miércoles, 29 de julio de 2015

LA TRAGEDIA DE RAMREE



Hoy voy a relatar uno de los episodios más escalofriantes de la Segunda Guerra Mundial, el de la batalla de la isla birmana de Ramree.

Esta isla del Índico, de casi 1.500 km² y situada en la Bahía de Bengala, frente a la costa de Bruma, fue ocupada por las fuerzas imperiales japonesas en 1942. A principios de 1945 cuatro brigadas de la Marina Real Inglesa, apoyadas por la fuerza aérea, iniciaron un asalto anfibio a la isla para hacerse con su estratégico puerto de Kyaukpyu y el aeródromo cercano. Ocupadas las playas por los británicos, mil soldados nipones se vieron obligados a retroceder hacia el interior, atravesando lentamente una zona pantanosa de 16 kilómetros, con la esperanza de encontrar tierras más elevadas.

Pese a los llamamientos aliados a la rendición, los japoneses no aceptaron e incluso fueron fusilados en el acto todos los oficiales vacilantes.

Los nipones avanzaban pisando huevos por los manglares, con el agua embarrada hasta el pecho y los fusiles en alto, sufriendo los efectos de la artillería inglesa situada en el borde del pantano y de las balas de los francotiradores. Al poco de comenzar la durísima marcha, empezaron a caer soldados como moscas por efecto de la deshidratación y de las picaduras de serpientes, tarántulas, escorpiones e insectos tropicales.

Pero lo peor llegó al anochecer.

Cuentan los ingleses que apenas se puso el sol se empezaron a oír por todo el manglar disparos desordenados, explosiones de granadas y estremecedores alaridos humanos. Toda la zona estaba infestada de cocodrilos de agua salada (Cocodylus porosus), también llamados devoradores de hombres, la especie más  grande de cocodrilo, que fácilmente puede alcanzar 7 metros de largo y tonelada y media de peso. Cientos de estos saurios habían acudido al pantano atraídos por el olor de la sangre y el ruido de la batalla, y comenzaron a devorar a la gente de forma sistemática, atacando por sorpresa gracias a la oscuridad.

Los japoneses avanzaban en pequeños grupos en la penumbra y pronto atisbaron gigantescas sombras que emergían de los matorrales y se lanzaban al agua. A los pocos segundos, el último soldado de la fila lanzaba un grito sobrecogedor mientras se hundía en el fango y se escuchaba con toda claridad el crujir de sus huesos bajo las fauces de una de estas bestias. Los que estaban cerca lloraban de terror y se apresuraban a vaciar sus cargadores y a lanzar a la desesperada sus bombas de mano contra los remolinos de agua, barro y sangre que se formaban tras cada ataque.

La pesadilla se prolongó varias noches de los últimos días de enero y primeros de febrero de 1945.

Cocodrilo de agua salada


Trascribo un párrafo del libro Wildlife Sketches Near and Far, de Bruce Stanley Wright, para que nos hagamos una idea del alcance de la masacre:

“Los cocodrilos se concentraron en los heridos y en aquellos que estaban demasiado extenuados o aterrorizados como para huir. El cocodrilo de agua salada tiene una particularidad tenebrosa: continúa atacando a pesar de que ha obtenido carne suficiente. Generalmente llevan a sus víctimas al agua, a madrigueras inundadas donde acumulan los trozos de carne. Los soldados que lograron correr fueron perseguidos en la oscuridad, teniendo que desplazarse a través de un lodo que impedía su retirada. Incluso aquellos que lograron trepar a los árboles no estaban a salvo. Los cocodrilos aguardaron pacientemente hasta que el hambre los obligaba a descender y muchos prefirieron acabar con el horror pegándose un tiro en la cabeza. El ruido de los disparos y de los gritos se hizo cada vez más raro a medida que los hombres morían, pero a veces era posible escuchar el sonido de las mandíbulas rasgando la carne y los aullidos de dolor. El sonido de miles de cocodrilos masacrando a mil hombres es algo que raramente se escucha en la Tierra, y no debe ser nada agradable. Cuando amaneció, los zopilotes y buitres sobrevolaban el pantano, ansiosos por limpiar aquello que los cocodrilos habían dejado.

De los casi 1000 soldados japoneses que se adentraron en el pantano de Ramree, sólo 20 fueron encontrados con vida.”

El Libro de los Records Guinness considera esta tragedia como “el mayor número de víctimas humanas en un mismo ataque de animales”.

7 comentarios:

nago dijo...

Batalla de Guam

nago dijo...

Crudo, Neri. Le adjunto el anterior aunque, seguro ya lo conoce. Es usted un buen "contador" de historias. Gracias por el relato.

El último de Filipinas dijo...

Al igual que pasó con la Armada Invencible, la Naturaleza se puso de parte de los ingleses.

alco dijo...

A los pobres soldados japoneses les tocó vivir una película de terror.
Pero la pregunta es ¿Cómo se les ocurrió meterse en el manglar? Ocupaban la isla desde hacía unos 3 años, la isla no es excesivamente grande, si fuera circular una superficie de 1500 km2 tendría un diámetro algo superior a unos 43 km, por lo tanto habían tenido tiempo sobrado para explorarla y saber bien las características. ¿Cómo se les ocurrió retirarse por una ruta impracticable? Si era la única vía de salida disponible, lo mejor era resistir hasta el límite (a riesgo de que la artillería naval británica los destrozara) o rendirse (algo difícilmente concebible para el ejército imperial).

Al Neri dijo...

Ah, la mayoría de los cocodrilos que devoraron a los japos eran hembras ;-)

Tábano porteño dijo...

Gracias por el terrible pero apasionante relato, Neri.

Si de ataques de animales se trata, "Las fieras cebadas de Kumaon" es un libro magnífico que relata las andanzas de Jim Corbett, cazador profesional contratado por el ejército británico colonial en la India para terminar con los tigres de bengala cebado que hacían estragos en las poblaciones rurales de esas regiones. Se cuenta de dos de ellos que llegaron a devorar más de 300 personas (ver la crítica del enlace).
El editor argentino del libro, el antropólogo y escritor Adolfo Colombres, asegura que la obra de Corbett es superior a la de Kipling, porque la de éste es ficcional y la del otro es real.
Como sea, si le interesa esta temática el libro, a mi juicio, es notable.

Una breve nota crítica:

https://clubdecatadores.wordpress.com/2012/03/02/las-fieras-cebadas-de-kumaon-jim-corbett/

Aprendiz de brujo dijo...

Los horrores de la guerra....Con qué facilidad hablamos de esa palabra , desconociendo sus efectos reales.Pienso en todas las guerras, en la nuestra del 36.Pobres abuelos nuestros...Que no vuelva a ocurrir jamás.