La conocí hace justo dos meses cuando lo del local de mi padre. Trabajaba a media jornada en la gestoría de la calle Sáinz de Baranda, tenía una mirada felina y estaba más buena que el pan. Tuve que pasarme por allí unas cuantas mañanas, pirándome del Ministerio a última hora y hasta tiré de un par de moscosos para cerrar de una vez el traspaso. Una de las veces coincidimos en la cafetería de abajo y, como soy un jeta, le dije que nos había tratado fenomenal y que ya convencería a mi padre a ver si vendía el piso, montaba otro negocio o traspasaba lo que fuera con tal de verla otra vez y tomarme otro cacharro con ella. María se rió echando el cuello hacia atrás, achinando sus ojos verdes, regalándome el panorama de una boca perfecta y rozando distraídamente mi antebrazo con su mano.
Luego vinieron dos fines de semana febriles, en los que enloquecí por culpa de su piel blanca y sedosa, de sus caderas perfectas y del ardor de sus labios que llegué a besar sin descanso durante varias noches de caricias y de entrega incondicional. Yo estaba como un niño con zapatos nuevos. El segundo viernes, después de nuestra furia de volcán, me quedé contemplándola en medio de la calma. Recostada sobre el cabecero, parecía una diosa griega con la mirada perdida, un rictus serio por primera vez y sus pechos desnudos que evocaban el mármol.
- ¿Qué te pasa?, ¿en qué piensas? Te noto como ausente.
Pareció despertar y me deslumbró otra vez con su sonrisa y su mirar de siempre.
- Nada, es que tengo el tercer ejercicio de mi oposición dentro de dos semanas y estoy algo nerviosa. Me juego mucho. No sé qué tal me saldrá.
- Anda, no me habías dicho que opositaras. ¿Pero de dónde sacas el tiempo, chica?
Me contó que estudiaba mucho por las tardes e incluso por las noches, y que por eso no había querido verme entre semana ni el domingo. Le pregunté qué preparaba y casi mejor que no se lo hubiera preguntado. Me parece imposible que no se fijara en la cara de susto que puse.
- ¿Inspector… de trabajo? –balbucí a duras penas- Joder, es difícil… ¿Qué tal lo llevas?
No sé si fui un hipócrita, pero mi instinto me dijo que debía callarme que precisamente yo, por una de esas mágicas casualidades de la vida, formaba parte ese año, como vocal titular, del Tribunal de la oposición al Cuerpo de Inspectores de Trabajo y Seguridad Social, y que por ello era casi seguro que me tocara estar en su examen oral y decidir si pasaba o no al de idioma, que ya era solo una pura formalidad.
Yo a ella le había contado que era TAC (*) en Presidencia y me extrañaba que habiendo salido la conversación sobre mi trabajo de funcionario, se hubiera callado que estaba preparándose unas oposiciones, pero no le quise dar importancia. Nunca pudo sospechar que pudiera estar relacionado con sus exámenes, ya que en las dos primeras pruebas escritas se había personado mi suplente en mi lugar y además estos Tribunales suelen estar formados solo por inspectores.
En cualquier caso, me sobrepuse más o menos bien a tan desagradable coincidencia. Ayudó a mi ladino disimulo el hecho de que dos días después me comunicara muy nerviosa que prefería no quedar hasta después del ejercicio. A pesar de todo, la llamé por teléfono varios días para animarla y desearla suerte. Me sentía como una cucaracha.
La primera idea que me rondó fue presentarle a Julián, el Presidente suplente, un escrito de abstención por amistad íntima, y evitar así el trago de tener que examinarla. Pero no me decidí. Primero porque en la práctica las abstenciones solo se hacen por razón de parentesco. Aunque la ley contempla también como causa la “amistad íntima o enemistad manifiesta”, estas circunstancias son demasiado subjetivas y esgrimirlas siempre es interpretado como un truco para escaquearte del papelón de ser Tribunal. Además era algo implanteable porque no solo no conocía sus apellidos y no venía a cuento pedírselos ahora por teléfono, sino que alguien podría preguntarme con el lógico retintín si acaso la tal María no era mi “amiga íntima” hace cinco meses, cuando me pasaron las listas de admitidos provisionales al proceso selectivo. Y, claro, no era plan de confesar a mis compañeros que me la estaba tirando desde hacía unas semanas.
Estaba ante un marrón en toda regla.
(*) TAC: Técnico de Administración Civil (funcionario del Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado)
(Leer segunda parte)
Luego vinieron dos fines de semana febriles, en los que enloquecí por culpa de su piel blanca y sedosa, de sus caderas perfectas y del ardor de sus labios que llegué a besar sin descanso durante varias noches de caricias y de entrega incondicional. Yo estaba como un niño con zapatos nuevos. El segundo viernes, después de nuestra furia de volcán, me quedé contemplándola en medio de la calma. Recostada sobre el cabecero, parecía una diosa griega con la mirada perdida, un rictus serio por primera vez y sus pechos desnudos que evocaban el mármol.
- ¿Qué te pasa?, ¿en qué piensas? Te noto como ausente.
Pareció despertar y me deslumbró otra vez con su sonrisa y su mirar de siempre.
- Nada, es que tengo el tercer ejercicio de mi oposición dentro de dos semanas y estoy algo nerviosa. Me juego mucho. No sé qué tal me saldrá.
- Anda, no me habías dicho que opositaras. ¿Pero de dónde sacas el tiempo, chica?
Me contó que estudiaba mucho por las tardes e incluso por las noches, y que por eso no había querido verme entre semana ni el domingo. Le pregunté qué preparaba y casi mejor que no se lo hubiera preguntado. Me parece imposible que no se fijara en la cara de susto que puse.
- ¿Inspector… de trabajo? –balbucí a duras penas- Joder, es difícil… ¿Qué tal lo llevas?
No sé si fui un hipócrita, pero mi instinto me dijo que debía callarme que precisamente yo, por una de esas mágicas casualidades de la vida, formaba parte ese año, como vocal titular, del Tribunal de la oposición al Cuerpo de Inspectores de Trabajo y Seguridad Social, y que por ello era casi seguro que me tocara estar en su examen oral y decidir si pasaba o no al de idioma, que ya era solo una pura formalidad.
Yo a ella le había contado que era TAC (*) en Presidencia y me extrañaba que habiendo salido la conversación sobre mi trabajo de funcionario, se hubiera callado que estaba preparándose unas oposiciones, pero no le quise dar importancia. Nunca pudo sospechar que pudiera estar relacionado con sus exámenes, ya que en las dos primeras pruebas escritas se había personado mi suplente en mi lugar y además estos Tribunales suelen estar formados solo por inspectores.
En cualquier caso, me sobrepuse más o menos bien a tan desagradable coincidencia. Ayudó a mi ladino disimulo el hecho de que dos días después me comunicara muy nerviosa que prefería no quedar hasta después del ejercicio. A pesar de todo, la llamé por teléfono varios días para animarla y desearla suerte. Me sentía como una cucaracha.
La primera idea que me rondó fue presentarle a Julián, el Presidente suplente, un escrito de abstención por amistad íntima, y evitar así el trago de tener que examinarla. Pero no me decidí. Primero porque en la práctica las abstenciones solo se hacen por razón de parentesco. Aunque la ley contempla también como causa la “amistad íntima o enemistad manifiesta”, estas circunstancias son demasiado subjetivas y esgrimirlas siempre es interpretado como un truco para escaquearte del papelón de ser Tribunal. Además era algo implanteable porque no solo no conocía sus apellidos y no venía a cuento pedírselos ahora por teléfono, sino que alguien podría preguntarme con el lógico retintín si acaso la tal María no era mi “amiga íntima” hace cinco meses, cuando me pasaron las listas de admitidos provisionales al proceso selectivo. Y, claro, no era plan de confesar a mis compañeros que me la estaba tirando desde hacía unas semanas.
Estaba ante un marrón en toda regla.
(*) TAC: Técnico de Administración Civil (funcionario del Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado)
(Leer segunda parte)
12 comentarios:
Siga siga, que me tiene usted en ascuas.
No sabía yo que usted en sus ratos libre era tan libertino, tal como lo cuenta parece una autobiografía suya.
Igual piensa dejarnos esperando todo el fin de semana la parte siguiente, no creo que se le ocurra.
Independientemente del dilema moral que el azar le ha planteado, siempre es agradable yacer con un bombón como el descrito. Mi más sincera enhorabuena.
Señores, repórtense y ponderen sus comentarios. Se trata de un relato de ficción y por supuesto que no es autobiográfico.
Señor Neri,además de escribir bien,creo que aún fabula mejor.Me ha tranquilizado saber que no es autobiográfico.Pero como dicen las series,estoy seguro que se basara en hecho reales.Espero ansioso la segunda parte.El enredo señor Neri,siempre el enredo.
Lástima, no debía haber enseñado las cartas tan temprano...parecía real la historia
Sr Neri, no sé como continuará su ficción, pero le puedo aportar algunos datos. Soy catedrático de instituto y he sido vocal en tribunales de oposición tres veces.
Cuando el tribunal ya se ha constituído, y esto parece en su relato, ya no puede haber ninguna sustitución: lo único que puede hacer su protagonista es, de acuerdo con el presidente, no acudir a los ejercicios mientras su amante ocasional siga en el proceso. Cuando la tumben en alguna prueba eliminatoria, puede reincorporarse a los trabajos del tribunal. Pero realmente ni siquiera es necesario nada de esto. Una amante ocasional - si la relación prospera será en el futuro - no es actualmente una amistad íntima por mucho sexo que haya por medio, y no creo que sea impugnable. Su protagonista puede intervenir en el proceso y calificar a la aspirante, como al resto de opositores. Los procedimientos de los tribunales suelen prescribir que si la diferencia entre la calificación superior más alta y la más baja que otorguen los miembros del tribunal en una prueba es significativa (suelen ser 2 o 3 puntos sobre 10) se anulan las dos calificaciones extremas.
Es decir, si yo fuera su protagonista (nunca me ha ocurrido algo así, solo desarrollo su ficción) me callaría del todo, seguiría como si nada, la calificaría como a los demás (a lo mejor tirando algo para arriba, en homenaje al placer recibido), y que sea lo que Dios quiera.
Releyendo su relato, he caído en que ya han realizado dos ejercicios de la oposición. Supongo que son ejercicios escritos y con asistencia masiva de opositores. Esto explica que el protagonista no se fijara en su amante, pero ella si se fijó en cada miembro del tribunal. Todos los opositores analizan a fondo a los cinco miembros del tribunal, cualquier detalle profesional o psicológico puede ser importante para orientar los ejercicios.
Esto da una dimensión más morbosa a su relato, ya que ella sabía perfectamente, desde el primer momento, quien era él.
De todas formas, aún considerando este hecho, yo hubiera procedido como he comentado antes: a lo hecho, pecho y el mundo sigue girando.
Espero la continuación, Sr Neri.
Pufff!!! Ojalá me pasara a mí algo similar. Y mira que temía que algún día me tocara ser tribunal.
Además, podría ir la conciencia muy tranquila. Un antiguo compñero al que encasquetaron ese papelón alegó que su novia se presentaba al examen y le dijeron que si no estaban casados nada...
Así que podría alegar: "me tiro a una opositora". Y posría seguir cumpliendo y cumpliendo ;-)
Es broma. No lo haría nunca. Las opositoras a mi cuerpo (administrativo y físico) suelen ser muy feas o estar locas.
Alco, muchas gracias por sus aportaciones. En una "amistad íntima" sobrevendida recurrir a la abstención es técnicamente complicado. Por supuesto que no cabría sustitución alguna del vocal. Las soluciones que da usted son las más oportunas, como verá en la 2ª parte del relato.
En cuanto a su segundo comentario, me temo que no ha llegado usted a tiempo de leer mi última versión del párrafo "Yo a ella le había contado que era TAC..." Lo siento.
Subdire, examinar a la novia es muy grave y además bastante humillante para la chica, que si aprueba y alguien sabe la circunstancia va a tener que soportar toda la vida suspicacias y rumores.
Por supuesto que es autobiografico ... y doy fe confirmando que la tiene tan pequeña como un cacahuete.
OK, Sr Neri.
Y disculpe mi intromisión en su relato, que en definitiva es creación suya. Espero el desenlace.
Por otra parte, tanto el Subdirector como usted parecen reacios a formar parte de un tribunal de oposiciones. En efecto, no es agradable, pero creo que es mejor que seamos los propios funcionarios los que seleccionemos a los mejores aspirantes; si no es así, serán los políticos de turno, mediante comisiones de "comisarios" y otros métodos corruptos quienes lo hagan. O quizá peor, transfieran esta competencia a los sindicatos. Si les toca estar en un tribunal, lo pueden ver desde el lado positivo y se asume mejor.
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