Recuerdo como, hasta el año pasado, hacíamos chistes acerca de cierto director general de una consejería al que se le convertía el culo en Coca-Cola cada vez que veía aparecer una cámara, aunque fuera la de un móvil. Un verdadero inútil, un dictadorzuelo que no tenía la más mínima idea del campo que dirigía y a quien siempre sacaban las castañas del fuego sus subordinados. Un hombre de pequeña estatura -en general, no me fío de los bajitos- y amplia y falsa sonrisa; aficionado a ordenar pintar cagadas de amarillo para venderlas al público como si de oro se tratase, pretendiendo hacerse un currículo que le permitiera llegar a consejero... Un señorito Iván al que le encantaba verse, ante sus influyentes amigos, rodeado por una caterva de siervos con la cabeza gacha que cantaran las excelencias del amo mientras demostraban lo bien que escribían. Tanta paz lleve a su cementerio de elefantes como dejó en el mundo real.
Una de las muchas lacras que padece el sistema mal llamado democrático que nos toca sufrir es que los políticos tienen que justificar su cargo, sus enchufes y sus sueldos -generalmente desorbitados en relación con la preparación requerida y los resultados obtenidos- ante los ciudadanos para, cada cuatro años, poder asegurar que han cumplido con una buena parte del programa electoral que, curiosamente, los electores nunca se leen. Justificación que muchos libredesignados también tienen que realizar ante quienes les han aupado donde están siempre que quieran seguir ascendiendo.
Una de las muchas lacras que padece el sistema mal llamado democrático que nos toca sufrir es que los políticos tienen que justificar su cargo, sus enchufes y sus sueldos -generalmente desorbitados en relación con la preparación requerida y los resultados obtenidos- ante los ciudadanos para, cada cuatro años, poder asegurar que han cumplido con una buena parte del programa electoral que, curiosamente, los electores nunca se leen. Justificación que muchos libredesignados también tienen que realizar ante quienes les han aupado donde están siempre que quieran seguir ascendiendo.
Repasar ante la oposición su programa y cruzarlo con los «logros» alcanzados durante la legislatura es una de las formas preferidas de todo politiquillo de acaparar diez minutos más de cámara o un párrafo más de periódico. Pero mejor aún es lograr una página impar con una foto enorme del consejero, director general, concejalillo o libredesignado con ganas de seguir trepando.
Y para lograr este objetivo, en todas las administraciones y cargos, sobre todo en aquellos cuya existencia es más difícil de justificar ante el ciudadano, se priman fundamentalmente las llamadas políticas de visibilidad, esto es, aquellas acciones que puedan tener una mayor repercusión mediática. Algunos de estos personajillos matarían por aparecer en un periódico provinciano o en la TeleBoina de turno o, aunque fuera, en el último folleto publicitario de Día.
Y es que en España, y sobre todo ahora que la Administración no tiene un duro, es de destacar como se recorta en gastos fundamentales pero se sigue primando la apariencia, como aquellos jaques del siglo XVII que llevaban siempre una cajita con migas de pan que echarse sobre la ropa para que la gente pensara que ese día sí habían comido. Gastando dinero para retroalimentarse a través de los gabinetes de prensa del despacho correspondiente y haciendo currículo a base de recortes de prensa.
En el mes de octubre, mi antiguo jefe, una tortuga subida en un poste, como diría Suso Mendive, llevó varios puntos a una reunión. El primero era la falta agobiante de presupuesto, tan grave que nos prohibía imprimir en color, nos restringía las fotocopias y, quizás en el futuro cercano, la calefacción y la luz eléctrica. El siguiente era la necesidad, en teoría impuesta por la Consejería, de producir unos enormes trípticos a todo color con una especie de catálogo de servicios que para nada serviría. Su propuesta duró poco:
Subdire: Pero vamos a ver... Nos estáis diciendo que no hay un duro y, sin embargo, que sí hay para esta tontería. No lo entiendo.
Tortuga: Es que es muy importante. Además, lo mandan desde arriba.
Subdire: Pero en esas reuniones a las que vais nos toman a todos por idiotas. Si hacemos esto, seguramente lo seamos. ¿Cómo se puede comprender que en España no haya dinero para garbanzos y sí para pasteles? Esto sólo sirve para que ciertas personas se hagan publicidad y trepen. Ya tenemos la página web y sale gratis.
Tortuga: Bueno, bueno. Pues entonces no lo haremos.
Otro que ha descansado desde que me trasladaron de puesto hace dos meses.
Y para lograr este objetivo, en todas las administraciones y cargos, sobre todo en aquellos cuya existencia es más difícil de justificar ante el ciudadano, se priman fundamentalmente las llamadas políticas de visibilidad, esto es, aquellas acciones que puedan tener una mayor repercusión mediática. Algunos de estos personajillos matarían por aparecer en un periódico provinciano o en la TeleBoina de turno o, aunque fuera, en el último folleto publicitario de Día.
Y es que en España, y sobre todo ahora que la Administración no tiene un duro, es de destacar como se recorta en gastos fundamentales pero se sigue primando la apariencia, como aquellos jaques del siglo XVII que llevaban siempre una cajita con migas de pan que echarse sobre la ropa para que la gente pensara que ese día sí habían comido. Gastando dinero para retroalimentarse a través de los gabinetes de prensa del despacho correspondiente y haciendo currículo a base de recortes de prensa.
En el mes de octubre, mi antiguo jefe, una tortuga subida en un poste, como diría Suso Mendive, llevó varios puntos a una reunión. El primero era la falta agobiante de presupuesto, tan grave que nos prohibía imprimir en color, nos restringía las fotocopias y, quizás en el futuro cercano, la calefacción y la luz eléctrica. El siguiente era la necesidad, en teoría impuesta por la Consejería, de producir unos enormes trípticos a todo color con una especie de catálogo de servicios que para nada serviría. Su propuesta duró poco:
Subdire: Pero vamos a ver... Nos estáis diciendo que no hay un duro y, sin embargo, que sí hay para esta tontería. No lo entiendo.
Tortuga: Es que es muy importante. Además, lo mandan desde arriba.
Subdire: Pero en esas reuniones a las que vais nos toman a todos por idiotas. Si hacemos esto, seguramente lo seamos. ¿Cómo se puede comprender que en España no haya dinero para garbanzos y sí para pasteles? Esto sólo sirve para que ciertas personas se hagan publicidad y trepen. Ya tenemos la página web y sale gratis.
Tortuga: Bueno, bueno. Pues entonces no lo haremos.
Otro que ha descansado desde que me trasladaron de puesto hace dos meses.
8 comentarios:
La política de partidos, Subdire, es un juego bien sencillo. Se trata de pasarse la legislatura demostrando o fingiendo interés por los ciudadanos para que en la siguientes elecciones te vuelvan a votar. Un político siempre deseará salir en la tele o en el periódico, y que los medios resalten el cumplimiento de sus objetivos. Es de cajón. De hecho, y no diré más porque también es evidente, la aparición en la prensa de los políticos y de sus actuaciones, medidas y resultados, no es casual ni espontánea. Vamos, que los reporteros no van detrás de los políticos porque les parezca interesante publicar lo que dicen o hacen, sino por otros motivos mucho más mundanos que a nadie se le escapan.
Las políticas de visibilidad son precisamente un compendio de temas muy sensibles y que venden mucho si se enfocan bien, así que, aunque los políticos no logren dar trabajo a la gente ni mejorar la economía, siempre darán mucho el coñazo con la igualdad de género, la integración de los minusválidos, las subvenciones-compravotos, los mayores y demás...
Lo que sí le puedo decir es que es errónea la percepción que algunos tienen de que los políticos en general están ahí para forrarse. De hecho, se sorprendería, y se lo digo muy en serio, del sueldo que cobra un director general de nuestra Administración autonómica. Tan bajo es el sueldo si se tiene en cuenta la responsabilidad, los marrones y el riesgo enorme de estar todo el día en los juzgados sin comerlo ni beberlo, que a veces, cuando se intenta fichar para estos puestos a gente prestigiosa del sector privado, es imposible encontrar voluntarios y hay que terminar recurriendo a los humildes funcionarios.
A por dinero no se va, pero sí le reconozco que hay muchos que quieren ser altos cargos porque les encanta estar en todos los ajos y cortando el bacalao (yo creo que algunos lo harían gratis solo por el prestigio social y por la repercusión mediática), y otros que buscan sobre todo el poder (poder decidir, poder enchufar y poder tener una escolta de lameculos a tiempo completo).
Para terminar, le diré que también, aunque suelen ser la excepción, hay algunos altos cargos muy currantes y con una auténtica vocación de servicio que hacen auténticos juegos malabares para mantenerse en la cuerda de la honradez. Y también los hay, en las áreas muy técnicas y específicas, con un perfil político nulo, que han sido nombrados por ser los mejores en lo suyo y suelen gozar de la admiración y el cariño de funcionarios y ciudadanos al margen de ideas y componendas de partido.
Exacto, son unos chorizos, mientras el resto de ciudadanos se tienen que apretar el cinturón ellos a vivir como reyezuelos y a medrar.
¡Muchas gracias por la cita,señor Neri!
En lo de los bajitos, en general, tiene usted bastante razón.No conozco ni uno bueno...por ejemplo, el abogado Jesús Casero. En Cataluña dicen que es porque las gallinas les pican el culo....eso es lo que dijo Tarradellas al conocer a Pujol.
Suso, dele las gracias al Subdire, que la entrada es suya, que por algo está en azul :-).
Menuda pinta más asquerosa tiene el plato de la última foto!
Sr. Subdirector:
¿cuándo un hombre es bajo para usted? ¿1.70 m., 1.60, 1.50?.
Publicar un comentario