“A su hermana, la Régula, le contrariaba la actitud del Azarías, y le regañaba y él, entonces, regresaba a la Jara, donde el señorito, que a su hermana, la Régula, le contrariaba la actitud del Azarías porque ella aspiraba a que los muchachos se ilustrasen, cosa que a su hermano, se le antojaba un error, que, luego no te sirven ni para finos ni para bastos, pontificaba con su tono de voz brumoso, levemente nasal (…)
(...) y él marchaba al otro cortijo, donde su hermana, y ella, la Régula, nada más abrirle el portón, ¿qué se te ha perdido aquí, si puede saberse?, y Azarías, ¿y los muchachos? , y ella, ae, en la escuela están, ¿dónde quieres que anden?, y él, el Azarías, mostraba un momento la punta de la lengua, gruesa y rosada, volvía a esconderla, la paladeaba un rato y decía al fin, el mal es para ti, luego no te van a servir ni para finos ni para bastos, y la Régula, ae, ¿te pedí yo opinión? (...)"
(“Los santos inocentes”. Miguel Delibes, 1981)
Con muchísimos jóvenes de ahora sucede lo que pontificaba el Azarías con su voz de tonto: estudian un grado y cuando tienen el título bajo el brazo no nos sirven ni para finos ni para bastos. Para finos no, porque, dado el número anual de licenciados, la mayoría jamás va a poder ejercer su titulación y ni siquiera trabajar de algo remotamente relacionado con “lo suyo”. Pero para bastos, menos, ya que los universitarios suelen resistirse como gato panza arriba a arremangarse y faenar en labores “subalternas”. Se creen que su titulín les confiere una especie de estatus aristocrático incompatible con doblar el lomo y se pasan la vida mareando la perdiz en el mercado laboral para terminar no haciendo nada útil. Los que pueden permitírselo gracias a sus familias, claro.
La forma de concebir la Universidad, especialmente el acceso a la misma y la relación entre formación académica y expectativas profesionales, ha hecho un daño inconmensurable a la sociedad española, al generar una amplia masa de jovencitos que se creen que saben algo y, peor aún, se consideran investidos del sagrado derecho a trabajar en un puestazo en una oficina.
La "mentalidad universitaria" ha inhabilitado para cualquier ocupación, ha inutilizado completamente a millones de jóvenes, que están en la misma tesitura que los sobrinos del Azarías si hubieran ido a la escuela: no querrían volver a limpiar las pocilgas, pero en su entorno y con sus limitaciones sociales tampoco nadie los habría contratado para sentarse detrás de un escritorio.
Y luego encima nos quejamos de los inmigrantes, que vienen a ocuparse de las tareas y a desempeñar los oficios que los españolitos graduados no quieren ver ni de lejos.
(...) y él marchaba al otro cortijo, donde su hermana, y ella, la Régula, nada más abrirle el portón, ¿qué se te ha perdido aquí, si puede saberse?, y Azarías, ¿y los muchachos? , y ella, ae, en la escuela están, ¿dónde quieres que anden?, y él, el Azarías, mostraba un momento la punta de la lengua, gruesa y rosada, volvía a esconderla, la paladeaba un rato y decía al fin, el mal es para ti, luego no te van a servir ni para finos ni para bastos, y la Régula, ae, ¿te pedí yo opinión? (...)"
(“Los santos inocentes”. Miguel Delibes, 1981)
Con muchísimos jóvenes de ahora sucede lo que pontificaba el Azarías con su voz de tonto: estudian un grado y cuando tienen el título bajo el brazo no nos sirven ni para finos ni para bastos. Para finos no, porque, dado el número anual de licenciados, la mayoría jamás va a poder ejercer su titulación y ni siquiera trabajar de algo remotamente relacionado con “lo suyo”. Pero para bastos, menos, ya que los universitarios suelen resistirse como gato panza arriba a arremangarse y faenar en labores “subalternas”. Se creen que su titulín les confiere una especie de estatus aristocrático incompatible con doblar el lomo y se pasan la vida mareando la perdiz en el mercado laboral para terminar no haciendo nada útil. Los que pueden permitírselo gracias a sus familias, claro.
La forma de concebir la Universidad, especialmente el acceso a la misma y la relación entre formación académica y expectativas profesionales, ha hecho un daño inconmensurable a la sociedad española, al generar una amplia masa de jovencitos que se creen que saben algo y, peor aún, se consideran investidos del sagrado derecho a trabajar en un puestazo en una oficina.
La "mentalidad universitaria" ha inhabilitado para cualquier ocupación, ha inutilizado completamente a millones de jóvenes, que están en la misma tesitura que los sobrinos del Azarías si hubieran ido a la escuela: no querrían volver a limpiar las pocilgas, pero en su entorno y con sus limitaciones sociales tampoco nadie los habría contratado para sentarse detrás de un escritorio.
Y luego encima nos quejamos de los inmigrantes, que vienen a ocuparse de las tareas y a desempeñar los oficios que los españolitos graduados no quieren ver ni de lejos.
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7 comentarios:
Pues será en otros sitios, porque en Jaén, todo el que tiene olivas , aunque sea un señorito, se va todos los fines de semana de noviembre a enero a varear. Yo he tenido muchos compañeros en la Universidad, que en estas fechas se volvían cada finde o puente al pueblo a recoger aceitunas. Incluso algunos se iban también en otra época a Francia a recoger fresas.
Brillante post, Al Neri, como de costumbre.
De la Universidad española únicamente sacan provecho quienes trabajan en ella. Ésta es mi conclusión después de tirar 6 años de mi vida en las aulas.
Pero el error no es tanto nuestro, de los jóvenes, como de nuestros padres, profesores y otras personas de nuestro entorno por hacernos creer desde bien críos que necesitamos una titulación universitaria para no morirnos de hambre. Insisten en lo afortunados que somos por poder recibir una educación que ellos no recibieron, y henchidos de orgullo encarrilan nuestra educación y nos empujan hacia una burbuja del sector servicios que explotará el día menos pensado.
A día de hoy la probabilidad de aprobar unas oposiciones a un cuerpo A1 o A2 es mayor que la de superar una entrevista de trabajo; tal es el nivel de saturación del mercado laboral de titulados. Por eso intento, desde hace unos meses, ser el primero en llegar a la biblioteca por las mañanas y el último en irme por las noches.
Y en ese vaivén con el temario a cuestas no puedo evitar pensar cómo sería mi vida si hubiese podido elegir libremente; si hace más de una década nadie me hubiese repetido hasta la saciedad, con un tono entre la burla y la reprobación, que construir una vida profesional a partir de habilidades como el ajedrez, la escritura o los idiomas es una forma marginal de ganarse la vida.
No sé si usted lo haya citado en su momento, Neri, pero quiero recordar estos dos párrafos de de Prada sobre el problema universitario; en el segundo recurre a un autor que muchos consideramos un maestro en Argentina, y a quien la crisis de la Universidad le dolía sobremanera y dedicó gran parte de sus talentos (que eran muchos) y afanes a la cuestión:
"Que a la universidad llegan en aluvión informe muchos jóvenes incapacitados para el estudio es un hecho; también lo es que ese aluvión ha propiciado una proliferación insensata de universidades. Y de ese aluvión informe y esa proliferación insensata se ha seguido, inevitablemente, la conversión de la Universidad en una expendeduría de títulos que en la mayoría de los casos no son sino papel mojado para quien los obtiene, obligado a aceptar trabajos ínfimos que no justifican el esfuerzo de tantos años de estudio (pensemos, por ejemplo, en tantos miles de periodistas titulados que, después de cinco años de estudio, se ven en el dilema de aceptar sueldos cieneuristas o engrosar el paro); y, para quien no los obtiene (los «repetidores» contumaces a quienes ahora se pretende endosar el quebranto del erario público), motivo de sempiterna frustración.
Si en verdad se desease combatir esta lacra, ¿no sería mucho más eficaz, en lugar de subir las tasas de matriculación universitaria, fomentar un verdadero discernimiento de las vocaciones, de tal modo que los jóvenes que no han sido llamados al estudio no se matriculen en la Universidad? Leonardo Castellani, que en el escrutinio del problema educativo era como en tantas otras cosas un lince, lo expresaba paladinamente: «Si existiese tan siquiera un bachillerato serio porque el de ahora es chirimbaina muchísimos muchachos sin vocación real para el trabajo intelectual serían detenidos a tiempo en el engranaje fatal que los lleva a la ruina como hombres, y al destino de ser desadaptados sociales y polilla de la sociedad». Y esos muchachos encauzarían su vida por el desempeño de oficios provechosos, lo que redundaría en bien para ellos, y en estímulo para la economía nacional."
(de aquí): http://colectivo33.blogspot.com.ar/2012/04/el-fracaso-universitario.html
Aprendiz: un señorito de verdad no varea olivas ni de coña, y un señorito andaluz, menos. Y no olvide que no es lo mismo ir a vendimiar de estudiantes para pagarse los cubatas del año que aceptar, una vez titulado, un puesto estable de naturaleza "subalterna".
Cada uno de todos modos habla según sus propias experiencias. Yo le aseguro que tengo bastantes conocidos con una simple licenciatura en derecho que solamente en un estado de absoluta necesidad material aceptarían trabajar como reponedores en Mercadona o como operarios en la cadena de Renault. Y esa necesidad material jamás se va a dar, no porque sean de familia millonaria, qué va, sino porque con el respaldo de sus padres o de su cónyuge (que son los primeros interesados en que no se manchen las manos) tienen lo suficiente para seguir tirando, como brillantemente dice Castellani, como "desadaptados sociales y polilla de la sociedad".
Esto yo lo veo mucho en las mujeres (¡¡aunque no solo!!). Yo conozco unas cuantas chicas con carrera que no han tenido en su vida un trabajo mímimanente duradero, ni lo van a tener. Prefieren mil veces trabajar de ciento en viento unos meses, a media jornada, en una oficinita y después cobrar el paro (si les corresponde), o ensayar un negocio ruinoso (con dinero ajeno), antes que firmar un contrato fijo como cajeras de Carrefour, que para eso tienen un marido con buen sueldo. Eso sí, ellas dicen que buscan continuamente y se lamentan de que no hay forma de encontrar nada... Ah, y se les llena la boca de feminismo, emancipación y dignidad de la mujer.
Tablones: los títulos universitarios en general y algunos en particupar no sirven por sí mismos para nada. ¡Mucha suerte con sus oposiciones!
El problema es que España no es Alemania. Allí tienen una excelente formación profesional, totalmente vinculada a las empresas, las cuales colaboran desde hace más de 100 años. Hay una gran tradición laboral, de la que salen los técnicos cualificados y mandos medios de empresas. El resultado es un entorno industrial excelente, que les permite un nivel de vida aceptable o bueno a todos los que quieran.
En España: una maldita tradición de hidalgos y de desprecio del trabajo manual. Así nos va. Todos con carreras que el país no necesita.
Alco, no añadiría ni pondría una coma a su intervención.
Debo pedir disculpas a la amiga Aprendiz, pues he encontrado un vídeo con la prueba fehaciente (en el segundo 0:20) de que incluso los señoritos más parásitos y con la pereza andaluza más enquistada son muy capaces de varear la bellota con salero y laboriosidad.
Sinceramente no estoy del todo de acuerdo con usted, la gente si estudia en la universidad es para poder encontrar un trabajo de lo que ha estudiado, así que obviamente se sentirían un poco reacios a trabajar de otra cosa, sin embargo, debido a la saturación la mayoría de estos se buscan la vida, hay mucha gente que se dedica a algo totalmente distinto a lo que estudia porque se buscan la vida.
Si es cierto que existe cierta tendencia a rechazar toda oportunidad de trabajar si no es de lo que hemos estudiado, pero yo creo que esa gente es la consecuencia de la degradación del sistema en el que vivimos, en el que verdaderamente no importa el individuo sino el dinero. Y esta gente de cierto modo, conscientes o no de este problema ( o sentir que algo va mal) prefieren girar la cabeza y vivir de la nada. No es culpa del estudiante el no poder encontrar trabajo (si lo intenta), sino del sistema capitalista, individualista, que deja de lado la moral, ya que lo único que importa es el dinero; se aprecia esto con la bajada de la edad de jubilación-Nadir hace nada-, se aprecia con el hecho de que cueste más económicamente un psicólogo que conseguir pastillas- dopando a la gente, anestesiándola- , si uno no se preocupa por el nadie lo va ha hacer. Se nos olvida que el ser humano es natural, necesita de la naturaleza, pero estamos encerrados en un cuarto. Yo no creo que se necesite tanto para vivir bien, es el dinero, digo, empresario capitalista que nos genera el deseo de querer más y más.
Por ende, el universitario tiquismiquis que no desea cualquier trabajito, es una consecuencia, algo que hay que cambiar cambiando el sistema.
En cuanto a la queja de que los inmigrantes nos quiten el trabajo es totalmente falso, y coincido con su idea.
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