Ayer se nos fue el que es para mí el mejor novelista en lengua española de todo el siglo XX. He sentido mucha tristeza por la noticia.
Recordando la vida y la obra del maestro, viendo el multitudinario homenaje que le hemos rendido en Valladolid y la repercusión mediática de su muerte, he vuelto a maravillarme de cómo un escritor tan famoso y con semejante relieve en el mundo de las letras ha vivido con una sencillez tan ejemplar y tan entrañable, como un vallisoletano más que paseaba por la calle de Santiago y ya formaba parte del paisaje de nuestra pequeña capital de provincias. En su momento tuvo la oportunidad de irse a Madrid y sumergirse en el meollo cultural, pero el gran Delibes dijo que le dejasen de líos, que se quedaba con su Campo Grande y sus domingos de caza en los pueblos de aquí. Muchos opinan que si se hubiera sabido “vender” mejor, en vez de ser tan cerrado, tan castellano y tan huraño, su carrera literaria habría visto mejores horizontes y le habrían dado el Nobel. Se equivocan. El maestro de todos los maestros prefería su ciudad, su gente y su familia a los cantos de sirena de Estocolmo.
Miguel Delibes vivía a escasos cinco minutos de mi casa y me lo encontraba de vez en cuando. Dos de sus hijos son compañeros míos de trabajo y uno de sus nietos mayores ha trabajado conmigo en un proyecto hasta hace un mes. Son todos una gente encantadora. Pero lo más importante es que el viejo cazador, periodista de raza y humanista empedernido ha marcado mi vida con sus novelas.
Mi padre es “delibiano” entusiasta y ya de niño me pasaba sus obras más adecuadas para mi edad. Prácticamente pasé de Los Cinco de Enid Blyton a Miguel Delibes, con quien aprendí a amar la literatura. He leído y releído sus libros decenas de veces y en casa tenemos todo lo que ha escrito, incluso varios ejemplares de cada título, al intentar mi padre encontrar siempre versiones ilustradas o primeras ediciones en mercadillos de toda España. Buena parte de las novelas se las firmó y dedicó personalmente el autor a mi hermana y a mi padre en 1987.
Delibes fue un cristiano convencido con una gran sensibilidad social que sabía trasladar a sus historias emocionando a los lectores como nadie. Yo no soy quien para jugar a crítico de su obra, pero pienso que los grandes pilares de su novelística son tres: la impactante denuncia social; el profundo conocimiento del mundo delicado y a veces triste de los niños y de las mujeres, y el amor a Castilla, lo castellano y los castellanos (especialmente al medio rural), que impregna cada una de sus páginas.
Me cuesta elegir mis novelas favoritas de Delibes, pero si no me quedara otra, citaría tres, y no por orden: Los santos inocentes, Mi idolatrado hijo Sisí y Diario de un cazador.
Miguel fue político en el buen sentido de la palabra, pero no partidista. Por eso hoy le quieren todos, de un lado y de otro. Como director del diario local El Norte de Castilla demostró una honestidad y una valentía inigualables, haciendo frente a la gazmoñería y a la sinrazón de la censura de Franco, por lo que fue cesado por el Ministro Fraga. La preocupación y el compromiso social que mi ilustre paisano dejaba traslucir en sus maravillosas novelas incitaron a la peor izquierda a tratar de atraérselo a su espectro cultural, tentándolo de diversas formas. Pero pese a ciertas debilidades del escritor en los últimos años del franquismo y en la Transición, a pesar de su ecologismo desenfocado y a pesar sobre todo de su última novela, El hereje (por su temática escabrosa y maniquea y por su bajón de calidad respecto al resto de su obra), en líneas generales siempre supo mantenerse dignamente por encima de programas y de alternativas concretas.
Miguel Delibes Setién, descanse en paz.
Recordando la vida y la obra del maestro, viendo el multitudinario homenaje que le hemos rendido en Valladolid y la repercusión mediática de su muerte, he vuelto a maravillarme de cómo un escritor tan famoso y con semejante relieve en el mundo de las letras ha vivido con una sencillez tan ejemplar y tan entrañable, como un vallisoletano más que paseaba por la calle de Santiago y ya formaba parte del paisaje de nuestra pequeña capital de provincias. En su momento tuvo la oportunidad de irse a Madrid y sumergirse en el meollo cultural, pero el gran Delibes dijo que le dejasen de líos, que se quedaba con su Campo Grande y sus domingos de caza en los pueblos de aquí. Muchos opinan que si se hubiera sabido “vender” mejor, en vez de ser tan cerrado, tan castellano y tan huraño, su carrera literaria habría visto mejores horizontes y le habrían dado el Nobel. Se equivocan. El maestro de todos los maestros prefería su ciudad, su gente y su familia a los cantos de sirena de Estocolmo.
Miguel Delibes vivía a escasos cinco minutos de mi casa y me lo encontraba de vez en cuando. Dos de sus hijos son compañeros míos de trabajo y uno de sus nietos mayores ha trabajado conmigo en un proyecto hasta hace un mes. Son todos una gente encantadora. Pero lo más importante es que el viejo cazador, periodista de raza y humanista empedernido ha marcado mi vida con sus novelas.
Mi padre es “delibiano” entusiasta y ya de niño me pasaba sus obras más adecuadas para mi edad. Prácticamente pasé de Los Cinco de Enid Blyton a Miguel Delibes, con quien aprendí a amar la literatura. He leído y releído sus libros decenas de veces y en casa tenemos todo lo que ha escrito, incluso varios ejemplares de cada título, al intentar mi padre encontrar siempre versiones ilustradas o primeras ediciones en mercadillos de toda España. Buena parte de las novelas se las firmó y dedicó personalmente el autor a mi hermana y a mi padre en 1987.
Delibes fue un cristiano convencido con una gran sensibilidad social que sabía trasladar a sus historias emocionando a los lectores como nadie. Yo no soy quien para jugar a crítico de su obra, pero pienso que los grandes pilares de su novelística son tres: la impactante denuncia social; el profundo conocimiento del mundo delicado y a veces triste de los niños y de las mujeres, y el amor a Castilla, lo castellano y los castellanos (especialmente al medio rural), que impregna cada una de sus páginas.
Me cuesta elegir mis novelas favoritas de Delibes, pero si no me quedara otra, citaría tres, y no por orden: Los santos inocentes, Mi idolatrado hijo Sisí y Diario de un cazador.
Miguel fue político en el buen sentido de la palabra, pero no partidista. Por eso hoy le quieren todos, de un lado y de otro. Como director del diario local El Norte de Castilla demostró una honestidad y una valentía inigualables, haciendo frente a la gazmoñería y a la sinrazón de la censura de Franco, por lo que fue cesado por el Ministro Fraga. La preocupación y el compromiso social que mi ilustre paisano dejaba traslucir en sus maravillosas novelas incitaron a la peor izquierda a tratar de atraérselo a su espectro cultural, tentándolo de diversas formas. Pero pese a ciertas debilidades del escritor en los últimos años del franquismo y en la Transición, a pesar de su ecologismo desenfocado y a pesar sobre todo de su última novela, El hereje (por su temática escabrosa y maniquea y por su bajón de calidad respecto al resto de su obra), en líneas generales siempre supo mantenerse dignamente por encima de programas y de alternativas concretas.
Miguel Delibes Setién, descanse en paz.
Recomendación personal para saber más sobre Delibes: El quiosco de los helados. Miguel Delibes de cerca (Ramón García Rodríguez)
16 comentarios:
Me gustan este tipo de post, porque yo de este hombre no sabía nada de nada, ni que hasta ayer estaba vivo. Y ahora al menos recordaré algo de él.
De su obra lo único que he leído es "Señora de rojo sobre fondo gris" pero realmente ni recuerdo de qué va.
Joder dulcinea, sin comentarios.
Nery me ha gustado el homenaje postumo que haces a Delibes, se nota que conoces bastante bien so obra y que eres un "entusiasta delibiano" como tu padre.
Que descanse en paz.
Estupendo homenaje señor Neri al más insigne vecino de nuestra ciudad y para mí uno de los más grandes novelistas españoles del siglo XX. En el momento de la muerte se suelen exagerar los elogios, pero en este caso, creo que son merecidos e incluso cortos.
Como dice Al Neri una de las cosas más admirables de Don Miguel era su humildad y su normalidad en un mundo en el que se lleva la búsqueda de notoriedad, y sobre todo en sus últimos años es admirable su capacidad para darse cuenta de su enfermedad y aceptar su pérdida de capacidad para escribir con dignidad, aceptando primero el final del novelista y después el final del hombre.
Este señor tenia pero que mucha clase. D.E.P.
Preciosas palabras Sr.Neri.
Aprendiz intenta leer algo más del Sr. Delibes que seguro te gustará.
Yo he leído el camino y las ratas y he visto la peli de los santos inocentes y del disputado voto del señor Cayo y me parece muy bueno. Espero que descanse en paz. Por cierto, Sefo, estas tan obsesionada conmigo que me has mencionado aunque te querrías referir a Aprendiz. ¿Tan enamorada estás de mí, hija mía?
Creo que no era un cristiano convencido cerrcano ,más bien se mantenía en un escepticismo al agnosticismo, aunque de indudables raíces cristianas.
Era antiabortista hasta la médula y de una sensibilidad extraordinaria.
El amor a su mujer lo fue todo en su vida, hasta tal punto que él mismo afirmaba que sin ella no era nadie, con su muerte se le paró el reloj
Aprendiz,una universitaria que no sabe nada de Delibes es preocupante. Muy preocupante.
Si fuera de Delibes del único que no sé nada... pero que le vamos a hacer, no puedo más que reconocerlo, porque aportar algo está claro no. A mí lo único que me preocupa de esto es no poder "presumir" de ser culta, pero no creo que le afecte a mi vida ni al de la sociedad en nada más, creo...
¡Lo que hace la Logse! Aprendiz me sumo a la preocupación del señor Suso.Una universitaria que cree que no afecta en nada no conocer quien es Delibes demuestra el nivel en el que estamos.
Lo peor es que lo escriba sin pudor alguno.
Y lo mejor que lo reconozca como lo ha hecho, de manera muuu correcta. Al César lo que es del César.
Precioso homenaje, Sr. Neri.
Aprendiz, no te preocupes si aún no has leído mucho de Delibes. Tienes tiempo. Ya verás como disfrutas.
Ayer leí, en un enlace, el discurso que dió Delibes al recibir el Cervantes en 1993. Hay una frase que me gustó y me hizo gracia:"antes que a conservar la cabeza muchos años a lo que debo aspirar ahora es a conservar la cabeza suficiente para darme cuenta de que estoy perdiendo la cabeza". Un buen consejo para todos.
Suso, acabo de leer un artículo que escribió Delibes sobre el aborto, y de antiabortista hasta la médula nada.
De hecho, para un cristiano lo que escribe es bastante decepcionante. Se parece más al semblante de cristiano cultural con dudas hacia el agnosticismo (aunque con fondo de buena persona). En el razonamiento para colmo mezcla el hecho científico con consideraciones actitudinales.
Te dejo el enlace (el que lo ha puesto no da la referencia de fecha de escritura).
(Sobre mi anterior plumazo) Bien... no sé si me olvidó poner el enlace o que esto los quita. Da igual. Lo encuentras en páginas de ReligiónEnLibertad, en la columna de Juan García Inza.
Yo, al igual que Aprendiz, no he leido un solo libro de Delibes, (lo mío tiene más delito por ser paisano y por ser mayor que ella). Si que estos días, (y anteriormente tambien) he estado viendo diversas entrevistas y las sensaciones que me transmitía como persona eran magníficas.Vi Los Santos Inocentes, y en mi modesta opinión, es una de las obras maestras del cine español.
La película en cuestión me pareció, siempre con el sello de la sobriedad y sin extridencias, una crítica feroz a la sociedad de esa época, incluyendo por cierto a la iglesia católica.
Su hijo en el entierro confesó que hacía unos años, que sentía más ilusión por la otra vida, que por la que estaba viviendo, pero aún así la impresión que tengo al oirle en entrevistas es que no era un católico convencido,(es una sensación subjetiva), sino más bien un hombre de talante bastante posibilista, que supo sobrevivir a una sociedad privada de libertades en primer lugar;y posteriormente a otra que estaba mucho más interesada en el consumismo que en la naturaleza y el humanismo.
A mi su muerte me ha dejado un poco vacío. Nunca me he considerado excesivamente seguidor de nadie en concreto, pero Delibes no solo era en Valladolid una buena persona y un gran escritor, era toda una institución, sin ningún tipo de soberbia ni narcisismo. Un señor con todas las letras. Querido por sus vecinos por su talento, pero sobre todo por su humildad y su cercanía.
Me emocionó mucho lo que dijo Soraya Sáez de Santamaría de él, y sus lágrimas al contarlo. Creo que son las únicas emociones sinceras que he visto en un político en toda la democracia, porque no hablaba como tal, sino como lo habría hecho cualquier otro Vallisoletano.
A ver, varias cuestiones sobre si Delibes era "cristiano convencido":
1º- Cuando he dicho cristiano -omitiendo adrede el calificativo de católico- lo he hecho en el más amplio de los sentidos, refiriéndome a la "raíz cristiana" y humanista de la que habla Suso, y no a un confesionalismo declarado y ortodoxo.
2º- Delibes evolucionó en esta cuestión a lo largo de su vida.
En sus primeras novelas yo sí aprecio un sentimiento católico y un compromiso con la doctrina social y moral de la Iglesia. Recordemos la despiadada burla del malthusianismo que hace en "Mi idolatrado hijo Sisí", con una apología de la familia católica practicante y numerosa ecarnada en los padres de Elisa.
En cambio sí es cierto que en años posteriores Delibes se muestra más indolente en materia religiosa.
3º- En todo caso, Delibes nunca ha atacado ni menospreciado a la Iglesia Católica en sus novelas. Con la lamentable excepción de "El hereje" (donde sí hace una crítica histórica, pero a mi juicio sin ensañarse), Delibes ha respetado siempre a las instituciones y ministros de la Iglesia.
Es de destacar en este sentido, que las películas sobre su obra sí han metido de contrabando ataques políticos y religiosos o han distorsionado maliciosamente ciertos contenidos de las novelas. Los ejemplos más manifiestos son sin duda "Los santos inocentes" (con escenas gratuitas dedicadas a un obispo), "La guerra de papá" (donde se insiste, mucho más que en la novela, en el componente político, con una crítica feroz al franquismo cuando en la novela es mucho más sutil y hay que imaginársela)y "El disputado voto del señor Cayo" (que tiene añadidos panfletarios pro PSOE que no figuran en el libro).
No olvidemos aun así que Miguel Delibes dio el visto bueno a las adaptaciones a la gran pantalla, si bien él siempre insistió en que solía desentenderse de estos temas y dejaba libertad total al director y al guionista.
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