El otro día, hablando con un
amigo, le expresé mi cruda opinión sobre un conocido común. Como se escandalizó
un poco de mi dureza, le dije que en la vida lo mejor era llamar al pan, pan y
al vino, vino, y dejarnos de tapujos y de falsas caridades. Pero él meneó la
cabeza y me respondió que la vida es una gran mentira y mejor que sea así,
porque si tuviéramos la facultad de leernos el pensamiento los unos a los
otros, no serían posibles las relaciones sociales ni la propia supervivencia
humana. Más aún –añadió– , si tú me dijeras todo lo que piensas de mí y yo todo
lo que tú me pareces, Neri, romperíamos nuestra amistad al instante.
Bien mirado es así. De tener ese poder extraordinario para leer las mentes, más valdría que fuera selectivo, que solo captara los pensamientos positivos y las opiniones agradables, porque, de lo contrario, íbamos apañados. Adivinar en crudo lo malo que piensan los demás de nosotros, las críticas que nos harían o las quejas que tienen sobre nuestra conducta sería como una bomba, dejaría de hablarse todo el mundo (como mínimo). No hay más que ver cómo solemos reaccionar ante los reproches que a veces alguien se atreve a hacernos.
Igual de bien que mi amigo lo han sabido entender los diseñadores y programadores de las redes sociales, en particular de Facebook. Reconozco que muchas veces, ante las fotos desagradables, consignas odiosas, cursiladas empalagosas, payasadas sin gracia, opiniones en las antípodas a las mías o comentarios de mal gusto que ciertas personas comparten en el Face, echo muchísimo de menos un botón de No me gusta para manifestar de forma rápida mi desagrado. Pero Mark Zuckerberg y su gente, que entienden mucho más que yo de sociología, tuvieron claro desde el principio que solo procedía insertar un pulsador para hacer valoraciones amables. Consideran que si no te gusta lo que alguien publica en su muro, tendrás que currarte un comentario crítico, porque colocar expresamente un botoncito para que condenes los contenidos de los demás sería demasiado tentador, la gente lo pulsaría sin meditar y acabaríamos todos a la gresca, borrando a mansalva a nuestros contactos y, en definitiva, echando a perder el lucrativo negocio del Caralibro.
Un icono de No me gusta en Facebook nos pondría tan fácil despotricar contra la opinión o los gustos ajenos (basta una décima de segundo), haría tan sencillos y tan automáticos la protesta y el gruñido, que en la práctica equivaldría a tener ese poder de adivinar la verdadera y descarnada opinión de nuestros “amigos” agregados. Y eso sería malo, muy malo, no solo para nuestra vida social, sino para la cuenta de resultados del judío de los ricitos.
Bien mirado es así. De tener ese poder extraordinario para leer las mentes, más valdría que fuera selectivo, que solo captara los pensamientos positivos y las opiniones agradables, porque, de lo contrario, íbamos apañados. Adivinar en crudo lo malo que piensan los demás de nosotros, las críticas que nos harían o las quejas que tienen sobre nuestra conducta sería como una bomba, dejaría de hablarse todo el mundo (como mínimo). No hay más que ver cómo solemos reaccionar ante los reproches que a veces alguien se atreve a hacernos.
Igual de bien que mi amigo lo han sabido entender los diseñadores y programadores de las redes sociales, en particular de Facebook. Reconozco que muchas veces, ante las fotos desagradables, consignas odiosas, cursiladas empalagosas, payasadas sin gracia, opiniones en las antípodas a las mías o comentarios de mal gusto que ciertas personas comparten en el Face, echo muchísimo de menos un botón de No me gusta para manifestar de forma rápida mi desagrado. Pero Mark Zuckerberg y su gente, que entienden mucho más que yo de sociología, tuvieron claro desde el principio que solo procedía insertar un pulsador para hacer valoraciones amables. Consideran que si no te gusta lo que alguien publica en su muro, tendrás que currarte un comentario crítico, porque colocar expresamente un botoncito para que condenes los contenidos de los demás sería demasiado tentador, la gente lo pulsaría sin meditar y acabaríamos todos a la gresca, borrando a mansalva a nuestros contactos y, en definitiva, echando a perder el lucrativo negocio del Caralibro.
Un icono de No me gusta en Facebook nos pondría tan fácil despotricar contra la opinión o los gustos ajenos (basta una décima de segundo), haría tan sencillos y tan automáticos la protesta y el gruñido, que en la práctica equivaldría a tener ese poder de adivinar la verdadera y descarnada opinión de nuestros “amigos” agregados. Y eso sería malo, muy malo, no solo para nuestra vida social, sino para la cuenta de resultados del judío de los ricitos.
2 comentarios:
El Facebook es una red social muy personal, no es como un blog donde se escriben reflexiones, opiniones, donde se pretende crear debate... ni tampoco un canal de youtube donde se intentan compartir conocimiento a través de tutoriales de música, moda... En los blog y en youtube el fin es dar una opinión, de si te ha gustado o si te ha servido, y tiene sentido un botón de no me gusta.
Pero Facebook es como tu vida; la gente cuelga sus fotos personales, escriben comentarios íntimos... y no pega un no me gusta. Es como si hablas con un amigo, le haces un comentario y te suelta, no me gusta... O le enseñas una foto tuya de tu viaje y te dice, no me gusta... Estas redes sociales son para crear amigos, no para destruirlos.
Esa es la idea del Face, Aprendiz, pero al final mucha gente no lo usa para comentar nada personal, sino para colgar ideas, consignas, opiniones, igual que en un blog.
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