En las grandes empresas o en las
organizaciones de carácter burocrático (por ejemplo, las administraciones públicas)
hay determinadas tareas que deben ser revisadas sucesivamente por varios
trabajadores hasta que obtienen la aprobación definitiva por un responsable
superior. Muchas veces se trata de documentos que son confeccionados por las
unidades básicas y después van subiendo de despacho en despacho, recibiendo vistos
buenos, hasta llegar al órgano más alto del escalafón, que los respalda con su rúbrica.
Donde yo trabajo hay resoluciones que han de ser chequeadas con atención por siete personas distintas antes de que las firme el Gran Jefe.
Se supone que con estos procesos se quiere aportar seguridad y calidad al trabajo porque, como suele decirse, ven más diez ojos que dos, pero yo cada vez soy más escéptico al respecto. Me parece que cuando en cualquier tarea o procedimiento hay implicada más gente de la necesaria, termina saliendo todo fatal. A lo único que lleva un exceso de comprobaciones y de “vigilantes” es a que todos los participantes en la cadena se relajen y nadie cumpla bien su parte.
Si cuando el técnico redacta inicialmente una resolución, sabe que va a ser leída con cuidado por su jefe de sección, y que después la carpeta se pasará a la jefe de área, y que esta la despachará con el subdirector adjunto para que dé su O.K., y que entonces el asesor jurídico le dará un repaso fino antes de entregárselo, para una última revisión formal, a las secretarias del Director General previamente a su firma por este, pues lo más seguro es que el humilde técnico del principio no afine como es debido y se despreocupe de los detalles del escrito confiando en que si se le cuela algún pequeño fallo lo detecten más arriba. Pero más arriba pasa lo mismo: al que le han pasado la disposición con cuatro “veos” ya garabateados ni se le ocurre ponerse a mirar con lupa página por página y párrafo por párrafo, suponiendo que ya lo habrán pulido todo sus compañeros. ¿Resultado? Que al final el papelito acaba firmado con tres o cuatro errores, unas veces insignificantes pero otras peligrosos.
Donde yo trabajo hay resoluciones que han de ser chequeadas con atención por siete personas distintas antes de que las firme el Gran Jefe.
Se supone que con estos procesos se quiere aportar seguridad y calidad al trabajo porque, como suele decirse, ven más diez ojos que dos, pero yo cada vez soy más escéptico al respecto. Me parece que cuando en cualquier tarea o procedimiento hay implicada más gente de la necesaria, termina saliendo todo fatal. A lo único que lleva un exceso de comprobaciones y de “vigilantes” es a que todos los participantes en la cadena se relajen y nadie cumpla bien su parte.
Si cuando el técnico redacta inicialmente una resolución, sabe que va a ser leída con cuidado por su jefe de sección, y que después la carpeta se pasará a la jefe de área, y que esta la despachará con el subdirector adjunto para que dé su O.K., y que entonces el asesor jurídico le dará un repaso fino antes de entregárselo, para una última revisión formal, a las secretarias del Director General previamente a su firma por este, pues lo más seguro es que el humilde técnico del principio no afine como es debido y se despreocupe de los detalles del escrito confiando en que si se le cuela algún pequeño fallo lo detecten más arriba. Pero más arriba pasa lo mismo: al que le han pasado la disposición con cuatro “veos” ya garabateados ni se le ocurre ponerse a mirar con lupa página por página y párrafo por párrafo, suponiendo que ya lo habrán pulido todo sus compañeros. ¿Resultado? Que al final el papelito acaba firmado con tres o cuatro errores, unas veces insignificantes pero otras peligrosos.
Cada vez es más frecuente
confundir el auténtico trabajo en equipo con meter a todo el mundo en el ajo
sin ninguna necesidad, enmarañando los quehaceres, diluyendo las
responsabilidades y, en la práctica, boicoteando los objetivos.
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