martes, 21 de enero de 2014

PERRITOS PATADAS



   

No me entusiasman especialmente los animales. Carezco de esa «sensibilidad» que parecen poseer algunas personas para tolerar cualquier bichejo, deleitándose acariciando animalillos malolientes. Pero no se me entienda mal: tampoco odio cualquier espécimen del reino animal, faltaría más. Disfruto contemplando el enfrentamiento entre un caballo, el noble bruto, y un toro bravo. Y, aunque me parece que los documentales sobre fauna africana fueron inventados para ayudar a conciliar el sueño durante la sobremesa, reconozco que me sobrecogen los grandes felinos de los zoológicos y que me encanta el vuelo de un milano en un día frío y despejado.

Me gustan los espectáculos taurinos siempre que no consistan en un grupo de gañanes apaleando a un animal que demuestra ser más civilizado que algunos mastuerzos. Y siento cierta lástima, que no compasión, cuando medito sobre la legitimidad de tener encerrado a un animal de naturaleza salvaje para el simple deleite de niños curiosos.

Opino que Walt Disney ha sido uno de los personajes más nefastos del siglo XX, fomentando un tipo de mentalidad infantiloide y pseudoecológica en la que los animales, capaces de hablar, razonar y sentir, adquieren una categoría humana y compasiva. Las ocas ya no son un producto comestible sino alegres amiguitos. Los perritos son tiernos e inocentes seres capaces de enamorarse y de optar, libremente, por sacrificarse heroicamente. Los gatos, nobles prusianos decimonónicos. Y cualquier gallináceo se puede convertir en el más noble aliado de una bella princesa desvalida. 


Al final, observo con frecuencia que muchas personas adquieren una mascota y, por simple buenismo disneyniano, comenten un acto de crueldad tratándolas como personas y no como a seres de la especie correspondiente. Una situación que suele darse con los propietarios de esos perritos amariconados y de mala leche: auténtica aberración desarrollada contra la naturaleza por un hombre que, mediante una rudimentaria ingeniería genética, ha creado razas involutivas y perjudiciales para la especie solo para satisfacer un cursi deseo. Porque no es natural que un perro sea poco mayor que una rata; ni que viva dócilmente en un apartamento; ni que se alimente de latillas gourmet; ni que precise de vestiditos contra el frío; ni que duerma en ñoñas cestitas o, peor aún, en las camas de los dueños; ni que bese la boca de sus amos; ni que suponga gastos estratosféricos en intervenciones quirúrgicas que no están al alcance de muchos niños... 

Y me enerva compartir la ciudad con unos seres que van sembrando las aceras de cagadas más grandes que los propios cagantes. Y siento un deseo difícilmente reprimible de asestar un certero puntapié al perrito que me amenaza en cuanto me ve a lo lejos o me huele tras la puerta un piso del que es auténtico dueño. Y, a veces me regodeo, de una manera casi psicopática, en la idea de agarrar al típico perrito que me ladra, al cruzar un puente o en un paseo marítimo, y lanzarlo al agua delante de su propietario. Pues, esos monstruitos y yo nos profesamos un odio mutuo y visceral; no menor que la aversión que me producen esos dueños afeminados que, creyendo poseer un bebé y no un animal, son en realidad más bestias que sus alimañas.



Y eso por no hablar de los gatitos que, para más inri, me producen una alergia mortal.


Más sobre mascotas en La pluma viperina:

- Ley anticagadas
- Perros y gatos

9 comentarios:

Al Neri dijo...

A mí me gustan mucho los animales, más los gatos que los perros, pero se ve que no lo suficiente como tenerlos en casa. Me resultaría incómodo, me obligaría a sacarlos a pasear o a hacer sus necesidades a horas intempestivas y me fastidiaría las vacaciones.

Estoy muy de acuerdo con usted en que es ridículo humanizar a las mascotas, sobre todo con conductas como las que ha descrito en la entrada. Pero tenga en cuenta que a estos bichejos se los coge mucho cariño, más del que podemos imaginar los que no tenemos uno. Además antes los animales se tenían con alguna finalidad concreta (cazar, defender la casa, tenerla limpia de ratones, etc), pero ahora solo se tienen para hacernos compañía y por lo tanto es lógico que se les mime.

También estoy muy de acuerdo en lo que dice de ciertas razas pequeñas de perros, que son engendros contra natura, verdaderos monstruitos, creados en el laboratorio para uso y disfrute estético de los humanos.

marian dijo...

Pues yo echo mucho de menos a mis perros: Tizón 40 kilos de perro negro con el que iba yo más chula que un ocho todos los días a darme una buena caminata al pinar y Tessa de tan solo 30 kilos que cuando me comenzó esta "perro-gatuna" alergia tuve que ceder a un grupo de rescate de montaña. Comprobará que no son precisamente perros patada, además vivo en un pueblo en una casa con un estupendo patio con lo que mis animales eran afortunados en cuanto a alojamiento.
Yo lo que odio son esos "animales" que meten perros enormes en balcones diminutos y se quedan tan anchos, les encerraba yo a ellos en un armario.

Rita dijo...

De acuerdo en el mal que ha hecho Disney en la percepción de tantas y tantas cosas, y en la aberración de humanizar a las mascotas, pero desde luego por tus comentarios no debes haber vivido lo que es convivir con un animal, por lo que no sabes lo que supone tenerlo, y te aseguro pueden dar más amor que cualquier humano, y aportar incluso mucho más que muchas personas.
La patada por las caquitas, creo que debías dársela mejor al dueño irresponsable, que el animal no ha hecho nada más que una necesidad básica, como supongo que harás tú y ojalá diariamente.
Sobre los toros mejor no me pronuncio, que entonces acabaremos como el perro y el gato.
Mira que me gusta leerte, y creo que es la primera vez que comento, y me estreno de traca, jajaja. Supongo que me has tocado la fibra sensible. No hay más que mirar mi foto de perfil ;-)

Subdirectora del Banco Arús dijo...

Creo que en este tema el señor Subdirector y yo no estamos nada de acuerdo. Lo hemos hablado ya muchas veces, y estoy completamente convencida de que esos pequeños animalitos pueden profesar mucho más amor, y dar mucho más cariño que cualquier ser humano. Lo veo por mi gatita, la que lleva conmigo muchos años, y por la que estoy dispuesta a invertir cualquier suma económica para salvarle la vida.

Al Neri dijo...

Subdire, le veo dejándose medio sueldo en antihistamínicos.

Carlos T. dijo...

Soy un auténtico enamorado de los perros. Pero esos animales tan pequeños no los concibo como tales, sino como especies raras para humanos aun más raros, o seres imaginarios testigos de escenas como la del armario de Ricky Martin y la niña con la mermelada.

Brisa dijo...

¡Qué tema el de las mascotas! Pensar que hay gente que se ata por 20 años a un perro o gato, al que atiende como a un hijo. Yo jamás podría hacerme cargo de un ser que permanece de por vida como en la tierna infancia. Un niño crece, aprende, evoluciona. Un perro pasado el año es un ancla. Y jamás pude entender el "cariño" que brindan las mascotas. ¿Qué cariño le dan sus gatos a mi madre? Pues que no lo veo, hombre.
Un abrazo

El Subdirector del Banco Arús dijo...

Al Neri, Marian y Carlos T.. A pesar de lo que pueda parecer, no odio a todos los animales. Es más, si viviera de forma estable en una casa real -no un piso- y en las afueras de una ciudad, me gustaría tener un gran, noble e inteligente perro, léase un mastín, un pastor alemán, pastor belga,... Pero en un lugar amplio donde no se torturase al animal ni a los vecinos. Las ciudades no son lugares para tener animales diferentes a los canarios o los periquitos.

Rita. Estoy totalmente en contra de la mentalidad animalista de Disney. De esas corrientes de opinión (¿?) para las que un animal tiene la misma categoría y derechos que un ser humano. En contra de esos antitaurinos que se manifiestan como kaleborrokas ante las plazas de toros y desean que el toro mate al torero.

Por cierto, no se enfade, pero su foto de perfil da miedo.

En cuanto al comentario de mi prometida y el núcleo del comentario de Al Neri, decir varias cosas:

-Es normal encariñarse con objetos no humanos. Yo también me encariño con las cosas cuando las identifico con situaciones y momentos importantes de mi vida. Tengo cariño a mi coche (últimamente conduzco casi 4000 km mensuales) pero no lo amo locamente; me dolería perderlo pero no lloraría no lo besaría. Les puede parece una barbaridad pero también hay gente que ama a su moto como si fuera una mascota. En todos los casos supone lo mismo: asignar cualidades humanas a seres que no las pueden compartir.

Amar y dar cariño es una cualidad humana. Una gatita no da cariño; se limita a responder a ciertos estímulos que le resultan agradables o a comportarse de una cierta manera a cambio de obtener una recompensa. No se engañen. Cuando un perrito nos saluda o un gato retoza junto a nosotros es buscando calor o alimento, de la misma forma que un perro de presa ataca a un niño creyendo que así obtendrá el favor de su amo en forma de comida, calor, caricias...

Por cierto. Odio a la mencionada gatita. Me parece un ser repugnante a la que no me acercaría ni aunque me hubiera tomado un millón de antihistamínicos.

Aprendiz dijo...

Ufff Subdire, que mal pinta lo de la gatita ehh..;-) Bueno, lo primero enhorabuena por tu compromiso, y enhorabuena a la afortunada, que poco a poco la iremos conociendo.

A mí, como animales, me encantan los gatos y felinos en general, los caballos, los toros y quizá los monillos como el de Marco... pero en una casa odio a cualquier bicho.

Con los perros patada esos me pasó un día que iba por la calle con una amiga y vi uno de éstos, enano enanísimo, una verdadera rata, con mi impulsiva sinceridad (y no con intención de despreciar) le comenté a mi amiga que ese perro parecía una rata. Momento en el que me di cuenta que el perro era del novio de mi amigo (sí, todas tenemos un amigo gay) y acto seguido me deshice en alabanzas a la monada de perrito.