jueves, 16 de julio de 2015

UN ALCALDE SOCIALISTA

Hace un mes, gracias al apoyo del resto de partidos de izquierdas, se ha convertido en alcalde de mi ciudad un monigote de bajísimo perfil cuyo nombre no merece la pena ni mencionar. La prensa de aquí dio la noticia con un titular que revolvió mis recuerdos históricos: “elegido el cuarto alcalde socialista de Valladolid”. Inmediatamente me vino a la memoria la figura de uno de estos regidores, el malogrado Antonio García-Quintana Núñez.

García-Quintana fue el segundo y último alcalde republicano de Valladolid. Fue un hombre con sólidos principios morales, un creyente convencido y un gestor concienciado con los graves problemas sociales de la ciudad en aquellos años 30. 

Nació en Cantabria en 1894 y se afilió muy jovencito a la UGT, cuando era aprendiz de tipógrafo en una imprenta, ingresando en el PSOE tras la huelga general de 1917. Desplazado a Valladolid por un traslado de su padre, pronto escaló posiciones en la agrupación socialista local y llegó a ser concejal en 1920. Desde su concejalía combatió valientemente el caciquismo local, encarnado en los seguidores de Santiago Alba, que controlaban la Sociedad Industrial Castellana y las compañías de suministro de electricidad y agua, y sometían a la población a constantes restricciones y precios desorbitados.

Siempre estuvo alineado con la facción moderada del PSOE (Julián Besteiro, Indalecio Prieto), lo que le valió numerosos enfrentamientos con sus compañeros de partido de la rama prosoviética de Largo Caballero.

Poco después de proclamarse la República, el alcalde también socialista Federico Landrove se vio obligado a dimitir por los problemas derivados del paro y las revueltas obreras que asolaban el municipio, quedando García-Quintana al frente del consistorio. Su gestión merece un recuerdo agradecido. Su labor más destacable se centró en el ámbito educativo y permitió la construcción de 80 centros (con comedores escolares y bibliotecas), la escolarización de más de 3.000 niños y el impulso de una ambiciosa política de becas. A esto hay que añadir su apoyo a los barrios más pobres, a los que dotó de alumbrado y alcantarillado, y la inauguración de numerosos parques y jardines, entre ellos el del Poniente, del que hoy disfrutamos. 

En todo momento compaginó su puesto de alcalde con su trabajo como contable en el Colegio de Notarios de Valladolid.

A pesar de que Don Antonio se opuso con firmeza al golpe de estado izquierdista de 1934 (eufemísticamente conocido como Revolución de Asturias), el gobernador civil le destituyó sin miramientos durante el bienio conservador, pero tras las elecciones de febrero del 36 fue restituido en su cargo por el Frente Popular.

Nada más estallar el Alzamiento, se refugió en casa de su hermana Manolita, en la calle Dos de Mayo, donde permaneció escondido durante siete meses, hasta que un denunciante anónimo facilitó su detención y encarcelamiento. Existen dudas sobre quién dio el chivatazo. La mayoría de historiadores apunta a una amiga íntima de la familia que visitaba diariamente a la hermana, aunque existen fundadas sospechas de que García-Quintana fue traicionado por sus correligionarios más extremistas.

El 11 de mayo de 1937 se celebró su consejo de guerra en el propio salón de plenos del Ayuntamiento. Fue el comandante juez militar Ricardo Fajardo quien firmó la sentencia de muerte, que se cumpliría, ante un pelotón de fusilamiento, en la madrugada del día 8 de octubre del mismo año. En estas fechas convulsas donde reinaron los abusos y las injusticias de toda índole, al menos Antonio García-Quintana tuvo un juicio y una sentencia legales.

Pocos días antes de morir envió desde la cárcel una carta a su hija pequeña que decía: 

“…de ellos sólo te importa saber que no son hombres malos. Son hombres como tu papá, que tienen niñas como tú, que llorarían si, como yo, tuviesen que abandonarlas..., pero que ahora no se acuerdan de ti, ni de sus hijitas, ni de sí mismos, porque el estruendo terrible de la guerra les ha privado de memoria y les ha enloquecido un tanto.— Cuando, al tomo de la paz, recobren la memoria y la cordura, es seguro que, dolidos del mal que innecesariamente te hacen, se acercarán a ti y te acariciarán con caricias que querrán imitar las mías.— Si lo hacen, y lo mismo si no lo hacen, reza por ellos -como lo harás, ¿verdad? por mí- para que Dios los perdone, que bien es ello menester.”

En julio de 2013, el PSOE solicitó colocar una placa conmemorativa a García-Quintana en el salón de plenos, y la moción fue rechazada por el entonces alcalde del PP Javier León de la Riva, que espetó a los socialistas: “sería bueno que no hablaran y no profundizaran en el fusilamiento de García-Quintana, a ver si tienen que escuchar lo que no quisieran”, y “yo condeno con la misma contundencia a los que le juzgaron, a los que le condenaron y a quienes le delataron”. Una verdadera lástima que las ideas políticas prevalecieran, una vez más, sobre la valía humana y el compromiso con sus conciudadanos de un hombre al que merece la pena recordar con el colegio que hoy lleva su nombre, con la placa injustamente denegada y, por supuesto, con este post.



7 comentarios:

El aspirante a crápula dijo...

El sectarismo que nos persigue y nunca nos abandona! Lástima! Tenemos un país maravilloso y no sabemos valorarlo. Señor Neri, entradas como la suya nos traen un rayo de esperanza! Lo celebro!

Una abrazo y feliz verano!

Anónimo dijo...

Gente con la corbata a lunares como la que tiene el pollo que está detrás de García quintana en la foto sí merecía ser fusilada.

Tábano porteño dijo...

No sé si tendrá exactamente con lo que quiso decir en su entrada, Neri, pero me acordé de ciertas reflexiones de Saint-Exupéry sobre sus experiencias en la guerra civil:

"Por encargo del periódico Paris-Soir, Saint-Exupéry volvería a España en varias ocasiones. Sus artículos adquieren un tono más universal, como un intento de advertir a Europa de que lo que está ocurriendo en España le afecta profundamente.

En octubre de 1938, Saint-Exupéry parte hacia el frente. "(...) Avanzamos por el campo. (...) Acompaño hasta la linde de ese mundo a quienes han recibido la misión de bajar al fondo del estrecho valle que nos separa del adversario. Tiene unos 800 metros de ancho. (...) Nos acompaña ese comisario cuyo nombre he olvidado, pero cuyo rostro no olvidaré jamás: 'Ya los oirás -me dice- Cuando estemos en primera línea vamos a llamar al enemigo que ocupa la otra ladera del valle... A veces hablan...'. El grupo sigue avanzando, en el silencio de la noche. 'Sí, aquí, algunas veces contestan... Otras son ellos los que llaman... Y algunas, no dicen nada. Depende de su humor...'. Alguien enciende un cigarrillo y se oye silbar una ráfaga de balas. 'Sólo ha sido un toque de atención: no hay que encender el cigarrillo frente al enemigo'. Sin embargo, continúa la idea de establecer comunicación.
-'¿Dicen algo? me gustaría oír...'

-'Hay uno... Antonio... A veces dice algo'.

-'Llámale,..'.

El comisario se pone de pie, toma aire y grita, fuerte y despacio:

-'¡An.,.to...ni..,o!'

-Agáchate, a veces, cuando les llamamos, disparan'.Esta vez no. Continúa el silencio.

-'¡Eh! ¡Antonio! ¿Estás ahí..,?'. Nadie contesta. Sin embargo, sólo encender un cigarrillo ha provocado los disparos: este silencio denso manifiesta una actitud expectante.

-'No sabes hacerle hablar, déjame a mi...: ¡Soy yo, León...! ¡Antonio...o!'. Un grito lejano, incomprensible, responde.

-'¡Ehí!'Más tarde otra voz:

-'Callaos... acostaos... es hora de dormir'». La comunicación es escueta, pero densa. Esta respuesta breve -escribe Saint-Exupéry— "nos exaltaba". Y reflexiona "(...) Hemos lanzado una débil pasarela en la noche, a lo desconocido, y esta pasarela enlaza las dos riberas del mundo. Abrazamos a nuestro enemigo antes de morir por su causa".


Una vez más la frontera invisible. Los soldados llaman por su nombre a sus compañeros de la trinchera enemiga.


Saint-Exupéry se niega a dejarse encasillar en su actitud ante el conflicto español: su posición es, más que política, "una actitud frente al hombre". Cada uno lucha por ideas. "El enemigo se encuentra dentro, casi podría decirse que cada uno lucha consigo mismo".

(de aquí: http://guerracivildiadia.blogspot.com.ar/2014/01/saint-exupery-1900-1944.html)

Al Neri dijo...

Gracias, Crápula.

Tábano, en la guerra española se dieron situaciones muy surrealistas. Le aconsejo mucho que vea la genial película de Berlanga La vaquilla (1985), con la que comprobará que aquí no somos serios ni con las guerras. Era práctica frecuente (aunque prohibida) que los soldados nacionales intercambiaran con los "republicanos" papel de fumar y tabaco, quedando en un punto intermedio entre ambas trincheras. Vamos, un cachondeo.

Aprendiz de brujo dijo...

Gran entrada,Neri, sobre un personaje de relevancia de nuestra ciudad, del cual desconocía todo menos su nombre.Muy emotiva la carta a su hija, que da fe de la altura moral del Sr. García Quintana.
Buen fin de semana.

Teutates dijo...

Al final, la valía de una persona está por encima de las ideas que defiende. Si se tienen unos valores, una responsabilidad frente a los demás, y las ganas de hacer el bien; las ideas políticas y los vericuetos económicos, quedan en un segundo plano.

Zorro de Segovia dijo...

ese hombre murió por la mano de sus asesinos. Gente de baja estofa, gentuza, que cumplió las órdenes de algún autodenominado juez, algún tipejo con una bajeza moral al límite de la inhumanidad. Eso sí, respetuoso con las formas y con "un juicio y una sentencia legales" ...