domingo, 16 de noviembre de 2014

BAJO CIELOS INMENSOS



El periodista Alfred Bertram Guthrie, natural de Indiana y descendiente de pioneros, ganó el premio Pulitzer por su novela The way west (1950), nunca traducida al español, pero su asiento de honor en la historia de la literatura se lo debe a The big sky (Bajo cielos inmensos, 1947). Ambas obras fueron llevadas a la gran pantalla con los títulos Camino de Oregón (1967) y Río de sangre (1952) respectivamente.

Bajo cielos inmensos narra en tono épico y nostálgico las aventuras de Boone Caudill, un adolescente rebelde que huye de su casa en Kentucky y se enrola en la tripulación de una barcaza que remonta el río Missouri para comerciar con los indios Pies Negros. Con los años, Boone se convierte en un aguerrido trampero, en un mountain man que no quiere volver a saber nada de la civilización ni relacionarse con nadie aparte de la tribu india que lo acoge.

Estamos ante un emocionante relato de aventuras, pero el libro va mucho más allá y nos deleita con poéticas descripciones de los parajes del oeste, desde las praderas inmensas hasta las Rocosas, y de la naturaleza virgen de aquellas latitudes en la década de 1830. Se nota además que el autor era aficionado a las aves por la multitud de especies que menciona; es una pena que el traductor se haga un lío y sitúe en América especies estrictamente europeas.

Bajo cielos inmensos tiene también un valor antropológico: a lo largo de sus quinientas páginas, nos ilustra sobre las costumbres de las diferentes tribus de amerindios del noroeste, y sobre la incidencia en sus vidas de la llegada del hombre blanco. Normalmente se nos ha mostrado a los pieles rojas como indígenas belicosos en defensa de su "nación", pero Guthrie nos revela la otra cara de la moneda, la de unos salvajes anclados en el Neolítico pero fascinados por las mercancías de los colonos (en especial por el whisky), que no dudaron en cambiar sus hábitos, plantar sus campamentos cerca de los fuertes y prostituir a sus mujeres sin ningún escrúpulo a cambio de alcohol, pólvora, ropa o tabaco.

Por último la novela plantea, más o menos de refilón, cuestiones de gran interés, como la legitimidad de la Doctrina del Destino Manifiesto, los convencionalismos de la sociedad civilizada, el concepto de libertad personal y los peligros del individualismo.

Todo un himno a un territorio salvaje del que ya no queda nada ni rastro y al valor de unos hombres que lo dejaron todo solo por ver un horizonte distinto.

“Sobre sus cabezas había más cielo que el que un hombre podría imaginar, una cúpula profunda, lejana y vacía, a excepción tal vez de un halcón o un águila navegando por las alturas”.

3 comentarios:

Tábano porteño dijo...

Gracias, Neri, por reseñar libros como éste. No lo leí, pero vi "The big sky", gran western del talentoso Howard Hawks.

Borges decía que, en un siglo en que la literatura parecía haber olvidado sus deberes épicos, ese espacio fue ocupado por el cine. Y el western tuvo allí una labor destacada.

Creo se ve claro en estas obras el conflicto latente entre civilización y barbarie: el ámbito salvaje, bárbaro, debe ser incorporado a la civilización y en esa lucha surge el héroe. Pero una vez "domesticado", civilizado el medio, el héroe parece no encontrar ya su lugar y paradójicamente termina repelido por la civilización que él contribuyó a conquistar; hay en estos filmes una como "nostalgia de los tiempos heroicos". Las películas magistrales en este aspecto, a mi parecer, son The searchers y Man who death Liberty Valance, de John Ford, que con sus westerns prácticamente dio a USA la épíca que fue más bien escasa en su literatura.

Cuando pienso en la vida de los agonistas de estas historias no puedo evitar recordar la famosa divisa del general Pompeyo que inmortalizó Plutarco: "navigare necesse est, vivere non est necesse".

Al Neri dijo...

Tábano porteño, lo que habría que preguntarse algunas veces a la luz de la historia es hasta qué punto algunas naciones que han ejercido de colonizadoras eran civilizadas y no bárbaras.

Tábano porteño dijo...

Bueno, en Argentina el conflicto civilización-barbarie es un tema de larga data entre historiadores y polemistas desde que el (digamos) prócer liberal Domingo Sarmiento escribió en 1845 "Facundo o civilización y barbarie", en que identificó la barbarie con la tradición hispana (Facundo Quiroga fue un caudillo federal de la provincia de La Rioja cuyo lema era "Religión o muerte") y la civilización eran, simplificando un poco, los USA y en general los europeos nórdicos.

Más allá de Sarmiento, algunos autores sostienen que el retorno de alguna forma de barbarie es cíclico en nuestros lares. Borges escribió su famoso Poema conjetural que trata de la ejecución de su antepasado, el ilustrado F, N. de Laprida, por su vencedor el federal montonero y ex-clérigo Aldao. El poema fue publicado en 1943, cuando surgía el movimiento de masas que poco después se llamaría peronismo, y está considerado una metáfora de la vuelta de la barbarie, esta vez en la figura del caudillo Perón, que se identificaría con ese federalismo bárbaro. Tema espinoso si los hay.
Aquí el poema recitado por el propio Borges:
http://www.youtube.com/watch?v=RLC2wmJ_iyM

Por otra parte, Neri, si se trata de autores que amaron el paisaje agreste americano, en este caso la llanura pampeana y en particular a sus pájaros (se trata de un ornitólogo aficionado y escribió largamente sobre el tema), tal vez le interese conocer a William H. Hudson, que algunos consideran uno de los mayores escritores argentinos aunque era de padres norteamericanos y murió en Inglaterra. Pero la nostalgia de la pampa y el gauchaje la conservó hasta el fin:
http://todo-argentina.net/biografias/Personajes/hudson.htm