Y mucho más de lo que yo pensaba o incluso quería.
Ha sido una de esas noticias que me han alegrado el día y, sobre todo, han reforzado mi ego.
-¡¡¡Por fin una victoria!!! Me exilio a Polonia.- Grité cuando el viernes abrí el buzón y descubrí una carta cuyo único remite era un apartado de correos de Madrid.
Al principio pensé que sólo era propaganda pero resultó un cheque de Iberia, nominativo y cruzado, por valor de cuatrocientos euros acompañado con la única explicación de un código de referencia. Nada más, ni una simple disculpa, ni un gesto de cortesía: como el niño al que la maestra obliga a pedir perdón a un compañero; como el adolescente que grita «Lo retiro» mientras otro chaval le returce el brazo. Como el tramposo que es pillado en un renuncio.
Cuando en el mes de julio, el avión que nos traía desde Cracovia se estropeó viéndose obligado a volver al aeropuerto, no me podría imaginar que una de las empresas más importantes de España se comportaría como un low cost gestionado por raterillos. Tras ocho horas de retraso y espera nocturna en Polonia, sin posibilidad de recuperar el equipaje y sin representantes de la compañía que dieran explicación alguna, sólo nosotros y otro matrimonio -de un total de 150 pasajeros- interpusimos la consiguiente reclamación a la Compañía. Reclamación en la que sólo pedíamos aquello que habíamos tenido que abandonar al tener que regresar a la terminal de embarque -lo adquirido previamente no te lo dejaban pasar de nuevo- y el importe de un día a mayores en el aparcamiento de Barajas, aparte de las maletas que rompieron a mis amigos.
Reclamación que fue la primera de otras muchas.
Ingenuo de mí, creí que el Presidente de Iberia -o su oficina, claro está- tendría a bien dedicar unas líneas a un cliente que se quejó de cómo su compañía respondía a las reclamaciones negando lo hechos y alegando que una avería en un avión es una causa de fuerza mayor comparable a una nevada o un terremoto.
Candorosamente supuse que Aviación Civil no estaría compuesta por funcionarios inútiles -o mucho peor, comprados- que respondieran por correo sin certificar que no podían hacer nada porque el retraso fue menor de dos horas, sin tomarse la molestia de leer mi reclamación ni la documentación adjunta.
Inocentemente, aunque muy cabreado, imaginé que el mismo organismo reaccionaría en condiciones cuando les volví a remitir la misma reclamación solicitándoles revisaran el expediente y leyeran la documentación, refiriéndoles el consbido reglamento, pidiendo la identificación de los funcionarios que tramitaron la primera instancia en virtud de la ley 30/92 y amenzándoles con llevarles ante el Defensor de Pueblo, el Ministro de Fomento y la Comisión Europea. Personas y organismos que, por cierto, desprecio profundamente.
Y con paciencia casi franciscana acudí a recoger el certificado con acuse de recibo de este mismo organismo en el que sólo me respondían que encasquetaban el asunto a los polacos, infringiendo claramente un reglamento que parecen no conocer. Pero pincharon en hueso: Polonia no es España. La Aviación Civil de Polonia se puso manos a la obra en lugar de desentenderse del asunto. Cada quince días me mandaban una carta certificada en inglés y polaco informándome de las acciones emprendidas y de las excusitas de Iberia.
Y, tras un mes sin recibir noticias de Varsovia, me estaba preparando para el último ataque contra Iberia y Aviación Civil cuando, de pronto, abrí el buzón y premio. Por no querer pagar los apenas cincuenta euros que les pedía incialmente, les ha tocado acoquinar los 400 que dictan las normativas. Mis amigos están en espera de recibir el mismo cheque más la indemnización de las maletas.
¿No se comportarían mejor ciertos sinvergüenzas si todos sus clientes fueran igual de beligerantes al margen de triunfar en sus exigencias o no? Aún recuerdo con naúseas cómo algunas petardas, al descender del avión en Madrid se deshacían en agradecimientos hacia Iberia y las azafatas. Gracias, Iberia, gracias por tenernos un total de 10 horas en un aeropuerto, sin servicios, sin dejarnos recuperar los equipajes ni aunque fuera necesario para conseguir pañales, por no cumplir los reglamentos. Gracias, Iberia, por tratarnos como a ganado, por querernos estafar.
Eso sí, las azafatas, al contrario de lo que suele suceder en Iberia, eran jóvenes, bellas y pijas. Lo único bueno de un vuelo de tres horas en el que no se molestaron ni en servirnos un café.
Ha sido una de esas noticias que me han alegrado el día y, sobre todo, han reforzado mi ego.
-¡¡¡Por fin una victoria!!! Me exilio a Polonia.- Grité cuando el viernes abrí el buzón y descubrí una carta cuyo único remite era un apartado de correos de Madrid.
Al principio pensé que sólo era propaganda pero resultó un cheque de Iberia, nominativo y cruzado, por valor de cuatrocientos euros acompañado con la única explicación de un código de referencia. Nada más, ni una simple disculpa, ni un gesto de cortesía: como el niño al que la maestra obliga a pedir perdón a un compañero; como el adolescente que grita «Lo retiro» mientras otro chaval le returce el brazo. Como el tramposo que es pillado en un renuncio.
Cuando en el mes de julio, el avión que nos traía desde Cracovia se estropeó viéndose obligado a volver al aeropuerto, no me podría imaginar que una de las empresas más importantes de España se comportaría como un low cost gestionado por raterillos. Tras ocho horas de retraso y espera nocturna en Polonia, sin posibilidad de recuperar el equipaje y sin representantes de la compañía que dieran explicación alguna, sólo nosotros y otro matrimonio -de un total de 150 pasajeros- interpusimos la consiguiente reclamación a la Compañía. Reclamación en la que sólo pedíamos aquello que habíamos tenido que abandonar al tener que regresar a la terminal de embarque -lo adquirido previamente no te lo dejaban pasar de nuevo- y el importe de un día a mayores en el aparcamiento de Barajas, aparte de las maletas que rompieron a mis amigos.
Reclamación que fue la primera de otras muchas.
Ingenuo de mí, creí que el Presidente de Iberia -o su oficina, claro está- tendría a bien dedicar unas líneas a un cliente que se quejó de cómo su compañía respondía a las reclamaciones negando lo hechos y alegando que una avería en un avión es una causa de fuerza mayor comparable a una nevada o un terremoto.
Candorosamente supuse que Aviación Civil no estaría compuesta por funcionarios inútiles -o mucho peor, comprados- que respondieran por correo sin certificar que no podían hacer nada porque el retraso fue menor de dos horas, sin tomarse la molestia de leer mi reclamación ni la documentación adjunta.
Inocentemente, aunque muy cabreado, imaginé que el mismo organismo reaccionaría en condiciones cuando les volví a remitir la misma reclamación solicitándoles revisaran el expediente y leyeran la documentación, refiriéndoles el consbido reglamento, pidiendo la identificación de los funcionarios que tramitaron la primera instancia en virtud de la ley 30/92 y amenzándoles con llevarles ante el Defensor de Pueblo, el Ministro de Fomento y la Comisión Europea. Personas y organismos que, por cierto, desprecio profundamente.
Y con paciencia casi franciscana acudí a recoger el certificado con acuse de recibo de este mismo organismo en el que sólo me respondían que encasquetaban el asunto a los polacos, infringiendo claramente un reglamento que parecen no conocer. Pero pincharon en hueso: Polonia no es España. La Aviación Civil de Polonia se puso manos a la obra en lugar de desentenderse del asunto. Cada quince días me mandaban una carta certificada en inglés y polaco informándome de las acciones emprendidas y de las excusitas de Iberia.
Y, tras un mes sin recibir noticias de Varsovia, me estaba preparando para el último ataque contra Iberia y Aviación Civil cuando, de pronto, abrí el buzón y premio. Por no querer pagar los apenas cincuenta euros que les pedía incialmente, les ha tocado acoquinar los 400 que dictan las normativas. Mis amigos están en espera de recibir el mismo cheque más la indemnización de las maletas.
¿No se comportarían mejor ciertos sinvergüenzas si todos sus clientes fueran igual de beligerantes al margen de triunfar en sus exigencias o no? Aún recuerdo con naúseas cómo algunas petardas, al descender del avión en Madrid se deshacían en agradecimientos hacia Iberia y las azafatas. Gracias, Iberia, gracias por tenernos un total de 10 horas en un aeropuerto, sin servicios, sin dejarnos recuperar los equipajes ni aunque fuera necesario para conseguir pañales, por no cumplir los reglamentos. Gracias, Iberia, por tratarnos como a ganado, por querernos estafar.
Eso sí, las azafatas, al contrario de lo que suele suceder en Iberia, eran jóvenes, bellas y pijas. Lo único bueno de un vuelo de tres horas en el que no se molestaron ni en servirnos un café.
18 comentarios:
Enhorabuena Sr. Subdirector por su victoria...
No me extraña que Iberia haya obrado así, a veces las grandes empresas se comportan bastante peor que las pequeñas... hay grandes empresas que se creen Goliats y abusan de los clientes, pasándose por el forro las normativas porque se saben intocables... pero no lo son, afortunadamente...
mi mas cordial enhorabuena. Que les den morcilla a todos.
¡Enhorabuena! Me alegro de que tu insistencia haya tenido premio. No siempre es así, pero soy de los que creo que hay intentarlo (aunque no siempre lo haga).
Coincido contigo en que si reclamáramos más atenderían mejor en muchos sitios.
Yo hace cosa de un año conseguí que les pusieran una multa al supermercado DIA de mi barrio.
Me alegré infinito cuando me lo comunicó la Junta, pues las que me atendieron el "día de autos" tenían ese aire insultante de suficiencia despectiva. Pero no eran muy listas y la cagaron al no darme la hoja de reclamaciones (si me la hubieran dado no hubiera pasado nada pues mi queja era una chorrada y no la hubiera tramitado en Consumo... la pedí sólo por tocar las bolas).
Eso sí, lo mío fue fácil, pues sólo tuve que hacer un escrito libre contando los hechos y presentarlo ante consumo de la Junta (bueno y me leí la normativa para poder "sugerir" la sanción, pues no reclamaba nada para mí). Y al cabo de unos meses, les habían cascado 500 eurazos.
En fin, que entiendo tu satisfacción y me alegro por ti y por la Justicia.
Saludos.
Mi más sincera enhorabuena Sr. Subdirector, si todos hicíeramos lo mismo se les bajarían los humos a muchos que se creen dioses y que nos hacen favores a sus clientes.
Sr. Subdirector: ¡Olé sus santos güevos!
Enhorabuena.
Enhorabuena de la buena.
Con lo que cuestan los procedimientos seguidos (personal y trámites), con que reclamasen como usted tan sólo un 10% de los perjudicados a la compañía (la que sea) ya le interesaría no hacer el gilipollas (*1) y atender los derechos de sus consumidores.
(*1) Supongo que no pasa nada por poner un taquillo descriptivo no ofensivo t normalizado por la culturalidad tradicional y blablabla.
Me llena de odgullo y satisfacción, que haya triunfado en buena lid el buen hacer y la justicia.
En serio me parece que todos deberíamos seguir su camino Subdirector y no consentir que nos pisoteen sin oponer resistencia.
Me alegro por usted y por todos.
Como gran comodón que soy muchas veces prefiero tragarme un abuso de cualquiera de estas compañías que gastar mi tiempo y disgustarme en protestar o reclamar, pero reconozco que es un error, porque actitudes como la del Subdirector del Banco Arís contribuyen, aunque sea con un mini-granito de arena a que el mundo sea un poco más justo y a que los sinvergüenzas no queden impunes.
Ha sido eliminado un comentario anónimo por contener insultos dirigidos a Ignatus, que reproducimos parcialmente por su interés:
"(...) ¿Sabes lo puteadas y presionadas que están las pobres cajeras del día?si como tú mismo has dicho tu queja era una chorrada y no se hubiese tramitado en consumo, mejor haberte callado la boca porque lo único que buscabas era hacer daño a esas pobres mujeres....(...)"
Cuando empecé a leer lo de la censura, pensé que lo que ibais a reproducir parcialmente por su interés eran los insultos...
Y resulta que no, que habéis dejado la parte aburrida.
¡Pero cómo me hacéis eso! Haberlo dejado entero que me a mí me iba a molar y yo no iba a entrar al trapo...
En fin, entiendo que lo hayáis hecho, aunque me quede con las ganas de saber más (¿Neri, que tal un email rapidito con lo censurado, eh?)
Respecto a la parte salvable del mensaje, aprovecho para decirle a anónimo que sí tengo una cierta idea de lo explotadas que están las susodichas trabajadoras. Pero que eso no justifica que algunas tengan malas actitudes hacia los clientes. El mismo trabajo tienen sus compañeras y la mayoría son "normales" (y algunas incluso amables). Así que el estrés no es un eximente, pues estrés podemos tenerlo todos sin trabajar en un súper y no por ello se nos debe consentir trabajar mal.
Supongo que los de aviación civil también se pueden sentir puteados. Y posiblemente tengan mucho trabajo. Pero eso no justifica que respondieran incorrectamente al Subdirector.
Y los pobres de Iberdrola a los que este verano reclamé y me tuvieron que devolver 20 euros...
Y los de...
En fin, que el chapucerismo puede tener muchas justificaciones, pero no creo que sea algo que se deba consentir.
---
Por cierto, las "malas" del DIA están mucho más suaves desde entonces. ¡Mira por dónde, se les quitó el estrés!
Un saludo.
Lo malo de todo esto es que la mayoría (creo yo) no sabemos cómo presentar una queja adecuadamente.
Yo soy una señora, pero si no les contaba el día que llamé a telefónica para presentar una queja. Ese día a la 5ª llamada perdí las formas y ......hasta aquí puedo leer, eso sí me hicieron caso y me dieron mejoras.
¡Pues muy mal, Marian! ¿No sabes lo puteadas que están y lo que explotan a las pobres teleoperadoras?
XD
Siempre he trabajado de cara al público y a veces te llevas broncas o hay historias que te tocan de cerca pero hay que saber distinguir y separar lo que tiene importancia de lo que no. Claro que eso va en las personas, a mí que venga un fulano diciéndome según que cosas me da de lado.
Recuerdo una vez que en una reunión de vecinos explicándoles los beneficios de lo que yo vendía, uno de ellos se puso a gritar y me dijo:
-Y como no te vayas de aquí te pego una hostia en toaa la boca, zorra.
Como podeis imaginar el primer mal rato me lo llevé, pero luego como soy ...de esta forma mía de ser jejeje, pues decidí que me iba a suplicar tener lo que yo le ofrecía en ese momento, le puse a toda su comunidad de uñas contra él y vaya si suplicó, os lo aseguro. El último tío en tener "el producto" en todo su pueblo fué él y mira que venía el hombre todos los días a la oficina super amable a preguntarme cómo iba el tema suyo.
Esto parece un enigma de Panete.
Yo creo que la respuesta es que vendías drogas y el exaltado estaba con el mono. Porque vamos, para llamar eso a nadie muy normal no era.
Jajaja casi Ignatus, su comunidad quería poner una instalación de gas propano canalizado y él pues ese día no estaba por la labor y sí por la de faltarme al respeto.
Pero conmigo fué a dar.
Para poner una reclamación hay que tener ganas, por eso la mayoría nunca lo hacemos, pero sí que nos quejamos de que las cosas no funcionen bien.
Es verdad, con el ejemplo de la cajera, que pueden que estén muy explotadas, pero ese es su trabajo. Todos tenemos problemas y días tontos como para que llegues a comprar y no te traten bien. Esto lo extiendo a dependientes. Si tu trabajo es de cara al público y no sabes ser muy educado y paciente búscate otro, porque en la vida hay que tragar mucho y no ser orgulloso. El cliente sí se puede permitir el lujo de ser orgulloso (que no digo que sea lo que haya que hacer), porque él siempre tiene la razón y no tiene qué perder, compra en otro sitio y punto.
En fin, que me sumo a los enhorabuenas para el Subdire.
¡Con un par señor Subdirector!
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