Respeto y amo a la Iglesia por razones de Fe, por los valores
en que he sido educado y por un sentido del deber que no sabría definir, pero
si fuera por algunas de las cosas que dicen o hacen sus más altos
representantes, pues no sé yo; a veces me dan ganas de borrarme. Con relativa
frecuencia me quedo más que perplejo con las declaraciones de algún prelado y
sinceramente me pregunto si hablan en serio o están en plan de coña.
Mi última sensación de este tipo se ha producido con las declaraciones de la semana pasada de Monseñor Carlos Osoro, Arzobispo de Valencia, a raíz del cierre de la televisión autonómica de esta Comunidad. No voy a extenderme valorando tal decisión política (muy necesaria), ni el ERE chanchullero que la ha precedido ni la dramática situación en que han quedado cientos de trabajadores, muchos de ellos enchufados que no daban palo al agua y a los que, a pesar de todo, deseo lo mejor. Lo único que quiero destacar es que en mitad de la tormenta mediática de estos días, ante un hecho tan delicado para el futuro de las televisiones públicas y tan grave para la sociedad valenciana, mientras expertos analistas escriben columnas sobre el particular, el Gobierno central da su opinión, los sindicatos explican los despidos y la resolución del TSJ, y Fabra se defiende como gato panza arriba, llega Monseñor Osoro y nos suelta que “cuando se pierde el derecho al trabajo, se rompe algo interior”. Leyendo el otro día sus declaraciones en ABC, yo es que me descojonaba.
Dice un proverbio de no sé dónde que cuando no tengas algo que aportar mejor que el silencio, cállate, y esto es lo que tenía que haber hecho el obispo valenciano. Monseñor no tiene ni pajolera sobre RTVV. No sabe cómo se contrataba a la gente en este ente público. Lo desconoce todo sobre su eficiencia y sobre la audiencia del Canal 9. Además casi seguro que no se ha leído ni la sentencia de anulación del expediente de regulación de empleo. Y precisamente por todo ello, como no entiende nada de nada de este problema político y social, cuando al hombre le preguntan sale por peteneras, con la gilipollez del año, que no sabemos si la ha sacado de una frase del calendario, de un pogüerpoin budista o de una encíclica del siglo XIX.
“Cuando se pierde el derecho al trabajo, se rompe algo interior. Hay que estar cerca de los trabajadores”. Pues no, Monseñor, hay que estar cerca de la justicia. Hay que estar cerca de la verdad. Hay que estar cerca de los ciudadanos a quienes sangran con impuestos para mantener en un chiringuito a los colegas y familiares de cuatro caciques. Si usted, a falta de un análisis y de unos argumentos más solventes, se queda satisfecho dándonos la teórica sobre los males del paro y copiapegando un párrafo de algún viejo sermón dominical, pues vale, pero no pretenda que le tome en serio nadie, ni siquiera los curritos a los que dice apoyar, a quienes estas grandilocuencias suenan a chiste de mal gusto. Las cuestiones de actualidad política hay que abordarlas con conocimiento, desde todas las perspectivas y con cierta profundidad, y sino es mejor cerrar la boca. Si lo que quiere Carlos Osoro es implicarse de verdad en los problemas de la sociedad valenciana, debe empezar por empaparse en ellos y entenderlos, para después opinar con fundamento, porque solo faltaba que ahora un gobierno autonómico no pueda clausurar un ente inútil e improductivo cuando lo estime oportuno.
Monseñor también se pregunta “qué van a hacer y dónde van a ir ahora estas personas que se han quedado sin trabajo". Ya sabemos, señor Arzobispo, que el paro es terrible, no hace falta que usted nos lo recuerde con una frase cursilona que hace que efectivamente algo se rompa en nuestro interior, el pecho a reír por ejemplo. Si tan preocupado está por el futuro de estas familias, pues no sé, monte usted una agencia de colocación o, casi mejor, amplíe los comedores de Cáritas, que es lo suyo, pero deje de decir simplezas.
Mi última sensación de este tipo se ha producido con las declaraciones de la semana pasada de Monseñor Carlos Osoro, Arzobispo de Valencia, a raíz del cierre de la televisión autonómica de esta Comunidad. No voy a extenderme valorando tal decisión política (muy necesaria), ni el ERE chanchullero que la ha precedido ni la dramática situación en que han quedado cientos de trabajadores, muchos de ellos enchufados que no daban palo al agua y a los que, a pesar de todo, deseo lo mejor. Lo único que quiero destacar es que en mitad de la tormenta mediática de estos días, ante un hecho tan delicado para el futuro de las televisiones públicas y tan grave para la sociedad valenciana, mientras expertos analistas escriben columnas sobre el particular, el Gobierno central da su opinión, los sindicatos explican los despidos y la resolución del TSJ, y Fabra se defiende como gato panza arriba, llega Monseñor Osoro y nos suelta que “cuando se pierde el derecho al trabajo, se rompe algo interior”. Leyendo el otro día sus declaraciones en ABC, yo es que me descojonaba.
Dice un proverbio de no sé dónde que cuando no tengas algo que aportar mejor que el silencio, cállate, y esto es lo que tenía que haber hecho el obispo valenciano. Monseñor no tiene ni pajolera sobre RTVV. No sabe cómo se contrataba a la gente en este ente público. Lo desconoce todo sobre su eficiencia y sobre la audiencia del Canal 9. Además casi seguro que no se ha leído ni la sentencia de anulación del expediente de regulación de empleo. Y precisamente por todo ello, como no entiende nada de nada de este problema político y social, cuando al hombre le preguntan sale por peteneras, con la gilipollez del año, que no sabemos si la ha sacado de una frase del calendario, de un pogüerpoin budista o de una encíclica del siglo XIX.
“Cuando se pierde el derecho al trabajo, se rompe algo interior. Hay que estar cerca de los trabajadores”. Pues no, Monseñor, hay que estar cerca de la justicia. Hay que estar cerca de la verdad. Hay que estar cerca de los ciudadanos a quienes sangran con impuestos para mantener en un chiringuito a los colegas y familiares de cuatro caciques. Si usted, a falta de un análisis y de unos argumentos más solventes, se queda satisfecho dándonos la teórica sobre los males del paro y copiapegando un párrafo de algún viejo sermón dominical, pues vale, pero no pretenda que le tome en serio nadie, ni siquiera los curritos a los que dice apoyar, a quienes estas grandilocuencias suenan a chiste de mal gusto. Las cuestiones de actualidad política hay que abordarlas con conocimiento, desde todas las perspectivas y con cierta profundidad, y sino es mejor cerrar la boca. Si lo que quiere Carlos Osoro es implicarse de verdad en los problemas de la sociedad valenciana, debe empezar por empaparse en ellos y entenderlos, para después opinar con fundamento, porque solo faltaba que ahora un gobierno autonómico no pueda clausurar un ente inútil e improductivo cuando lo estime oportuno.
Monseñor también se pregunta “qué van a hacer y dónde van a ir ahora estas personas que se han quedado sin trabajo". Ya sabemos, señor Arzobispo, que el paro es terrible, no hace falta que usted nos lo recuerde con una frase cursilona que hace que efectivamente algo se rompa en nuestro interior, el pecho a reír por ejemplo. Si tan preocupado está por el futuro de estas familias, pues no sé, monte usted una agencia de colocación o, casi mejor, amplíe los comedores de Cáritas, que es lo suyo, pero deje de decir simplezas.
8 comentarios:
Totalmente de acuerdo! Los Arzobispos en un país como el suyo son formadores de opinión. No pueden decir cualquier cosa, pues habrá quienes las interpreten como la opinión de la Iglesia... Y qué tienen que meterse los curas en algunos temas? Que hablen sobre la legalidad del aborto está justificado, pero qué saben de cuestiones como esta?
Como decía mi abuela: zapatero a tus zapatos :-)
Buena semana a todos!
Yo no veo que sea tan grave, ni tan censurable el asunto.
No sé. Tampoco ha dicho ninguna barbaridad que pueda menoscabar la esencia de los principios del cristianismo.
Aparte de que las televisiones regionales sobran en esta España pauperizada, ( y en ala anterior más próspera también), el obispo muestra su preocupación personal por las nuevas familias paradas.
Que puede ser poco oportuno, vale. Que puede ser mal interpretado, de acuerdo.
Pero vamos...que no es pa tanto la cosa, Neri.
“Cuando se pierde el derecho al trabajo, se rompe algo interior”
Solemne tontería...¿Interior?...lo que se rompe es la nómina y lo que de ella depende, más "exterior" no cabe...
Creo que Monseñor se puso lírico y le ha salido cursi.
¡Bueno, amigo Neri, aprovecho mi humilde aportación para felicitarle por alguno de sus anteriores posts,¡está muy prolífico y brillante! le leo en silencio, a horas intempestivas, inmersa un barullo existencial que no me deja tiempo, ni para comentar.Me limito, como puedo, a actualizar mi blog y seguir fiel a los que valen la pena :)
Por eso, nunca olvido La Pluma. Nunca. Ni a usted, ni a los brillantes amigos comentaristas habituales.
Un abrazo a todos
Asun
¡Ay! ¡Qué poquito hemos pasado por el INEM! Cuando uno va al paro no es sólo la nómina: es el miedo, la inseguridad, la sensación de fracaso, la pérdida de dignidad, el convertirte en un paria, el terror a no poderles poner un plato de comida a tus hijos...en fin: quien lo probó lo sabe. Que un pastor de almas te manifieste su apoyo no sólo es un consuelo: también es un deber "Venid a mí los que estais cansados y agobiados que yo os aliviaré...etc" Yo no sé con qué tipo de beatíficos seres tratan ustedes a diario o si viven en una Arcadia feliz en la que no hay dolor y el consuelo no es necesario ¡Fortunatus illi!
Estoy de acuerdo con C.S y entiendo perfectamente lo que quiere decir.
¡De hecho a ella se la entiende mejor que al Arzobispo!
La frase es desafortunada por críptica y al alcance de unos pocos a la altura de la sabiduría y erudición, amén que sensibilidad y solidaridad de nuestra egregia comentarista.
Saludos
A
Gracias, Asun, guapa, ¡siempre tan amable y cariñosa! A mí me pareció muy obvio desde el principio y por eso no entendí muy bien el enfado del Sr. Neri. Pero cuando has pasado por ello lo pillas enseguida...¡El paro es un asco!
Exacto, Brisa: deberían ser formadores de opinión.
¡Hola, Asun! Me alegro de verla por aquí y de que haya retomado su blog, que seguiremos muy atentos.
Diga que sí, Brujo, usted a llevar siempre la contraria. Cuando alabo a la Iglesia soy Torquemada y cuando la critico no es para tanto. Que sí, majo, que sí.
Aunque tuvo gracia lo que me comentó usted el otro día por teléfono. Me dijo que en el fondo este post era muy clerical porque "si el autor de la frase no hubiera sido cura, no habrías reparado en epítetos". Y así es. Si Osoro no hubiera sido sacerdote y Arzobispo, sin duda habría dicho que es un tonto del culo. Como lo es, me limito a recomendarle respetuosa y humildemente que analice con algo más de rigor la problemática de Canal 9 y que intente utilizar un lenguaje más accesible para todos los fieles, que si no solo le entiende C.S..
C.S, no sea tan mala de acusarme de insensible hacia la realidad del paro ni juegue a adivina de mi trayectoria profesional. Como bien ha dicho Asun, no critico al Arzobispo por apoyar a los trabajadores, sino por críptico, lírico y cursi, y por hacer un análisis tan simplón y tan unilateral de un problema tan complejo. Me parece bien que Monseñor intente (aunque no consiga) consolar a los parados, pero su postura me parece infantil y facilona. Lo que no puede pretenderse (y no digo que Osoro lo pretenda, aunque lo parece) es que para proteger uno, cien o mil puestos de trabajo se mantengan indefinidamente ciertos tinglados, chiringuitos, entes, organismos y empresas que en primer lugar son inútiles y en segundo lugar son y han sido fuente de graves injusticias profesionales e instrumento de nepotismo y de discriminación. Esto el señor Arzobispo no puede o no quiere verlo.
En La pluma hemos defendido hasta la saciedad a los trabajadores de la rapiña empresarial, provocando las protestas de los lectores derechistas, pero, como decía Don Barzini en El Padrino, “después de todo no somos comunistas”, y lo que no tiene sentido es inyectar dinero público de forma ilimitada y sin criterio a determinadas empresas solo para no dejar en la calle a los trabajadores. Esto no solo es falsear la economía sino malversar el dinero de los contribuyentes, a los que digo yo que la Iglesia también tendrá que defender.
El derecho al trabajo es esencial pero los puestos de trabajo no son un bien absoluto que haya que proteger a costa de todo lo demás. Y la verdad, no sé porque explico esta perogrullada, que ya me está dando vergüenza.
Joder Neri, cuando vas a entender que no soy un anticlerical irredento, cojones. Un día le dije a un cura del Opus, que yo era una rara avis, porque creía más en los curas, (sobre todo en algunos, no en todos), que en Dios.
A ti te pasa lo contrario: crees más en Dios que en los curas.
Yo valoro mucho la labor que hacen los curas, -en su mayoría excelentes personas-,desde el pobre párroco del centro aguantaviejas; al cura de barrio implicado en mil programas de integración social; al cura de pueblo que dice quince misas al día y que aún saca tiempo para visitar enfermos por las tardes; y ya no te digo el que se juega el tipo en esos mundos sin Dios, donde son la única esperanza en muchos casos de la gente más humilde.
Puestos a criticar a alguno, agárrate al alemán ese que se ha hecho un palacete del copón de la baraja, ó a alguno de los bastardillos que les da por seguir al pie de la letra el "dejad que los niños se acerquen a mi".
Vaya noche perra has pasao..., majete.
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