martes, 17 de febrero de 2015

IDEAS SIMULADAS

Nuestras ideas políticas son mucho más que unas frías opiniones sobre cómo debería organizarse la sociedad o el gobierno. En realidad nuestro ideario da multitud de pistas sobre aspectos relevantes de nuestro carácter, personalidad, origen social, nivel de generosidad y educación recibida. Tan evidentes son las conclusiones que sobre una persona pueden sacarse de su posicionamiento ideológico, tan obvios son los datos psico-biográficos que se reflejan en el espejo de unas convicciones políticas que no es nada raro que haya individuos que simulen pensar de una manera concreta para ofrecer una determinada imagen de sí mismos, unas veces con el fin de aparentar ciertos valores y otras para ocultar ciertos tics o condicionantes personales, casi siempre por razones adaptativas.

Aunque parezca absurdo, no lo es, y yo he conocido decenas de ejemplos que así lo atestiguan y que me han enseñado que en materia política a veces no tiene nada que ver lo que se dice con lo que íntimamente se piensa. También es curioso que muchos de los que manifiestan unas convicciones distintas o contrarias a las suyas reales lo hacen de buena fe, es decir que de verdad creen pensar lo que predican. Esto sucede porque las opiniones no dejan de ser abstractas y de moverse en el terreno teórico y especulativo. Sin embargo bastaría pedir al sujeto en cuestión que las pusiera en práctica, que actuara en coherencia con ellas o, simplemente, aplicárselas a él mismo para dejar claro como el agua que no piensa así ni por asomo y que su discurso no era más que un puro ejercicio dialéctico.

Pero, en definitiva, ¿cuáles son los motivos que llevan a algunas personas a defender públicamente ideales con los que en realidad no comulgan, lo sepan o no?

Probablemente el caso más clásico es el de los que fingen sensibilidad social adoptando una postura avanzada en materia económica. Es una actitud frecuente en gentes de familia acomodada que han llegado a la conclusión de que su egoísmo de clase hace muy feo y es prudente suavizarlo o camuflarlo lo máximo posible. A menudo la pose es tan recurrente que se la acaban creyendo a pies juntillas, aunque por supuesto jamás moverían un dedo para alterar las vigentes estructuras económicas, sobre todo si a ellos les tocara perder un solo euro.


Muchos jóvenes adoptan ideas y estéticas estridentes solo para llamar la atención


Otro supuesto típico es el de ciertas personas que han recibido una educación muy conservadora pero que, por distintos motivos, viven obsesionadas por no parecer carcas o meapilas, y, en consecuencia, despliegan una auténtica apología del progresismo en materia de costumbres. Por lo general hay buena intención en estas actitudes, pues se trata de hombres o mujeres insatisfechos con los valores en que han sido formados que se esfuerzan por cambiar sus parámetros mentales empezando por un discurso progre. Lo triste es que casi siempre se quedan en el discurso; no es nada fácil desinstalar ciertos programas alojados en el cerebro desde la más tierna infancia.

Otro ejemplo muy divertido es el de los pobres de derechas. Todos hemos conocido a algún humilde obrero, a un agricultor de familia empobrecida por varias generaciones o a menesterosos más o menos reconocidos que se adscriben políticamente al derechismo más rancio y clasista, defendiendo un modelo capitalista y estamentario. Este llamativo fenómeno no responde a otra cosa que al complejo social. Muchos creen en serio que proclamándose de derechas aparentan menos necesidad de la que sufren  o mayor fortuna de la que en realidad poseen.

Por último yo también he observado, sobre todo en gente joven, que la defensa de ciertos ideales, aunque no tengan nada que ver con la mentalidad real, es un mecanismo muy útil para reforzar personalidades débiles, para dotar de una identidad “original” a individuos inseguros que solo pretenden acaparar la atención de su entorno expresando opiniones políticas estridentes o discordantes con lo que de ellos se espera. Se da mucho en los adolescentes la adopción de ideas “radicales” como forma de rebeldía o de racionalización de su aislamiento o de sus dificultades de adaptación. Con los años estas posturas prestadas se abandonan aunque en ocasiones dejan una huella profunda en la formación, en el pensamiento o en la actitud del joven, unas veces negativa y en forma de obsesión y otras positiva, pues al final el acercamiento a cualquier doctrina política obliga a reflexionar, a desarrollar el espíritu crítico y a concienciarse de los problemas de los demás.

4 comentarios:

Aprendiz de brujo dijo...

Ya se suele decir que no hay nada más tonto que un obrero de derechas.De todas formas en tu brillante, sesudo y misántropo post, hay dos factores que no consideras.
1-La desideologización de la sociedad. Por más que unos acentúen la pose, al final las diferencias ideólogicas reales no son tan grandes.
2-Las luchas internas de la gente, entre el modo de vida que lleva y lo que cree.
Hay mucho progre que cree honestamente en los valores sociales ó de la izquierda, y sin embargo no es capaz de dar un vuelco a su vida.
Buen miércoles a todos.

Tábano porteño dijo...

Una vez más, si se me permite, recurro a los escolios del "Nietzche colombiano":


-Cualquier derecha de nuestro tiempo no es más que una izquierda de ayer deseosa de digerir en paz.

-"Derechista", en este último siglo, no es más que el apodo con que unas sectas de izquierda designan a otras sectas congéneres.

-Ya no hay clase alta ni pueblo, sólo hay plebe pobre y plebe rica.

-Los conservadores actuales no son más que liberales maltratados por la democracia.

-La adhesión al comunismo es el rito que permite al intelectual burgués exorcizar su mala conciencia sin abjurar su burguesía.

-Llámase comunista al que lucha para que el estado le asegure una existencia burguesa.

-A la gente no le indigna el error en sí, sino el error, o la verdad, que no esté de moda.

-El mundo sólo respeta al cristiano que no se excusa.

-Llámase "buen ciudadano" al individuo que conmueven todas las causas bobas.

-Sin prostituir la inteligencia, no es posible hacer triunfar una causa ante los tribunales de este siglo.

-Los peores demagogos no se reclutan entre los pobres envidiosos, sino entre los ricos vergonzantes.

-El moderno no se atreve a predicar que el individuo nazca como página blanca. Demasiados descalabros le enseñaron que somos los herederos agobiados de nuestra familia, nuestra raza, nuestra sangre. La sangre no es líquido inocente, sino viciosa pasta histórica.


-En el estado moderno ya no existen sino dos partidos: ciudadanos y burocracia.

Teutates dijo...

Ya Platón diferenciaba entre el mundo real y el mundo ideal. Mucho de esto hay en el tema que usted trata en este magnífico post. Y es que una cosa es lo que en nuestra sesera cocinamos como idílico en nuestros deseos de como nos gustaría que fuera todo y muy distinto es como la realidad nos abofetea con las circunstancias que nos pone en nuestro camino y nos hace muchas veces vivir de forma distinta a como pensamos. Imagínese al obrero votante de derechas, quizá cree en que en una sociedad de libre mercado regida por la oferta y la demanda y por políticas de inversión, es lo ideal para que en una sociedad tenga todo Dios trabajo y pueda vivir dignamente pero quizá la realidad a él le avoque a solicitar prestaciones públicas en caso de quedarse en el paro, o a la pérdida de derechos laborales, y es posible que en su fuero interno quiera ser empresario, pero no tenga ni el dinero, ni las ideas, ni la capacidad de emprendimiento, necesarias para hacerlo.
En fin, que me quedo con que Platón ya nos hizo en su época un acercamiento a la respuesta de sus diatribas.

Al Neri dijo...

Aprendiz de brujo, la desideologización es muy real y se plasma en un pragmatismo. Si acaso hay que tener ideas, se tienen que conviene tener.

¡Qué sesudas las frases, Tábano!