martes, 15 de octubre de 2013

UNA ECUACIÓN DE SEGUNDO GRADO


Se me quejaba ayer un flamante ingeniero de que el nivel de conocimientos matemáticos de la población está bajo cero, que la gente no sabe ni despejar una ecuación de segundo grado, y que qué vergüenza. Arrugué un poco el hocico porque me da a mí que ahora mismo, así en frío y sin repasar, yo no acertaría ni a resolver una sencilla de dos incógnitas, pero contraataqué preguntándole si él sabría decirme algo tan simple como la lista de reyes de España desde Isabel la Católica.  El ingeniero me confesó que no, pero que la lista de los Austrias y los Borbones no tenía el menor interés práctico y se podía consultar en cualquier momento, a lo que respondí que al común de los mortales tampoco le es nada útil para la vida saber sacar una ecuación de esas, pero que muchos refrescan sus conocimientos cuando lo necesitan, por ejemplo para ayudar a sus hijos a hacer los deberes.

En conclusión, le acabé diciendo que esto de la cultura depende de dos variables: memoria e interés personal.

La memoria es clave en el nivel cultural. El que más recuerda es el que más sabe. Siempre digo que los que tenemos buena memoria para recordar lo leído parecemos mucho más cultos de lo que en realidad somos, mientras que los olvidadizos aparentan tener menos conocimientos de los que poseen, sencillamente porque no son capaces de reproducirlos o aplicarlos.

Y a su vez la capacidad memorística está íntimamente relacionada con el interés y la utilidad de los datos a memorizar. Los datos que no se usan, que no interesan o que no reportan ninguna utilidad, se olvidan. Nuestro disco duro es selectivo y tiende a almacenar sólo lo que nos gusta o nos va a servir de algo. Nuestra compañera gorda nos puede haber repetido como cien veces su número de extensión en la oficina y tener que seguir consultándolo cada vez que la llamamos, mientras que cogemos al vuelo y no olvidamos jamás los nueve dígitos del móvil de una maciza (bueno, ahora con las agendas no es buen ejemplo). Si a mí, por poner otro caso, me encantan la historia y las aves, me quedaré instintivamente con toda la información relacionada con estos temas, aunque parezca difícil de memorizar, mientras que olvidaré a los cinco minutos las explicaciones que alguien me dé sobre fútbol, sobre mercados financieros o sobre cómo programar la lavadora (que es cosa de ellas, coño).

Desengañémonos aunque pueda parecer duro: el tipo que se olvida de su aniversario de boda, del cumpleaños de un amigo o de cómo se llaman los niños de su prima es porque, en realidad, son cuestiones que le importan un higo. Por muchas excusas que ponga. “Es que yo soy malísimo para las fechas”, “es que soy incapaz de quedarme con una cara”. ¿A quién quieres engañar, campeón? Lo que pasa es que filtras mucho y solo te esfuerzas en recordar las fechas y los caretos que a ti te da la gana. No tienes peor memoria que los demás, solo que los demás, por empatía o por educación, al menos fingen un mínimo interés en cosas que no les importan.

El interés por las cosas y, por lo tanto, la mayor capacidad para memorizarlas nace muchas veces de la curiosidad. Una persona poco curiosa casi siempre será mucho más inculta que otra inquieta, que todo lo investiga y de todo lee y pregunta. Por lo general, quien atesora amplios conocimientos sobre muchas materias es porque siempre le han interesado y ha disfrutado profundizando en ellas; en cambio los más ignorantes suelen ser aquellos que solo sienten pasión por uno o dos asuntos (o por ninguno). Todos conocemos al clásico hombre que solo sabe hablar de deportes y “de tías”, y a la típica señora a la que solo interesa la ropa o los críos. Multiplicar nuestros intereses es mejorar nuestra cultura, y a veces hay que esforzarse un poco y poner atención a lo que nos cuentan, ya que determinados temas pueden parecer muy áridos a simple vista y después, metidos en el ajo, resultar apasionantes. Dicen que no hay cosas sin interés, sino personas incapaces de interesarse.

Eso sí, yo creo que lo de ser curioso o pasota es algo que, en buena medida, se lleva en los genes, así que también podría decirse que ser culto o inculto tiene que ver con nuestra naturaleza heredada. 

7 comentarios:

Aprendiz de brujo dijo...

Muy interesante lo que planteas. Y muy cierto.
La memoria es una "habilidad" personal que tiene cierto desprestigio, pero muy importante; y sin duda es un indicador más de la inteligencia de un sujeto.

Hay un tema sobre el que a veces reflexiono acerca de si hay relación entre memoria y "orden cerebral". Y tiendo a pensar que si. Que la gente memoriza más fácilmente cuando comprende lo que lee, y por supuesto si se interesa por ello.Esto se ve especialmente en el campo del derecho. Si una domina los conceptos memorizará antes una norma.
Hablando de memoria selectiva...el otro día olvidé el nombre de una cliente que me tiene un afecto personal grande y pasé un mal rato de cojones.

Buena semana a todos.


El último de Filipinas dijo...

Debe suceder algo parecido al aprendizaje de idiomas. Lo difícil es interesarse por los primeros campos del saber. Una vez hecho esto, los siguientes van siendo más fáciles.

Aprendiz dijo...

El que tiene mala memoria no es por falta de interés. Yo tengo una memoria pésima hasta para cosas que me interesan realmente, me cuesta mucho memorizar términos y por eso me he acostumbrado a ni siquiera esforzarme en ello. Ocurre que muchas veces cuando leo las cosas, leo por encima, quedándome con la idea en sí, pero no con cosas concretas. Por ejemplo cuando leo novelas casi nunca me aprendo los nombres de los personajes, los leo por encima, mi mente los reconoce, pero si me preguntan no sabría decirlo, y si hay dos que empiecen por la misma letra o sean parecidos, mezclo a los personajes.

Para mí es mucho más fácil despejar una ecuación de segundo grado, que memorizar la lista de reyes, y eso que me gusta la historia.

El que tiene buena memoria lo tiene todo mucho más fácil.

La lozana andaluza dijo...

Estoy de acuerdo,en que el que tiene memoria parece mas culto que el que no la tiene,porque ese es mi caso.De hecho como soy un poco torpe,aprendí desde pequeña a memorizar todo lo que fuera importante,y así he aprobado exámenes,lo mejor es que te acostumbras y a veces te asombras de las cosas que sabes,y creías que habías olvidado.

Anónimo dijo...

Después de todo, quizà el tener mala memoria sea una bendición. Digo, pensando en Funes el memorioso, el personaje de Borges cuya memoria lo registraba todo y nada se podìa borràrsele, por lo cual recordaba hasta la última nervadura de la màs pequeña hoja del primer àrbol que había visto en su vida; esta memoria prodigiosa e infalible y la imposiblidad de seleccionar recuerdos era el infierno particular que tenìa que cargar cada instante de su vida.

Y ya que de recordar se trata, el polaco Stanislav Lem, en su novela Solaris imagina un aciago demiurgo, una deidad imperfecta que corporiza los recuerdos màs lacerantes de los pocos humanos que lo colonizan, llevàndolos a veces a la desesperaciòn y la locura.

El tábano porteño

Al Neri dijo...

Brujo, creo que la memoria está desprestigiada cuando a todas luces no va a compañada de otros rasgos de la inteligencia, o sea que es la memoria del lorito.

Último de Filipinas, así es. En el tema cultura, unas cosas te llevan a interesarte por otras, es igual que cuando navegas por Internet.

Aprendiz, está claro que hay gente con mucha más memoria que otra, al margen del interés de los temas a memorizar.

Tábano porteño, muy cierto lo que dice. Una persona me confesó una vez su sufrimiento por tener tanta memoria: recordaba los momentos penosos de su vida con tanto detalle que sufría al rememorarlos, y, a la vez, recordaba tan minuciosamente las buenas experiencias que sufría demasiada nostalgia. Me decía que tenía grabadas todas las conversaciones que había mantenido con todo el mundo y que, por lo tanto, daba muchas más vueltas a las cosas que una persona normal.

Con todo yo tengo la impresión que al final solemos memorizar lo que nos da la gana.

Carlos T. dijo...

Personalmente, creo que es diferente memorizar que retener, en función del interés deseado y, sobre todo, del valor en el tiempo.

Siguiendo lo comentado por la lozana andaluza, a la hora de los exámenes, no había cosa que más me interesase que memorizar algunos temas, y no siempre lo conseguía. ¡Y de verdad que me interesaba! Pero, aunque suene triste, no me preocupaba retenerlo en mi cabeza. Con salir del paso para el examen era suficiente.

Y aquí es donde me planteaba la duda de si el problema está en el sistema universitario o en mí mismo y mi planteamiento de la carrera...