 Descubrí la loción de afeitado Floïd gracias a un regalo que, años ha, me hicieron mi abuela y su hermana. En mi familia, salvo contadas excepciones, suelen ser muy poco originales a la hora de hacer regalos y, por ello, acumulo en mi casa numerosos frascos con colonias y after-shaves, algunos de los cuales nunca usaré. Por lo visto, las dos venerables señoras preguntaron al dependiente de la perfumería cuál sería la loción más adecuada para un veinteañero y, éste, seguramente de coña pues muy pocos comparten mis gustos estéticos, les empaquetó un masaje de afeitado creado hace 75 años. Y, afortunadamente, acertaron de pleno pues, con su fortaleza vasodiladora y su serio, varonil y clásico aroma mentolado -sólo comparable con el casi iniguable Varón Dandy-, es el masaje de afeitado ideal para aquel hombre que se encuentre radicalmente alejado de la imagen del metrosexual que bimensualmente nos vende ese publirreportaje que en Antena 3 llaman noticiario.
Descubrí la loción de afeitado Floïd gracias a un regalo que, años ha, me hicieron mi abuela y su hermana. En mi familia, salvo contadas excepciones, suelen ser muy poco originales a la hora de hacer regalos y, por ello, acumulo en mi casa numerosos frascos con colonias y after-shaves, algunos de los cuales nunca usaré. Por lo visto, las dos venerables señoras preguntaron al dependiente de la perfumería cuál sería la loción más adecuada para un veinteañero y, éste, seguramente de coña pues muy pocos comparten mis gustos estéticos, les empaquetó un masaje de afeitado creado hace 75 años. Y, afortunadamente, acertaron de pleno pues, con su fortaleza vasodiladora y su serio, varonil y clásico aroma mentolado -sólo comparable con el casi iniguable Varón Dandy-, es el masaje de afeitado ideal para aquel hombre que se encuentre radicalmente alejado de la imagen del metrosexual que bimensualmente nos vende ese publirreportaje que en Antena 3 llaman noticiario.Al contrario que los hombres «fashion» que se disputan el cuarto de baño y los cosméticos con su señora, soy un acérrimo defensor del hombre tradicional que guarda en su balda del lavabo apenas un cepillo de dientes, el dentrífrico, un peine, una cuchilla y gel de afeitar -he de confesar que aún no me atrevo a afeitarme con navaja-, y unos sencillos y varoniles desodorantes, colutorios, colonias y lociones de afeitado. Éstos últimos productos con el aroma más alejado posible de esos bálsamos para después del afeitado con agentes hidratantes de aloe vera y esencia de petunias usados por los seguidores de esos petronios zeroleros de la ideología de género que chillan como locazas cuando, tras el afeitado semanal -nunca entenderé esa moda de llevar una descuidada barba de cinco días-, se enfrentan a un producto que contenga más de un cinco por ciento de alcohol.

Pues parece que, para los modernos defensores del metrosexual, no usar pendientes de brillantes a lo Beckam o gastarse las perras en marigaydades como cremas antiarrugas para ¿hombres? , camisetas rosas o chorradas por el estilo, automáticamente te convierte en el paradigma de macho ibérico de dientes amarillos a juego con la camiseta de tirantes, boina a rosca y olor a tomillo. Y mientras muchos ilusos corren a la perfumería a comprarse cremas exfoliantes o incluso maquillajes -parece mentira pero ahora deben existir quiceañeros que se maquillan- aterrorizados ante la idea de convertirse en hombres de verdad, los manipuladores de la moda y de la estética se llenan los bolsillos.
El modificar los cánones estéticos de la sociedad implica un cambio sustancial de ésta pues, al final, aquéllos suelen ser reflejo activo o pasivo de la personalidad de un individuo. Valga como ejemplo el siguiente enlace que he encontrado buscando imágenes para este post: genuino ejemplo de la condición intelectual de un individuo que ni siquiera sabe colocar las tildes.
Me gustaría que los lectores, además, comentaran qué tipo de lociones y fragancias les gustan (en las mujertes, por ejemplo), usan o detestan para sí mismos y para los demás, qué les evocan...
 

 
















 
 
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