“Una vez le picó un alacrán y
todavía recordaba los terribles dolores sufridos, a pesar de que fray Puerta le
había chupado con su propia boca el veneno del escorpión en la pantorrilla
derecha. Desde entonces les juró venganza en su interior y, habiendo preguntado
un día a un labriego que se llegó al convento a pedir un azadón que precisaba,
supo que en aquella comarca había muchos alacranes y que, como eran tan
dañinos, se les solía condenar a morir al sol, al cual no pueden ver, pues
siempre viven entre las plantas y debajo de las piedras, en sitios frescos y
oscuros.
A veces, Marcelino, a escondidas de los frailes, salía a cazar alacranes: levantaba las piedras y hurgaba con su palo entre las plantas de la tapia y cuando el asqueroso animal, como un cangrejo extrañamente rubio, salía, le quitaba de un golpe la bolsa del veneno y luego, con otro palo afilado, lo pinchaba por la mitad del cuerpo y lo dejaba así, atravesado, morir al sol. Una buena reprimenda, acompañada de un nada suave tirón de orejas, le costó alguna de estas hazañas."
He querido abrir mi entrada sobre el arácnido más legendario y temido de España con un fragmento y una ilustración del hermoso cuento Marcelino, pan y vino (José María Sánchez-Silva, 1953).
A veces, Marcelino, a escondidas de los frailes, salía a cazar alacranes: levantaba las piedras y hurgaba con su palo entre las plantas de la tapia y cuando el asqueroso animal, como un cangrejo extrañamente rubio, salía, le quitaba de un golpe la bolsa del veneno y luego, con otro palo afilado, lo pinchaba por la mitad del cuerpo y lo dejaba así, atravesado, morir al sol. Una buena reprimenda, acompañada de un nada suave tirón de orejas, le costó alguna de estas hazañas."
He querido abrir mi entrada sobre el arácnido más legendario y temido de España con un fragmento y una ilustración del hermoso cuento Marcelino, pan y vino (José María Sánchez-Silva, 1953).
Los escorpiones son unos artrópodos rodeados de mitos pero de los que en realidad sabemos muy poco. Dicen que son los animales con menos instinto maternal del mundo, pues la hembra, si no encuentra otro alimento, devora al macho y a todas las crías. También son muy conocidos por su estrategia de hacerse los muertos ante un peligro insalvable, lo que ha dado lugar a la fábula de que se suicidan clavándose en la cabeza el aguijón del extremo de su cola.
Afortunadamente los escorpiones que habitan en nuestro país están considerados los menos venenosos del planeta, y además no es fácil que nos piquen salvo que nos dediquemos a levantar piedras con la mano o con el pie descalzo o con chanclas. Prácticamente todos los ataques los sufren agricultores o niños que están jugando en el campo.
Existen cinco especies en España, dos de ellas endémicas de Canarias y Baleares. Los más extendidos por la península son el escorpión amarillo (Buthus occitanus), también conocido como alacrán, y el escorpión negro o de cola amarilla (Euscorpius flavicaudis), muchísimo menos frecuente. El primero es bastante más venenoso, mide hasta 10 centímetros y vive en zonas áridas y pedregosas. El escorpión negro, en cambio, es más pequeño (4 centímetros), prefiere las zonas boscosas y húmedas, y no es raro que se cuele en las viviendas, mostrando querencia por los sótanos, tejas y pilas de leña y de escombros.
La picadura del Flavicaudis no es más problemática que la de una avispa, pero la del alacrán sí tiene graves y duraderos efectos. Si tenemos la desgracia de probar su aguijón, padeceremos durante 48 horas, además de agudos dolores, una fuerte inflamación de la zona afectada, calambres musculares, temblores, hormigueo, sudoración intensa, fiebre, náuseas y vómitos. Es muy recomendable practicar un torniquete y acudir cuanto antes a un centro de salud donde puede que nos suministren un suero para prevenir la atrofia celular.
Aunque no es una especie autóctona, no podemos olvidarnos del escorpión de uñas grandes (Scorpio maurus), que proviene del norte de África pero que ya ha sido introducido en España a través de los barcos. Se encuentra presente en Andalucía y su picadura, amén de las secuelas descritas, puede provocar espasmos en la laringe, fibrilaciones musculares, hipertensión, insuficiencia renal, arritmias cardíacas y un edema pulmonar que podría desencadenar una insuficiencia respiratoria capaz de acabar con la vida del paciente, sobre todo si es un niño.
4 comentarios:
"Los escorpiones son unos antrópodos rodeados de mitos pero de los que en realidad sabemos muy poco." (una digresión, Neri: ¿no es aRtrópodo?).
El que parece haber creado otro mito al respecto es el nitzcheano Orson Welles, que tal vez explicó su propia voluntad de poder con la famosa fábula que seguramente sea de su invención. Esta breve nota de Luis Miguel Aguilar -que incluye la fábula- no tiene desperdicio, especialmente en el diálogo tomado de El tercer hombre que está en la segunda parte:
" Una fábula se repite cada vez más, incluso en películas. Es la del escorpión y la rana. Muchos han creído que el original estuvo en The Crying Game (1992), donde un miembro del Ejército Republicano Irlandés (no recuerdo el nombre del actor) se la cuenta a un miembro del ejército inglés (Forrest Whitaker) al que tienen secuestrado. La inclusión de la fábula contribuyó no en poco a que le dieran el Óscar por mejor original a Neil Jordan, quien también la dirigió. No creo que al recibirlo Jordan le hiciera un guiño-reconocimiento a la memoria de Welles, muerto en 1985. La fábula del escorpión y la rana aparece por vez primera en su película Mr. Arkadin de 1955. Va así, aunque muchos ya la sepan. (Y va también porque Welles la fijó o la condensó limpiamente; hay, por el contrario y por ejemplo, versiones en internet demasiado largas o desabrochadas.) En un banquete el personaje propone un brindis y dice antes:
“Ahora voy a hablarles de un escorpión. Este escorpión quería pasar el río y le pidió a la rana que lo llevara.
“—No —le dijo la rana—, no gracias. Si te dejo que subas a mi espalda puedes picarme y la picadura del escorpión es mortal.
“—¡Qué! —dijo el escorpión—. ¿Dónde está la lógica de tus palabras? —los escorpiones siempre tratan de ser lógicos—. Si yo te pico, tú te mueres y yo me ahogo.
“Al oír estas palabras la rana quedó convencida y permitió que el escorpión se subiera encima de ella. Pero cuando estaban en medio del río sintió un dolor terrible y se dio cuenta de que, pese a todo, el escorpión la había picado.
“—¡Y tú hablabas de lógica! —gritó la rana moribunda cuando comenzó a hundirse, arrastrando al escorpión bajo las aguas—. ¡No hay lógica en esto!
“—Ya lo sé —respondió el escorpión—, pero no he podido evitarlo. Es mi naturaleza”. Arkadin concluye: “Brindemos por la naturaleza…”.
Se impondría la pregunta: ¿esta fábula es de Welles? Durante un tiempo me puse a buscarla en Las mil y una noches por algo que leí en el disfrutabilísimo mamotreto de las conversaciones de Orson Welles con Peter Bogdanovich (This is Orson Welles, 1992; traducido un poco bobamente al español como Ciudadano Welles, Grijalbo, 1994). Hay este diálogo: “PB: ¿Cuál es el origen de la fábula del escorpión y la rana? OW: ¡Quién sabe! Yo se la oí a un árabe”. No sé si alguien haya encontrado el origen de la fábula; mientras tanto, para mí la fábula “El escorpión y la rana” es de su fijador, si no es que su inventor: Orson Welles.
(sigue la parte II)
(continuación)
II
A Orson Welles sí le dieron crédito por la famosa “parábola” de su autoría en la película El tercer hombre (1949) cuando se publicó el guión, escrito originalmente por Graham Greene. Como recordamos, en la película Orson Welles hace el papel de Harry Lime, el personaje corrupto que en la posguerra vende ampolletas de penicilina rebajadas con agua. En la escena decisiva se encuentra en la rueda de Ferris de Viena con su antiguo amigo y ya perseguidor Holly Martins (Joseph Cotten). Sigue esto: “LIME: …Y no te sientas tan pesimista. Al fin y al cabo no es tan horrible. En Italia, durante treinta años, bajo los Borgias, tuvieron guerras, terror, asesinatos y derramamiento de sangre… pero produjo a Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza tuvieron amor fraternal, quinientos años de democracia y paz. ¿Y qué produjeron?… El reloj cucú”. Fin de la parábola.
Pero la cosa no termina ahí. La he concluido como sigue. “La historia añade que años más tarde, antes o después de morir, Orson Welles llega al cielo, o a Suiza, que para el caso es lo mismo, y le rinden un homenaje. El suizo que en Suiza o en el cielo preside el comité de homenajes le dice: ‘Mr. Welles, nos honra mucho que haya incluido a Suiza en una de sus películas. El problema es que el reloj cu-cú ni siquiera se inventó en Suiza sino en la Selva Negra, Alemania’”.
Gracias por su corrección, Tábano.
Que sepa que también habrá una entrada dedicada al tábano...
Espero no encontrarme con ningún alacrán nunca, en fotos están muy guapos, pero ese aguijoncillo no me refiere ningún tipo de confianza. Según leía los efectos de su picadura, tenía la sensación de estar leyendo una novela de terror, pero se le ha olvidado decir que el resultado de todas esas penalidades puede ser fácilmente la muerte, sobre todo en niños pequeños. Supongo que nos hablará también de la víbora un día de estos, de las tres especies ibéricas, hay una mala, mala.
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