martes, 10 de enero de 2012

LOS FOTOPLASTAS




Hay un personaje muy típico, y no por ello menos insufrible, que cada vez que regresa de un viaje se empeña en enseñar a todo el mundo las fotos que ha hecho. Cuando digo a todo el mundo es a todo el mundo: a su familia, a sus colegas, a sus compañeros de trabajo, a los vecinos... En cualquier situación y sin venir a cuento. Y con lo de enseñar las fotos me refiero no a mostrarte veinte o treinta, sino las dos mil que ha tirado.

Estos sujetos, que tampoco son muchos gracias a Dios, proliferan más que nunca en septiembre, cuando todos regresamos de las vacaciones de verano y nos juntamos en una casa con amigos o familiares a tomar un café o a cenar, en plan reencuentro.

Su primera característica es que todavía no se han percatado en modo alguno de que al 90% de la gente, por lo general y por mucho que disimule, le importan tres cojones las vacaciones de los demás, y menos aún a los que ese año no han salido a ninguna parte. No han aprendido esta lección a pesar de los años que llevan enseñando sus instantáneas y de las caras que les ponen.

En segundo lugar estos señores parecen no haber oído jamás el refrán de que lo poco agrada y lo mucho cansa. Es decir, no se contentan con hacer una selección de las, por ejemplo, treinta fotos más bonitas de su viaje a Brasil, sino que enchufan la tarjeta en la tele y te hacen tragar las mil quinientas que han sacado: las bonitas, las feas, las borrosas, las de él haciendo el oragután en la playa, las de ella posando con el vestido de fiesta, las del niño con la cara manchada de sandía… Si fueran prudentes, hasta disfrutaríamos con las imágenes porque algunos son hasta buenos fotógrafos.

Una regla de oro con estos fotoplastas es la relación directamente proporcional que existe entre el precio de su viaje y lo insoportables que se ponen. Por ejemplo, los que van a Torrevieja casi nunca pegan la toquilla con las fotos más que, como mucho, a los familiares más íntimos. Si en cambio, el amigo en cuestión ha estado de Safari en Kenia, agárrate y no te menees porque te abrasará lo menos durante cuatro horas.

Uno de los mejores trucos para eludir estas encerronas es no acudir bajo ningún concepto a la invitación a cenar a casa de una pareja que acaba de regresar de los fiordos noruegos, poniendo cualquier excusa para retrasar el encuentro (su deseo de “poner filminas” suele enfriarse con el tiempo, aunque no siempre) o intentar coincidir mejor en un lugar neutro como un bar, un restaurante o la casa de alguien con tele antigua, sentándote siempre lo más lejos posible del dueño de la cámara digital, ya que llegará un momento fatídico, generalmente a los postres, en que el pollo sacará la maquinita y te forzará a tragarte dos gigas enteros de jotapegés.

Si resulta ineludible cenar en el piso del fotógrafo entusiasta, existen dos tácticas de emergencia para protegerse del chaparrón. La más prudente y suave es irnos a cagar cuando se lleguen por la foto número cien o así, y recrearnos en el váter, sentados un buen rato, y lavarnos las manos con calma chicha, para librarnos al menos durante veinte minutos. La otra solución, qué duda cabe que más drástica, es quedarnos a ver la sesión pero emitiendo continuos y punzantes comentarios sobre la pinta de los que salgan en las fotos y sobre los paisajes y lugares inmortalizados. Cuanto más cómicas sean las pullas y más carcajadas provoquen entre los invitados, mejor que mejor.

Por ejemplo, supongamos que sale la suegra de tu amigo dando de merendar a la niña. Pues aquí lo que procede es hacer una observación ligeramente chabacana sobre el escote del vestido de la señora. Si, en cambio, aparece tu amiga en bikini haciendo esnórquel en Cancún, es el momento ideal para soltar el chascarrillo de que "joder, maja, como te ponías en el bufet libre, ¿eh?", al tiempo que inflas los carrillos y sueltas una risotada. También da bastante buen resultando, cuando te enseñen paisajes de los Alpes donde han ido a esquiar, vocear despectivo: “¡pero si eso es igual que Gredos, tú, igualito!”

En fin, cualquier idea es buena con tal de asegurarte de que nunca jamás volverán a intentar someterte a la tortura de las mil y una fotos.

12 comentarios:

Tío Chinto de Couzadoiro dijo...

Si el pelmazo en cuestión no es esclavo de la cámara digital, te dará la tabarra, durante horas, contándote, con todo lujo de aburridos detalles, cómo transcurrieron sus quince días de vacaciones en las repúblicas del Báltico o en las islas griegas.

Aprendiz dijo...

jajajaja muy buen post, es cierto todo lo que dices, sobre todo eso de que a nadie le importa ver las fotos de los demás, ya has sido generoso con ese 90%...

Que se haga una junta para ver todos las fotos de un viaje común es divertidísimo, ¿pero de verdad alguien piensa que a los demás les interesa las fotos de su familia?

Es como esta navidad, me dice una, ¿oye te vienes mañana a mi casa para los reyes?, y le digo yo, ¿es que van a dejar los reyes algo para mí en tu casa?...
Pues eso, qué gracia tiene ver algo en lo que uno no pinta nada... ¿Afán de protagonismo que tenemos las personas? Yo no creo que sea eso.

Respecto a las fotos la verdad que nunca me he visto envuelta en semejante tortura, sin duda me iría al baño, pero sí que he tenido a la pesada de alguna amiga todo un viaje enseñándome las fotos que les iban enviando de sus sobrinas... ¡oye! ¡que yo las veo una vez, te digo lo monas que son y punto! No se puede pretender que a los demás se les caiga la baba con cada carantoña de las niñas!

Yo una vez me quedé flipando cuando escuche a una famosa decir que les ponía a sus amigos el vídeo del parto de su niña... ¿de verdad esa gente va a querer ver el parto con lo desagradable que es?

En fin...

la lozana andaluza dijo...

Pues yo cuando alguien empieza a darme la tabarra con las fotos le digo mira yo he venido aqui a que me enseñes donde estan las camas asi que o me llevas a ellas o me voy.yo como umbral con su libro.
Da resultado.

Zorro de Segovia dijo...

más vale una vez morado que ciento colorado ... yo simplemente digo que no me gusta ver fotos ni vídeos. Mi gente lo sabe desde hace años y siempre encuentro alguien con quien hacer algo alternativo mientras el resto ven las fotos.

marian dijo...

Acabo de leer lo del parto de la famosa que dice Aprendiz y me ha dado envidia... que lástima que no grabaran mi cesarea, sería un puntazo:
-Ah que quieres enseñarme tus fotos del viaje a meimportaunamierdadondefuiste, vale pero lo vemos en los postres porque mientras cenamos te voy a poner yo un video que te vas a cagar, ya verás que bueno.

Álex dijo...

Lo de "cómo te ponías en el bufet libre" y el escote de la suegra, sr. Neri, me da en la nariz que lo ha dicho de verdad y que le funcionó perfectamente, seguro.
Feliz miércoles.

trija dijo...

Hay otro tipo de "fotoplatas", aquellos que, mas que agobiar enseñando fotos, agobian haciéndolas a todas horas.

Alguna que otra vez, en alguna cena, he tenido que soportar a gente que nos fotografía a todos sentados en la mesa desde varios ángulos, fotografían los platos que se van a comer, etc. Cada poco gritan un "foto facebook".

Interruptor dijo...

Yo conozco una asociación de fotoplastas, que eso es lo que deberían hacer todos, juntarse voluntariamente y enseñarse las fotos y luego irse de cena.
Pero a los demás que nos dejen en paz por favor o que nos manden un enlace al Flickr, Facebook o similar, que ya las veremos en nuestros ratos libres.
En eso estoy pensando.

sefo dijo...

Yo no se si son peores los que enseñan miles de fotos o los que las hacen, como dice Trija porque pocas cosas hay mas inaguantables que alguien haciendo fotos a todo lo que se menea y sacandote con caretos sin avisar.

Aprendiz de brujo dijo...

Recuerdo mi última cena romántica con Dulcinea que el típico pesao nos sacó una instantánea en medio de un beso inolvidable. que forma de estropear un momento tan especial.
Casi le meto un bofetón al sujeto.
Que bien besas Dulci.

semilla dijo...

Realmente son unos plastas, un primo mío adicto del I-pad, se empeña cada vez que me ve en enseñarme las fotos de su hija montando a caballo ¡menudo coñazo!...ni una ni dos, ¡doscientas!..gracias a Dios las pasas con el dedito a la velocidad del rayo y ni las miras ¡bastante me importará a mí!...¡tíos plomos!

ignatus dijo...

También se pueden juntar las dos estrategias: esperas a que salga una foto de la viajera en bikini, dices "caramba, vaya tetas, me voy al servicio" y luego te vas al baño 20 minutos...

Lo bordas si estando allí haces unas flexiones y logras salir sudoroso y sonriendo.

Yo personalmente hago como Zorro de Segovia, digo que mi límite son las 10 primeras fotos
y luego me entretengo cotilleando los libros o discos que tienen en las estanterías. Si alguna vez oigo exclamaciones de admiración, a lo mejor me acerco un par de veces a ver alguna foto en concreto.

Saludos a todos.