En mi afán por racionalizarlo y
controlarlo todo, pretendí también someter a mis reglas el amor, al que tenía
catalogado, en el cajoncito de mis proyectos importantes, como un sentimiento
antiguo y esquemático, regido por intercambios medibles, por un inquebrantable
equilibrio de afectos y atracción mutua. Traté de acomodar a mis moldes mi
biografía amorosa y acabé dándome de bruces contra una realidad compleja, anárquica,
irracional y demasiado injusta, contra la que al principio se sublevaron los
cuadros sinópicos de mi vida (en DIN A-3, en letra diminuta y sin un tachón) y
mi sentido del orden y de la equidad. Pero una noche entendí lo que había que
entender, y poco a poco me hice a la idea de que entre una mujer y un hombre no
hay norma que valga y en ello reside la grandeza del vínculo que les une.
Pero antes de ver la luz, me desconcertaba la sinrazón de mis sentimientos, me entristecían los favoritismos arbitrarios de mi corazón, supuestamente noble. Porque en mi lógica de entonces uno debería amar más a quien más le dio, a quien lo hizo todo por él, a quien le regaló su paciencia y su sacrificio, a quien atendió cada uno de sus deseos sin pensar en sí mismo y a quien cuidó de él, que a una persona despegada, a un espíritu libre que siempre otorgó prioridad a sus metas, que no llamaba, que no escribía, que destilaba mal humor y cuyas pruebas de devoción a veces había que adivinarlas con la benevolencia del enamorado.
Uno debería, según la justicia convencional, guardar recuerdos más dulces de una relación pacífica que de una tormentosa, de una mujer desvivida por agradar que de otra triste y reñidora, de la chica que se lo daba todo que de la que todo se lo exigía, de la comprometida que de la inconstante, de la que más le hizo reír que de la que tanto le hizo llorar, de la que fue realidad palpable que de la que llegó y se fue como un sueño.
Pero es que las cosas no son así
y el corazón late a un ritmo muy distinto al de la razón. El amor no hace
balances globales con ecuanimidad, sino que se alimenta del detalle y del
matiz. En este tipo de sentimientos no reina la justicia; no se valora el
trabajo constante ni la entidad de la entrega, sino lo intenso de las
experiencias y el poso que queda al final en el fondo del vaso, un poso a veces
irracional pero delicioso.
En la arena de la pasión y la
ternura no deja la huella más profunda quien más fuerte pisa.
Pero antes de ver la luz, me desconcertaba la sinrazón de mis sentimientos, me entristecían los favoritismos arbitrarios de mi corazón, supuestamente noble. Porque en mi lógica de entonces uno debería amar más a quien más le dio, a quien lo hizo todo por él, a quien le regaló su paciencia y su sacrificio, a quien atendió cada uno de sus deseos sin pensar en sí mismo y a quien cuidó de él, que a una persona despegada, a un espíritu libre que siempre otorgó prioridad a sus metas, que no llamaba, que no escribía, que destilaba mal humor y cuyas pruebas de devoción a veces había que adivinarlas con la benevolencia del enamorado.
Uno debería, según la justicia convencional, guardar recuerdos más dulces de una relación pacífica que de una tormentosa, de una mujer desvivida por agradar que de otra triste y reñidora, de la chica que se lo daba todo que de la que todo se lo exigía, de la comprometida que de la inconstante, de la que más le hizo reír que de la que tanto le hizo llorar, de la que fue realidad palpable que de la que llegó y se fue como un sueño.
11 comentarios:
Yo creo que nos has dejado sin palabras.Al menos a mi si.Muy bien dicho Neri.
Habla solo del amor entre un hombre y una mujer? o tambien habla del amor entre dos hombres y/o dos mujeres?
Yo creo que el enamoramiento es irracional, pero el amor debería ser muy racional. Esa irracionalidad procede de los sentimientos, y éstos son cambiantes, por lo que si dejamos el amor en manos de los sentimientos se volverá irracional. Pero no porque el amor sea irracional en sí, sino porque lo estamos basando en algo irracional.
Y en manos de qué/quien quieres dejar el amor, Aprendiz?.
AdB, creo que aprendiz ha acertado. El enamoramiento es irracional y tiene caducidad. Cuando uno vuelve a ver las cosas como realmente son, queda el amor (si hay suerte), o el desamor en formato de rencor o odio, o el lento olvido. Muy dificilmente queda una amistad si antes hubo una gran pasión, aún efímera.
El amor a largo plazo, con proyecto de futuro, etc, es más fruto del cálculo y la racionalidad que de los sentimientos desbocados.
Pues habría que basarlo en algo estable: la razón, la moral, el compromiso, Dios... Puntualizando el comentario de Alco, yo entiendo que el amor va unido al concepto de largo plazo. Y todas estas cosas que he dicho, son las que dan estabilidad a cualquier proyecto a largo plazo.
Este debate ya lo hemos tenido, (creo). Para mi la premeditación racional a la hora de elegir vicia de raíz el amor. Nos convierte en directores de recursos inhumanos. No tengo la verdad absoluta. Pero prefiero la calidad a la perdurabilidad.
En definitiva, que cada uno intente ser feliz como pueda.
Me gustaría saber que piensa Dios de todo esto...Se supone que el es amor.
Con permiso de Neri os pongo dos canciones de mi ídolo...De cual de las dos opciones7tendencias se quedaría el Creador.
http://www.youtube.com/watch?v=3sZerkHNL2U
http://www.youtube.com/watch?v=wtpIKU2IAyk
... prefiero sin que, "a medida".
No me gustan los gatos... :))
En asuntos de amor hay que preguntarle siempre a un loco,los cuerdos aman cuerdamente.Es como si nunca hubiesen amado.
Nunca dejas de querer. Nunca.
Siempre hay algo que te recuerda, aún en silencio.
Siempre hay algo que te recuerda que, fue real.
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