Dicen que la expresión “hacer el amor” (“faire l’amour”) surgió en Francia a principios del siglo XIX como eufemismo de relación sexual en las novelas románticas, y que muy pronto se popularizó en toda Europa, sobre todo en la Inglaterra victoriana (“to make love”), donde era inconcebible la separación conceptual entre afectividad y sexualidad. En poco tiempo la frasecita llegó a ser una muletilla recurrente en la literatura, en el teatro y, poco después, en el cine de los países anglosajones, por lo socorrida que resultaba para eludir ciertos verbos y sustantivos demasiado sórdidos para la época.
España fue una excepción hasta los años 70 del pasado siglo, ya que hasta entonces “hacer el amor” significaba en nuestro idioma algo bien distinto a mantener relaciones íntimas; equivalía sin más a cortejar a una mujer, a galantearla y enamorarla caballerosamente. Era una forma bonita de referirse al galanteo, más descriptiva y literal que la variante europea y mucho menos timorata. Para lo otro, la lengua castellana era -y sigue siendo- rica en vocablos más o menos salaces, entre ellos "yacer", que utilizábamos con la mayor soltura.
Pero ya digo que más o menos en los tiempos de la Transición el cine yanqui nos empezó a pegar esa forma remilgada de definir un buen colchonazo, ya fuera con la parienta o con una señorita con la que no nos unieran mayores compromisos. Recuerdo que en mi niñez y en mi adolescencia esta frase tan repipi se utilizaba continuamente y, lo que es peor, con toda seriedad, en la vida cotidiana por influencia de los medios audiovisuales. Aunque es cierto que eran las mujeres quienes más tiraban de ella, también nos toca a los varones entonar el mea culpa de haber incurrido en semejante cursilada cuando en aquella época queríamos parecer educados rehuyendo el rotundo y castellanísimo verbo "follar". ¡Pero si hasta la canción más famosa de Los Inhumanos se titulaba Qué difícil es hacer el amor en un Simca 1000! ¿Alguien se imagina ahora a un grupo musical empleando esta fórmula eufemística?
En efecto, los tiempos han cambiado y en este tema desde luego que para bien. Afortunadamente, en materia sexual, hoy los chavales llaman al pan, pan y a al vino, vino, evitando así la estupidez de mezclar semánticamente dos conceptos tan distintos, por mucho que lo ideal es que fueran siempre unidos. Ahora en estas materias se han recuperado las raíces etimológicas más españolas, y en la calle, en el autobús o en las tertulias, sobre todo masculinas, resuenan de nuevo, sin tapujos, los clásicos de siempre, como echar un “polvo”, un “casquete” o un “caliqueño”; “tirarse” o “zumbarse” a Fulanita; “llevar a la cama”; “acostarse” (polisémico, pero evocador), o los cutres pero entrañables “ñaca-ñaca” o “pimba-pimba”. ¡Y qué decir del sudamericano y para nosotros siempre equívoco "coger"! Ellas son más ñoñonas (algunas) y todavía necesitan perderse en circunloquios o recurrir a metáforas floridas, pero cada vez menos. El lenguaje mímico también cumple una misión inestimable a la hora de abordar tan espinosas cuestiones.
Y, por cierto, me atrevería a asegurar que casi todas las parejas tienen sus frases o palabras clave, de uso doméstico y totalmente personalizado, para aludir al asunto…
España fue una excepción hasta los años 70 del pasado siglo, ya que hasta entonces “hacer el amor” significaba en nuestro idioma algo bien distinto a mantener relaciones íntimas; equivalía sin más a cortejar a una mujer, a galantearla y enamorarla caballerosamente. Era una forma bonita de referirse al galanteo, más descriptiva y literal que la variante europea y mucho menos timorata. Para lo otro, la lengua castellana era -y sigue siendo- rica en vocablos más o menos salaces, entre ellos "yacer", que utilizábamos con la mayor soltura.
Pero ya digo que más o menos en los tiempos de la Transición el cine yanqui nos empezó a pegar esa forma remilgada de definir un buen colchonazo, ya fuera con la parienta o con una señorita con la que no nos unieran mayores compromisos. Recuerdo que en mi niñez y en mi adolescencia esta frase tan repipi se utilizaba continuamente y, lo que es peor, con toda seriedad, en la vida cotidiana por influencia de los medios audiovisuales. Aunque es cierto que eran las mujeres quienes más tiraban de ella, también nos toca a los varones entonar el mea culpa de haber incurrido en semejante cursilada cuando en aquella época queríamos parecer educados rehuyendo el rotundo y castellanísimo verbo "follar". ¡Pero si hasta la canción más famosa de Los Inhumanos se titulaba Qué difícil es hacer el amor en un Simca 1000! ¿Alguien se imagina ahora a un grupo musical empleando esta fórmula eufemística?
En efecto, los tiempos han cambiado y en este tema desde luego que para bien. Afortunadamente, en materia sexual, hoy los chavales llaman al pan, pan y a al vino, vino, evitando así la estupidez de mezclar semánticamente dos conceptos tan distintos, por mucho que lo ideal es que fueran siempre unidos. Ahora en estas materias se han recuperado las raíces etimológicas más españolas, y en la calle, en el autobús o en las tertulias, sobre todo masculinas, resuenan de nuevo, sin tapujos, los clásicos de siempre, como echar un “polvo”, un “casquete” o un “caliqueño”; “tirarse” o “zumbarse” a Fulanita; “llevar a la cama”; “acostarse” (polisémico, pero evocador), o los cutres pero entrañables “ñaca-ñaca” o “pimba-pimba”. ¡Y qué decir del sudamericano y para nosotros siempre equívoco "coger"! Ellas son más ñoñonas (algunas) y todavía necesitan perderse en circunloquios o recurrir a metáforas floridas, pero cada vez menos. El lenguaje mímico también cumple una misión inestimable a la hora de abordar tan espinosas cuestiones.
Y, por cierto, me atrevería a asegurar que casi todas las parejas tienen sus frases o palabras clave, de uso doméstico y totalmente personalizado, para aludir al asunto…
5 comentarios:
Entiendo que pegar un polvo no tiene mucho que ver con hacer el amor de verdad y lo de hacer el amor con palabras (o códigos) completamente de acuerdo.
Negritas:Tengo un poema, pero solo a ella le llenaría el cuerpo de versos.
Yo no tengo nada contra la manida expresión de "hacer el amor".Yo creo que se utiliza en contraposición a follar, chingar, taladrar, encular,tunelar, mojar el churro, meterla en adobo, socavar, (mi cuerpo de labriego...), zumbar, .Tenemos la costumbre de diferenciar entre una relación sexual marcada por el afecto, la ternura, la lentitud con otra en la que uno solo busca un desahogo fisiológico.Y hacer el mor se supone que se refiere a la primera de la situaciones.
Yo no creo mucho en esos distingos: yo creo que siempre que follamos, hacemos el amor, porque el sexo es un juego con otra persona en el que das y recibes placer, (y si no menudo desperdicio); y siempre que hacemos el amor, follamos. Que alguien me diga que cuando está apunto de eyacular, está pensando en el amor o en ofrecer a Dios su acto.Si es así me callo.
Buena semana.
¡A ella le llenaría el cuerpo de versos y a mí ni un pareado!
A ti un cifrado barroco en los bajos, meloncita!!!
A mí me mola "correr con chanclas". (Si no, choca repetidamente la palma de una mano con el dorso de la otra para reproducir el ruido tan característico que hace correr con tan incómodo calzado).
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