En los últimos meses he mantenido varias veces con el señor Neri pequeñas conversaciones acerca de si el Destino nos marca cuáles son los máximos objetivos a los que podemos aspirar o, si por el contrario, el futuro es producto, únicamente, de nuestra voluntad y factores aleatorios secundarios. Como nuestros lectores podrán adivinar, tan fatalista como siempre, yo defendía, literalmente, que el Destino es un gigante que está comiendo mientras que nosotros únicamente somos moscas revoloteando a su alrededor; algunas tendrán la suerte de optar a algún pedazo del banquete; otras a unas simples migajas y el resto habrán de conformarse con la heces del gigante cuidando de no molestar a un monstruo capaz de terminar con cualquier insecto, por grande y audaz que sea, de un simple manotazo.
Lógicamente, Don Neri consideraba que mis ideas no son más que una simple defensa de un determinismo cerrado cuando no, como sí opinan otras personas, pretextos para que se conformen los cobardes.
El caso es que me encontré varios meses por uno y otro motivo -laborales, personales, faldas...- bastante pesaroso, desanimado e, incluso, vago, causas por los que llevaba tantísimo tiempo sin atreverme a escribir en La Pluma. Han sido unas semanas en las que creía conveniente no compartir con nadie mi más que hastiada visión de lo humano y lo divino. Creía mejor dedicarme a hacer deporte, leer, salir al campo o a tomar cervezas con los amigos. Cualquier cosa antes que desperdiciar mi tiempo en la perniciosa afición de pensar.
Y, he ahí que, repentinamente, me ofrecieron un cambio de destino, de localidad, de ámbito laboral y personal absoluto. La posibilidad de encargarme, en unos días, de un trabajo nuevo, de un puesto novedoso que nunca nadie había ocupado antes y en el que no me aseguraban prácticamente nada. Lo único seguro era que, si en veinticuatro horas no contestaba afirmativamente, en el futuro sería muy complicado tener una oportunidad parecida.
Y tocaba elegir. ¿Renunciar a mis seguridades, a residir en mi casa, a un puesto de trabajo en el que gozaba, además de disgustos numerosos, de prestigio y ciertas prebendas, o seguir un camino que pudiera llegar a combinar mis dos verdaderas vocaciones profesionales? ¿Valdría la pena abandonar a las personas con las que he trabajado en los últimos ocho años, magníficos seres profesional y humanamente, y que me han concedido el honor de su amistad, para trasladarme a una ciudad nueva repentinamente a hacer algo que nadie sabe a ciencia cierta en qué consistirá? ¿Valdría la pena renunciar a mi institucionalizada forma de vida -ahora sé cómo se sentía el abuelete de Cadena Perpetua- para, principalmente, no verla más?
Yo sí creo en el Destino. Creo que cuando las casualidades se acumulan y se suceden apuntando nuestra vida en una cierta dirección o su contraria, no puede ser fruto del azar. Creo que existen señales que nos indican que hemos de tomar un rumbo u otro aunque, al final, sólo dependa de nuestra voluntad dar el primer paso. Es una lástima que sólo nos enteremos de que el camino seguido fue el adecuado cuando nos acerquemos a la meta.
13 comentarios:
Yo no creo en el destino.Y sin embargo tengo convicciones bastante deterministas, -pues creo que el 95% de nosotros es genética y educación.
En todo caso te deseo lo mejor. A ver si en ti se cumple la máxima que hermana crisis y oportunidad.
Suerte Subdirector.
http://www.youtube.com/watch?v=OciNMzU4E48
Usted y yo, amigo Subdirector del Banco Arús, somos dos personas muy distintas que, sin embargo, nos entendemos bien. En común tenemos, eso sí, las ideas políticas (aunque menos que hace doce años) y que ambos somos personas muy críticas con lo que nos rodea y muy exigentes con nosotros mismos. En brillantes palabras de mi amigo Brujo, que me repite siempre que nos vamos de cubatas, estamos "atormentados por la coherencia".
Ello nos condena irremediablemente, no sé si será el Destino, a pasarnos la vida bastante insatisfechos a la espera de cambios, mejoras y superaciones personales; en guardia por conservar nuestros principios en la medida que nos dejan y que somos capaces, y despotricando, como viejos gruñones, contra tantas cosas que nos revuelven las tripas.
No se crea que no es jodido lo que nos ha tocado. Así es difícil ser feliz, aparte de que es agotador y nos hace perder de vista las pequeñas cosas de la vida (las más importantes) y nos impide disfrutar de ellas. Yo creo que usted y yo a lo mejor no hemos alcanzado la madurez que algunos definen como la capacidad de convivir con aquello que no puedes cambiar. Pero tal vez es mejor no alcanzarla nunca.
Le felicito por su audacia y su decisión para enfrentarse a estos cambios tan súbitos. Conociéndole, aparentemente pienso que donde ha ido encajará mucho mejor, aunque, como acabamos de hablar, no creo que pase mucho tiempo antes de que encuentre usted, también ahí, a vagos, desidiosos, amigos del "todo vale", jetas, escaquéitors y arribistas a los que poner firmes hasta que le salga úlcera de estómago.
Estamos en España, en el siglo XXI y en medio de una sociedad que se rige por unos códigos opuestos a los que a nosotros nos enseñaron. No se le olvide, amigo Subdire, y no sufra demasiado por ello.
Le deseo mucha suerte en su nueva andadura y no olvide:
¡De frente, paso maniobra! ¡Ar!
No importa el lugar cuando nuestros principios son un mundo. Al final uno acaba aborreciendo, disfrutando y echando de menos las mismas cosas... Buena suerte dondequiera que vaya, sr. Subdirector.
Me alegra mucho leer todo esto, me alegro mucho y creo que va a ser genial para ti.
A veces nos engañamos a nosotros mismos, aguantamos en una situación hasta que nos falta el aire creyendo que es ahí donde debemos estar y encima nos creemos fuertes por ello. Pero no es más que cobardía; miedo a perder nuestra seguridad; miedo a separarnos de la gente a la que queremos, porque nos hemos amarrado a ellos; miedo al estilo de vida que conocemos...
Yo sí creo en el destino, pero hay que buscarlo, en cuanto nos sumergimos en la comodidad y en la apatía nos quedamos estancados y es imposible llegar a el.
Respecto a este tema me gustó mucho el libro de "El Alquimista" de Paulo Coelho, no sé si lo habrás leído, pero te aconsejo en ese caso leerlo de nuevo. Las cosas se vuelven diferentes ante un cambio de actitud. Yo personalmente la primera vez que lo leí lo acabé abandonando, un tiempo después lo volví a coger y ahora es de mis favoritos.
Me ha gustado mucho su post, sr. subdirector, me parece especialmente valioso que comparta aquí sus sensaciones y su situación. Por lo que leo, seguramente su decisión ha sido acertada, así que espero que todo sea positivo para usted y se reactiven sus aportaciones al blog.
Un cordial saludo.
Del tema en cuestión, sólo quiero decir que yo no creo en el destino. Fin.
Respecto a su situación particular, Señor Subdirector del Banco Arús, empezaré a tratarle de Usted por si le han nombrado ministro: implicaría ir a una nueva ciudad y un cambio absoluto para hacer algo que nadie sabe a ciencia cierta en qué consiste. Dudo si serás Morenés o Wert
Bromas aparte, me alegro de que te ofrezcan nuevos oportunidades: signo de que vales. Y si esta en concreto te puede dar la ocasión de desarrollar tus vocaciones, en mi opinión habrás hecho bien en aceptar. Así que me alegro por ti.
Enhorabuena.
Sr Subdirector, le deseo lo mejor en su nueva singladura. La vida es navegar, los puertos son la excepción.
En cuanto al destino: no existe, estoy seguro. La voluntad y la lucidez de cada uno (y sus circunstancias) determinan su futuro. Sí existe el azar, y la confluencia (azarosa) de varias circunstancias nos produce el espejismo de que tenemos un destino.
Espero que su nueva etapa no sea incompatible con sus colaboraciones viperinas.
También le deseo que encuentre (si aún no la ha encontrado) a su Marta Martinez de Soria, intuyo que es su tipo de chica.
Mucha suerte, Sr Subdirector
Yo sí creo en el destino, cuando todo sale bien, misteriosamente bien, creo que ese es el mejor camino en mi vida, se me están facilitando las cosas.
Suerte en tu nueva andadura, que la tendrás.
Pues yo si que creo en el destino,y cada uno nacemos ya con el marcado,podemos variarlo a lo largo de nuestra vida,pero al final todos tenemos el mismo,y las oportunidades hay que agarrarlas que eso es como si te tocara una lotería,yo también tuve que cambiar de ciudad por mi trabajo,al principio me costó adaptarme,pero ahora estoy encantada,y me siento una privilegiada de la vida,lo importante es valorar,lo que la vida te da,y aparcar lo que te quita.
El destino existe. Espero y deseo que al Sr. Subdirector, al que ya se echaba de menos en La Pluma, le sea propicio en su nueva andadura.
Esa clase de oportunidades hay que aprovecharlas, por que no suelen presentarse más que una vez en la vida. Yo sí creo en el destino ¿cómo no? aunque desde el convencimiento pleno de que nada sucede por casualidad.
Hay que tener mucho cuidado con lo que se desea... por que lo más probable es que al final, lo acabes consiguiendo.
Y yo le deseo lo mejor. Y como ya le dije una vez:
"Vista larga, paso corto..." ;))
Mucha suerte Sr. Subdire.
Nago
Enhorabuena y suerte Subdire.
Estamos de prestao. Acontecimientos recientes me lo han vuelto a recordar. Pero lo que está claro es que hay un orden que se nos escapa.
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