miércoles, 19 de junio de 2013

PUNTUALIDAD

Desde niño he sido muy puntual y, como casi todos los puntuales, he llevado malamente las impuntualidades ajenas. Pero parece (y he tardado mucho en darme cuenta) que en países como España, los que llevamos a gala ser estrictos con el reloj tenemos la batalla perdida.

Yo he hecho lo imposible por atajar la impuntualidad de mis amistades y todos mis esfuerzos han sido inútiles: malas caras, burlas, protestas, decir a los reincidentes que se quedaba media hora antes, e incluso largarme sin contemplaciones, rompiendo la cita, si la cosa pasaba de castaño oscuro. Salvo cuando quedaba con señoritas, se entiende, que sonreía como un querubín aunque me tocara esperar tres cuartos de ahora.

Siempre me han intrigado los motivos por los que la gente es impuntual. En principio, no llegar a la hora a los sitios es una falta de respeto hacia los que deben esperar tu llegada, pero hay que reconocer que lo peor de este fallo es lo poco equitativamente que se reparte, es decir que no es que un día llegue tarde uno y otro día otro, sino que lo normal es que los tardones sean siempre los mismos. Es algo muy relacionado con el carácter o la personalidad. Yo lo solía achacar a una mente desordenada, a una falta de disciplina y de organización, o a un egoísmo que lleva a considerar siempre más importantes los asuntos propios que los ajenos, pero últimamente considero que esta es una interpretación demasiado gruesa, ya que sé de gente muy maja, generosa, bastante metódica y responsable a la que siempre me toca esperar bastante cuando quedo con ellos.

Posiblemente sea un cúmulo de algunos de estos factores y otros distintos, entre ellos el interés que suscite el encuentro o actividad, lo atareada que esté la persona, la pereza, la dejadez (dejar las cosas para el último momento y andar siempre pillado), el estrés o la hiperactividad (pretender hacer muchas cosas a la vez o en poco tiempo). Por ejemplo, no creo que todos los impuntuales sean gente muy ocupada, pero la observación me ha hecho concluir que un tío que llega siempre al minuto a todo tipo de citas suele llevar una vida más bien ociosa, sin que sea una regla absoluta.

Y aun así, cuidado con mis reglas, porque ya digo que yo conozco a alguno que era impuntual a los doce años y ahora lo sigue siendo igual o más. Posiblemente, en estos casos extremos sí podamos hablar de una dejadez y un pasotismo congénitos, aunque estos señores, qué cosas, siempre llegan pronto si quedan con una maciza o a un examen o entrevista donde se juegan un puesto de trabajo.

Con la puntualidad no caben normas absolutas. En general, vulnerarla sí me parece una falta evidente de consideración, pero hay muchos niveles de gravedad. Por ejemplo, creo que son inaceptables los retrasos a citas de tipo profesional, académico, o en las que rijan ciertas formalidades. También me molesta mucho la falta de diligencia con la hora cuando hay personas que deben esperar sin poder ir haciendo otra cosa o en situación de especial incomodidad (en la calle con lluvia, frío o calor intenso; a horas intempestivas; después de un madrugón, o una persona sola). Sin embargo, y es de cajón, en contextos de amistad y de ocio, cuando quedan varios amigos, normalmente en un bar, y se esperan unos a otros tomando un chisme, no es cuestión de ser tiquismiquis con el minutero.

Pero, ¡cuidado!, porque por culpa de los móviles y del whatsapp, el vicio de la impuntualidad ha adquirido nuevas dimensiones. Con eso de que todo el mundo está localizable y se puede saber en cualquier momento en qué local está el grupo de colegas, la hora de quedar se ha convertido en un concepto más elástico que el chicle, hasta el punto de que es una situación más que típica que te presentes en el bar de turno a la hora orientativa y te toque esperar a ti solo un rato largo; eso sí, tras haber recibido cinco mensajitos avisando de que “llego un poco tarde”, “tardaré veinte minutos”, “avisadme a dónde vais después”.

Lo jodido era cuando estaba en la universidad y quedábamos quince en la plaza un sábado de enero, a las diez de la noche, que al que llegaba el último daban ganas de lincharlo, pero es que si no lo esperabas se quedaba colgado porque no había ni móvil ni nada.

Otra cuestión importante es lo contagiosa que es la impuntualidad. De hecho muchas personas que siempre hemos sido ultraprecisos con el horario hemos ido relajándonos con los años por el único motivo de no ser los únicos tontopollas que llegamos a tiempo y tener que esperar siempre. ¡Los impuntuales siempre salen victoriosos!

Por último, subrayar de nuevo que el hábito de la puntualidad no puede ser absoluto ni convertirse en manía como de hecho yo también he llegado a ver en algunos, que, por el prurito de no perder su fama de diligentes, son capaces de dejar a su madre muriéndose. Hay que saber ponderar cada situación y ordenar los compromisos y las necesidades por su importancia real. Al fin y al cabo, como decía Francisco Umbral, la puntualidad es la moral externa de los hombres de moral contradictoria.

16 comentarios:

Aprendiz de brujo dijo...

Que digo, que este pa mañana.que si me lo leo todo, llego tarde.

José María Souza Costa dijo...

Invitación - E
Soy brasileño.
Pasei acá leendo , y visitando su blog.
También tengo un, sólo que mucho más simple.
Estoy invitando a visitarme, y si es posible seguir juntos por ellos y con ellos. Siempre me gustó escribir, exponer y compartir mis ideas con las personas, independientemente de su clase Social, Creed Religiosa, Orientación Sexual, o la Etnicidad.
A mí, lo que es nuestro interés el intercambio de ideas, y, pensamientos.
Estoy ahí en mi Simpleton espacio, esperando.
Y yo ya estoy siguiendo tu blog.
Fortaleza, la Paz, Amistad y felicidad
para ti, un abrazo desde Brasil.
www.josemariacosta.com

Zorro de Segovia dijo...

pues mire, para mí eso de los móviles es una bendición. Soy de los puntuales, y cuando pasa un tiempo prudencial, me largo acompañado de los presentes. Es todo un placer recibir la llamada de turno a los 10 minutos diciendo: –¡pero dónde os habéis metido!

Luxindex dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Luxindex dijo...
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Brisa dijo...

Soy puntual y me gusta que lo sean conmigo. No creo que sea obsesiva, soy organizada. Si uno queda a las 10 y tiene media hora de viaje, pues hay que salir a las 9:30 y listo. Me molesta mucho que me hagan esperar, sobre todo si quedamos a comer y tengo hambre.

La puntualidad es una cuestión cultural. Los alemanes lo entienden muy bien y la verdad es un placer. En mi tierra es como en la vuestra, con la diferencia que en Arg me siento más libre para expresar mi disconformidad y en Esp no sé como reaccionar.
Me ha pasado que me invitaran a cenar (profe de la uni): "pues vente a las 8". Llego a las 8 con un pastel y un ramo de flores. Cuestión que me recibe su marido con la ropa de deporte, recién llegado del fútbol; la anfitriona en la ducha y ni noticias de la prometida cena... Me sentí una tonta!!! Les dejé las flores, el pastel y me fui a caminar. "Cuando estéis listos me avisáis" (en correcto español). Creo que se avergonzaron, aunque no tanto. A final cenamos a las 10:30 y me prometí no volver a quedar con esa mujer. Quién le dio a entender que mi tiempo no vale nada? Y mis planes? Por suerte vivía en Barcelona, en un barrio céntrico, que si fuera otro lugar más aburrido me disculpo y cancelo la cita.

Besos

J dijo...

Me he visto reflejado en el post. Muchos de mis cabreos con buenos amigos han sido causados por su impuntualidad. De acuerdo en que no se convierta en algo obsesivo pero hay que cuidar la puntualidad y el ser impuntual (salvo causa grave) es una falta de respeto hacia la persona a la que se está haciendo esperar. Si el impuntual se organiza para llegar a tiempo a una entrevista de trabajo, a un examen o a la función de teatro, ¿por qué no se puede organizar para no hacer esperar a un amigo?

C. S. dijo...

La impuntualidad en las citas románticas puede que sea tolerable en las mujeres. En los hombres genera instintos asesinos que una no sabía ni que tenía. Yo se mucho de esto porque estoy casada con un tipo que sólo llega puntual al curro y al cine. ¡Y el papelón de esperarle en tacones y vestido en un bareto, con esa pinta de mujer abandonada! ¡Tener que llegar al límite de esconderte detrás del Marca para que no se te note que miras el reloj cada diez segundos y que se te está empezando a poner cara de Medusa! Lo encuentro insufrible, Lux.

Capitán Alatriste dijo...

Leer esto ha sido como poner palabras a la opinión que siempre he tenido de la impuntualidad. Tenía ganas de que alguien entrase a observar y comentar este fenómeno (anti)social.

Espero que se le presente un buen verano, señor Neri.

Un saludo.

Luxindex dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Aprendiz dijo...

A veces la impuntualidad es por calcular mal la hora de empezar a arreglarte o de salir. A mi normalmente me ocurre que a mi madre le da por contarme cosas cuando me estoy preparando para salir y me acaba retrasando.

De todos modos yo últimamente recurro a un método bastante efectivo, y es que como cuando salgo suelo llevarme el coche, quedo en recoger a alguien de camino, y así me permite salir de mi casa a la hora que quiera, sin que se enfaden porque nadie se enfada si le recogen en su puerta. Y así también te aseguras no quedarte colgada si se te pierde el resto del grupo. En fin, truquillos.

Al Neri dijo...

Bienvenido, José María. ¡Qué bello nombre, José María! Me recuerda al de un santo entrañable que nos dejó un gran legado ;-)

Buena anécdota, Brisa, aunque me hace gracia que indique que eran profesores universitarios, como si eso presupusiera mayor formalidad o puntualidad.

J, lleva usted toda la razón: los impuntuales solo lo son en lo que les interesa y esa es la razón por la que me parece una gran falta de respeto, porque te dan menos importancia que a los eventos en los que nunca se retrasarían (ej. el cine).

Capitán Alatriste, le deseo también un buen verano y unas buenas (y espero que próximas) vacaciones.

Aprendiz, no me parece mal truco, no.

Luxindex y C.S., haciendo un poco de abogado del diablo (ya que yo siempre he disculpado la impuntualidad de una novia y eso que no la he sufrido), querría plantear este interrogante:

En plena era de la igualdad de género (felizmente conquistada), cuando ellas también trabajan y tienen los mismos derechos y obligaciones que nosotros, ¿por qué se sigue disculpando la inpuntualidad femenina en las citas románticas como una prueba de coquetería, y, lo que es peor, se considera una grosería que el hombre llegue tarde?

C. S. dijo...

Yo tampoco apruebo la impuntualidad femenina en las citas románticas. Incluso el día que me casé pretendía llegar en punto. Gracias a Dios fuí retenida (contra mi voluntad) por mis hermanos, que consideraban que era de un agüero pésimo que la novia llegara primero que el novio y que se conocían el percal de mi Santo.
La única razón aceptable para llegar tarde a una cita es que uno quede en Valladolid. Como todo el mundo sabe, el trazado urbano de su ciudad está diseñado por el mismísimo Satanás, y por mucho que uno lo intente, siempre acaba entrando en un agujero negro que puede acabar perfectamente en Colombia. La única manera de llegar a la hora en este caso es ir acompañado de un nativo, y no siempre se encuentra uno a mano.

Brisa dijo...

Bueno, lo de aclarar que eran profes fue por lo de "dime quién te enseña y te diré qué aprendes"
Se supone que un educador debe ser educado... En fin, bobadas mias. Anacronismo puro.
Buen fin de semana!

Luxindex dijo...
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Al Neri dijo...

Totalmente de acuerdo, Luxindex.