domingo, 9 de agosto de 2015

DISCUSIONES DESIGUALES



Nuestra inteligencia, nuestra categoría y yo diría que hasta nuestra dignidad también se miden por el tipo de personas con las que aceptamos discutir. 

A un sujeto con un nivel cultural patentemente inferior al nuestro, que no entiende nada de lo que se está hablando o que carece de la más elemental información al respecto, podemos hacer la obra de misericordia de enseñarle lo que no sabe, facilitándole toda clase de explicaciones didácticas y dándole incluso los argumentos mascados y regurgitados si se quiere, pero si percibimos que el tipo se atrinchera en sus posiciones,  refuta nuestros datos e insiste en polemizar, lo que no podemos, por muchas tentaciones que tengamos, es ponernos a discutir con él, y menos en público, pues ello implicaría admitir tácitamente que cualquier indocumentado tiene derecho a debatir con nosotros de igual a igual, y rebajarnos a un nivel que no nos corresponde. 

No se trata de soberbia, sino de justicia, de imagen y también, cómo no, de ahorro de energías. No podemos dar pie a un espectáculo tan bochornoso como el que ofrece una persona preparada y conocedora de una materia  polemizando con un pelaboinas que habla de oídas o  porfía simplemente por llevar la contraria, un pasatiempo tan típico en nuestro país. Cuando en un intercambio de datos o conocimientos objetivos, advertimos que el ignorante nos invita a un pulso, que el tonto ha cogido una linde y que la linde se acaba y el tonto sigue, hay que aguantarse las ganas de rebatir y pensar seriamente en nuestro prestigio, en nuestra posición o en los años que hemos podido dedicar a estudiar ese tema, y preguntarnos si ese señor tan imprudente se merece que le concedamos, ni por conmiseración, la oportunidad de confrontar sus simplezas con nuestros saberes, de manchar con el barro de sus improvisaciones los cimientos de granito de nuestra ciencia.

Al que le parezca arrogancia se equivoca. Es solo que algunos tenemos muy poco tiempo para tontos y para tonterías, y que, bien mirado, cada vez nos importa menos convencer a nadie de nada, y menos de lo evidente, ni demostrar que tenemos razón. Algunos simplemente nos permitimos el pequeño lujo de reservar los guantes de boxeo para contrincantes que estén a nuestra altura y con los que valga la pena la pelea. No nos da la gana alentar pugnas dialécticas que en el fondo recuerdan al diálogo entre un adulto y un niño cabezota. Y es que a los iletrados testarudos, como a los niños pequeños que se ponen respondones, lo mejor es sonreírles mucho y hacerles poco caso.

4 comentarios:

nago dijo...

Sin duda, es la actitud más inteligente.

Existen seres que, por falta de coraje y conocedores de nuestra "posición", aprovechan cualquier ocasión para ponernos a prueba y soltar cualquier "parida" sabiendo que no obtendrán respuesta y eso (en su ignorancia) les concede cierta ventaja. Es ésta una actitud muy sibilina que a mí personalmente me hace confirmar aún más mis opiniones, al tiempo que provoca en mi cara una pécora sonrisa con mirada chisposita.

nago dijo...

Me pasa mucho con personas mayores y casi siempre sobre temas relacionados con economía y política. También con los del peneuve :)

Aprendiz de Brujo dijo...

Conmigo has discutido muchas veces en superioridad de condiciones y yo agradezco la excepción. Eso sí...la de veces que me has llamado cateto y lugareño común....Menos mal que nuestra amistad no lleva cuentas del mal.
Besos y abrazos viperinos.

alco dijo...

Muchas veces actúo como usted, pero no estoy seguro quu sea la mejor actitud. Yo creo que todo es cuestión de respeto. No me considero en la cima de ningún tema, y de la misma forma que me veo metido en debates en los cuales mis oponentes me parecen unos ignorantes (no siendo ellos conscientes de su indigencia), es posible que alguien me vea a mí como un indigente cultural en un tema en el que ha dedicado media vida a reflexionarlo y yo solo aporto cuatro ideas que creo que son las definitivas.
Por lo tanto, todo es cuestión de respeto, siempre y cuando sea mútuo, actitud abierta e intentar suscitar dudas razonables en los ignorantes que no saben que lo son. Resaltar contradicciones o hacer preguntas que les obliguen a razonar es mucho mejor que una confrontación directa.
Buen verano a todos los viperinos y hasta setiembre.