen los copos del llanto laborioso y oliente,
maná de los varones y de la agricultura,
bebida de mi frente.


Los que no habéis sudado jamás, los que andáis yertos
en el ocio sin brazos, sin música, sin poros,
no usaréis la corona de los poros abiertos
ni el poder de los toros.


Viviréis maloliendo, moriréis apagados:
la encendida hermosura reside en los talones
de los cuerpos que mueven sus miembros trabajados
como constelaciones.


Entregad al trabajo, compañeros, las frentes:
que el sudor, con su espada de sabrosos cristales,
con sus lentos diluvios, os hará transparentes,
venturosos, iguales.