Varias administraciones autonómicas, universidades, sindicatos y otros chiringuitos que no recuerdo llevan ya unos años editando lo que denominan "guías de lenguaje no sexista", en las que recopilan una serie de indicaciones sobre cómo redactar documentos oficiales, resoluciones administrativas y normas jurídicas para que las mujeres no se vean discriminadas por culpa de los prejuicios linguísticos.
A modo de síntesis, estas guías (que yo he padecido intensamente) prohíben el uso del masculino neutro (tan firmemente consolidado en el sistema gramatical español) para designar indistintamente a hombres y a mujeres, y a veces obligan a violar las reglas relativas al participio activo en algunas palabras. Por ejemplo, pontifican que hay que decir y escribir “personas titulares de las Direcciones Generales de la Consejería de Industria” en vez de “Directores Generales de la Consejería de Industria”, “personas sin trabajo” en vez de “parados”, “la ciudadanía” en lugar de “los ciudadanos” y “presidenta” en vez de “presidente” cuando el cargo lo ocupa una señora.
También se han elaborado otras guías que no son para enseñarnos a redactar sin ser unos machistas de mierda, sino, peor todavía, para explicarnos cómo legislar midiendo con lupa el “impacto de género” de las normas, o sea velando para que, por ejemplo, una norma técnica sobre contaminantes, un reglamento sobre vías pecuarias o una orden que regule un registro de entidades deportivas no tengan consecuencias discriminatorias para las féminas. Estos documentos absurdos, que a veces se han plasmado en leyes, obligan a los funcionarios que preparan un texto normativo a acompañar al proyecto un largo y abracadabrante informe sobre el impacto de género que este pudiera tener. El tono de estos informes, que todo el mundo elabora de cualquier manera y renegando por lo bajini, se acerca unas veces al género cómico y otras al surrealista. Estaría bien publicar un día una recopilación de estas mamarrachadas.
Hace pocos días la Real Academia Española ha aprobado un polémico informe en el que arremete con bastante dureza contra las guías lingüísticas, acusándolas de contravenir las más elementales reglas léxicas, morfológicas y sintácticas de nuestra lengua, llegando a dictaminar que “si se aplicaran las directrices propuestas en estas guías en sus términos más estrictos, no se podría hablar”. La RAE también se queja de que las administraciones promotoras de estos panfletos ni siquiera han contado con filólogos o lingüistas para su elaboración.
He de reconocer que el informe de la RAE me ha soprendido bastante, ya que esta institución, con la excusa de que el lenguaje es vivo y ha de adaptarse a los tiempos, viene vendiéndose al mejor postor desde hace años y mucho me temo que seguirá haciéndolo sin pudor. Imaginaros pues qué barbaridades recomendarán las guías de marras para que los académicos se descuelguen con este rapapolvo.
Pero lo que ni la Academia ni muchos críticos con estas barrabasadas idiomáticas y estos excesos feminazis parecen tener en cuenta es el motivo de fondo que subyace en las guías. No se trata de que un puñado de subnormalas hayan decidido de pronto sensibilizarnos a todos contra las oscuras reminiscencias sexistas de la lengua española; de hecho, yo sospecho más bien que estas cantinelas no se las creen ni las feministas más aguerridas y con más pelo en el pecho. Lo que hay detrás, y ya va siendo hora de dejarlo claro, es un reducido grupo de consultoras, asociaciones y fundaciones, auspiciadas casi todas por la Junta de Andalucía, que al más puro estilo mafioso se embolsan una pasta gansa “ofreciendo” a las Administraciones sus disparatados servicios, consistentes no solo en el diseño de las guías, sino sobre todo en la organización de formaciones y seminarios de muchos días de duración (a los que los funcionarios asisten obligados) y en la impartición de cursos on-line de tropecientas horas para explicar su intrincada metodología. Porque estas entidades privadas, de cuyas conexiones con la Administración sospechamos todos, ya se cuidan de que las guías sean lo bastante oscuras y difíciles de aplicar como para que la Comunidad Autónoma o la Universidad de turno no tengan más remedio que contratar a sus expertas, casi siempre pelicortas, marisabidillas y sociatas, para ponerse el día y cumplir con la ley; para acertar a ponerse, como ellas dicen, "las gafas del género". ¡Y cualquiera, en estos tiempos de lo políticamente correcto, se atreve a decir que no quiere ser estricto con las cuestiones de igualdad!
Vamos, lo mismo que sucede con otros sectores de los que ya hablé en su día. Todo el mundo tiene que comer y las feministas las que más.
Sobre este mismo tema en La pluma: Igualdad desigual (de Veneficus)
Sobre este mismo tema en La pluma: Igualdad desigual (de Veneficus)
7 comentarios:
Vaya. Escribo poco y usted se adelanta a mis ideas.
Iba a escribir, precisamente, sobre una noticia que vi ayer por la tarde acerca de un bar andaluz expedientado por el Instituto de la Mujer de Andalucía por ofrecer despedidas de soltera sólo para mujeres y por tratar a los hombres como objetos sexuales.
Y tenía la misma intención, destacar que estos inventos sirven, fundamentalmente, para mantener a un atajo de sinvergüenzas que se han inventado todo este cuento para tener algo que les dé de comer. Cabe destacar que expedientes como el de la noticia no tienen ninguna validez legal ni sancionadora y sólo sirven como "toque de atención".
Vamos, que están recortando de todo: luz y calefacción en los colegios e institutos, medicamentos para los enfermos, vendas en los quirófanos... Y sí hay dinero para políticas de visibilidad y chorradas parecidas.
A propósito y aprovechando tu infinito machismo,(yo soy como tú,-que conste)y notable cultura Neri aclárame respecto a los términos siguientes referidos a fémina, cual es su forma más correcta:
médico-médica
juez-jueza
notario-nataria
Siempre me cabe la duda. Mil gracias de antemano
me da la risa cuando alguien que escribe deshaucio o cojemos o que niega la vida del "de que", me dice que debo hablar de la presidenta en lugar del presidente. Algún día querrán que vaya al dentisto o llame a un policío.
Tontas e ignorantos ...
Yo creo,que esas guias las han sacado los hombre.Las mujeres tenemos cosas mas imprtantes que pensar y hacer,y en general,nos importa un pepino lo del género o el articulo,a mi me parece una gran chorrada,y una pérdida de tiempo tener que repetir todo dos veces,porque en ese caso ¿que habrá que decir,perro y perra?,vaya tonterías se saca la gente,que no tiene otra cosa en la cabeza.Por cierto tengo una amiga que es juez,y me ha dicho que siempre se han dirigido a ella como:la juez,y con eso le basta,así que creo que todo queda dicho.
Un ejemplo claro de este tipo de gilipolleces se encuentra en la web de la Consejería de Educación de Asturias donde todas las publicaciones pasan el filtro de la censura para que siempre se usen el masculino y femenino: las profesoras y los profesores, los niños y las niñas...
Por lo que he observado, tienen tanto cuidado que, si la primera vez usan primero el masculino, la segunsa interpondrán el feminino: "...las alumnas y los alumnos ... blablabla... de los padres y las madres..."
Una Consejería de Educación incumpliendo por decreto los dictados de la RAE. Luego alguien se extrañará del nivel académico de los estudiantes españoles... Claro, con responsables de educación que son auténticos subnormales lo extraño sería lo contrario.
A este respecto, recuerdo como la Tortuga de la que hablo en mi último post, antes de que le ascendieran, insistió durante una reunión en la que teníamos que revisar y aprobar un reglamento en que apareciera, expresamente, el "jefe o la jefa", "el secretario o la secretario" y cosas parecidas. Ninguna otra cosa le importaba.
Menos mal que estuve yo allí para impedirlo y sacar a relucir el Diccionario panhispánico de dudas. Interesantísimo y enormemente útil por cierto.
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