martes, 14 de enero de 2014

QUE NOS QUITEN LO BAILAO

Las condenas de estos muchachos no se habrían visto afectadas por la anulación de la doctrina Parot

El Catecismo de la Iglesia Católica deja bien claro que la pena de muerte solo es legítima “si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas”, pero que “si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios” y que hoy en día “como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquel que lo ha cometido sin quitarle definitivamente la posibilidad de redimirse, los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo suceden muy rara vez, si es que ya en realidad se dan algunos". 

Incluso aquí en La pluma yo reconocí hace tiempo que es muy difícil delimitar en qué casos es verdaderamente imprescindible ejecutar a una persona para que esta deje de representar un peligro grave para la sociedad, y que no se me ocurría casi ninguno, pues las cárceles actuales permiten colocar a cualquier agresor en situación de no hacer ningún daño. Estrujándome el cerebro me preguntaba si en un conflicto bélico la pena capital podría convertirse en único remedio para frenar determinados crímenes de los que se cometen aprovechando la inestabilidad y la ausencia de cauces judiciales, cuando ni las cárceles son seguras ni pueden ser vigiladas debidamente. También especulaba sobre la posibilidad de aplicarla en supuestos de terrorismo a gran escala, atentados contra la salud colectiva, daños irreversibles al medio ambiente que repercutan intensamente en la población, estragos de gran envergadura o golpes de estado con grave efecto desestabilizador, pero, vamos, todo desde un punto de vista muy teórico.

Sin embargo, la reciente anulación de la doctrina Parot me ha hecho retomar la reflexión y preguntarme muy seriamente si de verdad hoy, como dice la Iglesia, un Estado siempre tiene la posibilidad de neutralizar a los criminales más peligrosos con “medios incruentos”, sin quitarles la vida. Es cierto que una privación de libertad perpetua o de muy larga duración, acompañada de estrictas medidas precautorias, resulta a simple vista una alternativa irreprochable a la pena de muerte, por cuanto parece cumplir tanto el objetivo de la seguridad como el del respeto a la vida humana. Pero hemos de reconocer honradamente que, visto lo visto, ni una sentencia condenatoria a la reclusión más larga y en la cárcel más hermética puede considerarse una solución definitiva y eficaz, pues nada impide que pasado mañana un nuevo gobierno apruebe una ley penal o penitenciaria más favorable (y por lo tanto retroactiva); que un órgano jurisdiccional internacional dicte una sentencia arbitraria que implique la excarcelación de asesinos y violadores con máximo riesgo de reincidencia, o que al politiquillo de turno, jugando a pescar votos o negociando con terroristas, le dé por amnistiar o indultar al buen tuntún a los delincuentes más siniestros del país. 

O sea que un gobierno consciente y responsable podría regular unas penas de prisión severas que, en efecto, hicieran innecesario “suprimir al reo” pero llegar otro al año siguiente con un código penal de la Madre Teresa de Calcuta (con todos los respetos) que convirtiera las sentencias más garantistas en papel mojado.

¿Qué mejor solución a este problema que regular y aplicar, sin pucheros ni aspavientos, sin escrúpulos ni mojigaterías, la pena de muerte a los malhechores más peligrosos para la sociedad? Luego si llegan otros al poder, ellos verán, pero que nos quiten lo bailao...

9 comentarios:

Aprendiz de brujo dijo...

Yo desde aquí te invito a que hagas un post profundo, serio entre la compatibilidad de tu concepción del uso de la violencia, y los principios de la esencia del Cristianismo,- y por tanto del mensaje de Cristo,-. No una disquisición acerca de un precepto del catecismo, o al menos no sólo eso.
Algo mucho más enjundioso.
Me parece una discusión teórica y moral de lo más interesante.
La segunda parte podría ser si el mensaje de Cristo es acertado ó equivocado.
Quizás Cristo estaba equivocado. O no.
A mi lo de amar al enemigo, poner la otra mejilla, guardar la espada, perdonar a sus asesinos, me ofrece bastantes dudas...
Dos debates muy interesantes. Lanzo los dos guantes...

El Subdirector del Banco Arús dijo...

Nada más leer su artículo de hoy, estaría totalmente de acuerdo. Pero creo, tras meditarlo un poco, que el problema es mucho más profundo.

Y nace de la falta de seguridad jurídica que existe en España, donde un gobierno, nada más salir elegido, corre a deshacer lo que hizo su predecesor para satisfacer las demandas populistas que ellos mismos se han encargado de crear. Salvo en ciertas ocasiones como la actual, en la que el (des)Gobierno peperoni hace exactamente lo contrario a lo predicado hace cuatro años.

Legislar es algo muy complejo y, por lo tanto no se debe dejar en manos de cualquiera: leirespajines, bibianasaídos o rodriguezsorias.

Y la falta de sentido común, preparación y criterios técnicos de los legisladores actuales está creando una inseguridad enorme. Se legisla de forma chapucera y tramposa.

Tampoco existe suficiente visión de futuro. Las leyes se hacen para aguantar la legislatura. No se contemplan problemas a largo plazo.

Y creo que eso pasó, con el Código Penal del 73, como ya se ha hablado aquí, teniendo que parchear con algo a todas luces absurdo como la Doctrina Parot que solo se mantenía en España, seamos sinceros, gracias a criterios políticos.

El problema de su argumento, sr. Neri, es que extrapolado, podría servir para cualquier criminal peligroso. Y no meto más rollo que tengo cosas que hacer.

Sinretorno dijo...

Muchas gracias Al, es usted un caballero. Hace tiempo que dejé el post personal, escrito y pensado, aunque de vez en cuando lo uso.Su blog tiene mucho mérito y nunca me deja indiferente....que es loimportante y descubro joyas literarias tb....

Al Neri dijo...

Aprendiz de Brujo, menos demagogias cutres. La Iglesia Católica lleva siglos evaluando dicha compatibilidad y ya ha dicho todo lo que tiene que decir. El Catecismo recoge muy fielmente la esencia del Cristianismo y el mensaje de Cristo.

Subdire, no entiendo bien sus pegas al post. De hecho leyéndole a usted creo que estamos de acuerdo. Yo aplicaría la pena irreversible solo a los criminales extremadamente peligrosos para el conjunto de la sociedad. Para ellos una pena de cárcel, por muy prolongada que se establezca en la sentencia, no es ninguna garantía, ya que mañana pueden indultarlos, suavizarles la condena o revisar favorablemente la interpretación sobre su aplicación.

Por ese riesgo de inseguridad jurídica al que usted se refiere, un régimen político justo debería prever la pena capital para que al menos los criminales peligrosísimos juzgados por él sí puedan ser neutralizados eficazmente.

Aprendiz de brujo dijo...

Pero si a mi mis cutres y demagogísimos razonamientos me importan poco. Yo quería que me encajases con inteligencia y honestidad ntelectual, "lo bailao" con el catecismo, (que no encaja ni pa Dios), y sobre todo co el Evangelio, (encaja de cojones).
Siempre me ha interesado mucho la compatibilidad entre liberalismo económico y cristianismo; y el uso de la violencia, -recurso, en mi opinión nada descartable en excepcionales casos-, y el mensaje de Jesús.
Es que además en el estrato ideológico en el que tu estás, ( no me refiero a ti) se habla y se ha hablado, justificado y usado la violencia física como recurso con una facilidad pasmosa.
Creo que a un enemigo de la patria, aunque no sea un asesino es "cristiano", darle unas buenas ostias sin hache.Creo que a un excombatiente perdedor de una guerra cristianísma, "realizada en nombre de Dios", y ganada por la Gracia del Mismo", fue "cristiano" darle pal pelo.
No estoy inspirado con los ejemplos. Seguramente los haya más rigurosos, y menos demagogos.Pero el debate teórico me parece cojonudo.
Que siempre he dicho, que si gente mucho más lista que yo lo han visto claro en ambos casos,(liberalismo y la concepción conservadora del uso de la violencia) será que el coco no me da para más.
Me sabe muy mal que no hagas el post sugerido.Me parece muy interesante el encaje teórico de la cuestión.
Buen martes.

El Subdirector del Banco Arús dijo...

Me refiero a que en ningún régimen de gobierno debería existir inseguridad jurídica y, menos aún, en temas penales que no admiten discusión.

La existencia de esta inseguridad no se soluciona con penas irreversibles sino terminando con dicho régimen.

Anónimo dijo...

Deberíamos hablar concretamente de Castilla, que posee un hecho diferencial equiparable al vasco o catalán.
Los castellanos debemos unir voluntades en aras a ser, en un futuro un reino confederado, o un estado independiente.

alco dijo...

Creo que el dilema que plantea es una cuestión relacionada con la jerarquía de valores que se considere. La conservación de la vida no es el valor supremo, al cual se supeditan los demás, ya que esto conduce a una moral de esclavos. ¿Qué valores son superiores a la conservación de la vida? En situaciones de guerra, las personas dan la vida y la quitan a otros por algo que consideran superior, sea la libertad, la patria o lo que consideren. Ahora vamos al delincuente que ha cometido el más ruin crimen que podamos imaginar. ¿Podemos quitarle la vida? En mi opinión, no. No se la podemos quitar simplemente para garantizar la seguridad de las personas dentro de 25 o 30 años, cuando salga de la cárcel convertido en un viejo, y con más que probables secuelas psíquicas y físicas, la cárcel no es un hotel, es muy dura digan lo que digan ciertos demagogos. La seguridad de que no pueda volver a cometer un crimen (totalmente hipotético ahora) no es un valor superior a la conservación de su vida.
Por este motivo soy contrario a la pena de muerte en tiempos de paz.

Al Neri dijo...

Sus comentarios, Alco siempre me hacen reflexionar. En este caso entiendo su idea pero no la comparto.

Para empezar tengo un punto de partida opuesto al suyo: yo sí pienso que hay sujetos de tal peligrosidad social que debe garantizarse de la forma que sea que no pisen la calle en toda su vida. Puede haber casos (muy pocos, le concedo) en que merece la pena anteponer una hipótesis (sólida) al derecho a la vida, a fin de no exponer a la sociedad a daños irreparables.

En segundo lugar creo que su argumentación sería impecable y demostraría una forma coherente (aunque muy discutible) de entender la finalidad de las penas si no hubiera dejado una puerta abierta a la pena de muerte en tiempos de guerra. ¿Por qué en tiempo de paz está totalmente en contra y en mitad de una guerra podría disculpar la medida? ¿Qué diferencia hay? Cierto que un conflicto bélico entraña circunstancias extraordinarias, pero si capturamos vivo al enemigo más peligroso que pueda imaginar durante una batalla, ¿qué motivos podría haber para ejecutarlo si dispusieramos de cárceles seguras y si, como usted dice, “la seguridad de que no pueda volver a cometer un crimen (totalmente hipotético en ese momento) no es un valor superior a la conservación de su vida”? De verdad, no lo veo.

En tercer lugar se olvida usted de que las penas no solo tienen una función de prevención especial (evitar que el sujeto condenado vuelva a delinquir), sino también general (disuadir al resto de la sociedad, a otros individuos peligrosos, de cometer esos crímenes). Así, yo considero que prever un castigo tan severo para determinados delitos podría ser un medio coercitivo eficaz para evitar que otros potenciales criminales actuén. Es decir, en algunos casos la prevención general puede ser “el único camino posible” para “defender eficazmente” las vidas humanas.

Esto puede darse teóricamente durante una guerra pero también en tiempo de paz. Imagine que en plena guerra existe un movimiento de saboteadores asesinos que causan gravísimos daños al bien común, desestabilizan la sociedad y dificultan alcanzar un acuerdo de paz. Si capturamos vivo a uno de sus integrantes es muy cierto que la cárcel sería un medio seguro para evitar que éste en concreto volviera a asesinar, pero si lo fusilamos de inmediato el riesgo de que sus correligionarios sigan actuando disminuirá notablemente. En tiempo de paz también puede suceder si hablamos, por ejemplo, de terrorismo, o de crímenes colectivos de fanáticos políticos.

Admito que estos últimos supuestos tienen un encaje más delicado en el tenor literal del Catecismo, aunque pienso que sí se respeta su espíritu.

Por último, sobre un tema tan importante como la pena de muerte jamás he entendido como hay personas que no tengan claro qué opinar, que digan no saber si están en contra o a favor. Desgraciadamente todos los casos de conozco son personas que han sido defensores a ultranza durante muchos años y que ahora, ante lo mal que está visto adoptar tal postura, muestran una actitud ambigua, ya que les da vergüenza declararse a favor en público y a la vez su conciencia les dice que es muy correcto lo que han pensado toda la vida y les avergüenza desdecirse.