viernes, 27 de enero de 2012

¡QUÉ LES HARÁN A LOS SOCIALISTAS!

Hubo un tiempo, al principio de mi andadura profesional, en que me dedicaba a meter paquetes. Bueno, en realidad, yo no los metía, pero sí recopilaba los datos y las pruebas suficientes, y redactaba los informes necesarios para que lo hicieran otros. Aunque suene morboso reconocerlo, los procedimientos sancionadores y disciplinarios constituyen una de las facetas que más me gustan del mundillo de mi trabajo. Un compañero siempre me dice de cachondeo que debe de ser un residuo de mi espíritu represor.

Nada más empezar a trabajar me tocó sacar adelante un sancionador particularmente enjundioso que hasta salió en prensa. El tema era relativamente grave y había en juego intereses sociales complicados, siendo así que la primera medida a adoptar fue el cierre preventivo del chiringuito de turno. El negocio en cuestión era bastante grande, daba mucha pasta y era sobradamente conocido en la provincia.

Chapar cautelarmente un sitio de estos conlleva un procedimiento engorroso y bastante desagradable que culmina con la personación de los funcionarios en el local, previo aviso a la policía por si acaso se encienden los ánimos, para comprobar que está todo clausurado y que se ha retirado lo que había que retirar, y para levantar un acta de cierre en presencia de los titulares del establecimento, en este caso un matrimonio.

Recuerdo que llegué en coche con la compañera que iba a ayudarme, saludamos a los picoletos, llamamos al timbre y nos abrió la dueña con una medio sonrisa cortés.

- Buenos días –les di la mano a ella y a su marido- . Somos conscientes de lo desagradable de este trámite, y lo sentimos muchísimo, pero ustedes entenderán que es nuestro trabajo, así que, con su permiso, vamos a proceder…

Recorrimos las estancias abriendo puertas y armarios, comprobando que todo estaba en orden, sin dejar de inspeccionar un solo rincón. Al acabar saqué el formulario del acta, extendí los papeles sobre una mesa y les rogué que tomaran asiento.

- Bien, señores, el acta quedaría así: “Siendo las once y media del día tal del año cual, y personados los funcionarios Al Neri y Menganita en las dependencias de …”

- Perdone que le interrumpa –dijo él de pronto- ¿Podríamos hablar con usted un momento…. en privado?

Instintivamente miré a mi compañera, que hizo el gesto de encogerse de hombros como dando a entender que le daba igual.

- Usted dirá, aunque no entiendo el motivo….

- Ahora le comentamos… Por favor, ¿nos podría acompañar a la salita? Será solo un instante. Y usted –añadió mirando a mi colaboradora-, discúlpenos, por favor.

Nos fuimos la pareja y yo a la sala de al lado. Ella cerró tras de sí  la puerta, para mi mosqueo, y cuando me tuvieron allí medio retenido, sacó dos tarjetas azules plastificadas y me las puso en las narices.

- Tenemos doce años de antigüedad, ¿sabe usted? -susurró-  Siempre apoyamos todo lo que podemos aquí en el pueblo, en las elecciones.

Tomé confuso las tarjetas y rápido vi sus fotos, las siglas y la gaviota. Me quedé ojiplático. Eran dos carnés del P.P.

- Señora - torcí el gesto bastante cortado- ... ¿pero qué me están enseñando, por favor?, ¿qué me están diciendo?...

La mujer se puso toda flamencota y, sin cortarse un pelo, soltó:

- Pues eso, que si a nosotros nos hacen esto, ¡qué les harán a los socialistas!, ¿eh?, ¡qué les harán a ellos!

- Pero por favor… ¡Eso no tiene nada que ver! Guárdenselos, por Dios.

- ¿O sea que nada? –siguió él, ya encabronado- ¿Qué de nada sirve colaborar y estar ahí cuando hace falta? Vale, vale –me dio la espalda- , lo tendremos muy en cuenta. Ya sabemos lo que se puede esperar de ustedes…

Como quería poner fin cuanto antes a semejante situación, a un episodio tan cutre propio de la España más profunda y caciquil, abrí la puerta y salí como un rayo de la habitación diciendo:

- Vamos a firmar el acta, señores. Yo no soy nadie y solo cumplo con mi obligación, así que a mí no me vengan con estas historias. Y si no les parece bien lo que les digo, recurran la resolución de cierre y aporten fotocopia de sus carnés, a ver si les vale de algo.

En diez minutos aquello estaba más chapado que Alcatraz, y nosotros de vuelta en el coche, descojonándonos.

- ¿Pero a estos qué les ha dado?- le comenté a mi compi después de contarle la batallita- ¡Si no llevo jersey de Ralph Lauren, ni pantalones chinos ni gomina en el pelo!

4 comentarios:

Zorro de Segovia dijo...

encuentro lógica su sorpresa. Incluso hubiera sido de esperar que su superior le echase una bien merecida bronca. No sé cómo se le ocurrió molestar a unos honrados ciudadanos paganos de su cuota anual al partido.

Es de extrañar que conserve su empleo, Sr. Neri. Es más, ni siquiera sé por qué le mantengo el trato de usted.

Gentuza de principios, qué asco. Así va España.

alco dijo...

Pero bueno, Sr Neri, ¿es que usted cuando habla con alguien no sabe con quien está hablando? Le hacía más espabilado, asi no hará carrera. Reflexione, Sr Neri, estos errores de novato inexperto no pueden repetirse. La famiglia es muy paciente, pero no ilimitadamente paciente.

El Subdirector del Banco Arús dijo...

Pues pensé que le iban a ofrecer un soborno porque francamente, en una situación tan compremetida no me quedaría nunca a solas con esos personajes. Y mucho menos, habiendo testigos que contemplen como me voy a reunir con ellos a solas unos minutos pues, en caso de que cambiara de opinión en el tema del expediente, los testigos pensarían, lógicamente, en un soborno.

Me encantaría saber en qué consistía el negocio y por qué lo cerraron. Varias habitaciones, inspeccionarlo... ¿Era un lupanar?

Interruptor dijo...

Yo sí que creo que el carnet sirve y mucho, pero se les olvidó a los protas de la historia que lo suyo era un abono de gallinero y por supuesto que trataba con personas decentes.
http://blogs.publico.es/asuntosycuestiones/548/estamos-tocando-el-fondo-1/