domingo, 1 de febrero de 2015

REALES Y EUROS



Real de plata acuñado por los Reyes Católicos


En una de las primeras entradas de La pluma viperina explicaba mis dificultades de adaptación al euro siete años después de su implantación. A pesar de que han pasado casi otros siete años y de que poco a poco me he terminado haciendo al manejo cotidiano de esta antipática moneda, lo cierto es que sigo pensando en pesetas, sobre todo si se trata de grandes cantidades, y echando muchísimo de menos a nuestra rubia.

De todas formas, bien mirado, la peseta no tenía en España tanta solera como suponemos, pues no fue introducida oficialmente hasta 1868, durante el reinado de Isabel II. El verdadero eje del sistema monetario de nuestro país ha sido desde siempre el real: primero el real español, una pieza de plata de 3,35 gramos que comenzó a acuñarse en el Reino de Castilla en el siglo XIV, y después el popular real de vellón (cobre y plata), ideado por Pepe Botella, que convivió con su antecesor unos pocos años. Cada real tradicional equivalía a dos reales y medio de vellón.

Cuando se aprobó la peseta su valor se determinó en cuatro reales de vellón, y la gente, que llevaba siglos manejando reales, se lió bastante más que nosotros en 2002 con los euros. Si creemos que nos ha sido difícil adaptarnos a la unidad monetaria de la Unión Europea, si nos da cosa, después de catorce años, seguir calculando en millones de pelas, deberíamos pensar que tras la institucionalización de la peseta nuestros bisabuelos tardaron casi un siglo en dejar de contar en reales. 

Aunque “peseta” había sido un término coloquial desde finales del XVIII para referirse primero a las monedas de dos reales y luego a las de cuatro (algo así como la futura expresión “duro” para identificar a la pieza de cinco pesetas), el pueblo español se resistió, como gato panza arriba, a manejarse y a expresarse en la nueva unidad decretada por Isabel II. Durante lo que quedaba del siglo XIX, la mayoría de los españoles siguió multiplicando por cuatro, de manera instintiva, las cantidades nombradas en moneda oficial, y llamando moneda de un real o de dos reales a la de veinticinco y cincuenta céntimos respectivamente, igual que a la de cinco céntimos la llamaba “perra chica” y “perra gorda” a la de diez (en alusión al león deforme del reverso). Con el nuevo siglo se empezó a aceptar la peseta en ambientes cultos y urbanos, pero no fue hasta acabada la guerra civil cuando la palabra peseta comenzó a emplearse con naturalidad en los pueblos. Incluso décadas después se seguía hablando cariñosamente de reales para identificar algunas piezas. Yo tenía unos nueve años cuando quitaron de la circulación la emblemática moneda de dos reales.

3 comentarios:

Tábano porteño dijo...

La cuestión de la moneda excede muchos de los conceptos limitados con que solemos tratarla hoy; su forma de encarar la cuestión, Neri, creo se acerca esta estimación del tema del dinero que hace un estudioso de Guenon:

"En las sociedades tradicionales, dice Guénon, el dinero tenía un carácter sagrado. No sólo las monedas eran estampadas con las imágenes de los dioses y otros símbolos sagrados, sino que el dinero era controlado por las autoridades espirituales más bien que por los poderes seculares. El dinero se suponía que era un recordatorio de "valor" en un sentido tanto cualitativo como cuantitativo. Hoy, sin embargo, «nadie es capaz ya por más tiempo de concebir que el dinero pudiera representar algo además de una simple cantidad» [Guénon, The Reign of Quantity, p.136]. Incluso palabras tales como "valor" y "estimación" han sido privadas de su carácter cualitativo, y hoy, cuando preguntamos cuánto vale un hombre, casi siempre pensamos en términos de dinero efectivo más bien que de calibre moral o espiritual."
(R. Smoley - "René Guenon y el Kali-yuga")

El último de Filipinas dijo...

Para moneda con solera el Dracma, que tenía varios miles de años de antigüedad, y no tuvieron reparo en cargárselo. Aunque tal vez vuelva antes de lo que piensan...

Al Neri dijo...

Último de Filipinas, con Syriza nunca se sabe. Ojalá en España volviera la peseta.

Pues Tábano, yo tampoco soy capaz de concebir un sentido cualitativo del dinero. Lo que sí es muy cierto es que hoy a las personas se las tiende a valorar casi solo en función de su capacidad de generar dinero y esa visión mercantil del ser humano debería preocuparnos. En España, país fuertemente clasista, esto se acentúa. Aquí la gente es muy lacayuna: envidia al que tiene pasta y poder, pero a la vez le perdona todo.