No sé por qué me empeño en comer
las hamburguesas con cuchillo y tenedor. Bueno, la verdad es que solo lo hago
cuando me ponen cubiertos, lo que solo sucede en establecimientos de un mínimo nivel. Sí, sí, fijaos los amantes de la fast food en qué sitios os ponen
cubiertos con la hamburguesa y veréis que no es tan habitual. El caso es que, si
los tengo delante, yo los utilizo por esa especie de instinto civilizado que debo de tener
medio escondido, en especial si el emparedado de carne picada es XL y voy
arreglado o con manga larga, pues ya se sabe que comiendo estas cosas con las
manos te acabas pringando de grasa y ketchup hasta la ropa interior.
Pero comer el burger a lo señorito tiene un inconveniente todavía peor: que no lo disfrutas. Al menos a mí me es imposible pinchar y cortar en pedazos sin que se desmoche todo el conjunto. El pan acaba divorciado del filete; los pepinillos, en la otra punta del plato; la rodaja de tomate, partida en dos y a un kilómetro de la cebolla, y la lechuga, si la hubiere, desparramada junto a las patatas fritas. Y todo ello por mucho que me esfuerce antes de empezar en prensar con fuerza los bollos (perdonad la expresión) para que quede todo compacto y no se despegue. Creo que en toda mi vida he conseguido pinchar en mi tenedor ni un solo pedazo de hamburguesa con todos sus ingredientes más o menos integrados.
El resultado es terrible, claro, porque este manjar estadounidense de origen alemán está concebido para degustar mezclados todos sus componentes y no cada uno por separado, que sabe totalmente distinto. De hecho algunos de ellos (el tomate y la cebolla) a mí no me gustan solos, pero cada vez que pruebo a trinchar esta comida parece que me estoy comiendo una puta ensalada de carne, tomate, cebolla y salsas, que ahora pinchas un pedacito de esto y luego de lo otro. Un asco. Creo que me sabría mejor si me la comiera con cuchara.
La única forma de gozar de una hamburguesa es cogiéndola con las dos manazas y emprendiéndola a mordiscos voraces de neandertal, aunque acabe uno con la cara más ribeteada que un bebé con su primera papilla y con un par de lamparones en la camiseta. Lo dicho: ¡nunca jamás el metal volverá a tocar mi sagrada hamburguesa!
Pero comer el burger a lo señorito tiene un inconveniente todavía peor: que no lo disfrutas. Al menos a mí me es imposible pinchar y cortar en pedazos sin que se desmoche todo el conjunto. El pan acaba divorciado del filete; los pepinillos, en la otra punta del plato; la rodaja de tomate, partida en dos y a un kilómetro de la cebolla, y la lechuga, si la hubiere, desparramada junto a las patatas fritas. Y todo ello por mucho que me esfuerce antes de empezar en prensar con fuerza los bollos (perdonad la expresión) para que quede todo compacto y no se despegue. Creo que en toda mi vida he conseguido pinchar en mi tenedor ni un solo pedazo de hamburguesa con todos sus ingredientes más o menos integrados.
El resultado es terrible, claro, porque este manjar estadounidense de origen alemán está concebido para degustar mezclados todos sus componentes y no cada uno por separado, que sabe totalmente distinto. De hecho algunos de ellos (el tomate y la cebolla) a mí no me gustan solos, pero cada vez que pruebo a trinchar esta comida parece que me estoy comiendo una puta ensalada de carne, tomate, cebolla y salsas, que ahora pinchas un pedacito de esto y luego de lo otro. Un asco. Creo que me sabría mejor si me la comiera con cuchara.
La única forma de gozar de una hamburguesa es cogiéndola con las dos manazas y emprendiéndola a mordiscos voraces de neandertal, aunque acabe uno con la cara más ribeteada que un bebé con su primera papilla y con un par de lamparones en la camiseta. Lo dicho: ¡nunca jamás el metal volverá a tocar mi sagrada hamburguesa!
13 comentarios:
Una alternativa a las manazas es poner una serie de palillos en la parte de la hamburguesa que queda abajo al levantarla del plato. No creo que tenga que decir que es aconsejable ir retirando los palillos ;P
El otro día fui al foster hollywood de su localidad y me zampé una hamburguesa a "bocaos", nada de cubiertos, que eso es un sacrilegio. Acabé con unos "berretes" en los morros que ni un niño pequeño, pero jolín como la disfruté.
Las manazas, siempre con las manazas. Sobre todo cuando se trata de hamburguesas con muchos ingredientes. Los lamparones en la camisa son inevitables y por eso mismo son parte de la experiencia.
¡Ah! Y los viperinos amantes de las hamburguesas que tengáis la ocasión de visitar Zaragoza, no dejéis de pasaros por el Bar Sanpetersburgo (en Calle Antonio Mª Claret). Es un bar diminuto y no demasiado céntrico, pero para mí es donde hacen las mejores hamburguesas de la ciudad.
Ostras, Tablones, el finde pasado estuve en Zaragoza y en el hotel en el que me alojé me recomendaron ese sitio y fui. Y si, una de las mejores hamburguesas que he comido.
Hola,
Esta es la primera vez que comento en este blog.
Pues algo parecido pasa cuando uno pide en algún bar o cafetería de Murcia un pastel de carne: que se divorcian la carne y el huevo del hojaldre. Además, ni el tenedor pincha ni el cuchillo corta.
Yo no sé a dónde nos va a llevar la dictadura de lo finolis. Yo es que me niego a ciertas afectaciones y posturitas. Lo de comer con los hombros pegados, por ejemplo. Es de lo más tonto que se pueda inventar. O lo de sopar con la miga de pan pinchada en el tenedor, con el agravante de que la punta del tenedor puede rascar directamente el plato produciendo la consiguiente dentera al comensal.
Para no hablar de la dictadura de lo finolis en otros ámbitos como en los saludos. Es como si se quisiera decir: "como, pero no como", beso la mano de la señora, pero no lo hago etc.
Tampoco vayamos a caer en el extremo contrario. No se trata de comer como un troglodita ni de ser un patán. No nos pasemos.
Un saludo cordial.
Marian, a veces te ponen una palillo grande pinchando la hamburguesa por el centro, pero lo de pinchar la parte de abajo, no sé, no lo pillo.
Trija, es como más se disfruta, pero a mí me molesta que si me la como así no puedo soltarla hasta que me la acabo, porque si no pringo cualquier cosa que toque. En Valladolid hay dos Foster´s, el de Parquesol y el del conocido centro comercial Río Choni.
Tablones, tomo nota para mi próxima visita al Pilar. Me encantan las hamburguesas y probar sitios nuevos. Ayer cené en un local estupendo de aquí que se llama Hell´s en homenaje al barrio neoyorkino donde se crió Don Vito Corleone: Hell´s Kitchen. Está justo al pie de la catedral.
¡Bienvenido a La pluma viperina, Vicente, y mil gracias por su comentario. Le confieso que yo me siento muy incómodo en ambientes demasiado formales, sobre todo en lo tocante a la mesa y a la comida. Cuando como necesito estar a gusto y en confianza, pero a veces hay compromisos inevitables.
Ya que habla de N.Y. que sepa que en la 5 Avenida en Manhatan (cerca de Wall Steet) tenemos un restaurante con servicio de mesa, mantel y cubiertos. Y música amenizada con un pianista. Los menús y precios son los mismos que todo el mundo.
Servicio de Atención al Cliente y al Viajero. Mc.Donal's Fast Food.INC
Yo siempre voy al foster de parquesol. Al que está situado en la calle Me falta un tornillo no he ido nunca.
Por cierto, tiene guasael nombre...supongo que esas cosas son las que pasan cuando sometes el nombre de una calle a votación popular.
Al Neri, me apunto también yo lo del Hell's para cuando me pase por Valladolid.
Trija, ¡no me digas! :-O No sabía que el "Sanpeters" fuese tan famoso. Yo tuve la suerte de dar con él porque en 3º de carrera me mudé a un nuevo piso de estudiantes en esa misma calle (justo en la manzana de enfrente del bar). Cada vez que estaba con pocas ganas de cocinar (o de soportar a una compañera de piso histérica que tenía entonces) me bajaba a cenar al "Sanpeters", así que llegué a aprenderme de memoria la carta entera de hamburguesas. ¿Cuál probaste tú? :-)
Por cierto, hace dos viernes estuve comiendo ahí con Capitán Alatriste. ¡Lo mismo no coincidimos por poco!
Muy buenas Tablones! Pues me decanté por la que lleva el nombre de la casa, la de doble de carne y bacon, huevo frito, queso, lechuga, tomate, pepinillo, mayonesa, cebolla y ketchup (solo que la pedí sin mahonesa porque me da un poco de repelús en cualquier hamburguesa)
Si la cosa va de recomendacionesme voy a animar también: si se dejan caer por zamora les recomiendo una llamada "country" situada en el parque de la marina, unas hamburguesas artesanales la mar de buenas.
y en pamplona les recomiendo "la tropicana" esta para el verano ya que asi la puede comer en la terraza en la plaza del castillo.
P.D. Pues yo fui el sabado siguiente a ese viernes, asi que si, casi nos topamos ;)
señores, yo como apunta Neri tengo algo de falta de personalidad. Si ponen cubiertos, con cubiertos, si no, sin ellos.
Por cierto, hace un mes estuvimos por Valladolid y nos gustó la calidad del tapeo. De hecho pasamos por el Hell´s que usted cita pero, sin desmerecer su calidad, creo que acertamos al elegir los sabores y calidades locales.
de los sitios de tapas en los que estuvimos, me gustó particularmente el Jero, en la calle Correos. Si es es el nivel habitual, dudo mucho que llegue a degustar algún día la hamburguesa del Hell´s!!!
Gracias por todas las sugerencias. Tomamos buena nota.
Politícola, Valladolid es de los mejores sitios de España para tapear, pero es muy caro.
Me llama la atención la evolución del concepto de la hamburguesa. Nació como una burda receta de comida rápida llevada a Estados Unidos por los inmigrantes alemanes. Alcanzó popularidad en las ferias de ganado americanas de finales del XIX, cuando los vaqueros querían aprovechar el tiempo recorriendo los puestos mientras comían cualquier cosa de pie. Picar la carne era además una manera de aprovechar las peores piezas de la res, que si no no podían ser consumidas. Hoy en cambio es un plato de la gastronomía internacional que poco a poco de desvincula de la idea de comida rápida, se elabora con las mejores carnes y se sirve en establecimientos gourmet.
A mí me parecen riquísimas.
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