domingo, 2 de junio de 2013

SOBERANÍA LINGÜÍSTICA

Hace unas semanas supimos que ya se encuentra en avanzado estado de tramitación una ley francesa por la que se autoriza que en las universidades se impartan clases en inglés. Entre los argumentos de los defensores de esta futura norma están el hacer la enseñanza superior gala más atractiva para los estudiantes extranjeros y regularizar la situación existente, pues un 26% de las universidades del país vecino ya están dando clases en inglés en mayor o menor medida,  y más de 800 cursos  se imparten íntegramente  en la lengua de Shakeaspeare. 

No creo que admita discusión que hoy en día tiene una vital importancia el aprendizaje de idiomas y en especial de la lengua inglesa. Ninguno discutimos que saber inglés no solo es culturalmente deseable, sino que abre muchas puertas laborales, económicas, sociales y de ocio. Y personalmente me parece ideal que un Gobierno impulse la enseñanza de lenguas extranjeras a los niños desde los primeros ciclos de la educación reglada. 

Lo que me escandaliza, igual que a muchos franceses que se han puesto de uñas con la ley de marras, es que el inglés pase de ser una herramienta fundamental cuyo conocimiento se impulse por la administración educativa, a convertirse en el eje de la enseñanza en nuestro propio país, hasta el punto de que en las aulas de nuestras universidades se utilice como lengua vehicular para impartir cualquier materia. Me parece un insulto al pueblo francés semejante gesto de lacayismo cultural y financiero (en el fondo, y es lo triste, se trata de captar más matrículas), semejante escupitajo a su lengua materna, a su soberanía lingüística, a su identidad cultural. 

Si una nación ni siquiera va a poder enseñar en su idioma en sus universidades. ¿qué dignidad le queda? Ya metidos en harina, y puesto que el inglés es tan importante para la Asamblea Francesa, más incluso que el francés, y genera tantas divisas, ¿por qué no imponer la enseñanza en esta lengua desde los niveles educativos más básicos? ¿por qué no impulsar también un programa para que en los comercios de París se despache exclusivamente en el lenguaje británico, para que las obras de los novelistas y dramaturgos nacionales se escriban y representen en el habla de Byron o para que las familias se acostumbren a comunicarse en english en sus propias casas? Sería mucho más cómodo para los extranjeros y turistas, más beneficioso para la economía  interna y ayudaría a todos los galos a familiarizarse con tan útil idioma. 

Medidas tan arbitrarias y humillantes como la descrita no solo me parecen una muestra más del colonialismo americano que nos subyuga en todos los ámbitos, sino que contribuirán a medio plazo a generar recelos y fobias de una parte de la población hacia algo tan positivo como el conocimiento de las culturas y las lenguas foráneas. Después nos quejaremos de los nacionalismos cerriles y de que se utilice el idioma como instrumento político y como barrera excluyente. Pero puede que sea el único desahogo que les quede a los pueblos que ven extirpadas y pisoteadas sus raíces de esta manera.


Más sobre el inglés en La pluma:
- Los cocolegios bililingües (por Leonardo)

6 comentarios:

C. S. dijo...

Diga que sí, Sr. Neri. ¡Cuánto mejor sería que para unificar saberes en la comunidad científica las clases se volvieran a dar el latín! ¡Hay que ver lo cómodo que era aquello! no hacían falta traductores, ni multiplicar las ediciones de las cosas, ni aprender ningún otro idioma para moverte tranquilamente por el mundo. ¿Y lo que viste saber latín?

El último de Filipinas dijo...

Ay, si De Gaulle levantará la cabeza.
Y si para la Asamblea Francesa es tan importante el inglés, pues que celebren sus sesiones en ese idioma.

Aprendiz de brujo dijo...

Yo estoy bastante de acuerdo con lo que dices, respecto al tema concreto del que te ocupas. Me parece un exceso a todas luces.
Sin embargo, creo que la línea a seguir en España, debe ser tendente plenamente al bilingüismo. Es decir, nuestro nivel de inglés es patético.
Y a eso hay que ponerle remedio ya. Nos guste o no el inglés es el idioma comodín del mundo, cuyo aprendizaje se hace imprescindible para poder desenvolverse profesionalmente.
Por lo que se ve en España hemos sido demasiado orgullosos y provincianos, lingüísticamente hablando.
Yo creo que en los matrimonios españoles debería ser obligatorio hacer el amor con la parienta en inglés no menos de tres veces por semana. Hay que practicar el kiss me, el my Darling, el my godness y el quiping quiping. Neri, apúntate los deberes para esta semana...

Brisa dijo...

Estoy de acuerdo con que en la universidad se enseñe en la lengua propia del país. Quien quiera estudiar en Francia pues que aprenda francés. Me sorprende viniendo justamente de ese país la noticia. Qué pena la verdad!

Personalmente me molesta muchísimo cuando los políticos se meten con la universidad. "Tapar la boca" a los catedráticos (imponiendo una lengua extranjera) es el signo más visible de la decadencia cultural de un país. Y en ciencias sociales es verdaderamente un crimen!

Es cierto que saber inglés abre muchas puertas, y hoy en día es imprescindible para entrar en el mercado laboral. Yo agradezco a mis padres que gastaron su dinero en mandarme a clases de idioma. En Latinoamérica es un lujo que muy pocos se pueden permitir.

Sobre el bilingüismo: son contados los países que lo logran. Es demasiado caro! De Europa occidental solo conozco que lo implementan Holanda y Alemania, y ni siquiera llega a abarcar el 50% de los estudiantes. En esto como en tantas cosas en la vida, solo serán bilingües los niños cuyos padres se lo puedan pagar.

Buen lunes!

alco dijo...

Hasta el siglo XVIII, la lengua universitaria en toda Europa era el latín, y esto permitía el movimiento de profesores y estudiantes. Por supuesto, cada uno tenía su o sus lenguas maternas, pero el latín era la lengua de la cultura. Todo esto se perdió con la revolución francesa y los nacionalismos populares que surgieron en el XIX.
¿No estamos volviendo a hace más de dos siglos? con la sustitución del latín por el inglés como lengua franca. A nosotros nos molesta mucho porque hablamos una de las diversas evoluciones del latín y el inglés es una lengua totalmente ajena.
No creo que el español corra riesgo alguno, no por nosotros, sino por los hispanos. Pero lenguas minoritarias como hay muchas en Europa, con menos de 20 millones de parlantes, y sin que nadie ajeno a ellas se moleste en aprenderlas,están directamente abocadas a la extinción en pocas generaciones.
AdB, para practicar el amor, nada mejor que el italiano. El inglés, sólo para los negocios, el alemán para el ejército que va a invadir Polonia, y el francés también para el amor, pero con la amante. El español peninsular, para el estadio y el bar, el español con acento argentino para cuando quieras vender el coche o el piso o quieras ligar una piba, el portugués para cuando te dé un dulce ataque de nostalgia, y el ruso para cuando sale el alcohol por las orejas en pleno delirium. Fíjate que los mejores momentos son con lenguas latinas.

El observador dijo...

Son muy buenos estos artículos que escribe usted sobre la anglicanización. En Francia llevan años peleando contra ella (con la Ley de Toubon y las asociaciones de defensa de la lengua) y aquí estamos empezando (pues no hay ni ley como la de Toubon ni asociaciones defensoras del español).

Menos mal que, poco a poco, hay cada vez más gente que está viendo la gran amenaza que representa esta inmersión lingüística, porque la defensa de nuestro idioma no es asunto de derechas ni de izquierdas ni de creyentes o no creyentes, sino de todos los hispanohablantes.

Por cierto, algunas de las respuestas que he leído en defensa de la dicha inmersión me recuerdan a las que leí en una página francesa en la que se discutía, precisamente, sobre la ley a que hace referencia este artículo, lo cual muestra que el modo de razonar de la gente respecto de la anglicanización es similar tanto en España como en Francia. Por tanto, si es todo tan similar, con el tiempo, quizás acabe habiendo en nuestra nación un movimiento de ciudadanos importante en defensa de la lengua, como los de Francia y que, al menos, sirva para contener con algo de fuerza la anglicanización.