Me gusta la gente distinta, la
que destaca con sus vivos colores contra el gris de la muchedumbre. No me
refiero a aquellos que se saltan a la torera las normas de convivencia
comúnmente aceptadas, sino a los que tienen una fuerte personalidad y han ido poco
a poco construyendo su identidad en base a gustos, costumbres y valores propios
no necesariamente chirriantes pero sí definidos con valentía frente a la tenaza
del qué dirán.
En una sociedad que exalta la
libertad individual pero en la que al final somos todos como monigotes
uniformados, como soldaditos de plomo idénticos, me atraen esos pequeños héroes
anónimos que han decidido ellos solos cómo quieren ser, pensar y vivir, sin
estridencias pero a veces echando un pulso firme a los topicazos paralizantes
que nos asolan.
Me gusta la gente crítica con la
prensa, la historia oficial, la moda, el consumismo, las costumbres de ocio
imperantes, el modelo político y económico, y tantas otras cosas tan
cuestionables y que casi nadie cuestiona.
Sin embargo, cuidado, porque no
todos estos contracorriente me inspiran la misma admiración. Hay muchos de
ellos a quienes la forma de defender su estilo o poner en práctica sus ideas
les ha llevado a la confrontación con casi todas las personas de su entorno.
Ser ellos mismos les ha costado, en mayor o menor medida, la estigmatización
social, el rechazo de casi todo el mundo y la marginación en distintos ámbitos
importantes, entre ellos el familiar y el laboral. Por su manera de
desenvolverse quedan postergados en su grupo de amigos, sufren serias
dificultades con su pareja (si la tienen), son despedidos o no contratados por
nadie, y los van arrinconando poco a poco hasta quedar abandonados en su jaula
desde la que rugen como las fieras de un zoológico, reafirmándose cada vez más
irracionalmente, hasta el delirio.
La postura de estos suele ser la
más facilona y además no es raro que encubra un déficit en habilidades
sociales y en inteligencia emocional. Ser un kamikaze sin medida está
chupado; se trata simplemente de aferrarte a lo tuyo, avanzar sin mirar hacia
delante ni hacia atrás, olvidarte de cualquier forma de empatía, no ceder
nunca, no contemporizar con nadie, enfrentarte con todos y hacer lo que te dé
la gana en cada momento, caiga quien caiga. Y luego cuando te quedas más solo
que la una, echarle la culpa a la sociedad que no respeta tu forma distinta de
ser.
Pues no. A mí los que me gustan son
los pocos que tienen la suficiente habilidad para preservar su independencia
sabiendo integrarse al mismo tiempo en la sociedad que les ha tocado vivir y en
la que, a fin de cuentas, deben trabajar, amar y relacionarse. Cierto que una
persona con una tabla de valores muy alternativa nunca se va a integrar de
forma totalmente satisfactoria y siempre va a tener que hacer ciertas cesiones,
pero yo admiro a aquellos que, aunque sea con artes de malabarista, aciertan a
conjugar su derecho a ser ellos mismos con su necesidad de encajar mínimamente
en el tiempo y en la cultura que les han visto nacer.
Una autonomía tan radical que te termina
aislando, una originalidad tan fuerte que solo te genera conflictos, una identidad
personal tan diferente que te impide ser feliz, querer y que te quieran, no
pueden ser buenas. Por muchas tesis conspiranoicas que se inventen los frikis
de turno para justificar su fracaso social, admitamos que a la gente equilibrada le
acaba tocando hacer de tripas corazón más de lo que le gustaría para que sus
peculiaridades no terminen siendo su tumba. La clave está en el límite de lo
que se puede ceder y en dónde queda la línea
divisoria entre vivir como uno desea y convertirse en un muñeco fabricado en
serie.
8 comentarios:
Brillante post amigo.
A veces cuando matizas le dejas a uno hecho polvo y en un mar de dudas. Porque más que matizar parece una enmienda a la totalidad, a la primera premisa.
En el fondo no haces más que reflejar la auténtica idiosincrasia humana, profundamente contradictoria, y a menudo más egoísta de lo que parece.
Pero si que creo que siempre hubo una incomprensión absoluta, hacia quien se salía del guión predominante.
Desde aquí mi admiración a los resistentes, con todos sus defectos.
Yo creo que si uno no está dispuesto a cambiar el mundo, lo menos que puede hacer es respetar a quien si que está dispuesto a hacerlo.
Buen fin de semana.
El ejemplo más elocuente de ello (de ir contra corriente), para mi es el tal Tono. Es un caso extremo, un idealista de la causa "del apóstol y de los alimentos", que no se si tiene algún seguidor, o va por libre, completamente solo, el tío.
... y aprender a cerrar puertas, no por orgullo ni soberbia sino porque ya no te llevan a ninguna parte...
Y a decir "no te pateo ahora mismo el culo porque-porque-porque... que si noooo..."
Y cuando ya no puedes más, mirar a los ojos de quien te reta y... sonreir; sonreir siempre, pensando "por un oído me entra y por otro me sale" "********"...
Y ahorrarte consejos que nadie te pide.
Porque, de otro modo, corres el peligro de convertirte, en lo que más odias. De quedarte muy solo. De pasar el resto de tu vida metido en problemas o lo que es peor: sufriendo.
Feliz fin de semana a todos.
Varias veces me he encontrado con gente que se pasa de grosera, maleducada y metijona bajo el estandarte de “yo es que voy de cara, digo la verdad”. Puede ser, hombre, pero es que nadie te ha pedido que digas ni la verdad ni la mentira, tío pesao.
Por otra parte, y loando a esos camaleones con personalidad excepcional a los que usted admira, el otro día leí esto: “ el hombre verdaderamente inteligente es quien opta por parecer tonto ante tontos que aparentan ser inteligentes”
A mí me gusta la gente diferente, pero no los rebeldes sin causa. Me gusta la gente que tiene su propio estilo de vestir, siempre y cuando no haga que la gente se vaya girando a su paso por pura vergüenza ajena. Hay muchas formas de tener uno su propia identidad sin necesidad provocar rechazo social. La gente que no sabe conjugar su estilo y personalidad con el resto de la sociedad obviamente tiene un problema de inmadurez.
Y lo mismo digo de la gente que tiene un caracter raro, un tímido no tiene por qué obsesionarse en tener una gran vida social, pero tampoco como una chica más rara que un perro verde que conocí una vez, que te la presentaban y te acercabas a darle dos besos y el que te la había presentado te decía que no que no le gustaba que le dieran besos, y tu te quedabas en plan.. bueno.. pues encantada chica...
En fin que el estilo propio está muy bien, pero que vivimos en sociedad y hay que adaptarse.
Brujo, no es una enmienda a la totalidad. He querido expresar que es muy difícil conservar tu propia identidad en una sociedad que nos iguala a todos como una apisonadora, y que admiro a los que tienen la habilidad de hacerlo sin sufrir marginación (que los hay, aunque pocos).
Y también que es curioso como algunos necesitan remarcar sus diferencias para tener coartada para su fracaso social. Es como el chaval que es agresivo e insoportable y todos le dan de lado desde siempre, y un día decide hacerse punkie radical y a partir de entonces dice que si la sociedad le rechaza es por su estética y sus ideas. O como el típico raro que le llaman para salir de copas y dice que no bebe, para ir a la discoteca y dice que no baila, para jugar un partido y dice que el fútbol es alienante, para ir de excursión y dice que odia el campo, hasta que llega un día que ya no le llama nadie y entonces asegura que le han dejado tirado porque no respetan su forma de divertirse.
El tema de los católicos de hoy también tiene miga. Si lo pensamos bien, un chico joven que aspire hoy en España a ser un católico genuino, cumpliendo a rajatabla con sus creencias y su moral, es muy difícil que pueda desenvolverse con normalidad en los ambientes de ocio al uso o tener unas relaciones fluidas con la mayoría de chavales de su edad. Y sin embargo hay gente mucho más hábil que otra para combinar ambas facetas, a veces realmente incombinables.
Nago, la daba casi por desaparecida :-) Me alegro de su regreso. Buena y hábil actitud la suya, desde luego.
Políticola, los "sinceros sin que nadie se lo pida" son una especie muy asquerosa.
Extraordinario comentario, señorita Aprendiz. Certera su frase: "La gente que no sabe conjugar su estilo y personalidad con el resto de la sociedad obviamente tiene un problema de inmadurez". Conjugar no significa igualar o identificarse, sino buscar puntos de convivencia, de compatibilidad, porque si no sería un desastre.
No hay nada más odioso que lo que comenta Politícola de "yo es que voy de cara..." o lo de "yo soy así, y al que le guste bien". Eufemismos para no reconocer que uno no tiene ni puta idea de cómo relacionarse con los demás, sobre todo, siguiendo lo que dice Aprendiz, por inmadurez. Esos son los que tarde o temprano acaban siendo los mayores siervos, pero siempre encuentran una justificación, igual de inmadura, para ese servilismo.
Al Neri: a pesar de leerle habitualmente, me sigue asombrando lo prolífico que puede llegar a ser usted en sus textos. Enhorabuena.
Muchas gracias, Carlos T..
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