miércoles, 13 de agosto de 2014

RELEYENDO "EL PADRINO" (27): LA VENGANZA DE BONASERA



Tanto la novela como la película comienzan presentándonos la historia de Amerigo Bonasera, un apocado empresario de pompas fúnebres casado con la madrina de la hija del Don y distanciado durante años de los Corleone porque “no quería problemas”. El día de la boda de Connie se ve obligado a implorar a Don Vito que vengue la paliza que dos macarras dieron a su hija adolescente tras intentar abusar de ella. El Padrino le reprocha su ingratitud en el pasado pero termina apiadándose de la muchacha agraviada: Bien, tendrás justicia. Algún día, un día que tal vez nunca llegue, te llamaré para pedirte algún pequeño servicio. Hasta entonces, considera esta justicia como un regalo de mi esposa, la madrina de tu hija”. 

Cuando Amerigo abandona el despacho, el Don le pide a Tom Hagen: “Encarga este asunto a Clemenza y dile que se asegure de emplear gente preparada, gente que no se emborrache con el olor de la sangre. Después de todo, y aunque este ayuda de cámara de cadáveres desee lo contrario, no somos asesinos”.

En la película solo vuelve a aparecer Bonasera cuando los Corleone le exigen la devolución del favor. Pero, ¿en qué consistió exactamente la venganza contra los dos golfos que agraviaron a la hija del funerario y luego salieron libres en el juicio?

El libro relata con detalle lo sucedido. El trabajo fue encomendado por Clemenza al después traidor Paulie Gatto:

“Clemenza le había entregado fotografías policiales de los dos muchachos, así como datos sobre los lugares que solían frecuentar en las noches que dedicaban a la caza de alguna camarera. Paulie había reclutado a dos de los hombres más fuertes de la Familia y les había dado las instrucciones pertinentes. Nada de golpes en la cabeza —en la cara, sí— , pues no interesaba que ocurriera algo irreparable. Por lo demás, tenían plena libertad de acción. Otra cosa les había advertido: si los muchachos salían del hospital antes de un mes, ellos tendrían que volver a su oficio de camioneros.”

Gatto y sus dos esbirros acudieron una noche al bar favorito de los pobres desgraciados y se los encontraron ligando con dos camareras, que les dieron calabazas. Para provocar la pelea, se burlaron de ellos: “¡Eh, Casanova! ¡Vaya éxito que habéis tenido con esas dos fulanas!”

“Mientras, Paulie Gatto se había colocado en la mano derecha un puño americano. Se encontraba en forma, pues acudía al gimnasio tres veces por semana. Estrelló el puño contra la nariz del golfo llamado Wagner. El hombre que lo agarraba lo levantó de modo que sus pies no tocaran el suelo, y entonces Paulie le golpeó fuertemente en la mandíbula. Wagner perdió el conocimiento, y el hombre lo dejó caer. Había sido cuestión de segundos.

Seguidamente, ambos dedicaron su atención a Kevin Moonan, que trató de gritar. El hombre de Paulie lo tenía inmovilizado con un solo brazo; con el otro le atenazaba la garganta, impidiéndole emitir sonido alguno. Paulie Gatto entró rápidamente en el automóvil y puso el motor en marcha. Los dos corpulentos hombres golpearon a Moonan con fuerza. Se recrearon en la paliza, como si dispusieran de mucho tiempo. No lanzaban sus golpes a tontas y a locas, sino que lo hacían despacio y aplicando en cada puñetazo todo el peso de sus cuerpos. Gatto echó una mirada al rostro de Moonan, totalmente irreconocible, al tiempo que los dos hombres lo dejaban tendido en el suelo, dispuestos a dedicar su atención a Wagner. Éste, que intentaba ponerse en pie, empezó a gritar. Alguien salió del bar y los dos hombres tuvieron que darse prisa. Hicieron arrodillar a Wagner, y uno de ellos le torció el brazo, para luego darle algunas patadas en la espalda. Debido al ruido de los golpes y a los gritos de agonía de Wagner, la gente se asomó a las ventanas, lo cual obligó a sus castigadores a acelerar su trabajo.

Mientras uno lo levantaba en vilo, aprisionándole la cabeza con las manos, el otro disparó su puño contra el inmóvil rostro de la víctima. Del bar había salido más gente, pero nadie trató de intervenir.”

La Familia lo arregló todo para que el Daily News publicara una foto de los apaleados “expertamente arreglada para que todo pareciera aún más horrible de lo que había sido en realidad. Los cuerpos de los dos muchachos semejaban sendas masas informes de carne. Milagrosamente, decía el News, habían salvado la vida, pero en el mejor de los casos tendrían que pasar varios meses en el hospital, eso sin contar con que la cirugía plástica tendría que obrar milagros en sus rostros”. 

Nada más leer la noticia, Bonasera telefoneó a Tom Hagen para expresar su gratitud por el favor recibido. “Quería que Hagen transmitiera al Don la seguridad de su amistad eterna. El Don no tenía más que llamarle. Él, Amerigo Bonasera, daría la vida, si preciso fuera, por el bendito Padrino”.

Para terminar, cito un detalle muy interesante de la entrevista entre el Don y Amerigo. En la novela, nada más ser recibido este, al ver a Sonny y a Hagen en la estancia, solicitó receloso hablar a solas con el Padrino, pero la respuesta fue: 

"— Tengo absoluta confianza en estos dos hombres —dijo Don Corleone, negando con la cabeza—.Ambos constituyen mi brazo derecho. No puedo insultarlos enviándolos fuera de esta habitación."

Esta petición y esta respuesta jamás fueron recogidas en el filme, pero sí en El Padrino II, en la escena de la visita del senador Pat Geary el día de la comunión de Anthony. El político corrupto deseaba una entrevista privada, pero Michael se negó a hacer salir a Al Neri y a Rocco Lampone con una frase idéntica a la del libro.

4 comentarios:

Aprendiz de brujo dijo...

Siempre he pensado que el comienzo de las películas es una parte esencial de las mismas.
A mi esta escena me parece la mejor primera escena de la historia del cine. Creo que Brando quedó prendado del desconocido actor que encarnaba al funerario.
Es muy interesante y curioso el "trasbase" de las palabras de Vito en la novela, a la secuela cinematográfica y a la persona de Michael, de la inevitable presencia de los hombres de confianza del don, en medio de una espinosa entrevista.
A mi me gustaría,- al margen de esto-, que dedicaras un post, ó que un día en medio de un gin tonic me explicaras tu visión de la relación entre Tom Hagen y Michael. Siempre he tenido la sensación de que algo se me escapa.

Tábano porteño dijo...

Tremendo tema el de la lealtad, que es esencial en El Padrino (y en toda narración del género que se precie).

¿Tiene la mafia un sentido de la lealtad que en el mundo político moderno perimió?. Me lo pregunto después de releer un artículo de T. Lacalle, algunos de cuyos pàrrafos creo pertinente citar aquí:

"En Erech hay todavía una piedra negra que Isildur llevó allí de Númenor… y la puso en lo alto de una colina, y sobre ella el Rey de las Montañas le juró lealtad; pero cuando el enemigo regresó y fue otra vez poderoso, Isildur les exhortó a que cumplieran el juramento, y ellos se negaron".

"Carl Schmitt estableció como base esencial de la política, en cualquier tiempo y en cualquier lugar, la distinción entre amigo y enemigo. El resto son florituras y matices, porque toda forma política tiene en cuenta esa realidad esencial.

Ahora bien, la amistad (política o no) supone la lealtad. La lealtad puede solemnizarse o no, pero es la premisa de la acción política. Y, viceversa, la deslealtad, en cualquiera de sus formas, es una forma de antipolítica, o de enemistad política. Es la negación de la amistad, y la afirmación de un enfrentamiento.

Por eso no es casualidad que otro católico como Schmitt, John Tolkien, incluya en la tercera parte de El Señor de los Anillos una reflexión sobre la vigencia permanente de la lealtad (dicho en palabras escandalosas para oídos modernos: total, absoluta e imprescriptible). Sin lealtad no hay acción política posible; y la deslealtad deslegitima permanentemente al desleal, al menos hasta que no haya enmendado su culpa.

"No conoceréis reposo hasta que hayáis cumplido el juramento".
(...)

"La deslealtad inhabilita; poco importa que se deba a debilidad de carácter, a simple cobardía, o a cálculo de intereses. El desleal está en posición de inferioridad, y recurrirá siempre, mientras se mantenga así, a mecanismos de defensa bien estudiados: la huida a otros lugares o a otros modos de vida, la negación de la situación, la desviación de las culpas, la agresividad. Pero lo cierto es que no podrá ser sujeto de ninguna actividad pública digna, al menos entre hombres de bien.

"- Perjuros, ¿a qué habéis venido? - A cumplir el juramento y encontrar la paz".

Sólo la redención hace posible que el desleal pueda volver a ser "amigo" en política. Es decir, a hacer política. Consideraciones éticas aparte, el desleal no puede estar en paz consigo mismo ni con los demás mientras su deslealtad siga viva. De hecho, es un cadáver moral; y en una comunidad tradicional europea es, de hecho, un muerto. Un muerto en vida, a quien no le es dado el descanso ni tampoco la vida."

Capitán Alatriste dijo...

Hola, plumeros,

Ayer repusieron en un cine de Zaragoza El Padrino, II parte. Por 4 euros pasé una agradable noche viendo la que para mí es la mejor película de todos los tiempos, pensando en las entradas del señor Neri sobre esta trilogía. Cada vez que veo de nuevo las películas me doy cuenta de cosas que hasta entonces me habían pasado desapercibidas. Creo que no hay una sola escena sin sustancia ni mensaje.

Especialmente reflexioné sobre el comentario de Aprendiz de Brujo, sobre la relación entre Michael y Tom Haegen. Creo que en el fondo Michael quiere a Tom tanto como quería a Sonny y más que a Fredo, pero desde que intentan matar al padre y asume el mando de la familia se vuelve un paranoico despiadado hasta con los suyos, a pesar de que le reconoce que sólo confía en él. Personalmente, Haegen me suscita cariño en tanto que quiere agradecer a la familia Corleone todo lo que han hecho por él (en el libro relata con mucho más detalle su historia y relación con Vito). Es el cerebro de la familia y una especie de elemento que equilibra las disputas y caracteres de los hermanos tan diversos entre sí. Su carácter no siciliano hace que la amenaza mafiosa que desprende a sus enemigos sea casi imperceptible, como en la escena donde habla con Frank Pentangeli sobre los romanos, o la entrevista con Woltz. En la tercera película noto a un Michael que echa de menos a su hermano Tom. No es sólo la confianza que tiene con Al Neri (no hablo ahora de coautor de este blog, jeje), más ligada a lo profesional, si acaso amistad.

Al Neri dijo...

A mí también me parece que hay una relación extraña entre Michael y Hagen. Se ve en la escena de la segunda película en la que aquel reprocha a este haberle ocultado una oferta laboral que le acababan de hacer y le insinúa que coja a su familia y a su amante y se largue.