Ya era un pervertido muy violento
en su más tierna adolescencia. En 1976, con apenas 18 años, ingresó en prisión por violación. A los 25 volvió a la trena por tres nuevas
agresiones sexuales y dos años después le metieron otro paquete por obligar a
golpes a un jovencísimo recluso a hacerle una paja en la cárcel de Valladolid.
Durante un permiso forzó a una chica belga en Alicante y lo metieron en un
hospital psiquiátrico penitenciario, aunque nunca se le llegó a diagnosticar
ninguna enfermedad mental. Al salir, en
1985, volvió a las andadas en Palencia y al poco tiempo le condenaron a
diez años, pero no se sabe cómo acabó en otro hospital penitenciario.
Finalmente, durante diferentes permisos, llegó a violar a cinco mujeres en Valladolid y
a tres en Salamanca, y a asesinar en el 92, tras abusar sexualmente de ellas, a la
pucelana Leticia Lebrato (de 17 años) y a la burgalesa Marta Obregón (de 22), que actualmente se encuentra en proceso de beatificación por haber
defendido su pureza con heroísmo (y por su vinculación con el Opus Dei). A ambas las cosió a puñaladas.
Esta trayectoria delictiva (18 violaciones) nos obliga, desde luego, a hacernos muchas preguntas sobre la justicia española. En cualquier caso, desde hace 21 años, Pedro Luis Gallego Fernández, más conocido como el violador del ascensor, no había salido de la
cárcel hasta que esta semana la Audiencia de Burgos lo ha puesto en
libertad, nueve años antes de lo previsto, tras la anulación de la doctrina Parot.
Por lo que parece, el angelito ha fijado su residencia en Valladolid.
El violador del ascensor abandona Alcalá Meco |
Estos días se vive una psicosis
en la ciudad. Miles y miles de whatsapps, emails y tweets difunden su foto y
especulan sobre la ubicación exacta de su domicilio. Entre anteayer y hoy ya se
han lanzado al menos cuatro hipótesis, algunas de ellas recogidas por la prensa
local. Se le ha situado en diferentes barrios, generando en ellos una gran
alarma social. Ayer mismo en varios portales de una de las zonas señaladas
había carteles instando a los vecinos a no dejarse abierta la puerta de la calle.
La familia de una de las adolescentes asesinadas ha convocado el próximo día 1 de diciembre una concentración de repulsa contra la excarcelación de Gallego Fernández.
Hay una frase muy de peli
americana que suele pronunciar, muy digno, el típico expresidiario arrepentido
cuando se siente marginado o discriminado: “yo ya he pagado mi deuda con la
sociedad”, y es totalmente falso porque lo único que se salda tras cumplir una pena
de prisión es la deuda con la justicia, con el Estado. La deuda con la sociedad
va por otros derroteros, como puede verse en el caso que nos ocupa.
Legalmente, Gallego puede ser
todo lo libre que quiera, y tal vez sea jurídicamente irregular someterle a
vigilancia policial, distribuir su imagen o alertar a los vecinos de la zona
donde vive. Desde un punto de vista formalista y teórico, tiene derecho a
rehabilitarse y a rehacer su vida tras todos estos años en el trullo, y lo más
probable es que sea delictiva (o contraria a la normativa de protección de datos)
cualquier conducta dirigida a acosarle o a identificarle públicamente. Pero sea
como sea, este señor, del que con razón o sin ella todo el mundo presume
que sigue teniendo problemillas con el sexo, lo lleva crudo. Es a partir de
ahora cuando va a empezar a pagar su verdadera deuda con la sociedad española.
El recién liberado delincuente va
a sufrir los efectos devastadores de las nuevas tecnologías de la información.
Gracias a las redes sociales y a los móviles muy pronto España entera se sabrá
de memoria su nombre y su fotografía. La Audiencia Provincial de Burgos le
habrá perdonado, pero los millones de padres de familia, mamás, chicas jóvenes,
novios, abuelas, profesores y personas normales de este país jamás le
indultarán. El violador del ascensor nunca podrá integrarse ni ser feliz. No
podrá permanecer muchas semanas residiendo en el mismo sitio, pues será víctima
de los más virulentos “escraches”. Nadie en su sano juicio le dará un trabajo. Nunca tendrá ni una sola oportunidad mientras sea reconocido, y lo señalarán con el dedo (en el mejor de los casos) con asco,
miedo o ira hasta el mismo día de su muerte.
La sociedad española no puede ni
debe perdonar las monstruosidades que ha cometido. No le quedará más remedio
que sobrevivir de las prestaciones públicas, danzando de ciudad en ciudad,
ocultando sus datos y camuflando su aspecto. No gozará de las medidas de un
programa como los de protección de testigos (muy de cine también) y tampoco tendrá medios para someterse a una operación de cirugía estética y hacerse
otro careto, si es que eso pudiera servirle de algo. El boca a boca será su
perdición; tenga la pinta que tenga, en cuanto presente el DNI en la más remota
oficina del más pequeño villorrio, todos los españoles sabrán donde se
encuentra y actuarán en consecuencia. Nadie quiere cerca a un tipo así.
Aspecto reciente |
En España no existe eso de la
castración química, y aunque existiera daría igual porque esas obsesiones sexuales
están solo en el cerebro y este pollo seguiría persiguiendo jovencitas aunque le
cortaran el ciruelo con las tijeras del pescado.
Es difícil aventurar la mejor solución al problema de su excarcelación a una edad (57 años) en la
que aún puede hacer mucho daño. Yo, la verdad, veo pocas soluciones. Quizá lo
ideal es que emigrara al extranjero, a algún lejano país al margen de los circuitos
informativos ordinarios, pero parece inviable por la dificultad del idioma y de
su subsistencia. También sería de agradecer que, agobiado por su situación,
decidiera poner fin a todo de la forma más radical, pero no cabe esperar un
gesto tan generoso de un sujeto tan “vital” y tan instintivo, de un
superviviente nato. Tampoco veo probable un linchamiento con final feliz salvo
que se atreva con la hija de los gitanos que el otro día perdieron a su madre en el vertedero de Jaén.
El desenlace de esta historia yo creo que todos podemos adivinarlo. Pedro Luis Gallego parece tener su destino escrito en la frente, junto al de otra pobre chica que ahora mismo estará feliz, en clase o divirtiéndose con sus amigas. Este depredador sexual terminará otra vez en la cárcel tras volver a destrozar (con asesinato o sin él) la vida de una pobre muchacha y la de sus seres queridos.
El desenlace de esta historia yo creo que todos podemos adivinarlo. Pedro Luis Gallego parece tener su destino escrito en la frente, junto al de otra pobre chica que ahora mismo estará feliz, en clase o divirtiéndose con sus amigas. Este depredador sexual terminará otra vez en la cárcel tras volver a destrozar (con asesinato o sin él) la vida de una pobre muchacha y la de sus seres queridos.
5 comentarios:
Qué descorazonador y qué cierto es todo lo que dices. Qué gran columnista se está perdiendo el país.
Estamos ante un callejón sin salida. El pánico es malísimo, pero en este caso el miedo está más que justificado.
Yo en este caso veo con buenos ojos una actuación parapolicial. Es decir este tipo tiene que estar vigilado las 24 horas del día, de forma continuada.
Su foto con su aspecto actual divulgada lo antes posible.Aunque por desgracia con el uso habitual de tintes, gorras y gafas de sol, podrá pasar desapercibido más de lo que sería deseable.
Y estrujar el código penal y el ordenamiento jurídico, hasta lo indecible, para incapacitarlo y recluirlo de por vida en un centro psiquiátrico, con más medidas de seguridad que Hannibal Lecter.
Está claro que hay que actuar de forma contraria a derecho, discretamente y sin escrúpulo legal alguno.
Escalofriante lo que cuenta!
No es mi tema, pero tengo entendido que clínicamente una persona con esta patología es irrecuperable. Es decir, haga lo que haga su inclinación (o instinto) es más fuerte que su voluntad, y termina cayendo siempre.
Está claro que un tipo así no puede estar suelto.
Yo dudo mucho de que se verá acorralado de por vida por la sociedad. Mire, la gente se olvida fácil; sobre todo de lo que les hace sufrir. Verá que en un par de semanas ya nadie se acuerda de este hombre. Hasta que aparezca otra mujer violada, claro.
La solución para mi es la castración. El derecho penal avala que se prescinda de un bien (el miembro masculino del fulano) a favor de un bien mayor (la integridad física de las mujeres). El problema es que el daño es probable y no concreto, y ahí tiene el dilema legal, pues no se puede aplicar una medida así "just in case". Difícil solución, legal y moral.
Eso sí, inducirlo al suicidio o desearle la muerte, tampoco me gusta mucho.
¡¡¡Menudo tema para empezar el fin de semana!!!
Besos y cuidaos mucho quienes vivís en esa ciudad
Del Catecismo de la Iglesia Católica:
La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas.
Pero si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana.
Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquél que lo ha cometido sin quitarle definitivamente la posibilidad de redimirse, los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo suceden muy rara vez, si es que ya en realidad se dan algunos.
Vamos, que si este tipo de criminales son incorregibles sólo caben dos soluciones para que la sociedad se proteja de ellos: o se les encierra de por vida o se les aplica la pena de muerte.
A mí, convencido de la existencia de la vida eterna, me parece mejor la pena de muerte que la castración porque, como dice Neri, la castración no soluciona el problema que no es genital sino de mente.
La cadena perpetua o simplemente la no concesión de permisos penitenciarios a este señor habría ahorrado muchas desgracias.
Pues sí, hoy mismo empieza a saldar su deuda con la sociedad: la Junta acaba de excluir a los violadores y asesinos que no hayan satisfecho la indemnización civil a sus víctimas del derecho a cobrar la renta de ciudadanía, que es la ayuda mensual que pagan los servicios sociales a quienes acrediten no tener ningún ingreso ellos ni su unidad familiar. Este hijo de puta tendrá que vivir del aire.
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