martes, 30 de junio de 2015

RECTIFICAR (UNA VEZ) ES DE SABIOS



Creo que el famoso refrán “rectificar es de sabios” se inventó con el único fin de consolar a los indecisos patológicos. De hecho, he observado que los más aficionados a esta muletilla son precisamente personas de criterio vacilante y con escasa personalidad. 

Estamos todos de acuerdo en que corregir a tiempo una decisión ya adoptada tras percatarnos de un error es una conducta cabal o, por lo menos, bastante preferible a seguir adelante, caiga quien caiga, con plena conciencia del fallo. No sé si de sabios, pero al menos es una actitud propia de gente honesta que no se deja dominar por el orgullo y la cabezonería. Pero, claro, con ciertos límites, porque una cosa es equivocarse de vez en cuando y hacer las rectificaciones pertinentes, y otra muy distinta que tu vida sea tal sucesión de cagadas o sufras de una voluntad tan oscilante que te veas obligado a realizar continuos reajustes en tus resoluciones, opiniones, actuaciones, expresiones y tareas. Quizá esta actitud sea muy honrada, nadie lo discute, pero dudo que “sabio” sea la palabra exacta para definir a quien no para de confundirse, por mucho que después pruebe otras alternativas o modifique los procedimientos erróneos.

Dejémonos de historias. Todos nos equivocamos alguna vez, por supuesto, pero los verdaderos sabios son los que menos se equivocan. 

Es como lo de pedir perdón. Disculparse puede ser un gesto muy elegante que diga mucho a favor de una persona, pero no quitarse el perdón de la boca me parece típico de peleles y de pusilánimes. Tengo un par de conocidos que se pasan el día solicitando la absolución cada vez que dicen una palabra más alta que otra, cada vez que a cualquiera no le gusta algo que han hecho, e, invariablemente, después de las discusiones. Y pienso que son unos tontainas que sucumben con demasiada facilidad a la tentación buenista de pedir disculpas, al lubricante social de la rectificación, sin darse cuenta de que abusar de esta "técnica" hace que pierda todo su efecto.

Considero que hay que tomar tres grandes precauciones antes de pedir perdón. Primero, asegurarnos de que no nos hemos disculpado ya mil veces por lo mismo, porque si resulta que no hacemos más que mostrarnos arrepentidos por un comportamiento que no dejamos de repetir una y otra vez, con la mayor soltura, alguien podría imaginarse que nos estamos riendo de él a la cara. En segundo lugar, preguntémonos si el hecho por el que vamos a disculparnos es responsabilidad nuestra y si de verdad podría haberse evitado, y así no incurriremos en ridículos como el de la Iglesia Católica cuando se duele públicamente de los “excesos” de la Inquisisión o el de algunos alemanes cuando en pleno siglo XXI entonan el mea culpa por los crímenes del nazismo. Y, por último, debe evitarse a toda costa pedir perdón cuando te han sorprendido en una falta que jamás habrías confesado, ni mucho menos te habrías disculpado, si no te llegan a pillar. El más claro ejemplo es el “lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir” de Don Juan Carlos de Borbón tras su viaje cinegético a Botsuana. 

Y, ante todo, no pretendamos infundir respeto alguno si nuestro número de rectificaciones y de perdones sobrepasa cierto límite. A la larga a todos nos gusta la gente confiable que pone todos los medios para no errar a menudo, y la que no tiene que andar disculpándose porque anda con buen cuidado de no herir a los demás. Ya dice un proverbio árabe: “Medita bien lo que vas a decir para no tener que pedir perdón”.


Sobre este tema en La pluma viperina: El arte del halago

7 comentarios:

Aprendiz de brujo dijo...

Entrada enorme la de hoy. Con excepción de las cuñas absolutamente lamentables de los nazis y la inquisición, claro.Que además creo que hoy no venían a cuento. Prescindamos de lo hoy accesorio, que por sustantivo merecería un post.
He tenido bastantes debates al respective contigo y tengo que reconocer que has desmontado mis argumentos esenciales en este terreno. Es verdad que el perdón es un gesto de grandeza, del que sin embargo alguno quizás hayamos abusado de forma pusilánime.A mi no me cuesta trabajo pedir perdón, pero quizás inconscientemente haya prostituido el gesto y haya incurrido en el pecado mortal de acomodarme en la (im)postura de que es preferible pedir perdón que pedir permiso.
Ojo, el lado opuesto es absolutamnete equivocado y DAÑINO para quienes nos rodean: aquel que no tiene coraje ni valentía para examinar sus actos y humildad para disculparse jamás es un mierda.

nago dijo...

Sois muy grandes los dos... tú eres el contrapunto y la sensatez en casi todas las entradas además de un caballero, gorrión. De los que piensan antes de equivocarse. No creo que tengas que pedir perdón muy a menudo

Al Neri dijo...

Brujo no aporta sensatez, Nago, sino la progretada de turno con la que usted comulga.

Aprendiz de brujo dijo...

Yo pido perdón por ser tan progre.
Un beso, Nago. Feliz verano, amiga.Y al resto de viperinos también les deseo un feliz verano. Que descanséis todos, en la medida de lo posible.

Tábano porteño dijo...

"Y, por último, debe evitarse a toda costa pedir perdón cuando te han sorprendido en una falta que jamás habrías confesado, ni mucho menos te habrías disculpado, si no te llegan a pillar."

"El que se confiesa en público no busca absolución sino aprobación." (G. Dávila).



Otra gran entrada, Neri, enhorabuena.

alco dijo...

El que tiene que pedir perdón muchas veces igual no es un pusilánime, Neri. Recuerde la frase (no sé el autor) "prefiero equivocarme y pedir disculpas a tener que pedir permiso". Muy apropiada para personas inquietas, emprendedoras y hasta el gorro de tener que pensar las cosas cien veces (98 veces para procurar no herir sensibilidades) antes de hacerlas.

Al Neri dijo...

Gracias, Tábano. Así es. Es muy raro que alguien reconozca públicamente sus errores o limitaciones sin una intención oculta o no tan oculta. Además es un coñazo que alguien se ponga a pedirte perdón o a reconocerte "humildemente" sus fallos. ¡Que nos deje en paz! Menos palabritas y menos pantomimas y más preocuparse por cambiar, mejorar o hacer las cosas bien.

Pedir demasiado perdón también suele ser una prueba de escasa habilidad social. Cuando metes la pata y molestas a alguien no hace falta incomodarle pidiéndole disculpas de forma expresa Creo que lo inteligente es darte cuenta de tu error, tener cuidado de no repetirlo y demostrar a esa persona, sin necesidad de palabras, que no estás satisfecho de lo que hiciste.

Alco, lo de preferir pedir perdón a pedir permiso estoy de acuerdo con Brujo en que suele ser una postura cínica. De hecho yo conocí a un jesuita que decía mucho esta frase para demostrar que se pasaba el voto de obediencia por la patilla. Vivía en comunidad pero iba, venía y hacía y deshacía como le daba la gana sin consultar a sus superiores. Se piraba a la playa de vacaciones dos semanas sin preguntar y cuando el Provincial o quien fuera le pedía explicaciones a su regreso, se deshacía en disculpas el muy vivo. Pero por dentro pensaría, que me quiten lo bailao.