Hay recuerdos de mi infancia que yo creía muertos pero solo se encontraban en estado de hibernación, a la espera de que el sol primaveral de alguna conversación o acontecimiento inesperado los despertara de su letargo de décadas. El viernes un compañero de trabajo me informó del reciente fallecimiento de Don Antonio, un cura diocesano que fue mi tutor y profe de religión a los diez años en el colegio de jesuitas donde estudié, y en la oscura caverna de mi memoria se desperezó un oso con un pelaje tupido, aún invernal, que abrigaba mil nostalgias. Una de ellas -la primera que salió de la cueva- , las filminas tituladas Bambo, de la Central Catequística Salesiana, que nos proyectaba el bueno de Don Antonio las tardes de los jueves en aquella primavera de 1984.
Bambo era una serie de diapositivas de la colección Don Bosco (Producciones Pax), editadas en 1964, que se suministraban con unas cintas casette que narraban la historia, con diálogos y todo, al estilo de una radionovela. En total eran diez capítulos, cada uno en un carrete. Del argumento me acuerdo bien: un misionero salesiano era destinado por voluntad propia a una de las zonas más recónditas del África tropical y se dedicaba, no con pocas dificultades, a predicar el Cristianismo en una aldea remota, donde había un hechicero que no hacía más que boicotearle malmetiendo a los negritos para que lo mataran. El sacerdote pronto improvisó un ayudante-monaguillo, escogiendo al niño indígena Bambo, que mostraba una gran curiosidad por el mensaje de Cristo. El eje argumental de las filminas era la enseñanza de nuestra Fe al joven salvaje, quien, como no podía ser de otro modo, acabaría bautizándose, confirmándose y, con los años, convirtiéndose en sacerdote e incluso en obispo, para mi sorpresa y la de todos mis compañeros de clase, que, aunque no éramos racistas, estábamos poco acostumbrados a ver negros importantes.
Bambo era una serie de diapositivas de la colección Don Bosco (Producciones Pax), editadas en 1964, que se suministraban con unas cintas casette que narraban la historia, con diálogos y todo, al estilo de una radionovela. En total eran diez capítulos, cada uno en un carrete. Del argumento me acuerdo bien: un misionero salesiano era destinado por voluntad propia a una de las zonas más recónditas del África tropical y se dedicaba, no con pocas dificultades, a predicar el Cristianismo en una aldea remota, donde había un hechicero que no hacía más que boicotearle malmetiendo a los negritos para que lo mataran. El sacerdote pronto improvisó un ayudante-monaguillo, escogiendo al niño indígena Bambo, que mostraba una gran curiosidad por el mensaje de Cristo. El eje argumental de las filminas era la enseñanza de nuestra Fe al joven salvaje, quien, como no podía ser de otro modo, acabaría bautizándose, confirmándose y, con los años, convirtiéndose en sacerdote e incluso en obispo, para mi sorpresa y la de todos mis compañeros de clase, que, aunque no éramos racistas, estábamos poco acostumbrados a ver negros importantes.
Lo que más gracia me hace es que hoy en día Bambo sería sin duda considerada una narración políticamente incorrecta como poco, ya que me temo que tanto los dibujos como el audio incurrían en continuos tópicos (o no tan tópicos) sobre la cultura de los pueblos subsaharianos: taparrabos y huesos en la nariz; hábitos antropófagos con cazuela para asar misioneros; un chamán pagano que rendía culto a figurillas de barro y exigía sacrificios de ganado y entrega de cosechas; leones y leopardos devorando al personal; un sacerdote con una cultura superior que clamaba contra la bestialidad de los lugareños predicando el amor a los enemigos; mil problemas para construir una pequeña choza-iglesia (incendiada una y otra vez por los cafres) y para atraer catecúmenos, y, en fin, todas esas cosas que jamás sucedieron en África, pues, como bien sabemos, lo único que ocurrió es que la avaricia imperialista de los occidentales acabó con las milenarias civilizaciones del continente negro, destruyendo un legado cultural y espiritual indispensable para la Humanidad.
Prefiero ni imaginarme las quejas, denuncias al Defensor del Menor y manifestaciones que montarían la AMPA y el colectivo de inmigrantes del barrio si a los curas de un colegio se les ocurriera poner ahora a los críos una película semejante. La cosa acabaría fijo en el telediario.
El montaje de Bambo nos entusiasmaba y pasábamos la semana esperando que llegara la tarde de su proyección, en una vieja pantalla de trípode montada frente al encerado de nuestra aula, en mitad de una penumbra mágica que más de uno aprovechaba para trastear. Eso sí, Don Antonio nos sometía a un continuo chantaje emocional, pues si no éramos puntuales, no subíamos las escaleras del colegio en dos filas rigurosas y sin alborotar, o si perpetrábamos la menor travesura individual o colectiva, nos castigaba sin transparencias ese jueves.
Descanse en paz Don Antonio, al que siempre recordaré por su bondad, por las preguntas y respuestas del Catecismo y la lista completa de los ríos de España que nos obligó a memorizar , y, naturalmente, por las ejemplarizantes filminas de Bambo.
Prefiero ni imaginarme las quejas, denuncias al Defensor del Menor y manifestaciones que montarían la AMPA y el colectivo de inmigrantes del barrio si a los curas de un colegio se les ocurriera poner ahora a los críos una película semejante. La cosa acabaría fijo en el telediario.
El montaje de Bambo nos entusiasmaba y pasábamos la semana esperando que llegara la tarde de su proyección, en una vieja pantalla de trípode montada frente al encerado de nuestra aula, en mitad de una penumbra mágica que más de uno aprovechaba para trastear. Eso sí, Don Antonio nos sometía a un continuo chantaje emocional, pues si no éramos puntuales, no subíamos las escaleras del colegio en dos filas rigurosas y sin alborotar, o si perpetrábamos la menor travesura individual o colectiva, nos castigaba sin transparencias ese jueves.
Descanse en paz Don Antonio, al que siempre recordaré por su bondad, por las preguntas y respuestas del Catecismo y la lista completa de los ríos de España que nos obligó a memorizar , y, naturalmente, por las ejemplarizantes filminas de Bambo.
6 comentarios:
Descanse en Paz.No me atrevería a porfiar con esa memoria de elefante que tienes, pero juraría que era el viernes, el día de las diapositivas de D. Antonio. Y ya me hago un lío si era este o el de sexto el que nos hizo descubrir a Bambo.
Tengo un recuerdo o regusto lejanísimo buenísimo de esas diapostivas, que enseñaban valores de una forma amena y asequible a todos, (de alguna manera eran una forma de gamificación).
También le estoy agradecido por haberme hecho estudiar de memoria los ríos de España y las Cordilleras y además recuerdo que mi relación personal con él era muy buena.Es curioso otros amigos míos coinciden en señalarle como un docente bastante mejorable y en algunas cuestiones no me queda más remedio que darles la razón.
Muchos recuerdos me trae esta entrada, amigo.
Sobre las cuestiones que planteas de lo políticamente incorrecto, tu versión merec ser matizada al menos, pero uno ya se repite demasiado, con la sociedad pendular...etc, etc.Así que paso palabra.
Buen día a todos.
Creo que lleva razón. Otros compañeros me acaban de confirmar que fue en Sexto cuando un jesuita nos puso las filminas de Bambo y no Don Antonio, que nen cambio os ponía otras diapositivas, también salesianas, no sé si recuerda usted, sobre el secreto de confesión y sobre un cristiano que era secuestrado por los musulmanes y se negaba a renegar de su Fe. Se titulaban Selim, el renegado y puede verlas aquí (verá como el inicio es igual que el de Bambo y se acuerda bien).
Se me han cruzado los cables de la memoria.
Buenas tardes; hace mucho tiempo ya, por los años 1966, en adelante teníamos al Padre Francisco Barlé S.D.B en la Escuela Wilfred Baron, de Ramos Mejía. En 1949 había ingresado Jorge Mario Bergoglio, también de pupilo. Estuve hasta 1969 y luego pasé al Aspirantado Padre José Vespigniani. Ahi veiamos los viernes o sábados por la noche, las series de Bambo el Misionero. Y nos quedaba la misma impresión ya expuestas anteriormente. Y justamente el día jueves por la noche viniendo en el avión desde Roma, se lo comentaba a un sacerdote, para hacerle recordar al ahora Sumo Pontífice el Papa Francisco, sobre Bambo. Es por eso que se me ocurrió ver por internet sobre él. Y me encuentro con esta agradable nota que está publicado. Gracias por estos comentarios, me emociona muy lindo. Fortunato Napodano
Donde puedo encontrar la fulmina ojalá alguien La Haya subido a la red, también la vi en el colegio y me gustaría verla de nuevo
Que ilusión me ha hecho recordar este nombre de Bambo Yo también viví esas emocionantes tarde escuchando la cinta y viendo esas filminas
A mi me encantaría volver a verlas
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