jueves, 18 de diciembre de 2014

BORDEAR LA LEY

Cualquiera que desempeñe un puesto de responsabilidad en una Administración pública y le toque interpretar y aplicar normas jurídicas a diario, sabe muy bien que existe una tendencia natural a bordear la ley. Como tantas veces he dicho, las leyes suelen ser simples productos políticos y, como tales, contienen grandilocuentes declaraciones de intenciones, garantías draconianas, rimbombantes derechos y procedimientos escrupulosísimos. El problema viene cuando los funcionarios se enfrentan a la cruda realidad, al día al día de la tramitación de expedientes sin salirse ni un ápice del ordenamiento jurídico. Esta tarea puede ser ardua y en algunos casos imposible, y más cuando concurren circunstancias especiales como la urgencia, la limitación de recursos o los criterios de oportunidad (eufemismo de “intereses electorales”), lo que sucede por lo general en aquellos niveles fronterizos entre la Administración y la política.

En la práctica suele darse un tira y afloja entre las autoridades o funcionarios obligados a cumplir un determinado objetivo político en un plazo perentorio y los titulares de los diversos órganos de fiscalización, responsables de velar por el cumplimiento estricto de las reglas procedimentales. Casi invariablemente los primeros se empeñan en defender interpretaciones más o menos forzadas de la norma que permitan agilizar el procedimiento (obviando trámites o acortando plazos) o bien una mayor discrecionalidad en la selección de contratistas, la mayoría de las veces sin otra intención que prestar un servicio más ágil y eficiente. Los segundos sudan la gota gorda para conciliar en sus informes las necesidades operativas del alto cargo de turno con el respeto escrupuloso de la legislación aplicable. A veces puede llegar a haber presiones, normalmente en forma de sutiles intentos del político y sus colaboradores inmediatos de convencer al fiscalizador de que ese artículo tan fastidioso de la Ley de Régimen Jurídico o de la de Contratos podría llevarse un poco más al límite para ganar unas semanas o adjudicar la obra a una empresa que responda. 

En esta entrada quiero recopilar con humor los diez argumentos que más se utilizan en la Administración, en las reuniones y conversaciones de este tipo, para sugerir de forma eufemística que se vulnere la normativa. Cuando un gestor público pronuncia alguna de estas frases, es aconsejable estar alerta, extremar las precauciones y mirar los papeles con lupa para dilucidar su verdadera intención, si solo intenta arrimar el ascua a su sardina ante un precepto dudoso o acaso la serpiente de la prevaricación se empieza a deslizar por el expediente.

Ahí van las temidas frases:

1.- “Interpretar los artículos al pie de la letra lo sabe hacer hasta un niño; lo difícil es saber encontrar soluciones”

2.- “Yo creo que en este punto la jurisprudencia es vacilante”.

3.- “Pues en la Dirección General de (…) lo hicieron como yo os estoy proponiendo y no pasó nada”.

4.- “En las leyes siempre pueden encontrarse soluciones a todos los problemas, pero hay que estar dispuesto a buscarlas”.

5.- “Yo solo os hago una pregunta: ¿Qué puede pasar, en el peor de los casos, si lo hacemos como yo digo?”

6.- “Lo importante no es tanto la letra de la ley como su espíritu”.

7.- “Por favor, no me seáis más papistas que el Papa”.

8.- “Manolo, ¿qué tal, majo? Oye, que me acaban de contar que en tu informe nos quieres hacer tres reparos a la resolución que te pasamos el otro día,  y ya les he dicho yo: ¿Manolo? ¡Imposible! ¡Habrá sido un mal entendido! Que Manolo es un hombre proactivo y flexible y se puede dialogar con él…

9.- “Esa es una interpretación demasiado formalista, ¿no os parece?”.

10.- “Por mí, hacedlo como queráis; yo solo os recuerdo que el Alcalde ha dicho que tiene que estar resuelto antes del jueves”. 

2 comentarios:

tomae dijo...

Neri, leo la entrada y sin valorar esas 10 sentencias “personales” (cada uno gestiona la ley según su interpretación, lectura, interés o gusto) y no puedo dejar de mencionar la actualidad de los acontecimientos.

Acontecimientos que han llevado al Fiscal General de su Estado a dimitir por motivos personales, Fiscal General que a mi entender es uno de los máximos representantes de aquello que llamamos Ley, y ya que hablamos de representantes no obviemos entonces la dimisión reciente (también por motivos personales) del anterior ministro de Justicia. Lo personal, lo político y la ley (menuda miga)

Me he llegado a preguntar ¿Qué debe ser eso tan personal que obliga/o permite a dimitir a alguien de tanta responsabilidad en la ley o la Justicia? No sé, pienso que lo personal tiende a lo privado, a causas ocultas –de las que seguro que Fiscal General y Ministro tienen todo su derecho a utilizar – pero me da por pensar que se utiliza demasiado eso de lo personal, como aquello de la famosa 5 enmienda americana y el derecho a no declarar. Y no sé si alguien que debe gestionar la ley de la forma que sea puede permitirse ser tan personal ¿Puede? ¿Se podrían exigir a alguien que ocupa un cargo de tanta responsabilidad que se explique con aquello de los "motivos personales"?

Piense en ello Neri, y no deje de olvidar que la verdadera ley, la que queda insertada en el código genético de los grandes hombres tipo el Padrino Don Vito Corleone. Esa Ley no le permite actuar por motivos personales… ya sabe: "no es nada personal, son solo negocios"(sean estos mercantiles jurídicos o políticos.)

Buen fin de semana a todos, pongan en práctica el lema del Brujo: Amor en cualquiera de sus formas, facetas y expresiones y añádanle Paz.

Al Neri dijo...

Tomae, cuando en un boletín oficial sale un cese, suele ir acompañado de dos muletillas: "a petición propia" y "agradeciéndole los servicios prestados". Son meras fórmulas protocolarias de cortesía. En contadas ocasiones se prescinde de la primera y muy excepcionalmente de la segunda. Imagínese por qué.

También puede tratar de imaginar qué significa el eufemismo "motivos personales" en las declaraciones en prensa de los recién "dimitidos".

Mañana comentamos un libro muy jugoso: Me hallará la muerte, de Juan Manuel de Prada.